Introducción
Durante el Proyecto Arqueológico de Nejapa/Tavela (PANT), ocho individuos fueron encontrados debajo del piso de una residencia élite de adobe; al excavar dicho contexto, se hallaron 448 cuentas de vidrio y azabache, algunas completas y otras fragmentadas. Este contexto funerario fue explorado en el antiguo pueblo de Majaltepec, datado en la época colonial temprana, que se ubica en las montañas de la región de Nejapa, Oaxaca, México. La Asunción Majaltepec fue una comunidad agrícola rural administrada por las élites nativas durante su periodo de ocupación entre 1550 y 1604 dC.
Las cuentas de vidrio muestran las conexiones globales de la gente de Majaltepec. Además, por un lado existen evidencias materiales del contacto español como la arquitectura, un cuchillo de metal, cerámica y ladrillos cocidos, y, por otro lado, hay pruebas etnohistóricas que muestran cómo los residentes obtuvieron permiso de la Corona española para cuidar animales del Viejo Mundo, incluyendo ovejas y caballos. El contexto mortuorio y la evidencia esquelética señalan un contexto colonial único en el cual se mezclaban las costumbres prehispánicas y las españolas. Aunque las personas de Majaltepec vivían en lo alto del cerro, alejándose estratégicamente de una ruta comercial importante y de una villa española, aun así aprovecharon los bienes exóticos y los incorporaron a su práctica cotidiana y ritual.
El Contexto de Nejapa
La región de Nejapa se localiza en la región de la Sierra Sur, en el sureste de Oaxaca, México (Figura 1). Se encuentra cerca del punto medio del Camino Real, una importante ruta comercial antigua que conectaba los centros políticos de los valles centrales de Oaxaca (zona alta) con las zonas costeras del Istmo de Tehuantepec (zona baja), ricas en recursos naturales. Las ricas tierras agrícolas del valle de Nejapa están rodeadas de montañas que llegan por arriba de los 2 500 msnm. Antes de la llegada de los españoles, el área servía como un crucero para los residentes locales (incluso hablantes de chontal, zapoteco y mixe), así como para los comerciantes foráneos (nahuas) quienes vendían productos como la obsidiana, el cobre y las cuentas de piedras entre las tierras altas y la costa durante más de mil años. Debido a su posición estratégica en medio del Camino Real, la región fue fuertemente disputada a lo largo de su historia y fue el foco de las expediciones militares en manos de los zapotecas, aztecas y españoles (King 2012).
La primera entrada española a la región de Nejapa probablemente ocurrió en 1523 dC, pero fue hasta 1560 que se fundó una villa española permanente en la región (King 2012; Oudijk y Restall 2007). Los españoles continuaron usando el antiguo Camino Real y Nejapa era un destino para los comerciantes del Istmo que vendían productos costeros como sal, camarones, sombreros y rosarios. Nejapa también sirvió como un punto de partida para los comerciantes desde el Istmo para llegar a otras regiones, como Villa Alta y Miahuatlán (Machuca 2007). Con el asentamiento permanente de la villa española, llegaron inmigrantes nahuas, africanos y españoles, y los patrones de asentamiento cambiaron en respuesta a nuevas condiciones económicas, al trabajo forzado, a la reubicación y a las enfermedades epidémicas (Bradomín 1989; Chance 1989; Gerhard 1993; King 2012; King et al. 2012). Si bien las cifras de población variaron a lo largo del tiempo, la región de Nejapa se puede caracterizar como un entorno social, político y económico muy diverso, así como un hogar para diversas comunidades y pueblos indígenas a lo largo de muchos siglos.
Majaltepec
El sitio del pueblo colonial de La Asunción Majaltepec, ahora abandonado, se ubica en las montañas al sureste del valle de Nejapa en el municipio de Santa Ana Tavela (Figura 2). Se extiende sobre 21 hectáreas de montañas con un promedio de 1 450 msnm y se sitúa cerca de la sombra de Los Picachos, una cresta (y sitio arqueológico del periodo postclásico) que alcanza los 2 150 msnm.
