1. Introducción
En el primer trimestre de 2020 surgió una emergencia sanitaria sin precedentes. Sus implicaciones directas e indirectas se fueron tornando cada vez más inusitadas, alejándose semana con semana de eventos precedentes hasta el grado de dejar absortos a los académicos y expertos con herramientas que pocas veces fueron aplicadas al análisis de contextos similares.
Como las anteriores, no cabe duda de que la pandemia de 2020-2021 será seguida de una profusa cuantía de documentos de investigación. Pero acaso el tono de la discusión difiera de las anteriores. A lo largo de la ocurrencia de la pandemia de la COVID-19 fueron aplicadas medidas de política económico-sanitaria nunca antes vistas, cuya contundencia ha sido seguida de un sentimiento de incertidumbre sobre sus implicaciones no sólo inmediatas, sino aquellas más perdurables.
Si en pandemias precedentes se debatía acerca de los “posibles efectos temporales” sobre el sistema financiero, en esta ocasión las preguntas de investigación han trascendido el escepticismo: las consecuencias en todas las áreas son ahora indiscutibles. En materia económica, una de las preguntas más acuciantes es en torno a las repercusiones sobre la estructura económica de aquellos países caracterizados por el estancamiento y la debilidad macroeconómica, y aún más, caracterizados por esquemas de distribución históricamente inequitativos: ¿cómo transcurren las pandemias en estos entornos? ¿qué sucederá con la desigualdad ante las consecuencias directas e indirectas del evento infecto-contagioso de 2020-2021?
Aunado a la incertidumbre alrededor de la evolución de las principales variables macroeconómicas está la preocupación en la agenda pública sobre la posible reproducción de esquemas inequitativos. En este documento se plantea la hipótesis de que, a pesar de pretéritas reducciones de la desigualdad económica, ésta aumentó durante la ocurrencia de las políticas implementadas durante 2020.
Con esta empresa en mente, este texto está organizado como se describe a continuación. En la segunda sección se discurre brevemente sobre la trascendencia económica de la pandemia de 2020-2021. En un entorno macroeconómico que ya esbozaba un descenso en la tasa de crecimiento y en la demanda, surge un virus cuyas funestas implicaciones llevarían a profundizar tal situación.
En la tercera sección se presentan algunas consideraciones sobre la importancia de estudiar el nivel y la tendencia de la desigualdad económica en el marco de la pandemia por COVID-19. Se expone un grupo de estudios que han enfocado su atención en las implicaciones distributivas de los eventos sanitarios, a fin de resaltar los principales resultados en diversos contextos.
En la cuarta y quinta sección se explora de forma empírica la distribución del ingreso en el periodo de 2008-2020, mediante el estudio de la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares (ENIGH) mostramos la distribución del ingreso de los hogares, así como la tendencia de la participación del ingreso por deciles, además de la estimación del coeficiente de Gini, con y sin transferencias.
Se pretende exponer que, aunado al descenso de las remuneraciones salariales a lo largo del periodo de estudio, la participación en el ingreso total de los deciles inferiores se ha visto perjudicada en escollos económicos pasados. Además, a lo largo del periodo de estudio la desigualdad no se ha agudizado en demasía debido especialmente a la política social y a las remesas, lo cual evidencia la ausencia de políticas económicas estructurales que persigan una sociedad menos inequitativa.
2. El brote y sus implicaciones
Hasta antes de la pandemia de 2020, dominó el escepticismo con respecto a las repercusiones de las emergencias sanitarias. Semanas previas a la declaratoria internacional de emergencia por COVID-19, muy pocos sectores sociales vislumbraban el surgimiento de una crisis sanitaria que tuviese efectos notables.
Con base en una encuesta, el Foro Económico Mundial observó que en diciembre de 2019 menos del 10% de los líderes de negocios de los países del G-20 y de la OCDE consideraban factible que se presentaran implicaciones adversas derivadas del virus SARS-Cov2 (World Economic Forum, 2020).
No obstante, durante los últimos días de marzo de 2020, la Reserva Federal de los Estados Unidos hizo notar la preocupante escasez de liquidez que la emergencia sanitaria estaba generando en clientes y operadores bancarios, asociaciones de ahorro y uniones de crédito (Federal Reserve System, 2020). Llegado el momento, se tomaron medidas que condujeron a un anquilosamiento del ciclo económico. La Organización Mundial de la Salud (OMS) se encargó de tipificar la velocidad y el modo de contagio para así determinar una serie de medidas específicas entre las cuales se incluyeron las siguientes (Martínez, Torres y Orozco, 2020; OMS, 2020):
Fase 1: aislamiento y supervisión de diagnosticados, identificación y seguimiento de contactos.
Fase 2: contención sanitaria focalizada en las áreas de mayor contagio y suspensión de actividades dentro de ésta.
Fase 3: actividades masivas suspendidas, así como las escolares, entre otras.
En el caso de México, mediante las medidas de mitigación y prevención se buscó reducir la “sobredemanda de atención médica” y la cantidad de casos (Gobierno de la República, 2020a). En un inicio, las acciones que se propusieron indicaban la “NO” cancelación de las actividades cotidianas, ya que esto podría “afectar la dinámica económica nacional, frente a una reducción en empleo y el decrecimiento en la generación de ingresos de las personas y las empresas” (Gobierno de la República, 2020b: 6). De forma que al comienzo de 2020 las acciones fueron recomendar medidas de higiene, así como conductas que pudieran evitar el contagio.
