INTRODUCCIÓN*
La taxonomía de la variación lingüística de Eugenio Coseriu y la cadena variacional de Peter Koch y Wulf Oesterreicher han encontrado arraigo en gran parte de los estudios dedicados a la lingüística hispánica1. Al utilizar estas propuestas en el pasado, muchas veces tuve dudas acerca de su idoneidad en mis investigaciones sobre el lenguaje juvenil y las variedades de contacto. El propósito de este ensayo es justificar tales dudas, lo que me condujo a repensar más a fondo estas propuestas variacionistas. El objetivo inicial es llevar a cabo una revisión crítica del modelo de cadena variacional. Para este efecto, he atraído en mi análisis ciertos planteamientos de Coseriu que sirvieron de base teórica para la investigación posterior de Koch y Oesterreicher. No es mi intención refutar todos los aspectos de la obra de Coseriu ni los de Koch y Oesterreicher2; en efecto, los tres han aportado valiosas ideas y propuestas a la lingüística variacional. Por ejemplo, se debe a Coseriu la actualización del concepto de energeia humboldtiano, y a Koch y Oesterreicher, la teorización acerca de la distinción entre lengua hablada y lengua escrita, ambas diferenciadas entre el medio y la concepción3. Cabe mencionar que las observaciones de otros autores que anteriormente han criticado algunas particularidades de esas ideas me servirán para puntualizar mis propios planteamientos de deconstrucción de sendos conceptos.
LA CONCEPCIÓN TRIDIMENSIONAL DE DIASISTEMA DE COSERIU
El concepto de diasistema tiene el propósito de representar la variación lingüística según diferentes variedades, es decir, modos de hablar y de escribir que conforman subsistemas relacionables con factores extralingüísticos. Cada una de las variedades tiene tanto partes en común y semejanzas como rasgos diferenciadores. Estas partes permiten clasificar las variedades dentro de cierta lengua histórica; pongo por caso las lenguas española, catalana, francesa, alemana, inglesa, árabe, quechua, náhuatl, turca, etc. Hoy en día no hay controversia sobre la variación en el interior de una lengua histórica (idea ya desarrollada antes en la historia del pensamiento sobre la lengua; por ejemplo, en Wilhelm von Humboldt 1963, p. 252)4. Sin embargo, lo que sigue siendo controvertido es cómo modelar una lengua histórica, cómo concebir las variedades, cómo sistematizarlas o evitar hacerlo.
La taxonomía popular y frecuentemente citada en el marco de la lingüística de las variedades en las lenguas románicas corresponde a Eugenio Coseriu. La forma sistemática en que este lingüista ha presentado el diasistema (según marchamo propio)5 de una lengua histórica es como sigue:
Normalmente, en una lengua histórica pueden comprobarse tres tipos fundamentales de diferenciación interna: a) diferencias en el espacio geográfico o diferencias diatópicas; b) diferencias entre los distintos estratos socioculturales de la comunidad idiomática, o diastráticas, y c) diferencias entre los tipos de modalidad expresiva, según las circunstancias constantes del hablar (hablante, oyente, situación u ocasión del hablar y asunto del que se habla), o diferencias diafáticas [sic]6 (1981, p. 12).
Esta concepción de diasistema lingüístico parte de la idea central (que comparto) de que ninguna lengua (histórica) es un sistema monolítico y uniforme, sino que cada una conforma un conjunto de variedades diferentes que han emergido a lo largo de los cambios históricos de cada lengua. Un axioma central consiste en el rechazo de la concepción errónea bastante frecuente que considera el estándar como la lengua y las variedades como desviaciones imperfectas de ese estándar. Atendiendo a la evolución histórica de las lenguas, Coseriu lo juzga un error teórico -y en ello comparto su concepción. Un argumento contundente es que hay lenguas sin variedad estándar; otro, que algunas de las variedades dialectales vigentes han existido antes del estándar. Tal estándar se ha creado en una fase concreta de la historia de algunas lenguas, y en ciertos casos se ha declarado, por encima de las demás variedades dialectales, el estándar de una comunidad de habla o de un Estado; es, por lo tanto, sólo una de las variedades de la lengua (histórica). Como tal, el estándar ha disfrutado de una atención privilegiada de políticas y planificaciones lingüísticas en el marco de la cultura lingüística de estos países, lo que le aporta prestigio y categoría social7.
