El quiebre que planteaban era brutal. La física ya no debía preocuparse de la realidad, sino de lo que podemos decir sobre la realidad. Los átomos y sus partículas elementales no compartían el mismo ser que los objetos de la experiencia cotidiana. Viven en un mundo de potencialidades, explicó Heisenberg: no son cosas, sino posibilidades. La transición de lo «posible» a lo «real» solo ocurría durante el acto de observación. Por ende, no había ninguna realidad cuántica que existiera de forma independiente. Medido como una onda, un electrón aparecería como tal; medido como una partícula, tomaría esa otra forma.
La pregunta por la correspondencia entre la realidad objetiva y la percepción subjetiva es un problema clásico del conocimiento científico, particularmente importante para la sociología y, en especial, para los estudios de estratificación social. Como sostiene Hout, la clase social es la respuesta a una pregunta, pero ¿qué sucede si las respuestas de la sociología y las respuestas del sentido común difieren entre sí al hablar de la estructura social? ¿Cómo es que los diagnósticos, indicadores y estadísticas del conocimiento sociológico dialogan, refuerzan o entran en conflicto con experiencias subjetivas en la población? (Kessler, 2019).
Desde hace más de una década se ha sostenido, sobre todo a partir de sondeos de opinión, la idea de que entre el 70% y el 80% de la población se considera a sí misma parte de la clase media (Castillo; Miranda, & Cabib, 2013; Grimson, 2015). Esta difundida “distorsión cognitiva” sobre la estructura social ha sido explicada por múltiples factores: discursos ideológicos, transmutación simbólica, tendencias aspiracionales o disponibilidad heurística. Sin embargo, una mirada más detenida sobre los datos nos lleva a revisar ese apresurado acuerdo y a desmenuzar algunas de sus implicancias metodológicas.
Comprender el modo en el que las personas asumen posicionamientos subjetivos de clase va mucho más allá de medir su error o precisión al tomar como parámetro el diagnóstico del sociólogo especialista. Implica construir hipótesis sobre el sentido que hacen dichas identificaciones, las relaciones objetivas que las sostienen, pero también las tradiciones e imágenes mentales que movilizan.1 Interpretar los procesos de identificación subjetiva de clase resulta central para comprender procesos de aparente “discordancia” entre intereses objetivos y preferencias políticas, crisis de representación y malestares ciudadanos más amplios.
El objetivo de este artículo es construir modelos explicativos sobre los posicionamientos subjetivos de clase social en Argentina, que aporten nueva evidencia a este campo de estudios y definan líneas de investigación posibles, considerando el devenir histórico de este fenómeno en nuestra región. Para reconstruir las tendencias históricas en cuanto a estatus social subjetivo para Argentina y comparar el arreglo entre la dimensión objetiva y subjetiva de la clase social con otros países de la región, nos basamos en los datos de la Encuesta Mundial de Valores (World Values Survey). Por otra parte, la construcción de modelos estadísticos sobre posicionamientos subjetivos de clase que aquí presentamos se basa en datos de la Encuesta Nacional sobre la Estructura social de Argentina y Políticas públicas durante la pandemia por Covid-19 (ESAyPP/PISAC-Covid19) relevada en la Argentina urbana entre octubre y diciembre de 2021.
El trabajo parte del reconocimiento de algunas vacancias fundamentales en este campo de estudios: la relativa escasez de 1) reflexiones metodológicas sobre los sistemas de clasificación en los instrumentos de recolección de datos cuantitativos sobre la dimensión subjetiva de las clases sociales o posicionamiento subjetivo de clase; 2) exploraciones sobre la dimensión temporal y comparativa a nivel regional del posicionamiento subjetivo de clase, y 3) la incorporación de nuevos factores explicativos en el análisis, asociados pero no estrictamente relativos a la clase social (como la informalidad laboral, la rama de actividad, la afiliación sindical y las ideologías políticas).2
Estas aclaraciones no eximen la asunción del carácter acotado del abordaje y de las limitaciones metodológicas que implica: construir análisis y explicaciones tomando una sola variable objetivo de la base de datos en cuestión. Esto implica que las interpretaciones sobre la significación de los posicionamientos subjetivos de clase, los principios cognitivos involucrados y los sentidos movilizados, requieren de mediaciones y formulación de hipótesis de trabajo para líneas de investigación en el futuro. Nuestra indagación está concentrada en la identificación y el análisis multidimensional de factores explicativos sobre los posicionamientos subjetivos de clase con base en fuentes y herramientas de procesamiento estadístico de datos.
Los hallazgos fundamentales de nuestro estudio pueden resumirse en dos puntos: 1) Esta investigación aporta evidencia para hablar de un grado razonable de correspondencia objetiva entre posición de clase a nivel estructural y clase social subjetiva (Elbert, 2020; Jorrat, 2012; Maroto; Brown, & Durou, 2023), por lo que entendemos a los procesos de distorsión cognitiva (Castillo et al., 2013; Grimson, 2015; Jackman, & Jackman, 1973) como una tendencia subsidiaria y no determinante del modo en el que las personas perciben su posición en la estructura social. 2) El estudio también aporta evidencia sobre la importancia de las imágenes culturales en tanto indicadores de nitidez, visibilidad e institucionalización del sistema de estratificación social en Argentina (Germani, 2010 [1963] ), en detrimento de las expectativas por encontrar autopercepciones de clase fundadas en criterios relativos y relacionales, homólogos a los que aplica la sociología en los estudios de estratificación.
El artículo comienza con una revisión de los debates teóricos en torno al posicionamiento subjetivo de clase. Luego presenta el diseño metodológico y las fuentes de nuestro estudio. Posteriormente muestra la evolución histórica y una comparación regional de las identidades subjetivas de clase social y la construcción de modelos de regresión logística para identificar los factores explicativos del posicionamiento subjetivo de clase en nuestro país. Finalmente, desarrollamos algunas reflexiones centradas en la problemática del arreglo objetivo entre clase social y su representación subjetiva, y recuperamos asociaciones relevantes para construir explicaciones más complejas atendiendo a las vacancias antes identificadas en este campo de investigación.
Debates en torno al posicionamiento subjetivo de clase
Las indagaciones sociológicas sobre la dimensión subjetiva de la clase social se remontan a las discusiones marxianas en torno a la conciencia de clase y su relación con el ser social (Marx, 1975). En términos genéricos podemos hablar de posicionamiento subjetivo de clase como el conjunto de percepciones de los agentes sobre la propia posición ocupada en la estructura social, o bien, como las formas del procesamiento subjetivo de la clase social. Los diversos usos conceptuales asociados a perspectivas teóricas distintas -que van desde la noción de estatus social subjetivo (Davis, 1956), pasando por el concepto de autoafiliación (Germani, 2010[1963]), hasta el de identidad de clase (Elbert, 2020; Jorrat, 2008; Kluegel; Singleton, & Starnes, 1977) y el de autoenclasamiento (Assusa, & Mansilla, 2019; Bourdieu, 2019)-, no han instalado carriles estancos de discusión, sino que sus entrecruzamientos, consensos y problemas metodológicos han sido ampliamente confluyentes. Como sostienen Merenson et al. (2022), la autoidentificación de clase constituye un proceso multidimensional, histórico, que articula grupos ocupacionales con universos morales: “Captarlas implica registrar e incorporar al análisis las prácticas, los sentidos y las percepciones nativas que tensionan, afirman o disputan las caracterizaciones estructurales, considerando su historicidad y situacionalidad” (2022, p. 10). Como sostuvimos previamente, el propósito de este artículo es mucho más modesto: nuestro objetivo es identificar y caracterizar esas “constelaciones de factores” que explican las grandes tendencias en materia de posicionamiento subjetivo de clase, para así proponer hipótesis de trabajo que nos permitan indagar a futuro, con estrategias metodológicas complementarias, las significaciones de esas categorías en contextos históricos y situacionales particulares.
