INTRODUCCIÓN
Con su fundación en 1929, nació una de las organizaciones católicas más importantes en México por el trabajo que efectuó en diversas esferas de la vida social, educativa, cultural y política del país: la Acción Católica Mexicana (ACM). Resultado de una atmósfera compleja debido a la cercanía temporal que se tenía con la Guerra Cristera (1926-1929) y por los “arreglos” de 1929 entre la Iglesia y el Estado en México (el llamado modus vivendi), esta institución fue un elemento importante en la continuación de la disputa Estado-Iglesia en el país, que no concluyó con el fin de la Cristiada. No obstante, hay que precisar que el surgimiento de la ACM representó un cambio de medios y una estrategia muy concreta de cara a este enfrentamiento, puesto que su propósito fue “la batalla por las almas, lo que en el terreno secular significa la disputa por las conciencias”.1
Debido a su complejidad, esta agrupación de la derecha religiosa pronto contó con ramas especializadas, de acuerdo con los diversos ámbitos de acción pastoral en los que ejercía su influencia y conforme a lo que había sucedido en otras partes del mundo. Es por esto (y por la importancia que tenía la educación en la disputa por las conciencias) que, con el paso del tiempo, pudo establecerse en México la Juventud Estudiantil Católica (JEC)2 que se insertó en instituciones como la de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (o Hermanos de la Salle, como también se les conoce), un instituto religioso francés fundado por Jean-Baptiste de la Salle en 1680 y cuyo carisma está centrado en la educación.
Esto se debió, en parte, al interés que sobre el tema manifestaron las autoridades eclesiásticas mexicanas3 (como se dijo previamente, el terreno educativo era idóneo para intentar ganar la conciencia y la voluntad de los mexicanos), pero también porque este instituto religioso contaba con numerosos grupos apostólicos dentro de sus muchos colegios. Y es que en las escuelas lasallistas había algunas agrupaciones como el apostolado de la Oración y la Cruzada Eucarística, la Propagación de la Fe o la de la Santa Infancia, la Congregación Mariana o la Legión de María, la Archicofradía del Santísimo Niño Jesús o la Cruzada Vocacional, la Congregación del Santo Crucifijo, el Rosario Viviente, la Congregación del Santísimo Niño Jesús, los Caballeros Lasallistas en Saltillo, la Acción Católica, la Conferencia de San Vicente de Paul, los catequistas voluntarios y los Equipos Sociales de la escuela que los religiosos de la Salle tenían en la Villa.4
En este mosaico de grupos apostólicos la JEC destacó, convirtiéndose en una actividad relevante, razón por la cual será objeto de estudio del presente artículo, cuyo propósito es reconstruir los primeros momentos de esta forma de Acción Católica especializada entre las escuelas de los Hermanos de la Salle en México, durante 1961-1963. En México, tener acceso a fuentes de los Hermanos de las Escuelas Cristianas es muy complicado, lo cual dificulta considerablemente el estudio de este instituto religioso. Pese a ello, en este trabajo se hace uso de un corpus documental integrado por las publicaciones periódicas lasalianas La Salle en México y La Salle en México Norte, que fueron consultadas en la biblioteca del Noviciado Interdistrital La Salle, de Lagos de Moreno, Jalisco.
La importancia de estas fuentes radica en que, a través de sus páginas, es posible saber sobre varios temas, pues para los lasallistas de la época estas publicaciones cumplían con un triple propósito: orientación y reflexión sobre diversos temas, propagación de directrices y disposiciones de las autoridades del Instituto, e información de lo que acontecía en el ambiente lasallista del país y del mundo.5
El año que define el inicio de la temporalidad de este trabajo es 1961, ya que es en esta fecha que el Consejo del Distrito México Sur discutió y dio el visto bueno a la reorganización de la Acción Católica en los colegios lasallistas bajo el esquema de la JEC. Por otra parte, el año 1963 marca el cierre del período estudiado, obedeciendo a dos factores. El primero de ellos es la transformación que se opera en las fuentes empleadas. Y es que, de una revista que informaba sobre las actividades lasalianas en México (con énfasis en el distrito México Sur), se pasó a la creación de publicaciones periódicas para cada uno de los distritos lasallistas presentes en el país: México Norte y México Sur, una división que era muy reciente, ya que se había consumado a inicios de 1960.6 Cabe señalar que esta cuestión permite ver una búsqueda por parte de ambos distritos para consolidar de forma diferenciada su trabajo.