La teoría de Coseriu tiene, sin duda, la ventaja de una visión sin prejuicios sociales de la variación lingüística. Sin embargo, cabe someter la concepción coseriana (en que debe incluirse la propuesta de Koch y Oesterreicher, con base en la de Coseriu) a un análisis crítico y deconstruccionista. Éste no es el primero ni el único; algunos otros expertos en la materia ya han dado a conocer sus estudios críticos con anterioridad.
PROBLEMAS DEL CONCEPTO DE DIASISTEMA DE COSERIU
a). Tenemos que ser conscientes de que el conjunto de variedades de una lengua no es un sistema en sentido estricto, sino que se trata de un intento de ordenación y sistematización posterior al resultado actual de la evolución histórica de la variación de una lengua, la cual, desde el punto de vista lingüístico, por supuesto, no es sistemática, sino el resultado de factores comunicativos, culturales, sociales e identitarios, entre otros, que obedecen a una evolución de diferenciación y a un impulso de distinción social, regional y de expresión. La formulación del diasistema es, por lo tanto, una construcción teórica. Llamarlo diasistema procede ciertamente de la idea central de la lingüística estructuralista (proveniente de Ferdinand de Saussure) de que (las gramáticas de) las lenguas conforman sistemas. En términos de Wilhelm von Humboldt, podríamos calificar esta idea como una concepción de ergon, es decir, de una visión de enunciados hechos, no una concepción de energeia, esto es, de una visión de la capacidad creativa, innovadora y adaptativa para la actividad lingüística en el momento de la comunicación, verdadera esencia de la lengua.
b). Ahora bien, la sistematización teórica de la variación en forma de las tres dimensiones variacionales parece intuitivamente obvia y convincente, ya que responde a la experiencia cotidiana de la cultura lingüística de muchos países europeos en una de sus fases históricas8. Además, parece semejante a conceptos previos de la lingüística como dialecto, nivel (sociolecto) y estilo. Coseriu (1981) identifica expressis verbis estos términos con los que propone posteriormente. Ejemplifica su clasificación así:
La dimensión diastrática: “por ejemplo «lenguaje culto», «lenguaje de la clase media», «lenguaje popular», etcétera”.
La dimensión diafásica: “por ejemplo «lenguaje familiar», «lenguaje solemne», etc.”. A estos estilos de lengua atribuye también
los “lenguajes de grupos” que puedan distinguirse en el nivel sociocultural… por un lado, los “lenguajes” de los grandes grupos “biológicos” (“lenguajes de los varones”, “lenguajes de las mujeres”…) y de las generaciones (“lenguaje de los adultos”, “lenguaje de los niños”); por el otro, los “lenguajes” de los grupos sociales y profesionales. Los tipos muy generales de estilos conexos, correspondientes a aspectos amplios de la vida y de la cultura y a tipos conexos de circunstancias (por ejemplo “lengua hablada”, “lengua escrita” o “lengua literaria”, entre otros), pueden llamarse registros idiomáticos (Coseriu 1981, pp. 12-13)9.
Hay concepciones de variedades que establecen otra sistematización no tridimensional. Saville-Troike (1982, pp. 75-107), en el marco de una etnografía de la comunicación y la visión de lenguas no estándares, renuncia a tales atribuciones y jerarquización y propone la siguiente lista de variedades:
Varieties associated with setting, varieties associated with purpose, varieties associated with region, varieties associated with ethnicity, varieties associated with class, varieties associated with roles, varieties associated with status, varieties associated with role-relationships, varieties associated with sex10, varieties associated with age, varieties associated with personality states and “abnormal” speech, and non-native varieties.
