La literatura occidental tiene un par de pilares, de acuerdo con Harold Bloom en El canon occidental (1994); tanto los poemas homéricos como la tradición judeocristiana, puntualmente recogida en la Biblia, y esta herencia es indeleble incluso en pleno siglo XXI, a pesar de que han pasado centurias desde la composición de aquellas obras. En este momento de la historia de la humanidad, estamos inmersos en un mundo en que las redes sociales son parte de nuestra cotidianidad.
En este artículo destacaré tres series -hay que recordar que Lauro Zavala afirma que “cada minificción suele pertenecer a una serie” (60)- de varias que se encuentran en el libro de minificciones de José Juan Aboytia, Museo de nimiedades (2022), a saber: lo bíblico, lo literario y las redes sociales. Otras de las series que pueden hallarse son la de lo cotidiano, la de la cultura popular y la de la escritura misma, por mencionar un trío más sin agotar todas las que conviven en este espacio textual. El libro tiene trece secciones: I. Vestíbulo; II. Exhibición temporal; III. Auditorio; IV. Área de folletos; V. Colección Términos que terminaron mal; VI. Exhibición permanente Papiros, pergaminos y hojas sueltas; VII. Biblioteca; VIII. Sala de juntas; IX. Sótano; X. Baños; XI. Estacionamiento y lugares reservados; XII. Exhibición pública Índice onomástico de autores/as; y XIII. Libro de visitas.
José Juan Aboytia1 (Ensenada, Baja California, México, 1974) es autor de los libros de cuentos Todo comenzó cuando alguien me llamó por mi nombre (2002), Contiene escenas de ficción explícita (2006) y De la vieja escuela (2016). En el género de minificción cuenta con los volúmenes Pretextos para una literatura inadjetiva (2015), ABC de la XYZ (2018), y Museo de nimiedades (2022). Asimismo, escribió la novela Ficción barata (Premio Estatal de Literatura de Baja California, 2008). Con la novela Paraíso difícil de roer (2021) obtuvo el Premio Chihuahua 2020, Vanguardia en Artes y Ciencias en el área de Literatura, género novela. Textos de Aboytia han sido antologados en Lados B, Narrativa de alto riesgo (2013), Nada podía salir mal (2017), Cortocircuito. Fusiones en la minificción (2018) y Cuentos policiacos de la frontera México-Estados Unidos (2014). Es coeditor de Manufractura de sueños, Literatura sobre la maquila en Ciudad Juárez (Colectivo Zurdo Mendieta, 2012), y Desierto en escarlata. Relatos criminales de Ciudad Juárez (2018).
El libro Museo de nimiedades de Aboytia concuerda con lo que Violeta Rojo explica acerca de la minificción, a la que clasifica como des-generada porque “revolotea entre diversas formas escogiendo en qué género insertarse” (383), además dirime lo siguiente: “es un texto literario que adopta las formas más variadas: cuento, relato, definición de diccionario, receta de cocina, nota periodística, ensayo, hagiografía, referencia histórica, poema en prosa, anuncio publicitario, anécdota, diálogo”, así como formas breves ancestrales, y puntualiza “estas apropiaciones genéticas las hace desde la ironía, la parodia y la visión alterna y el humor” (384). Esta concordancia se observa en Museo de nimiedades porque en el libro se encuentran desde minificciones “clásicas”, junto a definiciones sobre el género brevísimo, entradas de diccionario, citas apócrifas, listado de practicantes de la brevedad, anuncios publicitarios, microdiálogos, hasta textos de postis, entre otras formas, por ejemplo, en la sección “II. Exhibición temporal” -una suerte de decálogo de este tipo de escritura brevísima- se lee en el inicio de “Postis para un joven minificcionista II”: “1. Una minificción es un acto de rebeldía donde la brevedad se expande y lo efímero es perpetuo” (19).
La serie bíblica
Este apartado dentro del libro es explorado de diversas maneras y se hace tanto a partir del Antiguo como del Nuevo Testamento; aquí podrían sumarse aquellos que hablan del paraíso, el infierno, Dios y Satanás. En este volumen se insertan 18 textos con estos temas, sin contar algunos otros que tendrían que ver con una relación semántica con esta serie, así vemos las de la práctica cristiana católica, como confesiones, asistencia a misa y la fe, pero que no estoy contabilizando porque desbordarían la intención de este artículo.
