Introducción
Aunque la definición formal de migración está asociada a un giro de residencia y tránsito por una frontera política, su semántica evoca movimiento, circulación, desplazamiento y marcha, por tanto, cambio, de ahí que se trate de un fenómeno caracterizado esencialmente por su inmanencia, es decir, por su animación inherente. Con duración de un siglo, la migración mexicana a Estados Unidos destaca por la magnitud del número de sus participantes y por sus impactos sociales, económicos, políticos y culturales en ambos lados de la frontera. Es una trama histórica sin señales de acabar, de la cual se requiere documentar sus ritmos, intensidades, mutación de actores, malestares, satisfacciones, y escenarios de origen e inserción.
La mayoría de los flujos hacia el norte habían provenido de las regiones Occidente y Centro Norte de México, en particular de Zacatecas, Durango, Jalisco, Guanajuato, Michoacán, Nayarit, San Luis Potosí, Aguascalientes y Colima, estados caracterizados por una movilidad circular. Además, estos flujos laborales estaban circunscritos a pocas entidades de Estados Unidos, en especial a las fronterizas con México, y básicamente en la agricultura. No obstante, de acuerdo con Lozano (2002), durante los años noventa del siglo pasado los migrantes se esparcieron por todo Estados Unidos y sus redes sociales comenzaron a consolidarse. Numerosos grupos se integraron como migrantes de segunda y tercera generación. Al dirigirse a nuevas entidades en esa década, los grupos de origen rural recuperaron predominio, y se registraron transformaciones en la dinámica y las pautas de inserción laboral (Canales, 2002; Lozano, 2002). Así, buena parte de la literatura referente a migración mexicana hacia Estados Unidos de los noventa y de la década de los 2000 refiere que durante la última década del siglo XX nuevas entidades federativas, a las que se llamó “emergentes”, se sumaron al flujo internacional, lo que configuró un nuevo escenario de migración hasta llegar a volúmenes históricos de cruces de alrededor de 464 545 personas por año. Estados emergentes fueron los de México, Morelos, la Ciudad de México, Guerrero, Hidalgo, Oaxaca, Puebla, Veracruz, Querétaro y Chihuahua. Los cambios en el perfil de la movilidad mexicana a Estados Unidos y en el perfil migratorio derivaron de la participación de estas nuevas entidades de origen (Durand, Massey y Parrado, 1999; Hernández-León, 2008), pues se integró una gran región emergente (Durand, 1998), ello como resultado de los cambios en las estructuras económicas y sociales de ambos países, que transformaron motivaciones y la probabilidad de migrar de los individuos, incluidas personas de regiones sin antecedentes de migración internacional (Durand y Massey, 2003; Massey, Durand y Malone, 2009).
A comienzos del siglo XXI, un último grupo de entidades que por motivos diversos habían estado ausentes del movimiento nacional a Estados Unidos irrumpió en el escenario hasta alcanzar notoriedad más allá de sus entornos estatales. Lo constituyeron Chiapas, Campeche, Tabasco y Yucatán. De estos cuatro estados, Chiapas está en gran medida compuesto por población indígena y mantiene un dinamismo destacado. La fotografía social de su incursión en el flujo migratorio se explica por su devenir histórico durante un siglo de desplazamiento, primero regional, después nacional, y simultáneamente internacional, justo al principio del nuevo milenio, por lo que a poco más de 20 años de haberse estructurado conviene puntualizar rasgos de continuidad y cambio y apreciar los perfiles sociales de la población migrante así como los impactos económicos del proceso.
Con base en fuentes estadísticas, documentales y hemerográficas, el objetivo del presente documento es analizar de manera longitudinal lo acontecido durante el presente siglo en relación con la migración internacional chiapaneca, principalmente en cuanto a los cursos sociales y demográficos de sus agentes. Como parámetros de observación, se consideran variables que expresan la dinámica migratoria desde los lugares de origen, el cruce a Estados Unidos y la inserción laboral en ese país, así como las características sociodemográficas de sus actores, sin desestimar los impactos económicos de las remesas mediante la revisión de los indicadores de pobreza.
En un primer momento se bosquejan las características de las entidades del sur-sureste señaladas para contextualizar el marco en que se coloca Chiapas y para determinar las cualidades específicas por las que llamaron la atención en la última ola migratoria de principios del siglo XXI. Posteriormente se esboza el comportamiento del movimiento interno, opacado por el internacional. Con la exposición de ambos fenómenos se caracteriza el estado actual del régimen migratorio de la entidad. En la siguiente sección se analizan las características sociodemográficas de la población migrante internacional, apreciándose pautas de cambio en edad, sexo, parentesco, educación, lugar y tipo de cruce e inserción en Estados Unidos. Finalmente se evalúan los impactos económicos de la migración derivados de la recepción de remesas y se establecen las diferencias en las distintas demarcaciones municipales con el fin de delimitar sus beneficios para el abatimiento de ciertos niveles de pobreza.
Las entidades emergentes de segunda generación
Como corolario de la explosión migratoria en los años noventa, justo al comienzo del nuevo siglo, surgió una segunda oleada de migrantes de nuevos estados que para fines de este análisis calificaremos como entidades emergentes de “segunda generación”, ubicados en su mayoría en la región Sureste de México, integrada por Chiapas, Yucatán, Campeche y Tabasco. Estos estados fueron considerados en el XII Censo General de Población y Vivienda 2000 como de baja o muy baja intensidad migratoria (INEGI, 2000), pero en pocos años sorprendieron por su inserción masiva en el flujo nacional migratorio.1 Quintana Roo rompió la regla pues, lejos de expulsar migrantes a Estados Unidos, por su emporio turístico en expansión era y sigue siendo polo de atracción, tanto de personas de la misma región Sureste como del Centro del país, especialmente de la Ciudad de México.
Hasta los noventa, la emigración de personas de la región Sureste hacia Estados Unidos fue muy marginal, y aunque comenzó a asomar al concluir esa década, no llegó a ser significativa. A finales del siglo aportaba en conjunto menos del 1.5 ٪ del total del flujo internacional (Durand, 1998:106). Durand y Massey (2003) consideraron el sistema de enganche operado, que en la región funcionaba básicamente para la movilidad interna a diferencia de otros estados, como la causa de la incorporación tardía de esta región al desplazamiento internacional.
El caso de Campeche es curioso porque su incorporación al flujo internacional se originó a partir de la migración de antiguos colonos de origen guanajuatense, michoacano y jalisciense, quienes en los sesenta se asentaron en terrenos selváticos de la entidad y mantuvieron contacto migratorio con sus comunidades originarias (Santiago-Cruz, 2009). Se movilizaban desde 1965 de manera esporádica y dispersa, en una cultura migratoria que les proveyó capital social para convertirse en emigrantes internacionales. Empero, el fenómeno migratorio se expandió a lo largo y ancho de la entidad hasta hacerse significativo a principios del nuevo milenio, con mayor énfasis en 2003, e involucrando a hombres y mujeres de zonas tanto rurales como urbanas. La rápida difusión de las ventajas del trabajo internacional hizo que en 2004 se incrementara en más de la mitad el número de migrantes respecto a fechas anteriores. Desde entonces, personas de todos los municipios de la entidad participan. La mayor intensidad se presentó en el municipio de Escárcega, una intensidad intermedia en los de Calkiní, Candelaria, Carmen y Palizada, y una incipiente en Calakmul, Campeche, Champotón, Hecelchakán, Hopelchén y Tenabo (Santiago-Cruz, 2009).
