INTRODUCCIÓN
La milpa y el traspatio o solar son fundamentales en el sistema de producción campesino, en el que convergen actividades agrícolas y pecuarias de forma aledaña a la vivienda y tiene como finalidad proveer a las familias, principalmente de tipo rural e indígena, alimentos básicos, tales como carne, huevo, verduras, entre otros (Cuca et al., 2015). En el traspatio es posible encontrar una amplia infraestructura que dependiendo de la región y de aspectos culturales, puede estar integrada por la casa habitación; una o más áreas de plantas cultivadas; corrales y otro tipo de instalaciones para animales; fuente de agua (pozo o toma); área de lavado y de aseo personal; almacenes para granos, herramientas, y algunos materiales; así como zona de esparcimiento y de trabajo (Mariaca, 2013).
La ganadería de traspatio es una de las actividades con mayor tradición y difusión en México, en especial entre las familias campesinas, que consiste en la cría y manejo en pequeña escala de un conjunto de animales; generalmente criollos como aves, equinos, vacunos, cerdos, caprinos y ovinos (Mariaca, 2013). Los animales normalmente se encuentran confinados en instalaciones rústicas, elaboradas con materiales locales, y en algunos casos de origen industrial. Son alimentados principalmente con maíz y con residuos agrícolas y domésticos; lo cual constituye un ahorro en la economía familiar (Montero, 2015).
Para la conservación de esta práctica, sigue siendo de suma importancia la participación de toda la familia, donde además, de acuerdo con Montero y Martínez (2015) el papel femenino es preponderante. Al respecto Vieyra et al. (2004), señalan que la participación de las mujeres en el traspatio es básica, pues principalmente son ellas quienes están a cargo del cuidado, manejo y uso integrado de los recursos naturales vegetales y animales, que son indispensables para la supervivencia familiar.
En México, la población indígena es mayoritariamente rural, pues seis de cada diez personas hablantes de lenguas indígenas habitan en localidades rurales; en consecuencia, el sustento económico familiar, proviene predominantemente de actividades agrícolas, en donde la mayoría obtienen ingresos por debajo de dos salarios mínimos al día (CONEVAL, 2018). De acuerdo con el CEDRSSA (Centro de Estudios para el Desarrollo Rural Sustentable y la Soberanía Alimentaria) (2015), el 74% de la población indígena reporta un ingreso inferior a la línea de bienestar, y el 42% por debajo de la línea de bienestar mínimo; es decir, una entrada económica insuficiente para adquirir la canasta básica de alimentos. La Población Económicamente Activa (PEA) en los municipios indígenas es de 49%, sensiblemente inferior al promedio nacional de 57%; por lo contrario, una mayor proporción de la población se ocupa en actividades no vinculadas al mercado, donde la Población No Económicamente Activa (PNEA) es de 51%; es decir, solo la mitad de ellos percibe algún ingreso. En el caso de las mujeres indígenas, la gran mayoría (82%) se dedica a quehaceres domésticos, por lo que se considera que no perciben ingreso formal, y sólo 14% de ellas estudia.
En consecuencia, para las familias campesinas, la producción pecuaria es de un valor incalculable, ya que por medio de ésta consiguen ingresos por la venta de productos, indispensables en caso de emergencia y de utilidad en situaciones económicas precarias, además de su importancia en autoconsumo (López et al., 2013). La diversidad de animales criados en el solar para el consumo doméstico es considerada de alto valor biológico (Montero, 2015), ya que aporta proteínas, vitaminas y energía a la dieta familiar a lo largo del año, durante el cual se presentan periodos de escasez (Alayón, 2015). Hernández et al. (2011) consideran que el interés del campesino en el traspatio descansa en una cosmovisión diferente, que va más allá de un simple enfoque productivista o economicista, pues su manejo es considerado una práctica social, basada en la experiencia y el conocimiento que genera identidad; al mismo tiempo que facilita la obtención de alimentos de manera constante. En ese sentido, la cría de animales domésticos es una actividad social, de subsistencia y ahorro, que forma parte de la estrategia de vida de las familias, principalmente del medio rural en situación de pobreza. La amplia base de recursos disponibles, las prácticas agroecológicas y adaptación al medio de las especies animales, fortalecen la sostenibilidad y autosuficiencia de la producción de alimentos en el traspatio (Vargas et al., 2017).