No obstante, durante la última semana de marzo, la cantidad de casos de infectados confirmados por día se elevó abruptamente. A partir de ello es que la política económica y social dio un giro importante con lo que las implicaciones de mayor envergadura comenzaron a desenvolverse.
No debe perderse de vista que el contexto económico en el que surge la emergencia sanitaria daba muestras de una desaceleración. En el Panorama Económico Mundial llevado a cabo en enero de 2020 por el Fondo Monetario Internacional (FMI), se reajustaron las proyecciones para la economía mundial realizadas en octubre de 2019. Esta disminución de la tasa de crecimiento proyectada (de 3.4 a 3.3% para 2020, y de 3.6 a 3.4% para 2021) fue justificada por aspectos como la incertidumbre generada por la política comercial de China y Estados Unidos, las tensiones geopolíticas surgidas en Irán, entre otros (FMI, 2020). Por su parte, el Programa Monetario de 2020, publicado en enero de 2020 por el Banco de México, preveía que la economía nacional iba a enfrentar un “entorno incierto” debido a fenómenos como la presión en la cotización de la moneda nacional ante fricciones geopolíticas (Banco de México, 2020).
El 31 de marzo del 2020, fue publicado en el Diario Oficial de la Federación (DOF) un Acuerdo en el que se estableció, como acción extraordinaria derivada de la gravedad de la COVID-19, la suspensión inmediata de las actividades no esenciales en el ámbito público, social y privado (Secretaría de Salud, 2020). Estas medidas supusieron una inédita y severa parálisis del ciclo económico. Conforme a datos del Banco Mundial (Banco Mundial, 2023) la producción mundial cayó 3.3% en 2020, mientras que la producción mexicana cayó 8.3% en el mismo año.
Cabe apuntar que bajo la perspectiva de Kalecki (1956) se sostiene que, ante repentinas perturbaciones en las ganancias obtenidas por los capitalistas, tanto la inversión, las ganancias futuras, así como el consumo de trabajadores y capitalistas se verán perturbados gradualmente. Al considerar una disminución de las ganancias durante el periodo en el que se extendió el “Cierre de Emergencia”, podemos intuir que su expresión en el trabajo y en el consumo de trabajadores y capitalistas se manifestó de forma gradual, y por ende en los niveles de distribución del ingreso.
Kalecki sostuvo que, ante un incremento de la inversión, el producto de un país crecerá más que la inversión debido al efecto favorable en el consumo de capitalistas y trabajadores. En contraparte, en una depresión, como la que provocó el “Cierre de Emergencia”, “el descenso de la inversión provoca también una reducción del consumo, de suerte que la baja del empleo es mayor que la que produce directamente la reducción de la actividad de inversión” (Kalecki, 1956: 64).
Con respecto al ámbito de la especulación, el deseo de mantener o acumular activos con alta liquidez con fines precautorios, como sostuvo Keynes, se puede acentuar durante una emergencia sanitaria con tal de hacer frente a un posible escenario de desabasto de bienes y servicios. En el entorno pandémico la mirada keynesiana cobra un sentido particular: “[...] el futuro es incierto, más que sólo riesgoso en un sentido estadístico” (Davidson, 2001: 396).
Entre enero y marzo de 2020, se observó que los indicadores del sistema bursátil cayeron abruptamente hasta un 39% como en el caso del índice DAX (Shorrocks, Davies y Lluberas, 2021). Empero, debido al descenso en las tasas de interés como producto de la política monetaria expansiva, se dio una importante alza en los precios de las acciones y de la vivienda al final del segundo trimestre de 2020, floreciendo así la riqueza de una reducida cantidad de hogares cuyo enriquecimiento en la segunda mitad del año prestó poca o nula atención al estremecimiento económico de 2020 (Shorrocks et al., 2021), todo lo cual tiene importantes efectos distributivos.
En consecuencia, resultado de una emergencia sanitaria, tanto las perturbaciones provocadas directamente en la inversión, la ganancia y en el empleo, aunadas a aquellas, producto de la incertidumbre, conducen a subrayar la relevancia de las implicaciones sobre el crecimiento y la distribución del ingreso. El año 2020 nos mostró que en una economía cada vez más vinculada entre sí el brote de enfermedades infecciosas, cuya tendencia creciente puede extenderse (Heymann y Guenael, 2004), es capaz de afectar considerablemente el ciclo económico y desatar patrones inequitativos.
Así como se señaló para el caso del SARS en el primer quinquenio de este siglo, desde una perspectiva económica la naturaleza del virus en sí es poco relevante (Lee y Warwick, 2012). Lo que es prudente examinar e interpretar son los cambios en la estructura económica, así como los alcances de la política económica y social implementadas.
3. Los estudios de la desigualdad frente a la pandemia
En fechas recientes ha surgido una importante cantidad de investigaciones que pretenden identificar el impacto distributivo y su duración a partir de los eventos epidemiológicos en diversos contextos. Para éstas se ha utilizado una gran diversidad de datos y metodologías, aunque con conclusiones con un denominador común: hay motivos suficientes para justificar el interés por los efectos de la pandemia comenzada en 2020 sobre la desigualdad económica. A continuación, se presentan algunas investigaciones ubicadas en diversos contextos para resaltar sus principales resultados.