Como Campeche, Tabasco tiene antecedentes asociados con la inmigración de personas de Michoacán, Guanajuato y Puebla. Con la puesta en marcha del Plan Balancán-Tenosique en 1972, campesinos de esos estados llegaron a explotar el potencial productivo de las tierras del trópico húmedo del sureste mexicano. El asentamiento en el municipio de Balancán, principalmente de personas de Michoacán, décadas después fue pionero de la migración internacional (Vautravers y Ochoa, 2009). De acuerdo con Vautrevers y Ochoa (2009), algunos michoacanos tenían contactos en Estados Unidos y comenzaron a conducir individuos para trabajar por temporadas de manera documentada. Sin embargo, en la primera década del siglo XXI la pauta se modificó, pues de unos cuantos emigrantes pasó a convertirse en una ola migratoria. En una nota publicada en la prensa local en 2006, líderes de organizaciones campesinas y obreras señalaban que: “[…] entre 7 mil y 8 mil personas se encuentran trabajando en diferentes puntos de la Unión Americana” (Tabasco Hoy, citado en Vautrevers y Ochoa, 2009: 77-78). De acuerdo con estas autoras, en una encuesta aplicada en la ciudad de Villahermosa en 2006 se constató que el 88 ٪ de las personas sondeadas conocía a alguien emigrado a Estados Unidos (Vautrevers y Ochoa, 2009: 78). Las autoras refieren que Oklahoma ocupaba un lugar importante como lugar de destino por ser donde llegó el primer migrante, y señalan que en el municipio de Balancán había rancherías en las que la mayoría de las casas se encontraban vacías, o con solamente mujeres y niños. En la ranchería La Pita, a las mujeres les llamaban “las viudas” (Vautrevers y Ochoa, 2009: 86).
Otro caso similar al de la zona Balancán-Tenosique ocurrió en el área de Chiltepec. Antes de la intensificación de la migración, a finales de la década de los ochenta llegaron empresas despulpadoras de jaiba para contratar pequeños grupos de mujeres y trasladarlos a Carolina del Norte. Viajaban mediante el programa de trabajadores huéspedes con visas H2 temporales. En los noventa ya había “una migración internacional femenina, laboral, temporal, cíclica y documentada” (Serrano y Tuñón, 2009: 108). No obstante, lo que comenzó con un desplazamiento “hormiga” de 24 mujeres documentadas, la siguiente década, la primera del presente milenio, se convirtió en un flujo mucho más significativo (Serrano y Tuñón, 2009). El 14.2 % del total de la población tenía vínculos con el éxodo internacional, y la migración femenina, que había comenzado en pequeños grupos y de forma documentada, llegó a representar el 44.3 ٪, mientras la migración de hombres principalmente sin documentos aumentó al 55.7 ٪, lo que resultó en una masculinización del proceso migratorio. En los dos estudios referidos y el de Núñez (1994) se reporta que Tabasco había dejado de tener el atractivo que ostentó en los setenta y ochenta del siglo XX, cuando las inversiones públicas fluían a granel por su emporio petrolero. En los noventa inició la migración internacional, que se afianzó en los 2000 (Vautrevers y Ochoa, 2009).
La población de Yucatán, aunque participó en algún grado en el Programa Bracero (1942-1964), mediante el cual salieron trabajadores documentados de todos sus municipios a los campos de California y Texas, por motivos desconocidos se abstuvo de continuar desplazándose. Hasta los noventa la migración internacional en este estado era incipiente, a tal grado que fue invisible (Cornejo Portugal y Fortuny Loret de Mola, 2011). En esa década la población yucateca comenzó a participar en programas de reclutamiento para las maquiladoras fronterizas del norte de México. Posteriormente, ese proceso, circunscrito a una movilidad interna, repercutió en un traslado internacional mediante el reclutamiento de mano de obra con visas especiales H2A y B (Durand, 2007). La migración documentada fue poco significativa en su comienzo a finales del siglo pasado, pero alcanzó a ser masiva e indocumentada en la primera década del XXI.
Según Cornejo Portugal y Fortuny Loret de Mola (2011), en 2000 partieron a Estados Unidos 5 839 yucatecos, 0.4 % de la población del estado, cuando el promedio nacional era de 1.6 %. Sin embargo, el salto ocurrió en el primer quinquenio, cuando en 2005 el número de migrantes se incrementó en un 450 %, y el porcentaje respecto al total de la población del estado pasó de 0.4 % a 1.8 %. En 2007 trabajaban en Estados Unidos 160 000 yucatecos, cifra que en 2008 aumentó a 170 000.
Chiapas. La otra migración
En la región Sur-Sureste de México Chiapas ha sido el estado en el que se ha observado una migración más dinámica, masiva, consistente y demográficamente diversa. El perfil de las personas migrantes del estado incluye tanto a población mestiza como indígena, urbana como rural, y el volumen migratorio varía según las localidades. Las migraciones internacional e interna están presentes. Como en los estados mencionados en el apartado anterior, se produjo un traslado masivo de migrantes a Estados Unidos al comienzo de la década de los años 2000, y la entidad desempeña un papel importante en cuanto a recepción de remesas a nivel nacional.
Trayectorias de migración interna de personas chiapanecas
De 1990 a 2020 la orientación de la migración interna de población chiapaneca ha sido dispersa y errática, pues aún con un amplio espectro de destinos laborales, no presenta un patrón lo suficientemente visible que señale lugares consolidados (véase Cuadro 1). El patrón más estable se observa en la atracción de la vecina entidad tabasqueña, pues en cuatro momentos del periodo se mantuvo entre los tres primeros destinos: una vez ocupó el primer lugar (en 1990), otras dos el segundo (en la década 2000-2010) y recientemente el tercero (en 2020). Quintana Roo fue un destino estable, pero en 2010 registró una severa caída, que ubicó a ese estado en la séptima posición como destino migratorio de población chiapaneca, pero subió al primer puesto en 2020. Otra entidad de importancia en los tres últimos momentos (2000, 2010 y 2020) es Baja California; este estado comenzó a ser destino migratorio en 2000, y el flujo de migrantes experimentó un crecimiento sostenido que lo colocó en segundo lugar en 2020, después de Quintana Roo.
1990 | 2000 | 2010 | 2020 | ||||
---|---|---|---|---|---|---|---|
Destino | % | Destino | % | Destino | % | Destino | % |
Tabasco | 14.8 | Quintana Roo | 12.0 | Cdad. de México | 15.0 | Quintana Roo | 17.2 |
Veracruz | 13.8 | Tabasco | 11.0 | Tabasco | 11.0 | Baja California | 13.6 |
Quintana Roo | 10.2 | Edo. México | 10.0 | Baja California | 10.0 | Tabasco | 9.8 |
Cdad. de México | 10.1 | Baja California | 10.0 | Veracruz | 8.9 | Edo. de México | 8.0 |
Edo. México | 9.0 | Cdad. de México | 8.3 | Oaxaca | 8.1 | Cdad. de México | 5.6 |
Oaxaca | 8.0 | Veracruz | 7.6 | Edo. de México | 7.6 | Veracruz | 5.6 |
Campeche | 6.8 | Oaxaca | 6.2 | Quintana Roo | 5.7 | Nuevo León | 4.4 |
Puebla | 5.0 | Chihuahua | 3.9 | Puebla | 4.5 | Oaxaca | 4.1 |
Jalisco | 3.2 | Campeche | 3.7 | Chihuahua | 4.1 | Campeche | 3.9 |
Yucatán | 2.1 | Puebla | 3.7 | Jalisco | 3.7 | Jalisco | 3.6 |
Fuente: elaboración propia con base en los censos de población y vivienda del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI, 1990, 2000, 2010, 2020).
