1.-INTRODUCCIÓN
En la última década a nivel global asistimos a un fenómeno ideológico discursivo (Pêcheux, 2016) por parte de sectores neoconservadores -tanto liberales como religiosos- que por medio de ciertas estrategias retórico-discursivas buscan combatir y desactivar todas aquellas expresiones sociales, culturales y políticas que suponen una amenaza para el orden establecido, entre las que se destaca la detracción de movimientos emancipatorios como el feminismo. Ubicándonos geopolíticamente en la región latinoamericana, analizaremos -como una de las estrategias predilectas de la reacción neoconservadora- la utilización de una retórica “antigénero” en la que subyace un tratamiento biologicista y esencialista del género y de las sexualidades, con el fin de degradar socialmente a ciertos sectores, para legitimar las violencias y exclusiones perpetradas contra estos últimos.
Pero, además, lo sintomático es que esta reacción neoconservadora -o politicidad reactiva (Vaggione en Vigoya, 2017) coincide con un periodo de dinamización del feminismo que ha irrumpido fuertemente en la escena pública a través de la ocupación de diferentes territorios públicos y privados, físicos y virtuales (las calles, las plazas, las universidades, las redes sociales digitales, entre otros.) y que ha permitido visibilizar desigualdades de género, así como promover luchas vinculadas a la ampliación de derechos.
En Argentina y en países como Ecuador, Brasil, Perú, México y Colombia -tanto en el ámbito académico como en el de movilización política- estas luchas estuvieron vinculadas principalmente con la adquisición de derechos sexuales y reproductivos como la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) y la Educación Sexual Integral (ESI). Lo cual involucra un amplio proceso de politización del movimiento de mujeres y de las sexodisidencias organizado a través de la demanda explícita de derechos sexuales y reproductivos, teniendo como bastiones centrales a luchas históricas como la legalización del aborto (Bellucci, 2014) y el derecho a una educación sexual integral laica, obligatoria y con perspectiva de género.
En pugna contra dichas demandas, la reacción neoconservadora mediante una retórica “antigénero” busca neutralizar la praxis feminista y su capacidad de cuestionar los supuestos esencialistas sobre los que el sistema capitalista patriarcal busca preservar la institución familiar, la reproducción del capital y ocultar las desigualdades en cuanto a sexo- género, raza, clase, edad y pertenencia geopolítica, entre otras categorías de diferenciación social.
En distintas ciudades a nivel nacional, regional y global se han desarrollado manifestaciones mediante una retórica antigénero, comprendida como una estrategia de los sectores neoconservadores que buscan limitar las transformaciones operadas por el feminismo y el activismo sexodisidente mediante la “re-naturalización del derecho”; el uso de un “lenguaje hiperbólico” común que representa los avances en equidad de género y diversidad sexual como “catástrofes” para la humanidad; y el uso de símbolos como la familia, la niñez y lo natural.
En este marco, el rechazo a lo que sectores neoconservadores denominan “ideología de género” constituye una reacción política contra la potencia subversiva de los feminismos. Frente a lo cual los sectores neoconservadores reaccionan, sintomáticamente, buscando anular esta politicidad por la amenaza que representa para la legitimación y perpetuación del sistema capitalista patriarcal. Partiendo de esta presuposición, ratificamos nuestra doble hipótesis que por un lado afirma que en el plano de la producción de conocimientos en el ámbito académico y de activismos políticos, ha sido la masificación acrítica del concepto de género lo que posibilitó la apropiación y subversión conceptual por parte de sectores neoconservadores; y por el otro, que a nivel de las prácticas políticas ha sido la expansión y dinamización de los feminismos lo que, como contracara, generó la reacción conservadora.
Siguiendo este argumento, se reconoce que la reacción neoconservadora despliega una retórica “antigénero” en la que subyace un tratamiento biologicista y esencialista del género y de las sexualidades, que oculta las relaciones de dominación enmarcadas en el capitalismo patriarcal colonial moderno. Es por ello que esta embestida del neoconservadurismo -que nuclea tanto a religiosos católicos y evangélicos, como a laicos neoliberales- arremeta contra el carácter disruptivo del género y su capacidad de poner en cuestión el statu quo, y en última instancia, transformar el presunto carácter natural e inamovible de los sistemas de poder. Sin embargo, no debemos soslayar que el tratamiento biologicista del género forma parte también de algunas expresiones del feminismo -como el llamado feminismo TERF (Trans-Exclusionary Radical Feminist) - con lo cual no es exclusivo de los discursos neoconservadores de liberales y religiosos.
Esta politización reactiva se enmarca en el proceso de “derechización” de gobiernos latinaomericanos en los últimos años donde grupos religiosos logran inmiscuirse en la sociedad civil. Así, lo ilustra la emergencia de grupos pro-vida que desde 2018 integran el colectivo “Con mis hijos no te metas” que, a través de multitudinarias movilizaciones ciudadanas contra la “ideología de género” en varias ciudades del mundo, revelan que su accionar político logró replicarse en distintos países y ejercer presión en el campo jurídico contra la ampliación de derechos sexuales y reproductivos. Ya sea invocada mediante su nombre o su núcleo conceptual, la lucha contra la ideología de género ha desempeñado en varios países de Europa y América Latina un papel clave en los debates públicos y legislativos sobre la despenalización del aborto, la implementación efectiva de la educación sexual integral obligatoria y laica, como sucede en Argentina.
Entonces bien, a fines de lograr nuestro propósito organizamos el presente trabajo en tres instancias argumentativas que se sustentan en aportes teóricos específicos: 1. el análisis de teóricas feministas de la reproducción. Para mostrar cómo las reacciones neoconservadoras contra los feminismos se vinculan a la potencialidad de estos últimos de desestabilizar el statu quo; 2. El análisis del discurso. A partir del cual es posible visibilizar las estrategias discursivas de los sectores neoconservadores para atacar lo que representan como “ideología de género”, bajo supuestos naturalistas que deberían permanecer inamovibles para la protección y preservación de los lazos sociales; 3. El análisis filosófico político y sociológico. A partir del cual proponemos examinar cómo se produce el vínculo entre la dinamización de los ataques contra la “ideología de género” y el avance progresivo de gobiernos neoliberales en términos de politización reactiva. Finalmente, proponemos una mirada reflexiva acerca de la avanzada de los discursos neoconservadores en la región, y arribamos a conclusiones preliminares para futuras investigaciones sobre el tema.
2.-FUNDAMENTO TEÓRICO
Análisis de teóricas feministas de la reproducción social que al enfocarse en la reproducción conceptualizan el fenómeno “antigénero” como un intento de preservar los pilares que estructuran el sistema capitalista patriarcal.
