Introducción
El mes de diciembre del 2019 fue un momento trascendental a nivel mundial, ya que, en Wuhan, China, apareció una serie de casos similares con enfermedades respiratorias agudas de origen desconocido (1). Tras analizar las condiciones de los pacientes, se descubrió que la enfermedad era ocasionada por un nuevo betacoronavirus que fue denominado como SARS-CoV-2 y cuya propagación se expandió a nivel mundial (1-2). La pandemia por el SARS-CoV-2 se convirtió en una emergencia sanitaria global (3) que afecta de forma general a toda la población; sin embargo, es preciso mencionar que la situación del SARS-CoV-2 supone un riesgo especial para los pacientes con enfermedad renal por su condición de inmunosupresión, edad avanzada y las comorbilidades asociadas (4).
Existen comorbilidades asociadas a una mayor mortalidad por SARS-CoV-2, entre ellas se encuentra la enfermedad renal crónica (ERC) (1) y, sobretodo, los pacientes con ERC en etapa terminal (4) debido a que es común que los pacientes tengan como tratamiento un trasplante de riñón o sean sometidos a terapia de sustitución de la función renal (1). Por tal motivo, es necesario que los pacientes con ERC deban tomar medidas de prevención más estrictas al ser una población de riesgo (2), debido a que su tratamiento es ambulatorio, el tiempo de estancia intrahospitalaria puede durar hasta 6 horas, tiempo en el que están expuestos y pueden contagiarse y a su vez transmitir el betacoronavirus, hasta el momento no ha sido posible brindarles el tratamiento en aislamiento estricto debido a la condición de la enfermedad (4-5), además acuden a los centros médicos con regularidad, aumentando el riesgo de contagio entre profesionales de la salud y los pacientes con ERC (4-5).
Debido a esto se considera que los pacientes con enfermedad renal son especialmente vulnerables para una mayor morbimortalidad por contagio del COVID-19 (3) y es probable que tengan mayores complicaciones (5). Cuando una persona padece ERC, sus riñones tienen una incapacidad para mantener la homeostasia interna del organismo, provocando que necesite un tratamiento de sustitución renal (6). Esto no solo afecta a la persona que padece la enfermedad, ya que es común que este tipo de pacientes requieren el apoyo de una persona que les cuide. Es así que la calidad de vida de la persona que cuida se compromete en medida de la sobrecarga que éste recibe, y a esa carga del cuidador se le define como “el conjunto de problemas de orden físico, psíquico, emocional, social o económico que pueden experimentar los cuidadores de gente incapacitada” (6).
Algunos estudios han encontrado que la sobrecarga depende de la edad de pacientes y de su cuidador, de los roles que el cuidador desempeñe, del nivel educativo, la condición de remuneración, de su ocupación y de la falta de apoyo del sistema en salud (7). A este proceso de percepción del impacto de los cuidados y la angustia que se le asocia al cuidar a un paciente con ERC es lo que se denomina sobrecarga del cuidador (6). Esto es un aspecto importante, ya que la pandemia por SARS-CoV-2 implica un mayor autocuidado del paciente con ERC en etapa terminal y, a su vez, un aumento del cuidado que ellos reciben a través de sus cuidadores. Por lo que el trabajo realizado por los cuidadores en momentos de pandemia puede suponer una sobrecarga de la persona que cuida. Debido a ello es que el presente estudio tiene el propósito de describir el nivel de sobrecarga de cuidador principal de los pacientes con enfermedad renal crónica que reciben tratamiento renal sustitutivo en un centro hospitalario de segundo nivel en época de pandemia.
Metodología
El estudio tiene un enfoque cuantitativo con diseño transversal y descriptivo. La muestra se conformó por 84 cuidadores primarios de personas con enfermedad renal crónica en hemodiálisis, calculada en Epi Info Versión 7 CDS Atlanta Georgia USA 2013, para una proporción de población finita, asumiendo que el 20% tiene sobrecarga del cuidador, con 95% de nivel de confianza y un 5% de margen de error.
Los cuidadores primarios de pacientes con enfermedad renal crónica que se incluyeron fueron mayores a 18 años y dedicados a este rol por tres o más meses. No se consideraron a cuidadores primarios que tenían dos o más pacientes con enfermedades crónicas bajo su cuidado. El muestreo fue aleatorio simple a través de la generación de una tabla de números.