La JEC no fue una excepción. Así, el segundo aspecto que definió el corte cronológico de este texto fue un comunicado de 1963, firmado por los Hermanos Asesores7 de la Acción Católica del distrito México Norte, en el cual se nota su deseo por impulsar la JEC en sus colegios, con un modo de trabajo que, si bien hacía uso de lo desarrollado en el distrito México Sur sobre el tema, ya apelaba a una distinción territorial más marcada. Contemplando lo anterior, puede decirse que esta directriz propuesta por los Hermanos del Norte, impide seguir estudiando a la JEC de los distritos México Norte y México Sur como un mismo fenómeno.
LOS INICIOS
Debido a fenómenos como la Revolución francesa, la supresión de 1792 o la prohibición en Francia de la enseñanza a cargo de los miembros de las congregaciones religiosas en 1904,8 el Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas se extendió a otras partes del mundo, entre ellas México, a donde llegó en 1905.9 Instalados inicialmente en Puebla, pronto emprenderían diversas fundaciones educativas en todos los niveles (desde el preescolar hasta el posgrado, concretamente el doctorado), en las cuales se llevaría a cabo una intensa labor de carácter apostólico, como ocurrió con la JEC.
Así, sobre esta última agrupación, es necesario comenzar por decir que en octubre de 1961 la revista La Salle en México publicó un comunicado de los Hermanos Visitadores10 de los distritos México Norte y México Sur (Hno. Bernard Alphonse y Hno. Berchmans Alberto, respectivamente). La intención del texto era informar que en el Consejo del Distrito11 México Sur se había discutido y aprobado la reorganización de la Acción Católica en los colegios lasallistas, para lo cual se adoptaría el modelo de la JEC. Este proyecto había contado, a su vez, con la aprobación del Comité Central de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM), ya que la intención era que las actividades dependieran de este organismo, aunque con un funcionamiento autónomo.12
Estas decisiones propiciaron la puesta en marcha de varias medidas. En primer lugar, el Consejo de Distrito aprobó la creación de grupos pilotos en tres instituciones de los Hermanos de las Escuelas Cristianas: el Colegio Cristóbal Colón, el Colegio Benavente y la Escuela de la Villa. Asimismo, se solicitaba a los religiosos de la Salle que los responsables de estos grupos intercambiaran frecuentemente sus experiencias, con el propósito de que los primeros pasos de la JEC en los colegios lasallistas tuvieran orientación y seguimiento, lo cual permitiría, a su vez, instruir a los Hermanos que se fueran interesando en participar en este movimiento. Por otra parte, compartir información sobre el proyecto permitiría, más adelante, elaborar un plan efectivo para el siguiente curso. Finalmente, se decidió que, para los dos distritos lasallistas de México, el centro de información y reorganización de la Acción Católica especializada estaría en Coyoacán, a cargo de los directores vocacionales.13
De acuerdo con García Mourelle, el triunfo de la Revolución cubana y el anuncio del Concilio Vaticano II (ambos eventos acaecidos en 1959) propiciaron “tiempos de renovación y de tensión”14 entre algunos sectores del catolicismo en Latinoamérica. En el caso del México de finales de los años cincuenta y principios de los sesenta hay que añadir, además, un clima de gran agitación social en el que varios sectores hacían escuchar sus demandas, para las cuales no hubo una solución satisfactoria.15
En este contexto, entre los católicos de América Latina en general, y de México en particular, se manifestó “un conjunto complejo de reflexiones y prácticas socioreligiosas que cuestionaban la injusticia social y se traducía en el compromiso de los cristianos con la lucha de emancipación de los pobres”,16 un cierto sentimiento de antipatía hacia el capitalismo, o bien, un marcado anticomunismo. Estos fenómenos, a su vez, fueron el telón de fondo de la Acción Católica especializada, como en el caso de la JEC.