En la indagación de Furcery et al. (2021) se puso énfasis en conocer los efectos distributivos de los eventos asociados al SARS en 2003, H1N1 en 2009, MERS en 2012, Ébola en 2014, y Zika en 2016. Los autores utilizaron indicadores económicos como el coeficiente de Gini, la proporción del ingreso por decil, así como indicadores poblacionales sobre el nivel de especialización laboral, todo ello en un amplio grupo de países desarrollados y subdesarrollados. Acorde con sus resultados, se concluyó que en cada una de estas pandemias se observa un incremento de la desigualdad hasta cinco años después del evento, además de que la participación en el ingreso de los deciles más altos muestra un aumento significativo y persistente. Se exhibe que los niveles de empleo de aquellos con mayores niveles educativos fueron afectados levemente, situación que se agrava para aquellos con un nivel educativo básico. Con base en sus resultados, Furceri y compañía aseveran que las consecuencias distributivas de la pandemia por COVID-19 podrían ser aún más notables que las observadas en los eventos epidemiológicos y económicos pretéritos.
En la investigación de Aspachs et al. (2020) se buscó medir el impacto de la pandemia sobre la distribución económica en España. En ella se hizo un seguimiento en tiempo real del resultado de los programas gubernamentales de protección social sobre la desigualdad en medio de la pandemia por COVID-19. Con este propósito, los autores utilizaron una base de datos de nóminas mensuales y prestaciones por desempleo en cuentas bancarias de una institución financiera española, la cual está acompañada de datos sociodemográficos como el sexo, la geografía, la edad, etc. En los resultados se encontró que para el grupo de bajos salarios la probabilidad de perder el empleo fue más alta que en el resto. Además, la reducción salarial, generalizada en toda la muestra, fue más notoria en los grupos más elevados, ya que en los grupos inferiores no había margen para descensos dado el bajo nivel salarial. De modo que entre febrero y abril de 2020 se pudo observar un “bache en la distribución”, lo que representa una drástica reducción salarial de los individuos de altos ingresos. Un resultado que conviene destacar es que los beneficios públicos fueron un importante factor para acentuar la diferencia antes descrita, lo cual permite subrayar su importante función redistributiva frente a la pandemia de 2020-2021.
En el estudio de Piyapromdee y Spittal (2020) se propone una metodología similar, en la que -mediante una base de datos proveniente de encuestas representativas a nivel nacional en tiempo real en el Reino Unido- se buscó conocer la fuente de la desigualdad derivada de la pandemia, así como desentrañar el efecto del Esquema de Retención de Empleo por Coronavirus (CJRS, por sus siglas en inglés). Los autores documentan que los trabajadores con menos educación, los menores de 25 años y los mayores de 65, fueron los más susceptibles de ser despedidos o suspendidos de su trabajo. Sus resultados exhiben que a pesar del CJRS las implicaciones de la pandemia han puesto en predicamento la posibilidad de afrontar los gastos habituales de los hogares de menor ingreso. Aunado a ello, los autores subrayaron la necesidad de programas de transferencia monetaria acompañados de apoyo laboral, especialmente para los jóvenes.
En estas exploraciones, llama la atención que los resultados coinciden en apuntar la heterogeneidad y regresividad de las consecuencias del evento epidemiológico de 2020. Ello coincide con otras indagaciones como las de Crossley, Fisher y Low (2020), quienes con el fin de estudiar las alteraciones del mercado laboral que experimentaron los británicos, así como las reacciones que ejecutaron ante el brote pandémico, llegaron a la conclusión de que aquellos con empleo precario, los menores de 30 años, así como los pertenecientes a grupos étnicos minoritarios, fueron los más aquejados por las conmociones en el mercado laboral.
Cabe subrayar que en los documentos antes mencionados la dislocación producida en el mercado de trabajo como producto de los eventos epidemiológicos representa la motivación principal para justificar el estudio de la desigualdad económica en el contexto de los países desarrollados. Se pone énfasis en la heterogeneidad de las condiciones laborales frente las medidas de confinamiento para contener los efectos sanitarios asociados a la COVID-19, como se hace explícito en Piyapromdee y Spittal (2020).
En el caso de México, un país en desarrollo en el que los efectos de la COVID-19 pueden diferir cualitativa y cuantitativamente de los estudios anteriores, Monroy (2021) documentó, usando las encuestas oficiales sobre ocupación y empleo, que la contracción económica al comienzo de 2020 afectó de forma dispar a aquellos ubicados en la parte inferior del ingreso laboral, al grado que la proporción de hogares con un ingreso laboral inferior a la línea de pobreza alcanzó máximos históricos (pasó de 35% a 45%). Aunado a ello, el autor mostró que, a pesar de la leve recuperación económica al final de 2020, sólo el segmento superior de la distribución del ingreso pudo retornar a niveles similares al periodo anterior a la pandemia. Asimismo, Monroy evidenció que la contracción económica no afectó por igual a las entidades federativas, resultando más susceptibles la Ciudad de México, Quintana Roo, Baja California Sur, estas últimas debido al perjuicio provocado al sector turístico. Todo esto permite al autor subrayar no sólo que las afectaciones provocadas por las medidas sanitario-económicas ocurrieron de forma dispar entre la población, sino además que el patrón de recuperación se muestra “polarizante y precarizador”, evidencias del efecto pro-desigualdad del brote sanitario de 2020 sobre la economía mexicana.
