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Región y sociedad

versión On-line ISSN 2448-4849versión impresa ISSN 1870-3925

Región y sociedad vol.36  Hermosillo  2024  Epub 06-Ago-2024

https://doi.org/10.22198/rys2024/36/1836 

Artículos

Frontera de destino. Historia migratoria de Tijuana en el siglo XX

Border of Destiny. Migration History of Tijuana in the 20th Century

Aída Silva Hernández* 
http://orcid.org/0000-0002-7979-7192

*Universidad Autónoma de Baja California, Facultad de Medicina y Psicología. Calzada Universidad Núm. 14418, Parque Industrial Internacional, C. P. 22424, Tijuana, Baja California, México. Correo electrónico: aida.silva@uabc.edu.mx


Resumen

Objetivo: analizar la historia demográfica de Tijuana en el siglo XX, en particular su dinámica migratoria, subrayando el perfil fronterizo internacional de dicha ciudad y su distintivo contexto económico y laboral. Metodología: investigación documental y estadística cuya fuente principal son los censos de población. Este recurso se aplica a escalas regional y local considerando un periodo de cien años. Resultados: el estudio da cuenta de las variaciones en el crecimiento poblacional y en su composición de nativos y no nativos, constatando un incremento sostenido a lo largo del siglo, si bien los índices más altos se presentan en la primera mitad debido a diversos flujos de inmigración, lo que se sostiene a la población no nativa en proporciones significativas. Valor: describir la configuración de la frontera de Tijuana como lugar de destino es esencial para comprender las sociedades que hospedan a migrantes, cuyos pasados se reflejan en su constitución actual. Limitaciones: el análisis se circunscribe a la revisión de la estructura laboral y económica del siglo XX. Conclusiones: desde la segunda década del siglo se pone de manifiesto la construcción primigenia de una potente interacción transnacional y se revelan tendencias significativas de migración interna a lo largo del siglo vinculadas a una cadena de atractivos laborales de diversa naturaleza.

Palabras clave: migración interna; historia demográfica; censos de población; Tijuana; Baja California

Abstract

Objective: To analyze the historical-demographic evolution of Tijuana in the 20th century, particularly its migratory dynamics, underlining its international border profile and its distinctive economic and labor context. Methodology: Documentary and statistical investigation with population censuses as the main source, highlighting the use of this official resource at a regional and local levels in a period of one-hundred years. Results: This study manages to account for the variations in its population growth and its composition of natives and non-natives. Value: Describing Tijuana’s border configuration as a place of destiny is essential for understanding the societies that host migrants, whose pasts are reflected in its current constitution. Limitations: The analysis is limited to the review of the economic and labor structure in the 20th century. Conclusions: As early as the second decade of the century, a powerful transnational interaction is revealed, as well as a significant trend of internal migration throughout the century linked to a chain of labor attractions of diverse nature.

Keywords: Internal Migration; Demographic History; Population Census; Tijuana; Baja California

Introducción

Acercarse a la historia de Tijuana remite invariablemente al recuento de los flujos migratorios que configuraron su población desde los primeros años del siglo XX, pues la llegada constante de inmigrantes delineó no solo las características demográficas de esta frontera, sino también sus semblantes social, cultural y urbano. El crecimiento fue extraordinario: de acuerdo con los censos de población, en 1900 habitaban en Tijuana 242 personas y a finales de siglo ya había 1 211 000 habitantes (Dirección General de Estadística [DGE], 1905, 1918, 1935, 1943, 1952, 1963, 1971; Departamento de la Estadística Nacional [DEN], 1926; Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática [INEGI], 1983, 1991, 2001). Tan solo entre 1940 y 2000 el municipio sumó un promedio de 9 986 nuevos residentes cada año, 95% de nacionalidad mexicana, hecho que demuestra que el crecimiento respondió predominantemente a flujos sostenidos de migración interna. El arribo constante de personas provocó que en 1950 la estructura de la población por origen manifestara una proporción de siete no nativos por cada diez habitantes ⸺a la inversa que la media nacional⸺, proporción que, al cierre del siglo, aunque disminuyó, siguió siendo significativa: cinco no nativos por cada diez residentes.

Los números son producto de la atracción que Tijuana ejerció durante el siglo XX, la cual respondió a dos factores básicos: su situación geográfica y la creación constante de empleos. La vecindad con el estado de California posibilitó el desarrollo de una economía basada, en gran medida, en la satisfacción de las necesidades del público estadounidense. La oferta varió en función del periodo histórico: el expendio de alcohol dominó durante la ley seca en Estados Unidos (1920-1933), la venta de artículos de primera necesidad durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y la instalación a todo lo largo del siglo de un amplio rango de servicios relacionados con el turismo, la salud y la recreación. Además, la inmigración fue promovida desde el centro del país por una serie de programas federales tendientes a integrar la región al sistema económico nacional, entre los que se encontraba el régimen de zona libre para la exención de impuestos, vigente en Baja California entre 1939 y 1993 (Herrera, 2004), y el Programa de Industrialización Fronteriza establecido en 1965. De manera posterior se presentó la expansión de la industria maquiladora en la entidad.

El objetivo del presente artículo es profundizar en el conocimiento de la evolución demográfica de Tijuana, en particular en el conocimiento de la dinámica inmigratoria que caracterizó a la ciudad a lo largo del siglo XX debida a su condición de frontera geopolítica internacional y a su distintivo contexto económico y laboral. Las preguntas rectoras de la indagación son: ¿cómo se relaciona el crecimiento poblacional de Tijuana a lo largo del siglo XX con su contexto económico y laboral? y ¿qué variaciones demográficas entre nativos y no nativos pueden advertirse en esos cien años a través de los censos de población? Mostrar la configuración de Tijuana como frontera de destino es esencial para comprender las sociedades que hospedan a las personas en movilidad, cuyos pasados se reflejan en su constitución actual; también para explicar cómo se confecciona la relación entre los acontecimientos y las estructuras de larga duración (Braudel, 1989; Koselleck, 2001). El análisis se circunscribe a la revisión de la estructura económica y laboral del siglo XX, debido a que la movilidad en México durante ese tiempo respondía en gran medida a la búsqueda de un bienestar asociado con la estabilidad laboral y mejores salarios que los ofertados en los lugares de origen de las personas. En la dinámica migratoria subyacen, sin duda, importantes factores sociales y culturales que también hicieron de motores de las trayectorias. Estos quedan pendientes para otra exploración.