Si bien el texto de los Hermanos Visitadores no proporciona más detalles, es posible que el cambio de dirección de la Acción Católica en los colegios de los religiosos de la Salle obedeciera al repudio hacia el comunismo, el avance del proceso de secularización y la crítica que surgió entre ciertos sectores de la sociedad mexicana hacia la influencia del capitalismo (concretamente el norteamericano) “por el hedonismo que atentaba contra el ambiente moral y porque estimulaba la expansión del protestantismo”.17
El primero de estos aspectos es importante, pues existen testimonios sobre la oposición que los lasallistas manifestaron frente al socialismo y el comunismo.18 Así, con la memoria todavía fresca por los perjuicios sufridos durante la educación socialista en México,19 los Hermanos consideraban al socialismo y al comunismo “adversarios del orden social cristiano”,20 “el fenómeno más irreligioso de toda la historia”21 y un peligro latente en el ámbito escolar, por cuanto en otras partes del mundo ya podía sentirse la influencia de “profesores comunistas, anticlericales, librepensadores, masones, materialistas, indiferentes”.22
Por otra parte, no hay que olvidar que, durante estos años, la obra lasallista en Cuba (cuyo gobierno se posicionó como socialista en noviembre de 1961) comenzó a presentar serias dificultades que comprometieron su operación23 y propiciaron el exilio de varios religiosos. Como consecuencia de esto, los Hermanos cubanos que llegaron a México tuvieron una gran influencia en la implementación de la JEC.24 Y es que, en Cuba, la Acción Católica y la JEC tuvieron un notorio impulso en la atmósfera que se produjo durante el régimen de Fulgencio Batista y la Revolución cubana, por no hablar del peso que tuvo en esta decisión el número cada vez mayor de misiones protestantes en la isla.25
Los lasallistas hicieron eco de la crítica al capitalismo (como cuando afirmaron que “el baluarte con que cuenta la civilización occidental —Estados Unidos— es baluarte del divorcio”26) y a la degradación de la calidad moral de la sociedad; en su opinión, se había perdido “la batalla de la familia”. Sobre esto último escribieron que el “pecado individual se comete como nunca”, que el divorcio era “practicado y aceptado sin vergüenza”, o bien, que “los hijos ilegítimos son hechos que ni conmueven a la mayoría”. Para finalizar con este apartado, es importante destacar que, en este cúmulo de ideas, los Hermanos de la Salle también manifestaron su preocupación por un mundo secularizado en el que “la Iglesia no cuenta; o cuenta muy poco en la mentalidad moderna”.27
DIRECTRICES DE LA JEC PARA LOS INSTITUTOS DE LOS RELIGIOSOS DE LA SALLE EN MÉXICO
Con el propósito de cumplir con el proyecto de revitalizar la Acción Católica, los Hermanos Visitadores proporcionaron pautas para el establecimiento de grupos jecistas. Por ello, hay que comenzar por señalar que para los lasallistas la finalidad de la JEC era “la promoción de estudiantes con una intensa conciencia apostólica, que trabajen en su propio medio estudiantil”, lo cual requería de “un espíritu de conquista y redención de la masa estudiantil, basado en la doctrina del cuerpo místico, y sostenido por una intensa vida sacramental”.28
La acción que se proyectaba dirigir hacia el ambiente de los alumnos debía hacer uso de tres técnicas. La primera de ellas era la nucleación, es decir, que se debía hacer un trabajo minucioso de localización y captación en el ámbito escolar de líderes para los grupos de la JEC. En segundo lugar, se encontraba la búsqueda de una influencia sobre el medio, para lo cual se debían crear campañas y consignas cuyo propósito era hacer presentes entre los alumnos los valores cristianos, además de “neutralizar aquellos elementos nocivos a la vida moral de los estudiantes”. Por último, se debía lograr un impacto en las instituciones, lo cual se refería al control sobre las diversas organizaciones escolares como las sociedades de alumnos, los periódicos estudiantiles y los grupos culturales y deportivos.29
Cada agrupación debía contar con un nombre y elegir a su equipo dirigente. Además, cada aula debía tener un equipo formado por los miembros del grupo de la JEC, los cuales debían reunirse semanalmente, tres veces al mes. En este punto hay que señalar que, de forma paralela a la estructura básica del grupo, debían funcionar secciones de trabajo bajo la dirección de un responsable jecista. Estas células no tenían una periodicidad fija para sus reuniones, las cuales obedecían más bien a las tareas que se debían hacer.30