La FAO (2012), señala que la ganadería forma parte de la estrategia familiar, al funcionar como un amortiguador social y económico que contribuye con la seguridad alimentaria, donde los hogares que se encuentran por debajo del umbral de pobreza o cercanas a él son particularmente vulnerables y al contar con esta forma de producción de víveres les permite hacer frente a las crisis; de ahí que la ganadería de traspatio constituya una oportunidad (Alayón, 2015) y por tanto, un mecanismo para sobrevivir.
Las condiciones de pobreza existentes en las zonas rurales de la Sierra Norte de Puebla, motivaron la elaboración de este estudio en una de sus comunidades, cuyo objetivo fue aportar información sobre el manejo productivo del componente pecuario en el traspatio de las familias totonacas. Para ello se caracterizaron los tipos de productores pecuarios, así como las condiciones en la utilización del traspatio en una comunidad indígena estado, y se amplió el panorama sobre el papel que juegan los animales en la mitigación de la pobreza. Se parte de la hipótesis de que la ganadería de traspatio es una estrategia de las familias indígenas de la comunidad para enfrentar la pobreza, a través del autoconsumo, y como fuente de ingresos en momentos de emergencia económica.
MÉTODO
La comunidad
El trabajo se realizó en la comunidad de Lipuntahuaca, ubicada en el municipio totonaco de Huehuetla, enclavado en la región Sierra Norte de Puebla, México (20° 02’ y 20 10’ N; y 97° 35’ y 97° 40’ O). Este lugar presenta una topografía caracterizada por una gran variedad de elevaciones, en un paisaje de sierra alta escarpada, con altitudes de 200 - 1,100 msnm, lo cual dificulta el acceso; predomina un clima semicálido húmedo con lluvias todo el año, con un rango de temperaturas de 18 - 24°C y precipitaciones que van de 2,900 a 3,600 mm (INEGI, 2009).
Huehuetla tiene 18,803 habitantes, asentados de manera dispersa y atomizada, cuya principal actividad económica es la agricultura, basada principalmente en cultivos de maíz, café y pimienta (SIAP, 2017). La mayoría pertenece al grupo étnico totonaco (89.8%), y vive en condiciones de pobreza (86.4%), y pobreza extrema (46.2%), con un grado de marginación muy alto, lo cual significa que, además de tener un ingreso insuficiente para adquirir los bienes y servicios precisos para satisfacer sus necesidades alimentarias y no alimentarias, o por debajo de la línea de bienestar mínimo (1.9 dólares diarios per cápita), gran parte de esta población también carece de tres o más bienes y servicios correspondientes a alimentación, educación, salud, seguridad social, seguridad económica y servicios básicos y calidad de la vivienda (SEDESOL, 2017; CONEVAL, 2018). Esto muestra la vulnerable situación en que se encuentran, y la precariedad de sus condiciones de vida.
Métodos y técnicas
Al ser el traspatio la unidad de análisis, el tamaño de la muestra se calculó a partir del número total de viviendas de la comunidad de Lipuntahuaca (N=378) (INEGI, 2010). Se empleó un muestreo estadístico (cualitativo) y se consideró como varianza máxima la variable presencia de vivienda tradicional (pn=.5 y qn=.5), con una confiabilidad del 95% (Zα/2= 1.96), y una precisión del 10% (d= 0.1). El tamaño de muestra final fue de 76 hogares, mismos que fueron seleccionados de manera aleatoria.
