Introducción
Desde la división de la península coreana en 1945 hasta la fecha, el panorama de las relaciones ínter-coreanas -caracterizadas por la búsqueda de reconciliación para lograr la unificación de la nación cultural coreana- ha presentado avances y retrocesos, mismos que han estado altamente determinados por factores internos como las posturas políticas de los dirigentes de ambas Coreas, que oscilan entre el conflicto y la cooperación, y factores externos delimitados por las implicaciones estratégicas sujetas al campo ideológico y de seguridad de potencias regionales como China, Japón y Rusia e internacionales como Estados Unidos, ante cualquier cambio de postura en las Coreas (Chung, 2001).
El hecho de que las dos Coreas sigan divididas (República de Corea [Corea del Sur] y República Popular Democrática de Corea [Corea del Norte]) en la etapa de posguerra fría y que en apariencia la misma lógica de Guerra Fría parezca prevalecer, por la intervención de potencias regionales y mundiales, mientras en paralelo se desarrollen otros elementos como la emergencia de proyectos conjuntos de cooperación económica y relaciones comerciales, constituye una de las paradojas para los estudiosos de Corea: resulta un franco reto encontrar un marco teórico que explique el caso ínter-coreano.
En la búsqueda de un sustento teórico que pudiese explicar de forma integral el caso coreano, se encontró el enfoque de manejo de conflictos (EMC) propuesto por Samuel S. Kim y Abraham Kim, que aplicado a las Coreas se centra en cuatro marcos de análisis que arrojan un escenario general del estado de las cosas en la península (lo interno, lo ínter-coreano, el rol de las potencias y de las organizaciones internacionales). A su vez, los planteamientos de Samuel y Abraham Kim son identificados como parte del paradigma de la Sociedad Mundial en Relaciones Internacionales, que a grandes rasgos señala que las relaciones internacionales no se corresponden con el modelo interestatal sino que con los fenómenos de interdependencia y cooperación surgen nuevos actores que reducen el papel del Estado como entidad soberana y hacen de la comunidad internacional una sociedad mundial.
Siguiendo un enfoque sistémico, se determina que lo interno y el papel de las potencias son los principales factores que dan forma a los procesos de acercamiento o alejamiento en el monitoreo de las relaciones ínter-coreanas.
Por lo anterior, en el trabajo se analizan los factores sistémicos y sub-sistémicos que - producto de los años- caracterizan a las relaciones entre las Coreas. Se contempla la emergencia de nuevos actores que contribuirían al avance o estabilización del proceso de paz. De igual manera se reflexiona sobre la postura oficial del gobierno surcoreano, encabezado por Lee Myung-bak, hacia Corea del Norte en el contexto de lo que hasta ahora han revelado ser las relaciones ínter-coreanas con el nuevo líder Kim Jong-un.
El objetivo del trabajo es determinar si el nuevo liderazgo representa continuidad o cambio para lograr acuerdos, proyectos conjuntos y eventualmente dejar de lado los elementos beligerantes que mantienen los niveles de conflicto latentes entre las dos Coreas.
Sustento teórico
A partir de la premisa planteada por José Luis León (2009) de que el análisis de la realidad ínter-coreana constituye un verdadero laboratorio para las ciencias sociales, en específico para la historia, economía, ciencia política y relaciones internacionales, se afirma que independientemente de la ciencia social desde la que se observen ciertos fenómenos en la península, los preceptos teóricos utilizados se siguen ajustando a la lógica de la Guerra Fría y sus legados realistas, principalmente porque a simple vista permanece la injerencia de potencias en lo externo y los sistemas antagónicos en lo interno.
Independientemente del enfoque teórico utilizado, lo cierto es que las Coreas constituyen para las relaciones internacionales un caso atípico de estudio (Kim, 2004) pues sus relaciones se siguen dando en términos de Estados de facto y no de jure. El hecho de no haber firmado un tratado de paz al finalizar la Guerra de Corea (1953) hace que sus milicias sigan en pie de lucha ante cualquier provocación y aún no haya reconocimiento mutuo oficial (Kim, 2004); ambos Estados constituyen una misma nación cultural, es decir, no son étnicamente diferentes, comparten la misma lengua e historia.