Las directrices de los Hermanos Visitadores contemplaban la existencia de cinco tipos de secciones de trabajo: Servicios estudiantiles, extra estudiantiles, proselitismo, estudio y excursiones y deportes. La primera de ellas tenía el deber de organizar programas de curso, horarios, fechas de exámenes, elaborar resúmenes, prestar libros para alumnos de escasos recursos y, en general, prestar ayuda a la comunidad estudiantil. Por su parte, la sección de servicios extra estudiantiles tenía la responsabilidad de que los grupos de la JEC no se centraran en sí mismos, aislándose de otras agrupaciones apostólicas. Para ello se podían llevar a cabo proyectos de catequesis, obras de acción social y, en términos generales, actividades que no se circunscribieran a la esfera escolar.31
La sección dedicada al proselitismo tenía el deber de reclutar nuevos integrantes para la JEC. De forma especial, debía atender a las vanguardias de primaria (es decir, el sector juvenil del grupo), aunque también debía formar a los mayores que tuvieran la calidad de socios provisionales, es decir, todos aquellos que, sin pasar por las vanguardias, entraban directamente a los grupos jecistas. La cuarta sección, enfocada en los estudios, tenía a su cargo “todo tipo de actividad de formación intelectual” como la biblioteca, los cursos vacacionales e, incluso, los repasos para estudiantes cuya situación económica fuera difícil. Finalmente, el área de excursiones y deportes se abocaba a la organización de este tipo de actividades entre los jecistas.32
En las publicaciones lasallistas pronto comenzaron a aparecer guías para el trabajo en la JEC, especialmente para el inicio de este tipo de grupos en los colegios. Así, lo primero que debía hacerse con los alumnos era “comunicarles la ‘mística’ del movimiento” en un proceso de tres etapas: Descubrimiento del mundo estudiantil “con sus virtudes, sus defectos, y sobre todo sus ansias de superación”; reflexión interior; y despertar “la conciencia del apostolado”, es decir, “el sentido de la redención, la urgencia de ser portadores de ese mensaje cristiano que se desconoce o se desprecia”. Llevar a cabo estos pasos no debía hacerse de forma precipitada, además de que se debía fomentar una cierta cercanía y confianza con unas primeras juntas un poco más informales, en las que el diálogo fluyera entre el asesor y los jecistas.33
Con el paso del tiempo, las reuniones debían seguir un programa más estructurado, que contemplara las siguientes fases: la oración jecista, una reflexión preparada por el asesor, la lectura del Evangelio, un círculo de estudios, revisión y planificación de actividades, salmo jecista, una oración final y cantos.34 Para terminar con este punto es necesario añadir que las pautas lasallistas para la JEC contenían, incluso, una metodología para llevar paso por paso las sesiones del primer mes de existencia de una agrupación de este tipo.
La intención de este esfuerzo era ofrecer un programa serio, con el propósito de que el estudiante entendiera que este movimiento era Acción Católica especializada y no un club “para divertirse, descansar o pasar el tiempo”, ni una mera “agitación apostólica” o “una simple asociación piadosa, para ejercitarse en prácticas personales de devoción”.35
Dado el rol fundamental que cumplía en la conformación y funcionamiento de los grupos jecistas, para los asesores también hubo recomendaciones. Es por ello que en estos textos se hacía énfasis en el hecho de que la JEC era una institución con una misión “que existe antes que el Asesor”, por lo que este debía “aceptarla lealmente” y “tener confianza en su valor educativo”. Esto implicaba una doble labor: adentrarse en el pleno conocimiento de la JEC y aceptarla “en su originalidad propia”. Por esto último, el asesor debía “resistir la tentación de crear una JEC a su modo, según sus propias experiencias y opiniones personales; menos todavía, querer ensayar un cocktail de Movimientos”.36
Al asesor se le solicitaba también un “respeto de los laicos y de sus responsabilidades”. Y es que “la juventud e inexperiencia de los laicos” podía provocar “la tentación permanente de intervenir”, con lo cual se corría el riesgo de tomar el lugar de los integrantes de los equipos “en vez de hacerles actuar”. Por todo esto, la labor del asesor era “educar para la responsabilidad”, y fomentar el intercambio y el diálogo al interior de la JEC, en especial con los dirigentes y mediante observaciones positivas en las reuniones y las jornadas extraordinarias, además del establecimiento de lazos de amistad.37