A todos los cuidadores principales se les aplicó la escala de Zarit abreviada (EZA). Este instrumento es una prueba psicométrica que califica de forma objetiva y determina la presencia o ausencia sobrecarga percibida por el cuidador y está compuesta por 7 ítems de escala tipo Likert con cinco opciones de respuesta cada uno, de 1 que indica nunca hasta a 5 que sería siempre. La variabilidad del puntaje va desde 7 hasta 35 puntos, interpretando que, a mayor puntaje, mayor será la sobrecarga que percibe el cuidador (8). Las categorías que se designan a este puntaje son:
En 2009, en Chile fue validada la escala adaptada y tuvo una fiabilidad que arrojó un coeficiente α de Cronbach de 0,91 para la consistencia interna y un coeficiente de correlación de Pearson de 0,86 para fiabilidad test-retest (8). Para efecto de esta investigación se calculó la consistencia interna y en una n= 35 cuidadores primarios (9), resultando un Alpha de Cronbach de 0,82.
Para el análisis de datos se empleó el programa Statistical Package for the Social Sciences (SPSS) versión 25. El tratamiento de los datos se ejecutó mediante estadística descriptiva, para las variables categóricas se utilizaron frecuencias y porcentajes y para las variables numéricas medias y desviación estándar. Se obtuvo la aprobación de los Comités de Investigación en Salud y del Comité de ética del Hospital General de Zona número 4 de la ciudad de Celaya, Guanajuato con el registro R-2020-1006-014, considerando que en el presente estudio se respetó la dignidad, el bienestar, la libre elección a participar, se salvaguardó su identidad, la confidencialidad de la información, así como ser hizo partícipes a los cuidadores de los resultados. Así mismo se clasificó como investigación sin riesgo de acuerdo con el Reglamento de la Ley General de Salud en Materia de Investigación para la Salud (10).
Resultados
En el grupo estudiado de cuidadores de pacientes con enfermedad renal crónica la edad fue de 54±10 años y predominó el género femenino para ejecutar dicha actividad con un porcentaje de 84.5% mientras solo el 15.5% de los cuidadores fueron masculinos, el tiempo que han dedicado al cuidado paciente con ERC en hemodiálisis fue de 5 años, estos cuidadores en su mayoría padecían alguna enfermedad crónica y solo un 38.1% se encontraban libre de patologías (tabla 1).
Variable |
Mínimo |
Máximo |
Media |
Edad |
25 |
73 |
54 |
Tiempo de cuidar a la persona con ERC en hemodiálisis |
7 meses |
15 años |
5 |
Variable |
Categorías |
Frecuencia |
Porcentaje |
Genero |
Femenino |
13 |
84 |
Masculina |
71 |
15 |
|
Estado civil |
Casado |
50 |
59,5 |
Soltero |
20 |
23,8 |
|
Viudo |
3 |
3,6 |
|
Divorciado |
10 |
11,9 |
|
No define |
1 |
1,2 |
|
Escolaridad |
Ninguna |
2 |
2,4 |
Primaria |
18 |
21,4 |
|
Secundaria |
35 |
41,7 |
|
Preparatoria |
20 |
23,8 |
|
Técnico |
7 |
8,3 |
|
Licenciatura |
2 |
2,4 |
|
Actividad laboral |
Obrero |
10 |
11,9 |
Comerciante |
15 |
17,9 |
|
Ama de casa |
53 |
63,1 |
|
Desempleado |
3 |
3,6 |
|
Profesionista |
3 |
3,6 |
|
Patologías del cuidador |
HAS* |
15 |
17,9 |
HAS y obesidad |
2 |
2,4 |
|
HAS y otros |
5 |
7,2 |
|
Obesidad |
9 |
10,7 |
|
Obesidad y dislipidemias |
1 |
1,2 |
|
Obesidad y retinopatía |
1 |
1,2 |
|
Obesidad y otros |
2 |
2,4 |
|
Ninguna |
32 |
38,1 |
|
Diabetes |
9 |
10,7 |
|
Otros |
7 |
8,3 |
*Hipertensión arterial sistémica
Fuente: resultados de la cédula de datos sociodemográficos
Las comorbilidades de mayor prevalencia en el grupo estudiado son la obesidad y la hipertensión arterial sistémica. Se identificó que gran parte de los cuidadores primarios cuentan con una escolaridad de nivel secundaria (41.7%), su estado civil es casado (59.5%) y que la principal actividad a la que se dedican es ser amas de casa (63.1%).
De acuerdo con los resultados obtenidos a través de la EZA, se encontró que el nivel de sobrecarga en el cuidador principal de los pacientes con ERC se percibe sin sobrecarga, y un pequeño porcentaje considera que la sobrecarga que tienen es debido a las funciones intensas que realizan (tabla 2).
Discusión
Los riñones desempeñan un papel importante en la regulación del sistema renina-angiotensina y, por tanto, son vulnerables a los efectos de la infección viral por SARS-CoV-2 debido a que este virus se une a sus células diana a través de un receptor transmembrana, la enzima convertidora de angiotensina 2 (11). Por esto, la ERC es considerada un factor de riesgo importante para enfermarse gravemente de COVID-19 (11-13).