A raíz de la atipicidad del caso, para este trabajo tomamos la teoría de “manejo de conflicto”, aplicado al caso ínter-coreano por el politólogo Samuel Kim y el analista de seguridad nacional Abraham Kim (2003); ambos autores se apoyan en estudios de coreanistas como Scott Snyder, Charles Armstrong, Moon Chung-in, Roh Jeong-ho y teóricos como John A. Vázquez, Alexander L. George, entre otros.
Para Samuel y Abraham Kim, el enfoque de manejo de conflicto (EMC) viene a llenar un vacío de algunas teorías que no tomaban en cuenta las partes prácticas de sus objetos de análisis. De esta manera, el EMC representa una convergencia entre los enfoques teóricos y prácticos de los conflictos, ante la necesidad de mostrar un mapa más integrado, porque, según ambos autores, ya es ampliamente aceptado que las causas de los conflictos no proceden de una sola fuente ni tienen una única solución. Así, se parte de análisis multi-niveles y multi-causales (Kim, 2004).
En el contexto internacional de posguerra fría, debido a los fenómenos de globalización al exterior y localización al interior de los países, se observó que la proliferación de conflictos se originó más al interior de los Estados que entre ellos, lo que significa un giro en la conceptualización del término conflicto, visto como una serie de acciones que afectan condiciones de fondo. Por eso, el EMC sirve para explicar que diferentes niveles de las relaciones interestatales e intra-estatales tengan importancia para la diplomacia preventiva (regulación, mitigación y contención de conflictos) como solución a la cultura de reacción (Kim, 2004).
Además, Samuel Kim (2004) afirma que aunque las relaciones actuales entre las Coreas no son muy diferentes a aquellas del fin de la Guerra Fría, su relevancia sigue creciendo por el involucramiento de actores domésticos, regionales y globales. La afirmación anterior sugiere que las dinámicas de formación de conflicto en la península han sido más endógenas que exógenas, una razón más para estudiar a ambas Coreas en términos multiniveles.
La nación coreana dividida es un caso particular explícito de un conflicto que emerge en distintos niveles y por diferentes lógicas, por lo tanto, se puede notar que cuatro dinámicas establecidas caracterizan el análisis de la península coreana basado en el manejo del conflicto:
Política a nivel local,
Relaciones ínter-coreanas diádicas,
Las continuadas políticas de las superpotencias,
Las organizaciones internacionales.
En relaciones internacionales, el EMC se circunscribe a los enunciados del llamado paradigma de la sociedad mundial o de la interdependencia compleja, que descrito por Celestino del Arenal (2007) caracteriza al sistema internacional como una sociedad mundial, producto del fenómeno de interdependencia y cooperación, como consecuencia del desarrollo social, económico, científico-técnico y comunicacional en el mundo.
De esta manera, según el paradigma de la sociedad mundial, la tradicional separación y distinción entre la esfera interna e internacional ha desaparecido y el fenómeno de la interdependencia, con la necesidad de atender demandas de desarrollo económico y social ha obligado al Estado a abrirse al exterior, restringiendo así su margen de autonomía, haciendo imposible la separación entre política interna e internacional y con ello la explicación de acontecimientos en términos exclusivamente políticos y militares (Del Arenal, 2007: 33-34).
Método
Los elementos del enfoque de manejo de conflictos se transportaron hacia una metodología donde cada elemento es considerado un componente de un todo interdependiente. En el caso de las relaciones ínter-coreanas se encontró que el rol de las superpotencias y la política local son los elementos que repercuten en mayor medida para la conformación del panorama de la península. Sin embargo, las relaciones diádicas y las organizaciones internacionales no dejan de incidir, de una u otra forma, en el sistema.
Panorama ínter-coreano
Los acontecimientos históricos que han permitido identificar los marcos de análisis para explicar los fenómenos inherentes a la realidad ínter-coreana también han permitido identificar casos específicos que enriquecen a los mismos marcos de análisis, pero cuyo análisis por separado significa introducirse en contextos que conllevan estudios más amplios y especializados, a los cuales no se llega en este trabajo.
