Introducción
La reflexión filosófica, social y política, así como el uso que hace Foucault del concepto biopolítica representa un cambio de pensamiento para interpretar la relación que existe entre la vida biológica del ser humano y las diversas formas del poder (Bazzicalupo 65). Es una propuesta conceptual que no se agota históricamente y se encuentra en plena vigencia en nuestros días, pues es usado en muchos campos de la ciencia y de muchas maneras.
La formación discursiva que supone la aportación más original y fecunda de Foucault sobre la biopolítica, la encontramos en los cursos en el Collège de France de mediados de los años setenta, así como en su libro: Historia de la sexualidad 1. La voluntad de saber y surgió del análisis genealógico de prácticas gubernamentales de los siglos XVII, XVIII y XIX que descubren a la vida biológica humana como objeto de las estrategias políticas, las regulaciones y las acciones gubernamentales sobre el cuerpo, el individuo y la población (Lemke 48-49).
Gilles Deleuze formuló esta importante pregunta para la exposición de la formación discursiva de la biopolítica propuesta por Foucault: “¿Qué quiere decir Foucault, en las páginas más bellas de La voluntad de saber?” (122). Interrogante que aún es actual, pues intenta examinar desde el pensamiento de Foucault la relación que existe entre la vida y la política. Para este filósofo francés, la vida biológica humana emergió de su basamento como un nuevo objeto del poder, cuando Foucault abandonó el modelo de soberanía para proporcionar otro disciplinario, de donde deviene el “biopoder” y la “biopolítica”. En palabras de Foucault:
“Por primera vez en la historia, sin duda, lo biológico se refleja en lo político; el hecho de vivir ya no es un basamento inaccesible que sólo emerge de tiempo en tiempo, en el azar de la muerte y su fatalidad; pasa en parte al control del saber y de intervención del poder” (133).
Sin embargo, desde que Foucault planteó ese vínculo tan complejo entre lo biológico y lo político, su reflexión se ha convertido en una actividad abierta, ya que el concepto de biopolítica no es absoluto ni cerrado (Cayuela). Ignacio Mendiola agudamente apunta:
“Concepto esquivo, escurridizo que, careciendo de límites prefijados, parece proyectarse sobre un ámbito ilimitado de problemáticas, pero, quizás, tampoco podría esperarse menos de un concepto que pone en relación dos cuestiones tan complejas en sí mismas como son las que aluden a la vida y a la política” (7).
En efecto, la biopolítica, a pesar de ser un concepto que puede carecer de límites, ha permitido una serie de interpretaciones alejadas, unas más que otras, del sentido original del discurso foucaultiano. Así, este término ha sido reformulado y problematizado por varios filósofos connotados como Agamben, Exposito, Negri, Hardt, entre otros, abriendo un nuevo horizonte teórico de comprensión para el estudio filosófico, social y político de la relación entre vida biológica humana y el poder, aún más amplio que la idea propuesta por Foucault (Hernández, Capital… 65).
Este artículo no pretende hacer un análisis exhaustivo sobre el concepto biopolítica de Foucault, mucho menos teorizar sobre cada elemento que lo conforma, nos conformaremos con indicar y describir brevemente las etapas más importantes en las que se ha desarrollado el concepto de biopolítica para hacer una serie de consideraciones de carácter expositivo y adquirir conocimientos sobre el sentido y estatuto teórico-conceptual originario de la biopolítica desde el pensamiento de Foucault.
El cuerpo una realidad biopolítica
La obra de Foucault puede ser entendida como un trabajo reflexivo y crítico que se desenvuelve en el tiempo en una unidad problemática cuya coherencia no es lineal sino compleja (Revel). Sin embargo, a pesar de su aparente discontinuidad, la obra foucaultiana tradicionalmente se secciona en tres etapas:2 arqueológica, genealógica y ética (Morey 311).3 Entonces, como punto de partida, ¿en dónde podemos situar el proceso de gestación del concepto de biopolítica en la obra de Foucault? Estudiosos de la lectura filosófica-política de Foucault sugieren que la biopolítica la podemos ubicar en la etapa genealógica y sobre el nodo “verdad-poder”.
