El propósito
En la historiografía ―con un sesgo masculino― se ha documentado la labor sindical del joven pintor muralista David Alfaro Siqueiros para aglutinar a la fuerza trabajadora en Jalisco a partir de 1925, a instancias de las directrices del Partido Comunista Mexicano (PCM).1 Empero, muy poco o casi nada se sabe que, al lado de Alfaro Siqueiros, su primera esposa, Graciela Amador Sandoval, llamada Gachita desde pequeña2, realizó un activismo extraordinario con tintes feministas, artísticos y culturales.
Por ende, el foco de la narración está dirigido hacia Amador Sandoval para desvelar cómo, a partir de su exaltación amorosa por Siqueiros ―con quien se había casado en 1918―, logró construir su propio espacio de acción militante con gran sensibilidad artística. Ella privilegió el diálogo y el acercamiento con la gente de las comunidades, sobre todo con las mujeres a las que pretendía llevar la buena nueva de la revolución comunista.
Amador y Siqueiros ―cuadros destacados del PCM― se asumían como parte de la vanguardia roja que destruiría la opresión del capital contra los trabajadores en las tierras de Jalisco.
Con el propósito de aportar a este proceso histórico regional con perspectiva de género, la pasión amorosa y la militancia sindical explican en gran medida cómo el compromiso político arropó la enjundia y la determinación con que Amador sorteó toda clase de obstáculos y sinsabores con tal de lograr la misión de Siqueiros en pro de la unificación de la clase trabajadora en Jalisco.
Los objetivos alcanzados, al integrar la Confederación Obrera de Jalisco (COJ), les abrió la puerta para su experiencia comunista en la Unión Soviética (URSS), en donde Amador incubaría su proyecto pedagógico para la niñez proletaria, en su regreso a México.
Para hilvanar esta historia con acento femenil, he tenido acceso al testimonio autobiográfico de Amador Sandoval. Por un lado, asentado en sus memorias publicadas en Hoy. La Revista Supergráfica [sic], dirigida por el afamado periodista José Pagés Llergo, publicación semanal especializada en cultura, espectáculos, páginas sociales, crónicas históricas y actualidades políticas nacionales e internacionales, publicada en los años cuarenta y cincuenta del siglo XX en la Ciudad de México. Por otro lado, en el archivo personal de Amador Sandoval, específicamente en los cuadernos en donde volcó sus vivencias familiares infantiles, sus experiencias de pareja al lado de Siqueiros, y sus sentimientos y espiritualidad más íntima.
El archivo personal de Graciela Amador lo custodia y resguarda su sobrina, la antropóloga Ana Piñó Sandoval, en la Ciudad de México. En la Biblioteca Luis González de El Colegio de Michoacán, a partir de dicho archivo personal, actualmente se digitaliza el Fondo Graciela Amador Sandoval para su consulta.
La narración autobiográfica expresa las fuertes motivaciones amorosas de Gachita, pero también las desdichas de su militancia comunista a tiempo completo. De manera elocuente, además, su relato trasluce en el fondo un orden patriarcal en un periodo convulso, polarizado y violento de la posrevolución en Jalisco; donde el arrebato amoroso y la fe ciega en la construcción de la patria del proletariado -en una dispar y compleja convergencia- se vieron fuertemente atravesados por el machismo y las desigualdades de género.