LA ORQUESTACIÓN DE LA JEC LASALLISTA
Alfredo Gabriel fue el Hermano encargado de la Acción Católica por indicación del Visitador de México Sur, Berchmans Alberto, y de los Hermanos Reclutadores.38 Por ello, este religioso estuvo en Puebla, en donde se tenía la previsión de formar un núcleo sólido de dirigentes de la JEC durante los cursos de invierno de 1961.39 Para 1962, la JEC lasallista llevó a cabo algunos eventos como la concentración del distrito México Sur el día 6 de enero, mientras que los miembros del distrito México Norte hicieron una reunión similar los días 3 y 4 de febrero de ese año en la ciudad de León, Guanajuato.40
Por estas mismas fechas (del 27 de enero al 3 de marzo de 1962), el Hermano Alfredo Gabriel realizó una visita a las comunidades del distrito México Norte con la guía del Hermano Manuel Vega, director vocacional del Distrito. Cabe mencionar que en este viaje ocurrieron dos sucesos relacionados con la JEC que es importante señalar. El primero de estos hechos fueron las charlas que Alfredo Gabriel tuvo con los integrantes de varios grupos lasallistas (cerca de 400 jóvenes), entre ellos los de militantes y vanguardias de la ACJM, “que está integrando los nóveles núcleos de la acción estudiantil especializada (JEC)”.41
El segundo suceso de esta visita fue que en esta oportunidad el Hermano Alfredo Gabriel también pudo sostener un diálogo con los Hermanos de las diferentes comunidades. La intención de estos contactos, en palabras del mismo Hermano Alfredo Gabriel, era explicar la intención del viaje “y los proyectos de la Vble. Jerarquía Mexicana sobre nuestro Instituto, en relación con la Acción Católica en todos los centros católicos de educación en México”.42 Estas palabras no sorprenden si se considera que los Hermanos (por el número de sus colegios y por los niveles en los que colaboraban), podían ser aliados de gran peso para la Jerarquía en la lucha por las conciencias frente al Estado y la secularización, y en la batalla que la Iglesia había emprendido contra el comunismo y otros sistemas de pensamiento. A su vez, en otros momentos de la historia (como a finales del siglo XIX y principios del XX), los lasallistas habían sido para la Iglesia “como un cuerpo de élite para la evangelización y catequización, siempre al servicio de la jerarquía”.43
Por otra parte, el 11 de marzo de 1962, en el Colegio Cristóbal Colón, se llevó a cabo la primera reunión de Hermanos asesores de los grupos estudiantiles de la ACJM (JEC) de la capital, pues en todos los colegios lasallistas de la Ciudad de México ya se contaba con grupos jecistas, tanto en vanguardias como en militantes. El propósito de esta cita era llevar a cabo un intercambio de informes sobre el primer mes de actividades de la Acción Católica especializada y confeccionar un plan de trabajo para el primer semestre del curso.44
Gracias al puntual reporte que hizo del evento el Hermano Alfredo Gabriel, se pueden conocer los nombres de los Hermanos asesores que habían sido designados por el Visitador para encargarse de la JEC en las instituciones lasalianas: Los directores vocacionales Luis Briñas y Ernesto Pizarro; Agustín López, quien era asesor del grupo de la Universidad La Salle (fundada en febrero de 1962) y de los militantes de la secundaria del Colegio Cristóbal Colón; Carlos Garibay, Rogelio Hernández y JorgeGonzález, también del Colegio Cristóbal Colón, pero como asesores de los vanguardias; Jorge Lara y Raúl Valadez, encargados de los militantes de la Escuela Normal Cristóbal Colón de Coyoacán; Jorge Delgado, quien estaba a cargo de los vanguardias del Simón Bolívar; Gustavo Ibarrarán (quien no pudo acudir a la reunión), que tenía la tarea de ser asesor de los vanguardias en la Mier y Pesado; y Carlos Alveano y Alberto Cárdenas, asesores de los militantes de secundaria y los vanguardias de la Escuela de la Villa, respectivamente.45
En esta junta se trataron diversos puntos, como la necesidad de que se cumplieran los tres meses reglamentarios de aspirantado para la JEC. Asimismo, se habló de que debían usarse el folleto Cuaderno del aspirante y el libro JEC de hoy, ya que ambos permitían formar a los alumnos en la mística de la ACJM y de la JEC. La formación en sí misma fue de gran interés para los religiosos lasallistas que acudieron a la asamblea, concretamente en tres puntos: la localización y capacitación de alumnos dirigentes, la proyección social de los jecistas y el fomento de una comprometida espiritualidad mariana. Para el cumplimiento de estos objetivos, se acordó llevar a cabo una jornada de formación de dirigentes de los grupos de la JEC pertenecientes a la Ciudad de México, la cual se realizaría en Coyoacán, tentativamente en el Colegio Mier y Pesado.46