El término biopolítica experimentó una gradual transformación dentro del discurso foucaultiano, el cual posee un antes y un después. Agamben y Salinas señalan que es posible entrever una noción primigenia de la biopolítica en una serie de conferencias que Foucault impartió en la Universidad de Rio de Janeiro entre 1973 y 19744 que se vinculan con algunas formulaciones ya vertidas en Vigilar y castigar.5 Por su parte, Roberto Esposito cuando reconstruyó la genealogía de la categoría de biopolítica, prestó atención a una realidad que Foucault expresó en la conferencia titulada: “El nacimiento de la medicina social”. Al caso vienen bien las palabras de Foucault:
El control de la sociedad sobre los individuos no se operó simplemente a través de la conciencia o de la ideología, sino que se ejerció en el cuerpo y con el cuerpo. Para la sociedad capitalista lo más importante era lo biopolítico, lo somático, lo corporal. El cuerpo es una realidad biopolítica; la medicina es una estrategia biopolítica (366).
Esto nos lleva a concluir algo sencillo, pero importante: por primera vez Foucault usa el concepto de biopolítica otorgándole un carácter dual. Por una parte, es un mecanismo de control que la sociedad capitalista ejerció en el y con el cuerpo de los individuos y, por otra, una estrategia de poder que se desarrolla en el ámbito de la medicina. Es un concepto poco robusto, pues, Foucault no lo desarrolla o lo explica (Salinas). Sin embargo, existen elementos que se destacan.
En primer lugar, este concepto emprendió la reinvención de un campo de análisis de un objeto que no es claro, pero que se intenta nombrar. Foucault ensayó varios términos como: somatocracia, medicina social, policía médica y nosopolítica y se quedó con biopolítica.6 Estas nociones serán descartadas en el desarrollo de trabajos posteriores. No obstante, a pesar de la importancia que le otorgan algunos autores como Agamben y Esposito, esta innovación léxica con sus diversas connotaciones parece carecer de relevancia en sí y es de carácter provisional.
En segundo lugar, otro elemento que vale la pena resaltar, es la importancia que posee el cuerpo. La biopolítica es principalmente una somatocracia, una forma de gobierno que se ejerce en los cuerpos y con los cuerpos como eje para desarrollo del capitalismo (Hernández, Lemke y Salinas). Esto es importante porque algunas formulaciones discursivas posteriores a Foucault enfatizan más el concepto de vida biológica de los seres humanos que de los cuerpos, colocándola en el centro de los diversos sistemas de control y regulación.7 En efecto, tradicionalmente los estudios filosóficos-políticos sobre la biopolítica siempre tiene como correlato la vida fisiológica y la población (Hernández, Capital… 20) o la nuda vida (Agamben), al punto que Roberto Esposito señala que no puede pensarse la vida biológica al margen de la política y, por el contrario, no existe poder externo a la vida, así como vida fuera las relaciones de poder.
Estatalización de los procesos biológicos
Como comúnmente se acepta que la formación discursiva del concepto biopolítica se ubica en dos textos capitales: Defender la sociedad8 y en La voluntad de saber. En realidad, son pocas páginas, pero, con ideas muy puntuales e importantes para reconstruir el estatuto teórico originario del término y, sin lugar a duda, es lo más conocido y divulgado sobre el tema (Salinas), al punto que, la expresión: “hacer vivir y dejar morir”, se ha convertido en un parámetro fundamental para construir definiciones posteriores.
En esta fase, la idea de biopolítica se forjó y se desarrolló al concebir a la población como nuevo objeto del ejercicio del poder; de diferenciar entre el biopoder y el poder soberano y de estatalizar lo biológico (Hernández, Foucault 179). Es evidente que Foucault abandonó el modelo jurídico de soberanía,9 según el cual presupone al individuo como sujeto de derechos, para dar cuenta de la génesis ideal del Estado y hacer de la ley una manifestación del poder.