La información se obtuvo a través de observación visual y de la aplicación de un cuestionario, el cual registró aspectos relacionados con las características sociodemográficas, económicas, del terreno, de la producción agrícola y del componente pecuario. Los datos recabados se capturaron y procesaron en Excel y SPSS Statistics versión 25. Se calcularon estadísticos descriptivos que sirvieron para caracterizar las actividades pecuarias llevadas a cabo en la vivienda totonaca.
Para el análisis se realizó una clasificación de los tipos de producción pecuaria por parte de las familias de la comunidad, considerando la presencia de las especies animales existentes en el traspatio. Para esta tipología se utilizó un análisis de conglomerados. Una vez definidos los grupos, se procedió al análisis estadístico, donde se realizó una prueba exacta de Fisher, una prueba de Chi-cuadrada y el cálculo de medias para determinar la varianza entre la cantidad de animales por tipo de productor, y determinar diferencias entre grupos, así como una prueba exacta de Fisher para hacer un análisis entre las variables tenencia de animales y si el productor se considera pobre, o no.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
Para realizar la tipología de la ganadería familiar en la comunidad Totonaca, se procedió a clasificar a las familias, de acuerdo a la tenencia de especies pecuarias en su traspatio. Solo se encontraron cuatro especies: cerdos, gallinas, guajolotes y patos. Usando esta variable, se realizó un análisis multivariado que permitió agrupar la propiedad del ganado en el traspatio de las familias. Se utilizó un análisis de conglomerados con el método de Ward y la media euclídea al cuadrado. Se encontraron tres grupos como se muestran en el dendograma de la figura 1.
El grupo uno está formado por 18 familias que cuentan en su traspatio con cerdos y aves. En este estrato resalta que casi la totalidad (proporción de 0.94) cuenta con cerdos, pero también la totalidad cuenta con diferentes aves. En el estrato dos se tienen 37 familias que se caracterizan por contar con un reducido número de animales. En el grupo tres se encuentran 21 familias que poseen únicamente aves. El resumen de las características de cada grupo y su proporción, se presenta en el cuadro siguiente.
La conformación de los grupos permitió identificar la importancia que tiene la tenencia de animales de traspatio para las familias de la comunidad en estudio; el uno se caracteriza por la mayor posesión de especies animales y por la mayor importancia de esta actividad, el grupo tres cuentas básicamente con aves, lo que permite complementar la alimentación de las familias, y finalmente el dos, donde las especies de traspatio son reducidas y de menor importancia alimenticia y económica para las familias.
Grupo | n | Cerdos | Gallinas | Guajolotes | Patos | Características del estrato |
1 | 18 | .94 | .89 | .28 | .33 | Familias que cuentan con cerdos y aves |
2 | 37 | 0 | .65 | .03 | 0 | Mínima presencia de animales en el traspatio |
3 | 21 | 0 | 1.00 | 1.00 | .29 | Familias que solo cuentan con aves |
Total | 76 | .22 | .80 | .36 | .16 |
Fuente: Elaboración propia con base en el trabajo de campo, 2018.
Los hogares de la comunidad de Lipuntahuaca presentan una organización principalmente tradicional de tipo nuclear (70%), integrada en promedio por cinco miembros. Se conforman por la cabeza de familia y principal portador del sustento económico, cuyo ingreso proviene únicamente de actividades agrícolas como jornalero, con un salario que apenas alcanza $9.60 per cápita al día para cada uno de los cinco integrantes de la familia. Otra modalidad laboral es como prestador de sus servicios de manera temporal en la industria de la construcción y en comercios locales, el desempeño de estas actividades alcanza $11.20 per cápita diarios. Finalmente se encontró un sector de jefes de familia cuyo ingreso proviene solo de prestar sus servicios en comercios locales ubicados en la cabecera del municipio, el cual obtiene en promedio un salario de $12.60 per cápita al día (cuadro 2). Se observa que el ingreso en todos los casos está muy por debajo de la línea de pobreza establecida de manera institucional (SEDESOL, 2017), ubicándose en el rango de pobreza extrema; además, aquellos que únicamente se desempeñan en las actividades agrícolas reciben el salario más bajo; mientras que los que han abandonado el campo consiguen incrementar el ingreso familiar.