En segundo lugar, en la concentración de Hermanos responsables de la JEC se manifestó el interés de los religiosos de la Salle por estrechar vínculos con las autoridades diocesanas de la ACJM, para lo cual se podían implementar varias estrategias, como la solicitud de la asistencia de dirigentes diocesanos a los diversos actos organizados por la JEC en las instituciones lasallistas, además del reporte puntual de la formación de grupos a las autoridades eclesiásticas.47
Si bien es cierto que los movimientos de Acción Católica (entre ellos la JEC) tienen la característica esencial de estar subordinados a la jerarquía eclesiástica (por lo cual los religiosos de la Salle estaban muy preocupados por establecer este tipo de lazos), a través de esta obediencia los lasallistas cumplían el deseo de su fundador de permanecer fieles a la Iglesia,48 e intentaban evitar que la JEC de sus colegios se transformara en un movimiento peligroso por no estar bajo el poder de las autoridades de la Iglesia, tal y como ya había ocurrido en el pasado, y volvería a suceder justamente en los años 50 con el nacimiento de “organismos secretos muy derechistas, en el marco de la lucha contra el comunismo”.49
Un tercer punto fue la exhortación a que los Hermanos se abrieran a la posibilidad de una teseración50 en conjunto de todos los grupos de la Ciudad de México que estuvieran listos para el 15 de mayo de 1962. Finalmente, se pidió estimular el intercambio epistolar entre los dirigentes de la JEC que habían tomado contacto en las reuniones de Puebla y León.51 Aquí es necesario indicar que el trabajo hecho en la JEC por los Hermanos lasallistas no se limitó a sus instituciones educativas, sino que también extendió sus vínculos hacia los centros públicos. Un ejemplo de ello fueron las primeras jornadas para dirigentes de la JEC en establecimientos oficiales que fueron realizadas en mayo de 1962 en el Colegio Benavente, auspiciadas por el Comité Diocesano de la ACJM de Puebla. Al evento asistieron 56 dirigentes jecistas de siete secundarias y preparatorias oficiales de Puebla y otros lugares cercanos, quienes tuvieron la oportunidad de escuchar a varios conferencistas.52
Algunos de ellos fueron el sacerdote Félix González (con la plática “La vida de gracia en el Dirigente”), el Hermano Director53 Rafael Martínez (cuyo tema fue “Problemas actuales del mundo”), los religiosos lasallistas Luis Landa (con la charla “La castidad”), Pablo Jasso (con “La santa misa: su participación”), Valerio López (con su intervención titulada “El equipo”) y Alfredo Gabriel que tuvo dos intervenciones (“Técnicas de la JEC” y “Oratoria”). Otros participantes en el evento fueron un par de seglares dirigentes universitarios llamados Alejandro Pérez (quien dio la conferencia “La ACJM”) y Alfredo Sandoval (con su intervención “Cualidades del dirigente”), además de que el Obispo auxiliar de Puebla (Emilio Abascal y Salmerón) estuvo presente en la asamblea final de las jornadas.54
El resultado del evento fue la constitución de siete grupos nuevos de la ACJM (JEC) en instituciones educativas oficiales, a la cabeza de los cuales quedó un universitario responsable. Hay que añadir que los alumnos de universidad que se comprometieron con estas agrupaciones se organizaron en un equipo de responsables de la zona, el primero de su tipo que se creaba para la región de Puebla.55
El afán por revitalizar la Acción Católica en los colegios lasallistas a través de la JEC propició más encuentros. Uno de ellos fue la Primera asamblea regional de los grupos estudiantiles de la JEC (militantes del distrito México Sur) planeado para el 25 y 26 de agosto de 1962 en el Colegio Benavente. Si bien el acto concernía a los estudiantes, los Hermanos asesores obtuvieron la autorización para integrarse al evento, por lo cual recibieron una convocatoria oficial del Hermano Alfredo Gabriel.56
De manera directa o indirecta los Hermanos del distrito México Sur siguieron dirigiendo grupos de la JEC en sus colegios, en otros centros educativos católicos y en escuelas oficiales, tal y como puede verse en las estadísticas al 21 de noviembre de 1962 que ellos mismos reportaron en sus publicaciones (Tabla 1).57 Pese a lo modesto de los resultados entre las instituciones de educación del gobierno como el Politécnico y la UNAM, los Hermanos continuaron con sus proyectos vinculados a este tipo de centros educativos.
