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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.74 no.2 Ciudad de México oct./dic. 2024  Epub 05-Nov-2024

https://doi.org/10.24201/hm.v74i2.4832 

Dossier

Auge y cierre del ciclo de movilización en la lectura de las revistas político-culturales de la nueva izquierda argentina (1972-1973)1

The Rise and Fall of the Mobilization Cycle in the Political/Cultural Magazines of the Argentinean New Left (1972-1973)

María Cristina Tortti1 

1Universidad Nacional de La Plata


Resumen:

El artículo indaga en cómo dos publicaciones paradigmáticas de la nueva izquierda argentina, como Pasado y Presente y Envido, leyeron ambivalencias y signos equívocos de deterioro en el proceso de movilización social que siguió al post Cordobazo de 1969, el cual estuvo signado por la retirada dictatorial y el retorno del peronismo al gobierno tras 18 años de proscripción. La atención dada a las dos revistas busca mostrar las tensiones en las apuestas intelectuales que buscaron una mixtura entre la salida revolucionaria y el liderazgo histórico del general Juan Domingo Perón. Además, los posicionamientos de Pasado y Presente y Envido son ubicados en un diálogo con otras publicaciones de la nueva izquierda diferenciadas del peronismo, como Nuevo Hombre y Los libros. En este aspecto, el estudio intenta mostrar un tema poco enfatizado en la bibliografía, al identificar acontecimientos que, bastante antes del golpe de Estado de 1976, evidenciaron la derrota de las experiencias revolucionarias que bregaban por la continuidad del ciclo de movilización social de los años sesenta.

Palabras clave: nueva izquierda argentina; revista Pasado y Presente; revista Envidio; golpe de Estado 1976; Argentina

Abstract:

This article explores how two paradigmatic publications of the Argentinean New Left, Pasado y Presente and Envido, read the ambivalence and conflicting signs of the unravelling process of social mobilization that followed the Córdoba uprising in 1969, which was marked by the withdrawal of the dictatorship and the return of Perón to power after 18 years in exile. The focus on these two magazines seeks to reveal the tensions between intellectual proposals that sought a mixture of a revolutionary way out and the historical leadership of Juan Domingo Perón. The positions taken up by Pasado y Presente and Envido are furthermore situated in a dialogue with other New Left publications that had distanced themselves from Peronism, such as Nuevo Hombre and Los Libros. This article thus aims to understand an issue that has not been emphasized in the bibliography by identifying developments that, long before the 1976 coup d’état, had revealed the defeat of the revolutionary experiences that fought for the continuity of the cycle of social mobilization seen in the sixties.

Keywords: Argentinean New Left; Pasado y Presente magazine; Envido magazine; 1976 coup d’état; Argentina

Presentación

Con frecuencia la bibliografía ubica el periodo de auge de la movilización social y de la nueva izquierda argentina en los años que siguieron a las insurrecciones urbanas de 1969, y hace coincidir su cierre -con frecuencia, de manera tácita- con el golpe de Estado de 1976. Por tal razón, el fin del ciclo suele quedar asociado a la derrota, en el plano militar, de las organizaciones armadas -sobre las cuales recaen juicios sobre su “desvío militarista” o sobre la responsabilidad que les cabría en el desencadenamiento del golpe de Estado.2

Sin desconocer la pertinencia de la periodización, pensamos que una mirada atenta sobre lo ocurrido entre ambas fechas permitiría identificar procesos y acontecimientos que, bastante antes de 1976, habían comenzado a empujar hacia el cierre y posterior clausura de la movilización.

Porque siendo verdad que a partir del Cordobazo3 y del despliegue de las guerrillas el nivel de activismo creció tanto como para lograr la desestabilización del gobierno militar -y forzar el llamado a elecciones-, también es verdad que, hacia 1972-1973, a la vez que la movilización alcanzaba un pico, el proceso político comenzaba a mostrar ciertas ambivalencias y, luego, inequívocos signos de deterioro.

Sin ninguna pretensión de saldar el tema, este trabajo se propone volver sobre ese capítulo aún poco explorado e identificar los elementos propiamente políticos que, dentro y fuera del campo de la nueva izquierda, contribuyeron a la disminución del nivel de movilización -o a la necesidad de acotar el alcance de los objetivos perseguidos-. Con el fin de adentrarnos en ese complejo proceso, proponemos revisar la lectura que de él hiciera un tipo particular de actores de la época: las revistas político-culturales de la nueva izquierda y los colectivos intelectuales que las motorizaron. Siendo imposible abarcar la totalidad de un campo que fue especialmente nutrido en la época,4 la atención recaerá sobre dos de esas revistas, Pasado y Presente (segunda época) y Envido, en tanto ambas vivieron con especial dramatismo las contradicciones contenidas en el proyecto del sector de la nueva izquierda que buscaba articular peronismo y socialismo. La importancia de colocar la atención en dicho proyecto, y en esos años, radica en que por entonces el conjunto de las agrupaciones lideradas por la organización Montoneros había logrado instalar una “tendencia revolucionaria” dentro del movimiento nacional-popular y, además, despertar simpatía en otras que no se reconocían peronistas. Desde esa posición, Montoneros y la Tendencia Revolucionaria se convirtieron en el sector de la nueva izquierda con mayor capacidad de movilización, llegando incluso a involucrarse en la disputa por el poder -camino que, como se verá, resultó plagado de equívocos y tensiones.

En tal sentido, durante el periodo comprendido entre la campaña electoral -y el triunfo de Héctor Cámpora en 1973- y la tercera presidencia de Perón, las revistas mencionadas permiten apreciar que bastante tempranamente, junto a un discurso triunfalista, asomaban dudas y temores ante el curso que podrían tomar los acontecimientos políticos. Cabe aclarar que, en menor proporción, y sólo a manera de contrapunto, se incorporará la perspectiva de algunas otras revistas, también ubicadas en el campo de la nueva izquierda, pero diferenciadas de las anteriores en lo que respecta al vínculo con el peronismo y con el proceso electoral: Nuevo Hombre -cercana al Partido Revolucionario de los Trabajadores- Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP) y Los Libros -vinculada a la izquierda insurreccionalista, Vanguardia Comunista (VC) y Partido Comunista Revolucionario (PCR).5

La nueva izquierda

A partir del derrocamiento de Juan D. Perón en 1955, la sociedad argentina ingresó en una larga crisis que, reiteradamente, ha sido vinculada con la incapacidad de sus clases dominantes para establecer “alguna forma de dominación legítima”.6 A lo largo de casi dos décadas de inestabilidad, la proscripción del peronismo y un juego político viciado terminaron por vaciar de legitimidad a las instituciones políticas y al Estado mismo, y posibilitaron la emergencia de un heterogéneo movimiento de oposición a la vez social, político y cultural al que aquí en glo ba mos bajo el concepto de nueva izquierda. Desde nuestra perspectiva, el concepto de nueva izquierda designa a ese conglomerado en el cual ciertas prácticas y orientaciones discursivas comunes dieron cierta unidad a sectores sociales y políticos movilizados en oposición a un orden percibido como injusto.7

A la manera de un “movimiento de movimientos”,8 la nueva izquierda argentina resultó de la convergencia discursiva y práctica de múltiples grupos y organizaciones sindicales, políticas y culturales que, aun manteniendo ciertas diferencias -y sin haberse unificado-, actuaron y se sintieron políticamente solidarios. Desde nuestro punto de vista, ese movimiento trascendió los marcos de la protesta y avanzó impugnando el orden existente y, en la coyuntura que aquí examinaremos, llegó a incidir en la disputa por el poder.9 También pensamos que, al igual que otros movimientos similares, la nueva izquierda argentina requiere ser estudiada atendiendo a las particularidades de su cultura política, aunque su desarrollo pueda y deba ser relacionado con procesos transnacionales y con las “oleadas revolucionarias” de la época.10

Comprender la naturaleza y alcances de este movimiento, y también la encrucijada en la que se encontró a principios de los setenta, requiere tomar en cuenta la incidencia de ciertos procesos que venían ensamblándose de manera compleja desde la década anterior. Por caso, el de las transformaciones sufridas por las clases medias y sus capas intelectuales, en las cuales la modernización cultural se combinó rápidamente con una intensa politización, en gran parte derivada del impacto producido por la revolución cubana.11

Uno de los efectos más notables de ese proceso se manifestó en la instalación de un creciente malestar en el interior de ciertas “familias ideológicas” -la izquierda, el nacionalismo, el mundo católico-, en las cuales la entrada de nuevas ideas y el conocimiento de experiencias heterodoxas facilitaron la construcción de marcos conceptuales alternativos a los vigentes e incidieron en la construcción de nuevas identidades. En ese camino, ya a principios de los sesenta, el cuestionamiento al “reformismo” y al “liberalismo” derivó en fuertes críticas a las dirigencias socialistas y comunistas, a las cuales se responsabilizó por el “histórico desencuentro” entre los trabajadores y la izquierda. Comenzó así la revisión de las ideas a través de las cuales había sido pensado el “fenómeno peronista”, y un nuevo lenguaje fue dejando atrás conceptos tales como “totalitarismo” o “demagogia”. En su lugar se fueron instalando otros que, en tono positivo, aludían a la “experiencia” realizada por los trabajadores en el seno del “movimiento nacional” y a las potencialidades revolucionarias que, debido a su base obrera, él encerraba.12

A la vez, en el seno mismo del peronismo, un ala combativa y renovadora reelaboraba la propia experiencia y sostenía que el Movimiento debía actualizar sus banderas antiimperialistas y de justicia social ligándolas con las de socialismo y revolución.13 De modo que, tanto en significativos sectores de la izquierda como en otros del peronismo, bastante tempranamente, se instaló la idea de que peronismo y socialismo no sólo no eran incompatibles, sino que más bien podían y debían ser articulados. Así es como, tanto en el mundo sindical como en el de la política o la cultura, los primeros grupos de la nueva izquierda instalaron un principio de alteración en el pensamiento de la izquierda y del peronismo tradicionales y delinearon los elementos que serían clave en la construcción de una nueva “racionalidad política”.14

Si hasta mediados de los sesenta las discusiones habían girado bajo la preocupación de desentrañar la relación entre clase obrera e identidad peronista, así como la de encontrar el camino que permitiera insurreccionar al peronismo, después del golpe de Estado de 1966, el debate viró hacia otras cuestiones. Y al tiempo que crecía la movilización popular contra el gobierno militar, en los círculos de la nueva izquierda otro tema adquiría centralidad: el de la construcción de una sólida “vanguardia” capaz de dar dirección revolucionaria al movimiento opositor. Si bien todos compartían la lucha contra la dictadura y el objetivo del socialismo, mantenían algunas diferencias en el plano de la estrategia y también en lo referente al papel del peronismo y del propio Perón en el proceso revolucionario. Mientras algunas organizaciones político-militares, como las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) o Montoneros,15 consideraban que el “camino” de la revolución argentina pasaba por dicho movimiento, otros grupos eran duros críticos de Perón y de la dinámica movimientista de su fuerza política -es el caso de los ya mencionados PRT-ERP, PCR o VC.