Marginalmente, Veracruz, el Estado de México, la Ciudad de México, Nuevo León y Jalisco son alternativas laborales. De ese horizonte temporal, tomando como base los datos de 1990, cuando la población chiapaneca emigraba solo a entidades cercanas, posteriormente se comienzan a observar desplazamientos internos tanto próximos (Tabasco), como distantes (Quintana Roo, Baja California). Del grupo de estados que sobresalían en 1990, únicamente Tabasco se mantiene en las décadas posteriores; la población exploró otros destinos y estableció una articulación migratoria cuya racionalidad, sin menoscabo de la distancia, se asocia con que las personan acudan donde se encuentren las oportunidades. En fechas recientes ha alcanzado singularidad la migración internacional; sus expresiones de sensacionalismo a causa de los peligros del cruce, los costos de los traslados, las deudas que ocasiona, las deportaciones, las rupturas familiares y comunitarias, las manifestaciones culturales y los efectos económicos derivados de las remesas empañaron la migración nacional, que subsiste con expresiones poco conocidas.2
Entonces, el actual régimen migratorio de Chiapas se caracteriza por desplazamientos laborales en contornos nacionales, pero la línea se bifurca a partir del inicio del nuevo milenio para abrir paso a la migración internacional. Es decir, la movilidad pretérita principalmente nacional, sin morir, engendró la reciente. Los dos frentes de inserción laboral, sin ser temporalmente lineales, permanecen de acuerdo con las lógicas de los colectivos, los cuales definen sus rutas de migración con base en la información con la que cuentan, así como en sus alcances y limitaciones según sus muy peculiares estilos de reproducción social.
Trayectorias de migración internacional de la población chiapaneca
La década de los años 2000 no solo registró los acostumbrados desplazamientos nacionales a estados distantes, también consignó la formación y el auge de la migración internacional. Aunque hubo desplazamientos hacia Estados Unidos antes del comienzo del nuevo siglo (en 1995), cuando la EMIF Norte reconoció a 2 434 individuos, en 2003 la migración detonó con 36 307 personas y se triplicó en 2006 con 118 520. Esta coyuntura es el punto de inflexión de una trayectoria histórica de movilidad, primero muy restringida a un radio interno, para después cubrir rutas extrarregionales de destino internacional.
De 2000 a 2022 la EMIF Norte reportó 688 662 eventos de migrantes chiapanecos que llegaron a la frontera norte de México en ruta hacia Estados Unidos. La cifra equivale al 8.2 % del conjunto nacional de personas con intención de cruzar la línea. En 2000 la EMIF Norte captó 3 446 eventos y en 2006 fueron 118 520, máximo histórico, que expresa un crecimiento porcentual de 3 339 %, muy por arriba del correspondiente nacional, de 79.3 %, en el mismo lapso. El volumen de 2007 fue inferior porque en agosto se anunciaba la severa crisis económica de 2008. En este último año el volumen bajó 12.0 puntos porcentuales respecto a 2006, siendo, como a nivel nacional, el punto de quiebre de un descenso sostenido. Hubo un intento de recuperación en 2012 por la finalización de la crisis, pero no se produjo una recuperación sostenida. Con base en el volumen de cruces de chiapanecos es posible establecer tres etapas (véase Gráfica 1): la primera, de 1995 a 2001, que llamamos incipiente porque presenta cifras menores; otra de auge, de 2002 a 2013, con cantidades máximas, y la última, de 2014 a la actualidad, que denominamos de consolidación.
En el comportamiento migratorio (véase Gráfica 1) se aprecia cómo en 1995 la línea de Chiapas despega casi de cero, mientras la línea correspondiente a la migración nacional parte de muy arriba, producto de su inercia histórica dada la larga experiencia de desplazamientos. En 2003 la línea de Chiapas alcanza en corto tiempo los niveles nacionales, e incluso los supera durante años. De 2008 a 2020 ambas líneas casi pasan a ser paralelas con tendencia al descenso.
Con base en estos y otros datos que se expondrán más adelante se piensa que los actores de la migración chiapaneca, como gran parte de la mexicana, ya no se desplazan de manera circular; es decir, suprimen las idas y venidas desde y a sus lugares de origen, y como estrategia se mantienen de una manera casi permanente en Estados Unidos debido a las políticas de control fronterizo antes, durante y después de Trump. Esto ha derivado en un excesivo incremento del costo de traslado y cruce que cobran los intermediarios (coyotes). El número reducido de migrantes que ahora se trasladan de sur a norte de algún modo está compuesto por familiares y conocidos de personas ya instaladas en el destino, sin desestimar algunas nuevas incorporaciones.
Cruces
Las personas migrantes chiapanecas han definido su ruta principal de cruce por el desierto de Altar, Sonora, para alcanzar Sásabe, último rincón de México. Esta ruta, que se siguió desde el comienzo, recientemente tiene una relativa menor importancia. En 2009 en este punto se reportó el 93.8 % del total de pasos irregulares de la frontera México-Estados Unidos, pero de ese año a 2017 se aprecia una paulatina disminución, al representar el 67 %. En 2020 fue de menor preferencia; en su lugar se ubicó Tamaulipas (con un 74 % de pasos) y en un segundo y lejano sitio Baja California (24.1 % de pasos irregulares). Esta tendencia muestra nuevas alternativas de cruce para la población chiapaneca y asombra, pues el corredor de Tijuana-Tecate es uno de los que representa mayor costo. En todo el periodo 2000-2020 los promedios de cruces por las principales entidades fronterizas son los siguientes: 74.9 % Sonora, 11.6 % Baja California, 6.8 % Tamaulipas, 2.3 % Coahuila y 1.5 % Chihuahua. Este panorama contrasta con el comportamiento nacional, porque los promedios de dicho periodo fueron los siguientes: 35.6 % Sonora, 27.5 % Baja California, 15.1 % Tamaulipas y 9.8 % Chihuahua. Esta diferencia indica una relativa mejor distribución de cruces en el caso nacional, mientras las personas migrantes de Chiapas aún concentran su paso por el desierto sonorense, donde el costo monetario es menor, pero mayor en términos humanos. El cruce por Baja California es el que implica mayor costo económico, y por ello el porcentaje de tránsito de población mexicana es mayor que el de personas chiapanecas en particular, aunque estas están mostrando cada vez más interés en este punto.
Consolidación de lugares de origen
Aunque la migración a Estados Unidos ha permeado en toda la entidad chiapaneca, su intensidad tiene mayor importancia en determinados municipios. Existen tres fuentes disponibles para identificarlos que son las siguientes: la muestra ampliada de los censos de población y vivienda del INEGI, la emisión de matrículas consulares del Instituto de los Mexicanos en el Exterior (IME) y la Encuesta de Migración en la Frontera Norte (EMIF Norte).3 La primera fuente registra los eventos migratorios de las personas entrevistadas en todas las viviendas del país, la segunda tiene como informantes a los migrantes en Estados Unidos cuando tramitan una cédula de identificación y la tercera incluye entrevistas a quienes se encuentran en la frontera norte de México y pretenden cruzar la línea divisoria, independientemente de si lo logran o no. En los resultados existen diferencias. De las tres fuentes, la ventaja que guarda la del INEGI consiste en que ubica con precisión cuantitativa el origen municipal de las personas migrantes siempre y cuando se garantice la cobertura geográfica.
De 2000 a 2020 hubo cambios en cuanto a la consolidación de demarcaciones municipales. En 2000, cuando comenzó el fenómeno en Chiapas, predominaba la migración desde la región Soconusco, acompañada de otras; en 2010 decayó, sin predominio claro de las otras regiones. En 2020 la región Sierra adquirió el primer lugar y no hay visos de que otra tienda a competir con ella. En ese año, en un segundo lugar se encontraban municipios de otras regiones, en los que también hay algunos del Soconusco. La rápida propagación de información en toda la entidad sobre fuentes de trabajo en Estados Unidos durante el periodo es constatable. En 2000, del total de municipios chiapanecos el 74 % reportó migrantes, independientemente de su cuantía; en 2010 este porcentaje ascendió a 96.7 ٪ y en 2020 a 98.3 ٪. Esto es otra muestra de cómo el torrente de migración fue considerable en sus inicios, pero de mayor cobertura territorial en su consolidación.
