“No podemos seguir pidiendo un minuto de silencio por los desaparecidos, porque pedir un minuto de silencio por cada desaparecido y por cada asesinado en nuestro país, en nuestro estado, es quedarnos callados eternamente”.
Joven guerrerense, 29 de mayo de 2015.2
Introducción
En México, en los últimos años se ha gestado una coyuntura de participación política que ha dado lugar a diversas movilizaciones, destacan el movimiento YoSoy132 en 2012 que apostó por la democratización de los medios de comunicación y denunció el fraude electoral, las protestas de rechazo a las reformas estructurales entre 2013 y 2014 propuestas por el gobierno federal, la conformación de la resistencia que exigió justicia frente al gobierno por la desaparición de 43 estudiantes normalistas de la Escuela Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa en septiembre de 2014, y de manera reciente, las movilizaciones en contra de la violencia machista denominada “Vivas Nos Queremos” que tuvieron lugar en más de 20 ciudades del país en 2016. Cada experiencia de movilización ha interactuado frente a un conflicto distinto, sin embargo, esta diversidad a su vez estableció una dinámica de interpelación frente a causas que convocaron en mayor o menor medida a actores específicos, pero que contaron con un protagonismo juvenil importante.
En la desaparición de 43 y el asesinato de seis estudiantes normalistas en Iguala, Guerrero convergen diversos elementos del mosaico de las violencias del México contemporáneo. A partir de 2007 y como resultado de la guerra contra el narcotráfico iniciada por Felipe Calderón, el país al año 2012 contaba con más de 120 mil personas ejecutadas,3 y entre 2012 y 2016, durante el gobierno de Enrique Peña Nieto, el número de ejecutados sobrepasa los 78 mil, sumatoria que arroja casi 200 mil víctimas.4
Además, el Informe mundial 2015: los derechos valen aun en épocas difíciles de Human Rights Watch de 2015, en su capítulo dedicado a México, advierte la persistencia de la violación de los derechos humanos, ya sea a partir de los crímenes violentos y la falta de justicia para las víctimas de la violencia. Entre los temas de la actual crisis humanitaria destacan: los desaparecidos y las desapariciones forzadas,5 los graves abusos a los migrantes por parte del crimen organizado y las autoridades policiales y migratorias, las agresiones a los defensores de los derechos humanos y a periodistas, así como la corrupción y la ineficacia del sistema de justicia penal.6
Pero sobre todo, lo sucedido en Iguala coloca en primer plano dos problemáticas de manera evidente. La primera es la relación simbiótica del narcotráfico y los gobiernos mexicanos a nivel local y estatal, así como la incapacidad del gobierno federal de garantizar la defensa de la vida y de los derechos humanos. Además de Ayotzinapa,7 otras piezas del amplio escenario de las violencias incluyen el secuestro y asesinato de migrantes en San Fernando, Tamaulipas en 2011, las ejecuciones extrajudiciales de personas a manos del Ejército en Tlatlaya, Estado de México en 2014, y la geografía de las narco fosas en el territorio nacional, donde destacan los estados de Guerrero, Jalisco, Michoacán, Tamaulipas, Veracruz y Coahuila.8 La segunda es la vulnerabilidad de la condición juvenil que no sólo se recrea en escenarios de precarización y desigualdad que inhiben la movilidad social y proscriben los proyectos de vida, sino que también se inscribe en los escenarios de muerte donde los jóvenes son el principal sector de la sociedad que sufre las consecuencias de la violencia.9
Otras ideas complementarias que permiten avanzar en la comprensión del estado actual de vulnerabilidad e indefensión social frente a las violencias, además de la connivencia entre narco y Estado, y la responsabilidad de éste, remiten a cómo Ayotzinapa condensa las posibilidades del poder de la narcomáquina y cómo este incidente ha exigido prestar atención sobre la condición violenta que se experimenta cotidianamente. Según Reguillo, a partir de Löwy, la narcomáquina puede entenderse como la formación que emplea de manera intercambiable una diversidad de violencias de impronta estructural (violencia de los sistemas económicos, políticos y culturales sobre los cuerpos), histórica (violencia sobre los grupos vulnerables: mujeres, indígenas, jóvenes), disciplinante (violencia del castigo y el sometimiento), difusa (violencia de origen difuso), utilitaria (violencia y sus objetivos) y expresiva (proyección del poder).10
En ese sentido, en este texto reflexionaré sobre las protestas y acciones en solidaridad y exigencia de justicia respecto al conflicto de Ayotzinapa que se ha desarrollado en Guadalajara, entre octubre de 2014 y mayo de 2015, donde los jóvenes han sido actores clave de estas formas de participación política. De manera particular, analizaré la constitución, desarrollo y difusión de las acciones colectivas en el marco de las acciones globales por Ayotzinapa, que se definen por la apropiación y uso estratégico de las tecnologías comunicativas en los contextos de la resistencia para disputar significados culturales e interpelar a los actores políticos.
Los referentes empíricos constan del registro de la observación participante realizada en las protestas que tuvieron lugar en Guadalajara el 8 y 22 de octubre, el 14 y 20 de noviembre, el 1 de diciembre y el 26 de enero, así como las actividades del 21 de octubre y el 5 de noviembre desarrolladas por el colectivo Másde131iteso, con quienes sostuve algunas colaboraciones. Además, es importante destacar la condición dentro-fuera desde donde me aproximo a este objeto de estudio, una dimensión emtic que integra la perspectiva emic que refiere a las miradas de los activistas y la perspectiva etic que remite a quien investiga,11 posición privilegiada para el análisis de los movimientos sociales contemporáneos y las expresiones sociopolíticas.
Tiempos de participación política en México
Las diversas acciones colectivas y expresiones sociopolíticas de los años recientes en México pueden entenderse como parte de una coyuntura de participación política que se constituye a partir de causas y problemáticas que configuran una suma de malestares ciudadanos. El movimiento YoSoy132, las resistencias y movilizaciones como #Deténme1Dmx (2013) en contra de la violencia y la represión de la protesta detonada el 1 de diciembre de 2012, las desarrolladas frente a las reformas estructurales (2013-2014), la ley de telecomunicaciones (2014) o la desaparición de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa (2014), son elementos que configuran cierta intensidad de producción política en el país.12
Bajo el entendido de que una coyuntura se constituye de una articulación en diferentes contextos (temporalidades y espacialidades) que alude a un escenario de prácticas de lucha, negociación y resistencia; proceso que se construye y narra,13 la coyuntura de participación política se nutre de múltiples trayectorias de activismo, tanto amplias como emergentes, y abreva de experiencias como el zapatismo urbano, las movilizaciones en contra de la violencia ejercida a propósito del narcotráfico, las redes de activismo en contra la violencia de género, entre otras, que representan algunas de las piezas de ese gran rompecabezas del contrapoder en México que se ha gestado en los últimos 20 años.
Los elementos clave de la coyuntura actual aluden, por un lado, a una diversidad de disposiciones en la organización política, sean en sentido contencioso a partir de temas específicos o a través de agendas programáticas, y por otro lado, a la puesta en escena de una reivindicación del espacio público en donde se ponen en práctica un conjunto de repertorios para la acción tanto en la calle como en los entornos de internet. En ese sentido, es posible reconocer que la coyuntura de participación política está acompañada de cierta “condición comunicacional contemporánea”, que puede entenderse como la posibilidad de los actores sociales de trascender el papel de consumidores hacia el de productores creativos, capaces de generar información sustantiva y contenidos audiovisuales a través de distintas plataformas,14 forma de apropiación tecnológica de impronta sociopolítica que recupera saberes y competencias de los sujetos juveniles recreados en los entornos audiovisuales y de la cultura mediática.
