Introducción
El 28 de septiembre de 2020, en el marco de la vigésima tercera sesión de estudio del décimo noveno buró político del comité central del Partido Comunista de China, el presidente Xi Jinping dedicó un discurso completo a la importancia de la arqueología del país y sus perspectivas de desarrollo (Xi 2020). Debido al papel fundamental del gobierno como dueño y gestor de la arqueología del país, no es de sorprender que, a partir de ese discurso, se haya publicado un importante número de artículos en relación con el llamado del presidente a seguir con la construcción de una “escuela china de arqueología, con características chinas y ethos chino”. Estos artículos presentan una versión formal de la escuela china de arqueología en concordancia con los lineamientos básicos presentados por el presidente Xi y parcialmente tratados con anterioridad por Su Bingqi (1995), Yu Weichao y Zhang Zhongpei (1984) durante las últimas dos décadas del siglo XX.
La versión formal de la escuela china de arqueología explicitada en los trabajos analizados en el presente artículo claramente no representa la totalidad del quehacer arqueológico en China, el cual es, sin lugar a dudas, más diverso de lo que normalmente se considera en Occidente; sin embargo, abre una interesantísima puerta de análisis para entender cómo “debería” ser la arqueología china de acuerdo con la visión gubernamental secundada por académicos de altísimo renombre en China, como Zhao Binfu (2021) y Han Jianye (2021), entre muchos otros.
El análisis de los elementos fundamentales de la escuela china de arqueología que se presenta a continuación pretende demostrar que sus características son parte de un esfuerzo consciente por parte del gobierno y la academia china en aras de construir una arqueología oficial que, al mismo tiempo que busque objetivos académicos, también redunde en promover la cohesión social y la confianza en la “cultura propia”, y refuerce de esta manera el papel histórico de la arqueología en China como una disciplina de carácter nacionalista al servicio del Estado.
Los antecedentes de la escuela china de arqueología
El llamado a establecer una escuela china de arqueología por parte del presidente Xi generó una reacción inmediata de la comunidad académica, que no dudó en sumarse y proponer definiciones que sirvieran de guía para la práctica de la arqueología en el país. La idea de la necesidad de establecerla, sin embargo, no pertenece originalmente al presidente Xi sino al profesor Su Bingqi, quien, por lo menos desde 1975, ya había puesto sobre la mesa la supuesta necesidad de la construcción de dicha escuela (Su 1995).
Aunque Su Bingqi fue su principal promotor desde finales del siglo XX, la definición más explícita previa a 2021 la reali-zaron otros dos reconocidos arqueólogos: Zhang Zhongpei y Yu Weichao, que describieron el leninismo y el maoísmo como la guía fundamental de estudio de la arqueología china; el modelo genealógico de culturas arqueológicas desarrollado por Su Bingqi, conocido como quxileixing, como la metodología fundamental para comprender el desarrollo de la civilización multiétnica china y, finalmente, la exposición de la historia en sí misma como objetivo único de la arqueología, lo cual -según estos autores- fomenta la conceptualización materialis-ta de la historia, el patriotismo, y sentimientos y reflexiones en relación con la unidad nacional (Yu y Zhang 1984).1
Los aportes de Su Bingqi en lo que atañe al establecimiento de esta escuela no se limitaron a la teoría de sistemas regionales y tipos culturales; por el contrario, algunos de sus conceptos de evolución de la organización social y de la naturaleza del origen de los Estados en China aún los identifican diversos autores como teorías fundamentales de la arqueología china y como evidencias de su madurez teórica (Wang 1997; Zhao 2010; Zhang 2013).2
Ahora bien, aunque la noción de una escuela china de arqueología ya era de conocimiento común en las décadas de 1980 y 1990, también era evidente que su establecimiento no era un deseo compartido por todos los arqueólogos chinos de la época. Entre los detractores de esta idea, el más destacado fue Xia Nai, quien señaló que, desde su punto de vista, no se había formado un sistema particular de estudio de la arqueología en China y que tener la civilización china como objeto de estudio no era suficiente para argumentar la existencia de una escuela de arqueología en particular (Tang 2017). Otra crítica, que lamentablemente no es posible adjudicar a un individuo específico, es la que señala el mismo Su Bingqi cuando comenta que, a partir de 1975, momento en el que mencionó por primera vez la escuela china de arqueología, hubo “detractores” que le recriminaron: “la escuela china de la que hablas, ¡no es otra que tu propia escuela!” (Su 1995, 562).