Para aumentar la productividad de los terrenos del valle, los habitantes de Majaltepec utilizaron terrazas y sistemas del manejo de agua. La parte principal del sitio estuvo ocupada principalmente entre 1550 y 1604 dC, fechas basadas en los datos diagnósticos obtenidos en las cuentas de vidrio, las fechas de radiocarbono calibradas y las pruebas etnohistóricas. Los documentos históricos, como las Relaciones Geográficas y Suma de Visitas, afirman que Majaltepec fue una de las dos cabeceras sujetas a la villa española de Santiago Nexapa, establecida en 1560 (Gerhard 1993: 197; Paso y Troncoso 1905a, b). Durante el siglo XVI, los habitantes de Majaltepec fueron obligados a pagar tributo en bienes y oro a los encomenderos españoles y después a la doctrina dominicana establecida en Nexapa en 1553, así como a proporcionar la mano de obra para la construcción de la iglesia de Nexapa y en las minas cercanas (Gerhard 1993: 197; King 2012).
En la década de 1590 a 1600, la población total era de 182 ciudadanos que pagaban tributos en tres estancias o asentamientos rurales (Paso y Troncoso 1905a). Los documentos legales de la época colonial temprana indican que los frailes dominicos del convento en Nexapa visitaron Majaltepec de manera intermitente para brindar servicios religiosos, pero se quejaron del largo y arduo viaje (King y Konwest 2019). La distancia entre Majaltepec y Santiago Nexapa era una de las principales razones mencionadas para el intento de reubicar a los residentes a través de la congregación (una política colonial de establecer un nuevo asentamiento de población) en 1604. Este objetivo requería de un trabajo intenso y el pueblo fue el principal partido en las quejas legales presentadas en la Ciudad de México en contra de esta congregación, en la cual las personas, incluyendo los líderes de la élite indígena de Majaltepec y otros pequeños asentamientos montañosos que rodeaban el valle, fueron trasladados a la fuerza a asentamientos colectivos en tierras bajas más controlables. Sin embargo, la congregación no tuvo pleno éxito; Majaltepec nunca fue completamente abandonado y hay documentos que lo registran hasta 1793, después de lo cual aparentemente un incendio destruyó el pueblo, lo que obligó a la mayoría de sus residentes a migrar.
Entierros y artículos funerarios
En 2009, 2011 y 2013 se realizaron varias excavaciones exploratorias en Majaltepec concentrándose en dos áreas. Primero, en lo que sospechamos era la iglesia de la época colonial temprana y, segundo, en una gran plataforma de tierra con una estructura de adobe, probablemente una residencia de élite construida en la parte superior. Debido a los objetivos del proyecto, en dos temporadas de campo se excavaron tres metros cuadrados dentro de esta estructura; se encontraron cuentas de vidrio, un cuchillo de metal, un malacate de cerámica, y restos humanos entre 1.15 y 1.3 m por debajo de la superficie y de 40 a 50 cm por debajo del piso de tierra del edificio (Figura 3). Se encontró un ladrillo de arcilla cocida en el relleno de la plataforma debajo de los entierros, lo que demuestra que la estructura se construyó después de la llegada de los españoles.
El contexto mortuorio en Majaltepec es único en la sierra sur de Oaxaca y es uno de los pocos casos documentados del periodo colonial en la región de Oaxaca. Se excavaron ocho individuos en cinco entierros ya descritos con anterioridad (King y Higelin 2017: 779). Los entierros se colocaron aproximadamente a la misma profundidad debajo de la superficie del piso y algunos se invadían. El material esquelético se encontró en mal estado de conservación: muchos de los huesos se desmoronaron o desintegraron casi por completo. En algunos casos, solo quedaron las coronas dentales y se identificó al individuo en función de un cambio en la consistencia del suelo (más suelto y más oscuro en color que el relleno circundante) y a la edad observada en el desarrollo y desgaste dental (Buikstra y Ubelaker 1994). Al basarnos en los cambios de coloración del sedimento por cuestiones tafonómicas, inferimos que la mayoría de los entierros se colocaron en una posición extendida. Tomamos en cuenta la remoción de restos humanos, dientes sueltos y cuentas de vidrio en el relleno para determinar que el estado de conservación de los huesos es de mala a regular. Además de la mezcla del sedimento, los estudios tafonómicos indican que fue posible que este espacio haya sido reutilizado continuamente para múltiples depósitos durante el transcurso del asentamiento u ocupación de este lugar, lo cual impactó y removió los entierros anteriores.
