Introducción
Las características convencionalmente atribuidas al Homo economicus, como ser utilitario, egoísta, materialista y racional (Maletta, 2010; Miedes y Flores, 2013), se reflejan en los agentes económicos, incluidos los trabajadores, los inversionistas y las organizaciones, en las cuales se observa frecuentemente el abuso laboral, el uso excesivo de recursos naturales y contaminantes ambientales, así como la manipulación ejecutiva para obtener ascensos, lo que evidencia un comportamiento éticamente cuestionable (Terán-Bustamante, et al., 2020).
De hecho, el Homo economicus tampoco suele ser un ente de mucha confianza, ya que en diversas circunstancias busca sacar provecho para sí mismo debido a que su única motivación es el dinero o cualquier bien que represente una ganancia monetaria, de ahí requiera supervisión y corrección directa (Miedes y Flores, 2013). Con base en esta premisa, Aguayo y Marchant (2021), Gavira-Durón et al. (2020), Flores-Romero y González-Santoyo (2018) apoyan la aplicación de la ética para mejorar el comportamiento del Homo economicus convencional, evitar el impacto nocivo por el uso de los recursos naturales, el egoísmo individual, procurar los valores y los principios morales, es decir, formar un Homo moralis.
No obstante, la supuesta racionalidad del propósito del Homo economicus, su máximo y propio beneficio, su satisfacción tangible en sentido material que lo lleva a perseguir resultados útiles concretos (Maletta, 2010; Miedes y Flores, 2013), así como su subjetividad emocional no se generan de forma imparcial, sino mediante lazos afectivos con diferentes grupos sociales a los que pertenece y que están plenamente identificados (Alfaro y Alvarado, 2018). En otras palabras, los agentes económicos se conforman a partir de los aspectos emocionales del Homo moralis vinculados a su círculo social (Alfaro y Alvarado, 2018). En consecuencia, Ford et al. (2018) y Hernández et al. (2020) proponen estudiar y considerar a los trabajadores como Homo moralis. Esto significa tener en cuenta no solo el papel de juez moral máximo para castigarlos por sus comportamientos egoístas y ambiciosos, como sugieren Alfaro y Alvarado (2018), sino también considerar la influencia emocional del grupo social al que pertenecen los trabajadores, ya sea como trabajadores de confianza, de base o con contratos temporales (Ríos-Manríquez et al., 2015).
En este contexto, se adopta el principio de la competencia moral emocional, la cual depende del equilibrio entre las emociones y la moral, y constituye la base sobre la cual el trabajador, como agente económico, toma decisiones y actúa según las emociones influenciadas por el Homo moralis (Bolívar, 2017; Gómez- Ortiz et al., 2017).
Con base en lo anterior, se considera que las emociones morales guían al Homo moralis hacia una conducta adecuada, ya sea experimentando una sensación dolorosa o gratificante, positiva o negativa, respectivamente (Conejero et al., 2019; Haidt y Lukianoff, 2018; Huhtala y Holma, 2019; Lindauer et al., 2020; Waytz et al., 2019). En cuanto a la competencia moral, Hernández et al. (2020) y Ford et al. (2018) han encontrado que comportamientos incorrectos indican una competencia moral limitada, con un razonamiento y desarrollo emocional escasamente avanzados, lo que lleva a los individuos a actuar de manera poco ética.
Por tal motivo, en este estudio se plantea la hipótesis de que la competencia moral, basada en emociones morales, de los trabajadores de confianza, de base y con contratos temporales, varía según el grupo laboral al que pertenecen.
Para analizar esta hipótesis, el estudio se divide en cuatro secciones principales. En la primera, se examinan los conceptos tradicionales del Homo economicus convencional, así como la alternativa del Homo moralis motus y su relación con las emociones morales. En la segunda, se describe la metodología de la investigación, que incluye el procedimiento, los participantes, el instrumento utilizado y la prueba de hipótesis. La tercera presenta los resultados del estudio y su discusión y, por último, se exponen las conclusiones derivadas de la investigación.
El Homo economicus
Los fenómenos económicos son el resultado de diferentes actores, como trabajadores y organizaciones, que se ajustan a la figura del Homo economicus, el cual se caracteriza por ser racional, egoísta, utilitario y materialista. Sobre este, se cree que puede realizar cálculos precisos y obtener toda la información necesaria para conseguir el máximo beneficio propio, sin preocuparse por nada ni nadie, sino por su satisfacción tangible y concreta que lo lleven a resultados útiles (Maletta, 2010; Miedes y Flores, 2013).