Su Bingqi falleció en 1997 y con él se extinguió el impulso de conformar la escuela china de arqueología. Durante las primeras dos décadas de siglo XXI, prácticamente no se publicaron artículos ni tesis al respecto, y si bien es innegable que los arqueólogos chinos nunca dejaron de discutir sobre las características de la arqueología, estas reflexiones se concentraron en temas específicos, como la relación entre arqueología e historia, la adaptación de modelos occidentales a la realidad arqueológica china, y el papel de las regiones previamente consideradas periféricas en la conformación de la civilización china y no en la caracterización formal de una escuela china de arqueología (Zhu 2013, 6). Esto cambió abruptamente con el llamado del presidente Xi (2020) a “[seguir] construyendo con diligencia una escuela china de arqueología, con características chinas y ethos chino”. En cuestión de meses, se manifestaron arqueólogos y otros académicos que en décadas no se habían pronunciado sobre el tema. Súbitamente, la construcción de una escuela china de arqueología se convirtió en una de las grandes prioridades de la comunidad arqueológica.
El discurso del presidente Xi Jinping
El discurso del 28 de septiembre de 2020 no debe entenderse como un esfuerzo aislado del presidente Xi con el fin de orientar la investigación arqueológica del país, sino como el discurso más completo y explícito respecto a la arqueología de China dentro de una larga serie de actividades gubernamentales encaminadas a guiar la disciplina en una dirección que resultara acorde con las necesidades imperantes del gobierno.
Debido a cuestiones de espacio, es imposible reproducir y traducir aquí la totalidad del discurso del presidente Xi; sin embargo, vale la pena destacar algunos párrafos que resultan muy útiles para comprender la relación entre las características y los objetivos de la llamada “escuela china de arqueología”, y las metas gubernamentales fundamentales de promover la confianza en la cultura propia y la cohesión social.
Para empezar, el discurso del presidente Xi es sumamente claro al describir los objetivos de la arqueología:
mostrar y estructurar la historia de la nación china […] extender el eje de la historia, fortalecer la credibilidad de la historia, enriquecer el contenido de la historia y dar vida a los aconteceres históricos […] entender de mejor manera la antigua y profunda civilización china y fortalecer la confianza en la cultura propia.
Después de enumerar los considerables alcances de la civilización china comprobados por la arqueología, el presidente Xi afirma:
estos grandes logros demuestran el espíritu de innovación de la civiliza-ción china, siempre manteniéndose al ritmo de los tiempos y con capacidad de autofortalecimiento […] [estos logros] son una combinación de abundante conocimiento, sabiduría y arte, y una importante fuente para el fortalecimiento de la confianza en nuestra cultura propia.
Finalmente, respecto a la confianza en la cultura propia, concluye de la siguiente manera:
la confianza en la cultura propia es el tipo de confianza en sí mismo más fundamental, más extensa y más profunda. Es la fuerza más elemental, más profunda y más duradera. China tiene confianza en su firme camino, confianza en su teoría propia, confianza en su sistema propio, y la naturaleza de esta confianza está levantada sobre las bases de la confianza en la cultura propia como herencia de los más de 5 000 años de civilización.
Evidentemente, según el presidente Xi, existe una relación entre la construcción de la “confianza en la cultura propia” y el quehacer arqueológico del país. Considerando el desarrollo de la arqueología china, la relación entre ésta y “la confianza en la cultura propia” no sólo se ve reflejada en la interminable búsqueda de evidencias de los grandes logros de la civilización que redunden en una narrativa histórica que fomente el orgullo nacional, o en la búsqueda de evidencias de la supuesta naturaleza inquebrantable de los 5 000 años de civilización que ligan la historia antigua con el actual gobierno del país en un proceso de legitimación. En el caso de China, como se verá, es posible entender la relación entre arqueología e historia y la elección del marxismo como guía teórica fundamental como aspectos relacionados con lo que el presidente Xi llama “confianza en la cultura propia” y “confianza en la teoría propia”.
El segundo aspecto esencial del discurso del presidente es su clara intención de relacionar la arqueología con la cohesión social. A este respecto, comenta:
la arqueología ha demostrado la pluralidad en la unidad [duoyuanyiti 多元一体] de la nación china [zhonghua minzu 中华民族] y de la civilización china [zhonghua wenming 中华文明] […] El trabajo arqueológico es una labor cultural de gran importancia y también es un trabajo con gran significado social y político […] [Tenemos que] fortalecer constantemente la cohesión de la nación y la sensación de orgullo de la nación en sí misma.
El discurso del presidente Xi hace especial hincapié en que la arqueología es la única disciplina capaz de proveer “evidencias” del pasado remoto y llenar los vacíos dejados por las fuentes históricas, lo cual resulta de crucial importancia con el fin de promover la cohesión social del Estado moderno chino multiétnico basado en la noción de pluralidad en la unidad.
Otros aspectos del discurso que es imperativo destacar, a pesar de tratarse únicamente de dos frases cortas, son tanto su llamado explícito a continuar el desarrollo de una arqueología marxista con características chinas como su emplazamiento a seguir con la construcción de una escuela china de arqueología. Al respecto, el presidente declaró que se debe “perseverar con [los métodos del] materialismo dialéctico y del materialismo histórico […] [y seguir] construyendo con diligencia una escuela china de arqueología, con características chinas y ethos chino” (Xi 2020).
