Introducción
La participación comunitaria ha sido un elemento central en la gestión del turismo alternativo desde su concepción teórica y como parte de un discurso promocional que se le ha dado para responder al modelo estándar de desarrollo turístico. Éste por su parte había sido fuertemente criticado desde finales del siglo pasado por su poca capacidad de inclusión, sus impactos ambientales adversos y la exigua derrama económica en las comunidades receptoras (César & Arnaiz, 2002; Sharpley, 2009). En México, así como otros países latinoamericanos, nuevas presiones han puesto en evidencia la necesidad de buscar opciones de desarrollo para comunidades que cuentan con un potencial natural y cultural para estas actividades; parte de estas presiones son el decaimiento de las actividades agrícolas, la consiguiente migración hacia centros urbanos, la necesidad de conservar valores culturales y espacios naturales, y el crecimiento de un mercado externo e interno que está en búsqueda de estas experiencias, entre otras (Palomino & López, 2008; Zizumbo, 2013).
Como respuesta a estos fenómenos, los actores y organizaciones interesados, entre ellos el Estado en sus diferentes niveles, las organizaciones de la sociedad civil y las propias comunidades han decidido impulsar proyectos de turismo alternativo que apuntan a paliar los efectos adversos antes mencionados, y a aprovechar el potencial que representan sus recursos naturales y culturales (CDI, 2013; CONANP, 2007).1 Los esquemas organizativos para la gestión de estos proyectos han sido diversos, sin embargo, en su mayor parte se busca maximizar la participación de las comunidades en el diseño, planeación, ejecución y manejo de las empresas de turismo con miras a un mayor beneficio para las comunidades, o al menos esto se proyecta (Guzmán, 2012; Palomino & López, 2008; Pérez & Zizumbo, 2014).
Por un lado, la participación comunitaria se considera un elemento central en la gestión de proyectos por localidad, la cual puede incluir cualquier iniciativa con injerencia en el desarrollo de y para la comunidad, desde el aprovechamiento de recursos, la gestión del riesgo de desastres, salud y educación (Sakata & Prideaux, 2013; Salazar, 2012).
Por otro lado, detractores de proyectos de esta naturaleza critican el uso de las comunidades para legitimar decisiones que ya se habían tomado, la simulación de esta participación, la posible generación y exacerbación de conflictos sociales y la relevancia y necesidad de participación de agentes que pueden o no estar interesados en ella (Cooke, 2001; Guzmán, 2012; Hickey & Mohan, 2004; Pérez & Zizumbo, 2014). Al tener en cuenta las experiencias participativas de distintos actores con diferentes motivaciones y esfuerzos, cabe plantearse cuáles han sido los factores condicionantes para la generación de procesos participativos en la gestión de proyectos de turismo alternativo en México.
El presente artículo indaga sobre esta interrogante al discutir la participación comunitaria en el contexto del turismo alternativo en comunidades indígenas en México. Al inicio, se aporta una definición de la participación comunitaria y se distinguen niveles de participación en los que la comunidad se involucra. Se parte de la premisa de que en el contexto de la gestión de turismo alternativo en comunidades indígenas existe un conjunto de factores comunes que posibilitan una participación amplia y significativa de sus miembros. Esto coadyuva a una mejor gestión de las empresas comunitarias y, por ende, genera mejores resultados, lo cual se traduce en mayores beneficios directos e indirectos de la actividad para la población.
Como casos de estudio, se presentan cuatro empresas comunitarias en localidades con ascendencia indígena en distintos lugares de México. Se describen los diferentes contextos de estos proyectos y las experiencias en torno a la participación comunitaria; asimismo se analiza la participación con base en los niveles propuestos. Los contrastes entre éstas relativas a la gestión del turismo alternativo y sus recursos naturales y culturales permiten vislumbrar los factores que coadyuvan en la mejor participación en proyectos y empresas de este tipo. Asimismo, los casos siguen, grosso modo, alguno de los niveles participativos, pero bajo sus propias situaciones particulares, lo cual se discute en el apartado de conclusiones del artículo.
La participación comunitaria
El concepto de participación comunitaria ha sido utilizado en muy distintos ámbitos desde la década de los sesenta del siglo XX y, más recientemente, como un importante requisito en los procesos de desarrollo local y los que lo afectan (Kearney, 2004; Mathbor, 2008). En el contexto comunitario, la participación conlleva el involucramiento de los individuos miembros de la comunidad en la toma de decisiones sobre asuntos que tienen el potencial de afectar sus vidas (Molina et al., 2008). En este sentido, a pesar de que los individuos pueden o no estar interesados en participar de forma activa, debe presentarse la posibilidad de poder participar (Burns, Heywood, Taylor, Wilde, & Wilson, 2004).
Existe una tendencia en la literatura relacionada la participación comunitaria a dividir a los participantes en dos grupos, sobre todo cuando se trata desde una orientación hacia proyectos de desarrollo: los facilitadores y organizadores del evento participativo y los beneficiarios o participantes comunitarios (Burns et al., 2004; Kearney, 2004; Mathbor, 2008). Sin embargo, tal como lo argumentan Vázquez y Gómez (2006), una verdadera participación comunitaria (y no solo involucramiento parcial de la comunidad) nace y se desarrolla desde el seno de la comunidad, proporcionándose sus propios espacios para la participación sin interferencia externa.
La participación comunitaria se puede entender como un fenómeno con diferentes estados de desarrollo. Así, Tosun (1999:118) realiza una tipología de la participación comunitaria, ubicándola como un concepto multidimensional. Asimismo, describe tres diferentes tipos de participación comunitaria, como se muestra en la Tabla 1.