4. Distribución del ingreso en el sistema de cuentas nacionales
Para analizar la distribución del ingreso en los hogares se llevó a cabo una recopilación de la información del Sistema de Cuentas Nacionales (SCN) en el periodo de 2008 a 2020. El SCN sintetiza la actividad de todos los agentes económicos en tres cuentas: i) Producción, ii) Distribución y utilización del ingreso, y iii) Acumulación. A partir de estos datos hemos seguido la metodología presentada en 2019 por el Consejo de Evaluación del Desarrollo Social de la Ciudad de México (EVALÚA) para el análisis del ingreso de los hogares. En la misma, se dividen las fuentes de ingreso de éstos en cinco categorías (EVALÚA, 2019):
remuneración de asalariados;
retribución por alquiler de vivienda;
retribución por propiedad, como dividendos, intereses, pólizas de seguro y renta de la tierra;
transferencias, que incluye jubilaciones, pensiones, becas, remesas, transferencias monetarias de programas sociales gubernamentales, entre otras; y
ganancia empresarial.
En la Gráfica 1 podemos resaltar el ligero descenso que han presentado los ingresos provenientes del alquiler de la vivienda propia. Además, destaca que el registro de los ingresos provenientes de la propiedad ha permanecido prácticamente constante, con un ligero descenso para el 2016 y una recuperación para 2020.
El único rubro que ha mostrado una caída persistente a lo largo del periodo de estudio es la remuneración al trabajo, pasando de 31% hasta poco menos de 25%, valor que se encuentra por debajo de los mínimos registrados en 1951 o en 1987, momentos en los que la participación de las remuneraciones tuvo caídas históricas (cerca del 29%) como lo documentó Hernández (2000). Durante el periodo considerado la caída más notable de las remuneraciones ocurrió en el periodo 2008-2010, después de la crisis financiera.
A su vez, la renta empresarial registró un descenso en 2012 y uno más notable en 2020, que llegó al mismo nivel que se registró en 2008. En contraste, los periodos de recuperación de la renta empresarial ocurren durante 2008-2010 y en 2014-2016. Con base en estas experiencias y guardando sus diferencias, es plausible esperar que la participación de este rubro pueda mostrar una recuperación en los años posteriores al evento epidémico de 2020-2021, aunada a una caída notoria de la participación de las remuneraciones como la que se presentó durante 2008-2010.
En la Gráfica 1 destaca que el único rubro que ha registrado incrementos sostenidos es el de las transferencias. Este incremento es particularmente notable en los años 2012 y 2020. Es prudente apuntar lo relevante que ha sido en ambos periodos la política social así, como el envío de remesas. En el primer caso, se ha documentado que solamente durante 2020 los recursos destinados a programas de bienestar ascendieron a 25 mil millones de pesos (Márquez, 2020). En el segundo caso, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público reveló en su sitio oficial que el monto de recursos enviados por mexicanos en el extranjero durante 2020 sobrepasó los 800 mil millones de pesos, siendo el mayor crecimiento anual en los últimos tres años. Ello manifiesta la indiscutible dependencia de la sobrevivencia de los hogares mexicanos de los programas sociales de transferencia monetaria, y en mayor medida de los flujos migratorios y las remesas que se derivan de estos.
5. La distribución del ingreso en la ENIGH
A fin de proseguir con el estudio de la distribución del ingreso en México, utilizamos las encuestas oficiales de ingreso y gasto disponibles desde el año de 2008. Empero, en varias ocasiones se han expuesto los diversos problemas metodológicos del uso de estas herramientas en esta empresa. Uno de los más relevantes es la subestimación de la medición del ingreso, hecho que es posible observar a partir de comparaciones con la información proveniente de la Contabilidad Nacional (Cortés, 1995; Piketty, 2015; Esquivel, 2015; Ochoa, 2019).
La experiencia ha hecho notar que las encuestas son incapaces de recabar las ganancias del capital menospreciando su importancia en el funcionamiento económico (Piketty, 2015). Cortés (1995) resume en los siguientes puntos los dilemas metodológicos del uso de encuestas de ingreso para el análisis de la desigualdad:
Los hogares con más integrantes suelen ser clasificados en los deciles más altos.
Contienen los cambios en el sistema de precios.
Los ingresos son erróneamente clasificados.
Subestiman los ingresos derivados del capital.
Para lidiar con estas objeciones, se procedió a ajustar los datos con la metodología de EVALÚA (2019) 1, usando la información proveniente de la ENIGH, el SCN, y el Censo Económico, para los datos disponibles de 2008 a 2020 (la ENIGH es bianual). Partiendo de las desviaciones frecuentes en la ENIGH, esta metodología sugiere la estimación de factores de ajuste en cada uno de las cinco fuentes de ingreso descritas en la sección anterior mediante la siguiente expresión:
Donde el factor de ajuste de cada rubro (f) se obtiene a partir del monto del ingreso reportado en la encuesta de ingreso y gasto (iec) dividido entre el monto de ingreso del mismo rubro reportado en el Sistema de Cuentas Nacionales (icn), para cada una de las cinco fuentes de ingreso (r). En el caso de las ganancias empresariales, se utilizó el Censo Económico a fin de prorratear el factor de ajuste en función del número de empleados siguiendo el procedimiento de EVALÚA (2019). Para la agrupación de los componentes de cada fuente de ingreso se siguió igualmente el documento de EVALÚA. Una vez obtenidos estos factores, se ajustaron los niveles de ingreso en el hogar reportados en los microdatos de la ENIGH2.