Actividad económica | Participantes (%) | Salario promedio semanal ($) |
Jornalero agrícola | 65 | 473 |
Pluriempleo* | 30 | 550 |
Prestador de servicios | 5 | 618 |
* Desarrolla actividades agrícolas como jornalero y presta sus servicios en empleos temporales. Fuente: Elaboración propia con base en el trabajo de campo, 2018.
Por su parte, las jefas de familia se encargan de la atención de los hijos, así como de los quehaceres del hogar y de todas las actividades relacionadas con el traspatio, donde la producción de alimentos es vital para complementar la dieta y el gasto familiar.
Los hijos se dedican a estudiar y, llegada la etapa de la adolescencia, contribuyen en las actividades que realizan sus padres. De acuerdo con Salazar et al. (2015), este tipo de organización familiar es vital para su subsistencia económica, debido a que la diversificación de fuentes de ingreso asalariado de los campesinos constituye una estrategia de supervivencia ante la pobreza y les permite cubrir gastos básicos que no pueden ser producidos en las unidades de producción familiar (salud, educación, vivienda); mientras que el traspatio es una fuente de alimentos constante que les proporciona ingresos en situaciones difíciles o imprevistas (López et al., 2012).
La extensión de los predios se encuentra en un proceso de atomización, promovido por la subdivisión generacional a través de herencias. Esta situación ha sido reportada en otros lugares por Guarneros et al. (2014) y Salazar et al. (2015), donde este fenómeno obedece a la costumbre de los padres, de repartir parte de sus terrenos a los hijos que contraen matrimonio, afectando directamente las actividades en torno a la producción agrícola y pecuaria. En la comunidad de estudio, 35% de las viviendas tienen extensiones por debajo de los 400 m2, y solo el 5% supera los 6,000 m2. El traspatio tiene en promedio 95 m2, y se ubicada como es costumbre, de forma aledaña a la vivienda. Se compone de elementos y áreas como cobertizos para leña y granos, zonas de lavado y aseo, baño, así como de los componentes agrícola (huertos familiares y parcelas de cultivo) y pecuario, que actúan complementándose, pues la producción además de ser destinada al autoconsumo, permite alimentar a los animales, y junto con el componente humano que lo maneja, cosecha, conserva y vive en él, forman un agroecosistema (Mariaca, 2013; González et al., 2014).
El componente pecuario del traspatio de las familias totonacas se caracteriza por contar con el manejo de aves, como gallinas y pollos (Gallus gallus), guajolotes (Meleagris gallopavo), y patos (Anas platyrhynchos), así como porcinos (Sus scrofa ssp.). Los datos muestran que el 80.5% de las familias cuenta con algún tipo de ave en su traspatio, con un promedio de diez; mientras que solo el 17% tiene cerdos, con dos animales en promedio.
La infraestructura donde los confinan es muy básica, y su ubicación obedece a la existencia de elementos que sirvan de protección, como vegetación densa, árboles o muros de las viviendas. Los corrales para aves están hechos con cercas de especies vegetales locales (tarro, caña de maíz o madera), o de malla de alambre desplantadas sobre el suelo. Las zahúrdas presentan estructuras más sólidas, donde los muretes son construidos con blocks de concreto o tarro grueso, sobre un firme de cemento para facilitar la limpieza. Estas características son constantes en comunidades donde se practica la ganadería en pequeña escala, y se debe al fácil acceso a estos materiales y a su bajo costo (Gutiérrez et al., 2012; Góngora et al., 2016; Novelo et al., 2016).
El 85.7% de las zahúrdas, y el 73.5% de los gallineros presenta materiales y condiciones en buen estado, es decir, las cercas o muretes están bien instalados, limpios y funcionando correctamente, lo cual indica la importancia que las familias totonacas dan a sus animales de traspatio; esto se debe al significativo rol que juegan en su subsistencia. Estos resultados son positivos, si se comparan con estudios realizados por Gutiérrez et al. (2012) y González et al. (2014), donde predominan condiciones regulares y malas en la calidad de las instalaciones, pues la mayoría se muestran deterioradas. La diferencia puede responder a diversos factores, como las condiciones ambientales que proveen de recursos locales aprovechables por las familias durante todo el año, y a la mayor atención que los encargados del cuidado de los animales puedan brindarles.