Estrategia metodológica

El análisis histórico de los cambios poblacionales de Tijuana se apoya en la investigación documental y estadística cuyo eje central es la sistematización de la información que ofrecen los censos de población de 1895 a 2000, exploración que guarda pertinencia académica tanto por el uso de la fuente misma ⸺porque se trabaja con datos oficiales regionales y locales desde la perspectiva histórica⸺ como por la extensión del periodo que se revisa.1 Recurrir a los censos de población precisó superar algunos obstáculos interpuestos por la naturaleza de la conformación política de Baja California, de sus municipios y ciudades, pues se trata del penúltimo territorio de México que se reconoció como entidad federativa (1952). Por esa razón, en los primeros cinco censos nacionales, Baja California aparece en la categoría de Distrito del Territorio de la Baja California, para entonces integrado por el Distrito Norte y el Distrito Sur. En el censo de 1940 desaparecen los distritos y cada uno se establece como territorio, con la designación de Territorio Norte de Baja California para el caso fronterizo, nombre que se invierte en el censo de 1950: Baja California Territorio Norte. A partir del censo de 1960 figura como entidad federativa y comienza el registro de la totalidad de las variables censales, antes limitadas a indicadores básicos.

De igual manera, el tipo de población en el que se clasificó a Tijuana cambió a través del siglo debido a su propio crecimiento y a las modificaciones de dicha organización territorial. En el censo de 1900 aparece catalogado como pueblo adscrito al municipio de Ensenada de Todos Santos; en el de 1910 se considera municipalidad dentro del Distrito Norte del Territorio de la Baja California y en el de 1921 regresa a la categoría de pueblo del municipio de Ensenada. En 1930 se refiere como delegación municipal del Distrito Norte; en 1940 se nombra municipio y también delegación del Territorio Norte de Baja California. Es precisamente por su condición de pueblo o delegación, que en los primeros cuatro censos del siglo XX no existen las variables desagregadas de nativos y no nativos, pues estas solo se registraban a partir de la municipalidad. A partir del censo de 1950 y en adelante Tijuana es considerada solo como municipio. Conviene señalar que para el análisis estadístico se considera Tijuana a partir de su demarcación más amplia, es decir, de municipio o delegación, no de localidad.

En el panorama de la bibliografía académica, el presente artículo pretende contribuir en los estudios histórico-demográficos regionales. En Baja California, este campo comenzó a explorarlo Lemoine (1959) en su artículo pionero “Evolución demográfica de la Baja California”, y se basó en los diarios misionales y en otras fuentes documentales oficiales. Después siguieron las aportaciones de Piñera y Martínez (1994), Baja California 1901-1905. Consideraciones y datos para su historia demográfica, trabajo en el que se utilizan las partidas de nacimiento, de matrimonio y de defunción del Registro Civil. Canales (1995) escribe “El poblamiento de Baja California. 1848-1950”. Es el único autor entre los mencionados que se basó en los censos como fuente principal. En el caso concreto de la inmigración a Tijuana, sobresalen tres trabajos: el de Zenteno (1993), Migración hacia la frontera norte de México: Tijuana, Baja California, el que compiló Klagsbrunn (1988), Tijuana, cambio social y migración ⸺ambos basados en la Encuesta Nacional de Emigración a la frontera norte del país y a los Estados Unidos⸺ y la obra de Fuentes (1987), Desarrollo urbano y fuerza de trabajo en la frontera norte de México: el caso de Tijuana, Baja California, entre otras investigaciones que se mencionan a lo largo de la presente exposición.

En el primer apartado se presenta el análisis de los datos censales a la luz de las particularidades de Baja California. En el segundo se abordan las singularidades de la migración interna de Tijuana en el marco de un desarrollo económico y laboral sui géneris. El texto se cierra con conclusiones puntuales.

Baja California. De territorio semidespoblado a estado bullente

El primer censo mexicano, realizado en 1895, mostraba la preocupación del gobierno de registrar la incipiente dinámica de movilidad de la población nacional, diferenciando en sus conteos entre “habitantes”, personas “de paso” y “ausentes”. El censo registró 12 632 000 habitantes en el país, 141 000 de paso y 209 000 ausentes. La migración interna se captó en el volumen de quienes residían en una entidad distinta de la que habían nacido, y representaban alrededor de 730 000 personas, equivalentes a 5.7% de la población nacional. Los movimientos migratorios de México seguirían tornándose cada vez más significativos conforme avanzaba el siglo XX, sobre todo debido a los flujos de la población rural hacia las ciudades, y de los estados del centro y de occidente hacia la frontera norte por el flujo de personas que tenían como destino final Estados Unidos. En 1921 la migración interna alcanzó 9.1% de la población nacional, mientras que la migración internacional fue de 3% (Consejo Nacional de Población [CONAPO], 1998).

En aquel momento, la frontera norte figuró como uno de los escenarios de la movilidad, debido a la coincidencia de dos fenómenos promotores de atracción: la promulgación de la ley seca o Ley Volstead en Estados Unidos (1920-1933) y el periodo de paz posterior a la lucha revolucionaria, que dio seguridad a los visitantes extranjeros para cruzar a México y evadir la prohibición del consumo de alcohol en su país (Piñera y Verdugo, 1994a). Entre 1930 y 1990, mientras la población de México se multiplicó por seis, las ciudades fronterizas crecieron 14 veces (Zenteno, 1993). En los seis estados fronterizos, el crecimiento demográfico causado por la migración condujo a que entre 1930 y 1960 se registrara una tasa de 3.9% anual contra ‒0.3% nacional (Corona, 2006). Si se distingue la inmigración en función de las ciudades colindantes con Estados Unidos, se encuentra que, en 1990, 96% de la población fronteriza se concentraba en seis ciudades: Tijuana, Mexicali, Ciudad Juárez, Laredo, Reynosa y Matamoros (Weeks y Ham-Chande, 1992). Eventualmente, tanto la llegada de nuevos pobladores como el tránsito de migrantes internacionales hicieron de la frontera norte “un entorno demográfico único en el mundo” (Weeks y Ham-Chande, 1992, p. 1).

En Baja California es posible reconocer tres periodos en su historia demográfica. El primero va de 1900 al término de la tercera década, con un territorio semidespoblado que de alguna manera se empezaba a redescubrir. El segundo va de 1940 hasta mediados de la década de 1960, cuando el tránsito internacional se intensifica con emigraciones y deportaciones. El tercero se da entre 1965 y el cierre del siglo, cuando se observa una migración interna sostenida frente a un robusto crecimiento natural.