De las 18 minificciones seleccionadas, cinco hablan de Adán y Eva, tres de Jesús, dos de Dios, dos del diablo, dos del arca de Noé, uno del Paraíso y uno del Infierno; a este listado habría que sumar uno que menciona a Dios y al diablo, el cual se encuentra en la sección “V. Colección Términos que terminaron mal”, la cual es una suerte de diccionario que está ordenado de manera alfabética; el texto al que aludo es “Hereje. Cerquita del Diablo, lejos de Dios” (46). En esta obra hay un doble juego, ya que la definición propuesta explica un desapego y distanciamiento de los preceptos judeocristianos, podríamos pensar, además, la palabra a definir está totalmente al contrario de la palabra Dios, es decir, hay una polarización extrema entre hereje y Dios; las palabras “Hereje” y “Dios” están visualmente en polos opuestos. En la historia de la humanidad, las herejías y los herejes han sido ubicados opuestos a Dios o a la religión oficial, aunque crean en alguna divinidad, con mayor razón si cuestionan al dogma dominante. De acuerdo con la definición del diccionario de la RAE, hereje es “Persona que niega alguno de los dogmas establecidos en una religión”. En este sentido, el que la palabra hereje quede encerrada detrás de un punto podría subrayar esa condición perseguida por estar alejada de los preceptos divinos, tal como le sucedió, por ejemplo, a Juana de Arco (1412-1431) y a Giordano Bruno (1548-1600), quienes murieron en la hoguera, condenados como herejes por la Iglesia.
Otro texto se encuentra en la letra B, “Bar. Antesala al paraíso o al infierno. Algunos se detendrán para olvidar; otros, para darse valor” (40). En esta minificción se presenta la dicotomía para escoger entre dos destinos, el bar ha sustituido al purgatorio en la creencia católica, y ahora se trata de este espacio transitorio en el que se puede beber alcohol antes de tomar la última decisión o bien, permanecer ahí de forma perenne olvidando. La voz narrativa afirma que todos se detienen por una razón u otra, no hay quien pase de largo esa antesala. El verbo en infinitivo hace pensar que algunas personas tratarían de olvidar quizá algún desamor, algún engaño o infidelidad o tal vez olvidar cuál era el lugar al que querían ir: infierno o paraíso.
No es un secreto que la figura principal del Nuevo Testamento es Jesús y los evangelios dan cuenta de su nacimiento sobrenatural, sus milagros y su ministerio, además de que se justifica la unión de la tradición judía con la cristiana. Uno de los textos relacionados con la figura de Jesucristo es el que se encuentra en la sección “III. Auditorios”, y se intitula “Hace tres días”: “Soñé a Lázaro. Creí que había muerto, aunque esta mañana, al toparme con él, se veía un poco turbado, pero enteramente vivo” (30). Hay un claro intertexto con el capítulo 11 del Evangelio de Juan, en el Nuevo Testamento, en el que se narra que este amigo de Jesús muere y después de que lleva cuatro días muerto y está en una sepultura a la antigua usanza hebrea, es decir, una cueva tapada con una roca, pide el maestro que muevan dicha piedra para hacer el milagro en el cuerpo descompuesto de Lázaro.
Hay un par de posibilidades de lectura en la unión del texto con el título. Nana Rodríguez Romero, cuando habla de elementos para el análisis de los minicuentos, explica la relación entre el título y el contenido discursivo: “Algunos minicuentos tienen una conexión íntima con el título, es decir, título y narración complementan el sentido de manera paradigmática” y “cuando el título no aparece literalmente en el texto, sino que se vuelve polisémico” (110). En el minicuento de Aboytia es posible establecer hay una relación complementaria entre el título y el resto de la narración, ya que parece que es Jesús quien habla desde el título y quien tiene la voz narrativa en esta obra. Aquí, se aventuran algunas posibles lecturas: primero, esos tres días a los que alude el título ubicaría el texto en un día de los anteriores a la muerte de Lázaro, pero en el que ya había visos de que estaba enfermo o que padecía algún mal, que, a la postre, lo llevaría a la muerte de la que Jesús lo resucitará; una segunda propuesta sería aquella en la que Jesucristo ya habría resucitado a Lázaro, tiempo después lo sueña, pero hay algo extraño en este amigo de Jesucristo, lo que no sería raro en alguien que vivió un momento traumático de la muerte y ha regresado al mundo de los vivos; y por último, tendríamos que quienes mueren en realidad son Jesús y Lázaro, al ver a Cristo que ha resucitado luego de tres días, se turba, queda perplejo.
Vale la pena destacar una minificción acerca de Dios y otra acerca del diablo y que están compuestas, como señalaba Violeta Rojo, de una forma des-generada, ya que se trata de una especie de listado en la sección “VI. Exhibición permanente Papiros, pergaminos y hojas sueltas” y que Aboytia organiza como puntos a realizar, en concreto los llama “Breve agenda de Dios”:
- Dar licencias, permisos y venias.