Elaboración propia a partir del modelo de manejo de conflictos aplicado a la península coreana, de Samuel S. Kim (2004) y Abraham Kim (2003).
En la Tabla 1, se mencionan a grandes rasgos los factores que conforman a cada elemento sistémico, que en cierta forma impactan el panorama de las relaciones en la península.
Fuente: elaboración propia con base en información consultada en la parte introductoria del libro Inter-Korean relations: problems and prospects de Samuel S. Kim (2004).
Postura actual de Corea del Sur hacia Corea del Norte
Como se evidenció en la Tabla 1, en el transcurso de la historia las posturas de las Coreas, tanto en nivel interno como diádico han cambiado gradualmente. A mediados del siglo xx la lucha de ambas era por la legitimidad -en esos momentos las diferencias socio-económicas de las dos Coreas no eran tan marcadas como ahora- y no se llegaba a ningún acuerdo importante porque ambos sistemas se desconocían mutuamente y clamaban ser las mejores opciones para la península reunificada; por lo tanto, aunque deseaban la reunificación como fin último, los medios eran violentos, pues la intolerancia recíproca inherente a los dos sistemas antagónicos imperantes dictaba el dominio de un sistema sobre el otro. La guerra o la espera del colapso del algún lado de la península eran los imperativos que dominaban el escenario ínter-coreano.
A fines del siglo xx la relativa paridad económica de ambas Coreas ya había desaparecido, porque los cambios en el mismo sistema internacional -en específico el fin de la Guerra Fría y con ello el colapso de la Unión Soviética- habían dejado desprotegida a Corea del Norte; mientras que por otro lado, Corea del Sur -como Estado “desarrollista” capitalista- se constituía como una de las economías más fuertes de Asia (Chung, 2001).
El inicio del siglo xxi representó un parteaguas para las relaciones ínter-coreanas, por el ambiente de apertura en ambos países, caracterizado por el respeto mutuo hacia los diferentes sistemas políticos, la comprensión de las distintas situaciones económicas y una voluntad real de lograr la reunificación gradual, no forzada por la imposición de un sistema político-ideológico como se manejó en el siglo previo.
En el caso específico de Corea del Sur, el cambio de postura hacia el norte tuvo nombres y apellidos, se le llamó “Sunshine Policy”, una política de compromiso consistente en brindar apoyo económico incondicional e incentivos hacia Corea del Norte con el fin de que la situación de aquel país -en decadencia desde fines de la década de 1970 por la caída del socialismo real y reconfiguración del sistema internacional a favor del capitalismo- mejorara hasta igualar gradualmente a Corea del Sur. Esta postura de compromiso se mantuvo en el sur desde 2000 hasta 2007, bajo los periodos de gobierno de Kim Dae-jung y Roh Moo-hyun (Kim, 2004).
Corea del Norte, por su parte, bajo la dirigencia de Kim Jong-il (ascendido al poder en 1994) demostró ser pragmática y desarrollar un método de supervivencia donde aprovechaba la ayuda internacional, enfocada a estimular las reformas económicas para consolidar su liderazgo con base en una política de militarización y desarrollo de tecnología nuclear (Military First Politics), esto último provocó un dilema en Corea del Sur acerca de si debería o no continuar cooperando incondicionalmente con su vecino, así como también una consternación mundial por considerar a este país un peligro para la estabilidad regional.
Por eso, en la sucesión presidencial surcoreana de 2008, el presidente Lee Myung-bak (2008-2013, véase Anexo 1) condicionó la ayuda a Corea del Norte en la medida de que hiciera avances tangibles para desnuclearizarse. Ante esta postura Kim Jong-il respondió suspendiendo el diálogo oficial entre ambas Coreas, lanzando agresiones verbales, entre otras acciones, incluso una turista surcoreana en el complejo turístico del Monte Kumgang fue muerta por un soldado norcoreano (véase Anexo 2). Las negociaciones de reconciliación se estancaron.