En 1895 Ensenada era la cabecera del Distrito Norte del Territorio de la Baja California y concentraba la mayor cantidad de habitantes de la región: 1 500 personas, entre las que predominaban extranjeros originarios de Estados Unidos o de Europa interesados en invertir en las minas, en el incipiente comercio o en la pesca. En 1889 Tijuana apenas empezaba a poblarse con menos de doscientos habitantes (Álvarez, 1989).

En 1900 el Distrito Norte del Territorio de la Baja California tenía 7 583 habitantes en una extensión de poco más de setenta mil kilómetros cuadrados, lo que significa una densidad poblacional de nueve habitantes por kilómetro cuadrado. En cambio, California contaba en ese mismo año con 1 485 000 residentes. Tan solo el condado de San Diego sumaba 35 000 (U. S. Bureau of the Census, 2008), y se advertía la influencia y el potencial que significaba la economía de California para el noroeste mexicano.

La frontera de Tecate, formada por una serie de ranchos, se vio beneficiada por el enlace del ferrocarril San Diego-Arizona en 1919 para establecer contacto comercial con Estados Unidos. Mexicali explotaba su valle con la canalización del río Colorado, obra de la compañía estadounidense California Development, la cual atrajo familias procedentes de la población minera El Álamo, de la misma Ensenada y de Sonora. El valle de Mexicali e Imperial Valley en California desarrollaron su potencial de producción agrícola en sólida concordancia, a tal grado que la producción algodonera de Mexicali, que en 1912 había logrado cosechar 19 200 hectáreas, estuvo financiada en parte por la compañía estadounidense Colorado River Land Company, inversionista de infraestructura agraria en ambos lados de la frontera (Herzog, 1990).

Entre 1910 y 1921 se duplicó el porcentaje de no nativos en Baja California (véase Tabla 1), esto es, de 32.3 a 67.8%, lo que en términos absolutos significó la llegada de 12 821 inmigrantes, entre mexicanos y extranjeros. Este aumento estaba relacionado con la movilización de las familias hacia la frontera norte durante el conflicto revolucionario que trataban de evadir la lucha armada o que querían participar en las grandes cosechas de algodón de Mexicali, las cuales en 1920 habían llegado a cubrir 40 000 hectáreas (Walsh, 2000). Como referencia del tránsito de sur a norte, en ese tiempo Estados Unidos registró un aumento de inmigrantes mexicanos, de 41 490 en la primera década del siglo, a 236 548 entre 1911 y 1921 (Loyo, 1969).

Tabla 1 Baja California. Inmigrantes y nativos de la entidad, 1900-2000 

Año Población
total
Nacidos
en la
entidad
Nacidos
en otra
entidad
Extranjeros No especificado.
Se ignora
Porcentaje de no
nativos en relación
con el total de la
población
1900* 7 583 5 919 978 686 N. E. 21.9
1910* 9 760 6 537 1 519 1 640 64 32.3
1921* 23 537 7 286 10 829 5 151 271 67.8
1930* 48 327 14 893 25 321 8 107 6 69.1
1940 78 907 31 216 37 957 9 734 N. E. 60.4
1950 226 965 78 389 135 926 12 650 N. E. 60.4
1960 520 165 196 426 308 322 15 417 N. E. 62.2
1970 870 421 511 608 345 250 13 563 N. E. 41.2
1980 1 177 886 632 525 514 990 18 628 11 743 45.3
1990 1 660 855 842 893 747 730 32 882 37 774 47.0
2000 2 487 367 1 188 787 1 025 754 59 716 213 110 43.6

*Se considera solo la población del Distrito Norte del Territorio de la Baja California.

N. E.: no existe el dato.

Fuente: elaboración propia con base en los censos de población (DGE, 1905, 1918, 1935, 1943, 1952, 1963, 1971; DEN, 1926; INEGI, 1983, 1991, 2001).

En la década de 1920 el alza poblacional de Baja California reflejó la situación antes referida para toda la frontera norte: la promulgación de la ley seca en Estados Unidos (1920-1933) promovió el comercio y la apertura de sitios de esparcimiento y sentó las bases de una industria turística muy productiva que en el último lustro del siglo XX tenía el sur de California “como principal zona emisora de visitantes a esta región bajacaliforniana” (Verduzco, Bringas y Valenzuela, 1995, p. 35).

Entre 1921 y 1930 llegaron 17 448 nuevos habitantes a Baja California, 83% de ellos mexicanos. En este panorama fueron importantes las medidas que tomó el gobierno federal para desarrollar el estado, primero con la promulgación de los Perímetros Libres Experimentales en Tijuana y Ensenada (1933-1939) y después con el régimen de zona libre (1939-1993), disposiciones que permitieron la importación de mercancías libres de impuestos para consumo o uso dentro de la zona preferente. La liberación de cargos aduanales puso en gran ventaja comercial al estado porque podía ofertar productos extranjeros a un precio mucho menor que el resto de la república (Herrera, 2004).

El proyecto de colonización del presidente Lázaro Cárdenas fue una invitación más para que la migración interna encaminara sus pasos hacia Baja California. La promoción era explícita: “El plan presidencial concede grandes ventajas y facilidades a las personas, obreros, campesinos y hombres de negocios, de cualquier parte del país, que deseen trasladarse a la Baja California y radicarse en su territorio. Visítela usted; allí se encuentra su porvenir” (Meza, 1937, en Lemoine, 1959, p. 266).

Se considera la década de 1940 como el inicio del segundo periodo histórico demográfico referido. En ese periodo Baja California registró 100 885 inmigrantes, varones en su mayoría (El Colegio de México-Centro de Estudios Económicos y Demográficos, 1981), y alcanzó en los siguientes 10 años el máximo aumento inmigratorio de su historia en ese lapso: 175 163 nuevos residentes no nativos, es decir, un promedio diario de 48 personas. Este ritmo inmigratorio propició que, de cada diez habitantes, seis no hubieran nacido en el territorio, lo cual posicionó a Baja California con el mayor porcentaje de población no nativa de México, seguido por el Distrito Federal (CONAPO, 1998).