Desde una lectura crítica a la de Marx -que sólo examina la acumulación originaria (de ahora en más: AO) desde el punto de vista del proletariado asalariado de sexo masculino y del desarrollo de la producción de mercancías- El Calibán y la bruja de Silvia Federici, examina la AO desde el punto de vista de los cambios que introduce en “la posición social de las mujeres y en la producción de la fuerza de trabajo” (Federici, 2010: 19-20).
Para ello, la pensadora feminista incluye una serie de fenómenos que están ausentes en el análisis de Marx: 1) el desarrollo de una nueva división sexual del trabajo que somete el trabajo femenino y la función reproductiva de las mujeres a la reproducción de la fuerza de trabajo; 2) la construcción de un nuevo orden patriarcal basado en la exclusión de las mujeres del trabajo asalariado y su subordinación a los hombres; 3) la mecanización del cuerpo proletario y su transformación, en el caso de las mujeres como máquinas reproductoras de fuerza de trabajo.
Desde este marco se examina que, mientras que el trabajo productivo tiene como resultado la producción de mercancías y de bienes de cambio, el trabajo reproductivo produce bienes de uso destinados a garantizar las necesidades básicas que “sostienen” la vida cotidiana y permiten reproducir la mano de obra. Por otra parte, mientras que el primero se desarrolla en el espacio público -como las fábricas- y es remunerado mediante un salario, el segundo se desarrolla en el espacio privado de los hogares y es gratuito.
Al investigar las condiciones sociales e históricas de la AO desde el punto de vista de las mujeres, Federici advierte que el cuerpo se convierte en un elemento central para la acumulación de capital. Y en el caso de los cuerpos de las mujeres, se trata de su principal terreno de explotación, así como “la fábrica lo es para los asalariados varones” (Federici, 2010: 28). Federici afirma que en el proceso de instauración capitalista el estatuto del cuerpo no es el del margen sino que adquiere centralidad, dado que la representación de las mujeres como sinónimo de naturaleza e identificadas con la corporalidad (Ibíd.: 27) posibilitó las condiciones para que sean reclutadas al ámbito privado, al trabajo doméstico y a la familia, (La familia funcional al capitalismo heteropatriarcal es la familia nuclear: matrimonio heterosexual con hijxs) ya que opera como organización microeconómica de este sistema general. De manera análoga, para Federici, la familia constituye “la institucionalización de nuestro trabajo no remunerado, de nuestra dependencia salarial de los hombres y, consecuentemente, la institucionalización de la desigualdad división de poder que ha disciplinado tanto nuestras vidas como la de los hombres” (Federici, 2018: 34). En esta dirección, Federici argumenta que, en el marco de la modernidad capitalista, el cuerpo -escindido completamente de la mente- era identificado con la naturaleza, con la que compartiría los mismos elementos y las mismas leyes físicas; pero, además, el cuerpo -concebido puramente como materia inerte- era descrito por analogía con el objeto- máquina. De allí que en este escenario los intelectuales se preguntaran: “¿Puede el cuerpo pensar?”.
En la literatura de la época, por ejemplo, en el Acto I de La tempestad de Shakespeare, se hace referencia al cuerpo como productor de la fuerza de trabajo, como la fuente principal de acumulación de capital. Por ello -según Federici- la burguesía emergente intentó adecuar las clases subordinadas a las necesidades de desarrollo de la economía capitalista, creando un nuevo tipo de individuo. Ha sido, según la autora, bajo la pretensión de crear un sujeto capitalista que la burguesía entabló una batalla contra el cuerpo que se convirtió en su impronta histórica, y en la marca del nuevo espíritu burgués que “calcula, clasifica, hace distinciones y degrada al cuerpo sólo para racionalizar sus facultades, lo que apunta no sólo a intensificar su sujeción, sino a maximizar su utilidad social (Ibíd.: 224).
El cuerpo, en el periodo de instauración de la modernidad capitalista, se constituyó en parte central de las políticas públicas porque aparecía no sólo como una “bestia inerte” ante los estímulos del trabajo, sino como un recipiente de fuerza de trabajo, un medio de producción: la máquina de trabajo primaria. En este marco, Federici sitúa la emergencia del reclutamiento de la mujer al trabajo doméstico en el periodo de transición del feudalismo al capitalismo, un proceso que no fue natural sino violento, y que requirió formas precisas de organizar y domesticar el trabajo y la vida. El trabajo doméstico -producto de la nueva división sexual del trabajo- se constituye así, desde esta línea de análisis, en una precondición para la acumulación del capital, motivo por el cual “era necesario antes desposeer a las mujeres de su propio cuerpo y de todos los saberes propios de una sociedad ginocéntrica” (Cielo y Vega, 2015, 134).
Es este proceso de desposesión y de guerra contra las mujeres el que explora Federici en El Calibán y la bruja…y lo hace colocando el foco en la bruja, aquella que en La tempestad de Shakespeare tiene un lugar secundario, pero paradójicamente está en el centro de los ataques de los detentores del capital. Federici comprende así, la cacería de brujas como un acontecimiento fundacional en el proceso de instauración del capitalismo a comienzos de la era moderna, el que surge “mientras esta guerra contra las mujeres está en marcha” (Federici, 2010: 23) y que sirvió para allanar el camino al desarrollo de un régimen patriarcal más opresivo.
Bajo esta lectura crítica, la persecución de miles de brujas en el medioevo es fundamental para el establecimiento del control del Estado sobre los cuerpos de las mujeres- reproductoras de fuerza de trabajo; y para garantizar que estas ocuparan el lugar de “sirvientas” de la fuerza de trabajo masculina. Leer el carácter necesario de este acontecimiento histórico, permite comprender que el trabajo femenino se convirtió en un recurso natural disponible: las mujeres se constituyeron en bienes comunes y fueron “obligadas” a ocuparse de la reproducción de la vida.
La nueva división sexual del trabajo como constitutiva de la matriz heteropatriarcal, diferenció no sólo las tareas que las mujeres debían realizar, sino también sus experiencias, sus proyectos de vida, sus posibilidades y sus deseos. Para ello, los discursos naturalistas han ocupado un rol central para que las subjetividades feminizadas ocuparan su rol de madres, de esposas, de hacedoras domésticas, de “sostén” de la familia (el aparato ideológico de Estado fundamental) y para que estas pudieran ser reclutadas al trabajo doméstico y reproductivo. El discurso ideológico y el mandato de género durante el proceso de constitución del capitalismo fueron efectivos en la medida en que lograron “sujetar” a las mujeres a las actividades domésticas que el sistema requería por parte de ellas: constituyéndolas como reproductoras, por un lado; y como no trabajadoras, por otro.
