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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.74 no.2 Ciudad de México oct./dic. 2024  Epub 05-Nov-2024

https://doi.org/10.24201/hm.v74i2.4839 

Semblanza

David a. Brading: la memoria pragmática

Antonio Saborit1 

1Instituto Nacional de Antropología e Historia


Al cabo de 30 años de conocerse, aunque con la ventaja de no verse ni mucho menos tratarse con frecuencia, David A. Brading (1936-2024) y Colin White (1922-2007) dedicaron los primeros 40 minutos de su encuentro a discutir sobre la ruta del ruibarbo hacia América la mañana en la que se sentaron a conversar en el Sanborns de San Ángel. Esto ocurrió a mediados de los novecientos noventa, pero parecía que recuperaban un diálogo interrumpido mucho tiempo atrás. El resto de la reunión intercambiaron de una silla a otra, trascendentales minucias.

La anécdota parece tomada de un relato de William Trevor o bien de V. S. Naipaul. Contra todo pronóstico, considerando que uno se estableció en Cambridge mientras que el otro permaneció en México, no se perdieron de vista a pesar de las deman das y miserias de las atmósferas universitarias que tuvieron que sufrir ni les pareció algo inocuo el reunirse en San Ángel pues el lugar debió figurar al inicio de su trato. White era ya el profesor de literatura más notable en la Facultad de Filosofía y Letras, y, a diferencia de Brading, vivía para la lectura y la enseñanza. En cambio Brading engarzaba proyectos de investigación y escritura, animado por el deseo de ampliar así su cátedra. A ambos los impulsaba la obligación, desde luego heterodoxa, de construir una visión del pasado mucho más completa y densa que la recibida alguna vez de los maestros.

El magisterio de White me puso sobre el camino de John Livingston Lowes y su estudio sobre las fuentes de Samuel T. Coleridge: The Road to Xanadu. A Study in the Ways of Imagination, mientras que el de Brading me condujo a un ensayo de George Kubler, The Shape of Time. No sé hasta dónde se sigan resistiendo a leerlos los mismos públicos para los que se crearon.

La configuración del tiempo y la idea de las secuencias postuladas por Kubler en La configuración del tiempo documentaron las rutas de la imaginación de Brading y le sirvieron para explicar la buena fortuna de su propio desarrollo en el ámbito universitario inglés en la segunda parte del siglo XX. Así lo contó en ocasión de una larga entrevista que concedió a la revista historias (1987). Para entonces él ya era el autor de varias monografías con un claro acento económico y social, como Mineros y comerciantes en el México borbónico, 1763-1810 (1971) y Hacien das y ranchos del Bajío, Léon, 1700-1860 (1978), el compilador de Caudillos y campesinos en la Revolución mexicana (1980), así como el minucioso ensayista de Los orígenes del nacionalismo mexicano (1973) y Mito y profecía en la historia de México (1984).

En la referida entrevista Brading omitió mencionar tanto el desasosiego de su más bien fugaz experiencia como profesor en la Universidad de California, como el ambicioso proyecto que entonces lo ocupaba: Orbe indiano. De la monarquía católica a la república criolla 1492-1867 (1993).

Enrique Florescano, quien conoció a Brading casi desde el tiempo en que se cruzaron los caminos de Brading y White, lo llamaba David, ni por asomo Déivid, y desde entonces hizo lo posible por encontrarle casa a todos y cada uno de estos trabajos en editoriales mexicanas -de ahí que el ensayo sobre el nacionalismo mexicano, traducido por Soledad Loaeza, apareciera en la legendaria colección SepSetentas.

Orbe indiano colocó a Brading en el corazón del muy potente empeño historiográfico del final del siglo XX por resignificar la experiencia cultural, económica y política de la Nueva España en la historia moderna de Europa y América. Y a esta visión panorámica añadió un nuevo asedio regional, Una iglesia asediada: el obispado de Michoacán, 1749-1810 (1994), así como un selecto y sugerente conjunto de testimonios documentales, El ocaso novohispano (1996), cuya secuela completó 15 años después junto con Óscar Mazín, El gran Michoacán en 1791. Sociedad e ingreso eclesiástico en una diócesis novohispana (2009).

Brading estuvo en Guadalajara, durante la Feria del Libro, a propósito de la salida de un título más: La Nueva España. Patria y religión (2015) y de la publicación del estudio de su muy querida discípula Clara García-Ayluardo sobre la desaparición de las cofradías en la ciudad de México a finales del siglo XVIII, Desencuentros con la tradición (2015). Para entonces seguía resolviendo sus asedios al pasado con el uso alternado del ensayo y la monografía: Marmoreal Olympus: José Enrique Rodó and Spanish American nationalism (1998), El Fénix mexicano. La Virgen de Guadalupe. Imagen y tradición (2001), Octavio Paz y la poética de la historia mexicana (2002) y Profecía y patria en la historia del Perú (2011). Aprovechando su estancia en México, en compañía de la historiadora Celia Wu, su esposa, Brading consultó en el acervo de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia un título en octavo con la censura al discurso de fray Servando. Ahí lo vi por última vez; y alcancé a poner en las manos de Brading algo mío casi a la altura de su magisterio: mi edición del primer escrito contra la monarquía española, redactado en español e impreso en Filadelfia en 1794: El desengaño del hombre de Santiago Felipe Puglia. -Sí -dije para atajar su sorpresa-, es anterior a la Carta dirigida a los españoles americanos de Juan Pablo Viscardo y Guzmán -prologada por el propio Brading 10 años antes.

Los manuscritos más raros y los impresos más conocidos pasaron por las manos de Brading y no en vano se fijaron en su mente. Era extraordinaria su memoria, extraordinariamente pragmática, como es de notar el cuidado en la selección de las palabras de cada frase. Su legado, a resguardo en sus libros, es la visión de un extenso orbe americano en cuyo espacio transitan los numerosos afluentes de una densa, inusitada, mística, violenta e incompleta construcción civilizatoria en la historia moderna de Occidente.

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