Sin embargo, advertir la existencia de una coyuntura de participación política en México no es negar la presencia de expresiones sociopolíticas en los momentos anteriores, pues como lo han observado algunos autores, la forma de organizarse y las múltiples expresiones juveniles deben ser leídas como formas de actuación política no institucionalizada,15 ya que según información de las Encuestas Nacionales de Juventud 2000 y 2005, entre los jóvenes destaca la distancia respecto a la política tradicional de la relación Estado y sistema de partidos, caracterizada ante sus ojos por el descrédito del político, existiendo, no obstante, interés por participar en los asuntos de derechos humanos, ecológicos o indígenas.16
En ese sentido, al referirme a una coyuntura de participación política quiero hacer énfasis en la visibilidad e intensidad de las expresiones sociopolíticas en procesos de conformación de resistencias y movilizaciones organizadas y desarrolladas en los marcos de conflictos sociales determinantes y frente a diversos actores políticos y económicos.
Movimientos sociales contemporáneos y prácticas de activismo
A finales de la década de los ochenta, Melucci señaló que el problema analítico en relación con los movimientos sociales aludía a dar respuesta a la pregunta por la formación y mantenimiento de la acción colectiva, entendida como “el producto de las orientaciones con propósitos desarrolladas dentro de un campo de oportunidades y limitaciones”, donde los “los individuos que actúan colectivamente construyen su acción mediante la definición en términos cognitivos estas posibilidades y límites, mientras que al mismo tiempo, interactúan con los otros individuos con el fin de organizar su comportamiento común”.17
Melucci entendía los movimientos sociales como una construcción social (sistema de acción), una forma de comportamiento colectivo que se conforma de tres elementos fundamentales: el sentido de solidaridad, elemento que permite la identificación de los actores dentro de un nosotros; el conflicto, entendido como la oposición entre dos o más actores que compiten por el control de los recursos; y finalmente, la ruptura de los límites del sistema, que refiere a la transgresión de sus acciones frente al sistema.18
Melucci también problematizó en torno al debate de lo nuevo en los movimientos sociales, sobre todo, a partir de los diversos elementos que conforman la realidad: las nuevas formas de acción colectiva, los actores y los repertorios de acción. De manera sintética, las observaciones de Melucci abrevaron sobre la coexistencia de formas tradicionales y emergentes de agrupación social frente a los conflictos, la participación de los actores a partir de la configuración de redes ancladas a la vida cotidiana, y las nuevas formas de acción colectiva que trascienden el orden de reconocimiento de otras formas de participación política.19
El activismo político contemporáneo, reconocido como el nivel de la participación de los movimientos sociales, debe ser reconocido en asociación a la micropolítica, término amplio que integra diversas expresiones de resistencia y movilización. En ese sentido, es indispensable evitar elaborar aproximaciones e interpretaciones desde los puntos ciegos que obstaculizan el reconocimiento de los posicionamientos sociopolíticos emergentes, me refiero a los intentos de objetivar los movimientos sociales desde la noción clásica de proyecto político “que han puesto el foco fundamentalmente en los modos de participación formales, explícitos, orientados y estables en el tiempo”.20
Frente a estas miradas, las alternativas giran en torno, en primer lugar, al reconocimiento de lo político “que adquiere corporeidad en las prácticas cotidianas de los actores, en los intersticios que los poderes no pueden vigilar”,21 y en segundo lugar, a la apuesta por comprender las nuevas formas de organización y liderazgo, de despliegue de estrategias y realización de actividades, así como el elemento emocional que incide en la integración y coordinación de las acciones colectivas.22
Una propuesta sugerente para la objetivación, la aproximación y el análisis de las acciones colectivas en el entorno de las redes es la de Nunes, quien a partir de los conceptos de sistema-red y movimiento-red explica los elementos que conforman las expresiones de disidencia política a partir de la forma en que se organizan y desarrollan las acciones colectivas.
Nunes señala que un sistema-red “es un sistema de diferentes redes -de individuos, de grupos (permanentes o temporales, formales o informales), de cuentas de redes sociales (individuales o colectivas), de espacios físicos, de sitios web (corporativos o blogs)- que constituyen muchas capas de interacciones que no pueden ser reducidas o superpuestas”. En cambio, un movimiento-red, según Nunes, es “la consciencia y el entendimiento autoreflexivo de múltiples elementos y capas ensambladas de un sistema-red que constituyen un sistema interactivo de actores, intenciones, metas, acciones, afectos en un sentido heterogéneo”.23
En ese sentido, si el sistema-red es el nivel de articulación amplio de actores, el movimiento-red tiene que ver con el acto de autoreconocimiento frente a un tema o una causa. Por ello, las expresiones de disidencia política contemporáneas se desarrollan a partir de redes de activismo que se articulan a través de colectivos concretos a partir de causas o conflictos concretos, es decir, la organización en red tiene una condición dentro-fuera que integra actores de redes distintas en la integración de una red con determinados propósitos.
Otro asunto fundamental para reflexionar sobre el activismo tiene que ver con el hecho de que las acciones colectivas siguen siendo elementos centrales en la producción política y los movimientos sociales,24 sobre todo por su apuesta de intervención del espacio público a través de protestas y acciones directas. En todo caso lo que es emergente es la condición mediática de las prácticas socio-comunicativas y las prácticas del activismo, no sólo porque tienen lugar en procesos de mediatización social sino porque poseen impronta comunicativa a partir del pacto comunicacional donde los actores sociales a partir de su vínculo con lo interactivo disputan e interpelan a los actores políticos y económicos por medio de las tecnologías de información y comunicación.
Las prácticas socio-comunicativas y las prácticas de activismo mediatizado constituyen las acciones colectivas del activismo político;25 es a partir de ellas, junto con las tecnologías comunicativas, que los procesos de organización, difusión y desarrollo de las expresiones sociopolíticas tienen lugar. Si bien a las tecnologías comunicativas e internet fueron entendidas como una forma de expansión de capacidades de otros medios,26 hoy en día, siguiendo a Agamben, debemos reconocerlos como dispositivos para la acción que junto con el pacto comunicacional posibilitado por el vínculo de los actores sociales con lo interactivo, permite a los jóvenes activistas disputar significados culturales y políticos en el espacio público e interpelar a los actores políticos.27
Toda apuesta por pensar el lugar de los dispositivos tecnológicos dentro del activismo político debe considerar el carácter social de su construcción, explorar las mediaciones sociales y las interrelaciones entre prácticas sociales, acuerdos sociales y artefactos tecnológicos,28 así como entender que éstos sólo determinan en primera instancia.29
Acciones colectivas, internet y tecnologías comunicativas
La relación entre movimientos sociales y tecnologías ha sido abordada en una diversidad de estudios. En un primer momento, dentro de los paradigmas de la sociología de los movimientos sociales la exploración remitía a la exploración del papel de los medios de comunicación masiva en torno a las movilizaciones.30 En ese sentido, destaca el trabajo de Gitlin, quien analizó las representaciones de las protestas generadas por éstos en el marco del movimiento antibélico de la década de los sesenta.31
A partir de la irrupción de internet en la década de los noventa, y en paralelo a los presupuestos de Castells sobre la sociedad red, estos tipos de estudios se extendieron de manera importante a la exploración de la comunicación interactiva debido al aumento de las capacidades técnicas de la tecnología. En gran medida, los abordajes partieron del modelo de la comunicación mediada por computadora y de la premisa de que las tecnologías incrementaban las posibilidades de organización y difusión de las demandas.32 De manera posterior, la objetivación de este fenómeno se dirigió hacia la comprensión de las interrelaciones entre acción colectiva, internet y tecnologías comunicativas, esto en función de los avances de investigación que se consolidaron desde una perspectiva sociocultural para aproximarse a los fenómenos de la comunicación móvil que redefinieron el entorno mediático y las agencias sociales de los usuarios.
