Introducción
El desarrollo del constructo de desvinculación moral está ligado directamente a la Teoría del Aprendizaje Social postulada por Bandura (1973, 1986, 1990, 1991, 1992). De acuerdo con Bandura et al. (2001), la desvinculación moral es un proceso sociocognitivo que conduce a las personas a cometer cualquier acto que provoque un daño a la sociedad. Este perjuicio, el cual puede llegar a ser grave o insignificante, se comete preferentemente en contra de otras personas; sin embargo, puede también darse hacia animales, objetos o instituciones.
De acuerdo con Bandura (1986), existe una serie de mecanismos por medio de los cuales las personas consiguen inhibir los valores éticos y morales que regulan generalmente su comportamiento. La presencia de estos mecanismos impide que algunas personas puedan autorregular su conducta y juzgar sus propias acciones. Es importante señalar que estos mecanismos se activan conscientemente por la propia persona teniendo múltiples consecuencias para sí mismo y para sus relaciones interpersonales.
El primer mecanismo se denomina justificación moral, el cual incluye cualquier acto que, teniendo una connotación negativa o perjudicial, se pretende hacerlo parecer socialmente aceptable enfatizando los beneficios que traerá. Un ejemplo de este mecanismo se presenta cuando las personas buscan justificar un acto criminal dando razones que expliquen el por qué se cometió ese acto en contra de alguien en específico (e. g., terroristas, narcotraficantes, secuestradores). Otro mecanismo es el lenguaje eufemístico que es aquel que usa palabras más suaves o decorosas para sustituir una expresión que puede ofender o resultar desagradable. Por ejemplo, las muertes de civiles en una guerra son algunas veces llamadas “daños colaterales”. El mecanismo de comparación ventajosa se refiere a las comparaciones que se hacen de un acto amoral con una situación aún más grave o dañina con la finalidad de hacerlo parecer más aceptable (Bandura, 1986). Por ejemplo, una persona puede argumentar que el robar una pequeña cantidad de dinero no tiene nada de malo cuando hay políticos que roban millones de dólares.
Por otra parte, existen tres mecanismos cuyo objetivo principal es reducir o distorsionar los efectos de diversas acciones que pretenden dañar a otras personas. El primero de ellos es el desplazamiento de la responsabilidad, el cual ocurre cuando una persona niega o le traslada sus responsabilidades a alguien más. Es muy común que este mecanismo acontezca en las relaciones entre subordinados. Por ejemplo, un trabajador puede argumentar que cometió un ilícito en la empresa donde trabaja por orden de su jefe inmediato. A su vez, la difusión de la responsabilidad se presenta generalmente en los grupos humanos donde es muy difícil establecer el grado de responsabilidad de cada uno de sus miembros. Por ejemplo, ante la omisión de una actividad concreta, el trabajador de una institución puede argumentar que ese descuido no era parte de sus responsabilidades, sino de sus compañeros. Además, la distorsión de las consecuencias es muy común en aquellas situaciones en las cuales se busca minimizar los daños que generó una acción amoral (Bandura, 1986). Por ejemplo, en el caso de un puente que colapse debido a sus materiales de baja calidad, la constructora puede argumentar que las “inclemencias del mal tiempo” hicieron que el puente se derrumbara.
Los dos últimos mecanismos se refieren al proceso de desvincular las posibles sanciones morales. Con respecto a la atribución de culpas, algunas personas justifican ciertos actos buscando culpar a los otros. Por ejemplo, los maestros tienen la culpa de que los niños se peleen en la escuela porque no los supervisan apropiadamente. Finalmente, el mecanismo de deshumanización tiene como finalidad despojar a ciertas personas de su condición de ser humano. Una vez que se consigue deshumanizar a la persona, se puede cometer en su contra toda clase de violaciones a su integridad (Bandura, 1986). Por ejemplo, durante la Segunda Guerra Mundial, Hitler decretó matar a millones de judíos por considerarlos seres inferiores.