Como señala Durán (1996), la pregunta por el posicionamiento subjetivo de clase involucra, a la vez, una serie de dimensiones que van desde el formato más explícito del “ser” social, asociado a la pertenencia y la identidad de clase fuerte, pasando por expresiones más coyunturales como el “estar” o el “sentirse” en una clase social, más ancladas en caracterizaciones coyunturales y disparadas por procesos de cambio y movilidad social -recordemos, por ejemplo, la tendencia a la permanencia o histéresis del habitus de clase en la teoría de Bourdieu (2008)-. Como señala la autora, las investigaciones han tendido a privilegiar un enfoque sobre la dimensión del “ser”, mientras que el “sentir” o “sentimiento de clase” probablemente podrían aportar nuevos elementos a las zonas más estancas de este campo de investigación (Durán 1996).
Ahora bien, ¿cómo generamos datos sobre estas percepciones? O, en términos más específicos, ¿cómo se ha preguntado en el campo académico sobre esta cuestión?3 Entre las fuentes estadísticas conocidas, existen dos grandes modos de formular preguntas para producir datos sobre esta dimensión. Tomaremos como ejemplo las disponibles en la Encuesta Nacional sobre la Estructura Social (ENES)4 y la ESAyPP/PISAC-Covid19, aunque entre cuestionarios existan sutiles variaciones en su formulación.
Volviendo al presente y a su persona, ahora quisiera hacerle algunas preguntas sobre su posición social: ¿Dónde se ubicaría usted en la siguiente escala de posiciones sociales, que va de 1 (lo más bajo) a 10 (lo más alto)? (ENES). |
¿Se considera usted a sí mismo como perteneciendo a una clase social? ¿Qué clase sería...? (ESAyPP/PISACCovid19): |
Clase baja | Clase obrera | Clase trabajadora (dependiendo del relevamiento) | Clase media baja | Clase media | Clase media alta | Clase alta |
Habría modos relativamente clásicos de indagar analíticamente en esta cuestión: ¿cómo perciben las personas el lugar que ocupan en la estructura social? ¿Esta percepción está formada por la posición que (objetivamente) ocupan en la estructura social? ¿Está condicionada por otros elementos o factores como la ideología política? (Evans; Kelley, & Kolosi, 1992). Esta modalidad canónica de interrogarse sobre el posicionamiento subjetivo de clase ha instalado un escollo metodológico e interpretativo, también, relativamente común y problemático para la perspectiva de una sociología reflexiva en el sentido que le asigna a este término la teoría de la práctica (Bourdieu, 2008, 2019). Llamaremos a este problema la expectativa de arreglo objetivo. En otras palabras, el acuerdo asentado en torno a que resulte esperable que la mayoría de la población se autoperciba en la posición que efectivamente -es decir, que sociológicamente- ocupa. Tanto Jorrat (2008) como Elbert (2020) sostienen que una amplia mayoría de la población se autopercibe con un grado razonable de correspondencia objetiva. De hecho, este último autor ubica el arreglo en alrededor de un 70% de los encuestados. Otras investigaciones, como la de Durán (1996), señalan que un 60% de correspondencia es insuficiente para hablar de un arreglo objetivo.
Más allá de la cuestión del volumen y la medida de la coincidencia, otros enfoques -que arrastran epistemológicamente el “supuesto del espejo” (Orellana; Maldonado, & Castillo, 2015)- han concentrado esfuerzos en explicar las denominadas “distorsiones” cognitivas. Para los parámetros de Elbert (2020), por ejemplo, esto implicaría caracterizar ese 30% de los encuestados que se autopercibe “por encima” o “por debajo” de lo que indica su posición objetiva. La búsqueda de explicaciones en esta línea ha informado buena parte de los conceptos, hipótesis e interpretaciones sobre esta cuestión: desde las nociones más clásicas como la “falsa conciencia” marxiana-lukacsiana, hasta formulaciones más contemporáneas como la de conciencia dividida (Castillo et al., 2013; Puga, 2011), divergencia cognitiva (Grimson, & Roig, 2011), inconsistencia posicional (Araujo, & Martuccelli, 2011), entre otras.
¿A qué fenómenos o tendencias responden esos intentos de explicación? Tomemos como ejemplo el caso argentino. Hace años distintas investigaciones vienen señalando que los valores modales de estas variables (posicionamiento subjetivo de clase) se ubican en las categorías centrales de cada una de esas escalas y que, como resultado, más del 70% de la población se autopercibe en alguna de las categorías correspondientes a la clase media -en un sentido amplio- (Assusa, & Mansilla, 2019; Grimson, 2015; Maceira, 2018. Esta presentación de la cuestión es ampliamente discutible. ¿Corresponde agrupar a la clase media-baja con la clase media, teniendo en cuenta la significación del adjetivo “baja” en contextos nacionales particulares? (Elbert, 2020). ¿Qué implica en términos metodológicos este reagrupamiento de categorías operadas por el analista, que “corrige”, en cierta forma, las elecciones de los encuestados? (Durán, 1996).
El debate sobre por qué la mayor parte de la población se considera a sí misma de clase media ha encontrado, además, resonancia en las tendencias de otros y ha dialogado con una larga discusión de corte teórico en los estudios sobre estratificación en el siglo XX, que han captado conceptualmente los sectores medios como “posiciones contradictorias” (Wright, 1992) cuya liminalidad posicional objetiva podría influir en el aparente carácter ambivalente o distorsivo de su posicionamiento subjetivo de clase (Elbert, 2020). En este sentido, la hipótesis más fuerte para explicar la sobredimensión de las clases medias en el estatus social subjetivo es la de la disponibilidad heurística, grupo de referencia o muestreo subjetivo, proceso a partir del cual las personas tienden a considerarse a sí mismas como una especie de punto intermedio basado en una experiencia (generalizada) de sociabilidad relativamente cerrada y homogénea, entre semejantes (Castillo et al., 2013; Evans et al., 1992; Jorrat, 2008). Como sostiene Durán (1996), la afiliación en la clase media tiene menos que ver con la ubicación en el centro de la pirámide social y más con la creencia de vivir y experimentar una suerte de “promedio” de situaciones múltiples y cambiantes, los encuestados mismos o sus semejantes.
