Durante los últimos 30 años la producción académica y periodística sobre el fenómeno del ‘narcotráfico’ ha aportado una serie de trabajos fundamentales sobre su historia, sus principales organizaciones y líderes, así como sobre los vínculos del ‘negocio’ con la política y la consiguiente formación de redes de protección.1 En ese tenor se ha constituido un enorme bagaje de conocimiento sobre los mercados ilícitos de drogas y los grupos de civiles armados, lo que nos ha permitido hacernos de una comprensión crítica sobre el fenómeno. Sin embargo, en el contexto actual de crisis de seguridad que aqueja a nuestro país, el tema ha tomado una mayor relevancia, justamente porque ahora se busca explicar las inusitadas manifestaciones de la violencia que acompañan al ‘narco’ como son las altas tasas de homicidios dolosos, el desplazamiento y la desaparición forzada, la proliferación de enfrentamientos entre organizaciones armadas y una escalada de militarización en los espacios de la vida civil.
Con la presentación de la edición en castellano del libro La droga. La verdadera historia del narcotráfico en México, de Benjamin T. Smith, se coloca una pieza fundamental en los estudios sobre el tema, ya que brinda una mirada de conjunto al rompecabezas sobre el narcotráfico en México. Además, se trata de un libro que resulta de un proceso de más de diez años de investigación, y que lo mismo narra historias de personajes sorprendentes, que devela las dinámicas económicas y los procesos políticos que han dado forma a los mercados ilícitos de sustancias ilegalizadas. El libro de Benjamin Smith es un gran fresco que captura la lógica del ‘narcotráfico’ vis à vis con el papel que el Estado mexicano jugó en la configuración, el fortalecimiento y la actual fragmentación del fenómeno.
Desde mi punto de vista, este libro es un referente obligado para académicos y para no especialistas, pues se trata de un volumen que echa mano del grueso del conocimiento académico sobre el tema con el fin de narrar la evolución del narcotráfico en México, desde sus orígenes hasta entrado el siglo XXI. A lo largo de ese itinerario, el libro recupera algunos de los hallazgos empíricos e interpretaciones teóricas existentes en la literatura para comprender las raíces del estado actual de violencia generalizada y de proliferación de ‘cárteles’. En particular, creo necesario enfatizar que la obra de Smith es, ante todo, una historia del narcotráfico no escrita bajo los estándares académicos, a veces asfixiantes, de los historiadores, sino un libro con información sumamente sólida, narrada, insisto, de forma espléndida, con el objetivo de hacer más asequible a un amplio público una interpretación de la historia del ‘narco’ alejada del alarmismo y la estigmatización imperantes.
Cabe decir que ningún tema de la historia del presente ha permeado tanto en el imaginario colectivo como el narcotráfico, tanto en el discurso público como en el académico. En la prensa, en los medios de comunicación, en las series de televisión y en los discursos políticos proliferan los mitos, las leyendas, las verdades a medias, las medias verdades y las mentiras que nutren la narrativa del ‘narco’. No pocas de esas fábulas alimentan las fantasías de la audiencia sobre los grandes villanos del negocio, sobre las historias de violencia y horror, las ilusiones del poder y la masculinidad cristalizadas en mansiones lujosas, autos veloces, ropa extravagante. Lo anterior se ha traducido en una narrativa hegemónica sobre lo criminal, que lejos de contribuir a la comprensión del fenómeno y aportar elementos que permitan describirlo y explicarlo, obnubila la observación y terminan despojando al análisis de elementos de verdad. Frente a este gran imaginario sobre el narco, poco a poco las investigaciones empíricas, los estudios desde la academia y las reflexiones ensayísticas, pausada, pero sólidamente, han comenzado a cambiar la forma de entender el fenómeno y hacer boquetes a tal narrativa hegemónica. En su conjunto, los estudios académicos han contribuido a cazar algunos de sus mitos -en el sentido de Elias, y el libro de Smith constituye un estupendo trabajo en ese sentido.
Como demostró Thomas Kuhn, la ciencia es, ante todo, una empresa que resuelve rompecabezas, y justamente Benjamin Smith abreva de mucho de lo que hasta ahora se ha investigado sobre el tema, con el resultado de aportar una visión general sobre ese rompecabezas. En su libro, el autor se basa en una investigación documental sin precedentes -más de 30 archivos en distintas condiciones de preservación. Además, recupera documentos filtrados por la mismísima Administración de Control de Drogas (DEA por sus siglas en inglés), por la policía mexicana, por integrantes de ‘cárteles de las drogas’, así como docenas de entrevistas con agentes estatales, traficantes, campesinos productores, funcionarios y un sinfín de material audiovisual proporcionado por amistades y contactos.