Durante las últimas cuatro décadas, el concepto de desvinculación moral ha sido estudiado en todo el mundo. Específicamente, en los Estados Unidos numerosos autores han investigado la relación que existe entre la desconexión moral y variables tan diversas como la autosuperación y la autotrascendencia (Caprara y Capanna, 2005), violencia escolar y social (Gini, 2006; Menesini et al., 2003; Obermann, 2011; Zimbardo, 2004), tendencia a cometer actos de corrupción (Anand et al., 2005), conductas no éticas en las empresas (Tenbrunsel y Messick, 2004), empatía (Wang et al., 2017), locus de control (Tsai et al., 2014), estilos parentales (Pelton et al., 2004) y conductas antisociales (Bennett y Robinson, 2003; Hyde et al., 2010). Por otra parte, en América Latina, el constructo de desvinculación moral ha sido escasamente estudiado. Solamente se tiene el registro de investigaciones que han explorado los efectos de la desconexión moral en las emociones que experimentan los adolescentes al participar en video juegos (Lemos y Espinosa, 2015), así como en la violencia escolar (Tognetta et al., 2016).
Debido a esta carencia de investigaciones en países latinoamericanos, no se cuenta con escalas en castellano que hayan sido diseñadas para medir este constructo. La principal referencia con la que se cuenta proviene de los Estados Unidos y de Europa, donde múltiples investigaciones han analizado este constructo. Entre las escalas que se han desarrollado destacan la escala de desvinculación moral (Propensity to Morally Disengagement Scale) creada por Moore et al. (2012). Esta escala consta de 24 reactivos distribuidos en ocho dimensiones que evalúan cada uno de los mecanismos propuestos por Bandura. Con la finalidad de analizar las características psicométricas, los autores llevaron a cabo cinco diferentes estudios dentro de la misma investigación para evaluar las hipótesis que plantearon. En este proceso se incluyó la participación de estudiantes y empleados en el Reino Unido y los Estados Unidos. Otro instrumento es la escala de desvinculación moral creada por McAlister (2001) con la finalidad de medir el nivel de desconexión moral en el apoyo a las acciones militares. La escala se aplicó originalmente a estudiantes en los Estados Unidos y Finlandia. Cuenta con 15 reactivos que miden los mecanismos de eufemismo, distorsión de las consecuencias, justificación moral, comparación ventajosa y difusión de la responsabilidad.
Por otra parte, la escala de desvinculación moral cívica (Civic Moral Disengagement Scale) construida por Caprara et al. (2009) incluye 32 reactivos divididos en ocho dimensiones (una para cada uno de los mecanismos propuestos por Bandura). Esta escala fue originalmente validada y confiabilizada con población italiana. Finalmente, Hymel et al. (2005) construyeron otra escala para medir la desvinculación moral en estudiantes. La escala incluye 13 reactivos divididos en cuatro dimensiones (reconstrucción cognitiva, minimización de la voluntad, distorsión de las consecuencias negativas y deshumanización de la víctima). Cabe destacar que esta escala identifica el nivel de desconexión moral directamente relacionado con los actos de violencia que ocurren en una institución educativa. Tanto en el estudio original como en investigaciones que se han llevado a cabo posteriormente (e.g., Khodaei y Shokri, 2019; McAlister et al., 2006; Ribeaud y Eisner, 2010; Xingchao et al., 2013), se han encontrado índices de validez y confiabilidad aceptables para estas cuatro escalas, por lo cual han sido empleadas en múltiples investigaciones en diversos países.
Diversos estudios llevados a cabo recientemente han documentado los efectos de la desvinculación moral en las conductas antisociales (e.g., Guo et al., 2021; Romera et al., 2021; Takacs Haynes y Rašković, 2021; Wojciechowski, 2021). Gracias a estos análisis ha sido posible entender el proceso de desconexión moral que experimentan algunas personas, el cual termina modificando sustancialmente su comportamiento. Estos cambios tienen múltiples consecuencias negativas no solamente en el ámbito personal y familiar, sino también en el social.