Foucault se detuvo en el análisis del poder que se ejercía en el siglo XVIII, apuntando a un nuevo sentido de cómo se gobierna, es decir, al arte de gobernar (Castro-Gómez).10 Para el filósofo francés, la frase: “hacer vivir y dejar morir” tiene mayor sentido teórico-conceptual que: “hacer morir y dejar vivir” (Castro). Se trata de la biopolítica entendida como una “tecnología de poder”, propia del gobierno que está circunscrita en la demanda de perpetuar la vida de los hombres en el límite del hombre-especie.
El establecimiento de esta tecnología no disciplinaria,11 individualizante y concentrada en los procesos de vida, caracteriza un poder cuya función ya no es matar, sino inscribirse en la vida biológica del ser humano (Hernández, Capital…; Foucault 195)12. En palabras del filósofo francés:
A diferencia de la disciplina, que se dirige al cuerpo, esta nueva técnica de poder no disciplinario se aplica a la vida de los hombres e, incluso, se destina, por así decirlo, no al hombre/cuerpo sino al hombre vivo, al hombre ser viviente; en el límite, si lo prefieren, al hombre/especie. Más precisamente, diría lo siguiente: la disciplina trata de regir la multiplicidad de los hombres en la medida en que esa multiplicidad puede y debe resolverse en cuerpos individuales que hay que vigilar, adiestrar, utilizar y, eventualmente, castigar. Además, la nueva tecnología introducida está destinada a la multiplicidad de los hombres, pero no en cuanto se resumen en cuerpos sino en la medida en que forma, al contrario, una masa global, afectada por procesos de conjunto que son propios de la vida, como el nacimiento, la muerte, la producción, la enfermedad, etcétera (220).
El resultado es claro. La biopolítica es referida como una serie de mecanismos de regulación de un conjunto de procesos vitales, no de los cuerpos, sino de la población, como los nacimientos, las muertes, la longevidad, la higiene, el nivel de salud, etc., para controlar la vida de las personas en un esfuerzo por ajustar esos fenómenos a las técnicas de producción y a la acumulación de capital (Hernández, Foucault 179), asegurando el conglomerado de individuos como una “masa viviente” (Cayuela). De esta manera, los mencionados procesos vitales son los primeros objetos de saber y de control de la biopolítica (Agamben, Hernández y Lemke) que se constituye como una “racionalidad política de gestión” que tiene por objeto administrar la vida, estatalizando los procesos vitales (Hernández, Foucault 179).
En este sentido, si el poder que se ejerce sobre el cuerpo produce la individualización, lo que se sigue es la masificación. Foucault apuntó la existencia de una acción que es masificadora del hombre: “Por lo tanto, tras un primer ejercicio del poder sobre el cuerpo que se produce en el modo de la individualización, tenemos un segundo ejercicio que no es individualizador sino masificador, por decirlo así, que no se dirige al hombre/cuerpo sino al hombre-especie” (220).
Como consecuencia de este ejercicio masificador, Foucault sugirió que la población es el objeto de la biopolítica13. Es un cuerpo nuevo y múltiple que la racionalidad ocupa como un problema económico y político (Foucault, Defender la sociedad 220). También, es un tercer cuerpo que se contrasta, tanto del cuerpo social como del cuerpo individual. Lo que implica que la biopolítica designa un modo en el que el poder se hace cargo de los aspectos biológicos de la especie humana con el objeto de constituir un sistema de regulaciones de la vida para optimizarla (Hernández, Defender la sociedad 180).14
Si la población es objeto de la biopolítica, entonces, Foucault concluye: “Luego de la anatomopolítica del cuerpo humano, introducida durante el siglo xviii, vemos aparecer, a finales de éste, algo que ya no es esa anatomopolítica sino lo que yo llamaría una biopolítica de la especie humana” (Defender la sociedad 220). En consecuencia, la anatomopolítica es la intervención de la política sobre el cuerpo individual en forma de disciplinas y la biopolítica es el modo en que la política se ocupa de la vida biológica del hombre en su conjunto en forma de regulaciones (Hernández, Foucault 180).
Esas tecnologías son las dos formas principales a través de las cuales se desarrolló el biopoder. Son dos tecnologías políticas que concurren y se retroalimentan mutuamente y que debemos distinguir (Lemke). Una dirigida al “cuerpo-máquina” y, la otra, al “cuerpo-especie”, las cuales, son esenciales en la consolidación del sistema capitalista, pues, incorporan y disciplinan a los cuerpos en los circuitos de la producción, ajustando los fenómenos poblacionales a estos (Hernández, Foucault 181).