No menos importante es reconocer lo cautivante que resulta la prosa de Smith. El libro es un viaje fantástico a través de personajes infames y fabulosos, que atraviesan situaciones absurdas, pero reales, en cuyo centro se encuentran siempre los agentes estatales -verdaderos protagonistas de esta historia: funcionarios, policías, políticos, agentes federales, gobernadores, secretarios de Estado y presidentes de la República-, que a todas luces son los constructores del narcotráfico. Así, encontramos narraciones sobre personajes populares que van desde Ignacia “La Nacha” Jasso y su reinado en Ciudad Juárez, el Dr. Leopoldo Salazar Viniegra, el médico cruzado que argumentó que la marihuana era inofensiva y lo probó para despenalizar la morfina, o la historia de Harry Anslinger, el maquiavélico fundador de la Oficina Federal de Narcóticos (FBN, por sus siglas en inglés), quien incitó pánicos racistas contra usuarios de drogas con el fin de aumentar el presupuesto de su agencia.
Desafortunadamente, la riqueza de la evidencia que ostenta el libro no se acompaña de una aclaración sobre los criterios de procesamiento de datos. El análisis de toda la información es una caja negra. Es decir, el libro carece de un aparato crítico que indique las coordenadas metodológicas que informaron y condujeron el análisis de la información y de la construcción de datos. El tema es de enorme relevancia porque todos esos documentos filtrados, así como los testimonios, constituyen información conformada a la luz de infinidad de supuestos: ideologías, creencias, intereses, por lo que debe tratarse con especial cuidado, sobre todo dado su posible carácter parcial, sesgado y manipulado. Sin duda, para contar una historia sobre el ‘narcotráfico’ que pretende ser verdadera, se requiere de un aparato metodológico que sustente los argumentos y conclusiones a partir de la evidencia.
Aun así, Benjamin Smith nos lega un análisis histórico en el que explora las distintas dimensiones del fenómeno. Sobre todo, destaco la capacidad del autor para entretejer, fina y puntualmente, las microhistorias de traficantes, cultivadores y usuarios de drogas, con dinámicas políticas y económicas, así como con episodios históricos concretos. El autor expone sus argumentos a lo largo de cinco secciones que corresponden a periodos históricos o fases en el desarrollo de los mercados ilícitos de drogas y su relación con el Estado mexicano. En tales páginas, Smith considera que son cuatro los hallazgos más importantes de su investigación.
El primero es de tipo económico. A través del análisis histórico de las dinámicas de oferta y demanda entre EE. UU. y México, Smith llega a una conclusión un tanto evidente: el ‘narcotráfico’ se desarrolló porque hay una demanda y consumo en un país con potencial económico como EE. UU. y existe una enorme precariedad económica y vulnerabilidad social en regiones enteras de México, lo que sentó las bases de la formación de circuitos de mercados ilícitos. Para probar su hipótesis, Smith elabora un estimado de las cantidades de droga que un mexicano tendría que vender en Estados Unidos para ganar el equivalente de un salario mínimo anual en México. Los números que resultan son devastadores. Por ejemplo, durante la década perdida de 1980, “habría bastado con vender 280 gramos de marihuana y 4.8 de heroína para obtener el equivalente al salario promedio anual de un mexicano” (p. 23).
El segundo hallazgo, que extrañamente Smith considera inesperado, es que los principales beneficiarios y, en tal sentido instigadores del narcotráfico en México han sido los políticos y funcionarios. La historia que el autor retrata a lo largo de su libro es, en efecto, la historia de cómo el tráfico de drogas nació, se fortaleció y se convirtió en el fenómeno incontrolable que es hoy, justamente al amparo del poder político. Es decir, el ‘narco’ como producto del Estado. Cabe señalar que el tema se retrata de forma fascinante además de que no hay empacho en mostrar personajes, políticos, funcionarios, policías y congresistas en sinfín de situaciones ilícitas y de flagrante violación de normas jurídicas y de principios políticos y éticos. Así, queda muy claro que durante todo el siglo XX la política se benefició del “negocio de las drogas”, al tiempo que creó las redes de protección que explican, por mucho, al narcotráfico en México. En otras palabras, sin la protección institucional, hoy el ‘narco’ simplemente no existiría.
El tercer hallazgo refiere a la política de drogas prohibicionista. Smith argumenta que las medidas represivas, estigmatizantes y criminalizantes sobre las drogas no sólo no cuentan con ningún sustento científico, sino que, por el contrario, su origen se encuentra en dinámicas de pánico moral, necesidades burocráticas, intereses económicos y poder político. Peor aún, las políticas prohibicionistas no sólo se encuentran distantes a los objetivos propuestos, que son reducir la demanda y terminar con la oferta, sino que, irónicamente, propician el efecto contrario, ya que la prohibición de sustancias se traduce en el alza de los precios, lo que hace al mercado de drogas aún más atractivo para los grupos que mantienen la oferta.