El llamado del presidente Xi a conformar diligentemente esta escuela fue escuchado por la comunidad académica china. Durante 2021 se publicaron más artículos sobre la escuela china de arqueología que en las últimas dos décadas combinadas, e incluso el Tercer Congreso de Arqueología de China, celebrado en la provincia de Henan en 2021, en conmemoración de los cien años de la arqueología en China, tuvo como tema principal la pregunta “¿Cómo construir una escuela china de arqueología, con características chinas y ethos chino?”.
La “escuela china de arqueología, con características chinas y ethos chino”
En el periodo comprendido entre 2020 y 2021, autores como Huo Wei (2020), Li Xinwei (2020), Han Jianye (2021), Zhu Fenghan (2021), Zhao Binfu (2021), Chen Shengqian (2021), Liu Qingzhu (2021) y Xie Maosong (2021) publicaron sus visiones de la escuela china de arqueología, las cuales se sumaron a los esfuerzos previos de Su Bingqi (1995, 1999), Yu Weichao y Zhang Zhongpei (1984)), Zhang Liangren (2013) y Wang Wei (entrevistado por Zhu Liye en 2013) por definir los objetivos y las características de esta escuela. A partir de estos textos es posible distinguir las tres características fundamentales que, según estos autores, la diferencian de las otras escuelas de arqueología del mundo: considerar la arqueología como parte de la historia, el marxismo como guía fundamental de la arqueología, y el concepto de pluralidad en la unidad como marco de estudio del desarrollo de la civilización china.
A pesar de algunas diferencias menores entre las definiciones de la escuela china de arqueología, es muy llamativo cómo todas, con excepción de la definición de Li Xinwei (2020) (que pone gran énfasis en el concepto de pluralidad en la unidad), se ajustan casi perfectamente entre sí y con los lineamientos presentados por el presidente Xi en su discurso de 2020.
A continuación analizo las tres características fundamentales con el fin de exponer cómo se relacionan con las necesidades sociales y gubernamentales de promover la confianza en la cultura propia y la cohesión social.
La confianza en la cultura propia: la arqueología como historia
De acuerdo con las definiciones de Zhu Fenghan (2021), Han Jianye (2021) Zhao Binfu (2021), Liu Qingzhu (2021) y Chen Shengqian (2021), una de las grandes diferencias entre la escuela china de arqueología y la arqueología occidental es que, en la primera, la arqueología se concibe como parte de la historia, mientras que en la segunda, como parte de la antropología.3
La tendencia historiográfica de la arqueología china ha sido identificada y discutida en múltiples ocasiones (Falkenhausen 1993; Chang 1981), y además ya había sido considerada previamente como una de las características específicas de la arqueología china (Li y Chen 2012). Es innegable que uno de los objetivos primordiales de la arqueología china desde su nacimiento ha sido demostrar la veracidad de las fuentes escritas y reconstruir la historia antigua nacional (重建国家古史 chongjian guojia gushi). También se ha insistido en su capacidad de proveer la “doble evidencia” (二重证据法 erchong zhengjufa), definida por Wang Guowei desde 1925, en referencia a la combinación de lo contenido en los documentos escritos y la información proveniente de los objetos y los textos rescatados en contextos arqueológicos.
Para comprender la relación entre la arqueología, la historia y la “confianza en la cultura propia”, es fundamental señalar que la arqueología en China nació en un contexto histórico muy particular que, sin duda, marcó su posterior desarrollo: el colapso del sistema imperial (1912), el Movimiento del 4 de Mayo y el Movimiento de la Nueva Cultura.4
La estrepitosa caída del orden imperial que había predominado en China por más de dos mil años, la evidente superioridad tecnológica de los países occidentales y de Japón, y la amenaza de éstos de tomar el control del país obligaron a los intelectuales chinos a la completa reevaluación de la cultura tradicional que había llevado a China a semejante condición de debilidad. En este contexto nació la “escuela de la duda de la antigüedad” (yigupai 疑古派), de la mano de historiadores como Gu Jiegang y Qian Xuantong, para criticar severamente la historiografía confuciana tradicional y abogar por la utilización de métodos modernos de crítica de las fuentes (Gu 2011). Una de las afirmaciones básicas de esta escuela, que terminó interpretándose como un verdadero golpe a la confianza en la cultura del país, fue que la historia anterior a Zhou Oriental (770 a.e.c.-256 a.e.c.) descrita en los textos clásicos no era creíble, y que más bien era producto de construcciones posteriores. Según esta idea, personajes de enorme importancia cultural y política, como el Emperador Amarillo (el supuesto “padre” de la nación china de acuerdo con Sun Zhongshan), Yu el Grande, e incluso las primeras dos dinastías chinas (Xia y Shang) no eran figuras históricas sino invenciones posteriores sin sustento. Consecuen-temente, la larga historia de la civilización china (razón de orgullo nacional hasta la fecha) se había reducido de 5 000 años a alrededor de 3 000, prácticamente de la noche a la mañana.
