En 1997, la primera versión de La isla imaginada fue publicada en Puerto Rico, gracias a la editorial Isla Negra, en coedición con la dominicana Librería La Trinitaria. A esta primera edición le siguió una reimpresión en 2007 hecha por la misma editorial boricua, pero ahora en colaboración con la también dominicana Editora Manatí. En 2005, la primera edición de este libro se tradujo al inglés como parte de la serie “Latin America in Translation” hecha por The University of North Carolina. En 2019, 14 años después de su traducción al inglés, salió la tercera edición en español de este texto, ahora en Canadá, gracias al Centre International de Documentation et d’Information Haïtienne, Caribéenne et Afro-Canadienne (CIDIHCA). Finalmente, en 2022, vio la luz la cuarta edición, corregida y aumentada, impulsada por la Editorial Universitaria Bonó, la CIDIHCA y Ediciones MSC. Esta última versión, publicada dentro de la serie “Pensamiento y Vida” en conmemoración de los 25 años de la primera edición de la obra, es la que a continuación reseñamos.
El libro está compuesto por un prólogo hecho por Raymundo González, miembro de número de la Academia Dominicana de la Historia y de la Comisión Nacional Dominicana del Instituto Panamericano de Geografía e Historia, quien no perdió la oportunidad de resaltar la atinada crítica de San Miguel a las imaginaciones históricas vinculadas al progreso que han atravesado La Española, las cuales han alimentado durante siglos las relaciones tensas, antagónicas, desiguales y muy escasamente fraternas entre Haití y la República Dominicana. A este breve pero sustancioso aporte de González le sigue el prefacio a la nueva edición dominicana, en donde San Miguel se posiciona en la lectura de los discursos históricos más allá de su labor dentro de la historia agraria de los campesinos del Cibao apuntando la importancia de reexaminar las relaciones entre la historiografía y la ficción y entre el saber y el poder que han generado interés en las últimas décadas.
A estos aportes les sigue una introducción como punto de partida teórico y cuatro capítulos, cada uno correspondiente a un ensayo individual que fue concebido de manera independiente, pero que a la postre cobraron sentido como obra fundacional del pensamiento del autor y de la historiografía dominicana. Esta nueva edición se complementa con un postfacio, un añadido que no estaba en la primera versión y en donde el autor retoma sus puntos de partida reflexivos: Hayden White, Michel de Certeau, Benedict Anderson, Ángel Rama y Julio Ramos, entre otros, para insistir en la naturaleza esencialmente mítica de los relatos sobre la nación que pueden extraerse de las narraciones de “los padres de la Patria”, permitiéndole así a la literatura ser el mapa que guíe las pesquisas del historiador por los sueños de la nación. A lo largo de sus 253 páginas, el texto se instala entre los siglos XIX y XX, en lo que el autor llama en la introducción la “escritura sagrada”, es decir, esas narraciones que, amparadas por el halo protector de la tradición y la pretensión científica de la Academia, se constituyen en verdades incuestionadas permanente en el tiempo en donde el progreso y el poder son los sujetos por excelencia de la historia nacional gracias a una “poética de la historia”, al estilo de White, que convierte los hechos narrados en momentos privilegiados de la historiografía.
El primer ensayo que constituye este libro se titula “La colonia imaginada: visiones históricas sobre el Santo Domingo colonial”; en él se exploran las relaciones existentes entre historia, narración y ficción a través de los arquetipos de la novela que Hayden White afirma están vinculados con las obras historiográficas y que son: la comedia, la tragedia y la sátira. Para el análisis de la narración trágica, en la que se detiene particularmente el autor, éste toma un conjunto reducido de ensayistas de distintos tiempos: Antonio Sánchez Valverde (1729-1790?), Pedro Francisco Bonó (1828-1906), José Gabriel García (1834-1910), Manuel Arturo Peña Batlle (1902-1954), Joaquín Balaguer (1906-2002) y Juan Bosch (1909-2001), y los pone en diálogo en relación con la noción de progreso construido sobre el dilema caribeño de la civilización y la barbarie. En este dialogo trágico hecho a contrapunto entre la raza, el progreso y los males de la nación, la izquierda no sale intacta de la exégesis narrativa, pues San Miguel apunta que entre los intelectuales de tradición democrática también es posible encontrar una evidente tendencia a la narración trágica, esa que fue característica del modelo de sociedad auspiciada por los trujillistas, pero que presenta otros tintes. Para ello, analiza la producción literaria de Juan Bosch sobre el tema rural y la obra de Juan Isidro Jimenes Grullón (1907-1983).