Por su parte, Perón desde su exilio en Madrid, a tono con la época, modulaba un nuevo discurso en el que incluía conceptos como el de “socialismo nacional” y otorgaba su reconocimiento a las organizaciones revolucionarias que invocaban su nombre -a las que denominaba “formaciones especiales”-. Finalmente, no es posible dejar de señalar que, si bien dentro de la nueva izquierda existían las dos posiciones mencionadas, hacia 1972-1973 la corriente principal de la movilización política fue la liderada por los grupos ligados al peronismo.16

La coyuntura

Tal como se señaló al principio, la combinación de protesta social y radicalización política alcanzó uno de sus picos entre 1969 y 1971, cuando al movimiento huelguístico y a la agitación universitaria se le sumó la seguidilla de insurrecciones urbanas y el accionar de las organizaciones revolucionarias, particularmente las armadas. Después del segundo Cordobazo, en medio de una situación de contestación generalizada,17 y mientras los grupos revolucionarios creían asistir al comienzo de una ofensiva popular contar el “sistema”, el acosado gobierno militar de la “revolución argentina” sorprendió a todos con una estratégica “jugada”:18 convocó a todo el arco político -incluido el peronismo- a un Gran Acuerdo Nacional (GAN) y a la realización de elecciones sin proscripciones. Así, al autorizar la participación del peronismo, después de casi dos décadas, el presidente Lanusse intentaba contener el descontento popular y evitar su confluencia con el movimiento revolucionario. Buscaba, con un único movimiento, resolver a la vez la “cuestión del 55” y la del “69”: devolverle a Perón un lugar de legitimidad en la política argentina y recomponer la autoridad estatal amenazada por la “nueva oposición” nacida en el Cordobazo.19

Inicialmente, los grupos de la nueva izquierda repudiaron la iniciativa gubernamental por considerarla una “trampa”,20 pero la “jugada” había sido hecha y, tras la sorpresa, todos pudieron comprobar que la lógica del proceso había comenzado a cambiar sobre todo, a partir del momento en que un actor del peso político del general Perón dejó en claro su voluntad concurrencista.21 Entonces, mientras una parte de la nueva izquierda persistía en el rechazo frontal a la salida electoral, el otro sector, el que se reconocía peronista -particularmente Montoneros-, buscó la manera de acompasar su estrategia con la del líder y con el sentir de los sectores populares que, desde 1955, reclamaban por el fin de la proscripción.

De modo que, aún con dudas, Montoneros y el conjunto de las organizaciones de la llamada “Tendencia Revolucionaria” del peronismo se dieron a la tarea de ensamblar en sus consignas elementos propios del discurso revolucionario con otros que concordaran con la participación en las futuras elecciones. Así, lograron liderar a gran parte del movimiento opositor a la dictadura, y además, avanzar dentro del Movimiento en la batalla por las candidaturas: Perón -imposibilitado de postularse- designó al doctor Héctor J. Cámpora, cercano a la “Tendencia”, como candidato a la presidencia de la nación, prefiriéndolo al propuesto por la dirigencia sindical y política tradicional.22

A partir de entonces, buena parte de la movilización se orientó hacia las masivas manifestaciones que llevarían al triunfo del Frente Justicialista de Liberación Nacional (FREJULI) en marzo de 1973. Montoneros y la “Tendencia” no sólo ocuparon un lugar preponderante en la política que se desarrollaba en las calles sino que, además, cosecharon la adhesión de organizaciones políticas y político-militares que habían hecho el tránsito desde la izquierda hacia el peronismo -por caso, las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR)-, y de grupos que, como el de los intelectuales de Pasado y Presente, sin integrarse al peronismo, brindaron público apoyo a su fórmula con la convicción de que con su triunfo comenzaría “la larga marcha al socialismo”.23

Sin embargo, muy poco tiempo después de que el nuevo gobierno hubiese asumido el poder, los violentos episodios que rodearon el regreso de Perón al país -más las críticas de éste a los sectores juveniles y de izquierda y el rápido desplazamiento del presidente Cámpora- comenzaron a hacer visible la brecha que se abría entre las expectativas de la izquierda y el proyecto de “democracia integrada” que Perón comenzaba a poner en marcha.24

Las revistas

Como parte del nutrido campo de las revistas político-culturales de esos años, las que aquí serán comentadas portan las marcas de la época que ellas mismas contribuyeron a modelar, época particularmente activa en el cruce y articulación entre debates teóricos y planteos políticos.25 Pensadas para la coyuntura, ocuparon un lugar clave en la producción y difusión de discursos, a los cuales volvieron audibles para círculos más amplios que los de las militancias orgánicas.26 En palabras de Beatriz Sarlo, esas revistas cumplieron la función de proporcionar “instrumentos culturales a diseños políticos más amplios” y, en ese sentido, se diferenciaron de aquellas que transmitían oficialmente la voz de un partido u organización en el ámbito de la cultura -vale decir, de las más directamente volcadas a la función de propaganda-.27 Por otra parte, en tanto emprendimientos colectivos, pueden ser vistos como parte activa de la definición -a veces redefinición- de los rasgos políticos y culturales de la época, y también como valiosos documentos a la hora de la reconstrucción de una coyuntura en especial densa.28

Por todas esas razones, su valor resulta inestimable a la hora de comprender los dilemas de la época, así como el tenor de las opciones a las cuales los protagonistas se vieron enfrentados y, sobre todo, para identificar los términos a partir de los cuales ellos, y una parte significativa de la sociedad argentina de entonces, definía sus problemas e imaginaba las soluciones. Pero además, porque permite al lector actual hallar indicios de ciertas tramas o lógicas de acción que, tal vez, hayan permanecido veladas para los protagonistas, inmersos en una historia que “aún estaba por hacerse”,29 o que no podían ser dichas desde las publicaciones que expresaban oficialmente la línea de las organizaciones políticas.

En los casos de Envido y Pasado y Presente, corresponde consignar que los respectivos colectivos editoriales, siendo autónomos, mantuvieron importantes grados de simpatía con el proyecto de la izquierda peronista: el primero, desde su asumida identidad peronista, y el segundo, desde su ya larga trayectoria en el campo de una izquierda dispuesta a tender puentes hacia el mundo de lo nacional-popular. A su manera, cada revista fue portadora de la sensibilidad política del sector de la nueva izquierda empeñado en articular, discursiva y políticamente, peronismo, socialismo y revolución, en tanto fórmula política que permitiera conectar a la izquierda con el movimiento de protesta y resistencia de los trabajadores.

Envido. Revista de política y ciencias sociales nació en junio de 1970 por iniciativa de un grupo vinculado al socialcristiano Movimiento Humanista Renovador de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y del Centro de Economía Humana -ligado a la corriente orientada por el padre Joseph Lebret-, al cual se sumarían otros intelectuales que, desde diversos orígenes políticos, se habían incorporado al peronismo. Entre los del primer grupo puede mencionarse a Arturo Armada -director de la revista-, Héctor Abrales, Gonzalo Cárdenas, Justino O’Farrell, Domingo Bresci y Rubén Dri (sacerdotes, los tres últimos), y entre los segundos, a Alcira Argumedo, Roberto Carri, Horacio González y José P. Feinmann -ligados a su vez a las llamadas “Cátedras Nacionales” de la mencionada facultad.30 La revista se mantuvo dentro del campo de la “Tendencia Revolucionaria” y de la Juventud Peronista (JP), es decir, en las cercanías de Montoneros, hasta que a fines de 1973 se precipitó el conflicto que pondría fin a la publicación.