Una muestra de esto último fue la Primera jornada de formación para dirigentes del Politécnico interesados en conocer la JEC, a la cual acudieron representantes de la ESIME, el ISEC y la Bancaria, la cual se realizó en los últimos días del mes de noviembre.58 Cabe señalar que la interacción lasallista con instituciones oficiales no se limitó a esta clase de encuentros, pues los Hermanos tuvieron el cuidado de dar seguimiento e informar cualquier logro jecista en centros educativos del gobierno, aun cuando sus alcances fueran pequeños.59
Un ejemplo de esto fueron las informaciones que los lasallistas divulgaron en sus canales de comunicación sobre la fundación por parte de alumnos de la UNAM de un grupo de la JEC (de 22 integrantes divididos en cuatro equipos) en el tribunal de menores de Tlalpan. Entre las actividades que emprendió esta agrupación se encuentran una campaña contra el consumo de la marihuana y la promoción del rezo diario del rosario en los dormitorios del tribunal, y las oraciones antes y después de consumir los alimentos.60
Entre diciembre de 1962 y enero de 1963 los religiosos de la Salle iniciaron otras iniciativas tendientes a promover y fortalecer la JEC. Así, en un retiro de los Hermanos del 15 de diciembre de 1962, el Hermano Asistente invitó a los presentes a comprometerse con la Acción Católica en México, además de que alentó a los lasallistas que ya trabajaban en esta labor. Por otra parte, el 4 de enero de 1963 hubo una reunión de la Acción Católica del distrito México Sur (en el Benavente de Puebla) a la que asistieron más de cincuenta Hermanos encargados de asesorar a las vanguardias y los militantes de los distintos colegios. Las conferencias estuvieron a cargo de los Hermanos Antonio Lucio (“Mística de la JEC”), Gabriel Guadalupe (“Estructura de la JEC”), Alfredo Gabriel (“Técnica de la JEC” y “Plan para el año 1963”) y Berchmans Leopoldo (“Círculos Apostólicos”).61
Cabe señalar que, al terminar la reunión, se aprobó una moción firmada por todos los que acudieron a la cita y la cual se envió al Hermano Asistente,62 donde se comprometían a apoyar a la Acción Católica en el distrito, conforme a lo que se les había pedido en el retiro de diciembre del año pasado. En este mismo evento se decidió mejorar los canales de comunicación relacionados con la Acción Católica especializada, por lo cual se solicitó que el boletín de la JEC ya no fuera para lectura exclusiva de los Hermanos Asesores de México Norte y México Sur. Así, para que este órgano de comunicación llegara a todos los lasallistas de los distritos se decidió incluirlo como parte de la revista La Salle en México.63
Del 14 al 17 de enero de 1963 se llevó a cabo la V jornada jecista, que contó con la presencia del obispo Emilio Abascal, y cuya dirección estuvo a cargo del Hermano Antonio Lucio. A este evento asistieron ochenta alumnos de centros educativos oficiales (como la Universidad de Puebla) y privados (como el Benavente y el Trinidad Sánchez de los salesianos) de Puebla y sus alrededores (Cholula, San Martín, Matamoros, Tehuacán y Ciudad Serdán). Cabe señalar que entre los asistentes había treinta mujeres que constituirían el núcleo inicial de la JEC femenina en México, razón por la cual tenían gran interés en conocer la manera en la que funcionaba esta Acción Católica especializada.64
El 19 de enero de 1963 en el Colegio Central de Puebla tuvo lugar la I jornada de religiosas asesoras de grupos estudiantiles, que contó con la presencia de consagradas pertenecientes a cinco congregaciones distintas, provenientes de diversas partes de México. La intención de este evento era instruir a las acompañantes que formarían la JEC en los colegios femeninos, con lo cual se respondía también a la petición del Obispo Emilio Abascal que alentó la creación de la JEC femenina en sus diócesis.65
1963 es el año en el que se funda un nuevo grupo en el colegio La Salle de Matamoros, Tamaulipas por iniciativa del Hermano Alejandro Enrique (Sr. Arrieta). Otro acontecimiento relevante (especialmente porque vinculaba al movimiento jecista con las autoridades eclesiásticas mexicanas) que tuvo lugar el 4 de febrero de ese año, fue la entrega de un informe a las autoridades del Episcopado Mexicano, en el cual se relataba “la actividad de la JEC desde sus comienzos, y su integración dentro de la A.C.J.M. como rama estudiantil”. Este documento fue entregado al obispo Emilio Abascal, en presencia del Asistente Eclesiástico de Estudiantes de Puebla, Félix González.66
También, el 9 de febrero de 1963, hubo en Cholula una tarde de retiro espiritual a la que acudieron 54 militantes y vanguardias jecistas de esta ciudad, Analco y el Colegio Benavente. Marzo de 1963 fue el mes en el que se hizo una visita a los grupos jecistas de Matamoros, Puebla, San Martín de Texmelucan y Cholula. Cabe destacar que los últimos tres lugares mencionados ya contaban también con agrupaciones de la JEC femenina, los cuales estaban bajo la dirección de párrocos o vicarios.67