Como consecuencia de las condiciones sociales que actualmente se viven en México, es indispensable analizar los efectos que tiene la desvinculación moral en una serie de fenómenos que comprenden la violencia, los homicidios, la corrupción, el narcotráfico, la trata de personas, los secuestros y, en general, todo acto que vulnere a la sociedad. Por ello, es importante seguir estudiando este constructo por medio de escalas psicométricas válidas y confiables que permitan dilucidar los mecanismos que inhiben los principios morales y la práctica de los mismos. Asimismo, contar con una escala válida y confiable en español permitirá incrementar las investigaciones en población hispanoparlante; y a partir de sus resultados, será posible implementar programas de intervención y, primordialmente, de prevención encaminados a fortalecer los principios morales que son característicos de la mayoría de las familias mexicanas. Como resultado de ello, se esperaría una disminución en las conductas antisociales o delictivas.
En este contexto, el objetivo de esta investigación fue el análisis de las propiedades psicométricas (validez factorial y confiabilidad) de la escala de desvinculación moral. Aunque anteriormente se llevó a cabo un análisis psicométrico de esta escala en su versión en español en un estudio realizado en España (Rubio-Garay et al., 2017), no se ha hecho el mismo análisis en la población mexicana. Por lo tanto, se hipotetizó que la escala podría mantener las dimensiones estructurales reportadas en la versión original, así como la fusión de los ocho mecanismos propuestos por Bandura en un factor de segundo orden.
Metodología
La presente investigación se basó en una metodología cuantitativa incluyendo un diseño no experimental y transversal-factorial.
Participantes
La muestra estuvo conformada por 480 estudiantes universitarios de tres instituciones públicas de nivel superior localizadas en el Estado de México. El rango de edad fue de 17 a 25 años (M = 20, 23; DE = 2,39). Del total de la muestra, el 53 % fueron mujeres y el 47 % hombres. La gran mayoría de los participantes eran solteros (95.8 %) y, al momento del estudio, no estaban trabajando bajo una remuneración económica (84.7 %). Con respecto al área de conocimiento que estaban estudiando los alumnos de licenciatura, 28.5 % estaban cursando una ingeniería, 9.7 % una carrera relacionada con la salud, 44 % estudiaban una carrera económico-administrativa y el resto de los participantes se encontraba cursando una carrera perteneciente a las ciencias sociales (17.8 %). La participación de los estudiantes fue totalmente anónima y voluntaria. Debido a las facilidades que estas tres universidades nos otorgaron para la recolección de los datos, así como la capacidad que poseen los universitarios para leer y comprender los reactivos de manera apropiada, se eligió a esta población como la más conveniente. De esta manera, la falta de una comprensión lectora no sería una limitación para poder llevar a cabo el análisis factorial confirmatorio.
Instrumentos
La escala de desvinculación moral de Bandura et al. (1996) es considerada uno de los instrumentos más importantes en la medición de este constructo. La distribución factorial original de los 32 reactivos que conforman la escala se presenta de la siguiente manera: justificación moral (reactivos 1, 9, 17, 25; e. g., “Es correcto golpear a alguien que está hablando mal de tu familia”), lenguaje eufemístico (reactivos 2, 10, 18, 26; e. g., “Tomar la bicicleta de alguien sin su permiso es solamente “tomarla prestada”), comparación ventajosa (reactivos 3, 11, 19, 27; e. g., “Robar una pequeña cantidad de dinero no es tan malo comparado con aquellos que roban mucho dinero”), difusión de la responsabilidad (reactivos 4, 12, 20, 28; e. g., “Un joven que solamente habla de romper reglas no debería ser culpado si otros jóvenes van y lo hacen”), desplazamiento de la responsabilidad (reactivos 5, 13, 21, 29; e. g., “A los jóvenes no se les puede echar la culpa de usar malas palabras cuando todos sus amigos lo hacen”), distorsión de las consecuencias (reactivos 6, 14, 22, 30; e. g., “Burlarse de alguien no lo lastima realmente”), deshumanización (reactivos 7, 15, 23, 31; e. g., “Algunas personas merecen ser tratadas como animales”) y atribución de culpas (reactivos 8, 16, 24, 32; e. g., Si los alumnos pelean y se comportan mal en la escuela es culpa de los maestros).