Esta hipótesis, por su parte, funciona de manera complementaria o bajo el supuesto de otros procesos significativos, como la fragmentación social y el abismo de empatía que formatea estas experiencias de sociabilidad homogénea (Bayón, 2015; Sachweh, 2012), las transformaciones en la estructura del empleo con preminencia en el sector de servicios y los cambios en el discurso político a finales del siglo XX (Jones, 2012), o incluso el supuesto “aburguesamiento” del proletariado en la segunda mitad del siglo XX (Goldthorpe; Lockwood; Bechhofer, & Platt, 1971).
Por otro lado, existen investigaciones que, enfocadas en la hipótesis de arreglo objetivo, han señalado la coherencia entre posición objetiva y posicionamiento subjetivo de clase, a la vez que la relevancia de otras categorías como la de “clase obrera”, con porcentajes muy cercanos a los de la “clase media” en Argentina. Para Elbert (2020), por ejemplo, mientras que esta última concentra el 47% de los encuestados, la clase obrera concentra el 41%. Esta relativa paridad entre categorías se da a costa de sostener un agrupamiento estricto de la clase media, sin incluir la categoría “media-baja” en el sistema de clasificación. Debates equivalentes se dan en torno a qué modalidades de la self-anchoring scale deberían reagruparse e incluirse en los análisis sobre pobreza subjetiva: del 1 al 4, al 3 o al 2 (Kessler, 2019).
Al proveer de una imagen concreta y con contenido simbólico singular, las categorías sustanciales de clase tendrían, a priori, mayor capacidad de movilización que las categorías relacionales. Mientras que Durán (1996) sostiene esto en torno a la clase obrera para España, habría que preguntarse si, por su historia sociológica singular, la categoría de “clase media” constituye una clasificación relacional o sustantiva para Argentina (Adamovsky, 2012).
En la misma línea, la cuestión idiomática parece central para la categoría de clase obrera, working class en inglés. Mientras que algunos autores señalan los problemas metodológicos que acarrea la politización del término (Evans et al., 1992), para nuestro contexto nacional es vital analizar con mayor profundidad el lugar del “trabajo” como categoría, signo e imaginería central para los procesos de identificación de clase (Assusa, 2019, 2020). Por otra parte, otros estudios han señalado la centralidad de los valores del trabajo y el esfuerzo en los procesos de legitimación de las desigualdades (Grimson, 2015), por lo que es esperable que su ámbito de influencia simbólica se expanda también a la del posicionamiento subjetivo de clase.
En este punto es importante señalar que las tendencias globales deben observarse a la luz de los contextos particulares de cada región y país. Jorrat (2012) señala, por ejemplo, la excepcionalidad argentina en torno a la preeminencia de la categoría de “clase media”, mientras que en sociedades como la británica la preminencia pasa a la categoría de “clase obrera”, asociada en esos contextos a dinámicas de sociabilidad estable, institucionalizada y comunitaria y a fuertes sentidos de orgullo y pertenencia (Cobb, & Sennett, 1972; Jones, 2012).
En el mismo sentido, Kessler (2019) muestra cómo las autoafiliaciones en las categorías más bajas de la escala (pobreza subjetiva) aumentan en las sociedades de Centroamérica en relación a las de países del cono sur debido, fundamentalmente, a las fuertes divergencias entre sus estructuras sociales. En la misma línea, Marqués Perales, & Rodríguez de la Fuente (2024) han planteado que el nivel de riqueza de los países o el grado de pobreza, en tanto indicadores absolutos del bienestar material, funcionan como mejores predictores contextuales del estatus subjetivo que otros indicadores relativos como el coeficiente de Gini o el porcentaje de participación de determinados deciles en el total del ingreso.
Este conjunto de investigaciones, sin embargo, y particularmente la perspectiva del arreglo objetivo que adoptamos provisoriamente para desarrollar nuestro estudio, deja en las sombras, por un lado, el modo en el que las identidades subjetivas de clase funcionan como puente analítico (CEPAL, 2010), es decir, cuando articulan dimensiones no sólo de la estructura social (en términos objetivos), sino también en calidad de categoría sintética de percepciones sociales, de la desigualdad general, de la evaluación política y económica situacional, y del malestar subjetivo en un sentido global (Assusa, & Kessler, 2021; Assusa, & Mansilla, 2019). También desarrolla poco los procesos del trabajo de representación (Bourdieu, 1989) o la pedagogía de las imágenes de clase (Durán, 1996), fundamentalmente asociadas a las prácticas de consumo, el mercado de masas y al discurso mediático, algo sobre lo que no profundizaremos en este artículo por el tipo de abordaje que planteamos para el estudio.
En este marco, identificamos algunas vacancias a las cuales pretende aportar el presente trabajo. En primer lugar, no abundan las reflexiones metodológicas sobre las diferencias entre los sistemas de clasificación y sobre el carácter sustancial (identidades colectivas autorreferenciales, como las de clase obrera o clase trabajadora) o relacional (ordinal, como las de clase alta, media o baja) de las categorías.5 Esto resultará central en nuestro análisis, sobre todo al considerar los imaginarios movilizados subterráneamente por modalidades como clase media, clase obrera o clase trabajadora.
En segundo lugar, encontramos que la dimensión temporal o histórica no ha ocupado un lugar preponderante en los análisis sobre la identidad subjetiva de clase, con algunas salvedades en los trabajos basados en las distintas olas de la International Social Survey Programme (ISSP). En nuestro caso, la incorporación del origen social de clase como un predictor de los modelos planteados es un aporte en esta dirección, como así también la reconstrucción de instrumentos con información relevante en Argentina a finales del siglo XX y lo largo de todo el siglo XXI.
Finalmente, la incorporación de factores explicativos asociados a las posiciones de clase, pero al mismo tiempo difundidos en regiones amplias de la estructura social (como la informalidad laboral, la rama de actividad, la afiliación sindical y las ideologías políticas) -predictores que incorporamos en nuestros modelos-, pueden resultar aportes de peso para encontrar nuevos elementos explicativos para abordar los difundidos problemas de inconsistencia posicional en nuestras sociedades contemporáneas.
Diseño metodológico
La presente investigación se basa en un diseño cuantitativo. Los datos utilizados surgen de la ESAyPP/PISAC-Covid19 relevada en la Argentina urbana entre octubre y diciembre de 2021 (Dalle, & Di Virgilio, 2022).
En dicha encuesta se ha recabado información de hogares y personas mayores de 18 años residentes en localidades argentinas de más de 50 mil habitantes. La muestra es de tipo probabilística, estratificada y por conglomerados, y cuenta con 5.239 casos. Dicha fuente nos permite abordar la relación entre el posicionamiento objetivo y subjetivo de clase, a partir del control de factores sociodemográficos, laborales, políticos y de origen social, lo que configura el universo de estudio de la población económicamente activa.