Un rasgo propio del grupo que hacía Envido, y en general del peronismo revolucionario, era el de otorgar centralidad a la “cuestión nacional” y a la superación de las relaciones de “dependencia”, así como la consideración del peronismo como uno de los movimientos de liberación del Tercer Mundo. Se sostenía, además, que de las experiencias de esos movimientos, y no de modelos o teorías “eurocéntricas”, debían extraerse los criterios y categorías que guiarían la lucha revolucionaria y la construcción de un “socialismo nacional”. En el mismo sentido, y en disputa con los análisis de cuño marxista, Envido identificaba al sujeto revolucionario en términos de “pueblo” -y no de “clase”- y, consecuentemente, rechazaba las interpretaciones sobre la incorporación de la clase obrera efectuadas a partir de “determinaciones estructurales” o tomando en cuenta el eje “autonomía-heteronomía”. Por el contrario, Envido destacaba una y otra vez la “primacía de la política” y el papel del “liderazgo” en tanto principio organizador del pueblo: de ese modo se diferenciaba no sólo de los análisis marxistas ortodoxos, sino también de los producidos por los “gramscianos” de Pasado y Presente y por algunas corrientes peronistas de orientación “alternativista”.31

Por su parte, Pasado y Presente había sido fundada en Córdoba en 1963 bajo la inspiración del intelectual y militante comunista José Aricó, a quien rápidamente se uniría Juan C. Portantiero desde Buenos Aires, con el compartido propósito de abrir una serie de debates en el ámbito de las izquierdas, particularmente en el Partido Comunista (PC).32 Uno de los rasgos que permite diferenciarla del mundo del comunismo argentino del cual provenía es el intento de buscar otra lectura del marxismo para, desde allí, reabrir la discusión sobre el peronismo -discusión que el PC había clausurado en 1946-. Según el mismo Aricó, el conocimiento del pensamiento de Gramsci había tenido para ellos “un efecto liberador”, en tanto les había permitido entender la “propia realidad nacional” y dar salida a la casi “obsesión” por elaborar “una teoría de la revolución argentina” desdeñando la utilización del marxismo como mera “doctrina”.33

Por ese camino, Pasado y Presente aportó a una nueva comprensión del peronismo y proporcionó argumentos a quienes se encontraban en tránsito desde la izquierda tradicional hacia la nueva izquierda. Uno de sus puntos de vista más influyentes fue el que consideraba al peronismo como “movimiento nacional-popular”, producto de una “alianza policlasista”, dentro de cuyos marcos los trabajadores habrían alcanzado su unidad política y consolidado su “identidad”. En consecuencia, la “experiencia” peronista debía ser considerada como un “tramo” en la constitución de su plena conciencia histórica, y con ella habría que contar si se quería avanzar en la construcción de una “voluntad nacional-popular” orientada al socialismo. Por otra parte, desde un pensamiento cercano al de Ernesto Guevara y al peronismo revolucionario de John W. Cooke, la revista sostenía que en las condiciones de la época -y tal como lo habría mostrado Cuba- la liberación nacional y la revolución socialista eran parte de un mismo proceso, por lo cual no cabía escindir la cuestión nacional de la cuestión clasista.34

Llegado 1973, cuando el colectivo editorial decidió retomar la publicación, ya contaba con suficiente prestigio y una extensa trayectoria en el mundo cultural y político de la nueva izquierda. Según los propios protagonistas, la apuesta que entonces hicieron por la izquierda peronista puede entenderse a partir del entusiasmo que les despertaba el crecimiento de la Tendencia Revolucionaria y el hecho de que Montoneros se hallara en plena tarea de reorganización de sus “frentes de masas” -en particular el de la Juventud Trabajadora Peronista (JTP)- a la vez que avanzaba en procesos de unidad con otros grupos -las FAP y las FAR-.35 Todo ello quedaría expresado en el primer número, en el cual, además de justificar la opción, criticaron con extrema dureza a los grupos de la nueva izquierda que, actuando como “vanguardias externas”, se colocaban al margen del movimiento popular y se oponían al proceso electoral en curso.36

Entre esas vanguardias a las que Pasado y Presente consideraba “externas” se contaban las que se expresaban mediante revistas tales como Los Libros y Nuevo Hombre. La primera (1969-1976) nació bajo el impulso y dirección de Héctor Schmucler con el propósito de modernizar la crítica e incorporar los avances teóricos europeos, además de discutir el papel de los intelectuales y su relación con la política. Más adelante Carlos Altamirano, Ricardo Piglia y Beatriz Sarlo se incorporaron al comité de redacción, y Los Libros pasó a presentarse como una revista orientada hacia “una crítica política de la cultura”, que desde sus páginas acompañó -y analizó- al movimiento de protesta y radicalización, con especial atención en el “clasismo”. Luego, hacia mediados de 1972, desacuerdos surgidos en torno a la posición a adoptar frente al GAN provocaron el alejamiento de Schmucler, y la revista quedó en manos de los otros tres miembros del comité. Desde entonces, y en términos generales, Los Libros pasó a reflejar la perspectiva de las organizaciones de la nueva izquierda que rechazaban la salida electoral con consignas del tipo “Ni golpe ni elección, revolución”.37

En cuanto a Nuevo Hombre (1971-1976), en su primer año de existencia y antes de vincularse con el PRT-ERP, estuvo bajo la dirección de Enrique Walker. Por entonces era una típica revista político-cultural de la nueva izquierda, vocera independiente de todas las organizaciones revolucionarias; en ella escribieron notorios intelectuales, desde Nicolás Casullo y Alicia Eguren hasta Silvio Frondizi y Vicente Zito Lema. A principios de 1972, cuando su director se retira, la revista pasa a reflejar -aunque de manera más bien laxa- el punto de vista del PRT-ERP, sobre todo en lo que respecta a su línea “frentista” de búsqueda de unidad de todos los grupos revolucionarios, proyecto dentro del cual convocaba con especial interés a los grupos peronistas.38 Crítica del GAN, Nuevo Hombre dio amplio espacio al movimiento huelguístico y al “clasismo”, a los movimientos campesinos, a los grupos cristianos radicalizados y a la cuestión de los presos políticos, a la vez que siguió muy atentamente el proceso chileno y dirigió críticas “fraternales” a la Tendencia Revolucionaria del peronismo.

La coyuntura electoral y el gobierno de cámpora: “lo electoral” y “lo revolucionario”

Entusiasmo y ambivalencias en Envido: “gobernar es movilizar”

Como ya se señaló, la idea de que las elecciones eran una “trampa” destinada a desviar al pueblo de sus “objetivos revolucionarios” había sido ampliamente compartida en toda la nueva izquierda desde el mismo momento de su anuncio. Pero la entrada de Perón en escena incidió en que una parte de ella se viera obligada a moderar el rechazo y a reordenar el discurso -mientras la otra persistía en una fuerte oposición a la salida electoral.

Por su parte, el presidente Lanusse contribuía a abonar el argumento de la “trampa”, toda vez que ponía en marcha maniobras destinadas a imponer condiciones, como la que buscaba impedir que Perón fuera candidato -y seguro ganador- o sellar algún tipo de acuerdo pre electoral con los partidos políticos.39 En realidad, esas maniobras no hacían más que proyectar la sombra de la proscripción y, en consecuencia, teñían con una tonalidad negativa el uso del “instrumento del liberalismo”; pero al mismo tiempo, Perón estimulaba la participación en esas elecciones.

Como prueba de la nueva articulación discursiva generada por la Tendencia, dos consignas aparecen como exponentes típicos: “Cámpora al gobierno, Perón al poder” y “Gobernar es movilizar”, ampliamente difundidas desde las páginas de Envido. En una típica batalla por la determinación del sentido y el control de la movilización en curso, ambas apuntan a asignar carácter “táctico” a las elecciones -y a la “democracia burguesa”-, dentro de una estrategia de construcción del “socialismo nacional”. De ese modo se marcaban distancias, no sólo con los partidos “liberales”, sino también con los sectores peronistas que se encolumnaban tras la consigna de la “Patria Peronista”. Sobre todo, permitía dejar en relativa latencia las diferencias que ya se insinuaban entre la Tendencia y Perón.40

La primera de dichas consignas expresa como ninguna el estatus ambiguo que el peronismo revolucionario otorgaba a esa elección. Y si hubo una revista en la que quedó expuesto el conjunto de las tensiones en ella encerradas, ésa es Envido. Revista de política y ciencias sociales. Entre los artículos que se abocaron al tema, ninguno tan típico como el firmado por Horacio González, en marzo de 1973: “La respuesta peronista a las elecciones-trampa es indesligable del proceso de la liberación y del socialismo nacional”.41 Resulta notable que, sobre el final de la campaña electoral, en el texto sobrevuele permanentemente la duda sobre el valor de esas elecciones -aun cuando la Tendencia era quien organizaba la campaña-. Sin embargo, y aunque con cierta resignación y proliferante argumentación, el autor reafirma su convicción de que si bien las elecciones -y la “democracia burguesa”- no servían para la “liberación”, podían ser usadas crítica y tácticamente en la larga batalla por el “socialismo nacional”: más allá de sus insuficiencias, y aunque fuesen amañadas, tendrían el valor de llevar a la discusión pública “la cuestión del poder”.

Según el autor, por esas razones, el peronismo -sin ser una fuerza “electoralista”- debía prepararse para dar respuesta en el plano electoral, evitando así caer en las erróneas posturas de quienes sostenían un “ilusorio y abstracto lenguaje revolucionario”. Sin embargo, y a pesar de esas contundentes afirmaciones, el artículo volvía una y otra vez al plano de la duda y al tema de la “trampa” cuando, por ejemplo, se preguntaba si esas elecciones habían sido “arrancadas” por la lucha popular, o si, por el contrario, habían sido “concedidas” por el régimen. Pese a la gravedad política de la pregunta formulada, González desdeña pronunciarse en esos términos42 y piensa a esos comicios como una forma de “demorar la resolución del problema del poder”. De esa manera, por un lado, rebajaba la importancia de las elecciones y ponía un límite a las expectativas de triunfo al advertir sobre la distancia existente entre un gobierno surgido de estas elecciones, aunque fuese peronista, y el “verdadero poder”. Por otra parte, anunciaba que los sectores revolucionarios, los que buscaban el “verdadero poder”, utilizarían ese tiempo de “demora” para crecer dentro del Movimiento.

Al traer este tema, el autor parece estar introduciendo otras dudas referidas ahora a un eventual triunfo de la fórmula del FREJULI: quienes como él conocían la “realidad” del Movimiento sabían de la presencia de sectores “desarrollistas”, partidarios de alguna forma de concertación o “pacto social” que permitiera algún modo de redistribución de la riqueza, pero contrarios al “socialismo nacional”.43 Con la certeza de que esas contradicciones internas al Movimiento pasarían al futuro gobierno, y vislumbrando el enfrentamiento que efectivamente se produciría, el artículo cierra con una consigna que funcionó no sólo como alerta sino también como un llamado a los propios a construir “verdadero” poder: “Gobernar, para el peronismo, es movilizar”.