Tipo de P.C. | Características |
---|---|
Espontánea | De abajo hacia arriba; directa; participación en el proceso entero de desarrollo incluida la toma de decisiones, implementación, distribución de beneficios y monitoreo; participación auténtica; coproducción; planeación por sí mismos. |
Inducida | De arriba hacia abajo; pasiva; formal; mayormente indirecta; representa cierto grado de formulismo; participación en la implementación y distribución de beneficios. |
Coercitiva | De arriba hacia abajo; indirecta e informal; participación en la implementación, pero no necesariamente en la distribución de beneficios; representa paternalismo, alto grado de formulismo y manipulación. |
Fuente: Tosun, 1999
De esta forma, Tosun (1999:118) presenta un continuum entre los tres tipos de colaboración en la que la participación espontánea representa el nivel ideal. En ella, los proyectos turísticos tendrían su concepción en el seno de la misma comunidad. Por su parte, la participación coercitiva tiene el nivel más bajo de participación comunitaria, desempeña un papel de formulismo, primordialmente para la legitimización de los procesos democráticos del Estado.
Al igual que Tosun, Geilfus (2008: 03) desarrolla una tipología de valores participativos en la comunidad. Geilfus define a la participación comunitaria de forma muy general como un proceso por el cual la gente se ve involucrada de menor o mayor grado en acciones para el desarrollo. Su tipología incluye siete niveles de participación (Tabla 2).
7.- Desarrollo endógeno | Grupos locales organizados toman la iniciativa, sin esperar una contribución externa. Los agentes externos asumen un rol de asesoría, actuando como socios. |
6.- Participación interactiva | Los grupos locales organizados participan en el diseño, implementación y evaluación del proyecto. Esto requiere un proceso sistemático de aprendizaje, así como una transición progresiva hacia el control y gestión local. |
5.- Participación funcional | Las personas participan formando grupos de trabajo para satisfacer los objetivos del proyecto. No tienen un rol en el diseño del proyecto, pero son tomados en cuenta durante el proceso de ajustes. |
4.- Participación con base en incentivos | La comunidad participa principalmente con mano de obra u otros recursos a cambio de ciertos incentivos (bienes materiales o capacitación). |
3.- Consulta | Actores externos consultan a la comunidad y escuchan sus opiniones, sin embargo, la comunidad no tiene ninguna injerencia en las decisiones que resulten de estas sesiones. |
2.- Provisión de información | Los miembros de la comunidad participan en el llenado de encuestas o cuestionarios; ellos no tienen ninguna participación en el uso de esta información. |
1.- Pasividad | Las personas participan cuando se les dice, no tienen ninguna influencia sobre las decisiones o la implementación del proyecto. |
Fuente: Geilfus, 2008: 03
Es importante subrayar que ni la clasificación de Geilfus, como tampoco la de Tosun y otras similares, contemplan factores internos en la comunidad que inciden en la participación y su dinamismo conforme avanza un proyecto de producción en la que se esté involucrando a sus miembros. Entre estos factores se encuentran la cohesión social, o la colaboración hacia el interior y exterior de la comunidad, entre otros (Fernández & Martínez, 2010; Okazaki, 2008).
Un aporte que sí integra esta dinámica es presentado por Okazaki (2008:513) quien formuló un modelo de participación en el turismo comunitario que considera elementos centrales del turismo alternativo en comunidades de países en vías de desarrollo. Su propuesta involucra una variedad de grupos y actores interesados y opera bajo diferentes perspectivas; por una parte los procesos de colaboración entre la comunidad y los diversos actores, es decir la articulación de asociaciones de la comunidad con el exterior y, por otro lado, el capital social en la comunidad, que comprende las relaciones de reciprocidad que promueven la solidaridad y cohesión entre sus miembros, así como de éstos hacia el exterior (Barroso, 2007; Zizumbo, 2013).
Estos dos conceptos integrados al modelo de Okazaki son respaldados por tres importantes aportes teórico-conceptuales: la clasificación de la participación ciudadana de Arnstein, conocida como la Escalera de la Participación (1969), las teorías de colaboración de Getz y Jamal (1994, 1995) y Selin y Chávez (1995), y la teoría del capital social (Coleman, 1988; Putnam, 2000; Portes, 1998) citados por Okazaki (2008).
En su aporte original, Okazaki se basó en la clasificación de Arnstein, que aplicó a un caso de estudio de turismo comunitario. Este artículo retoma el aporte de Okazaki y propone integrarlo en la propuesta de Geilfus (2008), ya que tiene en cuenta las particularidades de la participación comunitaria (y no ciudadana) y los fines que ésta persigue. Al mismo tiempo, se empleó la tipología de Tosun de la participación comunitaria, con base en el paralelismo con los tres grandes rasgos que de acuerdo Arnstein dividen a su escalera, i.e. la no-participación, los grados de formulismo ciudadano y los grados de poder ciudadano (Arnstein, 1969, citado por Fernández, 2011). Estas etapas, de acuerdo con Tosun, se dividen en la participación coercitiva, aquella que es inducida y la espontánea. El resultado del replanteamiento del modelo de Okazaki se muestra en la Figura 1.
Conforme al modelo, la participación de la comunidad se comporta de acuerdo con las variables del “capital social de enlace-unión” en la comunidad, presentado en un eje vertical, que a su vez integra los distintos niveles de la participación (tipologías de Tosun y Geilfus). El eje horizontal del modelo presenta el “capital social de puente” o hacia afuera de la comunidad, en el que también se expresan distintas fases de un proceso de colaboración entre diferentes agentes externos y la comunidad. En este sentido, conforme una comunidad intensifica los niveles de participación comunitaria, incrementa también el capital social de unión y enlace hacia la comunidad.