Dentro de los movimientos sociales que han tenido lugar entre 2011 y 2016, el trabajo de Castells ha enmarcado muchas de las discusiones respecto a las experiencias de movilización y el uso de tecnologías. De manera particular, este autor ha insistido en la reflexión de la constitución de estas formaciones políticas como movimientos sociales red, así como en las posibilidades que sus participantes poseen a partir de la autocomunicación de masas para emitir y recibir mensajes, códigos y valores en torno a los conflictos y sus causas, acción que se recrea en una cultura de autonomía.33
Por su parte, Gerbaudo, poniendo a discusión algunos de los conceptos desarrollados para pensar los movimientos sociales red, ha analizado el uso de las tecnologías y su articulación a las acciones colectivas en las experiencias de Egipto, Occupy Wall Street e Indignados. Este autor propone el concepto de coreografía de la reunión para explicar cómo los activistas logran establecer física y simbólicamente, mediante las tecnologías comunicativas, los encuentros entre las personas para llevar a cabo las protestas.34
Otra veta es la representada por Meneses, quien recurriendo a la experiencia del YoSoy132, analiza el uso de las tecnologías comunicativas para dimensionar las posibilidades que ofrecen en la actualidad a los activistas. Esta autora, a partir de un cuestionamiento de los atributos democráticos que les son imputados a las tecnologías, destaca que si bien éstas permiten mayor conectividad y vinculación en el espacio público, no necesariamente representan condiciones que logren traducirse en una participación política plena.35
También destaca el trabajo de Rovira, que desde una noción comunicativa articulada a la acción y las estrategias para conformar comunidad, estudia las representaciones que los medios de comunicación masiva construyen sobre los movimientos sociales y las alternativas que éstos configuran a través de las tecnologías. Según esta autora, este proceso debe reconocerse como una tensión permanente entre representaciones y autorepresentaciones, pues no sólo deriva en visibilidad para los activistas sino que también da lugar a la criminalización y la estigmatización.36
Finalmente, otros trabajos continúan la línea que discute el papel de las tecnologías en las reconfiguraciones de los repertorios de acción de la producción política. Al respecto, destaca el trabajo de Carty quien analiza el impacto de las tecnologías de información y comunicación en las acciones contenciosas, así como la organización y participación en los movimientos sociales. Esta autora examina los usos de las tecnologías en una diversidad de experiencias para reflexionar los alcances que estos dispositivos ofrecen a los activistas para reconocerse frente a los agravios, acelerar las actividades, descentralizar las movilizaciones, facilitar el reclutamiento a través de nuevas formas de fortalecimiento de la identidad colectiva y visibilizar los responsables de las problemáticas y conflictos.37
Los elementos comunes de los trabajos anteriores, y en correspondencia al objeto de estudio analizado en este artículo aluden, por un lado, al reconocimiento de las tecnologías como dispositivos que son empleados por los activistas para producir presencia en las calles y definir estrategias para generar contenidos, discusiones y visibilidad, como lo apunta Reguillo;38 y por otro lado, a la reflexión sobre las tecnologías como parte de los procesos comunicativos que tienen lugar en la organización y producción política, lo que significa que la comunicación es definida en su doble composición, en articulación a la acción y desde su conexión a los medios de comunicación masiva.
Método: prácticas de activismo y reticularidad
El método para la aproximación de este objeto de estudio lo he configurado desde la perspectiva cualitativa de investigación, y en particular, desde la perspectiva etnográfica, que deriva en la observación participante para acotar la unidad de análisis a partir de los sitios de campo, en sentido amplio, es decir, tanto los lugares de las protestas y movilizaciones como los espacios dentro de internet donde los participantes discuten, se organizan, convocan y narran sus acciones.39
Por lo anterior, un criterio fundamental de exploración y análisis lo representa el perseguir el recorrido de la práctica de activismo tanto en los espacios físicos de la expresión política, las protestas reconocidas como acciones colectivas, como en las interacciones dentro de plataformas digitales e interactivas como Facebook y Twitter,40 escenarios donde también transitan los productos comunicativos que son vehículo de los códigos culturales de lucha e interpelación.
Los referentes empíricos dentro de este texto son resultado del trabajo de campo que he realizado en Guadalajara, desde octubre de 2014 y hasta julio de 2015, donde he elaborado un registro amplio de las protestas, acciones directas y campañas en Twitter con relación al conflicto de Ayotzinapa. Además, también he incorporado una exploración hemerográfica para complementar la construcción del contexto de la disidencia en torno al tema.41
Finalmente, y en concordancia con la exploración del recorrido de las prácticas de activismo, en la aproximación al activismo político juvenil que emplea estratégicamente las tecnologías comunicativas recupero lo señalado por Castells, quien sugiere explorar “la configuración reticular concreta de actores, intereses y valores que establecen sus estrategias de construcción de poder mediante la conexión de sus redes de poder con las redes de comunicación de masas, donde se origina la construcción de significado en la mente pública”.42
Ayotzinapa y las violencias en México
La noche del 26 de septiembre de 2014 un grupo de estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, que se encontraba en Iguala, Guerrero para realizar actividades y recabar fondos, fue atacado por miembros de corporaciones policíacas y el crimen organizado. El saldo del ataque fue de seis estudiantes asesinados, uno de ellos desollado, cinco heridos de gravedad y 43 desaparecidos. La información sobre los acontecimientos comenzó a ser difundida a través de los diarios a nivel nacional a partir del 27 de septiembre, sin embargo, los testimonios de la masacre también comenzaron a circular por redes alternativas de comunicación.
En palabras del representante de Human Rights Watch América, así como del relator de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre desapariciones forzadas, la respuesta del gobierno federal fue errónea y tardía, esto debido a que la Procuraduría General de la República (PGR) demoró su intervención ante los acontecimientos hasta diez días después de los incidentes.43 Por su parte, el gobierno estatal fue rebasado por la situación y el gobernador Ángel Aguirre fue separado de sus funciones, crisis que formaba parte de otras situaciones de violencia durante sus más de cuarenta meses de administración.44
La hipótesis oficial sostenida por la PGR responsabilizó al presidente municipal de Iguala y a su esposa, quienes habían ordenado el ataque y la desaparición de los estudiantes normalistas. Además, según esta versión de los hechos con base en testimonios de algunos de los autores materiales, el crimen organizado habría ejecutado, quemado en un basurero y arrojado al río los restos de los jóvenes. Sin embargo, los padres de las víctimas, quienes contaron desde los primeros días con asesoría legal, rechazaron la información y postura de la PGR por la carencia de certeza científica respecto a lo ocurrido en el basurero de Cocula, por las declaraciones de los criminales capturados bajo coacción, por las contradicciones de los testimonios de los implicados, por la nula responsabilidad del Ejército a pesar de la existencia de diversos testimonios de su omisión y por las inconsistencias de la investigación oficial.45
Además de las múltiples movilizaciones desarrolladas en Guerrero, principalmente en Chilpancingo,46 en el resto del país tuvieron lugar diversas protestas convocadas desde las universidades, organizaciones civiles y la población en general, y a través de tecnologías comunicativas e internet,47 como la jornada “Una luz por Ayotzinapa” del 22 de octubre a la que se sumaron algunas ciudades a nivel internacional.48 Con el paso de los días, las protestas devinieron resistencia ciudadana en solidaridad a las víctimas, conformándose las Acciones Globales por Ayotzinapa realizadas de octubre de 2014 hasta mayo de 2015.49
La resistencia se conformó como un actor de impronta popular que integró una diversidad de actores sociales donde destacó el protagonismo juvenil, que confirió tono y colorido a las acciones colectivas. Las protestas y las acciones en la ciudad de México contaron con la presencia de algunos familiares de los estudiantes normalistas desaparecidos y jóvenes sobrevivientes de los ataques, organizaciones civiles relacionadas con la defensa de los derechos humanos y conjunto de jóvenes de diversas universidades, así como personas de la sociedad en general.