De cómo se formó la pareja Amador-Siqueiros: vivencias cotidianas, tensiones conyugales y movilización social
Para comprender la pasión de Graciela Amador hacia Alfaro Siqueiros, y de cómo se entrelazó con su activación comunista, debemos retroceder brevemente en el tiempo hasta enero de 1918, cuando Gachita conoció a José Alfaro Siqueiros, amigo de su hermano Octavio, durante las honras fúnebres por la muerte de su padre, el reconocido historiador liberal don Elías Amador.3 Octavio y Alfaro, a las órdenes de Manuel M. Diéguez y Álvaro Obregón, lucharon juntos en el ejército carrancista durante el movimiento armado.4
Graciela impuso el nombre de David a Alfaro Siqueiros,5 y llevó su noviazgo sin la aprobación de su familia durante algunos meses; en agosto de ese mismo año contrajo matrimonio civil. Según su propio testimonio, Gachita se casó absolutamente enamorada del pintor, y por la necesidad de “aferrarme a un cariño grande”, y “por quien estaba dispuesta al sacrificio y a entrar en su vida contra todos”.6
Después de su casamiento, Siqueiros solicitó al gobierno de Venustiano Carranza la retribución por sus méritos revolucionarios; fue nombrado entonces secretario de la Legación mexicana en París en 1919.7 Pero de última hora, ya estando en Nueva York, la pareja recibió una contraorden para presentarse en Barcelona,8 en donde Graciela constató los celos de Siqueiros que le impedían llevar una vida social más explayada, a tal punto que esos episodios “me dejaban deshecha por algunos días”: “nuestro amor crecía al punto de hacernos daño […]. Mi vida era él y daba la mía por su tranquilidad”.9
Y aunque no se superaron esos incidentes matrimoniales atizados por el machismo del pintor, la pareja dejó España y se trasladó a París,10 y de ahí Amador y Siqueiros viajaron a Italia, en donde encontraron la invitación de José Vasconcelos para que Siqueiros se integrara al equipo de pintores que cubrirían las paredes del nuevo edificio de la Secretaría y los muros de la Escuela Nacional Preparatoria. El matrimonio regresó a México.11
Muy pronto, Graciela Amador se desilusionó con su nueva vida. Su esposo no le permitía salir a la calle, ni siquiera visitar a su madre. Los recelos de Siqueiros se impusieron, incluso sobre la neuralgia que adquirió Gachita en su encierro que se prolongó durante varios meses: “La orden seguía hitleriana: ¡usted no me sale! Las mujeres en su casa y los hombres en la calle” [sic].12
No obstante, un incidente afortunado la sacaría de ese enclaustramiento. Con motivo de un paseo navideño de Graciela del brazo de su marido por los puestos del pequeño comercio de la Alameda Central de la Ciudad de México, ella absorbió los jugos de la tierra mexicana: “¡Jamás lo olvidaré!”, y agrega: “pude darme cuenta de la inventiva del genio plástico de nuestra raza”. Esta experiencia vital iluminó decididamente su espíritu artístico. Además, la pareja regresó a su casa llevando una piñata.13 Siqueiros consintió, para halagar a su esposa, realizar una posada con las amistades que él frecuentaba. Acota Graciela: “David tuvo uno de sus frecuentes ataques de ternura que seguían a los de cólera, ambos raros e inmotivados. Fue tanta su largueza espiritual que decidió hacer una posada”.14
En medio de la fiesta navideña, Amador conoció a José Vasconcelos; también a algunos integrantes de la intelectualidad artística citadina (Fermín Revueltas, Germán y Lola Cueto, Carmen Mondragón, conocida como Nahui Olin, Ignacio Asúnsolo, entre otros), y a un trío de fervientes pintores comunistas: Xavier Guerrero, Roberto Reyes Pérez y Máximo Pacheco.15
A partir de esa reunión con lo más granado del arte revolucionario, poco a poco Siqueiros fue aflojando las cadenas de la clausura y Gachita se sumergió en el mundo artístico que le atraía profundamente. Ella misma tocaba el piano y componía música, pues desde niña tuvo una esmerada educación musical mediante las enseñanzas de Manuel M. Ponce.16
En aquel ambiente, a la vera de la “inquietud política nacional”, la cohorte de jóvenes artistas plásticos se asumía militante y vanguardista;17 y fundó el Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores, Escultores y Grabadores Revolucionarios, en diciembre de 1922.18 Entre sus integrantes estaban exponentes de las artes mexicanas: Nahui Olin, Carmen Foncerrada, Jean Charlot, Ramón Alva de la Canal, Amado de la Cueva, Juan Olaguíbel, Diego Rivera, José Clemente Orozco, y, por supuesto, Alfaro Siqueiros.
Al año siguiente, en 1923, el núcleo del Sindicato se incorporó al PCM, a instancias de la interacción sostenida con sus dirigentes, Rafael Carrillo y Rosendo Gómez Lorenzo,19 que buscaban ampliar su base política, aún endeble, y constituirse en el partido de la clase obrera, como elemento central de su “construcción ideológica bolchevique”.20 Esta atmósfera artística y agitadora, en la que era protagonista Alfaro Siqueiros, impulsó el ingreso de Amador al partido en 1924,21 quien fue incubando su faceta más militante y transgresora.