La alimentación se basa en el maíz producido por las familias o que adquieren en la comunidad, y en sobras de comida; el aseo de corrales se realiza de manera regular, así como el baño que dan a los cerdos para evitar el mal olor. Son principalmente las jefas de familia, con ayuda del cónyuge (44%) o de sus hijos (9%), quienes se encargan de la atención que requieren los animales. Diversas investigaciones reportan la participación de toda la familia en estas labores; sin embargo, la madre o jefa de familia es la principal encargada del cuidado del traspatio (Centeno et al., 2007; Cuca et al., 2015). Estas labores son responsabilidad directa de las mujeres, quienes desempeñan un papel preponderante en estos sistemas de producción. Según Viveros et al. (2016), esto obedece a un patrón cultural sobre la asignación no establecida de actividades, donde la mujer juega el rol principal en la conservación y aprovechamiento de la biodiversidad, y contribuye activamente en las decisiones de producción en sus comunidades (Vieyra et al., 2004).
Los desechos generados por los animales son aplicados como abono a los cultivos de huertos y parcelas por el 65% de las familias, como sucede en otras regiones (Centeno et al., 2007; Cuca et al., 2015; Mendoza et al., 2014). Duché et al. (2015), Duché et al. (2017), y López et al. (2012), señalan que este tipo de prácticas en el manejo del traspatio están relacionadas con la agroecología; a través de ellas se consigue una serie de efectos benéficos, como la conservación y fertilización del suelo. Dicha actividad permite que el proceso de complementariedad entre los ámbitos agrícola y pecuario se lleve a cabo, ya que esta incorporación incentiva el crecimiento de los cultivos que eventualmente serán el alimento de los animales.
De acuerdo con los datos resultantes de la estratificación entre los productores (cuadro 3), se observó la presencia constante de aves, principalmente de gallinas, y en menor medida guajolotes y patos, en los tres grupos. El grupo 1 es el más favorecido, pues 94.4% de los productores cuenta con cerdos, y es el único que registró la tenencia de esta especie; mientras que el grupo 2 es el más vulnerable, pues además de no contar con cerdos, la tenencia de aves entre las familias es muy baja, con 64.9% de gallinas y 2.7% de guajolotes. El predominio de la cría de aves es similar a lo reportado en otras comunidades rurales del país, en estados como Oaxaca, Yucatán, Guerrero y Chiapas (Viveros et al., 2016; Gutiérrez et al., 2012; Vargas et al., 2017; Mendoza et al., 2014), donde el predominio de estas especies es atribuida a los niveles constantes de pobreza, pues la frágil economía no permite acceder a otras especies.
Grupo | Cerdos | Gallinas | Guajolotes | Patos |
1 | 94.4 | 88.9 | 27.8 | 33.3 |
2 | 0 | 64.9 | 2.7 | 0 |
3 | 0 | 100 | 1.00 | 28.6 |
Total | 22.4 | 80.3 | 35.5 | 15.8 |
p | <0.001* | 0.002* | <0.001** | <0.001* |
* Prueba exacta de Fisher; **Prueba de Chi-cuadrada
Fuente: Elaboración propia con base en el trabajo de campo, 2018.
Estos resultados muestran que muy pocas familias cuentan con las cuatro especies y todas se encuentran en el grupo 1. La especie que predomina son las gallinas. Además del número y proporción, resulta importante conocer los promedios, los cuales se presentan en el cuadro 4.