El trabajador como Homo economicus, por ende, busca maximizar su beneficio personal, lo que se traduce en una mejor calidad de vida laboral para él. Esto quiere decir que si el trabajador recibe altos beneficios monetarios, asumirá más responsabilidad y cumplirá con las normas y políticas de la organización (Ríos-Manríquez et al., 2015).
Sin embargo, en el mundo real de las organizaciones, el trabajador como Homo economicus no siempre tiene toda la información disponible. De hecho, como individuo enteramente racional, busca prever todas las posibles consecuencias de sus acciones, lo cual resulta en un sistema complicado e interminable para evaluar todas las posibles ramificaciones de sus decisiones y comportamientos (Miedes y Flores, 2013).
Por eso, y reconociendo esta limitación, se cuestiona la idea de una racionalidad completa e infalible del Homo economicus (Alfaro y Alvarado, 2018). Además, al examinar otros supuestos de él, como la individualidad y la objetividad, se entiende que en el entorno económico real los trabajadores toman decisiones influenciados por sus interacciones sociales y los pequeños grupos a los que pertenecen. Estos grupos no son anónimos, sino que están formados por vínculos y relaciones sociales emocionales plenamente identificados, lo que sugiere una evolución hacia el Homo moralis.
El Homo moralis
Flores-Romero y González-Santoyo (2019) exponen que la moral es una característica de los agentes económicos que no es tomada en cuenta de forma explícita. Estos autores sugieren que la moral, de una u otra forma, se vincula en la toma de decisiones de los agentes económicos, de ahí que se vincule incluso con las acciones y funciones, por ejemplo, de los trabajadores y de los inversionistas. Como se observa, los actores económicos son Homo moralis, puesto que deciden mediante los lazos y las reglas que se asumen al pertenecer a diferentes grupos sociales en los que se desarrollan, y que son plenamente identificados (Alfaro y Alvarado, 2018).
Por ello, el Homo economicus es un Homo moralis que, conforme a la teoría del razonamiento moral de Kohlberg (1964, 1968, 1976), se desarrolla y educa moralmente, y tiene una base cognitiva, con poca o nula atención a las emociones, lo que evidencia toda expresión emocional del Homo moralis como una simple extensión del proceso cognitivo.
El predominio de esta teoría cognitiva kohlbergiana sobre el Homo moralis ha mostrado, por su verificación en diferentes culturas y poblaciones, patrones universales en las etapas del razonamiento moral (Kohlberg, 1964, 1968, 1976). La teoría del razonamiento moral de Kohlberg (1992) se basa en el constructivismo y el orden lógico, además de la asunción del rol social y la moral de justicia, que busca el equilibrio recíproco entre las personas. En esta perspectiva teórica, la constitución del estadio cognitivo del juicio moral se distribuye jerárquicamente según las edades del ser humano, desde un nivel preconvencional hasta el postconvencional (Pérez, 1997).
Además, esta teoría predominante se ha apoyado en los estudios de Lind (2009, 2011), enfocados principalmente en la parte racional del individuo, los cuales han confirmado el juicio moral como una habilidad mediante el desarrollo de un cuestionario específico, la creación de un índice de competencia moral y un método para discutir dilemas éticos.
Por otra parte, investigaciones en lengua inglesa de Rest et al. (2000) y Lind (2009, 2011), así como en lengua castellana de Pérez (1997), Barba (2002), Barba y Romo (2005) y Robles (2010) son una muestra de la aplicación del modelo de los seis estadios morales de razonamientos lógicos conforme a Kohlberg (1964).
Sin embargo, es importante destacar que el juicio moral está influenciado más por las emociones humanas que por la racionalidad cognitiva (Haidt, 2001). En otras palabras, no se puede considerar a un individuo moral como alguien entera y racionalmente justo, como lo propuso Kohlberg, sino más bien como un Homo moralis emocional (Greene y Haidt, 2002).