Un aspecto que es importante poner de relieve es que Foucault utilizó el concepto “biopoder”, unas veces como sinónimo de biopolítica, otras con un uso restringido a “tecnologías del biopoder”. En palabras un tanto desconcertantes de Foucault: “¿Cuál es el interés central en esa nueva tecnología del poder, esa biopolítica, ese biopoder que está estableciéndose?” (220). Foucault explicó el biopoder en contraste con el poder soberano, exponiendo algunas diferencias fundamentales: en primer lugar, el poder soberano se ejerce sobre en un territorio, por medio de la ley y como poder de dar muerte; en segundo lugar, el biopoder se ejerce sobre la población, a través de reglamentos y regulaciones y como poder de gestionar la vida (Salinas, “Biopolítica” 108).
No todo queda ahí. Foucault sostuvo que en el siglo xix tuvo lugar uno de los fenómenos fundamentales de la modernidad política: la estatalización de los procesos biológicos, es decir, la incorporación de los procesos vitales a los cálculos del Estado (Hernández y Salinas). Esto implica una transformación del Estado y tiene lugar en los procesos de control de la mortalidad y los nacimientos, en el tratamiento de las endemias, la realización de la seguridad social, a través de los seguros y de los sistemas de pensiones, etc. (Hernández, Foucault 183).
Por su parte, en La voluntad de saber, Foucault abordó sistemáticamente, por única y primera vez en sus libros publicados en vida, los términos de “biopoder” y “biopolítica” (215), de los que había hablado en sus conferencias en la Universidad de Rio de Janeiro 1973-1974 y en Defender la sociedad,15 para describir una forma de poder moderna que controla, administra la vida y el conjunto de procesos vitales de la especie humana (Hernández, Foucault 177).
Foucault (Historia de la sexualidad 9) realizó un análisis de los discursos sobre la sexualidad de la sociedad burguesa, los cuales, internan prácticas represivas influenciadas por la moral y desarrolló una crítica a estos, en cuanto se posesionan como verdad. En este sentido, la biopolítica es un dispositivo sobre el individuo (Choque) que, a partir del ejercicio del poder y su discurso, terminará ejerciendo una represión para controlar la vida. Esto, por muy abstracto que parezca, sirve para introducir el análisis del poder como soberanía.
En efecto, Foucault propuso una delimitación analítica e histórica de los diversos mecanismos de poder (Lemke 50) y los abordó ya no como una categoría de represión, sino de soberanía (Castro, Introducción… 99). Según Foucault, el poder soberano posee la nota de organizar relaciones de poder en forma de “deducciones”16 y tiene la singularidad de que puede disponer de la vida (Lemke 50-51). Así, tomó forma un poder que opera de manera inversa, el poder de hacer vivir o dejar morir, “el biopoder”, que se ejerce de manera positiva sobre la vida, busca administrar y aumentar sus fuerzas, para distribuirlas en un campo de valor y utilidad (Castro, Introducción… 100).17
El poder sobre la vida ha tenido su evolución en los siglos XVII, XVIII y XIX. De esta manera, el poder represivo sobre la muerte se subordina a un poder sobre la vida que tiene que ver menos con sujetos de derecho que con seres vivos (Lemke 51) y se desarrolla en dos ejes o direcciones diferentes y complementarias, a lo largo de las cuales se desplegó toda tecnología política de la vida (Castro, Introducción… 100).
Foucault estableció una polarización entre dos tecnologías de ese poder moderno (Hernández, Foucault 178). Esa polarización se desplaza en dos vías. Por un lado, una individualizante anatomopolítica del cuerpo humano. Son las disciplinas y la normalización del cuerpo de los individuos (observa al ser humano como máquina compleja y se formó a partir del siglo XVII). Es la primera articulación de la economía moderna, del poder centrado en el cuerpo como máquina para adiestrarlo, aumentar sus aptitudes, su utilidad y docilidad e integrarlo a sistemas de control eficaces y económicos (Foucault, Historia de la sexualidad 1 129). Por otro lado, “una biopolítica de las poblaciones” que es la normalización de la vida biológica (orientada a la especie y se formó a mediados del siglo XVIII) y se ha centrado en el cuerpo-especie, en la mecánica de lo viviente, desplegándose sobre la vida para gestionarla, administrarla y controlarla (Hernández, Foucault 178).