- Apretar sin ahorcar. Construir caminos misteriosos.
- Pagar con hijos a quien hace favores (Aboytia 73).
En esta minificción, Aboytia emplea la ironía, como la explica Rodríguez Romero: “La ironía es una paradoja semántica que consiste en burlarse, fina y disimuladamente, de algo o alguien que en apariencia se alaba. Como efecto estético es una forma de sugerir significados, que, a diferencia del humor, descompone la unidad contraponiendo los opuestos” (79). Este mismo tipo de ironía aparece en la misma sección citada, pero en el texto “Breve agenda del Diablo”:
- Chupar todo lo que cae al piso después de cinco segundos.
- Dejarse perder otra vez con el viejo sabio.
- Darle valor a cualquier cosa.
- Conocer lo que nadie sabe (Aboytia 73).
En ambos casos, las minificciones se presentan como si Dios y el diablo fueran unos burócratas, unos oficinistas que tienen una serie de tareas apuntadas en sus agendas para no olvidarlas. Y, contrario al caso anterior cuando se mencionó el ejemplo de Jesús, el cual tenía un intertexto doctrinal y libresco, en este caso, estamos ante la literatura de tradición oral y las tareas están ligadas a los refranes, dichos y creencias. Aunque la idea del misterio de los caminos de Dios proviene de Eclesiastés 11:5,2 lo que se ha popularizado es el dicho “Los caminos de Dios son misteriosos”. Es curioso, sin embargo, cómo dos figuras tan importantes y poderosas en muchos sentidos para el imaginario cristiano sean degradadas y convertidas por la cultura popular en simples oficinistas con superpoderes para cumplir caprichos y deseos humanos: “Dios se lo pague con hijos”, dice alguien cuando recibe un favor; “Sepa el diablo”, pronunciado ante el desconocimiento de una materia.
Es interesante resaltar un par de textos que se encuentran en la misma sección, el primero se titula “Antediluviana” y dice así: “A los pocos meses, el Arca de Noé fue embestida por grandes olas, los animales iban de un lado a otro. No todos encontraron el camino a sus corrales. Y así se crearon los animales fantásticos” (76). A pesar de que el mito del diluvio existe en muchas culturas antiguas, Aboytia recurre al pasaje bíblico del Génesis, se asume, porque tiene gran presencia en el mundo occidental. Así, el autor emplea el mismo tipo de explicación genética que se halla en las páginas del Antiguo Testamento para presentarnos el origen de las criaturas fantásticas, las cuales han maravillado desde antiguo a la humanidad. En este caso, de acuerdo con la explicación sobre género des-generado de Rojo, podríamos asistir a la creación de un versículo que sería susceptible de insertarse en el Antiguo Testamento, como adenda del capítulo 7 del Génesis.
El último texto que quiero resaltar en este apartado es “Fragmentos de Eva”, en el cual se lee lo siguiente: “Siempre siento polvo, polvo en mi cuerpo, en los ojos, en la boca, en las entrañas. Adán y yo sabemos de la desobediencia. Ahora todo está perdido. El Paraíso solo es una breve estancia. Empiezo a olvidar” (75). Para analizar este texto es preciso acudir a la propuesta que Lauro Zavala desarrolla para distinguir el minicuento de la minificción, de esta manera, el crítico señala que el primer género tiene ciertos rasgos que lo van a distinguir de la segunda, como el empleo de un narrador omnisciente que usa un tiempo secuencial para desarrollar las historias en un espacio verosímil, con unos personajes arquetípicos, presentados en un lenguaje literal, el género suele ser convencional, hay juegos intertextuales implícitos y su final es epifánico (56). Mientras que para el segundo caso, Zavala asegura que las ficciones modernas y posmodernas inician de formas enigmáticas, es decir, anafóricas, in medias res… y su desenlace es más bien un simulacro de final, a saber, es catafórico, está incompleto, esta conclusión da pie a otro plano, a un inicio más (57). Y subraya más adelante: “El indicio más seguro para reconocer una minificción consiste en la necesidad de releer el texto para reconocer sus formas de ironía inestable” (57).
Asimismo, Zavala subraya la distinción entre el minicuento y la minificción centrándose en el inicio y el final, mientras que en el primero se presenta un inicio catafórico, es decir, que se entiende a partir de lo que vendrá después y el final es anafórico, explicado por aquello que fue narrado, pasa algo diferente en la minificción, puesto que el inicio es anafórico, a saber, “cuando se inicia el texto ya ocurrió lo más importante” (58) y el final es catafórico, ya que se anuncia lo que ocurrirá en el lector cuando haya terminado la lectura y tenga que releer el texto para saber lo que ha sucedido.