El Homo moralis motus
La teoría sobre el Homo moralis ha dado un viraje teórico, pues Haidt (2001), entre otros autores como Amorim y Sastre (2003), expresan una gran incredulidad sobre tal perspectiva teórica racional predominante debido a la reconsideración de las emociones y, en especial, a que la actuación moral es provocada más por el reflejo afectivo que por lo cognitivo (Haidt, 2001). Así, la teoría constructivista del raciocinio moral, que analiza los conflictos morales como dilemas de justicia, está obligada necesariamente a considerar de manera sobresaliente la parte emotiva en el razonamiento moral (Amorim y Sastre, 2003).
Esta perspectiva teórica, basada en el predominio de la estructura afectiva, ya había sido considerado por Jean Piaget (1984), quien mostraba la utilización de dicha variable en la orientación de la actuación moral. En efecto, este teórico demostró que las afecciones emotivas elementales del individuo no suelen regularse desde el interior, ya que son los individuos externos quienes restringen sus emociones. Piaget (1984) también asumió que solo había dos tipos de acciones (lógicas y afectivas) y que el niño adquiere rápidamente una estructura moral básica sobre el bien y el mal a partir de la afectiva (Piaget, 1984).
Además, en cuanto a las reglas de justicia distributiva, LoBue et al. (2011) enseñan evidencia de que la respuesta emocional sobre la equidad del Homo moralis surge en edades muy tempranas (de los tres a los cinco años), es decir, antes de la capacidad de argumentación verbal. Por ejemplo, en el caso de recibir un obsequio menor, el disgusto o la ira por la distribución inequitativa forma parte de la construcción afectiva moral humana (LoBue, et al., 2011).
Finalmente, y desde esta misma perspectiva del Homo moralis motus, Englander et al. (2012) hallan correlaciones entre estímulos emocionales morales y algunas regiones del cerebro. De esta forma, incluso en la fisiología cerebral, los referidos autores, junto con Greene y Haidt (2002), encontraron que las emociones son parte fundamental del razonamiento moral, específicamente, de la competencia moral.
Equilibrio moral emocional
Como se ha venido discutiendo, el comportamiento moral de las personas no depende tanto de su capacidad cognitiva para tomar decisiones basadas en una moral racional y actuar de acuerdo con una lógica perfecta (Lind, 2009; Kohlberg, 1964), ya que lo que impulsa a alguien a actuar de manera socialmente aceptable es su equilibrio emocional (Bolívar, 2017; Gómez-Ortiz et al., 2017). Al respecto, varios estudios (Etxebarria et al., 2018; Graaff et al., 2016) han confirmado que este comportamiento moral está estrechamente relacionado con mantener un equilibrio adecuado entre las emociones positivas y negativas (Conejero et al., 2019; Haidt y Lukianoff, 2018; Huhtala y Holma, 2019; Lindauer et al., 2020; Waytz et al., 2019). Esto significa que la competencia moral, que implica tomar decisiones y actuar según estas emociones básicas, es fundamental para una actuación moral adecuada (Bolívar, 2017; Gómez-Ortiz et al., 2017).
Ahora bien, las emociones que dirigen la actuación moral se pueden dividir en básicas, como la culpa (considerada negativa) y el orgullo (considerado positivo) (Tomkins, 2008; Tracy y Robins, 2007), las cuales funcionan como recompensas o castigos, dependiendo de si generan una sensación placentera o dolorosa (Árdal, 1989; Sznycer, 2019).
Específicamente, la culpa surge cuando alguien se siente angustiado por no haber cumplido con algún principio que considera importante. Esta sensación dolorosa de fallar se acompaña de la idea de ser señalado como culpable (Freud, 1923; Mejía, 2002; Tomkins, 2008). En cambio, el orgullo constituye una autopercepción satisfactoria dignificante y placentera de haber cumplido con algún principio de forma sobresalientemente (Árdal, 1989; Kaufman, 1996; Tracy y Robins, 2007).
Teniendo en cuenta la competencia moral emocional, así como las emociones morales básicas (la culpa y el orgullo), se puede indicar que el equilibrio emocional moral se alcanza cuando las emociones están en armonía, lo cual ocasiona que las personas actúen de forma correcta (Graaff et al., 2016). En cambio, cuando hay un desequilibrio emocional moral, esto puede llevar al individuo a buscar la oportunidad de actuar mal (Tracy y Robins, 2007).