El binomio rojo en Jalisco
Durante la institucionalización del Estado posrevolucionario, la formación comunista en México ―en su calidad de Sección Mexicana de la Tercera Internacional Comunista (IC, Comintern)― alentó combates ideológicos, conducidos y mediados por los propósitos centralizadores y los intereses de la propia IC; conceptuada como el partido mundial de la revolución con el objetivo de extender esta por todo el planeta. Se argumentó sobre “La necesaria e inevitable existencia de un Partido Comunista, del modelo pregonado por el Komintern, no de otro, como requisito sine que non para el triunfo de una revolución obrera”.22
Imbuidos de estas consignas ideológicas sustentadas por el Buró político del PCM, a partir de 1925, Gachita y Siqueiros salieron de la Ciudad de México y emprendieron el viaje hacia Guadalajara. Su estancia en Jalisco se extendió durante tres años.
En la capital del estado, el gobernador jalisciense, José Guadalupe Zuno, hombre sensible a las artes y convertido en mecenas, les ofreció al pintor y a su amigo Amado de la Cueva la realización de murales en la Universidad de Guadalajara, en la nave de un viejo templo.23 La confraternidad de Zuno con Siqueiros provenía de su antiguo compañerismo en sus estudios de pintura que compartieron juntos.24
En seguida, el programa político sindical fue proyectado a desarrollarse en el territorio de Jalisco también con el apoyo del gobernador Zuno.25
Alfaro Siqueiros ―con el acuerdo de la dirigencia comunista, reafirmando el impulso sindicalista, y siguiendo las pautas de la IC del frente único― se dio a la tarea de constituir el Sindicato de Pintores de Jalisco; agrupar a los hilanderos de Juanacatlán, y organizar la federación minera con obreros de Hostotipaquillo y La Magdalena, específicamente en los minerales de Cinco Minas, Piedra Bola y La Mazata, explotados por la empresa “Cinco Minas Mining Company”.26
Construyendo a la vez conciencia de clase y conciencia de género
Luego de un viaje azaroso, Graciela y Siqueiros se asentaron en Hostotipaquillo con la ayuda de gente de la comunidad. En su testimonio, Amador menciona que llegaron a vivir a la casa de “La Güera Carlota”, quien los recibió con mucha hospitalidad. En los hechos, el esposo de “Carlota”, llamado “El Güero Aguirre”, trabajó al lado de Alfaro Siqueiros en la planeación de la organización sindical, realizando los primeros recorridos por los yacimientos.27
Amador, por su parte, quedó impresionada por los trabajos duros en los socavones. Ella se inició modestamente como mecanógrafa, aunque bajo un ritmo extenuante exigido por su marido, al transcribir los comunicados y pronunciamientos de Siqueiros en su acción político sindical para concientizar a los trabajadores mineros y denunciar las infamantes condiciones en las que sobrevivían.
Junto al piano, que era el espectro de mi antigua alegría, estaba la máquina de escribir o máquina de tortura donde yo tecleaba horas y horas siguiendo el dictado de mi marido, terminando medio muerta cuando el sol salía. Dejé de ser modelo para convertirme en mecanógrafa, ambas tareas desaforadas y agotantes.28
En medio de las condiciones de gran agitación social que suponían los trabajos de afiliación de los nacientes sindicatos mineros y de la propaganda comunista, Gachita, poco a poco, se desprendió de las tareas asignadas tradicionalmente a su género para involucrarse cada vez más en acciones políticas de mayor envergadura.29
Amador confiesa que a partir de 1925 descubrió una inédita experiencia comunitaria, trabajando conjuntamente con mujeres del pueblo en las minas de Jalisco, para insertarlas en el PCM, concientizarlas y hacer de ellas, junto con sus esposos, hijos y hermanos, la vanguardia de la lucha del proletariado y las mensajeras de la nueva revolución social; todo, mediante la formación de centros revolucionarios femeniles, que ella misma auspició: “Formé los primeros Centros Revolucionarios de mujeres que tan valiosa ayuda nos prestaron en aquellos tormentosos años de verdadero heroísmo”. Su paradigma organizativo fue movilizar solidariamente a las mujeres, como factor determinante en su concientización y en el fortalecimiento de su espíritu de lucha.30
Destacó el accionar femenino de Cinco Minas, donde Amador instaló el Centro Cultural de Mujeres Libertarias (CCML), con su sesgo libertario que dejaba ver influencias anarquistas. Su liderazgo, carisma y agencia la colocaron en el Comité Central de la Federación de Mineros del Estado de Jalisco (FMEJ), y a la vez responsable de su sección femenil.31
Además, en su tránsito por Jalisco, Amador configuró un programa cultural para llevar esparcimiento artístico a las reuniones sindicales de la FMEJ con la puesta en escena de “zarzuelas y números de canto y variedades”. De esta manera transmitió su bagaje de cultura y arte a los conglomerados femeniles con los que convivió.