Como veremos, incluye variedades que no aparecen en el diasistema de Coseriu y no se presentan problemas de afiliación a la hora de decidir si una variedad es diastrática o diatópica o diafásica11. En sus investigaciones para el Atlas lingüístico-etnográfico del Uruguay, Harald Thun (1985), discípulo de Coseriu, trabajó también con más aspectos variacionales: diatópicos, diastráticos (en el sentido de ‘capa social’), diageneracionales, diasexuales, dialinguales (contacto lingüístico), diarreferenciales y topodinámicos (migración).
c). No hay justificación explícita de Coseriu para reducir estas tres dimensiones, lo que parece responder más bien a un deseo deliberado de clasificación tripartita (cifra tradicionalmente funcional y fácil de manejar). Sin embargo, es obvio que hay más factores externos relacionados con la peculiaridad variacional. En el modelo de Coseriu, todas las variedades que existen se subordenan en estas tres categorías. Por ejemplo, la variación según los parámetros de inmediatez (variedad oral) y distancia (variedad escrita), que se concibe aparte y superordinada a las otras en el modelo de Koch y Oesterreicher (2007 [1990]), formaba parte de la categoría diafásica (situación) en el modelo de Coseriu.
d). Hay variedades que no se pueden subsumir en las categorías dadas, como la clasificación de los “lenguajes de grupos” (que no son estratos) que logran distinguirse en el nivel sociocultural. Así, pues, la concepción de la variedad juvenil que Coseriu entiende como diafásica llega a ser controvertida, pues otros estudiosos la conciben dentro de la categoría diastrática12. Esta perspectiva tampoco tiene clara evidencia, ya que los jóvenes no conforman un estrato o clase social, sino una categoría social sui generis, una variedad de solidaridad o identidad de grupo que aún se revela transitorio. Por el contrario, al analizarlo, este “lenguaje de jóvenes” se manifiesta como receptáculo de muchas variedades diferentes con subvariedades diatópicas, variedades de subgrupos culturales, variedades relacionadas con el género sexual13, variedades de estratos sociales diferentes, variedades juveniles de grupos de migración, un cierto tipo de contacto, y diferencias según la situación, así como el medio14, entre otras. De esta manera, el lenguaje juvenil se presenta plural y como variedad transversal a la sistematización de Coseriu (cf. Zimmermann 1991). No es evidente su estatus como variedad diafásica, ni oportuno, ya que su complejidad y su función identitaria no se reflejan en esta categoría15.
e). Otras variedades ni siquiera se consideran (por lo menos no se mencionan) en este modelo coseriano. He ahí las variedades de los drogadictos (cf. Rodríguez González 2014) o de los homosexuales (cf. Rodríguez González 2008, y Fernández-Mallat & Dearstyne 2021), cuyo lugar en el modelo no está claro. Los homosexuales no conforman un estrato social; más bien se trata de un grupo transversal de los estratos sociales. Se supone que hay variación regional, y su uso posiblemente no se restrinja al dominio de las prácticas sexuales, sino que tal vez se extienda a un hábito discursivo particular. En este caso sería una variedad diafásica, pero no constreñida a la dimensión de la inmediatez, sino utilizada también en situaciones de distancia.
Hay variedades que se formaron en grupos de religión (la santería en Cuba y el candomblé en Brasil, por ejemplo,) que podrían considerarse diafásicas, es decir, reservadas para ciertas situaciones rituales, como las variedades solemnes de los cultos cristianos, aunque empleadas también en la preparación del ritual en la vida cotidiana. En rigor, se podría considerar una variedad que surgió de un grupo de religión como variedad relacionada con un tema. Asimismo, se trata de una variedad de restricción regional (o sea diatópica) y de un grupo social determinado de ascendencia étnica africana que se define por su adhesión a cierto tipo de creencias cuyo lugar social no necesariamente corresponde a un estrato bajo16. En parte, estos factores parecen acertados; sin embargo, no se refieren a lo esencial.