Los reactivos se contestan en un formato tipo Likert de 5 opciones, los cuales oscilan desde 1 (totalmente en desacuerdo) hasta 5 (totalmente de acuerdo). Con respecto a las propiedades psicométricas de la escala, se ha reportado una confiabilidad adecuada identificando coeficientes de alfa de Cronbach que oscilan entre .82 y .93 (Bandura et al., 1996; Bandura et al., 2001; Pelton et al., 2004). En el estudio original, se encontró una estructura de un único factor el cual explicó el 16.2 % de la varianza (Bandura et al., 1996).
Procedimiento
Con respecto al proceso que se llevó a cabo para validar del instrumento, la primera etapa contempló la traducción del instrumento. Tres investigadores bilingües tradujeron la escala del inglés al español. Una vez que se tuvieron estas traducciones, se realizó un análisis de las diferencias. Por medio de un consenso, se obtuvo una versión final de la escala traducida. Posteriormente, otro investigador bilingüe tradujo la versión que se había consensuado del español al inglés. La siguiente etapa consistió en la evaluación de las diferencias que se encontraron en la escala original y la traducción del español al inglés. Después de haber analizado estas inconsistencias, se trabajó en cada una de ellas. Una vez que se logró un consenso, se analizó cada reactivo para adaptarlo al sentido semántico que se usa en México. Estos procesos permitieron concluir que las versiones producto de la traducción y adaptación eran adecuadas para la población mexicana.
Con respecto a la recolección de los datos, después de haber contactado a las autoridades académicas de todos los planteles, se les explicaron los objetivos de esta investigación y las condiciones que se necesitaban para llevar a cabo la recolección de los datos. Una vez que se autorizó la investigación, nos dieron a conocer los grupos de estudiantes que participarían de forma presencial en el estudio. Aquellos alumnos que decidieron participar voluntariamente recibieron el formato del consentimiento informado. Antes de firmarlo, se les explicó el propósito de la investigación, su alcance, el compromiso de los investigadores con respecto al resguardo de la información recolectada y sus derechos como participantes. Una vez que se respondieron sus dudas, firmaron voluntariamente el consentimiento y contestaron los instrumentos de forma anónima e individual. Esta investigación siguió todos los criterios establecidos en México para llevar a cabo una recolección de datos con seres humanos. Además de ello, se siguió el protocolo que establece la Universidad Autónoma del Estado de México para la protección de datos personales. Los estudiantes no recibieron ninguna compensación económica por su participación. En promedio tardaron 10 minutos en contestar todos los reactivos.
Análisis de datos
Las variables independientes incluidas en esta investigación fueron: edad, género y la licenciatura que se estaba estudiando. Las variables dependientes son las distintas dimensiones de la escala de desvinculación moral (justificación moral, eufemismo, comparación ventajosa, desplazamiento de la responsabilidad, difusión de la responsabilidad, distorsión de las consecuencias, atribución de culpas, y deshumanización). Se utilizó la prueba t de Student para muestras independientes con la finalidad de probar las hipótesis planteadas en los casos que se tuvieran dos medias, así como el análisis de varianza (ANOVA) cuando se tuvieron tres o más niveles de comparación. Con respecto al análisis factorial confirmatorio, se llevó a cabo mediante el uso del programa AMOS 24 empleando el método de estimación ULS.