No sorprende entonces que el matrimonio se presentara como “la verdadera carrera para una mujer” (Federici, 2010, 167) y que la maternidad se haya calificado como una experiencia femenina ineludible, valorada por encima de cualquier otra. En este escenario, quienes se animaban a trabajar fuera de sus casas eran consideradas “brujas” y “arpías” que intentaban subvertir el orden establecido. Federici advierte que los discursos de la época demonizan y degradan a las mujeres representándolas como “carentes de racionalidad”, “excesivamente emocionales”, “lujuriosas” e “incapaces de manejarse por sí mismas”, además de “vanidosas”, “salvajes”, “despilfarradoras”, “regañonas”, entre otras cosas” (Ibíd.: 180). Lo sintomático es que, cuando se instaura el capitalismo, el discurso sobre estas cambia, revelando que las mujeres pudieron ser “domesticadas” gracias a un proceso de degradación social. Si antes estas eran consideradas como irracionales y bestiales, una vez instaurado el sistema capitalista, se las describe como “obedientes”, “sumisas”, “capaces de apaciguar a los hombres”, “maternales por naturaleza”, etc.
Atendiendo también a la efectividad de los discursos, Davis (1981)señala que la literatura antiesclavista de la época perpetuaba las ideas racistas y las nociones sexistas que justificaban la exclusión de las mujeres de la arena política donde se libraría aquella batalla. Se construye así, según Davis, una ideología de la feminidad que comenzó a ensalzar los ideales de la esposa y de la madre en el momento en el que la manufactura se desplazó del hogar a la fábrica, lo que de manera simultánea convierte a las mujeres en apéndices de sus compañeros varones, “en sirvientas de sus maridos” (p.54). Pero, además, destacamos el aporte de Davis a la complejidad del análisis al señalar que esos modelos de feminidad permitieron, en relación con la esclavitud, la imposición de nuevas divisiones de clase, género y raza.
Análisis del discurso
La avanzada de los discursos neoconservadores en Argentina y en la región latinoamericana supone un proceso histórico complejo, dinámico y multidimensional que se encuentra en pleno desarrollo (Stefanoni, 2021). Las perspectivas teóricas que acuñamos, plantean al discurso como una forma de acción sobre el otro/a para conformar creencias y representaciones, orientando sus comportamientos (Arnoux, 2019).
Al examinar el fenómeno del avance del neoconservadurismo en la región, advertimos que los discursos de diferentes sectores identificados con esta ideología son empleados como dispositivos de convencimiento y persuasión en la disputa por la significación y legitimación de diferentes problemáticas sociales, como es el caso del aborto voluntario y la educación sexual integral en las escuelas.
Ahora bien, por fuera de todo pensamiento dicotómico que escinde los aspectos materiales de los simbólicos de la vida social, sostenemos que el análisis de los discursos neoconservadores y, específicamente, de su aspecto “naturalista/esencialista”, supone una dimensión simbólica cuya superficie de indagación se apoya en un conjunto de enunciados y argumentos que sostienen y pretenden legitimar en la arena pública. Pero, asimismo, sostenemos que estas disputas simbólicas se imbrican con una dimensión material, ya que los efectos de los discursos “naturalistas” recaen sobre las instituciones y sus recursos, sobre los cuerpos y las vidas de las/los agentes sociales que son interpelados/as.
Es por ello que la apelación a la reproducción como finalidad central de la sexualidad humana, la heterosexualidad como única norma sexo-identitaria posible, la maternidad como función inherente a la mujer y la defensa de la vida del niño/a por nacer (entre otros axiomas de este discurso), requiere la elaboración de diferentes pruebas y evidencias (Caneva, 2019). Algunas de ellas apelan a mecanismos propios del discurso de la ciencia (datos estadísticos, investigaciones, fuentes y documentos históricos, imágenes de diagnóstico, etc.), al discurso del Derecho (apelación a la Constitución Nacional, al Código Penal, a organismos internacionales de Derechos Humanos, etc.) y al discurso de la religión (historias bíblicas, imágenes sagradas, etc.).
En este marco, la argumentación podemos plantearla como una particular región del análisis de las disputas político-ideológicas que movilizan a los sectores neoconservadores, puesto que los discursos no sólo buscan generar adhesiones o adherentes, sino también movilizar voluntades y comportamientos, es decir, provocar o inducir creencias sobre determinadas explicaciones y saberes considerados verdaderos (Grize, 2009; Marafioti, 2003). Sin embargo, la argumentación no sólo se plantea como una actividad particular en la legitimación de lo verdadero, sino que resulta fundamental como fuente de legitimación política frente al Estado, en la resolución de los problemas públicos (Gusfield, 2014).
Cabe considerar que un elemento que se intercepta entre las creencias y los argumentos enunciados frente los problemas públicos es el que remite a la dimensión de las emociones y afectos que se desencadenan (Amossy, 2000; 2002). Esta dimensión “dramatúrgica” (Goffman, 1997; 2019;) o “pathemica” del discurso resulta central para entender el potencial persuasivo de la ideología neoconservadora y nos permite problematizar algunos de los efectos materiales que las narrativas naturalistas provocan las psiquis y en los cuerpos de las/los destinatarios.
En este sentido, un aspecto central a considerar es el que refiere a las emociones “negativas” (Caneva, 2019) que se provocan en las/los destinatarios de discursos que, en defensa de la vida, sancionan ciertas prácticas, como es el caso de la interrupción voluntaria del embarazo, a partir de su caracterización como pecado, crimen, “genocidio”, “matanza de inocentes”, patología/enfermedad psíquica, entre otras. La apelación a un presunto “síndrome post-aborto”, parte central de los argumentos anti-derecho de los movimientos “Pro-vida”, da cuenta de la provocación de emociones negativas en distintas direcciones (el miedo a la locura, a la enfermedad, a la sanción social y moral, a la exclusión, al suicidio, etc.).
No obstante, es de considerar que los discursos naturalistas que forman parte de la ideología neoconservadora construyen emociones “positivas” que, en la defensa, cuidado y protección de la vida humana, plantean una promesa de felicidad (Ahmed, 2019) que requiere de la obediencia a la reproducción, la maternidad y el cuidado de la familia nuclear. Dicha felicidad supone, sin embargo, un acto sacrificial que opera como una recompensa de integración social para sus adeptos, ya que quienes prestan obediencia a las estructuras y lazos sociales tradicionales se vuelven más completamente humanos al subordinar sus deseos bestiales para garantizar el desarrollo armónico/pacífico de su comunidad. En esta renuncia del individuo a sus deseos “bestiales” se aloja una recompensa de heroísmo, altruismo y pertenencia comunitaria que da cuenta de un costado “lado moral” de la ideología neoconservadora y que la vuelve particularmente persuasiva.