A este durísimo golpe a la confianza nacional se le suma la hipótesis del arqueólogo sueco Johan Gunnar Andersson, que a partir de las aparentes semejanzas entre las cerámicas policromas del sitio de Yangshao (excavado en 1921) y las más antiguas de las culturas de Asia Central, interpretó que la civilización china en realidad no era de origen autóctono, sino más bien producto de la difusión proveniente de Occidente. Estas dos aseveraciones -el origen foráneo de la cultura china y la aparente falta de antigüedad de su civilización- resultaron inacepta-bles para la primera generación de arqueólogos chinos, que en ese momento regresaba a su país con el objetivo de participar en su reconstrucción después de realizar estudios en el exterior.
En este contexto, el primer gran proyecto chino de arqueología llevado a cabo en el sitio de Yinxu, Anyang, en la provincia de Henan (1928-1937), liderado por Li Ji y patrocinado por el recién fundado Instituto de Historia y Filología de la Academia Sínica, estableció definitivamente la tendencia historiográfica de la arqueología china, ya que fue capaz de recuperar, por medio de la excavación arqueológica, miles de plastrones de tortuga y otros huesos de animales con textos oraculares incisos, los cuales pusieron a la luz la versión más antigua del sistema de escritura chino. Estos huesos oraculares (jiaguwen 甲骨文) no sólo comprobaron definitivamente la existencia de la dinastía Shang (negada por la escuela de la duda de la antigüedad), sino que también demostraron que la secuencia de soberanos Shang contenida en la gran obra histórica de Sima Qian, el Shiji, completada durante la dinastía Han (206 a.e.c.-220 e.c.), era en su mayor parte correcta. Las excavaciones en Yinxu consolidaron de manera definitiva la idea de que la arqueología tenía la capacidad de “comprobar” la veracidad de las fuentes escritas y de reconstruir la historia nacional. La escuela de la duda de la antigüedad, que en cuestión de años pasó de ser un gran avance por su énfasis en la crítica de las fuentes a ser considerada una escuela de pensamiento dañina y antipatriótica, gracias a la arqueología, recibió un duro golpe del cual no se recuperaría totalmente.
Sumándose a ese primer gran éxito de la joven arqueología china, las excavaciones de Liang Siyong en el sitio de Hougang en 1931 también demostraron inequívocamente la secuencia temporal de las culturas Yangshao, Longshan y Shang, y de esta manera se refutó la controversial aseveración de Andersson del origen occidental de la cultura china. De nuevo, la arqueología demostraba ser una disciplina capaz de comprobar aseveraciones de fundamental importancia para el orgullo nacional del país.
Después del descubrimiento y la excavación de Yinxu por Li Ji y su equipo y de las excavaciones de Liang Siyong en Hougang, se podría pensar que las controversias creadas por la escuela de la duda de la antigüedad habrían pasado a un plano secundario; sin embargo, es evidente que las profundas heridas dejadas por esta escuela en la historia tradicional china, y por consiguiente en la confianza en la cultura propia, continúan abiertas en gran medida hasta la actualidad y siguen definiendo significativamente la labor de la arqueología. Prueba de esto es el gran impacto de los textos publicados por el profesor Li Xueqin (1992, 1997), en los que abogó por dejar atrás la “época de la duda de la antigüedad” para acoger en su lugar una nueva era de “interpretación” de la antigüedad.5 Si bien esta noción fue recibida con algunas críticas (Liu 2002; Chen 2006),6 el hecho de que este mismo autor haya sido seleccionado para liderar el área histórica del proyecto oficial de datación, conocido como Xia Shang Zhou duandai gongcheng 夏商周断代工程 (Proyecto de Datación Xia-Shang-Zhou), es evidencia de que su visión gozó de aceptación por parte de las instancias oficiales y de que la arqueología sigue siendo vista como una herramienta de la historia. El caso de la interminable controversia sobre la supuesta historicidad de la dinastía Xia y su posible relación con el sitio de Erlitou en la provincia de Henan (Li y Xu 2007) es otro caso emblemático de la importancia superlativa que se le da en China a la “confirmación” por medio de la arqueo-logía de lo escrito en las fuentes históricas. Tanto es así que el recientemente inaugurado museo de sitio de Erlitou ha recibido el nombre de Museo de la Capital Xia de Erlitou, lo que de facto lo convierte para el público en el museo de una “capital histórica” de China. Actualmente, arqueólogos e historiadores realizan importantes esfuerzos para relacionar sitios y culturas arqueológicas del neolítico con lo escrito en los textos históricos tradicionales en referencia al periodo conocido como de los “tres soberanos y cinco emperadores” (Xu 2005), una época que hace no mucho era considerada únicamente como mítica sin fundamento histórico.