Lo que se ve en estos ejemplos y en el del inciso anterior es que, al principio, estas variedades son el producto de la praxis comunicativa de ciertos grupos sociales con propósitos y temas particulares en situaciones comunicativas determinadas (ingroup) que contribuyen a la construcción de la identidad, como es el caso de la afiliación al grupo juvenil por lo que toca a su lenguaje (cf. Eckert 2018). Sin embargo, al final tales variedades no se restringen a estos parámetros, sino que también se extienden (tal vez sólo parcialmente) a otras situaciones, y en algún momento se convierten en variedades que simbolizan la identidad de un grupo ante la mirada del outgroup.
f). El modelo de Coseriu no tiene en cuenta las variedades de contacto (etnolectos), las cuales podrían considerarse diafásicas si se presupone que emergen y se utilizan sólo en situaciones de contacto con interlocutores de otra lengua. Pero tenemos conocimiento, tanto en la actualidad como en el pasado, de variedades de contacto que se han establecido como variedad de uso en el seno grupal, como es el caso de los migrantes: el “spanglish” de chicanos, puertorriqueños y cubanos en Estados Unidos; las variedades afrohispanas (de migrantes de deportación forzada) en diferentes zonas de Hispanoamérica como Bolivia (Lipski 2008), Ecuador (Sessarego 2013), Panamá (Lipski 1989) y, en el pasado, también en México (Rosas Mayén 2021). Este paso de variedad de situación (de contacto) a variedad de un grupo, que debe considerarse como diastrática y diatópica, se dio asimismo en los procesos de conquista y expansión de la lengua colonial. En ello derivó, por ejemplo, el español andino, variedad de contacto del español con el quechua en el pasado y hoy lengua materna en algunas partes de Perú. Es por esta razón que muchos la consideran una variedad diatópica o dialecto (cf. Escobar 2016).
Además, en Hispanoamérica tenemos hoy una gama muy variada de etnolectos a cargo de hablantes bilingües o de comunidades que lo fueron, procedentes de los pueblos amerindios (cf. Zimmermann 2016), que algunos han llamado “español indígena” o “español amerindio”. Estas variedades de contacto interétnico que se distinguen según la base de la lengua materna de los hablantes tienen (a pesar de la migración de individuos hacia otras zonas, muchas veces hacia centros urbanos) una génesis y dimensión regional de uso. La población monolingüe del país en cuestión las ve como variedades diastráticas, es decir, socialmente bajas (por la actitud negativa de la “sociedad nacional” hacia los pueblos autóctonos). A su vez, las interferencias y otras diferencias lingüísticas respecto del uso monolingüe se tienen por “errores” gramaticales, con rasgos fonéticos y prosódicos aberrantes. En suma, la variedad de contacto se juzga como lenguaje incorrecto. No obstante, en el interior del pueblo étnico tal variedad tiene un estatus alto frente a la lengua amerindia, por el hecho de que los hablantes de este español indígena pueden comunicarse con representantes de la sociedad hispanohablante nacional y gozar del útil papel de mediadores. Quienes lo hablan tienen una posición social preponderante en su comunidad; muchas veces son maestros-profesores de escuela o reinmigrantes que han pasado algún tiempo en el seno de la sociedad hispanohablante. En ello vemos que las actitudes y el prestigio difieren según la capa o el grupo social. Esta variedad tiene además un aspecto diafásico, ya que su emergencia y uso inicial se debe a ciertas situaciones; es decir, situaciones comunicativas interétnicas, con hablantes de otras lenguas, si bien en el transcurso del tiempo vinieron utilizando dicha variedad también en situaciones intraétnicas. Con el resultado de la escolarización castellanizadora, cada vez más egresados del sistema escolar manejan esta variedad, o bien una muy cercana a la variedad del español nacional.
Desde esta perspectiva, los etnolectos pueden considerarse inicialmente variedades diafásicas que han cambiado su estatus a variedades diatópicas y/o diastráticas. Esta evolución se ha producido desde la dimensión diafásica > diastrática > diatópica, lo que contradice el postulado de Coseriu de que esta dirección nunca es posible. Las tres dimensiones ocurren también en perspectiva sincrónica válida de manera transversal. Ello demuestra que la taxonomía de Coseriu es demasiado estática y que no puede aplicarse en cada caso. Una teoría de las variedades debe prever la posibilidad del cambio de atribución según evoluciones posteriores y su covalidez al final de su evolución, así como la prevención de que los hablantes las utilizan como símbolos para la construcción de sus identidades.