Es por ello que el discurso neoconservador, además de analizarlo en su dimensión retórico-argumentativa y a partir de sus derivas emotivas y morales, debemos remitirlo a la cuestión del poder y la ideología. Siguiendo a Angenot 1998; 2010) se puede sostener que los discursos parten de ideologemas, es decir, de postulados o máximas que funcionan como presupuestos del discurso y que pueden realizarse o no en la superficie. Es decir, se trata de lugares comunes que integran los sistemas ideológicos), así como a la lucha por la hegemonía. En efecto, y tal como sucede en el caso de los discursos neoconservadores, la referencia a lugares comunes o topoï (la familia patriarcal, la heteronormatividad, la naturaleza como fuerza suprema, la esencia como sustrato de la existencia humana, etc.), podemos pensarla como parte de una estrategia político-ideológica que busca sedimentar y cristalizar imaginarios, rituales y prácticas sociales. Pero estas disputas suponen alteridades políticas sobre las cuales se plantea la confrontación, y sobre cuyas bases podemos también examinarlas. De allí que los discursos neoconservadores emerjan como reacciones frente al avance de movimientos sociales e ideologías que desafían la conservación del orden hegemónico o del status quo, como es el caso de algunas expresiones del feminismo.
Nuestro análisis acerca de la ideología no pretende reducirla a mecanismo de manipulación o ni definirla como la cosmovisión del mundo impuesta por un sector social/político dominante, (Sobre esta cuestión, se sugiere la lectura de Abercrombie y otros (2003),Eagleton (1997) y Van Dijk (1996), 1998), como podría ser el caso de los gobiernos de ultraderecha en la región (Brown, 2020).
Antes bien, consideramos que la relación entre el discurso y la ideología está planteada en la génesis misma de la vida social (Verón, 1987), en la gestación de los grupos, las organizaciones y las instituciones; de sus prácticas y representaciones. Cabe señalar que, en línea con Margulis (2009) la ideología será comprendida como huellas en la cultura (o sea, en los códigos y en las significaciones sociales) dejadas por las luchas por la hegemonía. Aquí se toma distancia de la noción falsa conciencia, de fantasía, irrealidad o el mero acto de manipulación, puesto que se la conceptualiza como un elemento simbólico que define la conformación de grupos y organizaciones, sus prácticas y representaciones, y como un componente ligado a las luchas por la conservación y transformación del orden social, al poder, la dominación y la desigualdad).
Por lo tanto, sostenemos que no existe un discurso desafectado de su dimensión ideológica; tampoco el discurso de la ciencia puede escapar. Al referirnos a los lugares comunes, la apelación al discurso de la ciencia es central en las estrategias discursivas de la ideología neo-conservadora. Cabría sostener que las disputas entre ideologías neoconservadoras e ideologías “progresistas” (el feminismo, por ejemplo) se montan -pese a sus diferencias radicales- sobre elementos de base comunes según la configuración de cada cultura. Pero a su vez, se cementan sobre axiomas o máximas que se asumen verdaderas (“la vida existe desde el momento de la concepción” vs “la mujer es dueña de su propio cuerpo”), que están fuera de toda discusión, y sobre las cuales se despliegan polémicas y controversias.
Entonces bien, se asume que la interrogación acerca de aspecto “naturalista” de las ideologías neoconservadoras debería prevenir miradas que caractericen a estos discursos como meras reproducciones de un “orden tradicional”. Por el contrario, se trata de analizar su capacidad de procesar las transformaciones sociales del presente para asimilarlas, incorporarlas y reproducirlas en un orden de dominación que aloja elementos sui generis.
En línea con Pêcheux (2016) concebimos el avance de los discursos neoconservadores como parte de un fenómeno ideológico discursivo que se monta sobre formaciones ideológicas (Parra, 2019). Es decir, que los enunciados y argumentos que se emplean para convencer y persuadir a las/los destinatarios de los discursos, lejos de toda presunta transparencia o literalidad, están asociados a ordenamiento que habilita lo que puede y no puede ser dicho. Siguiendo esta línea, podemos sostener que los discursos naturalistas que integran las ideologías neoconservadoras, se articulan en el marco de un lenguaje que busca volver natural, es decir, transparente-invisible, aquello que en realidad es producto de una relación de poder y dominación. Dicho lenguaje es resultado de una historicidad, por lo que sobre el mismo se pueden trazar genealogías críticas que, por fuera de toda búsqueda de un “origen”, pretenden rastrear las discontinuidades, es decir, las huellas que las disputas político-ideológicas dejan en los sistemas de representación y significación de la realidad.
Análisis desde las intersecciones entre la filosofía, la ciencia política y la sociología: conceptualización de la politización reactiva de sectores neoconservadores
En Argentina existe un ferviente rechazo por parte de grupos vinculados a la iglesia católica y evangélica -esta última con un gran crecimiento político, en términos de politización reactiva- contra el proyecto actual de reforma de la ley 26. 150 de Educación Sexual Integral (ESI) sancionada en 2006, para que esta sea implementada en las escuelas de manera, laica, obligatoria y con perspectiva de género.
Las modificaciones propuestas a la actual ley ESI apuntan a incluir explícitamente el respeto por la diversidad sexual y de género, el carácter científico y laico de la ESI, y a establecer que esta sea aplicada de manera obligatoria en todo el territorio nacional, en instituciones de gestión estatal o privada, más allá del “ideario institucional y de las convicciones de sus miembros”. Son estas modificaciones las que han suscitado un virulento rechazo por parte de sectores conservadores que argumentan que se trata de “ideología de género” que fomentaría el aborto, (En el caso del aborto, desde el activismo reaccionario, se conecta su legalización con el financiamiento público (“con mis impuestos no”), la justicia de clase, la tutela patriarcal de las jóvenes (Vega, 2019: 78), la masturbación, la promiscuidad y las orientaciones sexuales “anómalas”. Lo cual, tendría como efecto, la destrucción de la familia -entendida de manera unívoca- puesto que, entre las estrategias retóricas del conservadurismo religioso, se encuentra la sustitución de “grupo familiar” por familia (Ciriza, 2007: 16) y la destrucción de la naturaleza -de origen divino- que emanaría dicotómicamente a varones y mujeres.
En este marco, las sexo- disidencias, no sólo serían antinaturales, y “demoníacas” (en oposición al carácter sagrado) sino que además serían promocionadas por esta “ideología de género”. Frente a lo cual, sectores vinculados a la Iglesia católica y evangélica -cabe decir que la primera, durante mucho tiempo en Argentina ejercía su influencia a través de los altos mandos del gobierno de manera más o menos directa. En las últimas décadas, sus estrategias se han diversificado y se han fortalecido las que ponen el foco en la sociedad civil. Se trata de una serie de ONG que han crecido y se han multiplicado en Latinoamérica, así como grupos laicos, entre los que se destaca el Opus Dei- aseguran que deben ser los padres y la familia los que elijan y supervisen (exclusivamente) los contenidos y el modo de educar sexualmente. De lo contrario, argumentan, habría un Estado imponiendo contenidos morales por encima de la posibilidad de las familias de educar de acuerdo a sus convicciones.