Lothar von Falkenhausen (2006, 10-13) ha sido bastante explícito en su crítica a la arqueología china en el sentido de que, antes de ser realmente útil para reconstruir la historia, primero tiene que ser entendida en sus propios términos. La arqueología no siempre está equipada con las herramientas necesarias para resolver problemáticas de carácter histórico, como la sucesión de eventos particulares o la actuación de personajes determinados. El “tiempo arqueológico” (normalmente contado en siglos) puede resultar irremediablemente vago en el afán de resolver cuestiones específicas de carácter histórico. Las culturas arqueológicas son, a fin de cuentas, agrupaciones de artefactos y otros vestigios contemporáneos relacionados entre sí por tipologías, y es imposible comprobar si realmente representan a grupos humanos específicos, por lo que, salvo en contadísimas excepciones, no pueden ser relacionadas exitosamente con etnias o “reinos” mencionados en los textos antiguos. Al mismo tiempo, las fuentes históricas tradicionales muchas veces fueron escritas, literalmente, miles de años después de los eventos que narran, y, como cualquier otro documento, presentan visiones del pasado que no pueden ser disociadas del contexto particular en el que fueron escritas. La arqueología, por otro lado, ha demostrado gran capacidad para resolver interrogantes no necesariamente relacionadas con las fuentes históricas tradicionales, e incluso ha sido capaz de reconstruir modos de vida, sistemas de creencias, organizaciones sociales y muchas otras características de grupos humanos y segmentos de la sociedad (niños, mujeres, clases bajas, etc.) que, normalmente, son ignorados en los textos históricos. A pesar de esto, en la arqueología china, ser capaz de asociar exitosamente un descubrimiento arqueológico con cierto evento o personaje histórico mencionado en las fuentes sigue siendo considerado el máximo logro que un arqueólogo puede obtener.
Los arqueólogos en China, sobre todo aquellos que investigan la prehistoria del país, están conscientes de las críticas de Falkenhausen (2006) y de las grandes problemáticas que acompañan la definición de la arqueología como parte de la historia. Pese a esto, la evidente relación entre la historia, la arqueología y la “confianza en la cultura propia” que se estableció desde los inicios de la arqueología en China, claramente rebasó en importancia cualquier consideración académica. Comprobar la veracidad de los textos históricos tradicionales es visto como una fuente de orgullo nacional y como un respaldo fundamental de la confianza en la cultura propia, por eso no sorprende que la escuela china de arqueología enarbole con orgullo que, a diferencia de otros países, en China la arqueología sea considerada como parte de la historia y que su objetivo sea reconstruir la historia de la nación por medio de la verificación de lo narrado en las fuentes tradicionales escritas y el llenado de los vacíos que pudieran existir en ellas.
La guía teórica fundamental: el marxismo
Uno de los aspectos más importantes del discurso del presidente Xi, aunque mencionado únicamente en un enunciado, fue el llamado explícito a insistir en los métodos del materialismo histórico y dialéctico para la construcción de la historia de la civilización china. Se podría haber dado por sentado que, por razones históricas y políticas bastante obvias, la arqueología china sería fundamentalmente “marxista” y que el llamado era más bien redundante. La realidad, sin embargo, es que la insistencia en el marxismo como guía teórica fundamental sí tuvo un impacto significativo y, además, el potencial de cambiar el desarrollo posterior de la arqueología china.
Para entender la importancia del llamado del presidente Xi respecto al marxismo y su relación con la arqueología, conviene explicar que, durante los últimos cuarenta años, la arqueología china se ha ido alejando paulatinamente de las interpretaciones marxistas tradicionales que caracterizaron esta arqueología durante las primeras tres décadas de la China comunista (1949-1979). Debido al ambiente político intolerante que prevaleció en ese tiempo, aunado al casi completo aislamiento del resto de las academias arqueológicas del mundo -con la breve excepción de la soviética durante la década de 1950 (Zhang 2013)-, la arqueología china se enfocó lo más posible en la descripción y la clasificación de los materiales arqueológicos para finalmente “camuflar” el trabajo con citas de Morgan, Engels y Marx y afirmar en todos los casos que los descubrimientos confirmaban los postulados marxistas, sin la menor evaluación de los hallazgos (Zhang 2013, 898; 2020, 6801; Wiesheu 2006).