Las acciones colectivas conformadas desde la indignación compartida por la solidaridad con las víctimas, el rechazo a la versión oficial, las dudas en la determinación de las responsabilidades y el carácter local atribuido por las autoridades al problema, se intensificaron a partir de atenuantes al menos en dos ocasiones clave. En ambos casos, las expresiones se trasladaron de las plataformas digitales e interactivas, como Facebook, YouTube y Twitter, a las calles a través de acciones colectivas, y viceversa.
La primera situación remite a las declaraciones del ex procurador de la PGR, José Murillo Karam, al cierre de la conferencia del 7 de noviembre de 2014 en la que presentó avances de las investigaciones. Del desafortunado e indolente “Ya me cansé” pronunciado por el funcionario, se multiplicaron las voces de rechazo y crítica de miles de ciudadanos bajo el hashtag #YaMeCansé y con expresiones y consignas como “Yo también ya me casé, ya me cansé de tanta impunidad en este país” o “Ya me cansé de tener miedo, de tenerle miedo a los que dicen que nos protegen”. Además de las expresiones en internet, cientos de ciudadanos se congregaron cerca de las instalaciones de la PGR en la ciudad de México la noche de ese mismo viernes 7.50
Al hashtag #YaMeCansé se asoció el hashtag #Artículo39RenunciaEPN referido a la demanda ciudadana de su renuncia por su responsabilidad del presidente Enrique Peña por el contexto de violencia, impunidad y corrupción del país. Ambos hashtags, junto con el de #AcciónGlobalporAyotzinapa fueron parte de los temas tendencia en Twitter a nivel mundial.51 Sin embargo, después de 26 días de que #YaMeCansé se había mantenido en el primer lugar de la lista de hashtags con al menos cuatro millones de menciones, desapareció de la lista por un supuesto ataque masivo de bots que contaminó las interacciones en Twitter por la presencia de cuentas no naturales o falsas.52
La segunda situación alude al tema de la criminalización de las protestas por parte de las autoridades y el tratamiento de las movilizaciones como asunto de seguridad. Convocados desde el viernes 7 de noviembre, más de 15 mil ciudadanos con veladoras en mano marcharon desde las instalaciones de la PGR al Zócalo de manera pacífica. Ya en la explanada del Zócalo después de corear consignas como “¡Que se vayan todos!” o “Fue el Estado”, algunas personas con el rostro cubierto prendieron fuego a la puerta de Palacio Nacional sin que elementos de la policía se acercaran a impedirlo. El resto de los manifestantes cercanos comenzaron a gritar: “No violencia, no violencia”, “Son provocadores, son provocadores”, y poco a poco comenzaron a alejarse de la zona mientras uno de los jóvenes encapuchados fue visiblemente protegido por los granaderos que arribaron al lugar.53
Después de que los manifestantes se retiraron del Zócalo, alrededor de la media noche, la policía comenzó una persecución en las inmediaciones de Palacio Nacional y las calles cercanas. La policía persiguió y reprimió violentamente a decenas de personas, lo que terminó siendo una redada arbitraria para capturar a los supuestos responsables de los hechos, donde las cifras de detenciones se estimaron entre 15 reportados oficialmente y más de 30 según reportes extraoficiales.54
A partir de esos dos momentos, la resistencia y movilización en solidaridad por Ayotzinapa adquirió una asociación directa al hartazgo social frente a los actores políticos y las instituciones y por la defensa del derecho de protesta y manifestación. Por otra parte, además de la estrategia represiva por parte de las autoridades de la ciudad de México para desalentar la participación en las marchas, el gobierno federal comenzó a colocar el tema de la denuncia de la violencia en las protestas por Ayotzinapa, sin embargo, desde los medios alternativos los ciudadanos comenzaron a visibilizar que las acciones colectivas se desarrollaban de forma pacífica y que sólo a partir de infiltrados se detonaban los episodios violentos.
La tensión entre la represión por parte de la policía y las protestas también tuvo lugar en la movilización del 20 de noviembre de 2014, acción colectiva convocada desde Facebook y Twitter. El #20NovMX fue el nombre de la convocatoria para una nueva Acción Global por Ayotzinapa, donde destacaron carteles con expresiones como “Júrame que no te rindes”, “¡Ayotzinapa no es un caso aislado!”, “¡Por Ayotzinapa!”, “¡Ayotzinapa vive, el Estado ha muerto!”, en ciudades como Tijuana, Guadalajara, ciudad de México, y “¡México resiste!”, “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!” en ciudades del extranjero como San Salvador, Santiago de Chile y Madrid.55
Las protestas del #20NovMX tuvieron participación multitudinaria en el país en estados como Baja California, Colima, Estado de México, Jalisco, Nuevo León, Oaxaca, Quintana Roo, Sonora, Veracruz, entre otros, además de la ciudad de México, y a nivel internacional en países como Alemania, Argentina, Bolivia, España, Estados Unidos, Francia e Italia. Cabe destacar que la represión se concentró en la ciudad de México al inicio y al final de la marcha que tuvo tres rutas de arribo al Zócalo.56
La siguiente muestra significativa de resistencia remite a las marchas del 1 de diciembre de 2014 desarrolladas en la ciudad de México y al menos doce estados del país.57 La jornada de protestas designó como referente del conflicto al gobierno y refrendó el apoyo a los normalistas, sobre todo después de que Enrique Peña Nieto intentara apropiarse de la consigna “Todos Somos Ayotzinapa” en la presentación de su Decálogo por la Seguridad el 27 de noviembre.58 Es importante señalar que el 1 de diciembre suele contener actos simbólicos de resistencia y movilizaciones, cuestión que se ha intensificado a partir de los actos represivos de 2012, en el marco de la toma de posesión de Peña Nieto como presidente, cuando las fuerzas policiales reprimieron violentamente a decenas de manifestantes, quienes han continuado resignificando la fecha por el derecho a movilizarse, por la memoria y como rechazo al gobierno actual.
El #1DMX transcurrió en la ciudad de México con cierta tensión por los posibles actos de represión. En esta ocasión la marcha se realizó del Zócalo al Ángel de la Independencia, donde destacaron consignas como “¡Fuera Peña!” o “¡Peña Nieto no es Ayotzinapa!”. La movilización finalizó con una concentración y un mitin, donde un joven estudiante de la Escuela Normal Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa pronunció un discurso, reivindicando la consigna construida desde la resistencia advirtiendo: “Peña Nieto no es Ayotzinapa. Ayotzinapa somos nosotros y toda la gente que nos ha apoyado en donde quiera que nos hemos parado y nos han brindado la solidaridad”.59
La jornada del #1DMX también fue multitudinaria, miles de personas participaron en las protestas a más de dos meses de la desaparición forzada de los 43 estudiantes normalistas. En las movilizaciones en todo el país se exclamaron consignas como: “¡Fuera Peña!”, en alusión al rechazo del presidente, “¡No somos infiltrados, somos pueblo encabronado!”, en relación con las hipótesis de las manifestaciones violentas, “¡Fue el Estado!”, que visibiliza la responsabilidad del gobierno ante los hechos y por la violencia del país, “¡Hoy marcho por ellos, para mañana no marchar por mis hijos!”, como evidencia de la solidaridad que mezcla la indignación con la participación, y “¡Nos faltan 43!”, como denuncia viva y contundente de la exigencia de justicia ante la tragedia.60
De manera complementaria a las protestas y diversas acciones directas realizadas por la resistencia ciudadana, en noviembre de 2014 los padres, familiares y compañeros de los estudiantes normalistas desaparecidos comenzaron recorridos por medio de caravanas a nivel nacional.61 Además del esfuerzo de los familiares por mantener la exigencia de justicia frente a las autoridades, las redes de activismo no dejaron de tener actividad, sobre todo ante el intento de la PGR de consolidar su versión oficial de los hechos de Iguala.