Con base en los registros de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SER), el IME expidió de 2006, primer año de emisión, a 2021, 228 788 matrículas consulares. El arranque tuvo una tendencia creciente, pero disminuyó por la crisis de 2008, para lograr un pico bajo en 2015 con 15 568 matrículas. Luego alcanzó su punto más bajo en 2020 debido a la pandemia. En 2021 se recuperó (véase Gráfica 2).
Fuente: elaboración propia con base en Secretaría de Relaciones Exteriores, Instituto de los Mexicanos en el Exterior (IME, 2021: series 2006-2021).
Los oriundos de México visitan consulados en Estados Unidos o puestos itinerantes para tramitar una identificación, y para ello uno de los requisitos básicos es demostrar el lugar de origen. Por tal motivo esta fuente ofrece un cierto grado de confianza para la localización del terruño.
Perfiles sociodemográficos
Con base en la EMIF Norte y la matrícula consular se trazaron los perfiles sociales de las personas migrantes chiapanecas respecto a género, edad, nivel de escolaridad y competencia de habla indígena.
Sexo
A lo largo de los años destaca la participación de hombres en la migración, pues desde el comienzo del periodo reportado, en el año 2000, representaban un 95.1 % del total, porcentaje que se mantiene prácticamente igual al final, en el año 2020, en 94.3 %. En contraste, los años de mayor participación femenina fueron 2004 y 2005, cuando alcanzó los porcentajes de 13.9 % y 16.4% respectivamente (véase Gráfica 3). Otra muy breve alza de mujeres ocurrió en 2016, con 12.9% (EMIF Norte, 2020: serie 2016). La participación de las chiapanecas es mucho menor a lo esperado, pues los promedios nacionales se comportan diferente; estos eran 18.7 % en 2000 y 34.8 % en 2017, es decir, a nivel nacional las mujeres representaban un tercio de la población migrante total. Sin duda, la composición por género está relacionada con factores socioculturales derivados de que en Chiapas prevalece un clima social más tradicional al nacional. Por estos motivos, las mujeres se anclan más al hogar y a la comunidad y descartan la reunificación familiar porque representa múltiples implicaciones logísticas y económicas que frenan el traslado del grupo, en un contexto de endurecimiento y de carestía del cruce fronterizo. La migración mexicana es de larga data, con redes familiares y de amistad que facilitan el traslado, además de que existen ya primeras y segundas generaciones de residentes en Estados Unidos; sin embargo, la migración chiapaneca es de incipiente maduración y de mayor incapacidad económica. Esto da como resultado que de Chiapas salgan más hombres, principalmente jefes de hogar o hijos varones en edad de trabajar, que contribuyen al sostén del hogar mientras dura su prolongada estancia.
La población masculina chiapaneca presenta una ligera tendencia al alza hacia el año 2020, mientras sucede lo contrario con sus pares nacionales. Ocurre de manera inversa con las poblaciones femeninas, lo cual corrobora la asimetría entre el fenómeno nacional y el estatal (véase Gráfica 3).
Edad
En el año 2000 llegaron a Estados Unidos adultos de dos grupos de edad: 30-49 años y 15-29 años. Los porcentajes de ambos grupos eran iguales y la suma alcanzaba un 98.2 %. No obstante, en 2005 la proporción del primer grupo de edad se redujo (19.4 5) y aumentó de manera sostenida la de jóvenes (80.3 %). Esa alta participación de jóvenes se mantuvo hasta 2017, con un 73.8% (véase Cuadro 2).
Grupo de edad | 2000 | 2005 | 2017 | 2020 | ||||
---|---|---|---|---|---|---|---|---|
Chiapas | México | Chiapas | México | Chiapas | México | Chiapas | México | |
15-29 años | 49.1 | 31.8 | 80.3 | 58.2 | 73.8 | 38 | 98.7 | 47.8 |
30-49 años | 49.1 | 53.4 | 19.4 | 33.4 | 26.2 | 35.9 | 1.3 | 35.4 |
50-64 años | 1.1 | 11.3 | 0.3 | 5.8 | 0 | 16.5 | 0.0 | 11.1 |
65 y mas | 0.7 | 3.5 | 0.1 | 2.6 | 0.0 | 9.5 | 0.0 | 5.8 |
Media de edad | 29.4 | 36.3 | 23.8 | 30.4 | 24.2 | 38.8 | 27.1 | 35.4 |
Fuente: elaboración propia con base en EMIF Norte (2020: series 2000-2020).
En 2020, año de mayor impacto de la pandemia, la migración se concentró en este grupo joven (de 15-29 años), que pasó a representar el 98.7 % del total de migrantes chiapanecos. Lo anterior muestra cómo la migración ha significado una opción de trabajo para personas en edades tempranas ante una estructura de empleo poco diversificada y mal remunerada en Chiapas, lo cual ha configurado una juvenilización del desplazamiento en el estado.
El escenario nacional comparte características similares al chiapaneco. Por ejemplo, en 2000 se registró mucha más participación de adultos (53.4 %) frente a jóvenes (31.8%), es decir, migraba más población mayor, pero desde 2005 se asemeja al caso de Chiapas, porque la relación se invirtió y el porcentaje de jóvenes mexicanos experimentó un ascenso significativo hasta el final del periodo (véase Cuadro 2). La media de edad de la población migrante chiapaneca pasó de 29.4 años a inicios del periodo, a 24.2 en 2017, con un ascenso en 2020 a 27.1 años. Por su parte, la media nacional transitó entre 36.3 años y 35.4 años.
Parentesco
Esta variable muestra un paralelismo con la variable de las edades arriba expuesta: jefes de familia e hijos sostienen el movimiento. El promedio de participación de jefes de familia durante el periodo alcanzó un 52.9 %, mientras el de hijos se redujo a 38.9 %. Interesa puntualizar que a nivel nacional la proporción de jefes de familia migrantes es un poco mayor a la del estado de Chiapas porque asciende a un 61.7 %, mientras ocurre lo contrario en el caso de los hijos, pues a nivel nacional el porcentaje resulta menor (25.2 %) respecto a sus contrapartes de Chiapas. Entonces, a nivel nacional los hijos emigran menos, mientras en el caso chiapaneco pasa lo opuesto: los jefes de familia incursionan más acompañados por hijos. Además, las mujeres de Chiapas en condición de esposas migran menos, pues el promedio baja a un 3.0 %, mientras sus congéneres a nivel nacional alcanzan el 8.0 %. Quizá los datos revelan no solamente un porcentaje nacional mayor de incorporación de mujeres mexicanas rumbo a Estados Unidos, sino más casos de reunificación familiar que entre migrantes de Chiapas.
Educación
Aunque los porcentajes de quienes cuentan con primaria han variado a lo largo de los años, este grado educativo ha sido el más reportado entre la población migrante. El porcentaje promedio de personas con primaria en todo el período es de 51.3 %, presentándose su mayor pico en los inicios, con 69.4 %. Le siguen las personas con grado de secundaria, un 25.2 %, y en tercer lugar las que no cuentan con estudios, con 10.1 % y presencia permanente. Los migrantes con grados de preparatoria y profesional empatan en cuarto lugar, con poco más de 4.0 %. Los primeros han tendido a aumentar su participación con el paso del tiempo, y los segundos comenzaron con una relativa alta participación en los primeros años del período, aunque su presencia disminuyó después y solo hasta 2017 volvió a aumentar significativamente. Cabe destacar que en 2020, año de pandemia y de cierre de centros escolares, personas de nivel normal aprovecharon para emigrar y desplazaron a los migrantes con otros niveles educativos, al posicionarse con un 74 %.