A partir de la década de 1980, de la mano de las reformas políticas de apertura de Deng Xiaoping, varios arqueólogos, entre los que destaca Su Bingqi, lideraron una reevaluación del materialismo histórico y del marxismo en la arqueología china, y llegaron a afirmar que este enfoque teórico no era suficiente por sí solo para dar cuenta del desarrollo particular de la civilización china. La arqueología necesitaba, además del marxismo clásico, crear sus propias teorías, métodos e interpretaciones del marxismo para cumplir el objetivo principal de reconstruir la historia antigua de la civilización (Su 1999, 3-8). Esta noción contrastaba profundamente con la emblemática afirmación de Yin Da de que el objetivo de la investigación de la sociedad temprana china residía en demostrar que el desarrollo de la sociedad china seguía las leyes del desarrollo de las sociedades según el marxismo (Yin 1989).
Durante los años siguientes a las reformas de apertura, la arqueología china emprendió el camino de la modernización y continuó alejándose del marxismo tradicional. Se establecieron múltiples proyectos de cooperación internacional y, con la apertura económica del país, se establecieron múltiples contactos con academias foráneas que llevaron a un importante número de arqueólogos chinos a realizar estudios en el exterior. Esta apertura redundó en la creación de la arqueología china moderna, la cual puede ser descrita como una arqueología multidisciplinaria, experta en estrategias y técnicas modernas de investigación, ecléctica en el sentido de que métodos, categorías y conceptos de corrientes de pensamiento no marxistas pueden ser utilizados siempre y cuando concuerden con los objetivos fundamentales de la arqueología del país, y profundamente nacionalista, como quedó explicitado en el Proyecto de Datación Xia-Shang-Zhou (1996-2000), en el posterior, denominado Orígenes de la Civilización China (Zhonghua wenming tan-yuan gongcheng 中华文明探源工程) (2002-2015), y en el actual, Arqueología China (Kaogu Zhongguo 考古中国), en los cuales el marxismo ha quedado relegado a un papel muy secundario.
Las discusiones en la arqueología china en las últimas décadas han conservado (al menos en papel) el marxismo como “teoría fundamental”; sin embargo, demostrar la veracidad de las fuentes históricas y comprobar la antigüedad milenaria de la civilización china, de su carácter inquebrantable y de su unidad como nación multiétnica ha sido de mucho mayor importancia que entender las leyes históricas de la evolución social con base en el materialismo dialéctico. Muchos de los términos que alguna vez fueron pan de todos los días en la arqueología china, como “modos de producción” o “propiedad privada”, casi han desaparecido de los textos arqueológicos chinos modernos para ser remplazados por expresiones como “cosmovisión” o “poder ritual”, que difícilmente se hallarían en textos marxistas tradicionales.
No debería sorprender, a pesar de esto, que después del discurso del presidente Xi, y específicamente después de su llamado a insistir en los métodos del materialismo histórico y dialéctico, todas las definiciones de la escuela china de arqueología señalen el marxismo como la guía teórica fundamental de esta escuela (Han 2021; Liu 2021; Zhao 2021; Chen 2021). Al igual que la relación entre la arqueología china y la historia, la correspondencia actual entre la arqueología china y el marxismo también tiene que considerarse a través de una lente que incluya la historia y la realidad política y social del país. La concordancia teórica entre la escuela china de arqueología y la teoría del gobierno socialista con características chinas de la República Popular es, claramente, una necesidad inalienable y no una elección académica. Lo que debería sorprender es que, después del llamado del presidente Xi a insistir en los métodos del materialismo, la comunidad académica china haya realizado importantes esfuerzos en aras de entender cómo se relaciona el marxismo con el quehacer arqueológico actual del país. Textos recientes, como el artículo de Tang Huisheng (2021) que explora la relación entre las tipologías arqueológicas desarrolladas en China y lo que el autor entiende como los fundamentos del materialismo histórico y del marxismo de buscar “leyes de evolución y secuencias lógicas”, o el artículo de Yu Xiyun (2021) en el que se analiza cómo el materialismo histórico se ha utilizado para comprender el origen y el desarrollo de la civilización china con especial énfasis en las propuestas de Su Bingqi, son únicamente dos ejemplos de los muchos trabajos que se han publicado sobre la relación de la arqueología china con el marxismo. En este sentido, la insistencia del presidente Xi en los métodos del materialismo histórico y dialéctico ha resultado en mucho más que una pauta clara para que el marxismo sea definido como la “guía teórica fundamental” de la escuela china de arqueología, en concordancia con las teorías gubernamentales de la República Popular y la noción de “confianza en la teoría propia”; en su lugar, ha sido un llamado a los arqueólogos chinos a definir el papel del marxismo y sus metodologías en la arqueología china moderna.