Lee Myung-bak enfatizó en el discurso inaugural de su gobierno que su actitud hacia las relaciones ínter-coreanas sería pragmática, no ideológica, representada en la “visión 3000”, donde a cambio de la desnuclearización norcoreana, con su regreso a las negociaciones a seis bandas,1 instrumentaría un plan para proveer asistencia a los norcoreanos, con el fin de elevar el ingreso per cápita a 3,000 dólares (en 2011 según CIA World Factbook el PIB per cápita norcoreano era de 1,800 dólares) en 10 años (Manyin y Nanto, 2010).
Otra estrategia de Myung-bak fue “La Nueva Iniciativa de Paz para la Península Coreana” (Ministerio de Unificación, 2010) también llamada “el gran regateo”. Esta iniciativa reza que en la medida que Corea del Norte desista de sus ambiciones nucleares, el sur asistirá a los norcoreanos en cinco áreas principales: economía, educación, finanzas, infraestructura industrial y calidad de vida.
En detalle, la postura de Lee Myung-bak hacia el norte, según el Ministerio de Unificación (2010) se basa en tres aspectos: crear una nueva estructura de paz en la península a través de la desnuclearización de Corea del Norte, construir una comunidad económica común (reforzar los proyectos de cooperación económica existentes) y resolver asuntos humanitarios.
Asimismo, el Ministerio de Unificación deja claro que a pesar de las provocaciones norcoreanas (véase Anexo 2) el gobierno surcoreano permanecerá inamovible, continuando la promoción de los proyectos económicos y la asistencia humanitaria. La administración de Lee Myung-bak afirma que el diálogo tiene que ser sostenido, no suspendido de forma unilateral, en continuación con el círculo vicioso ínter-coreano de seguir evadiendo asuntos nucleares, estratégicos y políticos, pero alentando la cooperación económica, relaciones comerciales y asistencia humanitaria sin concretar nada estable.
En la otra cara de la moneda, en 2008 el estado de salud del Kim Jong-il se vio deteriorado y despertó suspicacias internacionales sobre el inicio de un posible proceso de transición. En 2009 se comenzó a vislumbrar que el sucesor de Kim Jong-il sería Kim Jong-un, hijo menor del líder norcoreano.
Se dice que Jong-un antes de detentar el poder era un personaje poco conocido incluso entre los norcoreanos. Según las agencias internacionales de noticias, se cree tiene alrededor de 30 años, estudió en Suiza, habla varios idiomas, tiene el carácter de su padre e incluso “comparte algunos de sus problemas de salud. Ha sido reportado que tiene diabetes y enfermedades del corazón” (BBC, 2011).
El proceso de sucesión se aceleró en 2010, con dos importantes agresiones norcoreanas, una dudosa y otra no (véase anexo) que según analistas marcaron el preludio de lo que vendría después con el incremento de apariciones públicas del joven Kim y nombramientos privilegiados como general de cuatro estrellas y vicepresidente de la Comisión Militar Central (Korea Economic Institute, 2012).
El 17 de diciembre de 2011 ocurrió lo predecible, se anunció la muerte de Kim Jong-il y días más tarde, el 26 de diciembre, el periódico norcoreano Rodong Sinbum anunció el nombramiento de Kim Jong-un como presidente de la Comisión Militar Central y líder supremo del país. Con lo anterior se dio inicio a la era Kim Jong-un (Manyin, 2011).
Panorama ínter-coreano bajo el gobierno de Kim Jong-un
En lo que va del recién establecido régimen norcoreano, se pueden observar dos tendencias relevantes: al interior, los líderes políticos detrás de Kim Jong-un están preocupados y ocupados en mostrar la unidad de la nación y la lealtad de las élites hacia el gobernante neófito (Hamisevicz, Yun, O’Carroll y Stangarone, 2012) mientras que al exterior, lo sobresaliente recae en la expectativa de que el joven Kim tenga disposición de refundar el diálogo a seis bandas por un lado, y por el otro acceder a retomar las conversaciones bilaterales con Seúl.
Estas realidades permiten entender la estructura actual de las relaciones ínter-coreanas. Sin embargo, además del rol de las potencias y del plano sociopolítico interno de las Coreas, hay elementos esenciales delineados en el enfoque de manejo de conflictos, ya antes señalados en este trabajo, que no pueden ser dejados de lado si se quiere obtener un cuadro más completo del asunto. Por lo cual, para una mejor comprensión del entramado de factores circunscritos al enfoque aplicado, se elaboró Tabla 2.