Se trata de una cuestión social muy compleja, ya que a pesar de que la ley ESI tuvo apoyo en el Congreso Nacional argentino a partir de los debates sobre la legalización de la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) -cuyo proyecto de ley obtuvo media sanción el 13 de junio de 2018 en la Cámara de Diputados de la Nación Argentina, gracias al impulso del Frente de Educación Sexual Integral y del Frente de Docentes por el Derechos a Decidir - y, a pesar de que es una demanda de gran parte de la sociedad, sobre todo de jóvenes, se sigue negando el derecho “que todos los educandos tienen” a “la educación sexual integral que articula aspectos biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos” (fragmento del artículo 1 de la ley de ESI).
Si analizamos lo que efectivamente propone la ley a través de sus artículos y las resoluciones 43/2008 y la 340/ 2018 del Consejo Federal de Educación -encargadas de garantizar los lineamientos, los materiales curriculares y recursos didácticos, para planificar las capacitaciones y realizar un seguimiento de su implementación- podemos afirmar que lo que busca esta ley es: una mayor conciencia sobre la autonomía de los cuerpos, la prevención de abusos, el reconocimiento del deseo propio, el respeto hacia las disidencias y las identidades sexuales no binarias, la reflexión sobre los afectos, el rechazo de todas las formas de violencia, de discriminación y de exclusión. Entonces: ¿por qué obstaculizar su efectiva implementación, siendo que en las jurisdicciones donde se implementó se ha probado positivamente su efectividad, expresada entre otras cuestiones, en el reconocimiento de abusos infantiles? Lo que conduce por otra parte, a otra cuestión problemática: la palabra de lxs niñxs a menudo es silenciada, puesta en duda y anulada.
Ha sido gracias a contenidos impartidos por la ESI como el conocimiento y el cuidado del propio cuerpo, el reconocimiento de los deseos propios, y la distinción entre afecto y abuso; que muchos niñxs y adolescentes detectaron situaciones en las que se vieron violentados, en la mayoría de los casos en el ámbito intrafamiliar. ¿Por qué entonces dejar que este tipo de educación sea justamente impartido por los propios miembros de la familia?
La reacción de repudio de los grupos del neoconservadurismo religioso y liberal -entre los que se destacan los grupos “pro vida” ante la posibilidad de efectivizar las modificaciones a la ley ESI- se manifestó en marchas y campañas bajo las consignas: “Con mis hijos no te metas”, “Los hijos son de los padres, no del Estado”; “No a la ideología de género en la escuela”. Se trata de un activismo religioso conservador que defiende un orden sexual tradicional que lleva adelante distintas estrategias para evitar la “cultura de la muerte” frente a lo que llaman una “cultura de la vida”, de la cual se declaran sus guardianes. Por ello es que desde los movimientos feministas se planificó una estrategia consistente en desplazar el eje de la “vida” hacia el de la “libertad” (que se ilustra por ejemplo en el lema “aborto legal para no morir” por el siguiente: “aborto legal en cualquier lugar”).
La emergencia de grupos pro-vida que conforman el colectivo “Con mis hijos no te metas” es fruto de alianzas entre religiosos y seculares a través de los cuales los grupos religiosos logran inmiscuirse en la sociedad civil y ejercer presión en el campo jurídico contra la ampliación de derechos sexuales y reproductivos.
Las campañas de estos grupos contra la ‘ideología de género’ ha sido desarrollada en otros países como México, Brasil, (Rita Segato señala que la expresión “ideología de género” como categoría de acusación, ha servido para estructurar por ejemplo en Brasil un proyecto de ley federal llamado “Ley de la Escuela Sin Partido” que establece la prohibición en las escuelas estatales de la “aplicación de los postulados de la ideología de género” (artículo 1); y de “cualquier práctica que pueda comprometer, precipitar u orientar la maduración y el desarrollo en armonía con la respectiva identidad biológica de sexo” (Segato, 2016: 17), Colombia, Chile, Perú y Ecuador, con distintas características. Lo que revela que el efecto multiplicador internacional y regional es muy potente. Frente a lo que cabe preguntarse: ¿cómo leer la coincidencia entre la Campaña reaccionaria Con mi hijo no te metas, con un nuevo y potente ciclo de feminismo callejero, iniciado en 2016, cuya fuerza se irradió desde Argentina y multiplicó expresiones en el resto del continente?
Las movilizaciones masivas de la campaña Con mi hijo no te metas tuvo como epicentro la ofensiva contra la denominada “ideología de género”. Los movimientos conservadores, mediante una retórica antigénero se confrontan con el feminismo en movimiento y su potencialidad de instituirse en políticas del Estado y avanzar en materia de derechos. Lo cual se ilustra en la articulación con el Estado, amparándose en declaraciones de organismos internacionales como la ONU.
Desde nuestro análisis proponemos comprender que los sectores del conservadurismo religioso y liberal reaccionan a la potencia feminista que en la última década se han revitalizado a través de un nuevo ciclo de luchas de carácter callejero, juvenil, popular, interclasista, inclusivos (Gago, 2019) que se organizan para frenar la cadena de abusos, agresiones y violencias, a través del “Ni una más”, “Ni una menos” y a “Vivas nos queremos”. Pero, como hemos argumentado, tanto como el feminismo, la reacción neoconservadora se dinamiza y masifica.
3.-MÉTODO
Tal como se señala en la introducción, la presente investigación parte de una perspectiva cualitativa (Guber, 1991; Vasilachis, 2009) que se centra en la interpretación de los datos y la reflexividad en el diseño de la estrategia metodológica. En esta dirección, realizamos un análisis crítico-conceptual de fuentes documentales pertenecientes a investigaciones propias y ajenas, que recuperan experiencias históricas que interrogan cómo los discursos esencialistas, basándose en la apelación a la naturaleza en distintas acepciones, reproducen violencias y opresiones.
A partir del abordaje de un corpus documental constituido por bibliografía especializada y materiales pertenecientes a investigaciones propias y de otros/as autores/as, avanzamos en el examen sobre cómo los discursos naturalistas se articulan con el fenómeno discursivo-ideológico de la avanzada del neoconservadurismo en la región latinoamericana, y particularmente en Argentina.
4.-RESULTADOS
Discusión/Problema
La hipótesis sostenida en este trabajo es que a la avanzada de las luchas feministas y de movimientos sexo-disidentes reaccionan sectores afines al neoconservadurismo religioso y liberal. De allí que desde ciertos análisis es interpretado como un fenómeno de politización reactiva frente a los crecientes procesos de politización del feminismo, que se ha materializado en importantes luchas por la conquista de derechos, principalmente sexuales y reproductivos.
Para Juan Marco Vaggione la politización reactiva -entendida como la manera en que sectores conservadores religiosos se articulan frente a los movimientos feministas y de minorías sexuales- involucra además un cambio en la gramática de dichos discursos y activismos que escapa a la tradicional oposición entre lo religioso y lo secular, en cuanto aprovecha mecanismos democráticos y argumentos seculares para posicionar sus demandas (Vaggione en Vigoya, 2017). Y mediante la formación de “ciudadanías religiosas” el activismo católico conservador ha movilizado organizaciones políticas, muchas de ellas autodefinidas como laicas, con el propósito de incidir en el derecho secular. Los discursos y declaraciones de estos grupos desbordan el campo religioso y se entrelazan con los ámbitos jurídico, científico, y político propiamente dicho.