Finalmente, toda la información que se presenta a continuación es per cápita, a fin de evitar interferencias provocadas por el tamaño de los hogares.
5.1. El ajuste de la ENIGH mediante cuentas nacionales
En la Gráfica 2 se expone el índice de Gini acorde con distintas fuentes, así como las estimaciones propias con los datos Sin Ajuste (ENIGH), y con Ajuste mediante el Sistema de Cuentas Nacionales (ENIGH(A)). Las estimaciones apuntan a una tendencia decreciente de la desigualdad durante el periodo de estudio, lo cual se resume en el promedio (Mean).
Notas: BM: estadísticas del Banco Mundial (2022); WIID: World Income Inequality Database (UNU WIDER (2022)); BBVA: Cárdenas et al. (2019); ENIGH: Estimación propia Sin Ajuste; ENIGH(A): Estimación propia Con Ajuste. ENIGH (INEGI, 2022b).
A pesar de ello, conviene enfocar la atención en sus fluctuaciones. El Banco Mundial (BM) la base de datos sobre la desigualdad mundial de la Universidad de las Naciones Unidas (WIID, por sus siglas en inglés), así como BBVA (Cárdenas, Espinosa y Li, 2019), concuerdan en que la desigualdad aumentó en 2012 en México, al igual que otros estudios (Huesca y Araar, 2016; Campos, Lustig y Scott, 2018). Campos et al. (2018) añadieron que después del aumento de este índice de 2004 a 2008, y una importante caída para 2010, se dio una fase incremental hasta 2014.
Contrario al resto, la estimación publicada por BBVA (Cárdenas et al., 2019) halló que la desigualdad creció en 20163. Por su parte, a diferencia de las otras aproximaciones, los datos ajustados -ENIGH(A) - indican que la desigualdad creció en 2018, lo que coincide con las estimaciones en el periodo de 2017 a 2019 del Gini incluyendo la concentración de activos físicos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL, 2021). No obstante, todos los cálculos del Gráfico 2 concuerdan con un manifiesto descenso de la desigualdad en 2008-2010 y en 2018-2020.
Si enfocamos la atención sobre las estimaciones elaboradas para este documento -ENIGH y ENIGH(A) - cabe aseverar que la desigualdad está subestimada 25% en promedio durante el periodo de 2008 a 2020 en los datos sin ajuste. Ésta diferencia es particularmente elevada en los años de 2010 y 2012, subestimación que se presenta en el quinquenio posterior a la Crisis Subprime, lo que conlleva una minimización de los efectos distributivos del colapso financiero de 2008 en los datos originales de la ENIGH.
La importancia de ajuste del ingreso de la ENIGH es también notoria en la información expuesta en el Cuadro 1. Llama la atención que, cuando se realiza el ajuste, el ingreso se concentra notoriamente en los deciles superiores, especialmente en el décimo, situación cuya magnitud depende de la versión de la ENIGH.
a) Ajustado | |||||||
2008 | 2010 | 2012 | 2014 | 2016 | 2018 | 2020 | |
I | 0.6 | 0.5 | 1.0 | 1.1 | 1.1 | 1.0 | 1.2 |
II | 1.2 | 1.1 | 1.7 | 1.7 | 1.8 | 1.7 | 2.0 |
III | 1.6 | 1.6 | 2.1 | 2.3 | 2.3 | 2.2 | 2.7 |
IV | 2.1 | 2.2 | 2.7 | 2.9 | 2.9 | 2.8 | 3.5 |
V | 2.7 | 2.8 | 3.4 | 3.6 | 3.7 | 3.4 | 4.4 |
VI | 3.5 | 3.6 | 4.3 | 4.5 | 4.7 | 4.4 | 5.6 |
VII | 4.7 | 5.0 | 5.6 | 5.8 | 6.2 | 5.7 | 7.2 |
VIII | 6.6 | 7.7 | 7.7 | 8.3 | 8.8 | 7.9 | 9.7 |
IX | 10.7 | 14.4 | 12.1 | 13.7 | 14.0 | 12.6 | 14.4 |
X | 66.4 | 61.3 | 59.4 | 56.1 | 54.6 | 58.2 | 49.4 |
b) No Ajustado | |||||||
2008 | 2010 | 2012 | 2014 | 2016 | 2018 | 2020 | |
I | 0.8 | 1.0 | 1.4 | 1.4 | 1.5 | 1.5 | 1.7 |
II | 2.0 | 2.2 | 2.5 | 2.5 | 2.7 | 2.7 | 2.9 |
III | 2.9 | 3.2 | 3.3 | 3.4 | 3.6 | 3.6 | 3.9 |
IV | 3.8 | 4.3 | 4.3 | 4.3 | 4.4 | 4.5 | 4.8 |
V | 4.7 | 5.2 | 5.3 | 5.3 | 5.3 | 5.4 | 5.9 |
VI | 5.8 | 6.5 | 6.5 | 6.5 | 6.5 | 6.5 | 7.1 |
VII | 7.5 | 8.2 | 8.3 | 8.1 | 8.0 | 8.1 | 8.7 |
VIII | 9.6 | 10.7 | 10.8 | 10.5 | 10.5 | 10.5 | 11.0 |
IX | 14.1 | 15.4 | 15.5 | 15.4 | 15.2 | 14.8 | 15.4 |
X | 48.9 | 43.3 | 42.0 | 42.6 | 42.2 | 42.4 | 38.6 |
Fuente: Elaboración propia a partir de las ENIGH (INEGI, 2022b), el SCN (INEGI, 2022a) y el Censo Económico 2019 (INEGI, 2019).