La arqueología como promotora de la cohesión social: zhonghua minzu (nación china), duoyuanyiti (pluralidad en la unidad) y la escuela china de arqueología
De acuerdo con la información oficial del gobierno chino, dentro de las fronteras del actual territorio de la República Popular conviven 56 diferentes etnias.7 La han es considerada la mayoritaria y representa 92% del total de la población, mientras que el otro 8% está compuesto por el resto de las etnias, comúnmente conocidas con el término de “minorías nacionales”. Sin entrar en la controversia de si realmente es posible definir una sola etnia “han”, o de si se puede clasificar a las demás etnias del país como lo hace el gobierno chino, es un hecho que China es un país multiétnico donde conviven cientos de millones de personas con diferentes lenguas y costumbres en un territorio tremendamente vasto y diverso, bajo el control de un solo gobierno central. No es de sorprender, por lo tanto, que una de las grandes prioridades históricas del gobierno chino haya sido y siga siendo promover la cohesión social dentro de las fronteras del país.
Para comprender cómo se relaciona la arqueología con la necesidad imperiosa del gobierno chino de promover la cohesión social, es necesario revisar dos conceptos que el presidente Xi mencionó constantemente en su discurso y que forman parte medular de las definiciones de la escuela china de arqueología: zhonghua 中华 (china) y duoyuanyiti 多元一体 (pluralidad en la unidad), también incluidos en el planteamiento de la escuela china de arqueología de Han Jianye (2021), Liu Qingzhu (2021), Zhao Binfu (2021), Chen Shengqian (2021), Li Xinwei (2020) y Xie Maosong (2021).
En español, la traducción de zhongguo 中国 y zhonghua 中华 como “China” o “chino” no permite dilucidar diferencias conceptuales fundamentales entre esos términos. Zhongguo hace referencia al país, mientras que zhonghua alude a una “gran etnia/nacionalidad” conformada por el conjunto de etnias/nacionalidades que viven dentro de los límites del territorio actual de China. Zhonghua lo utilizó por primera vez Liang Qichao (1903, 75) en el contexto del desmoronamiento del sistema confuciano tradicional y la amenaza de los países occidentales. A la caída de la dinastía Qing, el enorme esfuerzo de reconstrucción de China en un Estado nación moderno necesitó de la creación de una nueva identidad que reconociera como china no sólo a la mayoría han, sino también a las otras etnias, de lo contrario se ponía en riesgo la gobernabilidad del país y su integridad territorial. Algunas regiones, como Xinjiang y Tíbet, seguían siendo habitadas mayoritariamente por etnias diferentes a la han, mientras que otras, como Manchuria, tenían lazos históricos mucho más fuertes con otras etnias y habían sido independientes gran parte de su historia, por lo que existía el riesgo de que buscaran su independencia o fueran tomadas por potencias extranjeras bajo la excusa de “liberarlas” de la opresión china (han) (Leibold 2006, 188-189). En este contexto, la propuesta de Liang Qichao abrió la puerta a la creación de China como un Estado nación multiétnico que conservó los territorios donde los han eran minoría o que históricamente habían sido independientes, con lo que se unió bajo una nueva “gran nacionalidad” a todas las etnias del país.
Cuando el presidente Xi declaró en su discurso que el objetivo de la arqueología era el de reconstruir la historia de la nación y la civilización chinas, hacía referencia no sólo a la historia de la etnia han o del Estado que se conformó por vez primera dentro del área central del río Amarillo, sino a todas las etnias y a todos los Estados que hubieran existido en el territorio chino actual. La historia de las “minorías nacionales” de Yunnan, Xinjiang, Mongolia Interior y muchas otras regiones, al igual que los vestigios arqueológicos excavados en territorio chino, independientemente de quién los haya crea-do o cuál haya sido su relación con el Estado conformado en el área central del río Amarillo, pertenecen de esta manera a la historia de la nación multiétnica china.
El concepto de duoyuanyiti fue propuesto por el antropólogo chino Fei Xiaotong (1989, 1999) en la década de 1980 en el contexto de las reformas de apertura que permitieron el alejamiento de las teorías tradicionales que veían el área central del río Amarillo como la cuna de la civilización china (Chen 2002; Falkenhausen 1996), y se puede entender como la teoría que explica la conformación de la nación zhonghua.
De acuerdo con el concepto de duoyuanyiti, la nación zhonghua llegó a ser consciente de sí misma únicamente hasta que tuvo contacto con las potencias occidentales, pero en realidad es resultado de las interacciones económicas, sociales y culturales entre las múltiples etnias que han vivido en el área geográficamente circunscrita que hoy llamamos China. El concepto de duoyuanyiti señala que la nacionalidad zhonghua no representa una contradicción con la noción de etnia/nacionalidad particular de cada grupo étnico, puesto que se entiende como una “gran nacionalidad” (daminzu 大民族) que acoge a todas las nacionalidades/etnias de China y que es el resultado de miles de años de interacciones que han conformado gradualmente una identidad en común. La historia de las etnias que conforman la nacionalidad zhonghua, y el proceso de conformación de la nación zhonghua en sí misma, incluye procesos de asimilación, transformación, extinción, interdependencia y conflicto. Los han, cuyo origen se ubica en el cauce medio y superior del río Amarillo, debido a su gran producción agrícola y cultural, han sido históricamente el centro económico, político y cultural cohesivo de la nación zhonghua; sin embargo, al igual que las otras etnias, también es resultado de los procesos de intercambio, mutua influencia y asimilación con otros grupos.