En este punto sobresale otro aspecto sustancial de la dinámica demográfica bajacaliforniana: la emigración de mano de obra hacia California, corriente en constante aumento durante el siglo XX. A partir de 1940, Tijuana se convirtió en el lugar más concurrido para cruzar hacia Estados Unidos, sobre todo con la emergencia de la Segunda Guerra Mundial que coincidió con la puesta en marcha del Programa de Contratación Temporal de Trabajadores Agrícolas, comúnmente conocido como programa bracero (1942-1964). Este programa privilegió la contratación de mexicanos para labores agrícolas en los estados del sudoeste estadounidense. Se estima que “dos millones de mexicanos bajo contrato pasaron por California entre 1942 y 1960” (Galarza, 1977, p. 32), monto que representa la mitad del total de los trabajadores que participaron en el programa bracero durante ese periodo. Así, si antes del conflicto bélico había más mexicanos en el estado de Texas que en cualquier otra parte de Estados Unidos, en 1955 el número de mexicanos que residía en California había ganado la mayor concentración, con 40% del total de mexicanos en Estados Unidos. En 1964, año en que concluyó el programa, esa proporción había subido a 55.7% (Loyo, 1969). Aunque en Tijuana o en las otras ciudades fronterizas de Baja California no hubo contrataciones para el programa (a lo que de manera coloquial se le conoce como enganche), sí fue punto estratégico para la espera, estancia o cruce de las familias de los trabajadores agrícolas.

Al tráfico migratorio entre las Californias se sumó otro fenómeno propio de la frontera: el regreso de mexicanos, voluntario o forzado. De acuerdo con números oficiales del Departamento Nacional de Estadística, entre 1930 y 1933, con el problema de la gran depresión en Estados Unidos, regresaron al país 311 717 mexicanos (Carreras de Velasco, 1974). En ese tiempo y ya entrada la década de 1940, Baja California promovió el desarrollo de colonias de repatriados en diversas zonas de Mexicali, Ensenada y Tijuana. Desafortunadamente, se carece de fuentes estadísticas oficiales que avalen montos exactos. Alanís (2001) documentó la instalación en Baja California de 29 familias repatriadas en 1938 y 142 en 1939. La Encuesta Demográfica de Baja California sostiene que “los puertos fronterizos eran los que concentraban el mayor número de repatriados. Ciudad Juárez, Laredo, y en menor grado Tijuana, eran ciudades saturadas por los mexicanos devueltos” (Consejo Estatal de Población de Baja California [CONEPO BC], 1986, p. 15). Un posible indicador del establecimiento de retornados en Baja California queda sugerido en el crecimiento poblacional registrado en los censos, los cuales indican que entre 1930 y 1940 la población de Ensenada pasó de 7 071 habitantes a 12 531, la de Mexicali de casi 30 000 a 44 399, y Tijuana multiplicó su población casi al doble, pasando de 11 271 a 21 977 habitantes, como se aprecia en la Tabla 1.

El flujo de norte a sur continuó en 1954 con la deportación anual más grande realizada por Estados Unidos en ese entonces: un millón de mexicanos expulsados (Galarza, 1977). Sin embargo, el Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos consignó el regreso a Baja California de tan solo 46 braceros y de 32 hombres deportados en ese año, según datos de la Oficina de Trabajadores Emigrantes de la Secretaría de Gobernación (Dirección General de Estadística, 1956). En general, se estima que entre 1942 y 1960, 4.7 millones de mexicanos fueron deportados o salieron de Estados Unidos de manera voluntaria (Mungaray, 1994).

El último periodo de movilidad interna registrado en Baja California empieza a correr cuando suma a su perfil agrícola y turístico el del sector maquilador. La Encuesta Demográfica de Baja California apunta que el Programa de Industrialización Fronteriza, establecido en 1965, “tenía por objetivo dar respuesta a la crisis económica que vivían las ciudades de la frontera norte del país ocasionada, en parte, por la conclusión en 1964 del Programa de Braceros” (CONEPO BC, 1986, p. 14). Con todo, siguiendo la Tabla 1, los datos censales hacen referencia a un crecimiento más bien moderado, si se compara con el de décadas anteriores: entre 1960 y 1970 el estado incrementó su población de no nativos con 36 928 personas. Incluso el número de extranjeros disminuyó por única vez en su historia: bajó de 15 417 en 1960 a 13 563 en 1970. El aumento fuerte se dio con los nacimientos, pues se multiplicó el número de nativos en poco más de dos veces y media, pasando de 196 426 a 511 608. Este es el registro más significativo, si bien las tasas de natalidad venían siendo altas desde décadas anteriores.

De acuerdo con el censo de 1980, en la década de 1970 la tasa de crecimiento de Baja California disminuyó a tal grado, que resultó inferior a la de todo el país, aunque, de acuerdo con Corona (1986), la lectura pudo estar sesgada por el problema de la subenumeración de la población bajacaliforniana en el censo de aquel año. Aun con esa consideración, en ese periodo bajó el ritmo de crecimiento poblacional que venía experimentando Baja California, si bien la entidad siguió contando con flujo migratorio positivo (Estrella, 1994).

En esa década el desarrollo productivo de Baja California se basaba en la cosecha de trigo del valle de Mexicali, que había superado a la de algodón, en la explotación de la pesca en Ensenada y con el fortalecimiento de su industria vitivinícola, así como en el desarrollo pesquero del puerto de San Felipe sobre la costa del golfo de California. Mientras tanto, la industria turística se había fortalecido con la apertura de la carretera escénica Tijuana-Ensenada (1967) y con la carretera transpeninsular hasta La Paz, Baja California Sur (B. C. S.) (Bonifaz, Gil y Miranda, 1994).

Entre 1975 y 1980, “comenzaron a surgir diversas evidencias que, por una parte, señalaban que la magnitud de la inmigración a la zona fronteriza tendía a reducirse y, por otra parte, hacían ver que de la misma zona empezaban a surgir corrientes de emigración” (Estrella, 1994, p. 150). Se pusieron en marcha programas federales encaminados a desarrollar el comercio en el estado y a multiplicar su oferta laboral, al tiempo que se buscó capitalizar la tendencia de la industria estadounidense de buscar mano de obra barata, lo cual sentó los cimientos de un sector maquilador más activo que en la década anterior. En 1979 Baja California concentraba 35% de las plantas maquiladoras del país (Bonifaz et al., 1994) y llegó a 90% en 1986 (Álvarez, 1989, p. 304). Así, al finalizar el milenio, las maquiladoras eran una de las fuentes más importantes de empleo y constituían un punto de atracción continua para la migración interna.