En el mes de mayo, H. Fazio retoma esas preocupaciones al prever que la realidad del gobierno peronista próximo a asumir será la de una durísima pugna entre dos proyectos -“socialismo nacional” vs. “capitalismo nacional”- y llama a los sectores juveniles y revolucionarios a adoptar una actitud ofensiva en la “reestructuración” del Movimiento. En el mismo número, Claudio Ramírez (seudónimo de Jorge Luis Bernetti), en un tono más optimista, afirma que la táctica “tramposa” del Gran Acuerdo Nacional (GAN) ya había sido derrotada porque las “alianzas tácticas” y la “estrategia” de Perón habían logrado conformar un frente y ganado aliados a partir del propio proyecto.44

Llamativamente, durante los cruciales meses siguientes, cuando el balance de fuerzas comenzó a afectar a la izquierda peronista, no hubo entregas de Envido. Sería en noviembre cuando volvería a publicarse, con el número 10; para entonces, el general Perón ya había asumido la presidencia de la nación y el enfrentamiento dentro del Movimiento ingresaba en un punto de no retorno.45

Entusiasmo y advertencias en pasado y presente: “el único voto clasista es el voto al FREJULI”

Antes de que ello ocurriera, y mientras Envido demoraba su aparición, Pasado y Presente publicaba -en Buenos Aires- el número 1 de su segunda etapa. En él se incluía una declaración de apoyo al frente electoral encabezado por el peronismo bajo la consigna “El único voto clasista es el voto al Frejuli”. La revista expresaba así su convicción de que esas elecciones eran parte de un proceso revolucionario en marcha, y por lo tanto “un momento excepcional en que están creándose las condiciones para que las organizaciones de izquierda se encuentren cada vez más con el sujeto de la revolución: el proletariado peronista”. De manera similar a los planteos de Envido, Pasado y Presente sostenía que quienes en la izquierda no advirtieran esa realidad y marcharan hacia el voto en blanco -o “programático”- estarían haciéndole el juego a la reacción al negarse a votar con la mayor parte de la clase obrera a su juicio, el verdadero voto “clasista”.46

Sin embargo, en el mismo texto se afirmaba que votar con los trabajadores “no implica crear ilusiones en el proceso eleccionario ni en aquellos candidatos peronistas que no representan a la clase obrera”. Lo primero, porque las elecciones no dejaban de ser una “artimaña” del régimen para salir de su atolladero e intentar retener el poder -posición que, en principio, coincidía con los diagnósticos no peronistas de Los Libros y Nuevo Hombre-; lo segundo, porque un triunfo del FREJULI no eliminaría la presencia de los sectores reaccionarios del peronismo, más bien se abriría un intenso proceso de lucha de clases dentro de ese movimiento.

Ambos temas serán retomados y ampliados en “La larga marcha al socialismo en la Argentina”, extensa nota firmada por el colectivo Pasado y Presente, en la cual se analiza la coyuntura eleccionaria desde la perspectiva de un proceso más amplio, el del movimiento contestatario iniciado en 1969 caracterizado como “nueva oposición social” -tal como lo hiciera Los Libros, en 1971, al saludar al segundo estallido cordobés y el surgimiento de las corrientes “clasistas” en el movimiento obrero-.47 Pese a tratarse de un artículo impregnado de optimismo sobre el futuro, no es difícil advertir otra mirada, más apegada al presente, desde la cual se analizan las complejidades de esta recién iniciada “larga marcha”. Es este ángulo de observación el que permite evaluar las dificultades que deberán enfrentar quienes, aspirando al socialismo, debían convivir con una “historia de subordinación de los trabajadores a los sectores hegemónicos del movimiento”.48 De este modo, Pasado y Presente trae a primer plano el hecho de que las dificultades a resolver dentro del peronismo, lejos de ser de orden moral o vinculadas a la “traición”, serían la expresión de la existencia de dos proyectos antagónicos: el del histórico “nacional-desarrollismo” de la dirigencia sindical y política, y el más reciente “antiimperialismo-anticapitalismo” de la Juventud Peronista y de quienes entendían que, en la nueva etapa, “gobernar es movilizar”.

Cuando se ubica en esa línea, Pasado y Presente piensa en términos de inminencia e inevitabilidad del enfrentamiento entre ambos sectores, y alerta a los revolucionarios sobre los riesgos de tal situación, sobre todo en el caso de que adoptaran una posición “vanguardista” y optaran por agudizar el conflicto. En tal sentido, la revista convoca al peronismo revolucionario a encontrar su “identidad primaria” en el nuevo gobierno y, desde allí -no desde afuera-, dirimir las diferencias dentro del “movimiento nacional”. Si por el contrario optara por la intransigencia, caería en la misma “confusión” que afectaba a la izquierda clasista cuando buscaba la unidad de las izquierdas en lugar de trabajar por su articulación con el movimiento popular.

Es que Pasado y Presente razona a partir de la convicción de que, en Argentina, la “cuestión obrera” y la “cuestión peronista” no podían ser separadas, y que la clave de cualquier pensamiento político productivo radicaba en comprender la experiencia del peronismo como un “momento” en el desarrollo de la autoconciencia de la clase obrera argentina.49 En esa línea, su apoyo al proyecto del peronismo revolucionario era un reconocimiento al valor de la “novedosa articulación” política que éste había logrado dentro del Movimiento, haciendo posibles unas elecciones en las que, por primera vez, se discutía la posibilidad del socialismo en la Argentina.

La coyuntura de julio y el cierre del ciclo de activación

El papel de Perón y las posibilidades de la etapa según Pasado y Presente

Si el primer número de Pasado y Presente había estado dominado por las expectativas despertadas por las elecciones de marzo y por el triunfo de la fórmula encabezada por el Dr. Cámpora, el segundo muestra un abrupto cambio de tono. Es que, hacia fines de 1973, el curso tomado por los acontecimientos había adquirido los rasgos de una crisis tan severa como para que la revista hablara de “estado de guerra civil” en el peronismo: la forzada renuncia de Cámpora, a menos de dos meses de haber asumido, no dejaba margen para la ambigüedad; el conflicto interno había estallado, pronto y con virulencia.50

Si bien la existencia de ese conflicto -la disputa por la “dirección de las masas”- era bien conocida, los episodios de julio habían traído una novedad: la balanza se estaba inclinando velozmente en favor de la “burocracia” política y sindical del Movimiento, y con la renuncia del presidente Cámpora la crisis empezaba a resolverse mediante el retorno del peronismo a “sus metas históricas”, es decir, a su condición de “movimiento nacional de un país dependiente”.51 Ante la necesidad de dar cuenta de semejante desenlace, la revista apeló al argumento de la aceleración del tiempo político: la “crisis de julio” se había precipitado de manera “sorpresiva”, antes de que el peronismo revolucionario hubiese podido superar su condición de grupo “generacional” y lograra convertirse en expresión política de los trabajadores, pese a los esfuerzos de la recién creada Juventud Trabajadora Peronista.

En esa línea de reconocimiento de la debilidad política de la Tendencia, “La crisis de julio y sus efectos políticos” contiene dos operaciones destinadas a esclarecer y contener la situación. Por un lado, la revista asume, quizá por primera vez, la centralidad política de la figura de Perón, quien en septiembre había sido consagrado presidente, por tercera vez, con 62% de los votos. Por otro, coloca bajo interrogante a una de sus principales certezas, y se pregunta sobre la posibilidad de “continuidad” entre peronismo y socialismo, es decir, de producir un pasaje desde lo nacional-popular al socialismo. Respecto de lo primero, toma nota de que, desde el momento mismo de su retorno, Perón había mostrado voluntad de controlar la movilización popular y neutralizar a la dirección revolucionaria. Es que, según Pasado y Presente, el proyecto de Perón -capitalismo autónomo con reformas “al estilo europeo”- necesitaba de una gradualidad que evitara que las clases dominantes se “asustaran”, es decir, requería desmovilización y reforzamiento de la autoridad estatal; y si bien se insiste en que Perón “no es un déspota”, se afirma que, de ser necesario, podría llegar a “aniquilar” a quienes dentro del Movimiento expresaran otro proyecto. En síntesis, se está reconociendo que la lógica del proceso se ha alterado y que, políticamente, se evoluciona en un sentido inverso al previsto en el mes de marzo.

En segundo lugar, como parte de los preparativos para la nueva etapa -y con la convicción de que Perón avanzaría con toda su autoridad- Pasado y Presente llama a la izquierda peronista a analizar nuevamente la situación y a prepararse con realismo para la nueva etapa en la que ya no tendrían lugar las teorías justificatorias -del tipo Perón “cercado” por la derecha- ni las ingenuas expectativas de nuevos y favorables vaivenes en su política “pendular”. Más aún, se volvía indispensable asumir que era el mismo Perón quien encabezaba la ofensiva de la derecha, y que era necesario que la izquierda peronista reviera la propia posición en al menos dos aspectos. El primero llevaba a reiterar la recomendación de evitar la radicalización del conflicto y la ruptura con Perón, por cuanto ello afectaría el vínculo con las masas -los convertiría en “una vanguardia más”-. En segundo lugar, y puesto que la ofensiva contra los sectores revolucionarios indicaba que, en lo inmediato, estaban cerradas las posi bi li da des de iniciar la construcción del socialismo, “la etapa” obligaba a revisar los objetivos y, eventualmente, elaborar un “programa de transición” que expresara a una “amplia alianza de clases antiimperialista”. La sola enunciación de esta alternativa parece ser un claro reconocimiento del deterioro político sufrido por la izquierda dentro del peronismo.