El Entierro 1 corresponde al individuo mejor conservado, cuyo esqueleto es probablemente femenino entre 15 y 21 años de edad a la muerte. La posición era decúbito dorsal con la cabeza hacia el oeste, orientada 280°, con las piernas y brazos cruzados. Este individuo fue la última persona enterrada en el área excavada. La estimación de la edad se basa en el desarrollo y desgaste dental, así como la fusión epifisiaria de la cabeza femoral (Buikstra y Ubelaker 1994). Durante el trabajo de campo y laboratorio, se identificó a este individuo tentativamente como femenino, únicamente por los rasgos morfológicos de la pelvis a falta de otros elementos. Asociado con dicho entierro, se encontraron cinco cuentas de vidrio o fragmentos de cuentas de vidrio.
Al norte del Entierro 1, se encontraron los restos de cuatro personas adicionales que forman parte del Entierro 2. Debido a la reutilización del espacio funerario y al proceso de descomposición natural, las personas depositadas en el Entierro 2 se encontraban revueltos. Se recuperaron varios huesos largos, mandíbulas y dientes. Los dientes se encontraron ordenados de forma primaria, pero sin mandíbula, debido a los procesos de descomposición natural.
En el Entierro 2 encontramos dieciséis cuentas de vidrio o fragmentos de cuentas, tres fragmentos de clavos metálicos y los fragmentos de una cuchilla metálica. El individuo con mayor edad fue un individuo de 21 años a la muerte aproximadamente. Dos individuos tenían más de 15 años. La persona más joven murió entre los 9 y 10 años de edad.
El Entierro 3 (al sur del Entierro 1) y el Entierro 5 (al oeste del Entierro 1) se encontraron muy erosionados y solo se pudieron identificar algunos dientes. No se encontraron artefactos en asociación con estos entierros. El Entierro 4, ubicado al noroeste de los Entierros 1 y 2, también estaba muy erosionado, pero pudimos extrapolar más sobre este individuo. Basados en el desarrollo dental, este individuo tenía menos de cinco años de edad. El Entierro 4 presenta una posición similar al Entierro 1; en decúbito dorsal y con la cabeza hacia el oeste. El individuo lleva un pequeño collar de cuentas de vidrio (ver más abajo).
El análisis morfoscópico de los materiales óseos ha sugerido que posiblemente los individuos pudiesen tener ascendencia indígena (con incisivos en forma de pala, pero sin la cúspide de Carabelli). El análisis morfoscópico de los dientes también indica un grado de desgaste relativamente ligero en comparación con otras poblaciones del Posclásico de Mesoamérica, donde un desgaste moderado o severo en primeros infantes y adultos es más común (Márquez y González 2006). Sin embargo, los estudios realizados en el cementerio del Pueblo Viejo de Teposcolula (también conocido como Teposcolula Yucundaa) en la Mixteca Alta para el periodo de transición Posclásico/colonial indican que hay poco desgaste dental en personas menores de 30 años (Roldán et al. 2014; Spores y Robles 2007).
El grado ligero del desgaste dental en los entierros de Majaltepec podría deberse a una edad temprana a la muerte de los individuos, pero también podría ser que los alimentos que comían eran generalmente más blandos o tenían otra forma de preparación, generando menos desgaste oclusal. Por otro lado, los individuos de Majaltepec presentan un desgaste semejante a lo observado en Teposcolula Yucundaa en la época Posclásico-Colonial temprano (Spores y Robles 2007; Warinner et al. 2012), que es la falta de la presencia de la hipoplasia del esmalte, lo que podría sugerir que los residentes no experimentaron estrés nutricional o escasez de alimentos durante la infancia, aunque murieron a una edad joven. A causa de la mala conservación de los restos óseos y la mezcla de huesos, no fue posible determinar la causa de muerte ni el estatus de salud de las personas enterradas.