Se complementa el análisis con estadísticas del IME, cuya base de datos abarca de 2010 a 2021 y muestra cierta coincidencia con la de la EMIF Norte. Así, los migrantes que cuentan con secundaria y primaria (en ese orden) alimentan el grueso del movimiento. La diferencia entre ambos registros reside en que las personas con grado de preparatoria figuran en tercer lugar en las estadísticas del IME, mientras en la EMIF Norte se encuentran en cuarto. Otra diferencia consiste en que el IME registra a menos personas sin estudios, aunque coincide en que su presencia es permanente.
El grado educativo guarda similitudes y diferencias entre las personas migrantes a nivel nacional y las de Chiapas. En todo el país figuran de manera destacada las personas con niveles de primaria y secundaria, pero la proporción es menor a las de Chiapas con estos grados. Por otra parte, la proporción nacional es visiblemente superior en los casos de migrantes con grados de preparatoria y profesional. Como es de esperarse, las personas sin estudios figuran en menor proporción que en el caso de su contraparte estatal (véase Gráfica 4).
En síntesis, el flujo chiapaneco durante el periodo 2000-2020 ha estado compuesto fundamentalmente por personas con grados educativos de primaria y secundaria, y en menor medida por personas que no cursaron primaria y las que cuentan con preparatoria. Los datos también reflejan el rezago educativo de la entidad chiapaneca respecto al que se presenta en el nivel nacional, pues en el flujo general de México se incorporan más personas con niveles educativos más elevados. Hay que mencionar que durante el periodo ambos flujos no registran alteraciones significativas en cuanto a los niveles de estudio que modifiquen las respectivas tendencias.
Población originaria
Según la EMIF Norte, uno de cada tres migrantes chiapanecos declaró que hablaba una lengua indígena, lo que equivale a un 30 % del flujo en el periodo (2000-2020), porcentaje cinco veces más elevado que el de la media nacional, de 6 %. No obstante, a diferencia del comportamiento nacional, donde se observa una participación un poco más estable de población indígena, los datos en este rubro sobre Chiapas resultan inestables, con grandes altibajos. Así como la población indígena representó casi o poco más de la mitad del flujo de migrantes en los años 2004, 2006, 2013, 2014, 2016 y 2017, y batió el récord en 2015 con un 60.5 %, su participación fue prácticamente insignificante en otros años, como 2001 y 2002. En el año más severo de pandemia, 2020, el porcentaje de migrantes indígenas también fue mínimo, un 0.7 %, lo cual coincide con el porcentaje a nivel nacional, 0.6 % (véase Gráfica 5). También se observa una caída sustancial en el número de migrantes indígenas en 2009, año de crisis económica, por lo cual se puede deducir que en momentos de escasez laboral las personas indígenas se reservan y suspenden las salidas internacionales. Los grupos indígenas chiapanecos más importantes del flujo son en primer lugar los tsotsiles, quienes comenzaron la experiencia, seguidos por tseltales y tojolabales, y recientemente por choles y zoques.
Arribo e inserción laboral
Más de 20 años después de haber llegado a Estados Unidos se observan pequeños cambios en las estrategias de arribo y de articulación laboral (véase Gráfica 6). Durante el comienzo de la migración (2000-2002), los grupos que se dirigían a una ciudad en especial eran relativamente una minoría, pero conforme avanzó el tiempo (2003-2007) casi todas las personas mencionaban que tenían certeza acerca de su lugar de destino. Esta tendencia se desvió por la crisis de 2008 y posteriormente presentó un ascenso sostenido hasta 2015, para descender hasta el fondo en 2020, año de pandemia, cuando nadie sabía a qué urbe arribar.
Se aprecia también cómo, con algunas variaciones, los datos sobre si contaban con un domicilio específico al que llegar son muy similares a los correspondientes a la variable anterior, es decir, las personas entrevistadas fijaron no solamente la ciudad, sino una dirección particular. Lo significativo de esta experiencia reside en que los migrantes chiapanecos con el paso del tiempo han considerado que contar con un lugar determinado de alojamiento constituye una ventaja, a diferencia de lo que ocurría en los primeros años, cuando no contaban con contactos que los recibieran. El hospedaje seguro no necesariamente garantiza un trabajo inmediato, pues muy pocos migrantes contaban con un acuerdo laboral previo, salvo en 2015, cuando el porcentaje adquirió notoriedad. Por este motivo, la mayoría tenía necesidad de buscar empleo tras su llegada a Estados Unidos (véase Gráfica 6).
Aunque las actividades agrícolas han conformado el principal sector laboral de destino durante todo el periodo, con alzas y bajas, su importancia disminuyó en los años finales del periodo (véase Gráfica 7). Desde 2000 hasta 2014 había sido el sector hegemónico, pero posteriormente se observa una tendencia al cambio, pues se presentaron preferencias de incorporación a la industria de la construcción. De no ser por la interrupción resultado de la pandemia (2020), desde 2005 ha sido lenta pero crecientemente importante, al grado de que entre 2014 y 2017 la construcción superaba en absorción a las labores del campo. El trabajo en el sector servicios, con un poco más de retraso (2008) respecto al de la construcción, aparece como otra alternativa laboral, la cual, a pesar de una caída en los años recientes, se halla en el espectro de consideración para esta población migrante.
Los cambios en cuanto a la inserción laboral en la economía estadunidense responden a los registrados en la estructura de ocupaciones en la economía chiapaneca durante el periodo analizado. Según los datos obtenidos (véase Gráfica 8), de 2005 a 2020 se observa un declive de las actividades agropecuarias como parte de las ocupaciones previas de los migrantes, con excepción del año de la pandemia. También se observa un sostenido aumento de quienes dejan el sector de la construcción para emigrar, con un alza visible a partir de 2017. Aunque con mayor retraso (2010), se nota que han comenzado a dejar los puestos del sector comercio para enrolarse en la migración. Estas tendencias coinciden con los hallazgos recientes de López-Girón y Martínez Velasco (2022), quienes han registrado una alteración en los sectores laborales de los lugares de Chiapas donde habitualmente salen los migrantes.
Remesas y pobreza
De acuerdo con estudios de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) acerca del uso de las remesas en el mundo, un trabajador destina el 75 % de sus ingresos para cubrir sus gastos en el país de acogida, envía un 15% a sus familiares en el de origen y ahorra el 10% restante. De las remesas, se utiliza un 75% para necesidades inmediatas y un 25% en ahorros o inversiones. Esta distribución varía entre países y según el perfil de los migrantes, pero en general el monto destinado al último rubro es el menor (Padilla Pérez, Stezano y Villarreal, 2020).
Las remesas son el resultado directo de la intensidad de la migración, e influyen en una mejora de la economía en general y en las condiciones de vida de sus receptores. Por tanto, conviene relacionarlas con otras variables, como el producto interno bruto (PIB), y mostrar sus vínculos en las condiciones sociales de las familias.
La Gráfica 9 muestra cómo se ha distribuido en el tiempo la recepción de remesas en Chiapas y en el país, que trazan una tendencia semejante. En el caso chiapaneco despuntaron en 2003-2007, pero la crisis de 2008 fue motivo de inflexión, por lo que la tendencia descendió hasta 2014, por debajo de las remesas nacionales. En 2019 se recuperó y de 2020 a 2022 experimentó un ascenso casi vertical. Aunque la línea de remesas a nivel nacional tuvo una muy significativa recuperación después de 2014, la subida a nivel estatal fue notable, dejó abajo la del país y separó las líneas en oblicuas.