Su activismo también la impulsó para promover y ofrecer charlas a nombre de la Unión de Educadores Jaliscienses,32 debido a su inclinación pedagógica con objetivos de redención social para la niñez proletaria.
Con este propósito, Amador realizó un proyecto educativo secundado por dos jóvenes maestras, Esther y Catalina Vélez Díaz, para instruir en las primeras letras a las hijas e hijos de los trabajadores. En sus enseñanzas magisteriales “fueron respetadas por los mineros, no tan sólo por la labor educacional que les impartieron, sino por su cooperación laborista”.33
El hogar comunal y la fundación de la confederación obrera
El trabajo sindical a tiempo completo realizado por Alfaro Siqueiros tuvo la finalidad de vitalizar el movimiento político de la Local Comunista en el estado.34 No solo con miras a radicalizar los fundamentos de la Confederación de Agrupaciones Obreras Libertarias de Jalisco (CAOLJ), constituida en 1924, sino también para avanzar en la edificación de una bien cimentada central obrera jalisciense de frente único.35
Con ese objetivo, Siqueiros y Amador se trasladaron a Guadalajara; rentaron una casa grande en la calle de Pedro Moreno 119; estaban acompañados por Jorge Piñó Sandoval ―primo de Gachita― quien al quedar huérfano muy pequeño vivió largas temporadas al lado de Amador y de Siqueiros como si fuera su propio hijo. Muy pronto, la infancia de este niño se trocó en militancia política al incorporarse en los “Pioneros Rojos”, la organización infantil comunista.36
En aquella casona el trío comunista habitó junto con otros de sus camaradas, como el profesor Manuel Uribe y el pintor Roberto Reyes Pérez; de este último, Amador no dejó de recordar su entusiasmo político:
Hasta la capital llegó el rumor de esta fuerza: la político-sindical y se creyó necesario mandarnos refuerzos. Así fue como un buen día llegó Roberto Reyes Pérez, que […] pasaba lista entre los pintores de vanguardia […]. Desde su arribo demostró una fortaleza inquebrantable y puedo asegurar que dejó la mitad de su vida en Las Montañas de la Muerte [así ella denominaba a las minas…] sosteniendo con su entusiasmo los nacientes sindicatos mineros. Reyes Pérez estaba inundado de fe y de juventud.37
Desde Guadalajara, Amador no dejó de enviar sus colaboraciones -poemas, cuentos, leyendas, relatos- a El Machete, convertido en el órgano de propaganda del Partido Comunista a partir de mediados de 1925. Al año siguiente, en octubre de 1926, aparecieron en El Machete unos pequeños versos suyos, sobre las dificultades y retos comunistas para radicalizar los postulados de la Revolución mexicana.38
Cabe recordar que desde 1924, Amador, Siqueiros y una constelación de brillantes colaboradores, llevaron la batuta en la creación y sostenimiento de El Machete en la Ciudad de México. Este órgano gráfico exaltó la nueva era revolucionaria en México,39 y nació como expresión de la legión de artistas plásticos.40
Incluso, en el primer número del periódico (primera quincena de marzo, 1924), como ejemplo de su exaltación revolucionaria y de su primer acercamiento a las luchas feministas, Gachita se animó a disertar con un artículo titulado “Aspectos sociales de las mujeres de México”. Aunque ocultó su nombre y firmó el artículo con el seudónimo de Silveria Sierra (nombre de una tía suya). En su contenido abordó una tipificación muy esquemática de las mexicanas, que en realidad era una muestra abreviada y escueta de la estructura social clasista en la cual se desenvolvían las mujeres de aquella época. De tal manera que nominó a “La mujer ‘bien’”, para referirse a la burguesa. “La cacatúa”, era para ella la mujer oportunista y aristocratizante, “La mujer de clase media”, y desde la perspectiva de Amador, era quien debería asumir su conciencia revolucionaria y dignificarse mediante la educación y el trabajo productivo. Por último, “La mujer india”, a la que se le debería encauzar hacia la redención social para que dejara de cargar “sobre sus espaldas el peso de sus hijos y el de cuatro siglos de opresión”.41