Su último hallazgo problematiza un mito más sobre el narcotráfico: el de la violencia intrínseca a los cárteles de drogas. Smith es muy claro en tal sentido: la violencia no es intrínseca al ‘narco’, sino el resultado de cambios más complejos dentro de las organizaciones delictivas y, en especial, en la manera en que los agentes estatales han gestionado los mercados ilícitos. En concreto, a lo largo de su historia, Smith detalla dos procesos. Por un lado, cómo los grupos del narcotráfico evolucionan en su organización interna, en su poder económico, en su influencia social y en su poder letal. Por otro lado, cómo los agentes estatales cambian la forma de vincularse frente a los grupos armados, pasando del control y del encapsulamiento al trato violento frente a estos grupos. Todo esto se traducirá, con el tiempo, en la historia del presente: en una mayor autonomía del ‘narco’ frente al Estado, y en una mayor violencia. En síntesis, lo que queda claro en las páginas del libro es que son los actores estatales los que se encuentran en el centro de la explicación de la violencia extralegal.
A la luz de la literatura actual sobre los mercados de drogas y de los grupos del narcotráfico, me parecería importante matizar, brevemente, los hallazgos de Smith.
En primer lugar, la literatura académica especializada ha demostrado desde tiempo atrás lo que el autor presenta como hallazgos. La dimensión económica de los grupos vinculados al tráfico de sustancias ilícitas ha sido, de hecho, uno de los principales puntos de interés académico. En segundo lugar, es sorprendente que Smith considere la vinculación entre el narco y el Estado como un hallazgo, sobre todo porque la literatura académica y periodística de las últimas dos décadas justamente ha evidenciado la conexión sistémica entre Estado y ‘narco’ en México y en el mundo. De hecho, el propio Tilly (2022) ha teorizado y demostrado las relaciones entre ambos fenómenos para otros casos de estudio. De igual forma, gracias a los trabajos de Astorga (2016, 2017) -entre muchos otros- conocemos la importancia de los vínculos entre el narcotráfico y la política, y hoy trabajos como el de Carlos Flores (Flores Pérez, 2009, 2013) no dejan dudas sobre la constitución de las redes de protección y su instrumentalización por parte de la política y de actores armados. No es, pues, una novedad. Si bien es importante señalar que Smith sistematiza bastante bien las relaciones históricas entre el Estado y el ‘narco’. En tercer lugar hay ya demasiada evidencia sobre los criterios políticos, geoestratégicos, económicos, morales, religiosos y médicos que han fundamentado y dado cuerpo al discurso prohibicionista. La genealogía del prohibicionismo o de conceptos como narcotráfico lo muestran contundentemente. Así, Smith profundiza en el tema, pero no lo devela. Finalmente, un tópico más, que no es propiamente un hallazgo, es que la violencia no es intrínseca al ‘narco’. De hecho, los especialistas han demostrado con puntualidad cómo la violencia estatal ha sido el detonante de la crisis de violencia actual.
Lo anterior no demerita los argumentos de Smith, sino que los pone en su justa dimensión en el marco de las aportaciones de un ejército de especialistas que justamente han estudiado y profundizado en fragmentos del complejo fenómeno del narcotráfico.
Finalmente, es importante destacar una tensión en el libro de Benjamin Smith entre la construcción de conocimiento académico y su traducción en saber popular, lo que conduce a dos problemas. Por un lado, si bien sólo en las páginas finales del volumen se menciona cierta bibliografía, es muy difícil saber con exactitud de qué fuentes se vale el autor para sostener afirmaciones concretas. Por otro lado, a lo largo de sus páginas el autor emplea el mismo lenguaje natural con el que cotidianamente se describe el fenómeno del ‘narco’ -ya sea en los medios de comunicación, en los partes de las fuerzas del orden o en las oficinas de gobierno-. En efecto, todo el libro se sostiene sobre el entramado lingüístico con el que comúnmente se describe el fenómeno -‘narcotráfico’, ‘estupefacientes’, ‘cártel’-. Términos duramente criticados en la academia desde hace ya algún tiempo (Astorga, 2007; Gaussens, 2018; Guerra, 2022; Zavala, 2018). El problema reside en que éste es un lenguaje cargado de prejuicios que sesgan la comprensión del fenómeno desde el punto de vista científico y que reproduce los mismos esquemas estigmatizantes que trata de combatir. Una obra que busca derrumbar mitos debiera reparar también en sus propias herramientas de demolición.
Con todo, la obra de Benjamin Smith es imprescindible por su visión total de uno de los fenómenos sociales más decisivos de nuestro presente, narrada con magnanimidad e inserta en una discusión académica que adquiere, con esta contribución, uno de sus bienes más preciados para los siguientes años.