Los datos del Cuadro 1 exhiben dos puntos importantes: 1) durante el periodo 2008-2020, la participación en el ingreso total del decil X es en promedio 15.47% más elevada de lo que indican las cifras sin ajuste; 2) mientras que, en el panel b (sin ajuste), la proporción del decil más alto se estabiliza alrededor de 42% (2012-2020), en caso de realizar el ajuste la participación de dicho decil fluctúa notablemente, llegando a 59.5% en 2018.
Esta divergencia en la tendencia del decil superior cuando se lleva a cabo el ajuste coincide con las observaciones de Esquivel (2015) acerca del periodo que analizó (1992-2012), quien además de notar que la participación en el ingreso del decil más alto está subestimada en la ENIGH, subrayó que mientras los datos no ajustados revelaban una disminución de la participación del decil superior en ciertos lapsos, los datos ajustados indicaban una dirección opuesta.
En contraparte, cuando no se lleva a cabo el ajuste hay años en los que se reportan recuperaciones en los deciles inferiores, lo cual es refutado con los datos ajustados (en particular en 2008-2010 y 2014-2016). Por ejemplo, las cifras no ajustadas (panel b) señalan un aumento de la participación del primer decil de 0.8% a 1% de 2008 a 2010; no obstante, los datos ajustados (panel a) revelan que hubo una disminución de 0.7% a 0.5%. De forma que en caso de que se utilicen los datos de la ENIGH para el estudio de la desigualdad sin ejecutar un proceso de ajuste se corre el riesgo de llegar a conclusiones contrarias.
Enfocando la atención sobre los datos ajustados, durante el periodo de 2008 a 2020 los dos deciles superiores (9 y 10) percibieron de forma conjunta cerca de 70% del ingreso total de los hogares en México. Al contrario, los deciles con menor ingreso percibieron una proporción marginal: en la mayoría de los años el primer decil apenas supera el 1% del ingreso total percibido por los hogares. Asimismo, se puede observar que ninguno de los ocho deciles inferiores supera el 10% a lo largo del periodo de estudio. Lo anterior es evidencia de la desmesurada concentración del ingreso registrada en las fuentes de información oficiales.
Si fijamos la atención en los cambios presentados desde 2008 hasta 2020 (Cuadro 2), podemos identificar que especialmente durante los periodos de 2008-2010, 2012-2014 y 2018-2020 se desarrollaron las transformaciones más notables. En el periodo 2008-2010 los dos deciles de menores ingresos, así como el decil más alto registraron descensos destacables. Éste es un periodo de recuperación de la crisis financiera global, en la cual podemos apreciar que se trata de un periodo en el que se presenta una honda caída del PIB per cápita (3.3%).
Decil | 2008-2010 | 2010-2012 | 2012-2014 | 2014-2016 | 2016-2018 | 2018-2020 | Total |
---|---|---|---|---|---|---|---|
I | -0.2% | 0.6% | 0.1% | 0.0% | -0.1% | 0.1% | 0.5% |
II | -0.1% | 0.6% | 0.1% | 0.0% | -0.1% | 0.3% | 0.8% |
III | 0.0% | 0.5% | 0.2% | 0.0% | -0.1% | 0.5% | 1.1% |
IV | 0.1% | 0.5% | 0.2% | 0.0% | -0.1% | 0.7% | 1.4% |
V | 0.1% | 0.6% | 0.2% | 0.1% | -0.2% | 0.9% | 1.7% |
VI | 0.1% | 0.7% | 0.2% | 0.2% | -0.3% | 1.2% | 2.1% |
VII | 0.3% | 0.6% | 0.2% | 0.4% | -0.5% | 1.5% | 2.5% |
VIII | 1.1% | 0.1% | 0.5% | 0.5% | -0.9% | 1.7% | 3.1% |
IX | 3.7% | -2.3% | 1.6% | 0.3% | -1.4% | 1.8% | 3.8% |
X | -5.1% | -1.9% | -3.3% | -1.6% | 3.6% | -8.8% | -17.0% |
dpibp* | -3.3% | 4.5% | 1.6% | 3.5% | 2.0% | -10.2% |
Nota: Elaboración propia a partir de las ENIGH (INEGI, 2022b), el SCN (INEGI, 2022a) y el Banco Mundial (2022).
Ya en el periodo de 2012-2014, años en los que vemos la tasa de crecimiento del PIB per cápita modesta, destaca una nueva caída de la participación en el ingreso total del decil más elevado. Por el contrario, en el periodo de 2016-2018 llama la atención que sólo el decil diez tuvo un notable incremento en la participación en detrimento del resto, todos los cuales registraron una caída en su participación.