Por otro lado, para el análisis descriptivo introductorio, acudimos a la Encuesta Mundial de Valores (World Values Survey, WVS), ya que aborda el posicionamiento subjetivo de clase, en forma estandarizada a lo largo del tiempo y de los países, por medio de una clasificación relativamente similar a la presentada en la ESAyPP. En este sentido, dicho relevamiento permite el seguimiento de la posición de clase subjetiva en Argentina entre 1995 y 2017, así como la comparación en una selección de países (Brasil, Chile, Ecuador, México, Perú y Uruguay) de la séptima ronda de la encuesta, que comenzó en 2017 y finalizó en 2022. Por otro lado, para tener una representación de la estructura de clase objetiva acudimos a los datos de diversas encuestas de hogares nacionales que cuentan con variables socio-ocupacionales estandarizadas. Se buscó que los años de los relevamientos seleccionados de las encuestas de hogares de cada país coincidieran con los años de relevamiento de la WVS. En la tabla 1, se identifican las encuestas utilizadas.
País | Encuestas de hogares | Año |
Argentina | Encuesta Permanente de Hogares (EPH) – Total urbano | 2017 |
Brasil | Pesquisa Nacional por Amostra de Domicílios Contínua (PNADC) | 2018 |
Chile | Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN) | 2017 |
Ecuador | Encuesta Nacional de Empleo, Desempleo y Subempleo (ENEMDU) | 2018 |
México | Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) | 2018 |
Perú | Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO) | 2018 |
Uruguay | Encuesta Continua de Hogares (ECH) | 2022 |
Fuente: Elaboración propia.
En cuanto a la clasificación de clase objetiva, se utilizó el esquema EGP (Erikson, & Goldthorpe, 1992) en una versión agregada de seis categorías (véase tabla 2). Al mismo tiempo, se tuvieron en cuenta las consideraciones planteadas por Solís (2016, p. 38), para el caso latinoamericano, de incluir a los trabajadores por cuenta propia de baja calificación (vendedores callejeros y de puestos de mercado, vendedores ambulantes, peones, guardias, etc.) en la clase de trabajadores manuales de baja calificación (VII).
EGP 10 clases | EGP 6 clases | ||
I | Profesionales (superiores), mánagers y propietarios de grandes establecimientos | ||
II | Profesionales (inferiores), mánagers de pequeños establecimientos, técnicos (superiores) y supervisores de trabajo no manual | I+II | Clase de servicios |
IIIa | Trabajadores rutinarios (oficinistas y administrativos) | III | Clase de servicios |
IIIb | Trabajadores rutinarios (ventas y servicios) | ||
IVac | Pequeños propietarios con empleados (agrícolas y no agrícolas) | IVac | Pequeña burguesía |
IVb | Pequeños propietarios sin empleados (calificados) | IVb | Trabajadores independientes calificados |
V | Técnicos inferiores, supervisores de trabajo manual | V+VI | Trabajadores manuales calificados |
VI | Trabajadores manuales calificados y semicalificados | ||
VIIa | Trabajadores manuales no calificados | VII | Trabajadores manuales no calificados |
VIIb | Trabajadores agrícolas |
Fuente: Elaboración propia con base en Erikson y Goldthorpe (1992).
Resultados
Tendencias generales sobre el posicionamiento subjetivo de clase
Existe una serie de relevamientos que estudian y han estudiado al posicionamiento de clase subjetiva en Argentina. Descartando a aquellos sondeos de opinión realizados con frecuencia en la sociedad y que tienen como destino la discusión en los medios de comunicación sobre el crecimiento o la reducción de las clases medias, los relevamientos por encuesta generalmente utilizados en los ámbitos académicos pueden ser organizados en dos grupos. Por un lado, las encuestas internacionales o regionales, como la Encuesta Mundial de Valores (WVS), el Latinobarómetro, Barómetro de las Américas (LAPOP) o las encuestas del Programa Internacional de Encuesta Social (ISSP), son instrumentos con cierta continuidad en el tiempo, estandarizados y con capacidad comparativa. Por el otro, contamos con encuestas nacionales de hogares, que si bien presentan la ventaja de brindar datos más acordes para el estudio de las heterogeneidades de la población del país, no tienen una continuidad regular en el tiempo y no siempre sus variables permiten una comparabilidad directa con otros relevamientos.
Antes de abordar la cuestión de los condicionantes en el posicionamiento subjetivo de clase en Argentina, a modo de contextualización, nos formulamos dos preguntas. ¿Cómo ha variado en el país en los últimos años la distribución de clase subjetiva en la población? ¿Qué diferencias observamos en la región en dicho indicador social tanto a nivel subjetivo como objetivo? Para responder a estos interrogantes, partimos de la WVS, que mide el posicionamiento de clase en forma estandarizada a lo largo del tiempo.
El gráfico 1 da cuenta de la evolución de la autopercepción de clase desde 1995 hasta 2017 para Argentina. Una primera cuestión por rescatar es que el sistema clasificatorio de clase social combina tanto criterios gradacionales como relacionales de posición: mientras que cuatro de las posiciones denotan un orden (alta, media-alta, media-baja y baja), la categoría de clase trabajadora irrumpe sin poder ser ubicada, en un primer momento, dentro del gradiente. Asimismo, hay una ausencia de la categoría “clase media”, por lo que es probable que muchos de los encuestados que se identifican con ésta lo hagan con la clase media baja. Con esta salvedad, se observa una tendencia de caída en la frecuencia de las categorías de clase media en la década de 1990, y una reversión en las últimas olas (fundamentalmente entre 2006-2013).
Al recurrir a los estudios de estructura de clases que han analizado tendencias a largo plazo (Sacco, 2019), se observa que hacia fines de la década del noventa, producto de la desregulación del mercado de trabajo, encontrábamos un crecimiento de los estratos autónomos y marginales de la clase obrera, aunque también de la clase media. En este sentido, esos segmentos en crecimiento podrían haberse identificado con lo que en el relevamiento se ha medido como clase trabajadora y baja. En contraposición, durante gran parte de la primera década del 2000, los estudios muestran una recomposición de la clase trabajadora calificada y de la clase media inferior (Chávez Molina, & Rodríguez de la Fuente, 2023; Palomino, & Dalle, 2012), junto con un crecimiento real de los ingresos y del consumo, lo que podría explicar el crecimiento de la identificación con la clase media-baja en detrimento de la trabajadora. Para 2017, luego de considerar tanto a la media-alta como a la media-baja, las posiciones de clase media incluían casi al 60% en la población.
El gráfico 2 muestra la distribución, para los países seleccionados, del posicionamiento subjetivo de clase, de acuerdo con la clasificación utilizada en la WVS, y de la estructura social objetiva de cada país, siguiendo el esquema EGP. En términos regionales y relativos, Argentina se posicionaba en 2017 como uno de los países con menores niveles de pobreza y de concentración de ingresos,6 con una estructura de clase similar a la brasilera y la uruguaya, en contraposición a la forma que asume la estratificación en Chile (polarización) o en Perú (alta proporción de clase baja).
Fuente: Elaboración propia con base en WVS - onda 7 (clase subjetiva) y a encuestas de hogares nacionales (clase objetiva).