La nefrología se ha visto afectada por el COVID-19 en entornos de atención aguda, diálisis ambulatoria y trasplante de órganos (11); situación que ha planteado muchos retos como es el mayor fracaso renal agudo (FRA) en pacientes críticos (14). Además, se ha producido un aumento en el número de diálisis efectuadas en las unidades de cuidados intensivos (UCI) y se ha aumentado las tareas de prevención de contagio de SARS-CoV-2 en pacientes con ERC con tratamiento renal sustitutivo que tenían la necesidad de acudir a los centros hospitalarios varias veces a la semana (14).
La situación de los pacientes con ERC podría suponer un aumento de la carga que el cuidador principal del paciente con ERC tiene; sin embargo, en nuestro estudio encontramos que solo un 23.8% percibe que la sobrecarga es intensa mientras el otro 76.2% considera no tener sobrecarga por cuidar al paciente con ERC. Un fenómeno similar se observa en un estudio desarrollado en Paraguay, donde la sobrecarga manifestada por los cuidadores entrevistados fue que 10% de los mismos manifestaba una sobrecarga leve (15). Sin embargo, una investigación de Guatemala difiere de los resultados planteados anteriormente, ya que la sobrecarga que predominó en los cuidadores primarios fue intensa, seguida por leve, y solo tres por cada diez cuidadores no manifiestan ningún tipo de sobrecarga (16). En la Ciudad de México, en 2015, la sobrecarga de los cuidadores de pacientes con ERC en hemodiálisis fue intensa en un 67% (17). En 2016, en un hospital de Jalisco en estos cuidadores predominó la sobrecarga intensa con un 45.5% (18), situación que contrasta con los resultados de este trabajo.
No obstante, algunas investigaciones han reportado que ante la pandemia por COVID-19 la sociedad ha tenido consecuencias positivas como es la unión, empatía, solidaridad y conciencia social (19). En este estudio la media años de cuidado al paciente con ERC en hemodiálisis fue de 5 años, Velázquez y colaboradores comentan que quien cuida a un paciente con ERC tienen más de 5 años haciéndolo a tiempo completo y frecuentemente los atienden por razones afectivas (20).
Algunos estudios similares que se han realizado encontraron que la mayoría de los cuidadores de los pacientes con ERC son mujeres (20-24) y la edad oscila en un rango de edad de 40 a 70 años (20-22), datos similares a los encontrados en el presente estudio. Al igual que las características laborales de los cuidadores, un estudio encontró que la mayoría de los cuidadores no cuentan con un trabajo o vínculo laboral (20).
Por lo que se considera necesario desarrollar mayores investigaciones en donde se analicen la sobrecarga del cuidador primario de forma más profunda con el objetivo de monitorear la salud de las personas de cuidado, utilizando la escala de Zarit no abreviada o la escala de toma de roles en cuidadores de personas con enfermedad crónica (ROL). Este enfoque permitirá valorar la transición del miembro de familia (esposo, madre, padre, hijo o hermano) de una persona sana a ser cuidador de una persona con enfermedades crónicas no transmisibles (25).
Una de las limitantes de este estudio fue no contar con un grupo de comparación al estar todos los cuidadores sometidos a la situación de pandemia por COVID-19. Además, no se consideró el lazo sanguíneo entre el cuidador y el paciente, siendo una variable que podría estudiarse para determinar su comportamiento en relación a la sobrecarga que puede percibir el cuidador primario.
Conclusiones
La ERC está asociada con un mayor riesgo de infección grave por COVID-19, lo que implica una mayor toma de precauciones para que este grupo de riesgo minimice la exposición al virus y, en caso de exposición, detectar oportunamente los signos de progresión de la enfermedad. Al ser pacientes que comúnmente requieren el acompañamiento de un cuidador, esto podría suponer una mayor sobrecarga y a futuro representar problemas de salud para el cuidador, pues la mayoría de éstos también padecen una enfermedad crónica, lo que los vuelven vulnerables ante el SARS-CoV-2. Sin embargo, los resultados arrojados en este estudio indicaron que los cuidadores principales de los pacientes con enfermedad renal crónica que reciben tratamiento renal sustitutivo en un hospital de segundo nivel en época de pandemia se perciben sin sobrecarga. No obstante, es necesario estudiar este fenómeno de forma más profunda, así como dar seguimiento a la salud de los cuidadores principales en esta pandemia ya que la mayoría de ellos presentan al menos una comorbilidad, situación que duplica su vulnerabilidad.