El homo moralis motus y los grupos de trabajadores
El Homo moralis motus tiende a actuar de acuerdo con el grupo al que pertenece y los vínculos que ha establecido con ellos. En el contexto laboral, esto significa que los trabajadores suelen actuar según su posición dentro de la empresa (trabajadores de confianza, de base o de obra determinada). En cuanto a los primeros, estos tienen roles de dirección, supervisión y fiscalización, y mantienen una estrecha relación con la autoridad patronal (Ríos-Manríquez et al., 2015). Por otro lado, los trabajadores de base tienen una relación laboral más estable y suelen tener contratos colectivos. Estos pueden tener una relación a veces distante o incluso conflictiva con la autoridad empresarial, ya que representan la mayoría en organizaciones grandes (Ríos-Manríquez et al., 2015). Finalmente, los trabajadores contratados por obra o tiempo determinado tienen una relación laboral temporal, la cual solo se activa cuando se necesita su servicio o para reemplazar a otro trabajador de manera eventual.
Explicado todo lo anterior, el objetivo del presente estudio fue determinar el nivel de competencia moral en los trabajadores de una organización, con énfasis en las emociones, para lo cual se aplicó el Cuestionario Moral Emocional.
En cuanto a la hipótesis planteada, esta sugiere que la competencia moral, basada en emociones como la culpa y el orgullo, variaría según el tipo de trabajador: de confianza, de base o contratado por tiempo determinado. Para probar esta hipótesis, se formularon las siguientes afirmaciones:
Hipótesis nula (H0): No hay diferencia en los niveles medios de competencia moral emocional, balance emocional moral y sus subíndices emocionales (orgullo y culpa) entre los trabajadores de confianza, de base y contratados por tiempo determinado.
Hipótesis alternativa (H1): Existe diferencia en los niveles medios de competencia moral emocional, balance emocional moral y sus subíndices emocionales (orgullo y culpa) entre los trabajadores de confianza, de base y contratados por tiempo determinado.
Método
El enfoque del presente estudio fue cuantitativo, con un diseño descriptivo, transversal y no experimental. Asimismo, esta investigación tuvo un alcance descriptivo y comparativo. Según Hernández et al. (2014), la investigación descriptiva se centra en caracterizar rasgos, mientras que la comparativa busca establecer relaciones similares o diferentes entre conjuntos de datos.
Participantes
En el presente estudio participaron 212 trabajadores de una universidad del estado de Tabasco, los cuales fueron divididos en cuatro categorías (tabla 1).
Participantes | Cantidad | Porcentaje |
---|---|---|
1. Profesor de asignatura (tiempo determinado) | 93 | 44 % |
2. Profesor de tiempo completo (de base) | 52 | 25 % |
3. Administrativo confianza | 27 | 13 % |
4. Administrativo base | 40 | 19 % |
Total | 212 | 100 % |
Fuente: Elaboración propia
En cuanto a la edad por categoría, en el caso de los profesores de asignatura, se contó con 55 mujeres con una edad media de 47 años y 38 hombres con una edad media de 46. En la categoría profesor de tiempo completo, se registró un total de 52 participantes: 20 del género femenino y 32 del masculino, con una edad promedio de 50 años.
Los trabajadores administrativos de confianza fueron 13 mujeres con una edad media de 41 años y 14 hombres con una edad promedio de 46 años. En cuanto al grupo de administrativos de base, se integró con 40 participantes, 33 femeninos con una edad promedio de 44 años y 7 masculinos con una edad media de 42 años (tabla 2).