Cerdos | Gallinas | Guajolotes | Patos | |||||
Grupo | Media | N | Media | N | Media | N | Media | N |
1 | 1.94 | 17 | 12.71 | 17 | 2.80 | 5 | 2.50 | 6 |
2 | 10.17 | 24 | 1.00 | 1 | ||||
3 | 10.76 | 21 | 2.81 | 21 | 2.83 | 6 | ||
Total | 1.94 | 17 | 11.06 | 62 | 2.74 | 27 | 2.67 | 12 |
Fuente: Elaboración propia con base en el trabajo de campo, 2018.
Respecto a la propiedad de animales de cada especie, se encontró mediante un análisis de varianza, que no existía diferencia significativa en el promedio de gallinas entre grupos (F=.735; p=.484), y se observa que la cantidad de gallinas es reducida, con promedio de 11 por familia. En el caso de los patos se comparan solamente los grupos 1 y 3 y al realizar una prueba de t se encontró que no existe diferencia significativa (t=-.370; p=.719) respecto al promedio que poseen. Sin embargo, la media de la cantidad de animales por grupo de productores es muy baja (cuadro 4), y esto se debe a las condiciones de pobreza imperantes en que se encuentran las familias.
El análisis entre las variables tenencia de animales y si el productor se considera pobre o no, arrojó diferencia estadística entre grupos (Estadístico exacto de Fisher=7.332; p=0.025) (cuadro 5). Se observa que los productores que se consideran pobres predominan en los grupos 1 y 3, en el 94.4% y 95.2% respectivamente; es decir, los grupos que cuentan con mayor número de animales de traspatio; mientras que el 29.7% del grupo de productores más vulnerables no asumen una condición de pobreza; aunque de acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la política de Desarrollo Social (CONEVAL) (2018) todas las familias se encuentran en condiciones de pobreza debido a los bajos niveles de bienestar que presentan. No todas se asumen como pobres, a pesar de que poseen menos animales; o se consideran pobres aunque tienen mayor cantidad de animales que el resto de la muestra estudiada. Esto se debe a que la consideración de la pobreza individual según Checa (1995) y Dakduk et al. (2010), es un concepto relativo y sujeto a diversos elementos que abarcan bienes materiales y no materiales, y a normas construidas socialmente por cada grupo, cuyo significado varía según las sociedades y con el tiempo (MacEwan, 2010). Al respecto Sen (1983) argumenta que la pobreza puede ser entendida en términos de recursos y de capacidades, como ocurre en la comunidad totonaca, y que está sujeta a circunstancias sociales que son delimitadas por necesidades específicas en cada contexto.
Dicha representación social y percepción de la pobreza está constituida por un conjunto de informaciones, creencias, opiniones y actitudes, como los lazos de solidaridad y ayuda mutua que se tejen entre los miembros de la comunidad, que adquieren un valor simbólico y resumen dimensiones socioafectivas, sociales e ideológicas (Pont, 2010), que son tomadas en cuenta al momento de establecer el estado de pobreza en que viven.
En este sentido, MacEwan (2010), señala que la pobreza no es una determinada cantidad de mercancías, ni es sólo una relación entre medios y fines, sino que es sobre todo, una relación entre las personas. De manera que los esquemas de reciprocidad, ayuda mutua, formas colaborativas de organización propia de este grupo étnico son fundamentales en la valoración de su pobreza, pues al tratarse de elementos inmateriales con un valor simbólico no cuantificable en términos reales, su percepción puede ser positiva, o viceversa, como ocurre con el 70.3% de los productores que tienen un mayor número de animales, pero se consideran pobres.
Se consideran pobres | ||||||
Sí | No | Total | ||||
Grupo | n | % | n | % | n | % |
1 | 17 | 94.4 | 1 | 5.6 | 18 | 100 |
2 | 26 | 70.3 | 11 | 29.7 | 37 | 100 |
3 | 20 | 95.2 | 1 | 4.8 | 21 | 100 |
Total | 63 | 82.9 | 13 | 17.1 | 76 | 100 |
Fuente: Elaboración propia con base en el trabajo de campo, 2018.