El 27 de enero de 2015, a partir de un informe difundido por los peritos argentinos del Equipo Argentino de Antropología Forense que cuestionaba los procedimientos seguidos por la PGR, Murillo Karam enfatizó la veracidad de la hipótesis oficial sobre la desaparición, asesinato y cremación de los estudiantes, y en tono de sentencia advirtió que “esa es la verdad histórica de los hechos”. Sin embargo, esta versión fue rechazada por los padres y familiares de los jóvenes normalistas,62 por decenas de organizaciones civiles mexicanas y por Human Rights Watch, Amnistía Internacional y la Oficina de Washington para Latinoamérica,63 postura que se expandió al resto del país y a nivel internacional, y que estuvo presente en las siguientes protestas y Acciones Globales por Ayotzinapa.
En la construcción de la impugnación de la tesis oficial impulsada por la PGR, el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (giei), creado en noviembre de 2014 con base en el marco de acción de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos jugó un papel fundamental. En su primer informe de trabajo, el giei presentó algunas consideraciones significativas, entre las que destacan la necesidad de construir un mapa actualizado de fosas y casos relacionados con ellas, así como el reconocimiento de los sucesos en la modalidad de desaparición forzada. Por su parte, en el segundo informe, después de que el gobierno mexicano determinara concluir su relación con el giei, los expertos confirmaron la inviabilidad de la tesis oficial, no sólo por la identificación de nuevos hechos sino por la participación de nuevos actores como la policía estatal, la policía federal y el 27 Batallón del Ejército.64
De manera más reciente, en noviembre de 2016, los resultados de una investigación periodística sobre lo que ocurrió aquella noche en Iguala presentaron una versión distinta a la divulgada por la PGR. Esta hipótesis va más allá de los planteamientos del giei, establece la responsabilidad del Ejército en la planeación y coordinación de los ataques a los estudiantes normalistas para recuperar un cargamento de droga por órdenes del cartel que mantenía el control de la localidad, y acota la participación de funcionarios federales en el ocultamiento de información para desviar las investigaciones de las acciones en connivencia entre el Ejército y el crimen organizado.65
Por otra parte, además de las protestas y concentraciones, la apuesta por visibilizar el conflicto de Ayotzinapa también transcurrió por escenarios internacionales. En febrero de 2015, dos de los padres de los estudiantes normalistas viajaron a Ginebra, Suiza para participar en la evaluación de México ante el Comité contra la Desaparición Forzada de Naciones Unidas,66 y también para exigir justicia y solicitar a la comisión intervención en el caso. A partir de marzo de 2015 los recorridos de las caravanas se extendieron a algunas ciudades de Estados Unidos, donde incluso los familiares de los desaparecidos se reunieron con personal de la Amnistía Internacional. Posteriormente, una delegación inició una gira por doce países de Europa para realizar actividades políticas e informativas para expandir sus relaciones a nivel internacional y fortalecer la lucha.67 “La lucha de la memoria contra el olvido” también se extendió a algunos países de Sudamérica con la finalidad de apelar a la solidaridad del mundo.68
Acciones globales por Ayotzinapa en Guadalajara
Las acciones colectivas en solidaridad con Ayotzinapa comenzaron a desarrollarse en Guadalajara a partir de la marcha del 8 de octubre de 2014 de la Glorieta de la Normal a la Plaza Liberación, convocada por colectivos como YoSoy132 GDL, MásDe131 ITESO, Amnistía Internacional, el Movimiento de Bases Magisteriales, el Colectivo de Reflexión Universitaria, Asamblea Estudiantil UdeG y Frente de Comerciantes en Resistencia. En esta marcha destacó la presencia de un contingente de madres de los desaparecidos de Jalisco, además de estudiantes del ITESO y, en general, de cientos de ciudadanos que se sumaron a la protesta.
Algunos carteles expresaban consignas como “EPN los queremos ¡vivos!”, “¡Una sola voz: justicia para Ayotzinapa!”, “¡Indignante vivir en un país que asesina a sus estudiantes!” y “¿Cuánto dolor nos cabe en el cuerpo antes de estallar?”. Al finalizar la marcha, ya en la Plaza Liberación, algunos participantes comenzaron a montar altares por los desaparecidos, colocando veladoras y carteles con los rostros de los estudiantes normalistas, se leyó un pronunciamiento y se hizo pase de lista.69
El 21 de octubre se realizó la primera sesión de trabajo de la Asamblea ITESO con Ayotzinapa, espacio de discusión y diálogo donde se establecieron las estrategias de participación en las marchas y una agenda de actividades, y posteriormente una velada por los desaparecidos, donde se intervino una de las explanadas de ITESO con pupitres, carteles y veladoras por parte de los profesores, estudiantes y miembros de organizaciones civiles y se hizo pase de lista de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa. Esta actividad fue transmitida vía streaming al resto del país a partir de su difusión en las redes del activismo de las que es parte el colectivo Másde131 ITESO.70
La siguiente jornada de protestas fue el 22 de octubre. Por la mañana, la Universidad de Guadalajara y la Federación de Estudiantes Universitarios realizaron una marcha desde varios puntos de la ciudad hasta su edificio de rectoría; en ella participaron cientos de profesores y estudiantes de preparatoria, licenciatura y posgrado. Además de la solidaridad con Ayotzinapa, se sumó la exigencia de justicia por el asesinato de un estudiante universitario a manos de la policía de Guanajuato.
Por la tarde, una segunda marcha tuvo lugar, el recorrido fue de la Glorieta de la Normal a la Plaza de Armas. Esta fue la segunda protesta convocada desde la red de resistencia ciudadana y de diversos colectivos que a nivel nacional se estaban articulando. Decenas de estudiantes se reunieron a los alrededores del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades para elaborar carteles y mantas. En esta segunda marcha, a diferencia de la protesta del 8 de octubre, se incrementó visiblemente la presencia juvenil. Destacó la presencia de un grupo de miembros de Amnistía Internacional, del colectivo Másde131 ITESO y de contingentes de estudiantes de ITESO, de estudiantes de la Maestría en Gestión y Desarrollo Social y de estudiantes de la Licenciatura de la Universidad de Guadalajara, de miembros de la Federación de Estudiantes Campesinos de México y de estudiantes de la Escuela Normal Rural de Atequiza, Jalisco, además de las más de mil personas que participaron en la marcha.