A partir de los datos más actualizados de la WVS, encontramos que los países presentan también imágenes subjetivas diferenciadas de la estructura social. Mientras que los casos de Argentina, Ecuador, México y Perú muestran que la población se posiciona con mayor peso en la clase media-baja, superando en todos los casos el 40%, tanto en Uruguay como en Chile y Brasil la clase trabajadora asume un mayor protagonismo relativo, con un 42%, 38% y 32% de los casos, respectivamente. Si se observan los extremos, Ecuador aparece como el país con mayor autoposicionamiento en la clase media-alta (23%), mientras que en Brasil 1 de cada 3 personas encuestadas se considera de clase baja. De este modo, podemos decir que con las limitaciones y diferencias que ambos sistemas clasificatorios (subjetivo y objetivo) presentan, no existe una correspondencia uniforme entre la estructura de clases de cada país y el auto posicionamiento que las personas asumen.
Hecho este breve diagnóstico, parece necesario poner entre paréntesis y en contexto una suerte de acuerdo tácito formado en parte de la academia y, frecuentemente, en los medios de comunicación, en torno a la idea de que gran parte de la población se identifica con la clase media (Grimson, 2015; Jorrat, 2012): recordemos, por ejemplo, que en Brasil más del 65% de los encuestados se identificó con posiciones de clase trabajadora y clase baja. En segundo lugar, al observar las tendencias históricas en Argentina, parece existir una relación entre los ciclos económicos, las crisis y los periodos de recuperación, y los procesos de identificación subjetiva de clase. Pueden encontrarse, de hecho, algunos indicios del impacto de la crisis de la década de 1990 y el agotamiento del modelo neoliberal (1991-2001) y la posterior recuperación en los primeros años del siglo XXI a partir de la consolidación de la experiencia neo-desarrollista bajo los gobiernos kirchneristas (2003-2015).
Factores explicativos del posicionamiento subjetivo de clase
En este apartado, luego de presentar un abordaje general sobre la problemática estudiada, nos concentraremos en evaluar qué factores resultan condicionantes en el posicionamiento subjetivo de clase. Como hemos señalado anteriormente, en la vasta bibliografía de la temática, diversas dimensiones fueron analizadas. Utilizando como fuente de datos la ESAyPP de 2021, partimos de las variables clásicas estudiadas en la literatura, tales como la clase social objetiva y el nivel educativo (Hout, 2007; Jorrat, 2008; Kluegel et al., 1977), así como de variables menos estudiadas como el origen de clase (Curtis, 2015; Elbert, & Pérez, 2018), la formalidad laboral, la afiliación sindical, la rama de actividad y la identificación político-partidaria de los encuestados.
En la tabla 3 se presentan las estadísticas descriptivas de los factores considerados en el análisis.
Característica | N = 4.0617 | Característica | N = 4.0617 |
Clase subjetiva | Sexo | ||
C. alta | 9 (0.2%) | Varón 1 | 971 (48.5%) |
C. media-alta | 87 (2.1%) | Mujer 2 | 090 (51.5%) |
C. media | 1 009 (24.9%) | Registración laboral8 | |
C. media-baja | 681 (16.8%) | Formal | 2 157 (53.1%) |
C. trabajadora | 1 836 (45.3%) | Informal | 1 904 (46.9%) |
C. baja | 432 (10.7%) | Afiliación | |
Clase encuestado | No sindicalizado | 3 254 (80.1%) | |
I+II | 1 026 (26.7%) | Sindicalizado | 807 (19.9%) |
III | 929 (24.2%) | Rama de actividad | |
IVac | 99 (2.6%) | Act. primarias | 46 (1.2%) |
IVb | 570 (14.8%) | Adm. pública | 249 (6.5%) |
V+VI | 602 (15.7%) | Comercio 658 (17.3%) | Construcción 295 (7.8%) |
VII | 618 (16.1%) | Industria 375 (9.9%) | Servicios 2 182 (57.3%) |
Clase origen | Identificación política-partidaria | ||
I+II | 669 (17.4%) | Kirchnerismo | 800 (19.7%) |
III | 425 (11.0%) | Peronismo no Kirchnerista | 259 (6.4%) |
IVac | 404 (10.5%) | Unión Cívica Radical (UCR) / Propuesta Republicana (PRO) | 494 (12.2%) |
IVb | 694 (18.0%) | Partidos de izquierda | 338 (8.3%) |
V+VI | 964 (25.0%) | Libertarios | 99 (2.4%) |
VII | 697 (18.1%) | Ninguno | 2 063 (50.9%) |
Nivel educativo | Edad | 38 (12.6) | |
Primario | 630 (15.5%) | Ingreso per cápita familiar (pesos argentinos) | 37 104 (37 189.7) |
Secundario | 1 976 (48.7%) | ||
Superior | 1 455 (35.8%) |
Fuente: Elaboración propia con base en ESAyPP/PISAC-Covid19.
Como puede observarse, los dos polos de identificación son la clase trabajadora y la clase media. Casi la mitad de la población económicamente activa (PEA) se autopercibe en la primera y un 25% en la segunda. Mientras que la clase alta y la clase media alta mantienen un peso casi marginal, la clase media-baja adquiere una relativa centralidad, al concentrar a un 17% de la población que se ubica entre la clase media y las clases trabajadora y baja.
En lo que respecta al posicionamiento objetivo de clase, es la clase de servicio (I+II) la que asume un mayor peso, explicado principalmente por su segmento inferior. A ésta le sigue la clase de trabajadores no manuales rutinarios (III), tanto de oficina como de comercios (24%). Por el contrario, al observar la estructura de clase de origen, es decir, la posición que tenía el principal sostén del hogar cuando el encuestado tenía 15 años, se evidencia el mayor peso que ocupaban las posiciones de clase de la pequeña burguesía (IV) y la clase trabajadora calificada (V+VI).
Las variables específicas del tipo de inserción laboral dan cuenta de la importancia que asume la informalidad en el mercado de trabajo: casi la mitad de la población se encuentra en dicha situación. Por otro lado, sólo un 20% se encuentra sindicalizado en algún gremio, aunque dicha característica fue consultada únicamente a los asalariados.
La variable de identificación política-partidaria, construida a partir de opciones prestablecidas para los encuestados, da cuenta que la mitad de la población de estudio no se identifica directamente con ninguna fuerza política, más allá de que casi un 20% se ve representado en el “kirchnerismo” y un 12% en la alianza “UCR/PRO”.
Ahora bien, en el estudio de los factores condicionantes del posicionamiento subjetivo de clase de las personas, se han utilizado distintas aproximaciones técnicas y que han implicado decisiones teórico-metodológicas centrales. Por un lado, mayoritariamente, se han utilizado los análisis de regresión logit o probit binomial, al considerar las oportunidades de posicionamiento en la clase media (Curtis, 2015; Hout, 2007; Jorrat, 2008; Vanneman, 1980) o la clase obrera (Elbert, 2020; Elbert, & Pérez, 2018). En menor medida, debido al carácter nominal del nivel de medición de la variable “clase”, se ha optado por la utilización de modelos logísticos ordenados (Andersen, & Curtis, 2012; Jorrat, 2008).