La práctica de depositar niños junto con adultos en el mismo entierro había sido poco estudiada en la época prehispánica en Oaxaca (Urcid 2010, Winter 2011), como en la zona mixe (Ortiz 2002) y territorios zapotecas de la Sierra Norte (Higelin 2012), en la Mixteca Alta (Blomster 2011), y en la costa (King 2006, 2011); sin embargo, más recientemente se ha observado que durante el periodo Clásico esta práctica se dio entre los zapotecos que habitaron en la Fortaleza de Mitla y El Palmillo, ambos en el valle de Tlacolula (Higelin et al. 2017), así como en Monte Albán (Márquez y González 2018). Para el Posclásico y época colonial (siglo XVI) esta práctica solo se ha documentado entre los mixtecos de Teposcolula Yucundaa, localizados en el antiguo atrio de la primera iglesia católica, donde restos esqueléticos de jóvenes, en su mayoría mujeres jóvenes, y niños fueron enterrados juntos (Spores y Robles 2007).
Sabemos que tanto el depósito de entierros debajo de los pisos de las casas como los entierros de mujeres junto con infantes son un patrón común en diferentes áreas de Oaxaca antes y durante el Posclásico (Higelin et al. 2017, King 2011, Lind y Urcid 2010, Martínez et al. 2014); lo que nos llama la atención es el espacio, ya que durante la época de contacto y la colonial los entierros se depositaban en cementerios, tal y como lo demuestra el atrio de Teposcolula (Spores y Robles 2007). Sin embargo, debido a los materiales de construcción encontrados y a la presencia de algunos objetos, interpretamos que el espacio donde se encontraron estos entierros fue debajo de una residencia de élite; lo anterior nos puede indicar que ciertas prácticas funerarias aún se trataban de conservar pese a la influencia de los españoles.
Entre los entierros descubrimos un total de 448 cuentas de vidrio y azabache, lo cual incluye cuentas completas y fragmentos de ellas. La mayoría se encontraron en dos grupos que estaban uno al lado del otro. Un grupo consistió en cuentas más grandes y elaboradas, mezcladas con otras más pequeñas y sencillas. El otro grupo solo contenía cuentas pequeñas y simples, incluso muchas cuentas en forma de “semilla” (denominadas “seed beads” en inglés). Con estas cuentas, también encontramos fragmentos de un broche de cobre y varias de ellas aún tenían pequeños fragmentos de hilo de algodón dentro de sus perforaciones; además cuatro doradas de vidrio verde estaban aún unidas. Probablemente las cuentas estaban todas ensartadas en una o dos piezas de joyería, como un collar, una pulsera o un rosario. No se asociaron restos directamente con estos depósitos, pero el estar arregladas en el suelo indica que se apilaron al lado del cuerpo enterrado. Sin embargo, se ubicaron fragmentos de dientes a 20 cm al oeste de las cuentas y se descubrieron fragmentos de huesos del Entierro 3 muy erosionados a 35 cm al suroeste. Justo al sur de las cuentas se encontró un malacate de cerámica (probablemente relacionado con el mismo entierro), que servían como una pequeña ofrenda de productos colocados con el individuo fallecido.
La mayoría de las otras cuentas se encontraron sueltas con los Entierros 1, 2 y 4, además de en el relleno entre el piso de la estructura y los entierros. Solo se encontraron dos tipos de cuentas de vidrio en las dos hebras descritas anteriormente, así como en otras partes de las excavaciones, las cuales corresponden a las cuentas de anillo translúcidas de violeta manganésica tipo 13 y tipo 6 descritas por Blair y colaboradores (2009). Es probable que las cuentas sueltas recuperadas del relleno sean el resultado de entierros más antiguos que fueron perturbados durante depósitos más recientes. Las cuatro cuentas asociadas al niño del Entierro 4 se encontraron agrupadas debajo de los dientes y fragmentos craneales; su ubicación indica que el niño pudo haber sido enterrado con un collar compuesto de una cuenta de grano, anillo de color azul cobalto (tipo 6, Blair et al. 2009), dos cuentas esféricas de color rosado opaco y una cuenta transparente en forma de barril. Aparte del Individuo 4, otros entierros también contaban con algunas cuentas asociadas. Debido a la posición de las cuentas, no se puede saber si éstas fueron colocadas sueltas o como una sola pieza de joyería. Otra posibilidad es que las cuentas hayan estado cosidas en la ropa, como era común en el periodo colonial temprano (Anawalt 1981, Deagan 2002).