Desde perspectivas feministas críticas se ha señalado que ya desde la década de los ’80, el Vaticano comenzó a enfrentarse al feminismo y su capacidad de influencia en las políticas públicas. En ese sentido, al tiempo que frenaba a los sectores progresistas de América Latina, “facilitaba la entrada del evangelismo integrista” (Vega, 2019: 53). Lo que se traduce en una actitud rígida y apegada a las doctrinas. Para Vega, la apelación a los principios liberales (cada uno puede pensar lo que quiera), a la que en ocasiones se recurre, puede encajar perfectamente con la aspiración integrista y fundamentalista de estos sectores. La desigualdad deja de ser un problema del orden social instituido (Ibíd.: 53- 54)). Mientras que, en la década de los ’90 el rechazo a la perspectiva de género presentada en las conferencias de la ONU es explícito. Recordemos que el papa Juan Pablo II a través de su “Carta a las mujeres” del 29 de junio de 1995 -en ocasión de la realización de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer que tuvo lugar en setiembre de ese mismo año en Beijing- recurrió al discurso naturalista de la división en varón y mujer (contemplando a esta última como copia de María “esclava del Señor”) para rechazar la “ideología de género”.
Por su parte, el papa Benedicto XVI ha insistido públicamente en respetar los roles naturales de mujeres y varones, frente a lo que opone la “ideología del género” como la encargada de poner en riesgo la familia, y “la inocencia de los niños”. De manera análoga a las declaraciones del papa Francisco quien en 2016 -un año crucial para la implementación de la ley de educación sexual integral en Argentina- sostuvo: “estamos experimentando un momento de aniquilación del hombre como imagen de Dios (…) Hoy en día en los colegios les están enseñando a los niños ¡A los niños! Que todos pueden elegir su género (…)”, (Cfr. discurso en Azerbaiyán el 2 de octubre de 2016). No menos polémicas han sido las palabras del Monseñor Quarracino en torno a los contenidos básicos de la educación sexual, quien como el resto de la cúpula de la Iglesia Católica sustituye el uso de la palabra género, por la de sexo.
El recurso a la ciencia por parte de grupos conservadores para justificar el rechazo al género, incluyó la mención de las teorías evolucionistas de Darwin y Lamarck, lo que coincide con la “clarificación de los términos ambiguos” (Ciriza, 2007, 16) que Ratzinger propone de la agenda de género, mediante la homologación de la ciencia y de la teología, como hechos de naturaleza, que deben ser protegidos de la contaminación ideológica.
Desde nuestra perspectiva, evaluamos que el ataque al género, pone de manifiesto que este ya no puede ser pensado como un fenómeno meramente cultural, sino como profundamente enraizado en la estructura económica y social. De allí que, una de las principales retóricas para atacar al género sea a través del discurso de la heterosexualidad normativa y obligatoria, que se encuentra en la base de la familia nuclear y del sistema capitalista patriarcal. Además, esta reacción al género revela que el concepto tiene un efecto desestabilizador contra el que arremete el conservadurismo religioso, (Durante mucho tiempo la Iglesia Católica en Argentina ejercía su influencia a través de los altos mandos del gobierno de manera más o menos directa. En las últimas décadas, sus estrategias se han diversificado y se han fortalecido las que ponen el foco en la sociedad civil. Se trata de una serie de ONG que han crecido y se han multiplicado en Latinoamérica, así como grupos laicos, entre los que se destaca el Opus Dei.) y liberal a través de discursos contra las reivindicaciones que los movimientos de mujeres, feministas y LGTTBIQ han venido impulsando, principalmente en América Latina, donde las políticas neoliberales impactan (negativamente) con mayor virulencia, y donde la violencia disciplinadora para reproducir la lógica del capital, requiere tanto una batalla contra los cuerpos, pero también por el sentido de las palabras. Sin embargo, evaluamos que los intentos por silenciar y deslegitimar los derechos y avances de género, generan un efecto inverso, que se manifiesta en las calles con más luchas y movilizaciones. Para Ciriza, la ofensiva conservadora agita el fantasma del feminismo como una amenaza del orden político y sexual. Puesto que, “la amenaza de una política directamente edificada sobre la articulación entre cuerpo y política es esgrimida como expresión de un poder capaz de transmutar el orden mismo de la cultura desde sus cimientos” (Ciriza, 2007, 9).
Todos estos avatares manifiestan que la perspectiva de género y los enfoques feministas instituyen nuevos sentidos, contrarios a los valores que los sectores neoconservadores defienden; lo que también permite comprender los ataques contra las ciencias humanas y sociales por los efectos materiales que sus críticas desnaturalizantes conllevan. En esta línea, cabe señalar que la Filosofía en Brasil corre el riesgo de ser retirada de los programas curriculares por la amenaza que representa para los defensores del proyecto histórico del capital, la crítica que desnaturaliza el orden instituido. Es el trabajo teórico que acompaña determinadas prácticas de emancipación, de inclusión y de ampliación de derechos el que permitió en parte avanzar concretamente en materia de derechos humanos, de identidad de género, en la no discriminación étnico y racial, en materia de derechos laborales, en la concreción de ciertas políticas públicas. Por otra parte, y en relación con lo anterior, acordamos con el diagnóstico de Machado (2018) según el cual, existe una apropiación por parte de grupos conservadores -vinculados al cristianismo y al evangelismo- de teorizaciones feministas para volverla en su contra:
En esta contienda cultural y política, la categoría género desarrollada por académicas feministas y adoptada como lenguaje de política pública global por las agencias internacionales; es vista por la Iglesia Católica y segmentos pentecostales como un recurso ideológico que es pernicioso para el orden social. Valorando la dimensión cultural, esta categoría tiene un efecto desestabilizador en los principios naturalistas desarrollados por la ciencia moderna que ayudaron a actualizar el discurso cristiano de la creación de la especie humana por Dios. Los intelectuales cristianos /as que participan en la disputa simbólica en torno a la categoría de género perciben claramente que, en esta nueva cruzada, el discurso no puede ser sólo de cuño religioso; que tiene que buscar fundamentación en el campo científico donde se desarrolló la argumentación feminista. Y fue la interpretación de la ideología como mistificación o falseamiento de la realidad que estos intelectuales accionaron contra la gramática de género de las feministas (Machado, 2018, 13).