De igual forma, Zavala hace hincapié en los elementos de la minificción moderna y experimental: “tiempos simultáneos, espacio anamórfico, ausencia de arquetipos, narrador irónico, lenguaje estilizado y final abierto” (59). En tanto que para la minificción posmoderna y lúdica destaca lo siguiente: “tiempo anafórico, espacio metonímico, narrador implícito, personajes alusivos, lenguaje metafórico, género alegórico, intertexto catafórico y final fractal, es decir, diferido, serial” (59).
Como podemos ver, “Fragmentos de Eva” corresponde a la categoría de una auténtica minificción de acuerdo con lo que postula Zavala, ya que tiene un inicio in medias res, lo más importante ya ocurrió al momento en que Eva narra lo que ha sucedido. Entonces, la voz narrativa es la de este personaje bíblico femenino, no ya un narrador omnisciente. Aunque el título sí podría pertenecer a un autor implícito, el cual indica que justamente lo que el lector va a leer son apenas algunos recuerdos de Eva, a saber, es el intento de una recuperación del pasado, de la memoria, del paraíso. También se puede leer el intertexto del Génesis, en el que se cuenta cómo Dios hizo al ser humano a partir del polvo y de darle vida con su propio aliento. Al señalar diferentes partes de su cuerpo, Eva rememora la materia de la que fueron creados ella y Adán. Además, hace alusión al castigo que recibieron por su desobediencia, la tierra en la que habitarían sería yerma, dura de cultivar y se alimentarían de cardos y espinos, y Dios los sentencia: “polvo eres y al polvo volverás” (Génesis 3:19).
Eva dice “El Paraíso sólo es una breve estancia”, y esto remite a varias discusiones y preocupaciones humanas a lo largo de la historia. Antonio Las Heras, en su Manual de psicología junguiana, expone que el arquetipo del paraíso perdido remite a “un supuesto recuerdo de un momento de la Humanidad original en que la vida era de armonía permanente” (86), y explica que dicho “arquetipo refiere a la necesidad de volver al estado de protección materno-paterna en que alguna vez nos encontramos siendo niños, momento en el cual todo era maravilloso justamente porque alguien cuidaba de nosotros” (87). De alguna manera, esta idea tiene que ver con las cinco edades de la humanidad, cuya primera es la de la raza de oro y que se va degenerando hasta llegar a la última raza, la cual “es la raza actual de hierro, descendientes indignos de la cuarta. Son degenerados, crueles, injustos, maliciosos, lujuriosos, malos hijos y traicioneros” (Graves 11). Esa edad de oro sería un equivalente del paraíso o bien, como en la tradición hindú, en la que el ciclo o mahayuga inicia con el Kritayuga, una edad de esplendor que se va llenando de tinieblas hasta que llega a la última edad, el Kaliyuga, esperando a que se reinicie el ciclo (Eliade 112-113). John Milton compuso un poema épico a propósito de este tema, El Paraíso perdido; el propio Aboytia tiene una minificción en la sección “V. Colección Términos que terminaron mal” del Museo de nimiedades, “Paraíso. Lugar donde fuimos expulsados, algunos le llaman vientre materno” (57). Esta idea remite al imaginario de que ese trauma del nacimiento es porque como seres humanos tenemos que dejar ese lugar placentero que es el vientre materno y después de ahí todo se vuelve difícil, demasiado frío o caluroso y polvoriento. Ese origen es el que se ha buscado explicar en mitos, leyendas, religiones, filosofía y ciencia. Sin embargo, Eva advierte al lector, “El Paraíso sólo es una breve estancia”, advertencia que invitará a preocuparse menos por ese pasado brevísimo, apenas una estancia en la existencia humana, Aboytia convierte la figura de Eva en una aforista, más que en la culpable de la expulsión paradisiaca. Si bien en esa advertencia o en ese aforismo no se invita a invertir el tiempo en otras búsquedas o preocupaciones, es posible que al menos llame a la conciencia de que se trata de un esfuerzo vano querer recuperar una pequeña estancia, comparada con la vastedad del universo y de la historia.