g). La concepción del diasistema opera en el constructo del marco de una lengua aislada como sistema (en cierta medida independiente de los que produjeron y producen la lengua). Es una visión de las lenguas que ha prevalecido en los últimos siglos en Europa. Al contrario, lo que conceptualmente debe considerarse primordial son los hablantes. No son el espacio, ni el estrato social, ni la situación los elementos que conforman las variedades, sino los hablantes de un territorio, de determinada capa social y en ciertas situaciones, quienes producen los rasgos que se construyen después como variedades. Asimismo, la atribución de un factor extralingüístico con que se identificarán estas variedades es la consecuencia de su uso. Por lo demás, atribuir una sola categoría a los hablantes que manejan una o diferentes variedades de la lengua y, eventualmente, dos o más lenguas -como repertorio holístico a su disposición- supone un intento de clasificación que conlleva tantas dificultades como simplificaciones. Coseriu previó que distintas variedades pueden combinarse en un texto o discurso de manera multivariacional, pero no previno sus consecuencias para la esquematización en el diasistema. El uso siempre forma parte del sistema, ya que este último es tan sólo una abstracción del primero.
h). La variedad estándar -para algunas corrientes lingüísticas constituye una trampa terminológica llamarla “lengua” estándar- debe considerarse en la concepción del diasistema como una variedad entre las otras, cuya característica es su mayor ámbito espacial. Esta variedad es el resultado de cierta normativización, tiene gran prestigio y sirve muchas veces para el establecimiento de una identidad de índole política (nacional y, a veces, supranacional). Parece que su lugar en el diasistema no se observa o queda inestable. Incluso algunos variacionistas atribuyen a la variedad estándar -en el plano teórico- un lugar especial, casi como punto orientador y de referencia para la concepción de las otras variedades, en lugar de situar su categoría en el ámbito histórico-empírico; éste se observa claramente en la propuesta de la cadena variacional de Koch y Oesterreicher (que voy a discutir más abajo).
Si un hablante domina diferentes variedades, y si asumimos que una de ellas debería ser la estándar (que muchas veces se adquiere o aprende después de otra no estándar, sea dialectal o sociolectal), cada variedad se usaría según la situación. Para tal hablante sería, desde este punto de vista, y de manera subjetiva, una variedad diafásica. Así, para el hablante que normalmente se mueve en un ambiente dialectal, el uso del estándar es situacional y debe considerarse como variedad diafásica (cf. Amorós Negre 2012). El nivel diatópico es una variedad transversal que se utiliza (según la cultura lingüística) en todos los lugares donde hay también variedades diatópicas de menor extensión espacial. Así, para la variedad estándar, hay que tomar en cuenta además el factor espacio; sin embargo, esta variedad goza de factores adicionales: se le concede mayor prestigio y cuidado especial (planificación) que resulta en mayor Ausbau, así como en medidas de legislación que fomentan su uso.
i). Sin embargo, visto de más cerca, se puede apreciar que la variedad estándar también tiene sus variaciones regionales. Han surgido variedades que Auer (2005 y 2010), a partir de la situación de la lengua alemana, ha denominado diaglósicas, o sea, híbridas, que descienden de la variedad local/regional y de la estándar nacional con rasgos del fondo dialectal (acento, gramática y léxico bávaro, suabo, bajo alemán, sajón, etc.). Al sur de España (Andalucía occidental) se observa algo similar: un hablante que quiere utilizar la variedad estándar produce otra intermedia diaglósica con rasgos como el seseo y el yeísmo, por ejemplo, que en el norte de España se toman como características propiamente dialectales y del no estándar17.
LA CONCEPCIÓN CUATRIDIMENSIONAL DEL DIASISTEMA DE KOCH Y OESTERREICHER
Posteriormente, los lingüistas Peter Koch y Wulf Oesterreicher (1985) aislaron y eliminaron el componente “oral-escrito” de la tipología de Coseriu y establecieron con ella una cuarta dimensión sui generis de variación. Esta nueva dimensión autónoma surge de las dos situaciones de comunicación “inmediatez vs. distancia” de los interlocutores, a la cual corresponden los medios de expresión oralidad (hablado) y escrituralidad (escrito), que algunos llaman “diamésica”18. Esta dimensión, ahora concebida aparte, pertenecía antes, entre otras, a la dimensión diafásica de Coseriu19. Se conforma de dos partes, una universal y otra de lengua histórica: rasgos de la primera hay en todas las lenguas, o sea en el lenguaje; características de la segunda son “contingentes”, o privativas, y resultado del desarrollo particular de una lengua. La característica del passé simple del francés que se usa hoy en día sólo en la variedad escrita es ejemplo de esta segunda parte20.