#20NovMX / #1DMX
Para el mes de noviembre era claro que a partir de las protestas de octubre se había conformado una resistencia ciudadana en Guadalajara, que a su vez formaba parte de la resistencia nacional e internacional por Ayotzinapa. En ese trayecto dos actores surgieron de manera relevante, por un lado, el colectivo Másde131ITESO impulsó la creación de la Asamblea ITESO con Ayotzinapa, que convocaba a los estudiantes del ITESO a participar en las marchas y, por otro lado, un conjunto de activistas y agrupaciones conformaron la Asamblea Ayotzinapa Somos Todos que canalizaba las labores organizativas para la realización de las expresiones políticas en la calle. Ambos actores desempeñaron roles importantes en el desarrollo de las dos jornadas más visibles y masivas que tuvieron lugar en la ciudad con relación a esta causa, las denominadas Acciones Globales por Ayotzinapa del 20 de noviembre y el 1 de diciembre.
La marcha del 20 de noviembre fue denominada #20NovMX, a partir de este hashtag la Asamblea Ayotzinapa Somos Todos y los colectivos YoSoy132GDL, Másde131 ITESO y Estudiantes de Posgrado CUCSH convocaron a los ciudadanos para participar en la protesta. El cartel, las invitaciones en Twitter y Facebook, así como los materiales impresos para difundir la información en la marcha recuperaban el hashtag #YaMeCansé para articular la movilización espacial y temporalmente, es decir, en conexión con el resto de las movilizaciones en el país y el mundo, y en relación directa con las protestas y acciones colectivas anteriores.
Además de la publicación de contenidos para convocar a la asistencia de la marcha #20NovMX, otro tipo de publicaciones fueron realizadas para mantener “vivo” el tema de la indignación con el objetivo de lograr la participación de los ciudadanos de la ciudad. En la imagen 1 es posible observar un ejemplo de cómo se gestionan los contenidos dentro de Twitter con la finalidad de perfilar la protesta en turno, recuperando el video Somos Ayotzinapa, producido en San Luis Potosí, para buscar interpelar, desde la indignación y la memoria, a la diversidad de ciudadanos que son usuarios de esa plataforma.
La marcha #20NovMX tuvo un recorrido de Parque Revolución hacia el edificio de Palacio Federal. La composición de la participación estuvo estructurada por diversos contingentes, es decir, hubo una evidente experiencia de organización previa a la marcha entre los más de 10 mil manifestantes. Entre los contingentes participantes estuvo el grupo de estudiantes de la Escuela Normal Rural de Atequiza, quienes portaban dos mantas que decían “Seguiré sembrando rebeldía, hasta que coseche libertad, porque mientras yo tapo mi cara, tú tapas la realidad” y “El 26 de septiembre no se olvida”.
También marcharon los estudiantes del ITESO y el colectivo Másde131 ITESO, el colectivo Estudiantes de posgrado CUCSH, estudiantes de la Asamblea Independiente cusch, integrantes de la Asamblea Somos Todos Jalisco, el colectivo Mujeres en Progreso Crehser, el colectivo Familias Unidas por Nuestros Desaparecidos Jalisco (FUNDEJ), integrantes del CLADEM, y miles de ciudadanos que se sumaron a la protesta en grupos menores. La voz de la protesta de esa noche logró vincular a la apuesta por la solidaridad y la exigencia de justicia el caso de las desapariciones en Jalisco, causa por la que lucha FUNDEJ, organización que compartió una gran cantidad de materiales con información y contexto del Estado.
Además de la contundente consigna “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!” y el conteo del 1 hasta el 43 de los desaparecidos, que fueron parte del cuerpo sonoro de la protesta, destacaron otras consignas en mantas y carteles: “Ellos cultivan cuerpos, nosotros cultivamos esperanza”, “Ya me cansé de la injusticia y la represión”, “No somos de izquierda ni de derecha, somos Ayotzinapa”, “Su dolor es nuestra rabia”.71
Mientras se desarrollaba la movilización #20NovMX, el colectivo Másde131iteso generó interacciones en Twitter a partir del registro de imágenes de los acontecimientos dentro de la protesta, pero también para conectar con otros colectivos que también participaban en acciones colectivas en el resto del país.
El tuit de la imagen 2 alude a las posibilidades de registro y conectividad de las tecnologías comunicativas, pero también a los referentes de las acciones colectivas que se vinculan con la apropiación sociopolítica en el marco del activismo político. El texto informa sobre la participación masiva en la protesta del 20 de noviembre y sobre los referentes de ubicación del contingente. Los hashtags utilizados son clave en las referencias de sentido y articulación de la producción política, por ejemplo, el hashtag #YaMeCansé alude al tema dominante dentro de la movilización, y el hashtag #AcciónGlobalporAyotzinapa, por su parte, remite a la resistencia en solidaridad por Ayotzinapa y sus vínculos con las expresiones de carácter global. Además, el tuit también hace mención a cuentas de otros colectivos como YoSoy132 de la ciudad de México con la finalidad de articularse al movimiento social a nivel nacional.
Para la marcha del 1 de diciembre, denominada #1DMX, las convocatorias de nueva cuenta apelaron a la resistencia ciudadana conformada desde octubre. Si bien, varios acontecimientos ocurrieron después de la marcha del 20 de noviembre (como la toma simbólica de la PGR o la difusión de alerta por el hostigamiento y retención de algunos normalistas de Atequiza por parte de la Policía Estatal de Jalisco el 26 de noviembre), no fue hasta el #1DMX que las redes de activismo se activaron masivamente.72
Por ejemplo, en la imagen 3 es posible observar que desde la cuenta de Twitter @Yosoy132GDL se publicó el cartel para la marcha #1DMX, y dentro del contenido del tuit, la liga al evento en Facebook, la sugerencia de que los usuarios de esa plataforma se sumen a la difusión de la protesta, y los hashtags #GDL para el anclaje a la ciudad y #YaMeCansé para dar continuidad temporal a los vínculos de la resistencia ciudadana. El tuit también hizo mención a cuentas de usuarios de la ciudad de México que habían participado en las movilizaciones por Ayotzinapa.
Por su parte, el colectivo Másde131ITESO participó en la agenda de articulación global, es decir, publicó contenidos elaborados particularmente para circular en las interacciones globales. El tuit de la imagen 4 fue diseñado para apelar a las redes globales del activismo por Ayotzinapa, su elemento central es el video What´s Happening in Mexico? Why We Say #YaMeCansé? producido por el colectivo Ya Me Cansé y que cuenta con más de 1 millón 200 mil vistas en YouTube del mismo colectivo, que además desarrolló la plataforma web con el mismo nombre para visibilizar contenidos e información asociados a la violencia en México y a la exigencia de justicia.
Además del video y los hashtags #YaMeCansé y #1DMX, el tuit hace mención de dos cuentas de impronta global: Global Revolution TV (@GlobalRevLive) y Revolution News (@NewsRevo), colectivos de medios alternativos dedicados a la difusión de contenidos en tiempo real, que han sido interpelados por otros movimientos sociales contemporáneos como Occupy Wall Street, YoSoy132 o de los Dreamers indocumentados de Estados Unidos.
La protesta #1DMX tuvo dos rutas de acción en las que se buscó integrar el espacio de la ciudad ya antes apropiado para la disidencia política y el escenario internacional de la Feria del Libro de Guadalajara (FIL). Un contingente marchó del Parque Revolución hacia la Glorieta Niños Héroes, en cambio, otro contingente se movilizó desde las instalaciones de la FIL hacia el mismo destino de la primera. Si bien, la Asamblea Ayotzinapa Somos Todos coordinó ambos recorridos, en la ruta que partió del Parque Revolución participaron la mayoría de los contingentes, entre los que destacaron el grupo de estudiantes de la Escuela Normal Rural de Atequiza y los Colectivos de Estudiantes Independientes y de Posgrados CUCSH, Másde131 ITESO, entre otros.