Asimismo, conforme la asociación y colaboración de la comunidad con agentes externos transite por distintas fases (desde los antecedentes, el planteamiento de un problema a solucionar u oportunidad a aprovechar, un planteamiento de dirección y estructuración y, por último, la generación de resultados palpables) su capital social de puente, es decir, de asociación, aumentará. Se trata entonces de un proceso dinámico donde pueden ocurrir distintos escenarios conforme avanza el nivel de participación. Por un lado, si la participación y asociaciones son exitosas, el capital social podría aumentar (escenario a); por otro lado, puede surgir un clímax seguido de una etapa donde la participación se detenga manteniéndose estable (escenario b); finalmente, si el proyecto o empresa comunitaria no es exitosa, la participación, al igual del capital social requerido, descendería nuevamente hasta un nivel inicial (escenario c).
Situación actual turismo alternativo en México
El turismo alternativo incluye el ecoturismo, el turismo rural, y el turismo de aventura (SECTUR, 2007). En México, este tipo de turismo se ha incluido en el discurso institucional del crecimiento económico de comunidades rurales, tanto indígenas como no-indígenas, como una alternativa para lograr su inclusión en modelo de desarrollo económico promovido por el Estado; sin embargo, resulta un tanto controvertido expresar un verdadero desarrollo en tanto se utiliza como un sinónimo de crecimiento en un sentido más amplio, al tiempo que soslaya los aspectos sociales y ambientales inherentes al impulso de las actividades económicas (Ayala et al., 1979).
De acuerdo con las características del territorio y sus recursos bioculturales, se ha tomado como estandarte al turismo como un instrumento que permita capitalizarlos, en tanto beneficia a las comunidades en el ámbito económico, logra fortalecer la identidad colectiva de la cultura y conserva los ecosistemas locales. Bajo esta perspectiva, el turismo alternativo se presenta en el entorno rural mexicano como una opción para rescatar un modelo desgastado y en crisis en donde las actividades de producción tradicionales habían sido erosionadas por la globalización y proporcionaban apenas un sustento para los núcleos familiares marginados (López, 2012b; Sánchez et al., 2013).
A pesar de su inclusión en la agenda oficial y la inversión significativa en estudios de factibilidad de la actividad en el territorio nacional y proyectos de producción abocados al turismo alternativo, el crecimiento de la actividad ha sido modesto y pasivo, cuando se compara con el turismo tradicional (Guerrero, 2010). Sin embargo, el potencial es mayor debido a varios factores presentes en el territorio mexicano. Por un lado, se encuentra el potencial de la oferta y la coyuntura del mercado, su cercanía con los mercados emisores de turistas interesados en actividades de contacto con comunidades y ecosistemas locales, particularmente Estados Unidos y Canadá, observable en los flujos anuales de visitantes internacionales al país (SECTUR, 2018).
Igualmente, cuenta con una demanda doméstica creciente de estos servicios. También se debe mencionar la declaración de áreas naturales protegidas en el nivel estatal y nacional y la multiplicidad de ambientes naturales propicios para estas actividades en dichas áreas, así como la multitud de expresiones culturales ligadas a estos territorios, es decir, las expresiones bioculturales. Por otra parte, es importante destacar el papel fundamental de las ONG nacionales e internacionales en asociación con comunidades rurales, el rol de la iniciativa privada en la inversión de capital y la creación de la Asociación Mexicana de Turismo de Aventura y Ecoturismo A.C. (AMTAVE) desde mediados de la década de los 90 del siglo pasado (Guerrero, 2010).
En México, las comunidades que han adoptado entre sus estrategias al turismo alternativo como una opción para la diversificación económica lo han hecho con una variedad de esquemas de gestión y bajo distintas asociaciones con agentes externos, con apoyos desde instituciones académicas, gubernamentales y organizaciones sin fines de lucro que proveen de recursos financieros, estudios, investigación o capacitación en cuestiones organizacionales, operativas y gerenciales ( G. López, 2012b). Asimismo, estas empresas de turismo alternativo se encuentran en su mayoría organizadas y constituidas como microempresas familiares, o bien organizadas en torno a organizaciones ejidales o comunales que utilizan las formas organizativas ya existentes en la comunidad (Fernández, 2011; Sánchez et al., 2013).
Un sector de comunidades receptoras de turismo alternativo que ha adquirido especial relevancia, tanto en la promoción oficial por parte del Estado en sus distintos niveles así como por el atractivo de sus elementos culturales, son los pueblos y comunidades indígenas (G. López, 2012b). Si bien es posible encontrarlos en casi todos los estados del país, existe una mayor densidad de población indígena al sur de México, principalmente en zonas rurales de los estados de Chiapas y Oaxaca.
Algunos de estos grupos fueron despojados de sus tierras durante la época Colonial y el siglo XIX, por lo que se refugiaron cada vez más en regiones de difícil acceso. Esto explica, en parte, que en aéreas naturales protegidas o prioritarias para la conservación exista población indígena ( F. López, 2012; Navarrete, 2008). Debido a la convergencia entre los atractivos naturales en los territorios que estos pueblos custodian y su alta riqueza cultural, aunado a su situación económica vulnerable y marginada, el turismo alternativo se ha constituido como una opción para su desarrollo (Juárez & Ramírez, 2010). Una influencia destacada en este sentido lo ha logrado el Programa de Turismo Alternativo en Zonas Indígenas que se ha dedicado al financiamiento de este tipo de iniciativas. Así, en el 2013 el programa ejecutó 286 proyectos en pueblos y comunidades indígenas alrededor del país, que abarcaron los rubros de infraestructura, promoción, y capacitación, entre otros (CDI, 2013).