En los años 2018-2020 sucede lo contrario, pues en esta ocasión se puede notar que todos los deciles presentaron leves mejorías, excepto el decil décimo, el cual cayó más de 8% (Cuadro 2), aspecto que concuerda con la caída más notable del PIB per cápita, así como de las ganancias empresariales (Gráfica 1). A lo largo de todo el periodo podemos advertir que este decil reporta reiterados descensos de participación en el ingreso total de los hogares, particularmente en tres: 2008-2010, 2012-2014 y 2018-2020. En el último caso podemos observar que, contrario al periodo de 2008-2010, únicamente se registraron declives en el decil más elevado.4
No obstante, cabe señalar que en los años de 2018-2020 presenciamos una fase de hondo decaimiento de la actividad económica en su conjunto, mientras en 2008-2010 quedó registrado no sólo la caída de la actividad económica, sino inclusive el periodo de leve recuperación posterior. Con ello en mente, es importante seguir al pendiente de esta información para los años que siguen a la crisis económico-sanitaria de 2020-2021.
El estudio de la evolución de la participación por deciles en el ingreso de los hogares ha revelado patrones oscilantes. Cortés (2018) observó en la información de las ENIGH que de 1992 a 1994 la proporción del ingreso de los primeros nueve deciles disminuyó, mientras la del décimo aumentó. No obstante, de 1994 a 1996 se observó un movimiento opuesto.
Cabe notar que estos resultados están antecedidos por fuertes cambios en materia de política económica. De un periodo en el que el estado mexicano mantuvo un papel protagónico como impulsor de la economía, en el cual las tasas de crecimiento elevadas eran acompañadas de mejoras en la desigualdad, que a decir de Tello (2010) transcurre de 1933 a 1982, se pasó a una etapa en la que no hay crecimiento económico pero la desigualdad presenta importantes oscilaciones sin alterar en demasía la estructura marcadamente inequitativa.
Esquivel (2011) y Cortés (2010 y 2018) coinciden en señalar que en la primera década del siglo XXI se revirtieron ligeramente los efectos inequitativos de la década de 1980. A partir de fuentes como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (Base de Datos de Distribución del Ingreso), así como la Base de Datos Socioeconómicos para América Latina y El Caribe (SEDLAC, por sus siglas en inglés), es posible notar un periodo de intenso aumento de la desigualdad desde la década de 1980 y la primera mitad de los noventa, para caer durante el decenio posterior. Esta racha parece continuar durante los siguientes lustros, aunque esto ha ocurrido al mismo tiempo que el décimo decil reporta importantes descensos de su participación en el ingreso, a la par de destacables incrementos en las transferencias.
5.2. La relevancia de las transferencias en la evolución de la desigualdad
¿Cómo ha conseguido México revertir la desigualdad en ciertos periodos? Se ha señalado que se debe a leves mejoras en la desigualdad de los ingresos salariales, pero más decisivos para este descenso han sido aspectos como las remesas, así como una mayor focalización de la política social. A juicio de Cortés (2010 y 2018), especialmente este flujo de recursos dirigido a los hogares rurales ha logrado reducir los indicadores de desigualdad económica.
Tomando en consideración lo anterior, en el Cuadro 3 se muestra la estimación del coeficiente de Gini bajo dos escenarios. Uno en el que se contemplan todas las fuentes de ingreso (columna a), y otro en el que excluimos a las transferencias (columna b), las cuales incluyen jubilaciones, pensiones, becas, remesas, transferencias monetarias de programas sociales, entre otras. Ello con la intención de conocer la trascendencia de éstas en la evolución de la desigualdad en México durante el periodo de estudio (2008-2020).
Con transf. (a) | Sin transf. (b) | Cambio% (c) | |
---|---|---|---|
2008 | 0.59 | 0.60 | 2.0 |
2010 | 0.57 | 0.60 | 4.2 |
2012 | 0.54 | 0.58 | 7.7 |
2014 | 0.52 | 0.61 | 16.6 |
2016 | 0.51 | 0.61 | 17.9 |
2018 | 0.53 | 0.60 | 11.4 |
2020 | 0.48 | 0.54 | 12.8 |
Fuente: Elaboración propia a partir de las ENIGH (INEGI, 2022b) y el SCN (INEGI, 2022a).
Como cabe esperar, en todos los casos dicho coeficiente es más alto cuando excluimos a las transferencias. Resulta relevante enfatizar que esta diferencia oscila con el tiempo (columna c), y aún más, cabe acentuar que de 2012 a 2014 es tanta la repercusión de las transferencias que son capaces de revertir la tendencia regresiva, pues sin éstas la desigualdad se hubiese intensificado.
Durante 2008, 2010 y 2012, se puede notar que la diferencia entre los dos coeficientes de Gini (columna c) es más reducida, de lo cual se desprende que las transferencias incidían levemente en la evolución de la medición de la desigualdad. No obstante, a partir de 2014 las transferencias se tornaron más relevantes, teniendo en el 2016 la mayor contundencia, cuando la diferencia entre los dos coeficientes es más amplia (columna c).
Dos de los componentes más destacados de las transferencias son las remesas y los programas sociales, tendencia que se presenta en la Gráfica 3.5 Al comienzo del periodo de estudio resalta el descenso de las remesas provocado por la crisis económica de 2008, propensión que sólo cambió hasta 2014, cuando éstas comenzaron a crecer ininterrumpidamente. Dicho año coincide con uno de los incrementos anuales más notables del gasto social (7.8%). De igual forma, en 2016 se presentó un aumento de las remesas inédito a lo largo de todo el periodo de estudio (8.9% anual), hechos que podría explicar la relevancia de las transferencias en las mediciones de desigualdad observadas en ese año (Cuadro 3).