Tanto las líneas de acción como el programa enunciado por Pasado y Presente aparecen como la perfecta contracara de lo que provenía del otro sector de la nueva izquierda, el que convocaba a una mayor intransigencia y al reagrupamiento de todos los grupos revolucionarios. Tal el caso de Nuevo Hombre y de los artículos que, aún en tono amistoso, advertían a la Tenden cia sobre la imposibilidad de su convivencia con los sectores “burocráticos”; ya desde los mismos días en que se desataba la “crisis de julio”, la revista venía insistiendo en que el gobierno de Cámpora estaba siendo “arrinconados por la derecha”.52 A la vez, la revista difundía profusamente documentos y encuentros encaminados a la construcción del Frente Antiimperialista y por el Socialismo (FAS), iniciativa motorizada por el Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP) y una serie de organismos sindicales y políticos, entre los que destacaba al Frente Revolucionario Peronista.53 Las páginas de Nuevo Hombre también mostraban su interés en el peronismo revolucionario otorgando importante espacio a grupos o personalidades que, siendo peronistas -por caso, Alicia Eguren-, reforzaban la opinión de la revista sobre la derechización que sufría el proceso político, además de reafirmar la vocación revolucionaria del peronismo.54

Envido, nueva etapa y nostalgia

La complejidad e intensidad del tiempo que siguió a la publicación del número de mayo había provocado, entre otras cosas, que Envido se planteara un cambio. Si hasta entonces la revista “había acompañado” el proceso de incorporación a la “conciencia nacional” de sectores intelectuales y de clase media, a partir del número 10 tomaba nota de la crudeza del enfrentamiento y anunciaba que asumiría una “identidad”, daría un marco “más concreto” a su tarea y se comprometería con todo aquello que facilitara el desarrollo de la “revolución peronista”.55 Entre los graves acontecimientos de esos cinco meses, además de los de julio, Perón había ganado las elecciones en septiembre, y casi al mismo tiempo se producía el atentado contra el líder de la CGT; como respuesta, el Consejo Superior Peronista había puesto en vigencia un “Documento Reservado” destinado a depurar ideológicamente al Movimiento.56 Si bien Montoneros nunca asumió oficialmente el atentado, sus mismas bases se encargaron de corear consignas que reivindicaban un hecho que ofendía profundamente a Perón; a ello se agregó, muy poco después, un anuncio que sólo podía provocarle mayor disgusto al presidente. Montoneros anunció su fusión con las FAR.

En semejante ambiente, Envido -que siempre se había ubicado en las cercanías de la Tendencia y de Montoneros- no podía eludir pronunciarse sobre una situación que conmovía al peronismo y al país, y que incluso amenazaba la unidad del grupo editor.57 En la nota de presentación, “Envido, nueva etapa”, el colectivo editorial se refirió a los sucesos de los últimos meses como a “la irrupción, con contornos insospechados de la más cruda lucha interna”, y a la necesidad de adoptar un nuevo punto de partida. Los hechos -la “guerra civil” de la que hablaba Pasado y Presente- eran enumerados dentro de un discurso cargado de referencias a las “definiciones” de Perón y alusiones a la “complicada trama” interna del Movimiento, pero no fueron objeto de mayores comentarios.

El “nuevo punto de partida”, sustentado en la afirmación “todo cambió con la presencia de Perón conduciendo el proceso de liberación”, es el que permite a Envido esbozar una expli cación sobre la “moderación” de los planes de Perón y a continuación, realizar dos movimientos en el plano político ideológico. La “moderación” se debería no solamente a la necesidad de armonizar las diversas corrientes existentes en el Movimiento, sino también a la presencia de un “cerco internacional” hostil a los movimientos de liberación, agravado por el golpe de Estado que acababa de producirse en Chile.58 De lo anterior se derivaba, por un lado, que los conceptos de la etapa anterior, incluida la consigna “gobernar es movilizar”, habían perdido vigencia y debían ingresar al plano de la “nostalgia”: una forma de decir que un ciclo se había cerrado. Por otra parte, en momentos en que los presagios rupturistas no hacían más que crecer, Envido definía su ubicación dentro del peronismo afirmando su adhesión a “la estrategia de la revolución peronista” y a la “conducción estratégica” del Movimiento, es decir, a las directivas de Perón.

A partir de esta toma de posición puede entenderse el extenso trabajo en el que Envido caracteriza a las corrientes internas del Movimiento apelando a los ejes “lealtad” y “ortodoxia” y dando entrada a “nuevos” conceptos -o valorizando algunos antes no muy festejados, como “reconstrucción y unidad nacional” o “reorganización e institucionalización del Movimiento”-.59 En el nuevo cuadro, la revista se ubica a sí misma entre quienes practican una “ortodoxia activa”, es decir, aceptan la “conducción” de Perón y participan en la “actualización doctrinaria”, pero de manera “creativa”, es decir, interpretando y sugiriendo.60 En esta actitud radicaría su punto de diferenciación respecto de la “heterodoxia alternativista”, practicada por quienes no asumen plenamente el liderazgo de Perón y discuten toda decisión suya considerada “no suficientemente revolucionaria”.61 Si bien Montoneros no es mencionado en el texto, algunos de los señalamientos críticos tal vez podían alcanzarlos; en tal sentido, resulta sugestivo que, sobre el final del apartado, en un recuadro, se lea “Montoneros, soldados de Perón”.

Cuando se publicaba este último número de Envido, las manifestaciones del conflicto se incrementaban, la Tendencia y Montoneros eran desalojados de la casi totalidad de los espacios institucionales que habían logrado y, junto con ello, se multiplicaba la presencia amenazante de grupos vinculados a la dirigencia sindical y a la derecha peronistas. Los golpes no caían sólo sobre el peronismo revolucionario, sino que se descargaban sobre el conjunto de las izquierdas, tanto en el ámbito político como en el sindical, en el universitario como en el de los movimientos campesinos, así como sobre la prensa, los periodistas y el mundo artístico. Ya era posible advertir el comienzo de la persecución estatal y paraestatal sobre los sectores movilizados bajo la figura del “enemigo subversivo”.62

Por otra parte, la persistencia del enfrentamiento con Perón -de difícil comprensión para gran parte del peronismo-, más el miedo que ya se estaba instalando en la sociedad, comenzaron a afectar al vínculo de Montoneros con sus bases.63 Más aún, comenzaron a erosionar su misma unidad, por ejemplo, en el ámbito de la Juventud Peronista, donde no tardó en ponerse en marcha la disidencia que daría lugar a la llamada JP “Lealtad”, dentro de la cual finalmente se ubicaría buena parte de los miembros de Envido.64

Unas palabras finales

A través de sus páginas, las revistas analizadas fueron dejando al descubierto la existencia de algunos malentendidos sobre los que se había asentado el proyecto del peronismo revolucionario. Hacia fines de 1973, la expectativa de transitar hacia el socialismo por la vía de revolucionar al conjunto del peronismo ya se encontraba seriamente afectada: el estallido del conflicto de lealtades dentro del Movimiento había vuelto evidente que la imaginada articulación entre la “vanguardia revolucionaria” y el liderazgo histórico de Perón no era posible. Dentro de ese cuadro general se desarrollaron los movimientos y contramovimientos que fueron empujando al ciclo de movilización hacia su cierre político y reduciendo el espacio y las posibilidades del conjunto de la nueva izquierda. De todo ello ha quedado suficiente y rico testimonio en las revistas, aunque no siempre se las ha leído a partir de este registro.

Varios años después de concluida la experiencia, en una notable reflexión sobre Envido, Horacio González65 se refirió a los momentos que aquí hemos identificado con el comienzo del cierre político, caracterizándolos como propios de un tiempo tensionado “entre el alternativismo estéril y el crecimiento de una derecha brutal”. La idea de “nueva etapa” -expresada por Envido en su número 10- podría entenderse, a su juicio, como la recomendación de dar “un paso táctico hacia atrás”: recomendación que no sólo no habría tenido eco en Montoneros, sino que además habría contribuido a que la revista se distanciara de esa organización.66

De manera similar al “paso táctico hacia atrás”, Juan Carlos Portantiero explicó que, a quienes hacían Pasado y Presente, el dramatismo de la situación los había llevado a imaginar una “antes impensable salida reformista” -el “plan de transición”- que evitara la ruptura entre Montoneros y Perón y las previsibles consecuencias políticas.67 Tal vez en las páginas de ese último número de Pasado y Presente -escritas cuando ya no parecía posible hablar de “la larga marcha” en términos esperanzados- se encuentren los gérmenes de la radical revisión de la experiencia revolucionaria que el grupo emprendería años después: entre 1979 y 1981, en el exilio mexicano, y que, junto a intelectuales provenientes del peronismo revolucionario, darían vida a la revista Controversia y a través de ella a un extenso debate acerca de las causas de la “derrota” recientemente sufrida.68

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Yankelevich, Pablo, Ráfagas de un exilio. Argentinos en México. 1974-1983, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, El Colegio de México, 2010. [ Links ]

Zolov, Eric, “Expandiendo nuestros horizontes conceptuales: el pasaje de una ‘vieja’ a una ‘nueva izquierda’ en América Latina en los años sesenta”, en Aletheia, 4 (2012), pp. 1-24. [ Links ]

1Este trabajo recoge y amplía contenidos de una ponencia presentada en las IX Jornadas de Sociología de la Universidad Nacional de La Plata.

2De una u otra manera, ambos tópicos parecen estar presentes, aunque en diferentes proporciones, en trabajos como los de Hilb y Lutzky, La nueva izquierda; Ollier, Golpe o revolución; Terán, Nuestros años; Vezzetti, Sobre la violencia; Calveiro, Política y/o. El “desvío” y la “responsabilidad” se habrían vuelto más evidentes a partir el triunfo electoral del peronismo en marzo de 1973 y del fin de su proscripción.

3El acontecimiento dio origen a la crisis del gobierno militar de la revolución argentina. Entre la abundante bibliografía, véase en especial Brennan, El Cordobazo; Gordillo, “La excepcionalidad”.