Durante la marcha, además de la transmisión en directo de las acciones, la cuenta del colectivo YoSoy132 GDL también registró el desarrollo de la movilización y difundió las acciones en la plataforma Twitter. En imagen 5 es posible observar los hashtags #YaMeCansé y #AccionGlobalporAyotzinapa, utilizados en las marchas anteriores para articular con el resto de las interacciones en tiempo real. Además, el colectivo hizo mención de dos cuentas de activistas de la ciudad de México, lo que puede entenderse como una forma concreta de interpelar a dos nodos de la red de aquella ciudad.73
En la protesta participaron miles de personas que portaron carteles y mantas con expresiones que representaron el refrendo a la solidaridad y la exigencia de justicia. Entre las consignas destacaron: “Estamos unidos mexicanos y a una sola voz gritamos: ¡Peña renuncia!”, “Yo soy el rostro de Julio C. Mondragón, desapareciste a 43 y ahora somos miles, vamos latiendo en colectivo: todos somos Ayotzinapa”, “Crimen de Estado”, “¡Ya váyanse!”. Y es precisamente a partir de esta última que el hartazgo colocó como destinatarios a los actores políticos en general, las instituciones y el proceso electoral de 2015, así como las televisoras y el narcoestado.74
En ese sentido, la marcha #1DMX colocó al menos dos temas emergentes dentro del movimiento. El primero tiene que ver precisamente con la denuncia de responsabilidad generalizada de los actores políticos frente a los sucesos de Ayotzinapa y el escenario de impunidad y violencias, de ahí la expresión “¡Ya váyanse todos!” El segundo refiere a la presencia del hashtag #TodosSomosCompas, utilizado por los participantes de las protestas a nivel nacional para compartir y desafiar la posición criminalizante que la policía de la ciudad de México atribuyó a un grupo de jóvenes detenidos arbitrariamente por el hecho de que entre ellos se llamaban “compas”, es decir, un desplazamiento de ida y vuelta entre la adscripción semántica de un nosotros en solidaridad con un conflicto, #TodosSomosAyotzinapa, y de un nosotros en solidaridad a una resistencia que fue reprimida y estigmatizada.75
Activismo político contemporáneo: dinámicas intergeneracionales y repertorios para la acción
Las experiencias de resistencia y movilización por la solidaridad y la exigencia de justicia por los sucesos de Iguala permiten colocar algunas reflexiones clave para la comprensión del activismo político contemporáneo en torno a las dinámicas de interacción intergeneracionales y la reconfiguración de los repertorios para la acción que son recuperados en las acciones colectivas.
El movimiento YoSoy132 en 2012 se conformó de la convergencia de trayectorias amplias y emergentes de activismo, proceso que posibilitó la configuración de una red de activismo que se recreó entre diferentes contextos y temporalidades. En 2014, el acontecimiento de Iguala definió la activación de muchos de los actores de la red de activismo y detonó procesos de creación y producción política.76
A partir de esos referentes espacio-temporales con su vínculo a lo subjetivo, la participación de los jóvenes activistas en las acciones colectivas por Ayotzinapa puede ser entendida desde su tránsito hacia el empoderamiento donde emociones y referentes culturales compartidos aumentaron la potencia para actuar y configurar un agenciamiento que los colocó en las dinámicas de la lucha.77
La noción de temporalidad propuesta por Juris, Pereira y Feixa en su doble constitución,78 por un lado, los tiempos biográficos y generacionales, y por otro lado, los tiempos en los que se desarrollan los movimientos sociales contemporáneos, son clave para la comprensión de las resistencias y movilizaciones. En el caso de Ayotzinapa, además de los actores identificados con la lucha popular, es posible señalar que los jóvenes fueron actores sociales relevantes dentro del activismo político para visibilizar el conflicto y sostener la resistencia. Sin embargo, en la coyuntura de participación política actual convergen distintas generaciones.
Por un lado, las generaciones de jóvenes pertenecientes a un contexto histórico de alternancia política pero que a partir de la memoria colectiva logran descifrar y posicionarse frente a los cortocircuitos de la democracia mexicana y sus proyectos autoritarios y excluyentes. Y por otro lado, generaciones de adultos que han tenido en su haber un conjunto de experiencias, desde el movimiento estudiantil de 1968 hasta la ruta de conformación de organizaciones civiles y populares que conquistaron espacios a partir de las décadas de los ochenta y los noventa en el siglo XX.
En el caso de Guadalajara, las interacciones entre jóvenes y adultos se dieron en el marco de la Asamblea Ayotzinapa Somos Todos Jalisco, que funcionó como espacio de interlocución y negociación para la toma de decisiones. No obstante, las interacciones también tuvieron lugar dentro de las protestas y acciones directas, sin embargo, la participación de los jóvenes se materializó de manera más contundente a través de espacios de afinidad y redes de activismo donde la identidad política jugó un papel fundamental para el establecimiento de relaciones de colaboración entre sus pares. Además del elemento generacional, las relaciones entre los jóvenes activistas también fueron estructuradas por el género y la clase social, categorías que tensionaron las posibilidades y los límites de cercanía.79
De manera particular, respecto a la experiencia juvenil y el uso de tecnologías, más que entender el asunto generacional como una transición de “generación arroba” hacia “generación hashtag”,80 y ante la complejidad de esa temporalidad, me parece más pertinente el reconocimiento de diversas trayectorias juveniles que refieren a jóvenes activistas que desde sus prácticas y usos han apropiado las tecnologías comunicativas en distintos ritmos y tiempos.
Lo anterior confiere visibilidad al proceso de apropiación tecnológica entre distintos contextos donde los jóvenes han logrado desarrollar sus trayectorias biográficas transitando a escenarios de empoderamiento político. Si bien, las trayectorias biográficas juveniles han tenido lugar en escenarios de internet 1.0 y 2.0-3.0, las experiencias de apropiación juvenil refieren a procesos de adaptación o recorridos de aprendizaje desde las prácticas, puesto que la condición tecnológica determina sólo en primera instancia y tiene lugar en contextos concretos.
El uso de tecnologías comunicativas por parte de los jóvenes activistas alude también a la reconfiguración de los repertorios para la acción, donde las tecnologías potencian las acciones colectivas y los procesos de comunicación que se sostienen para su convocatoria, desarrollo y difusión.81 La experiencia de resistencia en Guadalajara permite entender que los usos de las tecnologías comunicativas remiten a dos lógicas que se entrelazan en las protestas y acciones directas, y que tienen sobrepesos diferenciados. La primera, como lo advierte Gerbaudo, tiene que ver con la búsqueda de posibilitar la reunión o el encuentro entre las personas, donde la identidad colectiva es clave para conformar una posición política respecto a un conflicto.82 Esta lógica confiere centralidad a la convocatoria para la participación mediante la creación y circulación de eventos de Facebook y carteles.
La segunda lógica refiere a la producción de contenidos, donde la capacidad de registro se traduce en una apuesta por generar representaciones de lo que se vive en la experiencia política pero también sobre los posicionamientos respecto al conflicto, es decir, interpretaciones o lecturas de los hechos, sus causas y consecuencias. Por ejemplo, recuperando las acciones globales por Ayotzinapa en Guadalajara, los jóvenes activistas del colectivo Másde131ITESO, en coordinación con jóvenes activistas de la ciudad de México, provenientes del YoSoy132, documentaron la ocupación de la calle y sumaron contenidos en torno a la desaparición de los estudiantes para construir una narrativa distinta a la elaborada por el gobierno. Lo anterior fue diferente, en su sentido estratégico por la planeación y conceptualización, a lo que realizaron otros activistas en el resto del país que no pertenecen a esa red de activismo.