Criterios de selección de los casos estudio examinados
El uso del modelo de Okazaki supone la existencia de un proyecto de turismo alternativo en comunidades rurales y su asociación con agentes externos para ser analizados en el contexto local en el que se encuentran. Por ello, se realizó una selección de proyectos o empresas que ofrecen servicios de turismo alternativo y que cuentan con un tipo de gestión comunitaria (Tabla 3). Cabe mencionar, que se procuró integrar casos con características divergentes en relación con la etnia, recursos naturales, atractivos turísticos, ubicación geográfica, así como el grado de participación que evidencian.
Caso de estudio | Tipo de recursos naturales o culturales de interés turístico | Grupo étnico | Localización | Características de participación |
Ecoturixtlán Shia Rua Via | Bosques de pino-encino y mesófilo de montaña | Zapoteca | Ixtlán de Juárez, Oaxaca | Alto nivel de participación |
Empresa comunitaria Taselotzin entre otras | Pueblo Mágico | Nahua | Cuetzalan, Puebla | Perspectiva de género en la participación |
Metzabok y Nahá | Selva, zona hidrológica | Lacandón | Metzabok y Nahá, Chiapas | Participación en nivel medio |
Ecoturismo Comunitario Tlahuica | Bosque pino-encino, zona hidrológica (Lagunas de Zempoala) | Tlahuica | San Juan Atzingo, Edo. de México | Conflictos intracomunitarios y baja participación |
Como se aprecia en la Tabla anterior, se presenta una selección de casos que denotan la riqueza y variedad de recursos turísticos naturales, así como la diversidad de grupos étnicos. Asimismo, los casos seleccionados tienen situaciones contrastantes con respecto a la participación que tiene la comunidad en cada uno de ellos y permiten dilucidar el complejo proceso que entraña la participación comunitaria indígena correspondiente al turismo alternativo mexicano. Además, se encuentran distribuidos en regiones con ambientes naturales y contextos geográficos disímiles (Figura 2).
Participación comunitaria en los casos de estudio seleccionados
Caso 1. Ecoturixtlán Shia Rua Via es una empresa comunitaria en el municipio de Ixtlán de Juárez en la Sierra Juárez de Oaxaca, un área prioritaria para la conservación (CONABIO, 2010). El proyecto inició en 1996 por comuneros interesados en turismo alternativo, y con el aprovechamiento de los bosques de pino-encino, principalmente (Acosta, Sastre, & Ramos, 2010). Se constituyó una sociedad de producción rural de responsabilidad ilimitada (S.P.R. de R.I.)2 que ofrecía recorridos en los bosques, alojamiento y comida en casas particulares, y contaba con comedores dentro de la misma comunidad (Paz, Fuentes, Ruíz, & Aquino, 2012). La asamblea general de comuneros gestionó recursos por medio de la Comisión Nacional para el Desarrollo de Pueblos Indígenas (CDI) y aprobó el uso de terrenos comunales expresamente para el desarrollo de actividades turísticas. Se construyeron 13 cabañas, un restaurante y salón de reuniones para uso de los turistas. En 2015, Ecoturixtlán tenía una capacidad para 60 turistas, y generaba empleos fijos a 15 personas de la comunidad. Entre las actividades que se realizan se encuentran recorridos guiados por el bosque mesófilo de montaña, ciclismo de montaña, juegos infantiles, tirolesa, y rapel, entre otras (Paz et al., 2012).
Desde su inicio, debido a que se trató de una iniciativa propia de la comunidad, el involucramiento de los comuneros en el proyecto y luego en la empresa comunitaria Ecoturixtlán fue extenso y profundo. Sin embargo, conforme la empresa se consolidó se integró a una red de empresas comunitarias dedicadas al turismo en la región (Red de Ecoturismo Sierra Juárez de Oaxaca), con lo que se cambiaron los esquemas organizativos y se profesionalizaron los servicios turísticos (Navarro, 2013a).
Se adoptó un esquema empresarial en el que la asamblea general de comuneros elige a un gerente, quien a la vez tiene libertad para tomar decisiones sobre la empresa. Los comuneros o familiares de comuneros que deseen formar parte de la empresa pueden hacerlo, sin embargo, existe una distinción entre los comuneros y sus familias que están representados en la asamblea comunitaria y las personas avecindadas que no tienen esta representación; de tal manera que, en Ixtlán de Juárez, los comuneros y sus familiares forman parte de una minoría en la comunidad, mientras que la mayoría no puede participar en los beneficios directos de la actividad (Navarro, 2013a).
Caso 2. Cuetzalan, cabecera municipal Cuetzalan del Progreso, se ubica en las estribaciones de la Sierra Norte de Puebla, México. Por su gran diversidad en expresiones culturales de los nahuas de la región, este sitio fue incorporado desde 2002 al programa turístico de Pueblos Mágicos.3 Con ello accedió a fondos gubernamentales para promoción turística que lo han convertido en un polo de desarrollo, logrando mayor difusión nacional e internacional (Martínez, 2003). En 1995, un grupo integrado por 45 mujeres indígenas de seis comunidades4 y agrupadas en la organización M.S.M. (Masehual Siuamej Mosenyolchicauanij, voz náhuatl que designa a las “mujeres que trabajan juntas y se apoyan”) fundó un proyecto de alojamiento para turismo alternativo (Taselotzin, 2015). El hotel Taselotzin fue financiado por varias organizaciones, como el entonces Instituto Nacional Indigenista, ahora Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), y el Fondo Nacional de Empresas Sociales y la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL).