4Al respecto, entre otros, pueden consultarse Gilman, Entre la pluma y el fusil; De Diego, Quién de nosotros; PRISLEI, Polémicas intelectuales; Tarcus, Las revistas culturales.

5El PRT-ERP, organización político-militar constituida entre 1968 y 1970 en la que se combinaban influencias tales como la guevarista, la trotskista y la vietnamita, fue una de las dos organizaciones armadas más importantes (junto con Montoneros), y El Combatiente era su periódico oficial. Véase Carnovale, Los combatientes. El PCR se constituyó a partir de una importante fractura producida en el Partido Comunista en 1967-1968, en función de las críticas al “reformismo” y de la promoción de una estrategia revolucionaria -de tipo insurreccional-; su publicación teórico-política oficial era Teoría y Política; más adelante este partido viraría hacia el maoísmo. Véase Rubio, “El Partido Comunista Revolucionario”, pp. 137 y ss. VC había surgido como escisión del Partido Socialista Argentino de Vanguardia entre 1964 y 1965; adhirió tempranamente al maoísmo y propiciaba una estrategia de tipo insurreccional; su periódico oficial era No Transar, véase Tortti, El ‘viejo’ Partido Socialista, pp. 339 y ss.

6Una de las interpretaciones más difundidas es la que relaciona el fenómeno con la existencia de un “empate hegemónico” en el seno de las clases dominantes, y con su incapacidad para estabilizar “su dominación política”; véase Portantiero, Economía y política, pp. 531 y ss.; O’Donnell, “Estado y alianzas”, pp. 523 y ss; Cavarozzi, Autoritarismo y democracia, pp. 16-46; Pucciarelli, “Dilemas irresueltos”, pp. 23 y ss.; De Riz, La política, pp. 13-66.

7 Tortti, “Protesta social”, 205-234 y “La nueva izquierda”, pp. 15-34. Sobre por qué caracterizar a la nueva izquierda como “movimiento”, Tortti, “Historia reciente”, pp. 23 y 24.

8 Zolov, “Expandiendo”, pp. 1-24.

9Puesto que, desde nuestro punto de vista, comprender la emergencia de la nueva izquierda requiere tomar en cuenta la situación de crisis en la que estaba inmersa la sociedad argentina en 1955, encontramos muy adecuadas para el caso las indicaciones de Dobry, Sociología de las crisis políticas, pp. 1-33, sobre la relación entre crisis, movilización y politización. Según el autor, una de las características de las “crisis políticas” consiste en su potencial capacidad de provocar la apertura de una ola de movilizaciones, simultáneamente desplegadas en diversos sectores de la sociedad y en común oposición al estado de cosas existente; de modo que, aunque no todas sigan el mismo ritmo, la simultaneidad favorece una cierta difuminación de las fronteras entre los sectores movilizados y habilita canales de politización que, al ligar lo reivindicativo con lo político apuntan, al menos en germen, a la cuestión del Estado y el poder. Como se sabe, situaciones de ese tipo son propicias también para la emergencia y audibilidad de nuevos discursos que actúan potenciando la voluntad de los actores y confieren sentido y legitimidad a sus acciones.

10. Véase la “Introducción” en Marchesi, Hacer la revolución. Como se sabe, y dicho muy sucintamente, en Europa, los movimientos de la nueva izquierda nacieron ligados a las críticas al modelo soviético y a la disconformidad con las dirigencias de los partidos obreros y de izquierda por su escasa imaginación y voluntad de cambio. Y en Estados Unidos, a las luchas por los derechos civiles, el movimiento universitario, la oposición a la guerra de Vietnam y el impacto de la revolución cubana, en combinación con la cultura beat. Dentro de la abundante bibliografía: Thompson, Democracia y socialismo; Hall, “Vida y momentos”; Anderson, “El texto perdido”; Zolov, “Expandiendo”; Rojas, Traductores de la utopía; Servín, “La experiencia mexicana”.

11 Sigal, Intelectuales y poder, pp. 83 y ss.; Terán, Nuestros años, pp. 137 y ss.; Gilman, Entre la pluma y el fusil.

12 Altamirano, Peronismo y cultura de izquierda, pp. 5 y ss.

13Un originario “peronismo revolucionario” nació a fines de los cincuenta y principios de los sesenta, ligado al sector combativo del sindicalismo peronista. John W. Cooke fue uno de sus principales intelectuales e ideólogos; entre otros, véanse Mazzeo, Cooke, de vuelta; Galasso, Cooke. De Perón al Che; Goldar, Coooke y el peronismo. Luego, en la segunda mitad de la década se produjo el ingreso de sectores intelectuales y medios, muchas veces desde el mundo católico, proceso que generó una importante complejización social y política del movimiento peronista.

14Pensamos el mundo político-conceptual de la nueva izquierda a partir de las sugerencias de Rosanvallon, “Por una historia”, pp. 113-133, quien señala que para acceder a la “racionalidad” de una sociedad -o de una parte de ella-, además de conocer sus ideas, es necesario identificar cuáles son los problemas que se plantea (su “nudo histórico”), cuáles son los conceptos que utiliza para nombrarlos y cómo imagina su solución. Véase también Tortti, “Socialismo, peronismo y revolución: nudo”, pp. 37-46.

15Las FAP surgieron hacia 1967, en relación con los primeros grupos del peronismo revolucionario, y más tarde se unirían a Montoneros. Montoneros, también peronista, había nacido ligada al mundo del catolicismo y el nacionalismo para luego expandirse más allá de esos círculos originales. Su presentación pública se realizó mediante el secuestro y ejecución del general Pedro E. Aramburu -expresidente del gobierno que participó del golpe de Estado que derrocó a Perón en 1955, y responsable de la represión que se desató sobre el peronismo-; véanse Gillespie, Soldados de Perón, pp. 5-45; Torres Molina, Las guerrillas en Argentina, pp. 3 y ss.; Lanusse, Montoneros y el mito, entre otros. Además, existe bibliografía producida por exmilitantes de dichas organizaciones.

16Se trata de las diversas organizaciones que constituían la Tendencia Revolucionaria del Peronismo, conducida por Montoneros.

17El segundo Cordobazo se produjo en marzo de 1971. El clima de agitación generalizada y la desafiante actitud de la sociedad en sus más variados sectores condujo a caracterizaciones del tipo “crisis de hegemonía”, en Portantiero, “Economía y política”, pp. 535 y ss., o “crisis de dominación social”, en O’Donnell, 1966-1973, pp. 229 y ss.

18 Dobry, Sociología de las crisis, pp. 1-82, denomina “jugada” a la acción o comportamiento individual o colectivo con capacidad para alterar las expectativas de los actores, en un juego conflictivo; especialmente cuando son protagonizadas por aquellos a quienes el mismo autor llama “grandes actores” individuales o colectivos, por ejemplo, un líder político o el movimiento obrero.

19La expresión corresponde al título y al tema de la nota firmada por Juan C. Torre en la revista Los Libros (21 ago. 1971). Según el autor, la insurrección cordobesa había alumbrado una “nueva oposición”, caracterizada por dos novedades: el “clasismo” en el movimiento obrero -en tanto implicaba una ruptura con la tradición sindical peronista- y el accionar de las organizaciones revolucionarias que disputaba con el Estado el monopolio de la violencia.

20Toda la nueva izquierda coincidía en analizar esas elecciones en un plano muy general, como mecanismo liberal-burgués que opera como “máscara” encubridora de las relaciones de explotación-dominación. Por su parte, el sector peronista de la nueva izquierda agregaba otras consideraciones -de carácter más particular-, vinculadas a las intenciones del gobierno militar de convertir al peronismo en “un partido más del sistema”, y a la posibilidad de que un triunfo peronista fuera anulado (tal como había ocurrido en episodios anteriores).

21Perón aceleró entonces la construcción de un frente electoral -el Frente Justicialista de Liberación (FREJULI)-, en el cual, además del peronismo, participaban el Movimiento de Integración y Desarrollo, el Partido Conservador Popular y el Partido Popular Cristiano. Con él competirían la Unión Cívica Radical y otras alianzas electorales, por ejemplo, la Alianza Popular Revolucionaria, constituida por el Partido Comunista y el Partido Intransigente (de centro-izquierda).

22El presidente Lanusse intentó que el GAN se tradujera en una serie de acuerdos previos relativos al funcionamiento del futuro gobierno -además de impedir la candidatura de Perón- y procuró, sin éxito, que Perón condenara a las organizaciones armadas. En ese contexto, Perón se inclinó por nominar al Dr. Cámpora, quien mantenía cierta cercanía con esas organizaciones.

23Las FAR se conformaron con el fin de integrarse a los planes de Ernesto Guevara para la instalación de la guerrilla en Bolivia. Luego de la muerte del Che, sin dejar de ser marxistas, adoptaron la identidad peronista. Un rasgo típico de esta organización fue la de enunciar la compatibilidad entre la adhesión al marxismo (en el plano de la teoría) y la opción por el peronismo en el plano político; véase González Canosa, Los futuros. Las FAR, que a fines de 1973 se unieron formalmente a Montoneros, eran por entonces la organización más cercana al grupo Pasado y Presente.

24Como ha sido señalado por diversos autores, Perón entendía por “socialismo nacional” la actualización de las tres clásicas banderas de su movimiento (justicia social, independencia económica, soberanía política). Proyectaba un gobierno durante el cual se plasmarían unos acuerdos económico-sociales del tipo de los instrumentados por la socialdemocracia europea. Esos acuerdos, sobre los que venía trabajando desde tiempo atrás con diversos dirigentes políticos, contenían un doble compromiso: los partidos le reconocerían legitimidad -por lo tanto, no volverían a proscribirlo- y él se comprometía a respetar plenamente los principios de la democracia pluralista; véase Amaral, “Perón del exilio al poder”, pp. 281-291, y Svampa, “El populismo”, pp. 381 y ss.