Viendo la relación entre municipios, la población de Baja California se concentró en Tijuana y Mexicali. En la Tabla 2 se observa que, en comparación con Mexicali, Tijuana mostró un monto poblacional bastante menor en 1921, diferencia que fue remontando de forma paulatina conforme avanzó el siglo hasta que se revirtió la tendencia en 1990, con 145 443 más habitantes que en la capital estatal. En ochenta años, el municipio de Tijuana pasó de poco más de mil habitantes a 1 211 000, aun con la desincorporación en 1995 de Playas de Rosarito, reconocido ese año como municipio, lo cual le restó 46 596 habitantes (INEGI, 1997).

Tabla 2 Población de Baja California por municipios, 1921-2000 

  1921 1930 1940 1950 1960 1970 1980 1990 2000
Ensenada 7 922 7 071 12 531 31 077 64 934 115 423 175 425 259 979 370 730
Mexicali 14 599 29 985 44 399 124 362 281 333 396 324 510 664 601 938 764 602
Tecate* 1 016 N. E. 6 162 8 208 18 091 30 540 51 557 77 795
Tijuana 1 028 11 271 21 977 65 364 165 690 340 583 461 257 747 381 1 210 820
Playas de Rosarito** N.E. 63 420

*Entre 1930 y 1940 Tecate desapareció como municipio para anexarse a Mexicali.

**Playas de Rosarito formó parte del municipio de Tijuana hasta 1995.

N. E.: no existe el dato.

Fuente: elaboración propia con base en los censos de población (DEN, 1926; DGE, 1935, 1943, 1952, 1963, 1971; INEGI, 1983, 1991, 2001).

Ensenada tuvo su mayor crecimiento demográfico entre 1940 y la década de 1960, cuando se dio la bonanza de la industria pesquera y el turismo. Tecate, frontera predominantemente agrícola, presentó el índice más alto de crecimiento entre 1960 y 1970: 8.5% anual (INEGI, 1997). Entre 1910 y 1990 Baja California “duplicó su población cada 11 años, mientras que la población del país lo hacía cada 33, y la de la frontera norte cada 27 años” (Canales, 1995, p. 12). A nivel nacional, el estado observaba la proporción más alta de no nativos en relación con su población nativa (CONEPO BC, 1986).

Tijuana en el siglo XX. Una historia de migración interna no menos que explosiva

Tijuana hace parte de los trazos demográficos distintivos de Baja California, a la vez que corre con su propio papel protagónico: una tasa promedio anual de crecimiento poblacional de 8.5% entre 1900 y 2000, cuando en ese periodo el promedio nacional fue de 1.9%. Terminando 2000 concentraba 48.6% del total de la población de la entidad (Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo, 2005), a pesar de ser el municipio de menor extensión territorial. Dichas características ponderaron a Tijuana “sin lugar a dudas, [como] el ejemplo más extraordinario de lo que ha sido la historia demográfica contemporánea de la frontera norte” (Zenteno, 1993, p. 13).

En la Tabla 3 se muestra que, de acuerdo con los censos de población, los índices poblacionales resultaron significativos desde el arranque del siglo XX. En 1900 Tijuana contaba con 242 habitantes y diez años después el número se cuadruplicó a 956 pobladores. Los censos señalan además que 705 eran hombres y 251 mujeres. De los varones, 69% tenía entre 25 y 50 años de edad, mientras que el número de mujeres se encontraba en rangos más amplios: 100 mujeres entre 5 y 20 años y 85 entre 20 y 40. La desproporción entre sexos coincide con el patrón migratorio de entonces, predominantemente masculino.

Tabla 3 Población y tasas de crecimiento de Tijuana, 1900-2000 

Categoría censal
de Tijuana
Año Total de
habitantes
Tasa anual de
crecimiento promedio
Periodo %
Pueblo 1900 242 1900-1910 13.7
Municipalidad 1910 956 1910-1921 0.6
Pueblo 1921 1 028 1921-1930 26.6
Delegación municipal 1930 11 271 1930-1940 6.6
Municipio y delegación 1940 21 977 1940-1950 10.8
Municipio 1950 65 364 1950-1960 9.3
1960 165 690 1960-1970 7.2
1970 340 583 1970-1980 3.0
1980 461 257 1980-1990 4.8
1990 747 381 1990-2000 4.8
2000 1 210 820 Promedio del siglo 8.5

Fuente: elaboración propia con base en los censos de población (DGE, 1905, 1918, 1935, 1943, 1952, 1963, 1971; DEN, 1926; INEGI, 1983, 1991, 2001).

Este primer gran incremento encuentra su explicación del otro lado de la frontera, ya que su carácter vecinal con la ciudad de San Diego, California, y la precariedad de vías de comunicación terrestre con el centro de México promovió que Tijuana estableciera una relación dependiente de las demandas de bienes y servicios de los sandieguinos, que en ese tiempo se concentraban en las aguas termales, juegos de azar, corridas de toros y lugares para el consumo de alcohol. La creación de empleos resultó atractiva para los habitantes de las entidades cercanas, sobre todo del sur de la península de Baja California, de Sonora y Sinaloa; también para mexicanos y extranjeros provenientes de Estados Unidos (Piñera y Martínez, 1994).

El crecimiento demográfico de la primera década del siglo contrastó con la baja tasa de crecimiento que se dio entre 1910 y 1921, 0.6% anual, es decir, un aumento de tan solo 72 habitantes en 11 años. Entre los estudios de la época, las explicaciones en torno al bajo crecimiento difieren un poco. Algunos autores señalan que la Revolución Mexicana alteró los índices de natalidad y mortandad “entre uno y dos millones de muertos globales” (Malvido, 2006, p. 192), y provocó una fuerte emigración hacia Estados Unidos. Se calcula que “de 1911 a 1921 fueron 236 548” (Loyo, 1969, p. 12) los mexicanos que cruzaron hacia el país del norte. Otros autores dan menos peso a la salida hacia Estados Unidos como factor de impacto. De acuerdo con McCaa (2001), la disminución demográfica registrada en los censos se debió principalmente al número de muertes que causó el conflicto armado (alrededor de 1 400 000) y a la baja natalidad por pérdida de embarazos con poco más de medio millón. La emigración quedó en tercer término con 210 000 salidas, las cuales se atribuyen más a factores económicos que políticos.

Entre 1921 y 1930 Tijuana pasó de aquella tasa más baja de su historia a la más alta: 26.6% de crecimiento poblacional. Fue el tiempo de la ley seca, la cual ocasionó el llamado boom del comercio, de las cantinas y de los servicios dedicados a la atención del turismo estadounidense. El movimiento fue tan grande, que en 1921 los impuestos recaudados en Tijuana llegaron a significar hasta dos terceras partes del caudal de Ensenada, municipio al que para entonces pertenecía el pueblo de Tijuana (Samaniego, 1998).