Taselotzin ofrece servicio de hospedaje, venta de artesanías (elaboradas por un conjunto de 200 mujeres, que son socias integradas a la iniciativa Masehual), paseos a caballo, talleres sobre conocimientos de la medicina tradicional y recorridos guiados de turismo rural (Fernández & Martínez, 2010; Hernández, 2011). Esta iniciativa, junto con las de otras organizaciones asociadas a ella en Cuetzalan, también ha recibido apoyos para capacitación de servicios turísticos por la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL). Los beneficios económicos son repartidos entre las socias, sin embargo, también se reparten despensas entre las mujeres que no lo son y que se derivan de los beneficios económicos del hotel Taselotzin. Desde el 2010, las socias son parte de la Red de Turismo Indígena de México y de la Red Estatal de Turismo en Puebla (Taselotzin, 2015), lo que les ha permitido consolidar sus servicios y mantener contacto con organizaciones similares en la región.
Caso 3. Entre las cuencas del Valle de México y de los ríos Balsas y Lerma se encuentra la comunidad indígena San Juan Atzingo, en el municipio de Ocuilan, México; ahí se creó el Proyecto Ecoturístico Comunitario Pueblo Tlahuica San Juan Atzingo (ECT). La comunidad de San Juan Atzingo, de ascendencia Tlahuica, posee 25,000 ha de tierras comunales que colindan con el Área Natural Protegida Parque Nacional Lagunas de Zempoala y se traslapan en el predio perteneciente a la comunidad del Lago de Tonatiahua, lo que ha sido fuente de conflictos agrarios (Pérez & Zizumbo, 2014). La comunidad tiene un grado alto de marginación (-0.5354) ocasionado por la pobreza y la falta de oportunidades laborales (CONAPO, 2010). Esta situación ha propiciado la migración hacia los centros urbanos en la cercanía o al exterior de la república (Pérez & Zizumbo, 2014).
Por otra parte, desde hace varias décadas existe el problema ambiental de deforestación de bosques y subsisten conflictos agrarios dentro de la comunidad y con ejidos vecinos (INEGI, 2010; M. López, Sesmas, & Serrano, 2014). Pese a esto, la comunidad se organizó para aprovechar los restantes recursos forestales e hídricos mediante la iniciativa del turismo alternativo ECT y con el apoyo de organizaciones internacionales sin fines de lucro, organizaciones de la sociedad civil, la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) y la CDI, quienes han aportado montos significativos para la construcción de áreas de acampado, senderos interpretativos, miradores, guías de interpretación ambiental y material de difusión (Pérez & Zizumbo, 2014).
Al igual que Ixtlán de Juárez, en San Juan Atzingo opera un sistema de organización comunitaria con base en los usos, costumbres e instituciones indígenas, que tiene su origen en el periodo precolombino y ha persistido hasta la actualidad (Navarrete, 2008; Pérez & Zizumbo, 2014). Conforme con este sistema, los miembros de la comunidad deben cumplir desde jóvenes con funciones o cargos que avanzan en responsabilidad una vez que completan los niveles anteriores y que se asignan cíclicamente mediante un cuerpo gobernante general constituido por una asamblea de comuneros (M. López, 2014).
La existencia de esta estructura de operación y toma de decisiones facilitó la puesta en marcha del proyecto ETC; sin embargo, pese a la variedad de actores que han apoyado a la comunidad, la empresa comunitaria parecía ser inoperante en 2015, ya que la infraestructura que se construyó se abandonó y el interés por el turismo alternativo decayó. Lo anterior pone en evidencia el poco alcance que tuvieron las acciones de intervención en la adecuación del lugar para fortalecer las actividades de turismo alternativo (Pérez & Zizumbo, 2014).
Caso 4. Las comunidades de Metzabok (en lacandón “Dios hacedor de truenos”) y Nahá (“casa de agua”) se ubican en el municipio de Ocosingo, Chiapas, en la región de la Selva Lacandona. Desde 1998, esta zona fue decretada por la CONANP como Áreas de Protección de Flora y Fauna, con lo cual también surgió la posibilidad de su aprovechamiento como atractivos para el fomento de un turismo responsable con el entorno natural (Gómez, Mundo, & Rodríguez, 2010). Esta posibilidad se concretó luego que el Instituto Nacional Indigenista, ahora la CDI, en conjunto con la CONANP y, posteriormente con el Proyecto de Desarrollo Social Integrado y Sostenible (PRODESIS), otorgaron apoyo financiero para la construcción, de la infraestructura en Metzabok y la laguna del mismo nombre en el año 2000. Esta infraestructura se transformó luego en un campamento ecoturístico, donde se ofrecen recorridos guiados por la selva con los lacandones, navegación fluvial en kayak, natación y buceo en las lagunas, campismo y observación de flora y fauna, así como visitas al centro ceremonial y a cuevas con pinturas rupestres (Pastor, 2012).
En la comunidad de Nahá, a 20 minutos de Metzabok y todavía dentro de la ANP, se creó en el año 2000 el campamento ecoturístico Hach Winik Nahá financiado por la CDI. Aunado a la selva alta perennifolia, aquí se pueden encontrar las lagunas características del área protegida y una zona de bosque mesófilo de montaña (Gómez et al., 2010; Pastor, 2012).