Durante el periodo 2003-2019 la captación de remesas de Chiapas suponía un porcentaje de 2.7 % del total de las remesas nacionales; aunque el volumen de las nacionales ascendió significativamente, el promedio de captación de Chiapas en el último trienio (2019-2022) subió a 3.9 %. Es decir, la entidad pasó de recibir una cantidad promedio de 673 millones de dólares a 2 063. Los tres últimos años son anómalos, pero constatan las transformaciones ocurridas en la migración chiapaneca (Banco de México, 2022: series 2003-2022).4
El peso de esta masa económica respecto al PIB estatal ha pasado del 3.3 % al comienzo de la migración, al 3.2%en años de declive y al 7.3%en 2020. Contrasta con los referentes nacionales de 2.1%, 1.7% y 3.8% respectivamente.5 El gran impacto en la economía chiapaneca responde a que el aumento de remesas sobreviene en una estructura anémica, de manera que la recepción de cantidades elevadas repercute considerablemente en el ingreso estatal, además de que reporta dividendos para la población que las recibe. Chiapas se comporta igual o por arriba de otras entidades con alta incidencia migratoria como Puebla, Guerrero, Oaxaca, Zacatecas y San Luis Potosí, pero la distancia es exagerada respecto a sus contrapartes regionales, estados de segunda generación de migrantes.
En 2022 a Chiapas ingresaron 3 153.20 millones de dólares, es decir, 8.6 al día. Se podría argumentar que esta elevada suma procedente de transferencias monetarias está sesgada porque: 1) los migrantes centroamericanos cobran dinero de familiares en Estados Unidos durante su travesía por Chiapas, aunque se reciben remesas tanto en municipios y localidades por donde transitan esos contingentes, como en lugares que nada tienen que ver con su paso; 2) se arguye que los elevados montos recibidos por transferencias electrónicas son depósitos “hormiga” de gente contratada por el crimen organizado cuyo propósito es regularizar dinero proveniente de actividades ilícitas; 3) se menciona un sobresfuerzo de los migrantes por solidarizarse más con sus familias en tiempos de penas y desempleo a causa de las secuelas de la pasada pandemia (Cervantes González y Ostolaza, 2022a), y 4) el empleo y el ingreso salarial de los migrantes mexicanos han crecido de manera importante: el porcentaje de trabajo aumentó de 58.4% en 2010 a 63.0% en 2022, en tanto las remuneraciones medias6 por trabajador aumentaron más porque pasaron de 34 671 dólares anuales en 2014 a 53 675 en 2022 (Cervantes González y Jiménez, 2023). A reserva de emprender un análisis a profundidad que rebasa el alcance del presente texto, quizá todas las hipótesis, con distinto peso, se concilian para explicar el gran volumen de las cantidades enviadas.
Desde 2013 las transferencias internacionales se publican con información desagregada a nivel municipal, y en estos datos sobresalen tres localidades: San Cristóbal, Comitán y Tapachula, cabeceras regionales receptoras de volúmenes importantes de remesas en Chiapas. En 2020 Tuxtla Gutiérrez se incorporó al grupo, y en 2022 ingresó Motozintla, un municipio pequeño. La preeminencia de las cinco ciudades citadas no solo deriva del tamaño de estas en cuanto a demografía, sino por tratarse de centros regionales con un área de influencia (hinterland) donde confluyen personas, bienes y servicios. Se agregan localidades de menor tamaño que, aun estando en la órbita de aquellas, por su importancia migratoria se convierten en colectoras medias, como: Teopisca y Chamula para San Cristóbal; Las Margaritas y La Trinitaria para Comitán; Copainalá, Bochil, Tecpatán, Ocozocoautla y Chiapa de Corzo para Tuxtla Gutiérrez, y Cacahoatán, Suchiate y Huixtla para Tapachula.
Otras localidades poco articuladas a ciudades grandes, pero demográficamente relevantes, ascienden en la captación de importantes remesas, como Palenque, Ocosingo, Yajalón, Frontera Comalapa, Villa Corzo, Villaflores, Mapastepec, Pijijiapan y Simojovel. En ellas también se cobrar transferencias de otras localidades o municipios circunvecinos.
Cuatro municipios indígenas destacan en emisión de emigrantes y captación de remesas: Las Margaritas, Ocosingo, Maravilla Tenejapa y Chamula. Los tres primeros cuentan con una gran extensión territorial y el tercero con un notable volumen demográfico y buena localización.
Municipios dispersos como Totolapa, San Juan Cancuc, Tapalapa, Pantepec, Rayón, Sunuapa, Sabanilla, Tuzantán y Pantelhó comienzan a enrolarse modestamente en la migración y a recibir dotaciones remesales. Soyaló y Zinacantán, no obstante gozan de buena ubicación, solo en tiempos recientes se animaron a entrar en la dinámica del desplazamiento y la recepción de remesas. El primero cuenta principalmente con población mestiza y el segundo, indígena.
Para no medir los montos de remesas solo entre el número de hogares receptores reportados por el INEGI, se prefiere usar como divisor el total de viviendas de cada municipio para mostrar resultados más ponderados, sensatos y consistentes. Hay que recordar que las remesas no se envían solo a beneficiarios de las municipalidades receptoras, pues en ellas también reciben cobros ciudadanos de otras demarcaciones.
El promedio nacional de remesas en 2022 fue de 1 672.28 dólares por vivienda y el estatal de 2 350.04. En Chiapas existen 23 municipios receptores situados arriba de la media estatal cuyos montos por vivienda se disparan (véase Cuadro 3). La cifra más baja de recepción por unidad familiar es de 2 372.25 dólares, registrada en Siltepec, y la más alta de 13 965.70 en Bochil; este último municipio recibe un monto casi seis veces mayor que el promedio estatal. Los otros 21 municipios no integran un perfil o patrón determinado porque son urbanos (como San Cristóbal, Comitán y Tapachula) o muy rurales (Las Margaritas), además de aislados (Ocosingo, Yajalón, Benemérito de las Américas y Pueblo Nuevo) o fronterizos (Motozintla y Frontera Comalapa), y muchos de otras regiones, volúmenes demográficos y localizaciones. También son dignos de tomarse en cuenta Villa Las Rosas, Ocozocoautla, Palenque, Villa Comaltitlán, Pichucalco, Acapetahua, Marqués de Comillas, Pijijiapan, Huehuetán y La Concordia, pues están arriba de la media nacional. Alrededor de 1 000 dólares se reciben en Chamula,7 Maravilla Tenejapa y San Andrés Duraznal.
Nacional/entidad federativa/municipios | Remesas por vivienda | Municipios | Remesas por vivienda |
---|---|---|---|
México | 1 672.28 | ||
Chiapas | 2 350.04 | ||
Bochil | 13 965.70 | Las Margaritas | 4 566.29 |
Copainalá | 12 188.08 | Suchiate | 4 428.61 |
San Cristóbal de Las Casas | 10 017.56 | Benemérito de las Américas | 3 899.59 |
Tapilula | 8 429.41 | Escuintla | 3 847.45 |
Motozintla | 8 211.99 | Mapastepec | 3 366.89 |
Simojovel | 8 088.75 | Teopisca | 2 955.84 |
Comitán de Domínguez | 7 570.98 | Cacahoatán | 2 919.30 |
Tecpatán | 7 520.99 | Ocosingo | 2 901.34 |
Ángel Albino Corzo | 7 343.63 | Tapachula | 2 485.16 |
Frontera Comalapa | 7 234.58 | Yajalón | 2 404.76 |
Pueblo Nuevo Solistahuacán | 5 209.79 | Siltepec | 2 372.25 |
Huixtla | 5 165.97 |
Fuente: Censo de Población y Vivienda 2020 (INEGI, 2020); Banco de México (2022).