Respecto a la proporción entre sexos, en 1930 se encontró más equitativa que en el censo anterior: se contabilizaron 6 245 hombres y 5 026 mujeres, ajuste promovido por un cambio en la dinámica migratoria interna caracterizado por la facilidad de trasladarse en pareja o de reunir a la familia en esta frontera. Así mismo, la estrategia de la migración en compañía pudo deberse al hecho que durante la ley seca -según refirieron algunos residentes- hubo trabajo tanto para hombres como para mujeres. Lo comenta Elena de la Paz de Barrón: “Por aquel tiempo se usaba que las muchachas trabajáramos en unos apartados que había en las barras. Era un cuartito separado[,] pero ahí mismo: el stand de los cigarros […]. Empecé a trabajar en La Barra Larga (Long Bar Cantina) vendiendo cigarros” (Silva, 2003, p. 38). También, Livio Santini, cocinero y creador de la ensalada césar, resume la impresión de un buen número de inmigrantes de la época: “Entonces nos venimos a Tijuana. Llegamos a las once de la noche y vimos puro borracho con carros del año. Pura gente rica. En aquel entonces ⸺diciembre de 1924- no había licor al otro lado. Vimos lo que había y ¡ay, caray!, ¡pues aquí nos quedamos!” (Silva, 2003, p. 115).

De 1930 a 1940 la tasa de crecimiento promedio bajó de manera considerable, a 6.6% anual, aunque en términos absolutos significó que casi se duplicara la población. En ese periodo todavía se sentían los efectos del movimiento demográfico que produjo la ley seca, concluida en 1933, el mismo año en que ocurrieron las deportaciones que provocó la gran depresión de Estados Unidos y que aumentó el número de habitantes fronterizos. Al respecto, algunos estudios señalan que la colonia Libertad en Tijuana, “una de las más populares, fue fundada en 1930 en buena medida por repatriados” (Piñera y Verdugo, 1994b, p. 167). Otras familias se posesionaron de predios aledaños a las caballerizas del hipódromo, en ese tiempo próximo a la línea internacional, y se formaron núcleos de repatriados en La Mesa, “cuyos fundadores llevaron consigo la experiencia en cultivos y manejo de maquinaria agrícola que adquirieron especialmente en los campos de California” (Piñera y Verdugo, 1994b, p. 168).

En 1936, el presidente Lázaro Cárdenas, preocupado por la influencia extranjera en el costado noroeste de la frontera, presentó su Plan de Recuperación de los Territorios con el fin de poblar el territorio de Baja California con mexicanos y superar la dependencia económica de Estados Unidos, lo cual se pretendía lograr con el reparto de tierras, la prohibición de los juegos de azar y la creación de infraestructura diversa (Cruz, 2004). Los efectos más fuertes del plan se tradujeron para Tijuana en el cierre de los casinos en 1935 y en el inicio del régimen de zona libre en 1939. El primer suceso, que se hubiera podido traducir en un decremento del flujo migratorio, quedó al parecer neutralizado por el reacomodo de la economía y la oferta laboral que promovió el segundo.

Así, los inmigrantes continuaron registrándose en llegada ascendente. El censo de 1940 diferenció por primera vez a los habitantes de Tijuana de acuerdo con su lugar de origen: nativos, no nativos o extranjeros, como muestra la Tabla 4. Los primeros representaban apenas 33.8% del total de la población. De las 10 977 personas nacidas en otras entidades de México, 5 676 eran hombres y 5 301 mujeres. Podría inferirse, considerando la situación social de la mujer en esos años, que la inmigración femenina estaba condicionada a la salida del jefe de familia y que viajaba al amparo de la pareja, de ahí la proporción relativamente equitativa entre sexos.

Tabla 4 Población total, nativa y no nativa de Tijuana, 1900-2000 

Año Total de
habitantes
Nativos Porcentaje de
nativos en
relación con
el total de
la población
Mexicanos
no nativos
Extranjeros No
especificado
Suma de
no nativos
Porcentaje de
no nativos en
relación con
el total de
la población
1900 242 N. E.
1910 956 N. E.
1921 1 028 N. E.
1930 11 271 N. E.
1940 21 977 7 446 33.8 10 977 3 554 N.E. 14 531 66.1
1950 65 364 18 602 28.4 42 060 4 702 N.E. 46 762 71.5
1960 165 690 57 321 34.5 101 925 6 444 N.E. 108 369 65.4
1970 340 583 171 427 50.3 161 967 7 189 N.E. 169 156 49.6
1980 461 257 211 575 45.8 235 687 9 187 4 808 244 874 53.0
1990 747 381 312 116 41.7 400 097 18 762 16 549 418 859 56.0
2000 1 210 820 481 138 39.7 581 235 34 454 113 993 615 689 50.8

N. E.: No existe el dato.

Fuente: elaboración propia con base en los censos de población (DGE, 1905, 1918, 1935, 1943, 1952, 1963, 1971; DEN, 1926; INEGI, 1983, 1991, 2001).

La predominancia de no nativos encuentra el máximo porcentaje del siglo en 1950: 71.5% de la población, lo que manifiesta las dimensiones de las corrientes poblacionales que se dieron cita durante y después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y del Programa Bracero (1942-1964).

Al finalizar la guerra, el territorio de Baja California [contó] con un incremento demográfico altísimo; en Tijuana la población había aumentado a casi el triple y los ingresos de los braceros que pasaron a trabajar a California, legal e ilegalmente, significaron una derrama económica importante sobre esta región fronteriza. (Bonifaz, 1994, p. 244)

El crecimiento en esas décadas demuestra que a la par de la migración internacional fomentada por las oportunidades de empleo en Estados Unidos, sucedieron flujos de llegada directa a Tijuana, lo que convirtió a la ciudad en un centro importante de oferta laboral, sobre todo en lo que concierne al sector de los servicios, seguido por la agricultura, silvicultura, caza y pesca (22%), la industria (21.3%) y el comercio (17.3%). De acuerdo con el censo de 1950, Tijuana concentraba una cuarta parte de la población económicamente activa (PEA) (25.6%) de Baja California.