Orígenes y trayecto de las cuentas de vidrio
Para clasificar las cuentas de vidrio encontradas en Majaltepec utilizamos el sistema desarrollado para las encontradas en contextos mortuorios en la Isla de Santa Catarina, Georgia (Blair et al. 2009). La misión española en la Isla de Santa Catarina operó de 1605 a 1680. 356 de las 448 (79.5%) cuentas de Majaltepec corresponden con los tipos identificados por Blair y colaboradores (2009); otras 37 cuentas están emparejadas tentativamente a la tipología. Solo 55 cuentas o fragmentos de cuentas encontradas en Majaltepec no corresponden a tipos de cuentas equivalentes de Santa Catarina.
El tipo de cuenta más común de la colección, que representa 39% (n=175) es el tipo 113 de Blair y sus colaboradores: una cuenta lobulada o bilobulada, opaca, hueca y blanca que probablemente se fabricaba en la región de Andalucía, España (Blair et al. 2009). Los métodos de producción utilizados en Andalucía se importaron del Medio Oriente, o posiblemente de Egipto, y dejaron de hacer este tipo de cuentas después del siglo XVII. El siguiente tipo de cuenta más común (n=88, 19.6%) es el de semillas, fabricadas en una variedad de colores diferentes, que muy probablemente tienen su origen en Venecia, Italia (Francis 2008). Las cuentas más llamativas son las 62 (13.8%) cuentas de vidrio verde que se cubrieron con hojas de oro. Si bien el chapado no está bien conservado, las cuentas aún parecen bastante hermosas debido a la decoración incisa del vidrio (Figura 4). Blair y colaboradores (2009) sostienen que estas cuentas probablemente se originaron en España porque solamente se les ha encontrado en contextos coloniales españoles.
Otros tipos de cuentas ayudan a refinar la cronología del sitio, aun las 38 que corresponden al tipo 18 de Blair y colaboradores. Estas cuentas azules y frágiles, producidas por el método a speo, se hicieron en Francia entre los años 1560 y 1750 dC (Hancock et al. 1994). En particular, con el análisis químico, esta cronología podría refinarse aún más por las distintas cantidades de cobre utilizadas en la fabricación antes y después de 1600 dC (Hancock et al. 1994; Kidd y Kidd 1983). Existe una cuenta en la colección de Majaltepec que corresponde al tipo 27: transparente, esférica y facetada de color amarillo profundo. Esta cuenta fue producida por el método a ferrazo en Venecia, el cual solo se utilizaba antes del año 1630 (Smith et al. 1994). También se encontraron dos cuentas de azabache, las cuales están asociadas con el Individuo 1 en el Entierro 2. Las cuentas de azabache alcanzaron su punto máximo de producción en Santiago de Compostela, España, entre 1534 y 1589 dC, aunque siguieron produciéndose tiempo después (Blair et al. 2009). Las cuentas de azabache también se produjeron en Mesoamérica y otras partes de América antes de la llegada de los españoles (Davis y Pack 1963); sin embargo, al parecer las cuentas de Majaltepec fueron importadas debido a su forma de barril facetado, que corresponde con el estilo de Santiago de Compostela.
Otras cuentas notables de Majaltepec incluyen dos de color verde translúcido, correspondiendo al tipo 92. Estas cuentas son las más grandes de la colección de Majaltepec con un tamaño de 20.6 mm de largo. Las cuentas son facetadas y en forma de lágrima. Entre las cuentas únicas de Majaltepec, existen 30 esféricas, opacas y de color marrón grisáceo, de materia prima desconocida. La pátina en estas cuentas indica que podrían ser de metal o de vidrio.
Los estilos de cuentas Nueva Cádiz y chevron eran notablemente ausentes en la colección de Majaltepec. Debido a que las cuentas de Nueva Cádiz se encuentran en sitios de las Américas y el Caribe con mayor frecuencia al principio que al final del siglo XVI (Smith y Good 1982), argumentamos que esto ayuda a establecer la fecha de los entierros a finales del siglo XVI. La ausencia de las cuentas de Nueva Cádiz en los contextos españoles en América corresponde a la reubicación de los vidrieros venecianos, muchos de los cuales eran familias judías que buscaban escapar de rigurosas políticas católicas a otras partes de Europa como los Países Bajos (Little 2010).