Debido a esta recaudación que recibe Chiapas, procedente de la inyección masiva de recursos del exterior, el abatimiento de la pobreza es uno de sus efectos multiplicadores.8 A pesar de ser muy alto el nivel de remesas recibido en la entidad, en 2020 la pobreza experimentó un descenso de un 4.1 % respecto a 2010, mientras en el país lo fue de 2.2%. No obstante, el impacto mayor se produjo en el nivel de pobreza extrema, pues bajó 10 puntos porcentuales en Chiapas, mientras en el país el porcentaje fue de 2.8% Si se analiza el efecto por municipios, cobra más significancia porque existen demarcaciones que registraron descensos en el nivel de pobreza de entre 20% y 34 %. Esto ocurrió con independencia de los montos en remesas recibidos por municipio, pues, como se ha reiterado, muchos beneficiarios cobran en cabeceras municipales que no les corresponden. Por eso, aunque unos municipios estén a la cabeza en cuanto al monto de dinero recibido, no necesariamente se espera que la reducción de su pobreza se produzca en ese mismo nivel. En sentido inverso ocurre lo mismo (véase Cuadro 4).
Nacional/entidad federativa/municipios | Disminución de pobreza extrema | Municipios | Disminución de pobreza extrema | Municipios | Disminución de pobreza extrema |
---|---|---|---|---|---|
México | 2.8 | ||||
Chiapas | 10.0 | ||||
La Grandeza | 39.9 | Tenejapa | 21.2 | Acala | 15.4 |
Sabanilla | 36.5 | Mitontic | 21.2 | Unión Juárez | 15.2 |
Larráinzar | 34.1 | San Lucas | 21.2 | Pantepec | 14.6 |
Nicolás Ruíz | 32.6 | La Concordia | 20.9 | Ixtapa | 14.5 |
Chamula | 32.6 | Ixhuatán | 20.9 | La Trinitaria | 14.4 |
Siltepec | 32.3 | Acapetahua | 20.7 | Tzimol | 13.6 |
Acacoyagua | 28.8 | Tila | 20.6 | Villaflores | 13.4 |
Amatenango del Valle | 28.7 | La Independencia | 20.5 | Yajalón | 13.2 |
Salto de Agua | 27.5 | Coapilla | 20.3 | Huixtán | 13.2 |
El Porvenir | 26.7 | Suchiate | 19.9 | Soyaló | 13.2 |
Bella Vista | 25.6 | Las Margaritas | 19.8 | Ocosingo | 12.9 |
Socoltenango | 25.3 | Ocotepec | 19.6 | Escuintla | 12.7 |
Marqués de Comillas | 25.3 | Huehuetán | 19.5 | Suchiapa | 12.3 |
Chicomuselo | 25.2 | Montecristo de Guerrero | 19.1 | Ixtacomitán | 12.1 |
San Juan Cancuc | 24.9 | Totolapa | 18.9 | Mazatán | 12.0 |
Motozintla | 24.7 | Pueblo Nuevo Solistahuacán | 18.8 | Santiago el Pinar | 11.9 |
El Bosque | 23.8 | Jitotol | 18.5 | Huixtla | 11.3 |
Rayón | 23.5 | Amatán | 18.4 | Ocozocoautla de Espinosa | 10.9 |
Ángel Albino Corzo | 22.8 | San Fernando | 18.0 | Berriozábal | 10.9 |
Palenque | 22.3 | Tapilula | 18.0 | Chapultenango | 10.9 |
Villa Comaltitlán | 22.3 | Cintalapa | 17.9 | Ostuacán | 10.6 |
Bejucal de Ocampo | 22.3 | Sunuapa | 17.1 | Simojovel | 10.5 |
Chilón | 22.2 | Altamirano | 17.0 | Tonalá | 10.2 |
Bochil | 22.2 | Tapalapa | 16.4 | Pantelhó | 10.2 |
Tumbalá | 22.1 | Zinacantán | 15.9 | Maravilla Tenejapa | 10.1 |
Aldama | 21.9 | Amatenango de la Frontera | 15.6 | Venustiano Carranza | 10.1 |
Tuzantán | 21.4 | Mazapa de Madero | 15.6 |
Fuente: elaboración propia con base en: los censos de población y vivienda 2010 y 2020 (INEGI, 2010, 2020); estimaciones del CONEVAL con base en los censos de población y vivienda del INEGI de 2010 y 2020 y el Modelo Estadístico 2020 para la continuidad del MCS-ENIGH (CONEVAL, 2020) y la muestra del Censo de Población y Vivienda 2020 (INEGI, 2020).
Tapilula, Bochil, Pueblo Nuevo Solistahuacán y Amatán, municipios mestizos que destacaban por su marginación, ahora han visto crecer su infraestructura de vivienda, algo que también ha sucedido en municipios indígenas como Las Margaritas, Maravilla Tenejapa, Larráinzar, Pantelhó y Chanal, cuyos niveles de pobreza eran alarmantes. Asimismo, Mitontic, Chenalhó, Santiago el Pinar, Chalchihuitán y Oxchuc han recibido los beneficios económicos de la migración, que les han ayudado a superar privaciones ancestrales.
Acerca de la velocidad en los cambios en los niveles de pobreza extrema, Chiapas volvió a destacar en el ritmo de decrecimiento medio anual. Entre 2010 y 2020 este fue de 26.1 %, mayor al porcentaje nacional de 24.7%. En el ámbito municipal (véase Cuadro 5) superan la media estatal: de 26% a 30 %, los municipios de Ocotepec, Jitotol, Aldama, Ixtapa, Altamirano, Chapultenango, Soyaló, San Juan Cancuc, Tila y Chilón; de 31% a 40%, los municipios de Pueblo Nuevo Solistahuacán, Villaflores, Las Margaritas, El Bosque, Escuintla, San Juan Chamula, Pijijiapan, Ocozocoautla, Amatán, Acala, Tonalá, Tapalapa, La Trinitaria, Chiapa de Corzo, Suchiapa, Tenejapa, Mitontic, Metapa, La Independencia, Tzimol, Berriozábal, San Lucas, Totolapa y Tumbalá. De 41 a 50 Villa Corzo, Huixtla, Cintalapa, Chicomuselo, San Andrés Larráinzar, Bejucal de Ocampo, Montecristo, Juárez, Amatenango de la Frontera, Amatenango del Valle, Coapilla, La Concordia, Mazatán, Unión Juárez, Ostuacán, Ixhuatán, Rayón, Tuzantán, Nicolás Ruiz, Salto de Agua, Ixtacomitán y La Libertad; de 51% a 60%, los municipios de Tapilula, Suchiate, Marqués de Comillas, Palenque, Huehuetán, Acacoyahua, Socoltenango, Bella Vista, San Fernando, Sunuapa y Sabanilla; y más de 61% los municipios de La Grandeza, Siltepec, Motozintla, El Porvenir, Acapetahua y Villa Comaltitlán. En los municipios indígenas se registra una menor celeridad en su tránsito hacia niveles más bajos de pobreza extrema, en tanto desde antaño han ostentado niveles más altos de pobreza, mientras los que han gozado de una acentuada rapidez son los municipios con muy poca población indígena, los cuales se concentran en la región Sierra y tienen una conocida tradición migratoria a Estados Unidos.