En este trabajo combinaremos dos tipos de técnicas con el fin de comprender aristas diferentes del fenómeno. En primer lugar, a partir de distintos modelos logísticos binomiales, analizaremos las oportunidades relativas de posicionarse en la clase media (colapsando a la clase alta, media-alta, media y media-baja) frente a la clase trabajadora (clase trabajadora y baja). Esta decisión, si bien nos limita a trabajar con dos categorías de respuesta en la variable objetivo, nos permite el análisis más parsimonioso de diversos modelos que vayan añadiendo distintas variables explicativas. En segundo lugar, planteamos un análisis de regresión logística multinomial que nos habilita al estudio de las oportunidades de posicionarse en distintas categorías de clase tomando una categoría única de referencia. En este caso, nos interesa conocer las oportunidades de identificación con la clase media (clase alta, media-alta y media), la clase trabajadora y la baja, respecto a la clase media-baja.
En la tabla 4 presentamos coeficientes exponenciados de posicionarse en la clase media que tienen como categoría base a la clase trabajadora y baja.
Modelo 1 | Modelo 2 | Modelo 3 | Modelo 4 | |
Clase objetiva (ref: VII) | ||||
I+II | 1.76 *** | 1.70 *** | 1.71 *** | 1.54 *** |
(0.12) | (0.13) | (0.13) | (0.13) | |
III | 1.48 *** | 1.31 ** | 1.30 ** | 1.25 * |
(0.12) | (0.12) | (0.12) | (0.13) | |
IVac | 2.03 *** | 1.96 *** | 1.75 ** | 1.48 |
(0.23) | (0.24) | (0.24) | (0.25) | |
IVb | 0.83 | 0.84 | 0.80 | 0.77 * |
(0.13) | (0.14) | (0.14) | (0.15) | |
V+VI | 1.14 | 1.17 | 1.16 | 1.13 |
(0.13) | (0.14) | (0.14) | (0.14) | |
Mujer | 0.93 | 0.89 | 0.85 ** | 0.86 * |
(0.07) | (0.08) | (0.08) | (0.08) | |
Edad | 1.00 | 1.00 | 1.00 | 1.00 |
(0.00) | (0.00) | (0.00) | (0.00) | |
Nivel educativo (ref: primario) | ||||
Secundario | 1.36 *** | 1.27 ** | 1.25 ** | 1.15 |
(0.11) | (0.11) | (0.11) | (0.12) | |
Superior | 2.02 *** | 1.88 *** | 2.03 *** | 1.83 *** |
IPCF (log) | (0.12) 1.55 *** | (0.13) 1.48 *** | (0.13) 1.53 *** | (0.13) 1.44 *** |
Registración laboral (ref: informal) | (0.05) | (0.05) 1.19 ** | (0.05) 1.24 ** | (0.06) 1.27 *** |
(0.08) | (0.09) | (0.09) | ||
Rama de actividad (ref: construcción) | ||||
Actividades primarias | 1.21 | 1.16 | 1.03 | |
(0.35) | (0.37) | (0.38) | ||
Administración Pública | 1.79 *** | 1.84 *** | 1.76 *** | |
(0.20) | (0.21) | (0.22) | ||
Comercio | 2.32 *** | 2.27 *** | 2.15 *** | |
(0.17) | (0.17) | (0.18) | ||
Servicios | 1.66 *** | 1.78 *** | 1.79 *** | |
(0.16) | (0.16) | (0.17) | ||
Industria | 1.67 *** | 1.78 *** | 1.79 *** | |
(0.18) | (0.19) | (0.19) | ||
Modelo 1 | Modelo 2 | Modelo 3 | Modelo 4 | |
Sindicalizado | 0.74 *** | 0.73 *** | ||
(0.10) | (0.10) | |||
Identificación política-partidaria (ref: ninguna) | ||||
Kirchnerismo | 0.70 *** | 0.66 *** | ||
(0.10) | (0.10) | |||
Peronismo no Kirchnerista | 1.42 ** | 1.31 * | ||
(0.14) | (0.15) | |||
UCR/PRO | 1.60 *** | 1.54 *** | ||
(0.11) | (0.12) | |||
Izquierda | 0.37 *** | 0.32 *** | ||
(0.14) | (0.15) | |||
Libertarios | 1.78 ** | 1.64 * | ||
(0.25) | (0.25) | |||
Origen de clase (ref: clase VII) | ||||
Origen: I+II | 1.96 *** | |||
(0.13) | ||||
Origen: III | 1.31 * | |||
(0.14) | ||||
Origen: IVac | 2.15 *** | |||
(0.15) | ||||
Origen: IVb | 1.01 | |||
(0.13) | ||||
Origen: V+VI | 1.45 *** | |||
(0.11) | ||||
N | 3956 | 3908 | 3889 | 3663 |
AIC | 4609.57 | 4534.95 | 4422.35 | 4196.97 |
BIC | 4678.69 | 4641.56 | 4566.46 | 4370.74 |
Pseudo R2 | 0.12 | 0.13 | 0.17 | 0.18 |
*** p < 0.01; ** p < 0.05; * p < 0.1.
Fuente: Elaboración propia con base en ESAyPP/PISAC-Covid19.
El primer modelo considera únicamente a las variables sociodemográficas y de ingresos. De esta forma, tal como se observa en otros trabajos, existe un vínculo específico entre la ubicación objetiva de clase y el posicionamiento subjetivo. Bajo el control por sexo, edad, nivel educativo e ingresos, pertenecer a la clase de servicios otorga un 76% más de oportunidades de identificarse con la clase media respecto a aquellos que componen la clase trabajadora no calificada. Sin embargo, son los posicionados en la pequeña burguesía (IVac) quienes presentan una mayor identificación con la clase media: las oportunidades relativas de autoubicarse en dicha situación aumentan al doble. En este sentido, se observa una marcada diferenciación entre la clase IVac, que considera a pequeños propietarios, y la clase IVb, de trabajadores autónomos calificados, más cercanos a la clase trabajadora y baja (coeficiente de 0.83).
Por su parte, el nivel educativo también resulta un predictor central en el posicionamiento, puesto que aquellos con nivel educativo superior cuentan con el doble de oportunidades de identificarse con la clase media. Los ingresos per cápita familiares también son indicativos del sentimiento de pertenencia a la clase media: una desviación estándar en los ingresos incrementa en 56% las oportunidades de autoubicarse en los sectores medios.
El segundo modelo agrega dos nuevos predictores vinculados a la inserción laboral de los sujetos. Estar inserto en empleos formales aumenta las oportunidades de identificación con la clase media en un 20% respecto a los informales. Tendencias similares observa Elbert (2020, p. 179) para el AMBA, al presentar el proletariado informal mayores probabilidades de posicionarse en la clase obrera. Los individuos situados en las distintas ramas de actividad presentan mayores chances de autoubicarse en la clase media en relación con aquellos que trabajan en la rama de la construcción. Sin embargo, es la inserción en la rama de comercio la que más se destaca en dicha afinidad.