En esas condiciones se estableció la demarcación del recién creado municipio de Tijuana (1952), con una superficie de 1 584.48 kilómetros cuadrados (km2), equivalentes a 2.2% del territorio estatal (Álvarez, 1989), con una densidad poblacional de 55.7 habitantes por km2. Un par de años después se presentó el mayor efecto de la deportación masiva Operación Espalda Mojada (Operation Wetback). Se calcula que “entre 10 000 y 15 000 [deportados] se quedaron en Tijuana” (Witte, 1988, p. 65). Cruzando el dato de 59 865 nuevos residentes mexicanos que arribaron a Tijuana entre 1950 y 1960, dicha cantidad de deportados estaría significando entre 16.7 y 25.0% de los inmigrantes.

En el censo de 1960 sobresale el aumento de nativos, quienes triplicaron su volumen en relación con el censo anterior, pasando de 18 602 a 57 321 individuos. Los inmigrantes hicieron lo propio: se multiplicaron poco más de dos veces entre 1950 y 1960. En ese último año, la población de Tijuana se caracterizó por ser casi toda urbana, 93.7% del total, y bastante joven, constituida por 44.5% de niñas, niños y adolescentes entre 0 y 14 años de edad, 16.8% entre 15 y 24 años y 7.4% entre 25 y 29 años. Solo 1.4% de la población vivía sola, por lo que se infiere que la mayoría formaba parte de algún tipo de configuración familiar. En cuanto a la ocupación, la PEA siguió concentrada en los servicios (25%) y la industria subió a 24.9%. La agricultura, ganadería, silvicultura, caza y pesca representaron la fuente de empleo para 19.6% de la población y el comercio 17.7%. La proporción de la PEA ocupada en la agricultura es significativa, considerando que la población rural de Tijuana representaba solo 6.3%, lo cual puede explicarse por el hecho de que una parte de los residentes de Tijuana cruzaba hacia Estados Unidos para trabajar en la agricultura (Stavenhagen, 1958).

Como se señaló en el apartado anterior, el Programa de Industrialización Fronteriza de 1965, promotor de la instalación de plantas maquiladoras en la frontera norte de México, aunque con un inicio cauteloso, fue abriendo la oferta de empleo a nuevas corrientes inmigratorias de Tijuana. La tendencia de crecimiento social y natural registrada en 1960 se mantuvo en el censo de 1970, que registró un incremento de 60 787 no nativos y un aumento de población nativa casi triplicado de 171 427 personas. Por primera y única vez entre 1940 y 2000, Tijuana contó con más nativos que inmigrantes entre su población: un poco más de la mitad (50.3%). En total contaba con 340 583 residentes y con una densidad de 244.5 habitantes por km2. La proporción entre hombres y mujeres también había variado, pues se contabilizó una ligera mayoría de mujeres sobre los hombres: 50.2%. El sector de servicios mantuvo la concentración más alta de la PEA, 29.1%. La industria de transformación por sí sola (separándola de la industria extractiva, de la construcción y de la energía) representó 21.2% y mostró los primeros efectos de la promoción para el desarrollo maquilador de Tijuana. El comercio llegó al tercer sitio con 16.9 y la agricultura cayó a 9.1%.

A mediados de la década de 1970, México sufrió un fuerte golpe financiero que provocó un cambio demográfico en todo el país. En Tijuana produjo una disminución del ritmo de crecimiento poblacional, cuya tasa promedio anual entre 1970 y 1980 fue de 3.0%, la segunda más baja de su historia. No obstante, aunque se redujo la intensidad del flujo migratorio, este continuó presentándose de manera ascendente en números absolutos, ya que “la oferta de empleo en la industria maquiladora y el posible empleo en los Estados Unidos ayudaron a atraer oleadas continuas de trabajadores migratorios del centro y sur de México, asegurando el crecimiento rápido tanto de Tijuana como del área fronteriza” (Piñera y Paris, 2000). En 1980 la industria manufacturera superó los sectores de servicios y de comercio en cuanto al número de la PEA dedicada a esa actividad, con 27 075 trabajadores, es decir, 16.7% del total. Si se compara con la década anterior, el porcentaje baja en apariencia, pero obedece a que se registró de forma inusual un incremento en la variable censal de “Actividades insuficientemente especificadas”, con 33.8% de PEA. En 1984 la mano de obra contratada por la maquiladora se caracterizó por tener una marcada superioridad femenina: 72.6% (Cruz, 1990).

Entre 1980 y 1990 Tijuana observó un aumento poblacional en relación con la década anterior: una tasa promedio de 4.8 anual. La migración interna aumentó con 164 410 personas, y la migración de retorno o expulsada de Estados Unidos adquirió una representación importante, ya que, de acuerdo con la Encuesta Demográfica de Baja California realizada en 1986, 9% de la población no nativa residente en Tijuana tuvo como residencia previa Estados Unidos (Zenteno, 1993), lo cual da cuenta de la convergencia de flujos migratorios internos e internacionales en el municipio. Esa misma encuesta reportó que Tijuana recibía 48.8% de las corrientes inmigratorias de Baja California y que 48.7% de sus residentes habituales se encontraba ausente de forma temporal en el momento en que se llevó a cabo el estudio (Estrella, 1994). Lo anterior supone la salida por cuestiones de trabajo, salud, estudio o recreación, bien hacia Estados Unidos o bien hacia otro estado de la república.

Tijuana superó el medio millón de habitantes en el transcurso de la década de 1980. En 1990 el censo registró 747 381 habitantes, 56% inmigrante. Por otro lado, sobresale que el incremento de extranjeros fuera por primera vez significativo: pasó de 9 187 en 1980 a poco más del doble (18 762) diez años después. En la segunda mitad de la década de 1990, Tijuana siguió figurando como una de las principales ciudades de cruce internacional, al lado de Ciudad Juárez, Nuevo Laredo y Piedras Negras, puesto que California seguía siendo el destino mayoritario de los emigrantes laborales (CONAPO, 1998). Así mismo, en ese periodo llama la atención la proporción y los términos en que ocurría el fenómeno demográfico de la población flotante. Se trataba de habitantes con estancia temporal en la ciudad, situación bastante frecuente, puesto que algunos se movían desde México hacia Estados Unidos y otros, de este país hacia aquel. Los primeros estaban a la espera de cruzar; los segundos eran personas deportadas que permanecían en la frontera esperando regresar a sus lugares de origen o reingresar al país del norte. De ahí que la población flotante se relacionara de manera directa con la circularidad migratoria internacional, sobre todo indocumentada. Al respecto, la Encuesta sobre Migración en la Frontera Norte de México (EMIF) realizada entre 1993 y 1994 en torno a las ciudades de cruce hacia Estados Unidos de los migrantes procedentes del sur, reportó que Tijuana era el punto de internación más importante (Santibáñez, 2000), mientras que 57.5% de las deportaciones se realizaba a través de sus garitas (Pimienta, 2000).