Fuente: elaboración propia con base en artículos de Pablo Kummetz, Mark E. Mayin, Nicholas Hamisevicz et al., así como del Ministerio de Unificación de Corea, CNN, El Universal, El Mundo y RPP Noticias de Perú.
Si se representara gráficamente la importancia de los cuatro elementos presentes en la Tabla 2 por su nivel de incidencia en el escenario de las Coreas bajo el régimen de Kim Jong-un, la figura quedaría de la siguiente manera:
Como se puede observar, el plano interno juega el rol más trascendente. Para el caso norcoreano, es indispensable el equilibro político interior, lo cual, si bien resulta complicado para todo Estado, lo es más para uno que tiene que compartir el poder entre todos y cada uno de los miembros que conforman la elite (véase anexo 1 y 3); sin embargo, los especialistas aseguran que el trabajo más complicado ya fue realizado previo al fallecimiento de Kim Jong-il, quien efectuó una labor de acondicionamiento dentro del país (entre otras cosas, realizó un manejo efectivo de las facciones y revigorizó el partido) para asegurar una transición más sencilla a su sucesor, lo que simultáneamente permitirá un mayor margen de maniobra en caso de que algunos miembros de la elite no concordaran con la dirección que está tomando la nación (Hamisevicz et al., 2012).
Mientras tanto, en el caso surcoreano, se pronostica que la insistencia para restablecer el diálogo con su vecino del Norte no se irá a la par de la administración de Lee Myung-bak, sino que, con base en los adelantos discursivos de los principales pre candidatos políticos, es posible conjeturar que habrá continuidad del tema en la práctica diplomática.
En lo que concierne al segundo tema de mayor significancia -la relación con las superpotencias-, el gobierno de Kim Jung-un se muestra abierto. Tal actitud, cabe señalar, fue iniciada por el querido líder en 2011 y todo apunta a que tal camino será seguido por su hijo, el gran sucesor, eso se debe, arguye Rodger Baker (2012) a que la entrada de recursos financieros que le proveen al país resulta primordial para mantener a las elites en un estado de confort, ya que tales fondos le permiten “tener un pastel más grande para compartir con los diferentes elementos de la elite” (Baker, 2012).
Ejemplo de ello es que recibe de China, principalmente, recursos dinerarios enviados directamente al fondo de ingresos de la nación y posteriormente repartidos entre el gobierno y el ejército. Otra evidencia es la reunión en Beijing el pasado 23 de febrero, de la delegación estadounidense y de la representación de Corea del Norte para reactivar las conversaciones a seis bandas. En este encuentro Corea del Norte decidió aceptar una moratoria de desarrollo nuclear y de lanzamiento de misiles a cambio del envío de ayuda alimentaria (Kummetz, 2012).
Para finalizar, la contribución de las relaciones diádicas y el papel de las organizaciones internacionales al nexo ínter-coreano es prácticamente nula, puesto que -tal como se aprecia en la Tabla 2- no hay acuerdo alguno, lo cual era de esperarse después de la firme declaración en que Corea del Norte anunció que Corea del Sur y otras naciones no deberían esperar ningún cambio de la nueva administración nacional (El Mundo, 2011). Por otro lado, la ONU y Amnistía Internacional han sido las oi con mayor involucramiento, dirigido a condenar las vejaciones a los derechos humanos cometidas en Corea del Norte. En el corto periodo de tiempo que lleva al mando Kim Jong-un ya se han realizado ejecuciones de desertores y enviado a campos de internamiento a personas vistas como una amenaza para el nuevo régimen (RPP Internacional, 2011).