La anatomopolítica se vincula con determinados imperativos económicos y políticos que son el fundamento de su particularidad y su estatus como tecnología de poder (Lemke 51). Esto es, desde la perspectiva de Foucault, lo que caracteriza la política moderna que desarrolló todo un sistema de regulación de la vida para optimizar su rendimiento económico, en un contexto de racionalidad política, que busca aumentar las capacidades productivas de la población (Foucault, Vigilar y castigar 83).18
Pero, esto no es todo, la biopolítica sólo es una de las dos articulaciones del “biopoder”. Estas no son antitéticas, sino que constituyen dos polos de desarrollo enlazados por un haz intermedio de relaciones (Foucault, Historia de la sexualidad 1 129). En este sentido, Lemke sostiene que “individuo y masas, por ende, no son contradictorios, sino más bien dos lados de una tecnología amplia y política que apunta al mismo tiempo sobre el control del cuerpo-ser humano como la de especie-ser humano” (53).
Además, la biopolítica se esboza como esa técnica de poder sobre la gestión política de la vida biológica del ser humano puesta al servicio de los procesos productivos y del desarrollo de las instituciones (Castro, Introducción…; Hernández, Capital… y Foucault; Lemke). En palabras de Foucault:
Si el desarrollo de los grandes aparatos de Estado, como instituciones de poder, aseguraron el mantenimiento de las relaciones de producción, los rudimentos de anatomo y biopolítica, inventados en el siglo xviii como técnicas de poder presentes en todos los niveles del cuerpo social y utilizadas por instituciones muy diversas (la familia, el ejército, la escuela, la policía, la medicina individual o la administración de colectividades), actuaron en el terreno de los procesos económicos, de su desarrollo, de las fuerzas involucradas en ellos y que los sostienen (Historia de la sexualidad 1 131).
La estatalización de los procesos biológicos (Hernández, Foucault 177) da lugar a que la totalidad de las manifestaciones concretas de vida de una población sean objeto de una “tecnología de seguridad”. Ésta se dirige a los fenómenos de masa de una población y a sus variaciones para imposibilitar o nivelar los riesgos que se pueden causar como producto de la convivencia de una población como conjunto biológico (Lemke 52).
Gubernamentalización de la vida19
En Seguridad, territorio y población, Foucault introduce la noción de “dispositivo de seguridad” en relación con la biopolítica y a partir de las problemáticas de la población y la gestión del espacio en el siglo XVIII (Hernández, Foucault 185). En la lección inaugural, Foucault comentó que quería estudiar algo que llamó “biopoder” que “es el conjunto de mecanismos, según los cuales, aquello que, en el ser humano forma parte de sus rasgos biológicos fundamentales podrían ser parte de una política, una estrategia política, una estrategia general de poder” (15). Sin embargo, conforme a la dinámica propia del curso, Foucault abordó los dispositivos de seguridad para pasar luego a delinear lo que denominó una historia de la gubernamentalidad, posponiendo el tema de la biopolítica hasta el curso de 1979 que se denominó Nacimiento de la biopolítica (Castro-Gómez 53).
Hasta Seguridad, territorio y población, Foucault consideró a la biopolítica como algo preciso y delimitado: el cuerpo individual, la vida fisiológica y el cuerpo de la población (Hernández, Capital… 72). No obstante, este curso nos permite comprender cómo con el despliegue de los dispositivos de seguridad surge un conjunto supra individual que sólo existe a través del tratamiento estadístico y demográfico (Castro, Introducción… 107) que permiten aprender conceptualmente los fenómenos propios de la población y transformarlos en objetos de intervención (Hernández, Foucault 192).20
Para caracterizar a los dispositivos de seguridad, Foucault (Seguridad…) analizó la biopolítica en términos de gestión del espacio, refiriendo la lepra en la Edad Media; la peste en los siglos XVI y XVII y la viruela a partir del siglo XVIII que reflejan modos diferentes de gestionar el espacio.