A lo anterior debe sumarse la participación de alumnos dirigentes jecistas del Colegio Benavente en un curso de Acción Católica del Seminario Diocesano de Puebla, el cual tuvo lugar del 11 al 16 de marzo de 1963. En dicha ocasión, los estudiantes realizaron una junta modelo ante los seminaristas asistentes, que fueron un total de 80.68 Por esas mismas fechas se hizo una visita por parte de los lasallistas al grupo de la JEC de Tehuacán, el cual estaba conformado por alumnos pertenecientes al Colegio Benavente y al Centro Escolar “Presidente Venustiano Carranza”. A su vez, el 13 de marzo de 1963 se teseraron las primeras jóvenes jecistas del Centro Escolar “Presidente Miguel Alemán”, mientras que el 16 de ese mes lo hicieron 15 jóvenes varones de ese mismo instituto.69
MÉXICO NORTE BUSCA LA CONSOLIDACIÓN DE LA JEC EN EL DISTRITO
Del 13 de abril de 1963 es un comunicado de los Hermanos asesores de la Acción Católica del distrito México Norte, en el que se plantean interesantes conclusiones en aras de una consolidación de este movimiento. Para ello, se consideraba indispensable “adoptar cuanto antes el plan de tres puntos desarrollado con tan gran éxito en el distrito México Sur (designación de un Hermano responsable en Acción Católica para todo el distrito y jornadas periódicas de formación tanto para los Hermanos como para los alumnos).70
Otro punto destacado era que los religiosos de México Norte proponían dividir su distrito en tres regiones para organizar el trabajo apostólico de la Acción Católica: Una zona centro que podía incluir a San Juan de los Lagos, Guadalajara, Lagos de Moreno, Zacatecas, Durango y León; una zona noroeste compuesta por Hermosillo y Ciudad Obregón; y una zona noreste que englobaría a Monterrey, Saltillo, Matamoros, Ciudad Victoria y Gómez Palacio.71
CONCLUSIONES
En 1961 los Hermanos de la Salle en México tomaron la decisión de reorganizar la Acción Católica en sus colegios mediante el movimiento de la Juventud Estudiantil Católica. Cabe señalar que esta determinación fue resultado, también, de un contexto marcado por el anticomunismo, la preocupación por la secularización, la crítica al capitalismo, el apoyo de la jerarquía eclesiástica a la JEC, las crecientes dificultades de las obras de los religiosos lasallistas en Cuba y la influencia de los Hermanos exiliados provenientes de este país.
Para llevar a cabo su idea, los lasallistas implementaron un plan minucioso que poseía directrices claras para la conformación y organización de grupos jecistas, la selección e invitación de alumnos dirigentes y las estrategias que debían seguirse al interior de los recintos escolares para posicionar su agenda. Asimismo, se contempló el nombramiento de un Hermano responsable para el proyecto y se orquestó una intensa campaña de formación para los religiosos interesados y para los estudiantes, incluso de instituciones públicas.
Con el paso del tiempo, la división de la obra lasallista en dos distritos incidió en el proyecto de la JEC. Y es que, si bien los Hermanos del distrito México Norte habían contado con el apoyo y la supervisión de sus homólogos de México Sur, hacia 1963 comenzaron a manifestar una preocupación por apuntalar un movimiento consolidado para su territorio.
Indudablemente, la información que se ha presentado muestra las acciones de la JEC lasallista desde la óptica y los esfuerzos de los religiosos de la Salle. Por tanto, más adelante deberá indagarse sobre la visión del resto de los actores que participaron en este proceso histórico. Otra posible vía de investigación es el estudio de la manera en la que pudieron haberse desarrollado los proyectos jecistas de los distritos México Norte y México Sur, atendiendo a las características y realidades de estos dos territorios. No es posible concluir sin señalar la necesidad de que se siga investigando a los grupos apostólicos lasalianos, al igual que a las influencias lasallistas en México de otros países (como en el caso de Cuba) ya sea en la JEC, o en otros fenómenos.
A su vez, es necesario dirigir la mirada hacia la obra lasallista de Puebla, dada la destacada participación que el Benavente tuvo en la conformación y desarrollo de la JEC. Un estudio de la Acción Católica especializada lasaliana podría aportar pistas sobre las luchas anticomunistas que se suscitaron en esta ciudad en los años sesenta. No es posible concluir sin anotar que también debe hacerse un estudio sobre los grupos católicos en el Instituto Politécnico Nacional (IPN), un campo de exploración que podría ser fructífero en el futuro.