Reflexiones finales
El panorama ínter-coreano hoy es más incierto de lo que era en la primera transición de liderazgo en 1994, cuando Kim Jong-il llegó al poder y tanto en la academia como en el plano gubernamental se prevenía el inminente colapso del régimen norcoreano dentro de un plazo de no más de tres años (Kim, 2004). Como esto no sucedió y contrario a las predicciones el régimen continuó e incluso encontró la manera de sobrevivir, ahora que se llevó a cabo la segunda transición con Kim Jong-un, el estudio de ambas Coreas se ha revitalizado y con ello las posturas menos arrebatadas arrojan que por el momento, y gracias a varios factores, Jong-un permanecerá.
De acuerdo con el EMC seguido a lo largo de este trabajo, se concluye que:
Las relaciones entre ambas Coreas están altamente influenciadas por la injerencia de las potencias. En el caso norcoreano, su diplomacia varias veces se dirige primero a Estados Unidos (no a Corea del Sur) para negociar el tema nuclear y humanitario. Jong-un no es la excepción. Este escenario no rompe con el círculo vicioso conflicto-cooperación-conflicto en que prevalecen a nivel diádico acuerdos económicos y comerciales sin avanzar en aspectos políticos y de seguridad (i.e. el concretar la reconciliación y dejar, de una vez por todas, el estado de confrontación latente).
Aunque están presentes las organizaciones internacionales, en realidad no juegan un rol central en las relaciones ínter-coreanas, puesto que el escenario lo domina la lógica de superpotencias, lo que no da cabida a las posturas conciliatorias ofrecidas por las organizaciones.
La convergencia de intereses -en mayor o menor medida- de Estados Unidos, China, Japón y Rusia, mantienen el tan sonado “equilibrio de poder” (dichas potencias aún operan bajo la lógica de alianzas ideológicas y de seguridad de la Guerra Fría, oficialmente terminada).
Sin embargo, se pueden encontrar atisbos de cambio social en ambas entidades políticas que retan a las tradicionales visiones realistas. En el caso del nivel doméstico, en Corea del Sur resaltan las muestras de simpatía hacia la sociedad norcoreana y menos empatía hacia la injerencia estadounidense, que a decir de muchos, no hace más que seguir prolongando el statu quo de la Guerra Fría. Mientras que en Corea del Norte, gracias a la proliferación de productos de diplomacia cultural surcoreana (Hallyu) en el mercado negro, la percepción hacia Corea del Sur también cambia, más que nada porque se evidencia que la situación en el sur no es como el régimen norcoreano dice que es.
Finalmente, el nivel diádico permanece como el elemento más tradicional e inamovible de todos por falta de un marco jurídico que se adapte a las nuevas realidades.
El panorama de las relaciones ínter-coreanas en lo que va de la “era Kim Jong-un” puede ser calificado como de continuidad, sin cambios ni replanteamientos lo suficientemente retadores al sistema consolidado bajo Kim Il-sung y Kim Jong-il. En gran parte, este panorama de continuidad se debe a que en el nivel interno, Lee Myung-bak todavía detenta el poder en el sur. La expectativa es que la actitud norcoreana cambie a la par de la administración de Lee. De esta manera, en diciembre de 2012 con un nuevo dirigente electo en el sur, el nexo podría reanudarse y el diálogo bilateral retomarse. Todo depende de quién resulte electo en los próximos comicios.
Al cierre
Dada la rapidez con la que han transcurrido acontecimientos económicos, políticos y militares en la península coreana a lo largo de este 2012 y estando a escasas semanas del primer aniversario del ascenso de Kim Jong-un al poder y a tres días de las elecciones del 19 de diciembre en Corea del Sur, decidimos actualizar el artículo sin alterar su estructura.
Esta actualización toma de referencia principal el estudio académico más actual de la era Kim Jong-un, escrito por el catedrático de la Universidad de la Columbia Británica Lynn Hyun-gu (2012), quien con base en estudios tanto cuantitativos2 como cualitativos3 llega a la conclusión de que el régimen de Jong-un representa más continuidad que cambio tanto a nivel interno como internacional y en relaciones ínter-coreanas. Asímismo, predice que si la administración del nuevo líder continúa al mismo ritmo de este año, fácilmente llegará a su quinto aniversario sin mucho problema.