25 Beigel, “Las revistas”, pp. 105 y ss. Sólo a modo de ejemplo, además de las revistas que aquí serán analizadas, pueden mencionarse: La Rosa Blindada (1964-1966), Cristianismo y Revolución (1966-1971), Antropología 3er. Mundo (1968-1973), Militancia (1973-1974), Crisis (1973-1976).

26Como ha señalado Angenot, El discurso social, pp. 13-94: “no hay movimientos sociales, ni práctica social, ni institución sin un discurso de acompañamiento que les confiera sentido, que los legitime y que disimule parcialmente, en caso de que sea necesario, su función efectiva”.

27Según Sarlo, “Intelectuales y revistas”, pp. 9 y ss., un ejemplo típico de este último tipo de revista cultural fue el de Cuadernos de Cultura, editada por el Partido Comunista. Las que aquí serán examinadas, si bien tenían afinidad y cercanía con grupos políticos de la nueva izquierda, fueron emprendimientos editoriales autónomos -lo cual permite una diferenciación respecto de las publicaciones exclusivamente políticas o editadas desde las mismas organizaciones: El Descamisado (Montoneros), El Combatiente (PRT-ERP) y otras.

28 Prislei, Polémicas intelectuales, pp. 11-25. Dentro de la amplia bibliografía sobre revistas, véase también Pita González y Grillo, “Una propuesta”; Pluet-Despatin, “Contribución a la historia”; Saitta, “Las revistas culturales” y los ya mencionados trabajos de Gilman, Beigel y Tarcus.

29Véase Offerle, Perímetros, pp. 27-115, y las respuestas de Juan C. Torre en Pastoriza, “Escribir historia política”, pp. 241-245. Ambos autores enfatizan la importancia de pensar el pasado como “el presente de ese pasado”, o como un presente cargado con las incertidumbres de una historia que aún no ha tenido final.

30Sobre la experiencia de las “Cátedras Nacionales”, el proceso de peronización de un sector de la intelectualidad y el papel de Envido: Rubinich, “La modernización”; Pozzoni, “Una mirada”; Dip, Libros y alpargatas, pp. 15-100; Gómez, “Horacio González y sus usos…”; González, “Envido, un frente intelectual”. Otros trabajos sobre Envido están centrados en el conflicto que llevó al fin de la revista y a la escisión de la Juventud Peronista; véase Pozzoni, Leales; Faigón, “La montonerización”; Garategaray, “Montoneros leales”.

31Según Juan Pablo Feinmann, las categorías adecuadas serían las de “movimiento de liberación nacional”, “movilización popular”, “conciencia antiimperialista”, “liderazgo” (en lugar de “partido”, “clase” o “conciencia socialista”); desde esa posición polemizaba con los marxistas de Pasado y Presente, y particularmente con el libro de Murmis y Portantiero, Estudios sobre, y por ejemplo, en “Sobre el peronismo y sus intérpretes”, Envido, 9 (mayo 1972). En cuanto a los grupos “alternativistas”, por ejemplo el que en 1973 comenzó a editar la revista Militancia para la liberación, siendo peronistas y reconociendo que Perón era un líder popular, sostenían que la clase obrera debía organizarse de manera autónoma respecto de las estructuras movimientistas y de la dirigencia sindical del peronismo; su discurso era más cercano al marxismo; en los años que nos ocupan ellos eran duros críticos de Perón, y también de Montoneros y la Tendencia, por no ser suficientemente radicales en sus planteos y mantenerse dentro del Movimiento cuando éste comenzó a alejarse del objetivo de construcción de un “socialismo nacional”. Véase Stavale, Las revistas, pp. 165-210.

32Luego del primer número, tanto Aricó como Portantiero fueron expulsados del pc. Pasado y Presente en su primera época (1963-1965) publicó nueve números, inicialmente con la dirección de Óscar del Barco y Aníbal Arcondo, y a partir del nº 5-6, bajo la responsabilidad de un “consejo de redacción” en el que figuraban los mencionados Del Barco y Arcondo, además de José Aricó, Samuel Kiczkoysky, Juan Carlos Torre, Héctor Schmucler, César Guiñazú, Carlos Assadourian y Francisco Delich.

33Un objetivo central del grupo consistía en producir una actualización teórica del marxismo y poner en discusión ciertos temas cruciales: las “vías” nacionales, la concepción del partido, el stalinismo, y experiencias tan disímiles como las de la revolución cubana o la del “democrático” PC italiano. Según Pasado y Presente, la tarea había quedado habilitada desde que en el Movimiento Comunista Internacional ya no había monolitismo ni “partido guía”, en referencia particular con el debate chino-soviético. Aricó, Entrevistas, pp. 17-77; Tortti y Chama, “Los nudos políticos-intelectuales”, pp. 232-254. Bibliografía que a su vez contiene bibliografía sobre el grupo y la revista: Burgos, Los gramscianos; Petra, Intelectuales y cultura; Cortés, Un nuevo marxismo; Prismas, 18, “Dossier 50 años de Pasado y Presente”.

34Este último postulado, compartido por toda la nueva izquierda, sostenía que puesto que el capital monopólico ya no actuaba “desde afuera” sino desde los propios mercados internos -enlazados con el capital local-, no había posibilidades para una alianza y un proyecto nacional como el que Perón había comandado en 1945. En las nuevas condiciones la liberación nacional y la construcción del socialismo serían parte de un mismo proceso. En términos menos sofisticados, el Partido Socialista de Vanguardia había sostenido esa posición a principios de los sesenta. Tortti, El ‘viejo’, segunda parte.

35Sobre estas organizaciones: Duhalde y Pérez, De Taco Ralo a; González Canosa, Los futuros.

36 Aricó, Entrevistas, pp. 17-114; Tortti y Chama, “Los nudos políticos-intelectuales”, pp. 232-255.

37En sus primeros años contó con prestigiosos colaboradores -Aricó, Portantiero, Torre- que, como su director, habían pasado por la primera experiencia “pasadopresentista”. El alejamiento de Schmucler estuvo relacionado con los mencionados desacuerdos políticos y con la publicación de un artículo de Altamirano sobre el GAN -en Los Libros (27 jul. 1972)-; por entonces, Schmucler estaba comenzando su acercamiento al peronismo. Durante el periodo que nos ocupa, la revista fue responsabilidad de Altamirano, Sarlo y Piglia, los tres vinculados a organizaciones maoístas (los dos primeros al PCR, y a VC el tercero). Véanse Somoza y Vinelli, “Para una historia”, pp. 9-19; y también, “En memoria del incansable y noble intelectual”, en Estudios, núm. especial (2019), pp. 31-42.

38La revista había tenido problemas económicos, y además Walker -su director- había pasado al mundo de la militancia (incorporándose a Montoneros). En esas circunstancias, Nuevo Hombre fue comprada por el PRT-ERP. Según Santana, “Nuevo Hombre”, pp. 11-18, el PRT-ERP decidió mantenerla como revista legal, y amplia respecto de temas y autores. Nunca fue parte del aparato de propaganda del partido, sino que más bien fue usada como “herramienta de organización”, en particular para difundir la construcción del Frente Antiimperialista y por el Socialismo y dar voz y espacio a sus aliados en ese frente.

39Véanse las notas 21 y 22. La última de las cláusulas “tramposas” consistió en desafiar a Perón imponiendo una fecha límite para su regreso al país.

40Esas diferencias iban desde la definición misma de “socialismo nacional” hasta el lugar que se otorgaba a las organizaciones armadas, “formaciones especiales” u “organizaciones revolucionarias”, según quien las nombrara. Para los jóvenes de la Tendencia, el grueso de la dirigencia sindical peronista constituía una capa burocratizada, corrupta y siempre dispuesta a pactar con el poder; de allí las acusaciones de “pactista” o “integracionista”. A su vez, esos dirigentes consideraban a los miembros de la Tendencia como izquierdistas “infiltrados” en el Movimiento.

41Horacio González, “La respuesta peronista a las elecciones-trampa es indesligable del proceso de la liberación y del socialismo nacional”, Envido, 8 (mar. 1973).

42Tanto para Nuevo Hombre como para Los Libros, no había dudas: las elecciones eran una estrategia del régimen, dentro de la cual la presencia de Perón funcionaba como una pieza indispensable para obtener consentimiento popular; además en ambos casos se marcaba la condición minoritaria de la Tendencia dentro del Movimiento y el carácter “burgués” del liderazgo de Perón. A modo de ejemplo, véase “El pueblo y la farsa”, Nuevo Hombre, 36 (feb. 1973), y Carlos Altamirano, “El Gran Acuerdo Nacional”, Los Libros, 27 (jul. 1972); del mismo autor, “Acuerdo y elecciones: el discurso del GAN”, en Los Libros, 29 (mar.-abr. 1973).

43Se alude no sólo a sectores internos sino también a los principales aliados en el FREJULI, y al espacio que podrían lograr en una futura etapa de “reconstrucción nacional”.

44Horacio Fazio, “El gobierno popular y la construcción del Socialismo Nacional”, Envido, 9 (mayo 1973); Claudio Ramírez, “Alianzas tácticas y estrategia de poder del Movimiento Peronista”, Envido, 8 (mar. 1973).

45La secuencia comenzó con el enfrentamiento ocurrido al llegar Perón al país, el 20 de junio de 1973, y la posterior acusación de éste a los grupos juveniles -calificándolos como “infiltrados”-; siguió con la forzada renuncia de Cámpora a la presidencia de la nación -lo cual permitió las nuevas elecciones, que Perón ganó abrumadoramente. En medio de esa situación, Montoneros iba perdiendo espacios en el gobierno y en el Movimiento, a la vez que multiplicaba sus críticas al gobierno y su enfrentamiento con el líder. Según Nuevo Hombre había “estallado la lucha de clases dentro del peronismo” y la izquierda peronista debía reconocer que era minoría dentro del Movimiento, aunque fuera mayoría en el ámbito de la Juventud; la Tendencia debía entender que la única salida consistía en construir la “unidad de todos los revolucionarios” en un frente antiimperialista y socialista. “La quincena política. El avance de la derecha”, Nuevo Hombre, 41 (16 abr. 1973) y Nuevo Hombre, 45 (2ª quincena jul. 1973).