A pesar del apoyo externo a los proyectos de Nahá y Metzabok, en 2015 son pocas las familias en ambas comunidades que estaban realmente involucradas en las actividades de turismo alternativo, en tanto existía un desencanto con lo que la actividad podría ofrecerles. En Metzabok, según Pastor (2012), solo tres familias se dedican al turismo alternativo, que no provee de empleo suficiente, situación que genera apatía en el resto de la comunidad. En el caso de Nahá, han desertado varias familias de la cooperativa fundada con apoyo de la CDI, ahora quedan sólo doce de las 52 que iniciaron como socias; los jefes de familia han dejado paulatinamente la organización a los jóvenes, quienes desean un mayor involucramiento (Pastor, 2012:105).
Discusión
Los casos mencionados, con la excepción de Ixtlán de Juárez, son comunidades con alto grado de marginación. Todas muestran una marcada dependencia hacia las actividades que significan el aprovechamiento de los ecosistemas (agricultura y explotación forestal) que se encuentran en sus territorios y, debido a las presiones externas y los mercados, han buscado fuentes complementarias de ingresos (Fernández, 2011; Navarro, 2013a). En correspondencia, el turismo alternativo se percibe como un complemento a las actividades primarias. En Ecoturixtlán, la extracción forestal sustentable, la producción de cosechas y, en menor medida, el comercio, tienen todavía el peso preponderante de las actividades económicas. Lo mismo sucede en San Juan de Atzingo y las comunidades lacandonas de Nahá y Metzabok. El caso particular lo constituye la organización Masehual; aquí los esposos trabajan en las actividades primarias mientras que las mujeres se dedican a la elaboración de artesanías y la administración del proyecto ecoturístico (Martínez, 2003; Navarro, 2013a; Pastor, 2012; Pérez & Zizumbo, 2014).
Con respecto a las formas organizativas, si bien existen ciertas diferencias acentuadas en cada uno de los casos de estudios, se basan todavía, grosso modo, en los modelos ancestrales de organización, que tienen como órganos máximos de toma de decisiones la autoridad de las asambleas de comuneros o jefes ancianos del grupo (Navarrete, 2008; Pastor, 2012). La excepción de este esquema está representada por las mujeres de Masehual, ya que, en contraposición a las normas comunales tradicionales, su organización es una actividad esencialmente femenina (Hernández, 2011). Así, el grupo Masehual es independiente de las asambleas de sus distintas comunidades, aun cuando se basa en los principios de comunalidad que ahí existen (Alberti, 1998; Sierra, 2009).
Asimismo, es importante recalcar la importancia de los ecosistemas de las comunidades como fuente de recursos de diversa índole y con una importante variedad de aprovechamientos. Así, se tiene la presencia de dos ANP, por un lado un parque nacional en el caso de Ecoturismo Comunitario Tlahuica y un Área de Protección de Flora y Fauna para las comunidades de Nahá y Metzabok. En ambos casos, en teoría, la presencia de un área natural protegida en algún grado coadyuva a la integración de una propuesta de turismo alternativo que viene implantado desde fuera con auspicios de agentes gubernamentales interesados en la conservación de estas áreas (Gómez et al., 2010; Pérez & Zizumbo, 2014).
Para Ecoturixtlán, el reconocimiento de la importancia de los ecosistemas viene más bien desde adentro de la comunidad. No existe una designación oficial por parte del Estado para sus territorios comunales como parte de una ANP, sino sólo como un área prioritaria para la conservación (Navarro, 2013a). El caso de Cuetzalan es singular en el sentido que los atractivos principales que forman parte del producto de turismo alternativo son de tipo cultural, en parte como resultado de su distinción dentro del programa federal de Pueblos Mágicos. Si bien se realizan recorridos guiados por las inmediaciones de Cuetzalan que buscan integrar los ecosistemas cercanos al proyecto turístico, éstos no incluyen a las comunidades de donde son originarias las mujeres que integran Masehual (Martínez, 2003).
Otra similitud que comparten en menor o mayor medida todos los casos que se presentan es la adopción de una estrategia de asociaciones por parte de las comunidades con una gama considerable de agentes externos. Las instituciones gubernamentales de nivel federal como la CDI tuvieron una fuerte incidencia en todos los casos; la CONANP solamente incidió en un caso. Las instituciones del Estado estuvieron presentes en el caso de PRODESIS en Chiapas, sin embargo, existe colaboración por parte de las secretarías de turismo estatales donde su ubican los otros proyectos.
A su vez, los gobiernos municipales tienen cierta interacción en todos los casos, sobre todo en la forma de apoyos focales. Las ONG internacionales o de nivel nacional participaron en los cuatro casos, lo cual demuestra la capacidad de gestión de las comunidades examinadas. Cabe mencionar a las instituciones de educación superior que aportaron trabajos valiosos de investigación e incluso capacitación, como es el caso en Ixtlán de Juárez y las comunidades de Nahá y Metzabok. Por último, también existen acuerdos con la iniciativa privada y algunos actores individuales interesados en la promoción de los proyectos de turismo alternativo (Gómez et al., 2010; G. López, 2012a; Navarro, 2013a).
Las relaciones con estos agentes externos interesados en el desarrollo de la actividad turística se caracterizaron por ser la provisión de financiamiento y respaldo técnico, lo cual llegó a generar, en algunos casos, cierta dependencia. Frecuentemente, fueron espontáneas o se dieron a partir de un proceso de gestión por parte de las comunidades. Sin embargo, en la mayoría de los casos estas relaciones fueron efímeras, una vez que se consiguieron las metas de construcción de infraestructura o capacitación, y no se acompañaron por un proceso adecuado de monitorización en el largo plazo (Gómez et al., 2010; Pérez & Zizumbo, 2014).