A propósito de reapropiaciones por parte del conservadurismo religioso de conceptualizaciones del campo de los estudios de género y de la teoría feminista, se ha advertido que el papa Francisco, de manera personal, apela a la “colonización ideológica” (Vega, 2019) de la naturaleza humana como modo de empatizar con sectores populares desde una perspectiva latinoamericana. Es bajo esta sobrevaloración de “lo natural” que se esencializa la diferencia sexual y se postula como destino natural, la heterosexualidad y la maternidad. De allí la importancia del carácter subversivo del concepto de “género” que, desnaturaliza y combate el biologicismo que clasifica dicotómicamente de acuerdo al sexo biológico.
Sin embargo, si bien la incorporación del concepto de género en la teoría feminista permite avanzar contra el determinismo biológico, coincidimos con Ciriza (2016) cuando advierte que se produce una disolución del carácter político del género cuando se estabiliza y neutraliza a través de su masificación irrestricta en el ámbito académico y de políticas públicas. Proponemos en este sentido, trazar genealogías políticas del género, pero antes será menester hacer un recorrido en torno a la singularidad de este concepto “viajero” (travelling concept).
Alternativas/ Propuestas
a. Visibilizar las estrategias discursivas y mostrar las debilidades que entrañan estos discursos cuando buscan legitimar la reproducción de relaciones de dominación que forman parte del sistema capitalista patriarcal.
Existe una apropiación por parte de estos grupos conservadores de teorizaciones feministas para volverlas en su contra. En este sentido, examina que el fenómeno de ataque a la “ideología de género” en Brasil tiene como hito la publicación del libro de Jorge Scala bajo el título Ideología de Género: neo totalitarismo y la muerte de la familia donde la interpretación de la ideología como mistificación de la realidad es lo que justifica la retórica antigénero, puesto que “una teoría es una hipótesis comprobada experimentalmente. Una ideología es un cuerpo cerrado de ideas, que parte de un presupuesto básico falso -que por ello debe imponerse evitando todo análisis racional-, y entonces van surgiendo las consecuencias lógicas de ese principio falso” (cfr. Machado, 2018: 4); pero, además, se impondría a través del sistema educativo formal. Lo cual puede ser ilustrado con las causales de rechazo a la ESI que apuntan contra la concepción de que las identidades de género y los roles sexuales puedan ser pensados como no determinados de manera absoluta por la biología, lo cual la volvería no científica. Además, si esta concepción implica desviarse de “lo natural” sería opuesta al bien moral. Frente a lo cual contraargumentamos que atribuir a la naturaleza propiedades que la ciencia más bien refuta, como un carácter inmutable y definitivo, es incompatible con la evolución y el dinamismo del que dan cuenta las ciencias naturales; o la idea de que ‘lo natural’ corresponde a un modelo específico, que no da cuenta de los matices y las complejidades presentes en la realidad.
Coincidimos en este sentido con Campos Machado en que existe una articulación entre “discursos morales, religiosos y científicos” que buscan conservar estructuras que no dan lugar a las disidencias, y que se suponen estáticas como la institución familiar, el lenguaje y el sexo. En este marco, la perspectiva de género es falsa y antinatural, y sólo puede imponerse de manera totalitaria a través de diversos aparatos de estado -como la institución escolar y los medios de comunicación- lo que tendría como consecuencia según Scala: “la destrucción de la familia; la perversión del lenguaje para generar confusión mediante la modificación del significado original; la ‘propagación’ del aborto, la pornografía, la hipersexualización (todas prácticas con fines comerciales); la degeneración sexual y el corte con el binarismo sexual”; en consecuencia: el antinaturalismo.
Siguiendo esta línea de análisis, Viveros Vigoya (2017) señala que la “politización reactiva” involucra además un cambio en la gramática de los discursos y activismos antigénero, que escapa a la tradicional oposición entre lo religioso y lo secular, en cuanto aprovecha mecanismos democráticos y argumentos seculares para posicionar sus demandas. Y mediante la formación de “ciudadanías religiosas”, el activismo católico conservador ha movilizado organizaciones políticas, muchas de ellas autodefinidas como laicas, con el propósito de incidir en el derecho secular (Vaggione, 2017). Así, se pone en evidencia que sus presupuestos y declaraciones desbordan el campo religioso y se entrelazan con los ámbitos jurídico y científico, entre otros.
b. Politizar y complejizar constantemente las perspectivas críticas como la de género para evitar su reapropiación conceptual por parte de sectores adversos. La propuesta alternativa consiste en hacer un tratamiento del género como parte de un entramado material complejo, que evite eludir el carácter político que es inmanente a la crítica feminista, y que es lo que permitió visibilizar y problematizar las desigualdades de género en articulación con la raza, la edad, la sexualidad y la clase. Para ello, anticipamos el carácter prioritario que tiene la construcción de genealogías feministas críticas y políticas y la reconstrucción de memorias de rebeldías.
Bajo nuestro análisis, términos como “feminismo”, “género”, “interseccionalidad” que emergen como fruto de luchas sociales de sectores disidentes y minoritarios, se masifican y expanden al institucionalizarse en los ámbitos académicos. Retomamos en esta dirección la crítica política que se ha realizado al proceso de “oenegización del género” (Mendoza, 2014). En este marco se ha advertido que si bien, la expansión conceptual del género le permitió al feminismo (hegemónico) articular con el Estado a través de organizaciones sociales e instituciones públicas, ha tenido un efecto negativo: la pérdida gradual de su politicidad y crítica inherente “que lo ha llevado a abandonar buena parte de sus postulados políticos más éticos y revolucionarios” (Curiel, 2010, p. 73).
De acuerdo con esta perspectiva crítica de los procesos de institucionalización, estabilización y neutralización de perspectivas desestabilizadoras del statu quo como la de género, las masificaciones irrestrictas, sin rigor teórico y acríticas tienen efectos de simplificación y neutralización; y facilitan procesos de apropiación y subversión conceptual por parte de sectores adversos.
En este marco ubicamos la apropiación de términos que emergen de movimientos sociales y grupos minoritarios por la ampliación de derechos, que al masificarse también sufren apropiaciones por parte de sectores reaccionarios.
La identificación del género con la ideología de género es un ejemplo de ello. En este punto preciso se manifiesta una apropiación y subversión conceptual por parte de los grupos neoconservadores de conceptos que han sido acuñados por la teoría feminista. En este sentido, por ejemplo, si para el conservadurismo religioso y liberal, la homosexualidad es antinatural y es promovida por la “ideología de género”; para filósofas feministas contemporáneas, la orientación sexual y la identidad de género son constructos sociales.
De esta manera argumentamos que en el fenómeno de rechazo a la “ideología de género” lo que se manifiesta es la reacción ante aquello que representa una amenaza para el orden instituido: la potencia política de la perspectiva de género para desencadenar luchas feministas capaces de desestabilizar los sistemas de dominación.