Por último, está el final de la minificción que concuerda con lo que define Zavala, ya que es un final catafórico, está abierto, incompleto, invita a releer la obra y pensar en lo que ha olvidado Eva, ¿por qué está contando esto? ¿El olvido es provocado por el tiempo que ha pasado desde la expulsión del Paraíso o es una decisión personal? Entonces hay que releer desde el inicio y pensar si los fragmentos de Eva son porciones de su memoria, de sus recuerdos o bien, si son estos aforismos que quiere transmitir para sus lectores. Así como Violeta Rojo hace la distinción entre quienes componen escrupulosamente y quienes desprestigian el género (377), podemos considerar que la minificción precedente entra en la primera categoría debido no sólo a su profundidad temática, sino también debido a la transformación de la figura mítica de Eva en una Eva contemporánea.
Serie literaria
Aunque parezca una perogrullada mencionar una serie literaria en las minificciones, puesto que es una de sus características, según explica Violeta Rojo: “porque de esa manera el lector conoce los antecedentes y el autor puede dar por sabidas muchas cosas” (376), lo cierto es que no todas las brevedades de Museo de nimiedades tienen un hipotexto, de acuerdo con la propuesta teórica de Gerard Genette, en Palimpsestos, en las obras literarias. Por esta razón, se distingue esta serie en el volumen de José Juan Aboytia, con una cantidad de 42 minificciones literarias, en las que destacan por aparecer en al menos un par de ocasiones, las alusiones a Franz Kafka, Max Aub, Godot de Samuel Beckett y sobresalen con tres menciones Ramón Gómez de la Serna y Augusto Monterroso, nombres que quizá puedan orientar a una posible biblioteca personal de Aboytia, junto al listado de 58 autoras y autores incluidos en la sección “XII. Exhibición pública: Índice onomástico de autores/ as”.
Dado que son numerosas las minificciones de esta serie, destacaré solamente algunas del presente volumen. Hay un juego intertextual con Max Aub en la sección “IX. Sótano”; así se lee en el primer texto: “Lo maté porque no leía a Max Aub” (95). Aboytia parece continuar la propuesta del escritor español exilado en México y que escribió, entre otras obras, el libro que se cita en la siguiente obra de la misma página: “Lo maté porque no me regresó mi libro de Crímenes ejemplares” (95). El libro de Aub es una de las aportaciones decisivas para la minificción mexicana junto a las canónicas menciones de Julio Torri, Juan José Arreola y Augusto Monterroso.3 En Crímenes ejemplares (1957), a saber, hay textos como el siguiente: “Lo maté porque no pensaba como yo” (55). La voz narrativa de la minificción de Aboytia sigue el ejemplo que ha leído en ese libro de Aub y lleva a cabo el asesinato, para continuar la serie iniciada a finales de la década de 1950. En estos dos casos iniciales de la sección, el autor de Museo de nimiedades proporciona una pista para lectores noveles que no tuvieran idea de estos textos de Aub.4 Así, estos primeros textos sirven de puente con la tradición mexicana de la minificción.
Otro texto que quisiera destacar está en la sección “VI. Área de folletos”, por cierto, la parte más expresamente intertextual con la literatura de todas las que componen el libro. Me refiero al relato que lleva por título “Bienes raíces Cortázar” y que expresa lo siguiente: “A la venta Casa Tomada. Las llaves están en la alcantarilla. La habitación del fondo es impenetrable. Tarifa especial a inquilinos con relaciones ambiguas” (34). Aunque Aboytia no nos relata todo el cuento “Casa tomada”, incluido en Bestiario (1951) de Julio Cortázar, sí aprovecha algunas pistas de este texto y las muestra como elementos de un escrito publicitario. Una vez más, se presenta la minificción como estrategia de lo des-generado que menciona Violeta Rojo. Esta minificción resulta curiosa, con cierto humor para el lector, pero cobra mayor relevancia si se tiene en cuenta el hipotexto cortazariano. Es decir, de acuerdo con lo planteado por la explicación de la parodia por Genette, hay una imitación, transformación o transposición de un texto anterior (17), en este caso, el cuento de Cortázar.
En la misma sección, destaco “Granjas Orwell”, en que se lee: “Porque unos dicen ser más animales que otros, aproveche la especial porcina. Aquí están los más cerdos. Lleve más tocino, más carnitas, más jamón, más menudencias” (35). Encuentra nuevamente el recurso del texto de tipo publicitario para remarcar lo des-generada que es la minificción. También hay un juego intertextual que dialoga de manera paródica con el hipotexto, en este caso, Rebelión en la granja (1945) de George Orwell. Hay que recordar que, en la novela del escritor británico, hay una revuelta de los animales contra los granjeros, pero pronto se quedan en el poder los cerdos y se vuelven peores que aquellos que fueron derribados. La minificción hace una crítica a los productores de carnes en tanto que los ubica como cerdos, nos dice que unos son cerdos y otros no, asegura “Aquí están los más cerdos”, lo que señalaría abusos, condiciones insalubres, sobreexplotación de los animales por parte de los seres humanos. A pesar del tono humorístico de la parodia, hace una crítica mordaz al consumismo y las formas de competir en ese mercado salvaje.