De esta manera, en la Edad Media, el espacio se gestionaba con la exclusión de los leprosos, mediante normas jurídicas y religiosas (soberanía). Por su parte, durante los siglos XVI y XVII la gestión del espacio tenía que ver con la puesta en cuarentena, que implicaba una cuadriculación de regiones y lugares a través de disposiciones que indicaban cuándo salir, qué comer, qué contacto tener, cuándo presentarse ante el inspector, etc. (modelo disciplinario). Finalmente, es a partir del siglo XVIII cuando surge un nuevo modo de gestión del espacio,21 a través de las campañas medicas orientadas a erradicar los fenómenos tanto epidérmicos como endémicos (dispositivos de seguridad) (Hernández, Foucault 186). En palabras de Foucault: “la soberanía se ejerce en los límites de un territorio, la disciplina se ejerce sobre el cuerpo de los individuos y la seguridad, para terminar, se ejerce sobre el conjunto de una población” (Seguridad… 27).
Foucault advirtió que el espacio propio de seguridad lo constituye el medio,22 convirtiendo a este en un campo de intervención que les permite afectar a la multiplicidad de individuos que habitan en él (Castro, Introducción…; Echavarren; Hernández, Foucault). Lo que significa que tenemos una biopolítica de la población desde el momento en que los mecanismos de seguridad se ocupan de la salud, la higiene, la alimentación, la sexualidad, la natalidad o la mortalidad como series abiertas que hay que gestionar o regularizar (Hernández, Capital… 72).
A partir del curso Nacimiento de la biopolítica, se rebasa claramente la problemática originaria que acompañó al biopoder en su gestación en el discurso foucaultiano, se cambia (Castro-Gómez) no sólo la orientación y el análisis: de la guerra a la gubernamentalidad, sino incluso el objeto de análisis (Hernández, Capital… 72). Foucault colocó el tema de la biopolítica en un marco teórico más complejo. El punto central lo constituye la “formación de la gubernamentalidad” política en la conducción de los seres humanos (Lemke 61).
Foucault se proponía estudiar la problemática que presenta la práctica gubernamental por un conjunto de seres vivos: problemas de salud, higiene, longevidad, razas, etc. Sin embargo, se concentró en el marco institucional en el que se presentan estos problemas, el liberalismo y neoliberalismo (Echavarren 49). Foucault quiso desarrollar la transición de la pastoral a la biopolítica como un artificio político social, un dispositivo que al intercalar saber-poder-verdad se revela a manera de discursos jurídicos, médicos, religiosos y políticos que recaen sobre la población (Cano 141). En este análisis, la biopolítica se acerca a un significado decisivo, puesto que se encuentra estrechamente unido con la aparición de formas liberales de gobierno (Castro-Gómez).23
Esto significa entonces que Foucault entiende el liberalismo no como una teoría económica o una ideología política (Echavarren 49), sino como un arte especifico de conducción de conductas de los seres humanos que se orienta a la población y que coloca a la economía política como una técnica de intervención24. En el centro de la reflexión liberal se encuentra la racionalización de las prácticas de gobierno (Lemke 62).
El nuevo arte de gobierno que comienza a perfilarse a mediados del siglo XVIII examina si las prácticas de gubernamentales son necesarias o útiles o si, por el contrario, son superfluas o incluso perjudiciales (Castro, Introducción…; Castro-Gómez). En este contexto, Foucault le otorgó al concepto de tecnología de seguridad un nuevo significado en el cual comprende los dispositivos de seguridad como complementos y condiciones de posibilidad del liberalismo.