En el tercer modelo incorporamos dos nuevas variables: la afiliación sindical y la identificación política-partidaria. En el primer caso, encontrarse sindicalizado otorga menores posibilidades de identificarse con la clase media. Respecto a la orientación política,79 al tomar como categoría de referencia a aquellos que no se inclinaron por ninguna opción, observamos que son los partidarios del espacio de derecha y centroderecha, es decir, el movimiento libertario y la alianza “Juntos por el Cambio” (UCR/PRO), aquellos que se identifican con mayor fuerza con la clase media. En contraposición, las posiciones de izquierda, principalmente, y el kirchnerismo (movimiento político del peronismo progresista), son aquellos espacios que se distancian, en mayor medida, de la identificación con la clase media.
Por último, en el modelo 4 incorporamos la dimensión intergeneracional al considerar el posicionamiento de clase de origen. Tal como demuestran otras investigaciones de carácter comparativo (Curtis, 2015; Elbert, & Pérez, 2018), el origen de clase ejerce una influencia sobre la identidad de clase independiente del posicionamiento actual del encuestado. Cuando se toma como categoría de referencia a la clase trabajadora no calificada, los descendientes de la clase de servicio (I+II) y de la pequeña burguesía (IVac) obtienen entre un 96% y un 115% más de oportunidades de identificarse en la clase media, mientras que aquellos que provienen de la clase trabajadora calificada (V+VI) mantienen posibilidades un 45% superiores a la clase peor posicionada. Un aspecto relevante en la incorporación de la clase de origen no es sólo su importancia en términos estadísticos, sino que, al controlar la influencia de la clase social del encuestado, reduce el efecto de ésta sobre la identificación de clase. En los últimos modelos también se observa que las mujeres mantienen menores probabilidades de identificarse con la clase media en comparación con los varones.
En general, el cuarto modelo es el que presenta un mejor ajuste tanto a partir del pseudo R2 como del BIC. Por lo que la adición de los factores laborales, de participación y orientación política y de origen de clase, resultan significativos en la comprensión del proceso de posicionamiento subjetivo de clase.
Para inspeccionar en forma más precisa la identificación de clase y evitar su tratamiento en forma dicotómica, encaramos también un abordaje multinomial. En este caso, utilizamos como categoría de referencia la clase media-baja, en tanto grupo frontera entre las posiciones medias y la clase trabajadora / baja (véase tabla 5).
Media vs. media-baja | Trabajadora vs. media-baja | Baja vs. media-baja | |
Clase objetiva (ref: VII) | |||
I+II | 0.81 | 0.62 *** | 0.39 *** |
(0.21) | (0.18) | (0.28) | |
III | 0.80 | 0.74 * | 0.58 ** |
(0.21) | (0.17) | (0.22) | |
IVac | 3.38 *** | 1.90 | 0.79 |
(0.46) | (0.44) | (0.64) | |
IVb | 1.10 | 1.39 * | 1.32 |
(0.24) | (0.20) | (0.24) | |
V+VI | 0.87 | 0.84 | 0.80 |
(0.23) | (0.19) | (0.25) | |
Mujer | 1.08 | 1.24 * | 1.08 |
(0.12) | (0.11) | (0.17) | |
Edad | 0.98 *** | 0.99 * | 1.00 |
(0.00) | (0.00) | (0.01) | |
Nivel educativo (ref: primario) | |||
Secundario | 1.01 | 0.91 | 0.67 ** |
(0.19) | (0.15) | (0.19) | |
Superior | 1.44 * | 0.69 ** | 0.69 |
(0.21) | (0.18) | (0.24) | |
IPCF (log) | 2.53 *** | 1.34 *** | 0.55 *** |
(0.09) | (0.08) | (0.11) | |
Registración laboral (ref: informal) | 1.06 | 0.97 | 0.32 *** |
(0.14) | (0.12) | (0.19) | |
Rama de actividad (ref: construcción | |||
Actividades primarias | 6.59 ** | 3.22 | 5.60 * |
(0.91) | (0.87) | (0.96) | |
Administración Pública | 1.75 | 0.74 | 0.85 |
(0.34) | (0.29) | (0.47) | |
Comercio | 1.09 | 0.49 *** | 0.41 *** |
(0.30) | (0.24) | (0.31) | |
Servicios | 1.44 | 0.66 * | 0.69 |
(0.28) | (0.22) | (0.29) | |
Industria | 3.19 *** | 1.16 | 0.70 |
Media vs. media-baja | Trabajadora vs. media-baja | Baja vs. media-baja | |
(0.32) | (0.27) | (0.35) | |
Sindicalizado | 0.86 | 1.26 * | 1.00 |
(0.15) | (0.13) | (0.26) | |
Orientación política (ref: ninguna) | |||
Kirchnerismo | 0.75 * | 1.22 | 1.74 *** |
(0.16) | (0.14) | (0.17) | |
Peronismo no Kirchnerista | 0.77 | 0.69 ** | 0.48 ** |
(0.21) | (0.19) | (0.32) | |
UCR/PRO | 1.18 | 0.74 * | 0.61 * |
(0.16) | (0.16) | (0.27) | |
Izquierda | 0.31 *** | 1.76 *** | 0.59 |
(0.24) | (0.19) | (0.38) | |
Libertarios | 1.00 | 0.62 | 0.64 |
(0.33) | (0.34) | (0.58) | |
Origen de clase (ref: clase VII) | |||
Origen: I+II | 1.89 *** | 0.68 ** | 0.79 |
(0.20) | (0.18) | (0.28) | |
Origen: III | 1.65 ** | 0.96 | 0.98 |
(0.22) | (0.19) | (0.27) | |
Origen: IVac | 2.36 *** | 0.71 * | 0.94 |
(0.22) | (0.20) | (0.27) | |
Origen: IVb | 1.84 *** | 1.34 * | 1.23 |
(0.21) | (0.17) | (0.22) | |
Origen: V+VI | 1.56 ** | 0.85 | 0.79 |
(0.18) | (0.15) | (0.20) | |
Deviance | 7812.80 | 7812.80 | 7812.80 |
AIC | 7980.80 | 7980.80 | 7980.80 |
N | 3663 | 3663 | 3663 |
*** p < 0.01; ** p < 0.05; * p < 0.1.
Fuente: Elaboración propia con base en ESAyPP/PISAC-Covid19.
Para el primer contraste entre la clase media y la clase media-baja encontramos diferencias estadísticamente significativas para aquellos posicionados en la pequeña burguesía (IVac), al contar éstos con un 3.38 más de oportunidades (respecto a la clase trabajadora no calificada) de autoposicionarse en la clase media. Para las demás posiciones de clase no se evidencian diferencias significativas en dicho contraste. Otros de los factores que mantienen significatividad residen en un nivel educativo superior, así como el ingreso per cápita familiar. En cuanto a las variables de inserción laboral, la pertenencia a las ramas primarias y a la industria serían indicativas de diferenciaciones entre el posicionamiento en la clase media o la clase media-baja, una tendencia que coincide con investigaciones previas (Andersen, & Curtis, 2012). La identificación política muestra tendencias similares a las presentadas en el análisis previo, al mantenerse aquellos identificados en el kirchnerismo o en la izquierda quienes menores chances relativas tienen de ubicarse en la clase media. Por último, para este contraste, el origen de clase también resulta un factor diferenciador, ya que aquéllos con antecedentes en la clase de servicio, en la pequeña burguesía y los trabajadores independientes calificados, mantienen mayores probabilidades de identificarse en la clase media en contraposición con la clase media-baja.