Por otro lado, con el mismo espíritu combativo de que había hecho gala El Machete, y para ampliar la cobertura informativa hacia el sector laboral jalisciense, Siqueiros, sus cuadros comunistas y la propia Amador iniciaron la publicación de un periódico local, similar a El Machete, denominado El Martillo (17 de octubre de 1926), que se pronunció como órgano obrero y “para la clase trabajadora”, con el objetivo de ofrecer un instrumento para “la educación de los trabajadores jaliscienses”.42
Al agrupamiento comunista dirigente se integraron también José Díaz y Pedro Ruiz, entre otros luchadores sociales jaliscienses con militancia comunista. Su movilización y su accionar colectivos entre la clase trabajadora de distintas ramas de la producción, dieron fundamento, entre enero y febrero de 1927, a la Confederación Obrera de Jalisco (COJ). Así se logró la unificación de la clase trabajadora bajo la hegemonía comunista y con la firma de un pacto de solidaridad entre el conjunto de las agrupaciones obreras. Su establecimiento se alcanzó luego de un largo periodo de intensos trabajos de organización apoyados en la propaganda de sus órganos informativos, y de articular estrategias contraofensivas para evadir el acoso constante de las guarniciones militares implantadas durante el callismo. Además, en medio de luchas acérrimas contra las campañas orquestadas por la oligarquía y sus guardias blancas, así como contra esquiroles y líderes callistas afiliados a la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM).43
Como estrategia para el sostenimiento de la COJ, el núcleo comunista implantó un programa para recabar las cuotas sindicales. Incluso, a decir de Amador, las peticiones de la organización obrera fueron positivamente resueltas por parte del gobernador Margarito Ramírez, sucesor de Zuno, “haciendo honor a su extracción obrera”, en una clara alianza política. A la vez, el ingenio de Jorge Piñó Sandoval ―integrado ya a la Juventud Comunista― ideó “arbitrarse fondos por medio de los ‘bailes sabatinos’”. Con estas reuniones ―recuerda Amador― se entregaba lo recaudado “a la Tesorería de la Confederación”, y, por tanto,
no se podría menos de reconocer la consciencia de clase que tan rápidamente se había apoderado de aquellos seres imponderables […]. Nunca hubo desórdenes ni borracheras, en cambio, los grupos que venían en representación de cada sindicato hicieron una verdadera labor de fraternización.44
Para Amador, sus tareas sindicales y como cuadro comunista también implicaron una relación de camaradería para involucrar al pueblo llano que no había tenido acceso a la cultura y a las artes, y, de paso, para mejorar su condición laboral, sobre todo de las mujeres:
Se pudo fundar un orfeón y un gran cuadro teatral que llevó al escenario del Degollado [el Teatro Degollado] verdaderos festivales de arte. Pero también se instaló un excelente local de costura en el que muchas obreras encontraron el pan de sus hogares; lo dirigía la señora Oaxaca, bella mujer istmeña.45
Graciela recordó aquella etapa,
[…] llena de privaciones y amarguras, como la más dura para quienes verdaderamente abrimos una brecha llena de fe y de optimismo, soñando con un mundo mejor; […] época en la que actuábamos por convicción y sin esperar la gloria eterna.46
A medida que avanzó la acción comunista y la concientización de las y los trabajadores integrados en la COJ, se incrementó la conflictividad, los enfrentamientos,47 las persecuciones, las detenciones y los ajusticiamientos. De los cuadros que hacían trabajo sindical, conjuntamente con Amador y Siqueiros, perdió la vida Pedro Ruiz, descrito por Graciela como un ser humano congruente y militante, mesero de oficio, y quien vivía en la casa comunal: “Un día salió a las minas y lo asesinaron en La Mazata, aprovechando la confusión religiosa”, a causa del conflicto cristero.48 De igual forma, fue atacado José Díaz, “obrero anarquista baleado misteriosamente en una callejuela de Cinco Minas […]. Triunfos y derrotas, amenazas de muerte, golpes de audacia de David, abnegadamente secundado por todos, incluyendo a mis valerosas mujeres”, recordaría Amador.49