Pero esto, en realidad, no es problema. La tecnología de seguridad es lo contrario al sistema de disciplina que se origina desde una norma (prescriptiva). El punto de partida del sistema de seguridad es lo normal (empírico) que sirve como norma y permite más diferenciaciones. En lugar de que la realidad sea una adaptación de cifras y normas previamente definidas, la tecnología de seguridad toma la realidad como norma: como reparto estadístico de frecuencias, como tasa promedio de nacimientos, enfermedad, mortalidad, de infectados, etc. (Lemke 65).25
Es consenso ya hoy para los filósofos, sociólogos y politólogos que Foucault comprendió el liberalismo como régimen general de la biopolítica, lo que implicó un desplazamiento teórico-conceptual frente a sus trabajos pasados de las formas de poder biopolíticas, que eran unilaterales y acotados, pues, se concentraban particularmente a la política en el cuerpo/hombre y la vida biológica, así como la gestión de una población/especie (Castro-Gómez; Cayuela; Salinas, “Biopolítica”). Sin embargo, la presentación del concepto de gobierno amplía el cuestionamiento y el horizonte teórico, puesto que éste vincula la atención en las formas de ser físico-biológicas con el análisis de los procesos de subjetivación y los modos de existencia moral-políticos (Lemke 66)26.
La reformulación del concepto de biopolítica dentro de un análisis de gobierno representa una discontinuidad, pues, Foucault anuncia el giro investigativo que tomarían sus últimas obras sobre la ética o subjetividad (Castro-Gómez 11; Morey 311) y tiene cuestiones muy particulares que es importante resaltar. En primer lugar, Foucault realizó una reflexión sostenida del Estado. Esa perspectiva de análisis permite investigar las conexiones entre el ser físico y la existencia moral-política, es decir, cómo se convierten determinados objetos de conocimientos y experiencias del cuerpo en un problema moral, político o jurídico (Lemke 67).27 En segundo lugar, Nacimiento de la biopolítica es el único lugar en la obra foucaultina en el que se aborda la racionalidad política contemporánea y se pone atención a la relación entre las “tecnologías de seguridad” y las “prácticas de gobierno”.
Conclusiones
En el ámbito de la medicina social Foucault no creó ni definió con precisión el término biopolítica, sino que lo reinventa y lo problematiza (Bazzicalupo). Es posible entenderlo si recurrimos a su proceso de transformación discursiva. Este concepto está conformado fundamentalmente por “el dispositivo disciplinario” (orientado hacia el cuerpo individual), “los mecanismos reguladores” o “dispositivos de seguridad” (encargados de regular los procesos biológicos de conjunto de la población) y por “la soberanía” (centrado en las gestiones que se presentan en un territorio para administrar la vida). Estos elementos han constituido, desde su gestación, diversas formas de biopolítica asociadas a otras tantas gubernamentalidades o formas de gobierno, ya sean liberales o autoritarias, consideradas como mecanismos de conducción de conductas dentro de unas coordenadas históricas concretas (siglos XVII, XVIII y XIX).
La biopolítica, desde el estatuto teórico originario planteado por Foucault, ha permitido analizar, desde una perspectiva filosófica, social y política, aquellas relaciones de poder originadas y reproducidas en el corpus social que están vinculadas con el cuerpo, con la vida biológica del ser humano y la intervención y gestión gubernamental y que, para otros enfoques, pasan desapercibidas, otorgándoles una posición discursiva, según la cual, se pueden comprender y dar sentido a fenómenos actuales.
Hasta aquí ha de quedar claro lo siguiente: la biopolítica por su naturaleza es un término que históricamente no se agota, está vigente, se transforma y se adapta no sólo en la variación de su forma, sino también en las funciones, pues, el hombre moderno es una creación de su saber que ha vinculado su vida a la política para transformarla y ésta a su vez se transforma para alcanzarla. Como lo dice Foucault: “habría que hablar de biopolítica para designar lo que hace entrar a la vida y sus mecanismos en el dominio de los cálculos explícitos y convierte al poder-saber en un agente de transformación de la vida humana; esto no significa que la vida haya sido exhaustivamente sometida a técnicas que la dominen o administren; escapa de ellas sin cesar” (Historia de la sexualidad 1 133). El asunto es, pues, la provocación de una reflexión filosófica, social, económica, jurídica y política de nuestra realidad desde la biopolítica, que se desplaza, muta y evoluciona en el entramado de las relaciones de poder hacia un nuevo campo de estudio que seguro dará origen a nuevas discusiones como la neurobiopolítica.