Con la finalidad de analizar la validez de constructo del instrumento, se contrastaron dos modelos de medida. En el primer modelo se analizó la estructura de los ocho factores propuestos en su versión original (justificación moral, eufemismo, comparación ventajosa, desplazamiento de la responsabilidad, difusión de la responsabilidad, distorsión de las consecuencias, atribución de culpas, y deshumanización). El segundo modelo puso a prueba una estructura de segundo orden incluyendo los ocho factores de primer orden del modelo anterior.
Resultados
La estructura de las ocho dimensiones propuestas originalmente por Bandura et al. (1996) se sometió a prueba por medio del análisis factorial confirmatorio. La Figura 1 muestra el modelo de primer orden de este diseño. Para Byrne (2000), los valores superiores a .90 en el índice de bondad de ajuste (GFI) es considerado como un ajuste adecuado. De la misma manera, se obtuvo la raíz del residuo cuadrático promedio de aproximación (RMSEA), cuyos valores deben encontrarse menores a .08, así como el índice de bondad de ajuste comparativo (CFI), cuyos valores iguales o mayores a .95 son indicativos de un ajuste razonable (Kline, 2005).
Los índices que se muestran en la Tabla 1 señalan una bondad de ajuste adecuada para este modelo. Se observa los valores de los índices de ajuste obtenidos en los dos modelos propuestos, mismos que cumplen los criterios de ajuste.
RMSEA | GFI | CFI | X2 | gl | ΔX2 | Δ gl | |
Modelo con una estructura de primer orden | .097 | .88 | .90 | 1482.13 | 451 | ||
Modelo de segundo orden | .041 | .94 | .98 | 1147.50 | 432 | 334.63 | 19 |
Sin embargo, los resultados revelaron cinco reactivos con cargas factoriales por debajo de .30, así como escasa variabilidad explicada (menos del 10 %). Los ítems que se eliminaron fueron los reactivos 3, 4, 5, 27 y 28. Como resultado de este primer análisis, se tomó la decisión de eliminar estos cinco reactivos y elaborar un nuevo modelo. Este nuevo modelo de segundo orden está compuesto finalmente por 27 reactivos (ver Figura 2). La invarianza de la estructura factorial del instrumento se analizó por medio del contraste obtenido entre los grupos de mujeres y hombres.
Después de haber analizado el modelo en el total de la muestra, se replicó el análisis en cada uno de los dos grupos. Los resultados mostraron que todos los reactivos tuvieron un valor adecuado con respecto a los índices de bondad de ajuste, así como una adecuada variabilidad explicada (al menos del 10 %) tanto en las mujeres (GFI = .94; CFI = .97; RMSEA = .05) como en los hombres (GFI = .92; CFI = .98; RMSEA = .04). De esta manera, se pudo comprobar que el género no produjo algún tipo de modificación en la estructura factorial del instrumento, confirmando la estructura de segundo orden del instrumento tanto en las mujeres como en los hombres.
Finalmente, el modelo de segundo orden mostró una variabilidad en las puntuaciones de los 27 reactivos que fue explicada adecuadamente por las dimensiones identificadas. Las ocho dimensiones del modelo original quedaron agrupadas en un factor de segundo orden que explicó el 88 % de la varianza del factor I (justificación moral), el 90 % de la varianza del factor II (eufemismo), el 82 % de la varianza del factor III (comparación ventajosa), el 80 % de la varianza del factor IV (difusión de la responsabilidad), el 74 % de la varianza del factor V (desplazamiento de la responsabilidad), el 68 % de la varianza del factor VI (distorsión de las consecuencias), el 60 % de la varianza del factor VII (deshumanización) y el 55 % de la varianza del factor VIII (atribución de culpas). Derivada de este modelo de segundo orden, la versión definitiva de la escala se presenta en el Anexo 1.
Con respecto a la fiabilidad de la escala, su consistencia interna mostró indicadores muy aceptables a los reportados en la literatura científica. La consistencia interna de la escala fue de .89. Específicamente, los coeficientes alfa de Cronbach obtenidos para cada uno de los factores se presentan en la Tabla 2. De la misma manera, se analizó la validez compuesta, la cual fue mayor a 0.7 para todas las dimensiones (ver Tabla 2).