Volviendo a la fuente censal, en 2000 se documentó una continuidad en la tendencia al alza de la población extranjera, pues pasó de 18 762 individuos a 34 454. Bajó el porcentaje de nativos de 41.76% a 39.73 en relación con el censo anterior y sobresalió el número de personas que no especificaron su lugar de nacimiento, casi 114 000, cuando el censo anterior solo tuvo en esa variable 16 549 personas. Para concluir el milenio, los factores de atracción inmigratoria de Tijuana conservaron su solidez: casi 44% de los mexicanos que llegaron a Tijuana entre 1995 y 2000 dijeron haber arribado a la ciudad en busca de trabajo. La segunda razón que motivó su viaje fue reunirse con la familia (33%). El tercer motivo se relacionó nuevamente con la cuestión laboral, más específicamente con el cambio del lugar de trabajo (5.7%).

Recapitulando, el comportamiento demográfico de Baja California y de Tijuana mostró a lo largo del siglo XX una dinámica excepcional dentro del panorama mexicano, en virtud de su ritmo de crecimiento y por la conformación de su población, integrada, como se examinó, en porcentajes considerables por no nativos. En un ejercicio comparativo, la Figura 1 señala la variación de las tasas de crecimiento promedio anual intercensales calculadas para la población total y para la población no nativa de estas demarcaciones. Como se observa, en general Tijuana supera la proporción de no nativos del estado. El primer impulso poblacional de Baja California tuvo lugar en 1911, cuando las tasas de crecimiento pasaron de 2.5% en 1910 a 8% en 1921, tendencia que encuentra un solo tropiezo entre 1930 y 1940, cuando la tasa baja a 4.9% para remontar a 10.6% en la siguiente década. El decrecimiento ocurre en la década de 1970 y permanece hasta finales de 2000.

Fuente: elaboración propia con base en los censos de población (DGE 1899, 1905, 1918, 1935, 1943, 1952, 1963, 1971; DEN, 1926; INEGI, 1983, 1991, 2001).

Figura 1 Tasa anual de crecimiento promedio intercensal de la población de Baja California (BC) y de Tijuana (TIJ), 1895-2000 

En cuanto a Tijuana, el crecimiento poblacional total tuvo saltos y caídas pronunciadas en estos cien años. Entre 1900 y 1910 se observó una tasa promedio anual de 13.7%, para caer de forma drástica a 0.7 en la época revolucionaria y crecer entre 1921 y 1930 a un ritmo superlativo de 26.6% anual. Con ciertas variaciones, Tijuana exhibió un patrón de crecimiento continuo después de 1930 y hasta 1970, cuando, al igual que el estado, presentó un decremento de esta tendencia. En términos demográficos, en 2000 Tijuana se convirtió en la segunda ciudad más importante de la frontera norte, después de Ciudad Juárez, y la cuarta a escala nacional, caracterizada por atraer migrantes internos y por la diversificación del lugar de origen de su población no nativa (Simonelli, 2002).

Conclusiones

Con un enfoque histórico-demográfico, el propósito del presente artículo consistió en explorar el crecimiento poblacional de Tijuana durante el siglo XX, con el fin de identificar las principales tendencias inmigratorias y la relación que guardan con su contexto económico y laboral. Los censos de población presentaron limitaciones debido a la figura de territorio que conservó Baja California hasta mediados del siglo, por lo que en este análisis fue necesario hacer una primera revisión de Baja California como distrito y como territorio, para después pasar al examen de Tijuana, demarcación considerada como pueblo en las primeras décadas del siglo y más adelante como municipio. Con todo, se estima que los datos censales posibilitaron la identificación y la explicación de las trayectorias que participaron en el crecimiento poblacional de Tijuana en el siglo. Se puso el énfasis en su carácter fronterizo, en el que concurren factores y acontecimientos ligados tanto a la movilidad interna como a la internacional. Esto es, la inmigración interna de Tijuana, promovida por atractivos laborales en diversos sectores, se halló además en estrecha relación con las dinámicas de movilidad hacia y desde Estados Unidos, sobre todo en virtud de su vecindad con California, con lo cual se descubre la construcción de un campo transnacional primigenio desde las décadas iniciales del siglo.

El volumen y el ritmo de crecimiento de su población no nativa entre 1900 y 2000, que fluctúa en una proporción entre 50 y 70%, devino en patrones demográficos calificados de excepcionales que muestran los efectos de la concentración de elementos de atracción de distinta naturaleza: desde las iniciativas federales explícitas, como el régimen de zona libre en la primera mitad del siglo y la industria maquiladora en la segunda y el fortalecimiento a lo largo del siglo XX de una cultura migratoria México-Estados Unidos, que tiene a Tijuana como nodo clave, hasta la construcción imaginaria que hacen los estadounidenses de Tijuana como un espacio permisivo y de recreación lúdica, escenario que aprovechan sus habitantes para explotar múltiples nichos laborales. La migración interna y el significativo crecimiento natural de la población transformaron Tijuana, al cierre del siglo, en el segundo municipio más poblado de la frontera norte y uno de los más importantes del país en términos demográficos. De esta forma se asentaron las bases de una sociedad receptora de inmigrantes.

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1Los censos han tenido diversos nombres y han variado las dependencias encargadas de llevarlos a cabo y publicarlos. A la Dirección General de Estadística (DGE) corresponden los de 1895 a 1970, excepto el de 1921, a cargo del Departamento de la Estadística Nacional (DEN). Al primero y al segundo se les nombró Censo General de la República Mexicana), el tercero recibió el nombre de Censo de Población, al cuarto, el de 1921, se le llamó Censo General de Habitantes (el levantamiento se postergó un año debido al movimiento revolucionario); Censo de Población es el título del quinto y del sexto y del séptimo al noveno se les conoce como Censo General de Población. De 1980 a 2000 el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) nombró del décimo al decimosegundo Censo General de Población y Vivienda. En este artículo, por cuestiones prácticas, se refiere a ellos en todos los casos como Censo(s) de Población.

Cómo citar: Silva Hernández, A. (2024). Frontera de destino. Historia migratoria de Tijuana en el siglo XX. región y sociedad, 36, e1836. https://doi.org/10.22198/rys2024/36/1836

Recibido: 15 de Octubre de 2023; Aprobado: 15 de Diciembre de 2023; Publicado: 23 de Enero de 2024

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