En ese sentido, la comunicación, tanto de la mano de las tecnologías como de su articulación con la acción, forma parte de los procesos de conformación y difusión de las acciones colectivas del activismo político, ya sea como recurso en el intercambio de información para la organización o en la proyección mediática de los valores e ideas de la lucha. Además, en el marco de los conflictos y problemáticas las experiencias juveniles pueden ser reconocidas como una disputa sociopolítica frente a los actores políticos pero también como una disputa comunicacional.
La conformación y difusión de las acciones colectivas, así como la disputa de impronta comunicacional, se configuran desde los saberes, competencias y habilidades que los activistas jóvenes han practicado en los entornos de la cultura audiovisual y mediática, y que se han incorporado a los posicionamientos sociopolíticos, imprimiéndoles creatividad, estéticas, reglas y normas emergentes, así como nuevas características al proceso inherente de interlocución e interpelación. Este proceso tiene que ver directamente con la redefinición del pacto comunicacional entre los actores sociales y los medios digitales e interactivos, que se constituye de categorías de sentido, propias de la apropiación de la interactividad, el lenguaje multimedia y la reticularidad comunicativa, elementos que orientan la producción y la circulación de contenidos y que les coloca frente a los actores políticos y económicos en el proceso de disputa.
Esta redefinición del pacto comunicacional en términos de la emergencia de la figura de estos sujetos políticos tiene como precedente fundamental, según Reguillo, el ajuste del pacto social que los jóvenes o los movimientos sociales, como actores sociales del cambio social, aportaron a la fisura del monopolio de la voz legítima, que les permitió la apropiación de espacios (donde tiene lugar la representación de los medios de comunicación masiva) y la conformación de relaciones sociales horizontales como base de una ciudadanía activa.83
Por ello, entiendo que la reconfiguración de los repertorios debe entenderse como un proceso de potenciación tecnológica de la acción colectiva, pues no sólo remite a la capacidad de los activistas a convocar a miles de personas para el encuentro en la protesta sino también a la puesta en escena de lenguajes interactivos y audiovisuales para disputar a los actores políticos e interpelar a la sociedad con un contrarrelato respecto al conflicto que otorga un espacio de escucha a las voces de las víctimas y al resto de la sociedad. En ese sentido, mientras los jóvenes del colectivo Asamblea de Estudiantes UdeG se dedicaron a utilizar Facebook, los tuits generados por los miembros de Másde131ITESO abonaron a la gran conversación que se conformó en Twitter y que estaba vinculada directamente con las protestas en tiempo real. El flujo de la información y las opiniones dentro de esta plataforma fue el resultado de una dinámica de interacción entre diversas comunidades interpretativas que colocaron códigos y valoraciones críticas respecto a las explicaciones y razonamientos de la tesis oficial.84
No obstante, es importante precisar que los contenidos generados y circulados por los jóvenes activistas a través de Facebook y Twitter se confrontaron con la cobertura que los medios de comunicación masiva realizaron sobre los sucesos. Esta dinámica, siguiendo a Pleyers y Suzina,85 debe entenderse dentro de un escenario de asimetrías de representaciones ya que las autorepresentaciones que son proyectadas por medio de tuits, y que buscan la construcción de un contrarrelato respecto a la interpretación dominante del conflicto y un espacio para su interpretación, entran en juego con las representaciones creadas desde el poder mediático que posee alcances proporcionalmente mayores. En ese sentido, la clave radica en la capacidad de los jóvenes activistas de traducir las acciones colectivas, junto con su condición de masividad, en acciones conectivas que a su vez habiliten pautas interpretativas como resultado del poder micro que surge desde su agencia social.
Conclusiones
Las redes del activismo contemporáneo en México, aquellas que fueron reconfiguradas en la experiencia del movimiento YoSoy132 a nivel nacional en 2012, se activaron ante el conflicto de la desaparición de los jóvenes normalistas de forma paulatina a partir de octubre de 2014. Esto sucedió después de que algunos colectivos experimentaron relaciones de colaboración entre ellos ante ciertas causas significativas, como #1DMX en 2013 y la resistencia frente a la Ley en Telecomunicaciones en 2014, entre otras.
La resistencia que se conformó en solidaridad y por la justicia de Ayotzinapa es un claro ejemplo de cómo funciona la participación política contemporánea, donde los posicionamientos sociopolíticos se articulan a partir de las redes de activismo, o sistema-red, vínculo que se intensifica a partir de una causa concreta que trasciende la indignación, se reconoce entre diversos actores sociales, o nodos, y se determina en la acción política como movimiento-red, siempre heterogéneo.
Otro aspecto que es importante destacar tiene que ver con la temporalidad de las expresiones sociopolíticas, que desde las prácticas y acciones colectivas, tienen lugar en el marco de procesos de participación intensos y latentes, y no desde la formación permanente en el transcurso del tiempo. Respecto a la resistencia por Ayotzinapa, las marchas de octubre pueden entenderse como las acciones colectivas del reconocimiento frente al conflicto, en cambio, las protestas #20NovMX y #1DMX, incluso las del 26 de diciembre de 2014 y enero de 2015, pueden ser reconocidas como parte del periodo de intensidad, y finalmente, las posteriores jornadas de movilización entrarían en un periodo menos intenso de participación.
Una tercera cuestión que es indispensable recuperar tiene que ver con la forma de organización del activismo político que incide en la planeación, desarrollo y difusión de las acciones colectivas, elemento de los movimientos sociales que siguen teniendo centralidad en los posicionamientos sociopolíticos. En ese sentido, tanto los sistemas-red como los movimientos- red se organizan a partir de liderazgos distribuidos y relaciones entre actores sociales, grupos y colectivos que apelan al reconocimiento a partir de la causa o conflicto al que se enfrentan, proceso en el que resulta un detonante fundamental el aspecto emocional y la capacidad de los participantes para trascender hacia la activación.
El cuarto elemento pertinente a destacar alude a la apropiación estratégica de las tecnologías comunicativas, no sólo como parte de la organización sino como parte del despliegue de las mismas acciones colectivas. El uso sociopolítico de las tecnologías comunicativas no solamente tiene que ver con el aspecto técnico de estos artefactos sino con la condición comunicativa de las acciones que a partir de las posibilidades interactivas de las tecnologías posibilita escenarios de disputa frente a los actores políticos y de interpelación explorando nuevos participantes para su causa.
Finalmente, es necesario advertir que la resistencia ciudadana que se consolidó como una expresión política contemporánea tiene en el balance de ganancias su capacidad de visibilizar el conflicto de los jóvenes desaparecidos, la contextualización de los alcances de los sucesos, el cuestionamiento de la tesis oficial y la atribución de responsabilidades, rompiendo el cerco mediático y los posicionamientos de coacción y discursivos de los actores políticos (los tres niveles de gobierno). Asimismo, otro aspecto importante para la valoración remite a la capacidad de los actores sociales, grupos y colectivos que conformaron el movimiento-red por Ayotzinapa de sostener la solidaridad y la exigencia de justicia durante más de ocho meses con notable visibilidad.
En cambio, el reto, considerando el periodo de latencia en que entran los movimientos sociales, o desarticulación de las redes de activismo que los conforman, alude a la transformación de las articulaciones en red hacia agendas de organización política, sea en relación con el tema de los desaparecidos en el país, agenda que resulta más que necesaria fortalecer, o en lo que se refiere a otros temas del conjunto de malestares sociales del México contemporáneo. En ese sentido, resulta fundamental el aprovechamiento de la protesta como espacio de encuentro para extender la producción política hacia la organización.