Nacional/entidad federativa/municipios | Decrecimiento de pobreza extrema | Municipios | Decrecimiento de pobreza extrema | Municipios | Decrecimiento de pobreza extrema |
---|---|---|---|---|---|
México | -24.78 | ||||
Chiapas | -26.11 | ||||
La Grandeza | -76.48 | Mazapa de Madero | -47.25 | Metapa | -33.79 |
Siltepec | -69.75 | Salto de Agua | -46.79 | El Bosque | -33.33 |
Motozintla | -67.30 | Unión Juárez | -46.65 | Pijijiapan | -33.24 |
El Porvenir | -65.39 | Larráinzar | -46.64 | Las Margaritas | -32.58 |
Acapetahua | -63.79 | Juárez | -45.52 | Amatán | -32.47 |
Villa Comaltitlán | -61.95 | Coapilla | -44.09 | La Trinitaria | -31.66 |
Huehuetán | -59.30 | Rayón | -43.88 | Totolapa | -31.54 |
Acacoyagua | -57.17 | Ángel Albino Corzo | -43.76 | Tumbalá | -31.51 |
Socoltenango | -56.85 | Bejucal de Ocampo | -43.62 | Ocozocoautla de Espinosa | -31.33 |
Bella Vista | -56.58 | Amatenango de la Frontera | -43.58 | Tenejapa | -30.76 |
Suchiate | -56.27 | Ixtacomitán | -42.91 | Pueblo Nuevo Solistahuacán | -30.24 |
San Fernando | -55.43 | Ostuacán | -42.66 | Mitontic | -30.09 |
Tapilula | -52.67 | Nicolás Ruíz | -41.18 | Chiapa de Corzo | -30.06 |
Sabanilla | -52.60 | Amatenango del Valle | -40.07 | Pantepec | -29.54 |
Marqués de Comillas | -52.35 | Tzimol | -39.39 | Ocotepec | -29.53 |
Sunuapa | -51.10 | Bochil | -39.06 | Chilón | -29.47 |
Palenque | -50.70 | Villaflores | -38.99 | Arriaga | -28.78 |
Tuzantán | -49.71 | Escuintla | -38.81 | Ixtapangajoya | -28.43 |
Cintalapa | -49.40 | Chamula | -38.36 | Altamirano | -27.63 |
Chicomuselo | -48.99 | Tapalapa | -37.69 | Chiapilla | -27.58 |
Huixtla | -47.89 | Tonalá | -37.56 | San Juan Cancuc | -27.47 |
Mazatán | -47.80 | La Independencia | -37.47 | Soyaló | -27.46 |
La Libertad | -47.64 | San Lucas | -36.03 | Chapultenango | -27.39 |
Montecristo de Guerrero | -47.55 | Acala | -35.42 | Aldama | -27.12 |
Ixhuatán | -47.39 | Suchiapa | -34.69 | Tila | -26.85 |
La Concordia | -47.28 | Berriozábal | -34.07 | Jitotol | -26.48 |
Fuente: elaboración propia con base en: los censos de población y vivienda 2010 y 2020 (INEGI, 2010, 2020); estimaciones del CONEVAL con base en los censos de población y vivienda del INEGI de 2010 y 2020 y el Modelo Estadístico 2020 para la continuidad del MCS-ENIGH (CONEVAL, 2020) y la muestra del Censo de Población y Vivienda 2020 (INEGI, 2020).
Existe evidencia documental sobre el papel que desempeñan los envíos de remesas en la elevación del promedio de vida de la población mexicana. En la región Sur “[…] aumentan en 40.4 por ciento el ingreso/producto de los hogares receptores” (Cervantes González y Ostolaza, 2022b: 3), contrario a lo que sucede en las regiones Noroeste y Noreste, de ahí que en Chiapas, como se señaló, el impacto en relación con el PIB sea el doble respecto al del país
Se ha documentado que las remesas no necesariamente implican desarrollo (Canales, 2006), pero se les concede un valor amortiguador de la pobreza. En algunos estudios, como los de Lucas y Stark (1985), Stark (1995) y Brown (2006), se afirma que, en tanto los niveles de penuria sean altos, más altas son las remesas, y viceversa. Esto alcanza mayor efectividad en ambientes rurales pobres (Canales, 2006: 3). En contextos como el chiapaneco el costo del viaje migratorio se soporta con cantidades cuantiosas de dinero obtenidas de préstamos con altas tasas de interés que proporcionan caciques locales y coyotes. Una vez que la persona migrante consigue trabajo, debe pagar mediante abonos. Estos son los costos de financiamiento de la migración (Rapoport y Docquier, 2006), de manera que se envían montos que tienen relación con los préstamos otorgados (Ilahi y Jafarey, 1999; Hagen-Zanker y Siegel, 2007).
El vínculo entre flujo de remesas y alivio de la pobreza extrema que se reporta para Chiapas se debe asumir solo como referencia exploratoria, pero para alcanzar mayor exigencia metodológica debe realizarse un análisis exhaustivo considerando otras variables, más fuentes de información y una base mínima de trabajo de campo. Solamente aplicando estos criterios se alcanzará una sólida ecuación migratoria.
Consideraciones finales
A diferencia de sus contrapartes regionales -estados emergentes de segunda generación cuya migración estuvo mediada por la historicidad de sus pobladores, por tratarse de colonizadores de áreas agropecuarias de Campeche y Tabasco provenientes de entidades tradicionales de migración o que habían participado en el Programa Bracero (Yucatán) y posteriormente iniciaron su inserción laboral en Estados Unidos-, en Chiapas, donde no existían experiencias previas, la migración cobró un auge inusitado y logró una paulatina consolidación.
Como todo fenómeno social, la migración chiapaneca ha estado sujeta a procesos de continuidad y cambio consistentes, a la vez que se ha observado una mayor diversificación de los mecanismos de gestión migratoria. Las capacidades adquiridas por la población migrante permitieron consolidar regiones de partida, ampliar los puntos de cruce fronterizo, disminuir la importancia del paso por el desierto del Sásabe y comenzar a preferir con relativa importancia los pasos por Tamaulipas y Baja California.
El desplazamiento continúa siendo eminentemente masculino, producto de los tradicionales lazos de la mujer a la familia y la comunidad y de los casi nulos eventos de reunificación familiar. En este sentido, se mantiene la incorporación de hombres al proceso migratorio cada vez a más temprana edad, o sea, se ha producido una mayor juvenilización del fenómeno. Esto concuerda con el hecho de que más jefes de familia migran acompañados por hijos en edades juveniles, que predominan en la corriente.
En cuanto a formación escolar, las personas migrantes cuentan principalmente con estudios de primaria y secundaria, y de manera coyuntural, como ocurrió en el caso de la pandemia, por personas con estudios de magisterio, aunque despuntó el número de personas que cuentan con preparatoria.
La madurez del proceso migratorio de chiapanecos puede observarse en que pueden definir una ciudad y domicilio de arribo, a diferencia de cuando apenas sabían dónde llegarían. Se debe señalar que todavía no viajan con un puesto de trabajo concreto con el que emprender su estancia laboral. Por otra parte, destaca la diversificación del perfil ocupacional del migrante, que ha pasado de personas provenientes de actividades agrícolas , que se insertaban en el mismo sector en Estados Unidos, a perfiles ocupacionales urbanos, como la industria de la construcción, el comercio y los servicios, y con tales antecedentes se colocan en esos sectores en el lugar de destino.
Uno de los procesos de cambio más relevantes lo constituye el papel de las remesas, cuyo impacto en la entidad chiapaneca queda ampliamente documentado. Sus montos representan una buena proporción del PIB estatal, y su incidencia sobre la disminución de la pobreza extrema es de dimensiones relevantes en el caso chiapaneco; queda pendiente analizar cómo las remesas influyen, si es que así ocurre, en otras variables de pobreza. No obstante, debe evitarse exaltar su importancia y considerarlas como el medio de superación de la pobreza, pues nada garantiza que sean duraderas y la dependencia de ellas desencadena otros problemas.
Los migrantes chiapanecos se han apropiado del proceso migratorio, han hecho suyos los mecanismos de gestión desde la salida, hasta el cruce y la inserción laboral, y han expandido su influencia en el lugar de origen diversificando ocupaciones e ingresos. Asimismo, al provenir de espacios culturalmente tradicionales, mantienen compromisos con sus unidades familiares que se materializan en las remesas, las cuales constituyen la base que estructura su accionar.