Nota: Elaboración propia a partir de datos de Banco de México (2020) y los Presupuestos de Egresos de la Federación (PEF) (SHCP, 2022).
El incremento anual del gasto social de 2019 es el más grande reportado a lo largo del periodo de estudio (11.5%); lo que, aunado al inusitado crecimiento de las remesas en 2020, pudieran explicar la significativa aportación de las transferencias en la medición de la desigualdad en 2020, momento más álgido del Cierre de Emergencia por COVID-19. Esta información nos permite recalcar el peso tan notable que ha mantenido el componente de transferencias en la tendencia de la desigualdad en México, a pesar de la evolución del resto de las fuentes ingreso de los hogares, en particular la tendencia descendente de las remuneraciones al trabajo desde 2008.
La hipótesis según la cual la desigualdad aumentó en fechas recientes no se corrobora en los resultados aquí obtenidos. Ésta fue configurada alrededor de aseveraciones surgidas en torno al colapso económico de 2020. Boltvinik y Damián (2020) documentaron una disminución “estrepitosa” de la Población Económicamente Activa (PEA) en México de 19% de abril de 2019 con respecto al mismo mes de 2020. Durante el mismo periodo, la cuantía de desempleados reales superó los 14 millones de individuos.
Aún más, destacan importantes diferencias sobre el modo en el que se atravesó dicho brete. En las investigaciones se ha resaltado que los trabajadores por cuenta propia fueron más afectados que el resto, hubo una notable pérdida de empleos en negocios familiares (Boltvink y Damián, 2020), se perdieron 2.5 veces más empleos informales que formales (Huesca et al., 2021), se aceleró la movilidad descendente de la clase media baja (Lustig et al., 2021; Acevedo et al., 2021), todo lo cual apunta a una mayor desigualdad.
Con lo anterior en mente, Huesca et al. (2021) previeron un aumento de 4 puntos en el índice de Gini en 2020, argumento que está en consonancia con otras investigaciones (CEPAL, 2021; Delaporte, Escobar y Peña, 2021), y con la hipótesis aquí planteada (muchas de estas indagaciones no contaron con la ENIGH de 2020 dado que aún no se publicaba). Empero, esta previsión resulta desmentida si se toma en cuenta la información reciente del ingreso (Gráfica 2).
Esta contrariedad puede estar vinculada con factores como la pauta de los deciles altos de la distribución del ingreso, así como la dinámica de las transferencias, en particular la política social y las remesas. Esto no resulta sorpresivo: la importancia de las políticas fue puesta de manifiesto por Lustig et al. (2021) en América Latina, quienes mostraron que la política social fue capaz de revertir los efectos distributivos en Brasil y Argentina donde se focalizó la política social durante 2020 para lidiar con los efectos distributivos del “Gran Encierro”.
6. Conclusiones
En este documento se han expuesto algunos elementos para reflexionar en torno a la marcha de la desigualdad económica en México, particularmente en el siglo XXI con miras a dialogar sobre las posibles consecuencias de las políticas puestas en marcha en 2020 y 2021 con motivo del virus SARS-Cov2.
La revisión de literatura muestra que la evolución de la desigualdad ha tenido importantes fluctuaciones. Después del incremento en los índices de desigualdad que se presentó en la primera etapa del neoliberalismo, siguió una disminución oscilante de la desigualdad durante los últimos años.
Es importante advertir que ello ha ocurrido en un escenario en el cual persiste una fuerte concentración del ingreso y, sobre todo, en el periodo entre crisis (2008-2020) continúa el descenso de las participaciones de las remuneraciones al trabajo en el ingreso total. A pesar de ciertas mejorías en los indicadores de desigualdad, no debemos perder de vista que la distancia que guardan con respecto a los deciles más altos es descomunal, lo cual no puede ser normalizado.
Entre los factores que se aducen para explicar estos cambios están los ligeros incrementos en la participación de los deciles inferiores, asociados en gran parte a las transferencias, en especial la política social y las remesas. Queda de manifiesto que ante la hipotética ausencia del fenómeno migratorio y la política social de transferencias monetarias quedaría aún más expuesta la abrumadora estructura inequitativa de la economía mexicana.
No está de más apuntar que los datos con los que contamos de la ENIGH 2020 fueron levantados durante los meses de agosto a noviembre de dicho año. Las oscilaciones en materia económica y sanitaria durante este breve periodo podrían tener implicaciones en los cálculos que resultan de esta fuente. Antes del incremento de los contagios durante el invierno de 2020-2021 y las medidas que acompañaron esta fase, hubo una recuperación económica, de forma que los cuestionarios aplicados de la ENIGH se ubican en un contexto muy inestable.
Finalmente, motivo de los estragos de la COVID-19, las demandas sociales al Estado han aumentado en un entorno en el que las atribuciones conferidas en el marco legal, así como las capacidades de financiamiento, distan de lo que ocurría en la segunda mitad del siglo XX (véase Girón [2020] para una discusión más extensa).
Como se ha podido constatar, en el periodo entre crisis (2008-2020) la política social focalizada ha tenido una influencia fundamental en el bienestar en América Latina (Lustig et al., 2021) y en Europa (Aspachs et al., 2020; Piyapromdee y Spittal, 2020). Una vía para menguar la notable dependencia a la política social y a las remesas de los hogares en México después de la crisis de la COVID-19, consiste en cuestionar el tipo de configuración del patrón de acumulación y las relaciones entre el trabajo y el capital.