Una minificción que llama la atención por tres aspectos está en la sección “III. Auditorio”, valga la pena citar la obra completa: “La nueva minificción del Emperador…” (27).
En esta pieza claramente está la relación intertextual que remite al hipotexto del cuento incluido en la obra medieval El conde Lucanor (1330-1335) de Don Juan Manuel, cuyo texto se intitula “De lo que contesció a un rey con los burladores que fizieron el paño” y que reelabora Hans Christian Andersen en “El traje nuevo del emperador”. En pocas palabras, hay un engaño al monarca al que hacen salir desnudo a la calle porque le han dicho que le confeccionaron un traje que solamente ven los inteligentes y él, como no quiso pasar por alguien sin inteligencia se pasea desnudo hasta que alguien se atreve a decir que no lleva ningún traje puesto. Esta obra de Aboytia necesita el hipotexto para que tenga sentido el juego, porque de lo contrario se pensará que es una tomadura pelo. Asimismo, está reforzada la idea del título como parte complementaria y sustancial del texto, como explica Nana Rodríguez Romero. No sólo eso, sino que se presenta un silencio, como argumenta Francisca Noguerol, que le da densidad al texto y lo vuelve más complejo conceptualmente (10). De esta manera, con los tres puntos Aboytia prescinde de personajes, espacios, tiempo, para presentar la minificción que únicamente pueden leer los inteligentes. No obstante, el autor no se burla del lector, sino que lo hace partícipe de lo transgresora que es la minificción, ya que sin los elementos tradicionales que integran un cuento o relato, invade la mente del lector y ahí sucede la magia de la brevedad. En cuanto a estos géneros de la brevedad y la intertextualidad, conviene resaltar lo que explica Anna Boccuti: “Esta forma compleja de transtextualidad se revela muy adecuada para la microficción en tanto permite establecer relaciones con el hipotexto subyacente sin necesidad de explicitarlo, dejando a la actividad del lector la reconstrucción del discurso solamente aludido o citado” (4).
Un par más de minificciones en esta serie está en la ya citada sección “V. Colección Términos que terminaron mal”. En esta suerte de diccionario está la palabra “Kafkiano. Adjetivo no muy comprendido, pero sí muy utilizado” (50). Por un lado, está la relación con el escritor Franz Kafka, creador de La metamorfosis -aludida en otra sección del libro- y El castillo, entre otras muchas obras y, por otro lado, la crítica al empleo equivocado de palabras que no logran fijarse como uso corriente de la lengua. A manera de ejemplo, podemos referirnos a la palabra “maquiavélico”, al que muchas personas equiparan con diabólico.5 De igual forma, la entrada de esta definición remite a la situación que viven algunos personajes kafkianos en sus obras, seres que se encuentran en situaciones absurdas y no saben por qué razón, como Gregorio Samsa, quien una mañana se despierta y se da cuenta que se ha convertido en un bicho, o Josef K en El proceso, quien es detenido y lo llevan por distintos despachos, pero no sabe de qué lo acusan. Pareciera que muchas personas se encuentran encerradas en esos laberintos, orilladas a usar la palabra kafkiano, pero sin saber su real significado.
La última minificción a resaltar de esta serie está en la misma sección y se trata de “Dinosaurio. Recreación de Augusto Monterroso, condenado a referenciarlo, citarlo, parafrasearlo, versionarlo y despertarlo para que siga ahí” (42). Aboytia homenajea al escritor guatemalteco avecindado en México y creador de uno de los textos más paradigmáticos de la minificción. Se han escrito reelaboracciones, parodias, pastiches, se han compilado antologías, se ha convocado a coloquios, congresos y encuentros a propósito de “El dinosaurio” de Monterroso y seguirá sucediendo.6 Es una de las obras que más reacciones textuales ha generado en la historia de la literatura, ya que se trata de sólo siete palabras y hay cientos de páginas dedicadas a él. Esta grandeza la reconoce Aboytia y así lo plasma en otra minificción del libro, en la sección “II. Exhibición temporal”, una especie de decálogo, pero intitula “Postis para un joven minificcionista II”, en el punto diez, escribe lo siguiente: “Las minificciones pueden ser grandes, memorables, majestuosas, como ejemplo está ‘El dinosaurio’, de Augusto Monterroso. Sigue ahí y reinará todas las eras de la literatura breve” (20). Como cultivador del género, Aboytia tiene muy clara la tradición a la que se adscribe y la resalta sin cortapisa.