Sin embargo, las condiciones de pobreza predominan entre las familias totonacas pues los ingresos que reciben los ubican por debajo de la línea de pobreza, por lo que contar con animales se considera una estrategia para enfrentar sus difíciles condiciones de vida, como señala Alayón (2015), la ganadería de traspatio constituye un elemento importante que contribuye al autoabasto en la dieta y les brinda una oportunidad de ingreso en momentos de emergencia económica.
La cría de aves y cerdos reporta un beneficio económico directo a través de su venta a vecinos y en mercados locales, y representa una ayuda para complementar el gasto familiar; sin embargo, éste es muy bajo. Los resultados indican que solo el 5% de las familias realiza la venta de aves, por la cual perciben un ingreso de $60.00 a $100.00 pesos mensuales; por otro lado, únicamente el 29% de las familias que cría cerdos llega a venderlos cuando éstos han alcanzado la madurez, por un precio de $1,200.00 a $1,500.00 pesos, acción que ocurre una vez por año. Esta situación ha sido estudiada por Guarneros et al. (2014) y Viveros et al. (2016), quienes señalan la escasez de ingresos económicos por la producción de traspatio, ya que este espacio, más que fortalecer la economía de las familias a través del ingreso por la venta de productos, lo hace a través del alimento mismo y el ahorro a través de la mano de obra familiar.
Lo anterior indica que la cría de animales constituye una fuente importante de alimentos destinada primordialmente al autoconsumo familiar, a través de carne y huevos, que resultan ser una de las pocas fuentes de proteína a la que las familias de escasos recursos tienen acceso (Centeno et al., 2007; López et al., 2013; Montero, 2015). De manera que el traspatio, tiene el potencial de complementar buena parte de la dieta y requerimientos nutricionales de los integrantes de las familias (Duché et al., 2017). Dicho consumo es llevado a cabo durante celebraciones familiares, religiosas, al inicio y final de la siembra, y en momentos de emergencia económica; es decir, cuando carecen de dinero para comprar alimentos.
La ganadería de traspatio es considerada como unidad de producción de subsistencia y ahorro, cuya diversidad de especies vegetales y animales son base de estrategias de vida de la unidad doméstica campesina, en relación con su subsistencia y bienestar, y constituye una fuente complementaria de ingresos en momentos de emergencia (López et al., 2013; Salazar et al., 2015). Mariaca (2013), manifiesta que la producción de traspatio es uno de los agroecosistemas que más colaboran con la autonomía alimentaria campesina, ya que es un medio para asegurar un auto abasto mínimo a lo largo del año; es además, un espacio de habitación, protección ambiental, trabajo, recreación, prestigio y de reproducción cultural y biológica de la familia campesina.
CONCLUSIONES
Los principales resultados indican que la ganadería familiar en el traspatio totonaco es una actividad productiva, que contribuye principalmente al autoconsumo, debido a que el ingreso que se obtiene de él es muy bajo, entre $9.60 y $11.20 per cápita al día y constituye una estrategia para mitigar las condiciones de pobreza en que vive la población. Se trata principalmente de la cría de aves, y en menor cantidad de cerdos, cuyo manejo y cuidado es realizado principalmente por las jefas de familia, quienes son las encargadas de alimentarlos y asearlos. Los animales son confinados en corrales construidos principalmente de materiales locales, que presentan buenas condiciones, y son alimentados a base de maíz y restos agrícolas y domésticos, insumos generados por la propia familia, lo cual constituye un ahorro. Dicha organización familiar juega un papel muy importante en la percepción que tienen sobre su estado de pobreza y sobre la posibilidad de generar estrategias en conjunto que les permita superarla, pues las relaciones sociales que se generan alrededor de la producción de traspatio son indispensables para contribuir a la generación de alimentos Es posible concluir que pese a que los datos aportados indican que la producción es baja, como consecuencia de las condiciones de precariedad económica que enfrentan las familias de la comunidad, ésta significa una importante fuente de alimentos autogestionada, que juega un papel fundamental en su subsistencia y constituye una estrategia capaz de brindar seguridad alimentaria.