Por otro lado, la creación y sustento de redes con iniciativas similares en el contexto regional o incluso nacional son un común denominador en varios de los casos de estudio, principalmente el caso de Ecoturixtlán, cuyos integrantes son parte de una red regional, estatal e incluso nacional de turismo alternativo y de las mujeres de Taselotzin en Cuetzalan, cuya empresa también forma parte de redes similares. En el caso de Ecoturismo Comunitario Tlahuica y las comunidades de Nahá y Metzabok, la formación de redes en el nivel regional para consolidar circuitos de turismo alternativo es todavía una faltante (Pastor, 2012; Pérez & Zizumbo, 2014). Por último, en la Tabla 4 se sintetizan algunos datos relevantes que apoyan esta discusión.
Comunidad | Población al 2010 | Grado de marginación | Tipo de organización y tenencia de la tierra | Año de fundación del proyecto o empresa | Habitantes con participación directa | Redes y asociaciones |
Ixtlán de Juárez | 2718 | Bajo | Comunal | 1996 | 242 comuneros y 10 empleados | Red de Ecoturismo de la Sierra Juárez |
Cuetzalan | 59575 | Medio (Alto en las otras comunidades participantes) | Cooperativa y A. C. | 1985 (A.C); 1995 (hotel Taselotzin) | Alrededor de 100 mujeres socias de las seis comunidades | Red de turismo alternativo de la Sierra Norte de Puebla, Red de Turismo Indígena en México, Red Estatal de Turismo |
Metzabok-Nahá | 198 | Alto | Comunal | 2002 | Algunas familias, jóvenes interesados | Ninguna |
San Juan Atzingo | 949 | Ato | Ejidal | 2002 | 96 habitantes involucrados directamente; a 2014 eran pocos los interesados | Ninguna |
Por otra parte, la participación comunitaria ha seguido derroteros diferentes para los casos de estudio, aunque existe una similitud entre los casos de acuerdo con su evolución a lo largo de la existencia de la iniciativa. Específicamente, en tres de los casos de estudio (Ecoturixtlán, Metzabok-Nahá y ECT), existe un patrón de decaimiento del proyecto en algunas etapas, del interés de los organizadores por el turismo alternativo y, consecuentemente, de la participación activa y genuina de la población en la actividad. En Ecoturixtlán, si bien en un inicio la participación fue intensiva, marcada por la espontaneidad y la búsqueda de un desarrollo endógeno (ambos altos escalones de la participación), en la actualidad se le considera a la actividad como una empresa de entrenamiento para jóvenes, incapaz de producir los beneficios que sus otras actividades les reditúan (Navarro, 2013b). Algo similar ocurre en las comunidades lacandonas de Nahá y Metzabok, donde la euforia inicial dio lugar a un tímido interés por parte de pocas familias aún comprometidas con el proyecto.
En el caso de Ecoturismo Comunitario Tlahuica, el abandono de la infraestructura ha sido concomitante con el abandono del interés comunitario por el turismo alternativo (Navarro, 2013a; Pastor, 2012; Pérez & Zizumbo, 2014). Solo en el caso de la iniciativa de las mujeres Nahuas en las comunidades adyacentes a Cuetzalan el análisis sugiere que, hasta el momento, no ha decaído. De hecho, el interés y la participación son mayores en años recientes que en sus inicios, esto posiblemente como resultado del éxito económico que ha tenido la iniciativa, así como una administración adecuada del proyecto por parte de las indígenas de Masehual (Fernández & Martínez, 2010; Hernández, 2011).
Sin embargo, el grado en que el interés y la participación de las comunidades ha menguado a través del tiempo en cada caso de estudio difiere de manera notable. Asimismo, las razones para estos cambios son distintas de acuerdo con los contextos, organización, asociaciones y resultados que se han dado a raíz de la actividad turística en los casos examinados. Lo anterior sugiere que la participación comunitaria ha tomado distintos caminos y, para entender estos cambios es necesario analizar los proyectos bajo el enfoque del capital social en las comunidades, en la medida en que la fortaleza de éste tiene, entre sus características, la fuerza de sus instituciones tradicionales, la ausencia o el control efectivo de conflictos abiertos y divisivos entre los miembros o grupos fácticos que integran la comunidad y la existencia de relaciones de reciprocidad entre individuos, núcleos familiares y colectivos que evitan la exclusión de sectores importantes (Mattessich, 2009; Pérez & Zizumbo, 2014).
Los casos de estudio presentan algunas de estas problemáticas, en numerosos aspectos de forma muy marcada. En Ixtlán de Juárez se tiene la división inicial de comuneros y avecindados, en donde los primeros detentan los derechos sobre las tierras (Navarro, 2013a; Paz et al., 2012). Si bien existen lazos fuertes entre comuneros y no comuneros, tanto en el ámbito comercial, tradicional e incluso en el núcleo familiar, la distinción comunero-avecindado es una división crítica en la comunidad. En el caso del grupo de mujeres Nahuas de Masehual, la información disponible sobre las relaciones dentro de las comunidades en las que pertenecen es muy escasa. En este sentido, habría que hacer la distinción entre la comunidad que las mujeres forman como grupo organizado y las comunidades a las que pertenecen cercanas a Cuetzalan. En cuanto a la primera, la evidencia indica que el capital social de unión o enlace de la agrupación ha incrementado y que su organización es aún relevante en el nivel regional (Hernández, 2011).