Categoría | Género | Cantidad | Edad promedio | Desv. Est. |
---|---|---|---|---|
Profesor de asignatura (temporales) | Femenino | 55.00 | 47.25 | 7.63 |
Masculino | 38.00 | 46.66 | 9.33 | |
Total | 93.00 | 47.01 | 8.32 | |
Profesor de tiempo completo (base) | Femenino | 20.00 | 50.20 | 6.34 |
Masculino | 32.00 | 50.00 | 7.92 | |
Total | 52.00 | 50.08 | 7.29 | |
Administrativo confianza | Femenino | 13.00 | 41.62 | 9.94 |
Masculino | 14.00 | 46.79 | 8.28 | |
Total | 27.00 | 44.30 | 9.31 | |
Administrativo base | Femenino | 33.00 | 44.00 | 6.07 |
Masculino | 7.00 | 42.71 | 4.57 | |
Total | 40.00 | 43.78 | 5.81 |
Fuente: Elaboración propia
Instrumento
El cuestionario moral emocional (CME) ha demostrado ser un instrumento eficaz para cuantificar la competencia moral a partir de las emociones, como lo sugieren Terán-Bustamante et al. (2020), quienes abogan por el uso de cuestionarios no tradicionales. En el caso de México, el CME desarrollado por Robles (2019, 2021) ha confirmado una validación teórica y empírica en poblaciones de distintas edades y regiones del país. Este CME evalúa mediante 12 ítems las emociones culpa (6 ítems) y orgullo (6 ítems) con el fin de determinar la competencia moral del individuo mediante el índice de competencia moral emocional (ICME) y sus respectivos subíndices (SI) de la competencia moral emocional, es decir, el SI-culpa y el SI-orgullo. Además de la validez del CME de Robles (2019, 2021), se llevó a cabo un análisis de confiabilidad del instrumento mediante el cálculo del alfa de Cronbach, el cual obtuvo un valor aceptable (0.78).
Análisis de datos
Para el análisis de datos, se calcularon los estadísticos descriptivos de los participantes, así como los subíndices de culpa y orgullo. Asimismo, se efectuó el análisis de varianza (ANOVA) de los distintos tipos de trabajo y los subíndices para determinar diferencias significativas entre los roles. Finalmente, en este análisis estadístico se empleó el software Statistical Package for Social Sciences (SPSS), versión 22.
Resultados
Estadística descriptiva
De acuerdo con el análisis de la estadística descriptiva, se observan diferencias en los subíndices de culpa (SI-culpa) y orgullo (SI-orgullo) de los grupos de trabajadores. Por ejemplo, los profesores de asignatura registraron el valor más alto en el subíndice culpa, mientras que los administrativos de confianza obtuvieron el menor valor.
En cuanto al subíndice de orgullo, los trabajadores administrativos de base registraron el mayor valor, mientras que los administrativos de confianza obtuvieron un valor menor. En relación con el balance moral emocional (BME), se observó que los profesores de asignatura registraron el valor más alto (13.08), seguido por los profesores de tiempo completo (7.56), que estuvo cerca del promedio de toda la población (6.27). Por otro lado, el valor de los administrativos de base fue el más bajo (0.01), con una diferencia significativa respecto al promedio del total poblacional.
En lo concerniente al índice de competencia moral emocional (ICME), los profesores de tiempo completo y los trabajadores de base registraron el mayor valor, mientras que los profesores de asignatura por tiempo determinado presentaron el menor valor (tabla 3).
Rol de trabajo | Estadístico | SI-culpa | SI-orgullo | BME | ICME |
---|---|---|---|---|---|
Profesor de asignatura (tiempo determinado) | Media | 35.47 | 22.39 | 13.08 | 28.31 % |
Desv. Est. | 14.04 | 12.74 | 7..03 | 19.29 % | |
Profesor de tiempo completo (base) | Media | 33.29 | 25.73 | 7.56 | 34.43 % |
Desv. Est. | 12.64 | 13.49 | 3..04 | 22.32 % | |
Administrativo confianza | Media | 31.48 | 21.22 | 10.26 | 30.82 % |
Desv. Est. | 14.49 | 13.15 | 5.12 | 23.11 % | |
Administrativo base | Media | 32.04 | 32.03 | 0.01 | 31.06 % |
Desv. Est. | 14.77 | 13.79 | 0.00 | 20.15 % | |
Total | Media | 35.75 | 29.48 | 6.27 | 32.00 % |
Desv. Est. | 14.23 | 14.13 | 2.28 | 20.31 % |
Fuente: Elaboración propia
Análisis de varianza
Mediante el análisis de varianza, se encontró que en el subíndice de orgullo existe una diferencia significativa (valor p = 0.001 ≤ 0.05) entre los diferentes roles de trabajo, de acuerdo con el valor de significancia obtenido. En cuanto al subíndice de culpa (valor p = 0.423) y el índice de competencia moral emocional (ICME) (valor p = 0.403), según el valor de significancia obtenido (valor p ≥ 0.05), no se hallaron diferencias significativas entre los tipos de trabajadores (tabla 4).