Como se ha dicho, hay una gran producción en esta serie literaria, pero con estos ejemplos es suficiente para entender cuáles son las formas en que se desarrollan los juegos intertextuales en Museo de nimiedades, entre la parodia, la crítica, el homenaje, la relectura, la reelaboración y, sobre todo, la invitación a leer más minificciones.
Serie de redes sociales
La última serie analizada es la dedicada a las redes sociales. Aquí encontraríamos diez textos que pueden dar cuenta de la relación que se tiene actualmente con este mundo virtual e internet, la mayoría de ellas están en la sección tipo diccionario: “V. Colección Términos que terminaron mal”. La primera minificción que se menciona es “Atípico. Que se está haciendo tendencia” (39). Violeta Rojo explica que, además de la brevedad en la minificción, la ironía, la reinterpretación y la parodia siempre están cerca (381). El autor proporciona una definición de manera irónica de un asunto cotidiano que se vive en redes sociales, como las tendencias o trendings y que precisamente se trata de eso: las anomalías de la cotidianidad de pronto se vuelven virales y todo mundo quiere participar de ello, incluso con finales grotescos, irreales por absurdos o funestos. Si antes la anomalía llevaba a pensar en malos augurios o maldiciones, como en el caso de los gemelos, según elucida René Girard (64), hoy en día, se busca destacar formando parte de esa anomalía porque se considera algo original, concepto caro a los románticos.
Un texto que critica los acosos en los nuevos ambientes que acompañan las tecnologías del siglo XXI es “Sexting. Mandar, de manera virtual, miserias reales” (60). Lauro Zavala menciona que “la minificción es el género más didáctico, lúdico, irónico y fronterizo de la literatura” (60). Y en este sentido, una obra como la citada, en medio de lo lúdico, hace hincapié en un asunto delicado que ya se está tipificando como delito en varias partes del mundo,7 ya que está afectando a toda la población, pero sobre todo a los sectores más jóvenes, infantes y adolescentes. Está presente, pues, la función didáctica a que alude Zavala en esta obra y cumple con lo fronterizo entre diccionario y ficción.
Un par de textos que tienen que ver con las fotografías también llaman la atención en esta sección, el primero es “Narcicismo. Selfie en todas las redes sociales” (54). Violeta Rojo advierte que “el mini de la ficción ocasiona que el autor deba recurrir asiduamente a la elipsis y los cuadros… los cuadros son intertextuales, por tanto se dan unos datos someros que se relacionan con las experiencias culturales previas” (1628). En este caso, hay un vínculo intertextual con el mito de Narciso, quien se enamora de sí mismo al verse reflejado en las aguas de un estanque y muere ahogado. Estas selfies que abundan en las diferentes redes sociales hablan de un enamoramiento de sí mismos, el embelesamiento de la propia imagen, como en el mito de Narciso. Se trata de otro mito reactualizado, como se vio en el caso de Eva. En este texto no sólo está ese vínculo, sino el que remite precisamente a Facebook, Instagram, Twitter, entre otras redes sociales con las que tiene contacto el lector de manera consuetudinaria. El ciberespacio está sobrepoblado por retratos narcisistas que la mayoría de los casos no corresponden con la realidad porque están mediados por distintos filtros y proporcionan una imagen ficcional que quizá pueda llevar, en última instancia, si no a la muerte, sí al desencanto. En el caso de Facebook, se estima que las imágenes que se usan de perfil están publicadas para generar impresiones positivas frente a las amistades, lo que incide en la autopercepción y en decisiones emocionales (García Murillo y Puerta-Cortés 29).
La siguiente minificción que se relaciona con la anterior y forma parte de lo que sería una miniserie es “Foto. Antes, captura artística del movimiento. Ahora, cualquier estupidez que comparten en las redes sociales”. En este texto tendríamos una crítica a la decadencia de lo que en un momento se consideró arte: la fotografía. La estupidez a que refiere la voz lexicográfica es tanto el acoso con el envío de miserias, como se lee en “Sexting”, como la sobrepublicación de selfies de “Narcicismo”. Esta minificción también puede leerse como una crítica a cualquier producción que en su momento fue artística y que ahora no pasa de ser una ocurrencia que busca tener likes, seguidores o suscriptores. Se busca la fama antes que la calidad. Este tipo de preocupaciones han pasado por la mente de escritores en distintos momentos de la historia literaria, verbigracia, Hermann Broch denunciaba una decadencia de la cultura europea y criticaba las nuevas corrientes del arte, que sólo apreciaba a los pintores Vicent Van Gogh y Oskar Kokoschka (Pérez Gay 32-33).