Las cuentas vítreas no se fabricaron localmente y hasta la fecha no se sabe de ningún lugar de producción de cuentas de vidrio en el México colonial temprano. Los vidrieros establecieron una famosa planta de fabricación de vidrio en Puebla en la década de 1530 a 1540 donde se produjeron artículos de vidrio para el uso local y la exportación. No obstante, no hay pruebas de que se produjeran cuentas (Deagan 2002). Parece más probable que las cuentas se produjeran en otras regiones del imperio comercial español, incluyendo varias partes de Europa (España, Venecia, Francia, etcétera), el Medio Oriente y China (Blair et al. 2009). Aún antes de salir de Europa, las cuentas de vidrio que se encontraron en Majaltepec eran ya artículos globales. Las cuentas que al parecer fueron hechas por artesanos venecianos se hicieron con a materiales locales de Venecia y con materiales importados de otras partes de Italia, Siria, Egipto, Creta, España y el sur de Francia (aunque existía una prohibición de importar algunos materiales de otras partes de Europa continental) (Verità 2013).
Por el éxito que habían tenido las cuentas de vidrio como regalo durante la época de contacto, los clérigos y conquistadores españoles llevaron estos artículos cuando entraron a nuevas áreas de Mesoamérica, entre ellas Oaxaca. Sabemos que en siglos posteriores las cuentas de vidrio se usaron como compensación en el sistema de repartimiento y como pago en situaciones de comercio obligatorio (Blair et al. 2009: 170). Nuestra hipótesis es que los clérigos dominicos trajeron cuentas a la región de Nejapa después de que establecieron ahí su doctrina en 1558. Las cuentas probablemente llegaron al territorio mexicano a través del puerto en San Juan de Ulúa, Veracruz, y viajaron por tierra a la Ciudad de México donde fueron adquiridas y redistribuidas (Blair 2015). Los registros de envíos españoles muestran que las cuentas llegaron a las colonias españolas en grandes cantidades, con más de tres millones de ellas traídas a México solo en el año 1592 (Deagan 2002: 120).
Otros bienes y prácticas adoptadas
En asociación con el Entierro 2, encontramos siete piezas rotas de lo que probablemente era una sola hoja de hierro y tres fragmentos de clavos de hierro forjado. Aunque estaban rotas, las piezas de la cuchilla y los clavos se encontraban juntos en el relleno que rodeaba el entierro, lo que sugiere que depositaron la hoja de hierro como una ofrenda funeraria y más tarde fue perturbada por el depósito de otros esqueletos. Si bien no podemos descartar la posibilidad de que los clavos llegaran al relleno por otros medios, también podrían haber sido asociados con un mango de la cuchilla de hierro, pero se encontraron ligeramente fuera de lugar debido a la mezcla. El mango se habría hecho de un material orgánico ahora descompuesto, como hueso o madera. Bajo las leyes suntuarias españolas, se prohibía la propiedad de las hojas de metal a menos que se obtuviera un permiso especial de la Corona española (Anawalt 1980; Rodríguez 2008) y, aunque se ha demostrado que los habitantes de Majaltepec obtuvieron permiso para otros productos españoles restringidos (ver a continuación), no está claro cómo se adquirió o usó este cuchillo antes de depositarlo como una ofrenda de entierro.
Dos de los edificios en Majaltepec están claramente influenciados por el diseño español y la técnica de construcción de adobe, la cual era común en otras partes del mundo colonial español, extendiéndose al norte hasta el suroeste de Estados Unidos (Bunting 1964, Edgerton 2001). Antes del contacto, la construcción de adobe fue común en Mesoamérica, incluyendo el sitio de Los Picachos (King et al. 2012) al igual que en España (Fernandes et al. 2010; Sebastián y Cultrone 2010). Los edificios de adobe en Majaltepec evidencian técnicas combinadas. Estos impresionantes edificios están construidos principalmente de adobe crudo, y su estilo y técnica los distingue de las demás estructuras. El edificio donde se ubica el entierro y las cuentas, se construyó utilizando bloques de adobe crudo sobre una plataforma de tierra en terrazas, pero no hay evidencia de que utilizaran una plataforma basal de piedra. Al menos una pared (la pared orientada hacia el sur) en su momento tenía una altura de 2 m y se construyó con dos tipos diferentes de adobe colocados en bandas horizontales, lo que creó el efecto visual de un patrón de rayas claras y oscuras. La altura y el estilo de construcción habrían dado al edificio un aspecto llamativo.