En la patria de los trabajadores
Aunque la militancia comunista, a tiempo completo, también tuvo sus satisfacciones; la Asamblea General de la COJ eligió a Amador y Siqueiros como sus delegados ante el IV Congreso de la Internacional Sindical Roja (ISR, Profintern), a realizarse en la URSS (17 de marzo al 3 de abril de 1928). Dicho congreso se encuadró en los inminentes cambios que llegarían con el llamado tercer periodo, cuando la IC determinó su estrategia ultra izquierdista (VI Congreso, julio de 1928).50 Con sus resoluciones se afianzó la bolchevización de los partidos comunistas; el freno colaborativo con gobiernos burgueses, y la implantación de la consigna “clase contra clase”. Y un interés de la IC más enfocado a América Latina, dando cabida a la formación de aquellos cuadros con liderazgo político de sus secciones latinoamericanas. Fueron los casos de Amador y Siqueiros, y este encabezó la delegación mexicana.51
Graciela llevó ante el IV Congreso de la ISR la representación de las agrupaciones femeninas jaliscienses y tuvo el privilegio de dialogar con Clara Zetkin, la lideresa feminista, quien dirigió un discurso en el Instituto Lenin de Moscú, “tratando ampliamente la situación de la mujer dentro de la lucha de clases”. El testimonio de Amador refleja la emoción que le produjo el acercamiento con Zetkin:
Aún recuerdo sus palabras entrecortadas por la fatiga: ‘Cómo va el movimiento femenino en México’, y el interés que demostró por nuestras obreras. Hablé con ella breves palabras. Nos despedimos con un cariñoso abrazo que ella interpretó como un nuevo lazo de unión universal: ‘Es para mis hermanas de México’, dijo.52
El interés de Zetkin no fue un mero formalismo. Amador comunicó el sentir de las comunistas lideradas por Cuca García -cuadro dirigente del partido-, sobre las condiciones verdaderamente deprimentes en las cuales se mantenía a las trabajadoras de los distintos sectores laborales en México. El ejército de mano de obra femenil se encontraba desorganizado para enfrentar la explotación del capital. Aun así, las mujeres habían emprendido:
una resistencia furiosa ante la ofensiva capitalista […] aumentando su combatividad […y] para quienes las prisiones y amenazas de confinamiento […] no fueron capaces de amedrentarlas y hacerlas retroceder en la lucha […] como lo demostraron las mujeres de los mineros de Cinco Minas, Jalisco, que todas haraposas y hambrientas, organizáronse en grupos de defensa para impedir la entrada de los esquiroles a las minas, mientras sus maridos, nuestros compañeros, discutían en asambleas la táctica a seguir en la defensa de sus intereses de clase.53
Además, Amador hizo alusión a los pocos cuadros femeninos del PCM, en la Ciudad de México: Concha Michel, Tina Modotti, Luz Ardizana, María Vendrell, Elisa Guerrero, María López, María Luisa González, María de la Luz Carmona, María Lazcano y María de la Rosa. Y pequeñas organizaciones femeniles en localidades del interior del territorio nacional. Para ese periodo en las filas comunistas había una ínfima cantidad de no más de cien mujeres contra alrededor de mil 400 varones en todo el país. Aquéllas reconocían que el liderazgo de Cuca García instaba a su partido a “canalizar el descontento de las obreras en masa […] y dirigirlas en la lucha”, sin olvidar que las mujeres del ejército productivo “son reservas con que cuenta el capitalismo para su explotación; pero si nosotros la organizamos, la educamos y dirigimos en la lucha, constituirá nuestras más grandes reservas de energía del proletariado para la revolución”.54 Es decir, la emancipación de las mujeres en función de organizarlas como cuadros femeniles para engrosar la lucha del proletariado.