En “Dos palomitas azules” de la sección “VI. Exhibición permanente Papiros, pergaminos y hojas sueltas” se lee: “Vladimir y Estragón le mandaron a Godot un mensaje por WhatsApp. Él los dejó en visto” (75). Es una obra que tiene una clara relación intertextual, paródica, con la obra de teatro Esperando a Godot de Samuel Beckett, pero que lo hace ubicando la situación en una conversación en este medio tan empleado en la actualidad como es el WhatsApp o incluso un grupo en esta red social; hay una forma de saber si ya llegó el mensaje y fue leído: aparecen dos palomitas azules a un lado del mensaje. Entonces, se ve el vínculo directo con el título, como puntualiza Nana Rodríguez Romero cuando dice que todo el texto es una unidad integral. La explicación existencial de la obra del teatro del absurdo beckettiana se transforma aquí en un asunto de desidia o bien, despreocupación o indolencia.
La última obra que cabe destacar de esta serie está en la sección “X. Baños” y se pueden imaginar como pintas o rayaduras en las paredes de los sanitarios del museo. El texto no tiene título y se lee lo siguiente: “Se venden mariposas para el estómago por exceso de Me gusta, Me importa y Me encanta” (103). De nuevo, podríamos recurrir a Violeta Rojo, quien explica que “las historias en la minificción no están necesariamente explicitadas, sino que la participación del lector es la que completa lo propuesto por el autor” (380). Aunque este texto pueda leerse muy rápido, habría que detenerse a pensar en la idea presentada: un mundo actual preocupado más por sumar reacciones en Facebook que por tener experiencias significativas, como experimentar el enamoramiento o una aventura que desafíe los propios paradigmas. También se critica el mercantilismo al que hemos llegado como sociedad del siglo xxi que todo compra y vende, hasta las emociones, como estas mariposas para el estómago. Rosalba Campra señala que
“las microficciones […] se constituyen como una totalidad sólo si se reconocen los espacios en blanco, lo no dicho. Recurren a la generosidad del lector para integrar ese vacío, o para dejarlo abierto, pero percibido como parte esencial, fundante, de un relato cuya totalidad permanecerá huidiza” (169).
En ese sentido, esta obra de Aboytia se inscribe en los registros de la ciencia ficción en que los seres humanos ya están incapacitados para sentir emociones y tienen que comprarlas para saber qué se siente cuando alguien se enamora, puesto que esas capacidades se han atrofiado al pasar tanto tiempo frente a computadoras y dispositivos móviles que proveen la posibilidad de una conectividad mayor; sin embargo, nos mantiene aislados cada vez más.
Conclusiones
Como se ha podido observar, en Museo de nimiedades de José Juan Aboytia se seleccionaron tres series de microficciones: bíblica, literaria y de redes sociales. Estas series no son las únicas que pueden identificarse en el libro de este autor que se ha ido consolidando como uno de los referentes importantes de la minificción en México. En el análisis se pudo ver que hay un conocimiento de los géneros de la brevedad por parte del escritor mexicano, pero también de las diferentes tradiciones literarias. Esto es significativo, ya que la minificción aprovecha los diferentes repertorios, no sólo artísticos, sino culturales para demandar una participación mayor al lector y que pueda disfrutar de estos textos con la menor cantidad de elementos posibles.
En este sentido, se apreció la forma en que Aboytia actualiza mitos tanto bíblicos como clásicos y los presenta como parte de nuestra cotidianidad de una forma innovadora. Las microficciones y los minicuentos están muy relacionados con el humor, con la parodia y eso se ha dejado ver en los ejemplos citados a lo largo de este trabajo. Además, hay una labor concienzuda que lleva al autor a explorar las diferentes posibilidades de este género desgenerado. Estas series muestran también, no sólo el acervo de lecturas de este escritor, sino el diálogo que él entabla con la tradición minificcional en la que se respalda y en la que no se siente ajeno.
Por último, en este libro se ve la actualidad del tratamiento minificcional en su contacto con las actividades consuetudinarias como lo es el uso de las redes sociales. Las minificciones que presenta Aboytia tocan diversos temas a la luz de lo que se vive a diario, sin que caiga en trivialidades, al contrario, retoma lecturas clásicas, canónicas y las inserta en la actualidad, a través de reinterpretaciones o actualizaciones. Por esta razón, el volumen mencionado merece la pena ser leído y estudiado como elemento importante de la minificción contemporánea.