Partiendo desde la estructura de adobe rayada con dirección hacia el sur y hacia abajo, se ubica el edificio más grande en Majaltepec que tiene una base de piedra de múltiples cursillos con gruesas paredes de adobe crudo y al que los locales llaman Siete Cuartos. Interpretamos que la estructura fue la iglesia de Majaltepec, la cual tiene adjunto un atrio cerrado, una entrada formal con escaleras que conectan el atrio con la iglesia y bancas interiores estucadas. La entrada formal tenía una escalera ancha construida con montantes y losas de piedra, así como vigas de madera que probablemente sirvieron como una jamba de puerta formal que en algún momento pudo haber soportado un dintel. El atrio o patio rectangular cerrado colinda con el edificio en ese lado, similar a otros antiguos cementerios españoles. El edificio principal es similar a otras iglesias de la época colonial temprana con una posible nave y claustro rodeado de habitaciones (Baird Jr. 1962; Fernández 2009; Mullen 1997). Al igual que en otras partes de Oaxaca y México, podría darse el caso que los servicios se llevaran a cabo al aire libre en el atrio para dar cabida a la población del pueblo (Early 2001; Edgerton 2001). En la parte occidental de Siete Cuartos, existe un patio o claustro interior con habitaciones pequeñas adjuntas, que podrían haber servido como oficinas pequeñas, almacenes o cuartos para el clero visitante. Las fechas de radiocarbono casi idénticas entre Siete Cuartos y la estructura con líneas de adobes de colores alternados sugieren que estos edificios eran contemporáneos.
Los otros dos artículos importados en Majaltepec son la porcelana vidriada/ mayólica y los animales domésticos. La cerámica está representada por dos pequeños fragmentos no diagnósticos encontrados durante la excavación en ambos edificios de adobe y coincide con la escasez relativa de otros tipos más comunes de cerámica en todo el sitio. Los residentes nativos de Majaltepec solicitaron y se les otorgó permiso en 1576 para tener caballos y mulas para llevar sus productos; en 1590 y 1591, respectivamente, a Bernardino Vásquez, “cacique gobernador de Maxaltepec de los Mixes”, se le otorgó una estancia de ganado menor (ovejas y chivos) y un caballo con silla y herraduras (King y Konwest 2019). No se ha recuperado ningún resto de caballos, mulas u otros animales pequeños en las excavaciones arqueológicas de Majaltepec.
Discusión y conclusión
Los misioneros católicos de España y Portugal buscaron incorporar a los pueblos de América a través de sus redes comerciales (Romano 2014), y sus experiencias colectivas del trabajo previo y concurrente en Asia y África justificaron su trabajo en el nuevo mundo. A la llegada a México, las misiones globales de los dominicos eran menos extensas que las de sus rivales jesuitas, ya que los dominicos estaban más preocupados por unir las órdenes católicas existentes y defenderse de la reforma protestante en Europa (Vose 2013). Un número limitado de dominicos lideró misiones en el suroeste y el centro de Asia en los siglos XVI y XV (Marsh-Edwards, 1937). Al igual que en América, la conversión y el trabajo espiritual de los obispos y frailes dominicos estaban íntimamente ligados a los intereses económicos a fines del siglo XVI en el sureste asiático (Filipinas y Malasia) (Andaya 2010) y en África (Levi 2009). En el caso del sureste asiático, los españoles aprovecharon la oportunidad para intercambiar cuentas producidas en China, algunas de las cuales llegaron a América (Francis 1991).
A su vez, los españoles trataron de convertir al catolicismo a los habitantes locales inmediatamente a su llegada, influir en sus prácticas relacionadas con la muerte fue un aspecto importante para el control colonial (Tiesler y Zabala 2010). Las autoridades españolas trabajaron para subrayar dos reglas principales sobre los derechos funerarios. La ley colonial promulgada en las primeras décadas en México establecía que los cristianos debían ser enterrados en una iglesia o en un área consagrada que rodea directamente al cementerio. Una segunda regla mencionaba la ausencia de objetos funerarios (incluso la ropa) ya que muchos cuerpos fueron enterrados con un vestido muy simple o envueltos con un paño liso (Harvey et al. 2017; Klaus y Álvarez 2017). De acuerdo con la doctrina dominica, los cleros dominicos prohibían enterrar a sus difuntos con cualquier artículo para ofrendarlos, a excepción de los rosarios (Blair et al. 2009; Deagan 2002).