Factor | Alfa de Cronbach | Validez compuesta |
Justificación moral | .77 | .805 |
Eufemismo | .80 | .834 |
Comparación ventajosa | .79 | .718 |
Difusión de la responsabilidad | .75 | .754 |
Desplazamiento de la responsabilidad | .88 | .900 |
Distorsión de las consecuencias | .90 | .824 |
Deshumanización | .82 | .888 |
Atribución de culpas | .90 | .781 |
Comparación de grupos según las variables sociodemográficas
Se encontraron diferencias estadísticamente significativas con respecto a la variable sexo en el factor I, t (478) = - 3.209, p = .03; en el factor II, t (478) = - 2.671, p = .04; en el factor V, t (478) = -2.771, p = .05; y en el factor VII, t (478) = -3.479, p = .00. En estos cuatro factores, los hombres tuvieron puntajes más altos en comparación con las mujeres. El valor del tamaño del efecto correspondiente a las diferencias entre las medias se estimó por medio de la d de Cohen. Para el factor I (d = -.38), para el factor II (d = -.25), para el factor V (d = -.29) y para el factor VII (d = -.44). A su vez, también hubo diferencias estadísticamente significativas en el factor III, t (478) = 2.504, p = .02 y en el factor IV, t (478) = 1.83, p = .00. En estos dos factores, las mujeres obtuvieron puntajes más altos que los hombres. El cálculo del tamaño del efecto mostró los siguientes valores: para el factor III (d = .28) y para el factor IV (d = .24).
Por otro lado, se presentaron diferencias estadísticamente significativas en el factor I entre los grupos pertenecientes a las diversas licenciaturas: F (4, 479) = 2.86, p < .05. De la misma manera, se presentaron diferencias estadísticamente significativas en el factor IV entre las diversas licenciaturas, F (4, 479) = 3.04, p < .05. El tamaño del efecto encontrado para estos dos factores fue el siguiente: para el factor I (d = .31) y para el factor IV (d = .40). En ambos casos, los alumnos que se encuentran estudiando ingeniería presentaron los niveles más altos en la justificación moral y la difusión de la responsabilidad.
Discusión
La escala de desvinculación moral mide el efecto de ocho mecanismos propuestos por Bandura en el comportamiento de los seres humanos. Con base en estos mecanismos, la gran mayoría de las escalas que se han construido para medir el nivel de desvinculación moral de una persona incluyen consistentemente a la justificación moral, el lenguaje eufemístico, la comparación ventajosa, el desplazamiento de la responsabilidad, la difusión de la responsabilidad, la distorsión de las consecuencias, la atribución de culpas y la deshumanización. El instrumento fue validado originalmente por Bandura y sus colaboradores. Debido a los altos índices de validez y confiabilidad que presenta, así como la importancia que tiene este constructo para entender la conducta de las personas, el instrumento ha sido empleado en diversas investigaciones alrededor del mundo.
El principal objetivo de esta investigación fue determinar la validez y confiabilidad que presenta la escala de desvinculación moral (Moral Disengagement Scale; Bandura et al., 1996). Debido a que esta escala no ha sido validada ni se ha establecido su confiabilidad para la población mexicana, el primer paso fue traducir y adaptar los términos que incluye el instrumento para ser usado apropiadamente en México. Con la finalidad de determinar las propiedades psicométricas de este cuestionario, el análisis factorial confirmatorio llevado a cabo en la presente investigación permitió validar la estructura factorial original compuesta por ocho dimensiones.
Este primer análisis redujo el número de reactivos de 32 a 27. Aunque los índices de bondad de ajuste fueron adecuados para el modelo con una estructura de primer orden, se identificaron correlaciones elevadas entre las ocho dimensiones y reactivos con una baja variabilidad explicada. Con base en ello, se elaboró un nuevo modelo de segundo orden compuesto por 27 reactivos con la finalidad de llevar a cabo un nuevo análisis factorial confirmatorio de segundo orden, el cual agrupara a las ocho dimensiones propuestas originalmente en un factor de segundo orden.