46La Declaración sostiene que lo excepcional del momento radica en que se ha entendido que el trabajador “no tiene que dejar de ser peronista para ser revolucionario, ni es necesario que los no peronistas se incorporen al movimiento”, “El único voto clasista es el voto al Frejuli (Declaración de la Comisión de apoyo y movilización, Córdoba, marzo 1973)”, Pasado y Presente, 1 (abr.-jun. 1973). En este número José Aricó figura como “editor responsable” y se aclara que en la elaboración del mismo colaboraron, además de Aricó, Óscar del Barco, Jorge Feldman, José Nun, Juan Carlos Portantiero, Juan Carlos Torre y Jorga Tula.

47Véanse las notas 15 y 17. Si dos años antes Los Libros había destacado la importancia y la “novedad” del “clasismo”, en tanto superador de la ideología de conciliación de clases del peronismo, ahora Pasado y Presente sostenía la “novedad”, que en 1973 radicaba en que, por primera vez, la larga historia de lucha de la clase trabajadora se aunaba con la “novedosa” presencia de una fuerza revolucionaria en su interior.

48Aquello que Pasado y Presente ve como “dificultades” a enfrentar, para Nuevo Hombre son “significados” opuestos e inconciliables. Por esta razón, a la vez que señalaba que la “aplastante victoria” del FREJULI había canalizado el repudio popular a la dictadura, consideraba que lo adecuado pasaba por apostar a la construcción del Frente Antiimperialista y por el Socialismo” (FAS), y así “iniciar la larga marcha hacia el socialismo”; “Balance de las elecciones”, Nuevo Hombre (abr. 1973).

49Pasado y Presente, “La ‘larga marcha’ al socialismo en la Argentina”, en Pasado y Presente, 1 (1973). En el artículo sostiene la posibilidad de iniciar esa “larga marcha” (es decir, el pasaje desde el peronismo al socialismo) en virtud de que el peronismo, a diferencia de otros movimientos nacional-populares, contaba con una sólida base obrera. De allí la posibilidad de trabajar desde su interior desde una perspectiva revolucionaria, aunque se reconocía que la identidad y la tradición política peronistas constituían una “realidad rebelde” para la izquierda. Cabe acotar que la idea de que era posible “revolucionar” al peronismo proviene de los orígenes mismos de la nueva izquierda, cuando pequeños grupos desprendidos de los partidos de la izquierda tradicional iniciaron el acercamiento y la relectura del peronismo a partir de considerar que éste debía ser leído, en primer lugar, a partir de su composición de clase, antes que desde sus postulados ideológicos; véase Tortti, El ‘viejo’ partido socialista, pp. 113-248.

50Pasado y Presente, “La crisis de julio y sus consecuencias políticas”, Pasado y Presente, 2/3 (jul.-dic. 1973). Junto al creciente duelo verbal, intercambio de críticas y acusaciones entre la Tendencia y Perón, se sucedían importantes movilizaciones, tanto de la JP y Montoneros como de la dirigencia sindical que, reiterada y públicamente, era elogiada por Perón. Pero, sobre todo, a partir de ese episodio, la Tendencia fue siendo desalojada de los lugares institucionales que ocupaba, por ejemplo, en la Universidad de Buenos Aires. Por otra parte, poco después comenzaría la campaña de desprestigio y amenazas hacia los gobernadores de provincia que simpatizaban con la Tendencia y que fueron siendo obligados a dejar sus cargos; véanse Bonavena, “Guerra contra”, pp. 143-235, y Servetto, El gobierno peronista, pp. 25-52.

51Si el triunfo de marzo había expresado la “confluencia” entre la movilización popular y el proyecto de la “burguesía no monopólica”, a tan sólo dos meses la dirección peronista había decidido una reestructuración que relegaba al primero de los términos y volvía a la idea de construir un “capitalismo nacional”. En términos de O’Donnell, “Estado y alianzas”, p. 550, ese gobierno habría sido expresión de una “alianza defensiva” del viejo capitalismo nacional (mercado internista y distribucionista), ni plenamente capitalista ni revolucionaria.

52En particular le recuerdan a la Tendencia su condición “no hegemónica” dentro del Movimiento -en claros llamados a Montoneros para que se desprendiera del Movimiento Peronista-. Nuevo Hombre insistía en temas tales como el del discurso dual de Perón y se empeñaba en presentarlo como uno de los “pilares” del GAN. “La quincena política: el avance de la derecha”, en Nuevo Hombre (mayo 1973); “Frenar a la derecha”, en Nuevo Hombre (jul. 1973).

53El Frente Revolucionario Peronista -dirigido por Armando Jaime- era una organización de dimensiones más reducidas que las del PRT-ERP o Montoneros, pero contaba con arraigo en los sectores obreros del norte argentino. Sin ser un actor principal de la Junta Coordinadora Revolucionaria, tuvo alguna participación en ella junto con el PRT-ERP, ELN boliviano, el MLN Tupamaros y el MIR chileno; véase Marchesi, Hacer la revolución, p. 167.

54Alicia Eguren sostenía que, desde la época de la Tricontinental, el peronismo revolucionario había estado comprometido con los sectores no peronistas que luchaban por ideales socialistas; véase “Opina Alicia Eguren”, en Nuevo Hombre (16 mayo 1973). Ella y su esposo, el dirigente peronista John W. Cooke, participaron activamente en la “resistencia peronista” y luego vivieron en Cuba durante los primeros tiempos de la revolución; más tarde Cooke encabezó la delegación argentina a la Tricontinental en 1966. Ambos se mantuvieron siempre dentro del peronismo revolucionario, y mantuvieron una larga y tensa relación con Perón. Cooke falleció en 1968 y Eguren permanece desaparecida desde 1977.

55En “Envido, nueva etapa” se dice que como forma de concretar una voz para la revista, no habría más notas firmadas, Envido, 10 (nov. 1973).

56Este “documento reservado” -rápidamente conocido por la militancia- declaraba la existencia de una “guerra” y llamaba a los peronistas a luchar contra los grupos “marxistas” (a los cuales atribuía el asesinato del Rucci) y a definirse públicamente en relación con ellos. El documento funcionó como aval e inicio de las acciones de represión estatales y paraestatales. Por su parte, en ese mismo mes de septiembre, el PRT-ERP había dado por finalizada la “tregua” que había otorgado al gobierno “surgido de la voluntad popular” -el de Cámpora-, y reanudado sus operaciones militares con el asalto al Comando de Sanidad del Ejército.

57Algunos testimonios refieren un intento tardío de Envido para vincularse orgánicamente con Montoneros: aparentemente, a la vez que no se habría llegado a un acuerdo con la organización, el intento habría producido un conflicto dentro del grupo editor; Feinman y González, Historia y pasión, y véase la nota 30.

58Envido sostiene que, por razones diferentes, ni el “capitalismo nacional” ni el “socialismo nacional” resultan posibles en ese momento: el primero porque sería históricamente inviable, y el segundo porque no se cuenta con las fuerzas necesarias: la “actual etapa de Reconstrucción” requiere un programa y una consigna que se sintetiza en “Patria Justa, Libre y Soberana, orientada hacia el Socialismo Nacional” (las cursivas son mías).

59El trabajo “Esbozos críticos sobre algunas concepciones en el seno del peronismo” no lleva firma, pero según Pozzoni, Leales, fue escrito por Arturo Armada, director de la revista. El apartado que se está comentando -“La situación actual”- forma parte de ese extenso trabajo.

60Esta posición se diferenciaría de aquella a la que denominan “ortodoxia pasiva” y que sería la practicada por otras organizaciones muy apegadas al pensamiento de Perón y preocupadas por cuidar de la pureza doctrinaria del peronismo. Guardia de Hierro sería una de ellas.

61El “alternativismo” aparece identificado con el “basismo” y el “clasismo”, y con el menosprecio de la doctrina justicialista. Aunque Envido no los menciona, algunos de los típicos “alternativismos” serían los del llamado “peronismo de base”, así como la revista que mejor lo expresaba, Militancia.

62 Franco, Un enemigo, pp. 187-292.

63 Robles, “La Plata en las vísperas”, pp. 339 y ss.; Salcedo, Los montoneros, pp. 111-202.

64 Pozzoni, Leales.

65 González, “Envido, un frente intelectual”. El trabajo de González resulta notable por la combinación de reconstrucción y análisis de la trayectoria de Envido, y la agudeza con que reflexiona sobre la potencialidad y los límites de la experiencia de esta revista.

66Las versiones sobre estos hechos, mencionadas en la nota 30, suelen diferir. Además, véase Peyrou, “ La JP”.

67 Tortti y Chama, “Los nudos”, pp. 9-20. Una interpretación del proceso que entonces se estaba viviendo puede leerse en Portantiero, “Los usos de Gramsci”, p. 131. En ese capítulo, escrito en 1975, el autor, retoma reflexiones de Gramsci sobre las situaciones en las que se produce un “avance precoz” de las fuerzas revolucionarias y se genera un “equilibrio catastrófico” que, a su vez, conduce a un proceso regresivo y represivo.

68En la revista, junto a los pasadopresentistas, participaron varios intelectuales identificados con la izquierda peronista, tales como J. L. Bernetti, N. Casullo y S. Caletti; véanse Yankelevich, Ráfagas de un exilio, pp. 115-186; Gago, Controversia: una lengua; Farías, Un epílogo para; Giller, “La revista de la derrota”; Burgos, Los gramscianos, cap. 5; Tortti, “Voces en Controversia”, pp. 169-198.

Recibido: 05 de Octubre de 2021; Aprobado: 31 de Mayo de 2023

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