Según el académico, la revitalización del liderazgo norcoreano, las frecuentes apariciones públicas de Kim Jong-un incluso acompañado de su esposa Ri Sol-ju, sus participaciones en eventos juveniles masivos y apertura de parques de diversiones no representan más que una de las muchas estrategias empleadas por sus antecesores para despertar la simpatía de la población puesto que los controles sociales siguen inflexibles y la libertad de expresión es limitada.
Por otra parte, y en línea con lo que se planteó en el inciso vi de este estudio, las purgas de prominentes oficiales norcoreanos que se han llevado a cabo en últimos meses, no van más allá de las tácticas usadas tanto por Kim Il-sung y Kim Jong-il para consolidar el poder.4 En este punto, destaca la remoción total de Ri Yong-ho (véase anexo) en el mes de julio, que causó amplia controversia internacional y levantó muchas dudas acerca de la estabilidad del norte.
Respecto al nivel ínter-coreano y externo, destaca la reapertura del complejo turístico conjunto del Monte Kumgang en noviembre; el aumento considerable de intercambios culturales y deportivos con países del sureste de Asia, así como el rechazo a entrar nuevamente a las negociaciones a seis bandas; las advertencias norcoreanas hechas en los meses de octubre y noviembre a los Estados Unidos sobre la capacidad de su tecnología de misiles de alcanzar suelo estadounidense; el anuncio en noviembre del estado de semi-guerra con Corea del Sur a razón de los ejercicios militares anuales del Sur; la rendición de honores por parte de Kim Jong-un a los soldados norcoreanos que participaron en el bombardeo de la isla de Yeonpyong en noviembre de 2011; el polémico lanzamiento del satélite Unha-3 el 12 de diciembre, entre otras acciones, confirman lo que la comunidad internacional (con sus excepciones) no deseaba de Kim Jong-un: la continuación de intercambios culturales y maniobras diplomáticas en paralelo con amenazas militares, una estrategia de negociación característica de Pyongyang desde 1960.
Kim Jong-un, entonces, no es el reformista esperado y contrario a lo que se pronostica de su administración, el nuevo líder, con sus reformas cambiantes, pero no amenazantes al statu quo norcoreano, sigue reforzando su poder en las mayores entidades administrativas del régimen: el Politburó, la Comisión Militar Central y la Comisión de Defensa Nacional. La clave, según Lynn Hyun-gun, es mantener el equilibrio de poder entre las mayores entidades administrativas para así seguir reforzando la estabilidad interna.
Por tanto, se afirma que son pocas o nulas las posibilidades de un golpe de Estado, intervención de alguna o algunas potencias, negociación de un cambio de régimen político o un levantamiento de masas.
En cambio, Corea del Sur está próxima a elegir nuevo presidente. Hasta el momento, la contienda se definirá entre la candidata de línea conservadora Park Geun-hye, hija del fallecido dictador surcoreano Park Chung-hee y el ex defensor de los derechos humanos, de línea liberal Moon Jae-in, quien también fuera ayudante del fallecido presidente Roh Moo-hyun (Mc Curry, 2012).
La postura de ambos candidatos hacia Corea del Norte y la definición del carácter de las relaciones ínter-coreanas es conciliadora, pero con diferentes matices. Mientras que Park Geun-hye pretende definir su política hacia el norte en base a una nueva “trustpolitik” entre ambas Coreas -no sin antes demandar a Pyongyang el abandono de su programa nuclear y de misiles (de acuerdo a la política actual de Lee Myung-bak)-, Moon Jae-in ofrecerá a Kim Jong-un “dialogo incondicional” (Mc Curry, 2012).
Según Justin Mc Curry (2012), conforme el día de la elección presidencial se acerca, la identidad del nuevo o la nueva dirigente del Sur continúa indefinida, pues según una encuesta reciente hecha por Real Meter la competencia entre Park y Moon es cerrada. Park cuenta con 47.8% de apoyo, mientras que Moon tiene 47.7%.
Hasta el momento, la moneda sigue en el aire y aún no se sabe quién será el o la nueva dirigente del sur, por tanto, el tiempo será el que defina cuál será la tónica de las relaciones ínter-coreanas en por lo menos los próximos cinco años que dure el periodo presidencial en Corea del Sur.