Suma de cuadrados | Gl | Media cuadrática | F | Sig. | ||
---|---|---|---|---|---|---|
ICME | Entre grupos | .13 | 3 | .042 | .979 | .403 |
Dentro de los grupos | 8.94 | 208 | .043 | |||
Total | 9.06 | 211 | ||||
SI-culpa | Entre grupos | 545.01 | 3 | 181.670 | .939 | .423 |
Dentro de los grupos | 40249.57 | 208 | 193.508 | |||
Total | 40794.58 | 211 | ||||
SI-orgullo | Entre grupos | 3018.87 | 3 | 1006.291 | 5.794 | .001 |
Dentro de los grupos | 36125.94 | 208 | 173.682 | |||
Total | 39144.81 | 211 |
Fuente: Elaboración propia
Demostración de hipótesis
La hipótesis fue parcialmente demostrada, pues el análisis de varianza reveló que existen diferencias significativas entre los distintos roles de trabajo con respecto al subíndice de orgullo. Sin embargo, no se detectaron diferencias significativas en el índice de competencia moral emocional, así como en el balance moral emocional y en el subíndice de culpa.
Discusión
Según Agurto et al. (2017), un índice de competencia moral entre 30 y 39 refleja un nivel alto; por ende, se puede afirmar, a partir de los resultados hallados en el presente trabajo, que dicha variable en los profesores de tiempo completo es elevada. En cambio, la competencia moral más baja (ICME) se encontró en los profesores de asignatura, lo cual puede atribuirse a las actividades propias de su rol, centradas principalmente en la enseñanza y no en tareas de supervisión, lo cual fomenta un vínculo emocional menos estrecho con la organización.
Por último, el análisis de varianza reveló diferencias significativas entre los roles de trabajo en cuanto al subíndice de orgullo. En concreto, los trabajadores administrativos de base registraron el nivel más alto en el subíndice de orgullo, lo que sugiere una mayor satisfacción y confianza en sí mismos en comparación con otros trabajadores (Árdal, 1989; Kaufman, 1996; Tracy y Robins, 2007).
Conclusión
Este trabajo de investigación se enfocó en comprender el comportamiento moral de los trabajadores como agentes económicos, aunque desde la perspectiva del Homo moralis motus en lugar de la visión racional del Homo economicus. En tal sentido, se logró el objetivo de establecer el nivel de competencia moral emocional a partir de las emociones morales básicas de culpa y orgullo en los trabajadores de una organización. Para ello, se analizaron tres grupos de trabajadores: los de base, de confianza y de tiempo determinado.
En cuanto a la hipótesis de investigación, aunque no se demostró totalmente, se encontraron algunas diferencias significativas entre los grupos de trabajadores. Específicamente, se observó que en el subíndice de orgullo había diferencias significativas, pues los administrativos de confianza mostraron el nivel más bajo en comparación con los de base, que tuvieron el valor más alto.
Además, se identificaron algunas diferencias no significativas entre los grupos de trabajadores. Por ejemplo, se encontró que el mayor nivel de competencia moral se hallaba en los trabajadores de base. Esto también evidenció que su estado emocional negativo, medido por el subíndice de culpa, estaba equilibrado con su nivel emocional positivo, representado por el subíndice de orgullo, y se aproximaba al promedio del balance moral emocional de toda la población estudiada.
Asimismo, el hallazgo de que los trabajadores temporales exhiben el nivel más bajo de competencia moral sugiere un desequilibrio en las emociones morales, lo que los hace más propensos a comportamientos incorrectos en el entorno laboral. Esta información resalta la importancia de considerar no solo las habilidades técnicas, sino también el estado emocional y moral de los trabajadores, especialmente aquellos en roles temporales o de menor estabilidad laboral.
Finalmente, esta investigación demuestra que al analizar la competencia moral a través de las emociones de culpa y orgullo se puede evaluar el equilibrio moral emocional del trabajador. Esto representa una evaluación del Homo moralis motus, que podría ser útil para observar y anticipar el comportamiento ético de los trabajadores en la organización.
Futuras líneas de investigación
Este estudio establece una base importante para investigaciones futuras que buscan identificar y evitar comportamientos problemáticos de los agentes económicos. En tal sentido, se puede indicar que al evaluar el equilibrio emocional moral de estos agentes a través de la competencia moral emocional, se pueden desarrollar estrategias que promuevan un comportamiento adecuado dentro de la organización, lo cual contribuirá a crear un ambiente donde los agentes económicos actúen de manera ética y responsable.