Por otra parte, al examinar el caso de Ecoturismo Comunitario Tlahuica en San Juan Atzingo, tal como exponen Pérez y Zizumbo (2014), la iniciativa ha logrado formar nuevos esquemas organizativos donde los jóvenes tienen mayor cabida en la toma de decisiones, sin embargo, la adopción del turismo no logró evitar el surgimiento de conflictos internos de grupos de poder y el comisariado de bienes comunales que, a la larga, significaron el abandono y desinterés por el turismo alternativo en la comunidad.
En el caso de las comunidades Nahá y Metzabok existe un conflicto generacional, ya que aun cuando el interés de las comunidades en general ha decaído, existe la intención de los jóvenes por integrarse a los proyectos de turismo existentes quienes, con nuevas ideas, buscaron el permiso de las autoridades mayores para la utilización de un predio comunal con el propósito de construir alojamiento para los turistas. Sin embargo, no han logrado obtenerlo, lo cual provocó un quiebre que ha dado lugar a que los jóvenes formularan su propia iniciativa, lo que ha generado una disminución del capital social de las comunidades (Pastor, 2012).
Conclusiones
El análisis expone una radiografía de los factores que se asocian con la participación comunitaria de los pueblos y comunidades indígenas de México, en donde existen proyectos de turismo alternativo. Es posible apreciar, entre otros fenómenos, la ejecución de buenas prácticas, la generación de conflictos en detrimento de la gestión del turismo alternativo, el desencanto y desinterés paulatino colectivo cuando este sector económico no es el paliativo mágico que prometía ser, la cooperación y colaboración a lo largo del camino con numerosos y variados actores, organizaciones e instituciones interesadas en promover esta modalidad recreativa y, en general, los esfuerzos de las comunidades, unas veces exitosos y en ocasiones no tanto, por promover la conservación de sus recursos naturales y sus tradiciones ancestrales (Martínez, 2003; Navarro, 2013a; Pastor, 2012; Pérez & Zizumbo, 2014). A continuación, se presentan algunas reflexiones puntuales a las que condujo la presente investigación:
Los esquemas organizativos aportados por la adopción del turismo como una estrategia de diversificación económica pueden ser compatibles con la organización de las comunidades basada en los usos, costumbres e instituciones comunitarias, como lo han logrado los proyectos de Ecoturixtlán y Masehual.
Las comunidades indígenas son grupos heterogéneos. Son un conjunto de unidades, individuos y núcleos familiares con intereses que se pueden contraponer, con relaciones de poder desiguales y que pueden colaborar o generar conflictos entre sí. Esto tiene implicaciones muy serias para el turismo alternativo y los agentes de cambio que pretendan estimular el desarrollo en comunidades indígenas.
En todos los casos expuestos el turismo alternativo, como un uso alternativo de los recursos del territorio, resulta de mayor interés para las nuevas generaciones. Son los jóvenes indígenas quienes tienen la capacidad de convertirse en el recurso humano para operar el turismo en sus comunidades, sin embargo, carecen de la capacidad para tomar decisiones sobre aquello que más les interesa. Esta carencia es producto de la distribución del poder en la comunidad, que detentan los adultos mayores.
De acuerdo con el modelo propuesto por Okazaki, la relación de las comunidades con los agentes externos debe ser un proceso cíclico, donde se evalúe continuamente el aporte de resultados. Sin embargo, una vez que han sido puestas en marcha, el monitoreo de los proyectos y empresas comunitarias es muy incipiente. Las capacidades gerenciales y administrativas son uno de los puntos débiles de los esquemas organizativos que adoptan las comunidades indígenas con sus propuestas para incentivar el turismo alternativo. En este sentido, el rol de los agentes externos debe poner énfasis en proveer los medios físicos y financieros para el desarrollo de las actividades turísticas, y la realización de estudios previos y posteriores.
Por último, es necesario enfatizar el rol de las redes regionales, estatales y nacionales de turismo y su importancia para consolidar el producto turístico que se ofrece. Las comunidades que han logrado cierto éxito con sus empresas de turismo alternativo han formado estas redes y participan activamente en ellas. Las redes de empresas de esta categoría proveen de publicidad y difusión a la comunidad para ser parte de un circuito o ruta, y son un medio para compartir experiencias y buenas prácticas.
Las clasificaciones y el modelo presentado en la investigación dan una pauta para abordar la complejidad de la participación en el turismo, sin embargo, como sugiere en análisis de los casos de estudio, la realidad de la participación en el contexto local resulta ser aún más compleja, y son espacios donde se entretejen situaciones sociales, ambientales, económicas y políticas que resultan en un collage difícil de rebasar en el contexto de un modelo de participación (Fernández, 2011).
La premisa principal de la investigación sostenía que, conforme se logra un mayor grado de participación comunitaria, mayores y mejores serían los beneficios y resultados para las comunidades, sin embargo, es importante matizar el hecho de participar; ¿Qué intereses existen detrás de la participación? ¿Es toda participación inherentemente benigna o es dependiente de quién, cómo y de qué forma lo hace? Y, como última implicación, ¿Es realmente necesaria la participación de todos los grupos, actores e interesados internos y externos en el mayor grado y durante el mayor tiempo? Estas interrogantes precisan la realización de un análisis más detallado mediante investigaciones en contextos donde el turismo alternativo de comunidades indígenas en México ha logrado, en mayor o menor medida, los objetivos y metas que se propuso de un inicio.