Hay pruebas del cumplimiento de estas reglas en Oaxaca. Por ejemplo, en el cementerio colonial temprano en la comunidad de Teposcolula Yucundaa, la mayoría de los difuntos indígenas fueron enterrados sin ofrendas a diferencia de las prácticas prehispánicas (Spores y Robles García 2007; Warinner et al. 2012). Sin embargo, en el Entierro I-15 se halló a una mujer de entre 32 y 35 años de edad a la muerte, nominada como la cacica, enterrada bajo el atrio de la iglesia dominica entre los años 1535 y 1550 dC con más de 70 000 objetos ofrendados, los cuales, son todos materiales producidos localmente (Roldán et al. 2014). Si bien los entierros del Individuo I-15 en Yucundaa y el Entierro 1 en Majaltepec ocurrieron con solo unas décadas de diferencia durante el periodo de contacto temprano, observamos distintas formas de adaptación cultural entre lugares diferentes, posiblemente debido a los diferentes grupos étnicos indígenas, el nivel directo de influencia española, entre otros factores. Las cuentas que acompañaron los entierros en Majaltepec fueron enterradas de diversas maneras, incluyendo: piezas completas de joyería colocadas junto a los cuerpos, cuentas quizá tejidas en la ropa y cuentas individuales colocadas con los cuerpos. La presencia de las cuentas de vidrio, junto con otras presuntas ofrendas así como el cuchillo de metal y un malacate de cerámica, demuestran que los indígenas de Majaltepec estaban usando artículos recién introducidos como ofrendas para enterrar a sus difuntos, en contra de la política dominica.
En otras partes de América, con la llegada de los españoles, las prácticas funerarias cambiaron de manera única en función de las tradiciones locales, la proximidad al clero católico y muchas otras variables relacionadas con las costumbres españolas. En Oaxaca (Warinner et al. 2012), en el mundo maya (Harvey et al. 2017, Tiesler y Zabala 2010), en la Florida española (Blair et al. 2009) y en Perú (Klaus y Álvarez 2017), la influencia colonial española se ve reflejada en las nuevas costumbres funerarias de los pueblos indígenas locales al enterrar a sus difuntos alrededor y dentro de las iglesias, a diferencia de los pobladores de Majaltepec. En resumen, Majaltepec es uno de los muchos pueblos indígenas que trataron de continuar con sus costumbres funerarias al dejar variadas ofrendas a sus difuntos, ya sea en cantidad o tipo. La Isla de Santa Catalina es particularmente notable por las casi 70 000 cuentas, la mayoría de vidrios importados, que apenas habían pasado por alto el clero español (Blair et al., 2009).
Los contextos en los que se encuentran las cuentas y el metal en Majaltepec demuestran que eran elementos valiosos y ritualmente importantes (cf. Pugh 2009). La incorporación de objetos españoles recién adquiridos en la práctica ritual indígena también ocurrió en otros lugares de Mesoamérica. Por ejemplo, las personas de la élite maya del siglo XVI en Chanlacan utilizaron fragmentos de tarros de aceitunas españolas para representar al alma y luego usaron en el altar el tarro de olivas importado de manera similar a otros productos exóticos y prestigiosos de los mayas (Oland 2017). Los residentes de Majaltepec adoptaron y adaptaron nuevos materiales, específicamente las cuentas de vidrio y los objetos de metal importados dentro de las lógicas existentes de la práctica diaria (King y Konwest 2019).
Los residentes de Majaltepec enterraron a sus muertos debajo del piso de edificios con ofrendas funerarias, de manera similar a las prácticas prehispánicas en otras partes de Oaxaca. La persistencia de dichos entierros junto con el uso continuo de ofrendas que incluían cuentas de vidrio recién adquiridas de Europa y hojas metálicas sugiere que, a pesar de la presencia dominica y la imposición del catolicismo, existían límites para la supervisión española (King y Konwest 2019). El edificio bajo el que se encontraron los entierros representa un compuesto de las tradiciones y técnicas de construcción locales y españolas. En el periodo dinámico y rápidamente cambiante a principios del siglo XVI, los entierros en Majaltepec representan una combinación particular de costumbres, materiales e ideas españolas, pero también indígenas y globales.