El segundo ensayo se titula “Discurso racial e identidad nacional: Haití en el imaginario dominicano”. Si bien el primer ensayo de esta obra corresponde a una panorámica de las “trágicas” visiones históricas sobre el Santo Domingo colonial, el segundo es un close up sobre las relaciones etnia-raza e identidad a través de la obra de Bonó y Peña Batlle. Para este ejercicio crítico se retoma el tema del criollismo y de la relación entre el mestizaje racial y el cultural, los cuales en menor o mayor medida estuvieron relacionados con diferentes grados de intensidad. Derivada de la partición colonial de la posesión de La Española, dividida entre España y Francia, la República Dominicana construyó su “yo” racializado frente al “otro” haitiano mediante una fuerte rivalidad que no pudo escapar del derramamiento de sangre, el cual se alimentó de la utopía esclavista de Antonio Sánchez Valverde. Frente a esto, se analiza el mulatismo y el proyecto nacional de Bonó, así como el concepto de la hispanidad asediada de Peña Batlle, que influenció el intento de resolución definitiva de la cuestión fronteriza entre ambos países.
El tercer ensayo puede considerarse un diálogo intradiegético con Borges y Jean Price-Mars titulado “La isla de los senderos que se bifurcan: Jean Price-Mars y la historia de La Española”. Parafraseando también a Le Goff y Ricoeur, San Miguel concibe en este ensayo a la escritura de la historia como una reflexión que mira al pasado, considerándola “una poética acerca del tiempo, cuyo propósito es dominarlo” (p. 115). En este apartado se analiza al detalle la obra monumental de Jean Price-Mars, en especial La República de Haití y la República Dominicana, un texto construido a manera de laberinto borgiano que, según San Miguel, ubica a Price-Mars dentro de la historiografía haitiana a la par que lo hicieran figuras como Fernando Ortiz para Cuba, Gilberto Freyre para Brasil y José Carlos Mariátegui para Perú.
Termina el libro la entrega de un cuarto ensayo, titulado “Para ‘contar’ la nación: memoria, historia y narración en Juan Bosch”, en donde de nuevo la literatura, en este caso los cuentos sobre campesinos de Juan Bosch, sirve de indicio para la búsqueda de una forma mucho más compleja de abordar la historia de la isla. El ensayo va de la anécdota a la historiografía, utilizando tres categorías semánticas: memoria, narración e historia. En la primera: memoria, se exploran las crisis agrícolas del Cibao de 1920 a partir de la anécdota de un niño que viaja con su padre por la carretera que atraviesa el país de la Línea Noroeste a Santo Domingo. En la segunda: narración, la atención está en “la angustia del atraso y del subdesarrollo” que vive la burguesía dominicana, la cual se encuentra instalada en un “pesimismo” que expresaba con exaltación la visión que tenían los sectores letrados sobre las masas rurales. La tercera categoría: historia, se centra en el aporte historiográfico de Juan Bosch en relación con su proyecto modernizador. Es en este ensayo donde el análisis entre civilización y barbarie que propone San Miguel queda completamente evidenciado.
Como se mencionó al inicio, el texto termina con un postfacio en donde el autor reflexiona sobre sí mismo, sobre el alcance y maduración que ha tenido su obra en conjunto desde la publicación de la primera versión de La isla imaginada en donde, para él, las palabras, como conjuro sagrado de la historia, atan a sus habitantes a “los Otros con la intención de mantener una alegada ‘pureza’ que es mito, falacia, superchería, fraude” (p. 209), en ese mismo sentido, San Miguel nos pone la mesa y cuestiona nuestra labor como científicos y científicas sociales frente al compromiso de contar la historia, propia y de otros.