Autores como Li Xinwei (2020) consideran que duoyuanyiti es el concepto central de la escuela china de arqueología, ya que permitió reconciliar la impresionante cantidad de des-cubrimientos arqueológicos localizados fuera del área central del río Amarillo con el objetivo de “reconstruir la historia de la civilización china”. Las teorías sobre el inicio y la conformación de la civilización china más populares en la arqueología china actual, como la noción multifocal del origen de la civilización conocida como mantian xingdou 满天星斗 (un cielo lleno de estrellas),8 la teoría de K.C. Chang del “área de interacción china”,9 o la teoría conocida como chongbanhuaduo 重瓣花朵 (flor polipétala), propuesta por Yan Wenming en 1987,10 se acoplan especialmente bien al concepto de duoyuanyiti, ya que consideran las regiones de la China moderna como contribuidoras activas al desarrollo de la nación zhonghua.
Bajo la lente de duoyuanyiti, los descubrimientos arqueológicos de la cultura neolítica de Hongshan (4700-2900 a.e.c.) o de la cultura Liangzhu (3300-2300 a.e.c.), o bien los espectaculares objetos de la cultura de bronce de Sanxingdui (1700-1150 a.e.c.), todos localizados a cientos de kilómetros del área central del río Amarillo, pueden ser presentados como pruebas de la antigüedad milenaria de la civilización china y como razón de orgullo nacional, puesto que, independientemente de que con toda seguridad fueron creados por diferentes etnias a aquellas que se conformaron en el área central del río Amarillo, se entiende que contribuyeron de alguna manera a la creación final de la nación zhonghua.
Cuando el presidente Xi declara que “la arqueología ha demostrado la pluralidad en la unidad de la nación china y de la civilización china” (Xi 2020), lo que afirma realmente es que la visión de duoyuanyiti es la única aceptable para el gobierno chino actual y, por lo tanto, la teoría a partir de la cual la escuela china de arqueología debe estudiar el pasado y los orígenes de la civilización. Esto es comprensible, pues otras interpretaciones podrían subrayar la independencia histórica de ciertas etnias o regiones respecto al Estado chino, y también argumentar sobre la multitud de proyectos de nación que no llevaron a la conformación del gobierno actual (Duara 1995), o poner en tela de juicio la continuidad y la unidad de la civilización china, lo cual resultaría inaceptable para el gobierno en su necesidad de promover la cohesión social de la nación multiétnica actual.
Consideraciones finales
China es probablemente uno de los casos más emblemáticos en el mundo del uso de la arqueología con fines nacionalistas (Fowler 1987; Wiesheu 2006). Desde su papel en la construcción de una identidad nacional hasta su utilidad como embajadora de China en el exterior (Storozum y Li 2020), la arqueología siempre ha sido concebida como una ciencia con una función social y política fundamental. El caso particular del llamado del presidente Xi a construir una “escuela china de arqueología, con características chinas y ethos chino”, discutido en el presente artículo, y la pronta respuesta de la academia china, es muy interesante, ya que va más allá de promover la construcción de una historia nacional que sirva a las necesidades del gobierno chino, y busca definir los métodos y las teorías centrales de la arqueología del país. El resultado es una escuela de arqueolo-gía muy particular, que puede ser descrita como “nacionalista” no sólo porque su objetivo principal sea reconstruir la historia nacional y crear una narrativa histórica oficial que redunde en sentimientos de orgullo nacional, sino también porque su guía teórica fundamental (el marxismo) y sus teorías centrales (duoyuanyiti y la arqueología como historia), entendidas en el contexto particular chino, también están relacionadas con los objetivos del gobierno chino de promover la “confianza en la cultura propia”, la “confianza en la teoría propia” y la cohesión social.
El presidente Xi (2020) insistió acertadamente en su discurso en que “el trabajo arqueológico es una labor cultural de gran importancia y con gran significado social y político”. Igualmente, la academia china está consciente de que la arqueología no es sólo una disciplina social con la inocente misión de investigar el pasado; por el contrario, sus resultados pueden tener profundas consecuencias en la sociedad moderna y, en este caso, en la formación de una nueva China multiétnica, orgullosa de sí misma y confiada en su propia herencia cultural. Lo más interesante, y que quizá deberíamos entender como el “ethos chino”, es que para los arqueólogos de ese país, aparentemente, no existe ninguna contradicción entre la búsqueda de cientificidad de la arqueología y su papel en un proyecto gubernamental que tiene objetivos políticos y sociales precisos, como fortalecer la confianza en la cultura y en la teoría propias y promover la cohesión social de la nación multiétnica china moderna.