Ese fue el espíritu que Amador patentizó en sus encuentros con Zetkin y con Nadezhda Krupskaya, la viuda de Lenin, con quien Amador se identificó en sus ideas en pro de las mujeres, la infancia y la juventud.55
Mediante la interlocución de Amador con Krupskaya, Graciela y Siqueiros fueron presentados por Diego Rivera ante Anatoli Lunacharsky, el culto Comisario del Pueblo para la Educación. Esos diálogos delinearon con precisión el ideario de Graciela en favor de la protección y educación de la niñez proletaria.56
Amador y Siqueiros, además, también asistieron como representantes de las organizaciones obreras mexicanas a la Segunda Conferencia Sindical Latinoamericana, realizada en Moscú, en abril de 1928, bajo las premisas adoptadas durante el IV Congreso de la ISR, que acordó como deber del proletariado la conquista de los sindicatos reformistas.57
A su regreso a México, Graciela plasmó su convicción en un relato teatralizado titulado “En la Rusia Soviet. La Casa del Obrero”, exaltando las nuevas condiciones del pueblo ruso. Y El Machete anunció las conferencias que impartirían Rivera, Siqueiros y Amador, con la finalidad de mostrar “el país donde gobiernan los obreros y campesinos, relatando sus impresiones personales y aportando la enorme cantidad de datos que allí recogieron”.58
Apunte final
Al rescatar un perfil existencial muy poco conocido, conjugué diversos planos analíticos con el afán de que la urdimbre mostrara el periodo de transgresión política de Graciela Amador: situé algunos escenarios de la historia regional jalisciense en una coyuntura de intensa movilización social y sindical durante los años veinte; exploré los espacios por los que transitaron Amador y Siqueiros como parte de la historia política de la izquierda comunista con su énfasis transnacional; también las poliédricas dimensiones de la historia social de las mujeres me permitieron poner en primer plano a Graciela Amador Sandoval, comunista, artista y con talante feminista.
Por su voluntad íntima, en una primera etapa, Amador se enfrascó en un enamoramiento romántico colmado de intensas emociones amorosas, aunque tristemente templadas por los celos y los machismos de su pareja. Seguidamente, Gachita enfocó su existencia y su razón de vivir en una experiencia ideológica y dogmática militante, aunque con un tono muy personal enfocado en el aliento de la cultura, la difusión artística y el empuje pedagógico y educativo; todo ello como parte de un convencimiento personal y de su bagaje comunista con la idea de luchar codo con codo con el pueblo, con los núcleos femeniles e infantiles, principalmente. Siempre con la férrea convicción de que la lucha emprendida en las tierras de Jalisco sería una contribución de gran calado a la dictadura del proletariado y, por ende, para el estímulo de la redención de las masas trabajadoras.
Su feminismo de carácter igualitario se explayó durante su estancia en Jalisco en un febril accionar, que para la vanguardia roja suponía la construcción del comunismo revolucionario. Paradójicamente, los fundamentos de su feminismo se vieron subsumidos en su relación con David Alfaro Siqueiros:
Hicimos una vida verdaderamente azarosa al edificar la primera Confederación Minera en el estado de Jalisco. David pintaba poco y su tiempo entero lo dedicaba al trabajo sindical […]. Es lógico suponer que quien lo ayudó moralmente en sus primeros pasos en la pintura, lo ayudara con igual entrega en su trabajo político-sindical. Pero aquí debo confesar paladinamente que hubiese deseado con toda mi alma al pintor antes que al político. Más no era yo quien debería juzgarlo; me estaba vedado: mi papel consistía en continuar a su lado como la mujer apasionada que fui siempre, hasta el momento de nuestra separación.59
En el vértice de los procesos sociales de la posrevolución, una ínfima minoría de mujeres comunistas de los años veinte ―en cuyo núcleo se encontraba Graciela Amador―, puso todas las armas de su intelecto y de su activismo social en su afán de reproducir en México la analogía soviética: la república de los trabajadores.
En esta tesitura, la historiadora Evguenia Fediakova llama la atención sobre:
El mito de Rusia [que] se construía en el contraste con la realidad de los países latinoamericanos; esto es, todos los males sociales que caracterizaban a la sociedad capitalista se creían estar resueltos en el lejano país revolucionario: la liberación de la mujer encarnaba la nueva moral y libertad; el acceso al arte simbolizaba la nueva cultura obrera y la nueva dignidad humana; el privilegio de la educación para los hijos de obreros era la causa justa, y la discriminación a la burguesía era símbolo de un castigo merecido, de igualdad y de restablecimiento de esa justicia social que durante tanto tiempo había sido violentada.60