El contraste entre la identificación de clase trabajadora y la clase media-baja nos permite ilustrar algunos matices existentes entre dos espacios sociales que en la vida cotidiana son frecuentemente representados con cierta similitud semántica. En este sentido, mientras que pertenecer a la clase de servicio reduce las chances de identificación con la clase trabajadora (aproximadamente en un 40%), pertenecer a la clase de trabajadores por cuenta propia calificados aumenta dichas oportunidades en un 39%, siempre teniendo como categoría de referencia a la clase trabajadora no calificada. En cuanto a las variables sociodemográficas de control, ser mujer y, por otro lado, poseer mayores ingresos en el hogar, otorga mayores posibilidades de identificación con la clase trabajadora; en contraposición, poseer un nivel educativo superior reduciría las chances. Otro de los factores que permiten establecer diferenciaciones entre ambas categorías de contraste, es el hecho de estar sindicalizado -lo que coincide con investigaciones clásicas en la temática (Jackman, & Jackman, 1973; Wright, 1994)-, así como tener una orientación política ligada a la izquierda. En otras palabras, dichos perfiles se autoidentifican en mayor medida con la clase trabajadora que con la clase media-baja.
Finalmente, el último contraste nos permite dar cuenta que son las posiciones de clase de servicio y de trabajadores no manuales rutinarios las que en menor medida se identifican con la clase baja (respecto a la clase media-baja). Asimismo, a menor nivel educativo y menores ingresos familiares la identificación con dicha categoría de clase aumenta. A diferencia de los otros contrastes, en este caso la registración laboral sí cuenta, ya que insertarse en puestos laborales formales disminuiría en un 70% las oportunidades de posicionarse subjetivamente en la clase baja. A la vez, dentro de las orientaciones políticas, es en el kirchnerismo donde se observa una mayor afinidad con dicho posicionamiento de clase, al ser un 74% mayor respecto a los que no se identifican con ninguna filiación política.
Discusiones y lineamientos
Las evidencias que aquí presentamos en torno a los factores que explican el posicionamiento subjetivo de clase aportan a la idea de un grado razonable de correspondencia objetiva -en línea con lo que sostienen Jorrat (2008) y Elbert (2020)- entre la posición de clase social y su identificación subjetiva, aunque este arreglo se encuentra en tendencias generales y mediado por contextos políticos y económicos que marcan coyunturas diferenciales.
La evolución histórica de la estructura subjetiva de clases en Argentina no parece apoyar la difundida idea de que la amplia mayoría de la población se autopercibe de manera estable como perteneciente a la clase media. Aunque mayoritaria en algunos periodos, esta identificación se ve contextualmente condicionada -al menos desde finales del siglo XX- por el peso del pasado, de las crisis y de la movilidad social, pero también por los instrumentos de recolección de datos y el fraseo de los cuestionarios de las encuestas. En particular, tiene una gran incidencia el sistema categorial de clases que se utilice para preguntar por la clase social subjetiva: si se trata de un esquema estrictamente ordinal, si se incluye la modalidad de clase obrera o la de clase trabajadora (este última, con mayor poder de interpelación en el contexto nacional), o si se considera una categoría única de clase media o varias.
Sostenemos que existe un arreglo objetivo fundamentalmente en términos de aproximación a grandes regiones de la estructura social y su representación (clase media vs. clase trabajadora y baja), una distribución particularmente clara en los modelos logísticos binomiales. En estos casos, es evidente el aumento de probabilidades de identificarse con la clase media entre personas de clase intermedia y de servicios según el esquema de clases EGP, de los niveles educativos superiores y de los ingresos económicos más altos.
A estos factores se suma la vigencia de tradiciones culturales que funcionan como repertorio de imágenes de clase en un sentido sustancial: la identificación con la clase media se asocia a situaciones sociales como el acceso a derechos (formalidad laboral), ocupaciones no manuales (también denominadas “intelectuales”), en ramas de actividad como el comercio. Este posicionamiento subjetivo de clase también se vale de diferenciaciones (relación negativa) respecto de condiciones sociales como la afiliación sindical (asociada a la imagen del obrero industrial sindicalizado) e identificaciones en clave político-partidaria (kirchnerismo y partidos de izquierda). De acuerdo con los análisis de Germani (2010 [1963]), la significatividad de esos factores le sumaría visibilidad, nitidez e institucionalización al sistema de estratificación argentino, una configuración que contribuye al grado razonable de correspondencia objetiva entre clase social y posicionamiento subjetivo del que hablamos.
Por todo esto, recuperando lo planteado por Durán (1996) y Bourdieu (2008), el hecho de “sentirse” de clase media no implica sólo un reconocimiento de una posición intermedia en la estructura social, sino que incluye también la movilización de imágenes sustantivas (inserciones ocupacionales no manuales, protegidas por derechos laborales) y recursos de diferenciación relacionados con entramados organizacionales y políticos (el sindicalismo y el peronismo como alteridades simbólicas de la clase media).
En este sentido, pierden fuerza las hipótesis ancladas en la noción de “posiciones contradictorias de clase” (Maroto et al., 2023) -en el caso de las tendencias asociadas a la pequeña burguesía-, una idea que encuentra mucho más eco en las teorías sociológicas de la estratificación social que en las teorías lego sobre la forma que adquiere la estructura social local y las imágenes y las tradiciones culturales que movilizan. Por ello, la hipótesis de disponibilidad heurística -profundamente experiencial y fenomenológica- necesita, en estos estudios, de la complementación con el abordaje de repertorios simbólicos de imágenes de clase que presentan niveles importantes de sofisticación y características múltiples, tal como lo mostramos en los modelos estadísticos construidos, y que se forman en espacios más amplios y públicos que el de la sociabilidad clausurada de cada agente social.
Como sostuvimos previamente, parte de la bibliografía señalaba que al proveer de una imagen concreta y con un contenido simbólico singular, las categorías sustanciales de clase tienen mayor capacidad de movilización que las categorías relacionales. Si Durán (1996) sostiene esto en torno a la modalidad de “clase obrera” para España, podemos afirmar algo homólogo tanto para la “clase media” como para la “clase trabajadora” en nuestro estudio. La presencia y asociación de determinadas ramas y condiciones laborales (construcción vs. comercio, informal vs. formal) y algunas dinámicas organizacionales (kirchnerismo vs. UCR/PRO, sin afiliación vs. sindicalizado) como factores de identificación de clase muestra a las claras que el sistema categorial de posicionamiento subjetivo de clase se encuentra profundamente politizado en nuestro país.