El “rechazo a la ‘ideología de género’”, constituye un fenómeno ideológico discursivo que manifiesta el núcleo político del género en dos órdenes distintos:
a nivel teórico- conceptual, toda vez que el concepto de género ha tendido a estabilizarse, se producen rupturas teóricas e inflexiones que vuelven a desestabilizarlo. Como ocurre con la definición consolidada del género como “construcción social”, o como diferencia sexual, refiriendo a un sujeto mujer monolítico, eurocentrado, blanco, burgués y de clase media. Lo que ha dado lugar a críticas desde el margen del feminismo hegemónico, y a la alternativa superadora de escudriñar al género en una perspectiva interseccional e inclusiva, que atienda a múltiples opresiones entrecruzadas e imbricadas. Con relación a la perspectiva interseccional, la misma tiene sus raíces es las prácticas feministas de mujeres negras y disidentes, excluidas del feminismo hegemónico en EE. UU (para ampliar, ver Parra y Busquier, 2022).
a nivel práctico- político, el fenómeno ideológico discursivo de rechazo a la “ideología de género” manifiesta en el orden práctico, el núcleo político que tiene el concepto de género, con potencialidad para desestabilizar las estructuras que reproducen las condiciones materiales de explotación y de opresión. Con lo cual, los ataques al “género” revelan que el estatuto de ésta cuestión no es marginal, sino que es central en la estructura del capitalismo patriarcal; de allí que se encuentre en el centro de la escena política.
En este marco, la construcción discursiva “ideología de género” implica 1) una apropiación y una subversión de conceptos acuñados en la teoría feminista para volverlos en su contra; 2) por otra parte, la existencia subterránea de supuestos naturalistas propios de un abordaje idealista sobre los sujetos y su identidad de género -en última instancia, “un tratamiento ideológico de la ideología” puesto que la ideología es comprendida como mistificación de la realidad, revela que la vinculación entre los recorridos sinuosos de los conceptos de género y de ideología es fructífera para el análisis crítico- conceptual propuesto.
Ante el diagnóstico de despolitización y de simplificación del concepto de género proponemos repolitizarlo y recomplejizarlo inscribiendo el concepto en perspectivas críticas que permitan comprenderlo como parte de un entramado complejo y, por tanto, a través de los efectos que produce al articularse y entrecruzarse con otras determinaciones como la raza, la sexualidad, la pertenencia geopolítica, etaria y de clase (Davis,1981). Argumentaremos en tal dirección, que tal inscripción del género en una perspectiva interseccional implica la reconstrucción de genealogías feministas críticas como una alternativa para eludir el reduccionismo y la estabilización de una perspectiva teórica eminentemente crítica.
Por lo cual se torna vital escudriñarlo en perspectivas críticas que permitan comprenderlo como parte de un entramado complejo en el que se articula con el sexo, la raza, la clase, la edad, la pertenencia geopolítica, entre otras variables.
Concretamente: frente al reduccionismo y la neutralización de conceptos críticos como el de género y el de interseccionalidad, proponemos recuperar tradiciones políticas y genealogías críticas que posibiliten visibilizar el anudamiento intrínseco que existe en determinadas experiencias de resistencia entre teoría y práctica -subvirtiendo una lógica tradicional que insiste en escindirse- al mostrar que los orígenes del concepto están anudados a la participación política realizada desde los márgenes.
De esta manera, argumentamos la necesidad de repolitizar el concepto mediante la reconstrucción de genealogías feministas políticas que visibilicen el potencial político del género, atendiendo a sus raíces de luchas políticas. Así como propusimos re-complejizarlo inscribiéndolo en perspectivas materialistas críticas, inclusivas e interseccionales, que comprendan la clase, el género, la sexualidad y la pertenencia étnico/ racial y etaria como parte de un sistema de dominación múltiple e imbricado.
5.-CONCLUSIONES
“Entre lo bestial y lo sagrado…” es un artículo argumentativo cuyos resultados se desprenden de la revisión documental y bibliográfica, del análisis discursivo e histórico- crítico y conceptual con implicaciones teóricas y prácticas.
En este apartado se concluye, como respuesta a los interrogantes y objetivos planteados, que la ideología neoconservadora -que desde hace una década viene avanzando sobre la región- se coloca estratégicamente entre ambas representaciones (“lo bestial” y “lo sagrado”), a partir de complejos mecanismos que buscan volver “natural” (y por ende invisibilizar) aquello que es producto de la historia y de la agencia humana, y por tanto, pasible de ser transformado: la sexualidad humana, las identidades sociales y políticas, los lazos sexo-afectivos, las emociones, las creencias y los valores que reproducen las instituciones elementales del capitalismo patriarcal (como la familia nuclear).
En tal dirección, se argumenta que la evocación a la naturaleza, bajo fundamentos religiosos, científicos y jurídicos, opera como un mecanismo de legitimación de desigualdades y opresiones, y al mismo tiempo, de disciplinamiento sobre aquellos cuerpos y subjetividades otras, las que escapan a la heteronormatividad o que -dentro de ella- no se ajustan adecuadamente a los propósitos económicos, políticos y culturales del neoliberalismo.
Algunos rasgos de la ideología neoconservadora así como de sus políticas anti-democráticas se presentan como desafíos analíticos para futuras investigaciones; puesto que, además de buscar la fuente de legitimación en la naturaleza para oponerse a prácticas que conspiran contra “la vida”, estos discursos apuntan a otras estrategias persuasivas que se basan fundamentalmente en las terapias y soluciones de auto-ayuda, en las nuevas religiosidades y espiritualidades (algunas con ciertos rasgos laicos), dando cuenta de una alianza entre un orden tradicional y un nuevo orden basado en la liberación del deseo individual, y en identidades laxas y móviles capaces de mutar de una posición a otra, fenómeno que aún no ha sido examinado exhaustivamente.
En definitiva, la labor de desestabilización conceptual que proponemos, desde una perspectiva feminista interseccional, apunta a frustrar -si vale la expresión- los propósitos de una ideología capaz de persuadir a sectores postergados por la pérdida de ciertos privilegios de raza y de clase, a través del resentimiento y de una cultura de la cancelación, que vuelve unxs contra otros a los sectores más desfavorecidos y marginalizados por un modelo de acumulación cada vez más concentrado y excluyente. Por otra parte, esta mirada crítica permite identificar la relevancia de incorporar perspectivas interseccionales en el desarrollo de políticas públicas en materia de derechos sexuales y reproductivos, ya que históricamente las mismas se han mostrado deficitarias.
Por lo expuesto en este artículo, se revela que la densidad y mixtura de las cosmovisiones neoconservadoras que actualmente circundan en nuestra región merece un análisis crítico capaz de mostrar qué articulaciones se producen y cuáles son sus efectos reactivos y coercitivos sobre los cuerpos y subjetividades, así como también distintos procesos de resistencia.
Finalmente, estas reflexiones, lejos de coronar una idea acabada sobre esta acuciante problemática socio-política buscan aportar a líneas de investigación que se encuentran actualmente en curso, como los estudios sobre las nuevas derechas y las disputas con movimientos emancipatorios.