Los resultados señalan que la estructura factorial de este segundo modelo tuvo mejores valores estadísticos en comparación con el primero. Este hallazgo evidencia la naturaleza de segundo orden de este constructo, enfatizando que el proceso de desconexión de la conducta moral de una persona está conformado por un conjunto de diversos principios morales cohesionados entre sí. De esta manera, el comportamiento moral o amoral de las personas dependerá de la cohesión que se llegue a establecer entre los valores, las percepciones, las actitudes, los juicios, las creencias, las experiencias previas y la influencia de los factores culturales presentes en la sociedad donde viven (Aquino et al., 2007; Bandura, 1986; Butterfield et al., 2000; Eisenberg, 2000; May y Pauli, 2002; Menesini et al., 2003; Pelton et al., 2004).
Por otra parte, en lo referente a la personalidad, diversas investigaciones han identificado la relación entre ambos constructos. Por ejemplo, un estudio llevado a cabo en diferentes países (e. g., Australia, Estados Unidos, Inglaterra y Canadá) demostró que la desvinculación moral tuvo un efecto mediador en la relación entre el narcisismo como un predictor significativo en la relación de la personalidad y las conductas antisociales. Ello daría a considerar que las personas narcisistas pueden llegar a convencerse que no es necesario apegarse a los principios morales, lo cual los llevaría posteriormente a adoptar un comportamiento antisocial (Jones et al., 2017). Asimismo, en una muestra de estudiantes universitarios italianos, se encontró que los factores de personalidad (medidos por el cuestionario de personalidad de los cinco grandes [BFQ]) que más estuvieron relacionados con los mecanismos de la desvinculación moral fueron la perseverancia, la apertura a las experiencias, el dinamismo, la amistad, el dominio, la apertura a la cultura y la cooperación (Sagone y De Caroli, 2013).
De la misma manera, en otra investigación que tuvo como principal objetivo determinar los efectos de la personalidad y la familia en la desvinculación moral y la violencia escolar, los resultados obtenidos revelaron que la extroversión y la benevolencia fueron los rasgos de personalidad que tuvieron efectos más significativos en la desconexión moral (Mazzone y Camodeca, 2019). Estos resultados confirman que la personalidad puede estar relacionada con diversos mecanismos de la desvinculación moral.
La confirmación de la bondad de ajuste del modelo se estableció con la inclusión de todos los participantes, así como en los análisis hechos para el grupo de los hombres y de las mujeres, lo cual corrobora la validez de constructo de esta escala. Al ser la presente investigación pionera en el análisis de la estructura de segundo orden del instrumento para la población mexicana, es necesario continuar con otros estudios que repliquen el diseño de este modelo para aportar más evidencias acerca de esta estructura. Por otra parte, el valor del alfa de Cronbach, tanto en el primer modelo estructural como en el segundo, confirman que la escala muestra una consistencia interna adecuada. Resultados similares se encontraron en el estudio original y en otros posteriores.
Con relación a las diferencias de género, como se ha presentado en diversas investigaciones, los hombres mostraron niveles de desvinculación moral más altos en comparación con las mujeres. Uno de los pocos estudios que han analizado las posibles diferencias de género encontró que, al igual que en esta investigación, los hombres manifiestan estar más desvinculados de los principios morales (McAlister, 2001). Este resultado puede estar relacionado con la pérdida de valores morales, el funcionamiento familiar que cada estudiante ha establecido con sus padres, hermanos y otros familiares, el impacto que tienen los estereotipos masculinos, el estatus socioeconómico de cada persona y su nivel educativo.
La presente investigación proporciona evidencia científica con respecto a las características psicométricas de esta escala; sin embargo, es necesario considerar algunas limitaciones. Por ejemplo, en la muestra participaron adolescentes del nivel superior con edades entre los 17 y los 25 años, quienes estudian en instituciones públicas y localizadas en áreas urbanas y suburbanas. Consecuentemente, no es representativa de las áreas rurales ni de las escuelas privadas. A este respecto, sería importante llevar a cabo investigaciones semejantes en otros países latinoamericanos incluyendo la participación de estudiantes de bachillerato y universitarios con la finalidad de poder generalizar los resultados. De la misma manera, es necesario confirmar la validez convergente de esta escala. Al no contar con información concerniente a este tipo de validez, estudios posteriores deberían construir o emplear otras escalas que han medido los mecanismos asociados a la desvinculación moral. Finalmente, es muy común que se presente una gran deseabilidad social al estar evaluando el nivel de desvinculación moral que posee una persona. Por consiguiente, además de emplear un auto-informe, sería importante recabar información de otras fuentes como lo son los padres, maestros y amigos de quien responde la escala.
Conclusiones
A modo de conclusión, el presente estudio confirma que la escala de desvinculación moral, en su versión adaptada al español con estudiantes mexicanos, posee propiedades psicométricas adecuadas. Por lo tanto, este instrumento puede ser empleado para evaluar de forma válida y confiable el nivel de desvinculación moral que tiene una persona. A diferencia de otras escalas que miden el constructo de desvinculación moral (e.g., Propensity to Morally Disengagement Scale, Civic Moral Disengagement Scale y las escalas de desvinculación moral creadas por McAlister y la de Hymel y colaboradores), pero que fueron creadas en inglés para otro tipo de población, la versión en español que presentamos de la Escala de desvinculación moral de Bandura es un instrumento muy valioso para medir este constructo en población mexicana.
Los resultados de esta investigación son concluyentes al evidenciar que en el primer modelo que se creó los índices de bondad de ajuste fueron adecuados mostrando de esta manera una estructura de primer orden. Sin embargo, después de haber identificado correlaciones elevadas entre las ocho dimensiones y reactivos con una baja variabilidad explicada se optó por diseñar un nuevo modelo de segundo orden. Los análisis de este segundo modelo, el cual agrupó a las ocho dimensiones propuestas originalmente en un factor de segundo orden, mostraron que todos los reactivos tuvieron un mejor valor con respecto a los índices de bondad de ajuste, así como una adecuada variabilidad explicada. De esta manera, a diferencia de lo que había sido analizado anteriormente, esta investigación permitió proponer la estructura de segundo orden de la escala. Con ello, se inicia una línea de investigación para que nuevos estudios permitan corroborar los hallazgos encontrados en este trabajo. Por otra parte, con respecto al análisis de fiabilidad, los resultados mostraron que la consistencia interna de la escala total fue de .89. Asimismo, los coeficientes alfa de Cronbach obtenidos para cada uno de los factores oscilaron entre el .75 y el .90. A su vez, al analizar la validez compuesta, se encontró que ésta fue mayor a 0.7 para todas las dimensiones.
Contar con una escala que es válida y confiable permitirá analizar el por qué algunas personas llegan a inhibir los valores morales y éticos presentando como consecuencia de ello, diversas conductas agresivas, delictivas o violentas. Debido al contexto social que se vive en México, tener una escala que mida los efectos de la justificación moral, el lenguaje eufemístico, la comparación ventajosa, el desplazamiento de la responsabilidad, la difusión de la responsabilidad, la distorsión de las consecuencias, la atribución de culpas y la deshumanización es de gran relevancia para comprender de mejor forma la presencia de innumerables conductas antisociales. Por consiguiente, conocer con mayor precisión los mecanismos que impiden que algunas personas sean capaces de juzgar sus propias acciones y autorregular su conducta es de gran relevancia no solamente para intervenir directamente el origen y desarrollo de los mecanismos de desvinculación moral, sino también para tomar acciones de prevención a través de una educación que fomente constantemente los valores éticos y morales desde las primeras etapas de la formación académica.