En esta bipolaridad de inmediatez y distancia se establece un continuo de distribución de rasgos de ambos polos21. Una vez postulada para su nueva dimensión autónoma y rectora, los autores aplican esta bipolaridad a las otras dimensiones ya establecidas. Así, las dimensiones diatópica, diastrática y diafásica también se estructuran, según sus planteamientos, de manera bipolar. Los polos de la dimensión espacial (dialectal) son “variedades diatópicas fuertemente marcadas” y “variedades diatópicas débilmente marcadas”, y los polos de las variedades diastráticas, al igual que las diafásicas, se caracterizan como “altas” y “bajas”. Para saber cuáles rasgos son “débiles” y cuáles “fuertes”, y cuáles “bajos” y cuáles “altos”, recurren implícitamente a una medida no indicada, la variedad estándar22. De esta manera, el polo débil de la dimensión diatópica, el polo alto de la dimensión diastrática y el polo alto de la dimensión diafásica están en el mismo punto o cerca de la variedad estándar con sus reglas gramaticales normativas (del lenguaje escrito). Su esquema refleja así la estructura de la cultura lingüística del mundo occidental como se ha venido elaborando después de la Edad Media en Europa con la invención de una variedad estándar.
Este esquema bipolar no tiene correspondencia con la realidad en culturas lingüísticas sin una variedad estándar con su norma (como la de la Edad Media u otras regiones del mundo). Como ha señalado Dufter (2018, p. 68), esta cuestión fundamental se contradice con la pretensión de que su teoría fuera universalmente válida, ya que no todas las lenguas tienen un estándar23. Pero aun si reservamos la pretendida validez universal de esta teoría a las lenguas románicas, la cuestión sigue acarreando problemas. En tiempos pasados, las lenguas románicas y germánicas no siempre tuvieron un estándar, tal vez con la excepción de la lengua latina. El estándar se fue estableciendo poco a poco a lo largo de las edades por la política y la planificación de estas lenguas a partir de la Edad Moderna. Y la política y la planificación han sido una desde determinada perspectiva social, la cual puede caracterizarse, grosso modo, como de élite burguesa. Con ello, los autores reproducen tal ideología de valoración social que conlleva el menosprecio de ciertas variedades. Las categorías estrato alto y bajo, estilo alto y bajo, dialectalmente fuerte y débil son indicadores obvios de ello. Mi planteamiento es que una teoría descriptiva de variedades lingüísticas debe evitar tales partidismos. Tal vez, reconociendo la validez de esta perspectiva en la actualidad en muchas instituciones de la cultura lingüística, podría hacerse -como segundo paso- un análisis y una descripción de esta ideología y llamarla con todas sus letras.
Esencial para el entendimiento de la cadena variacional es el esquema de la diferencia de la verbalización en situaciones de inmediatez y de distancia con los continuos mencionados24:
La caracterización de las variedades habladas y escritas es insuficiente. Los criterios que los autores mencionan como condiciones de comunicación y estrategias de verbalización (preferencia por contextos extralingüísticos vs. lingüísticos, gestuales y recursos mímicos; escasa planificación vs. alto grado de planificación25; carácter efímero vs. definitivo, y estructuración agregativa vs. integrativa para los dos polos) son válidos, pero falta el aspecto central que determina la forma de lo hablado y de lo escrito: el procesamiento cognitivo de ambas actividades es diferente en la recepción de cada polo. En parte, el hablante/escribiente tiene esto en cuenta y lo anticipa hasta cierto grado. Cabe, entonces, agregar las siguientes posibilidades de recepción: en lo escrito, la estrategia de recepción de la lectura permite al lector (por lo menos al experimentado) tener a la vista más de una palabra de la secuencia a la vez y prever lo que puede ocurrir posteriormente (por las estructuras de colocación, por ejemplo); permite al lector regresar y repasar determinado pasaje una segunda vez, o varias veces, pero también decidir la velocidad de lectura y hacer pausas para entregarse a la reflexión. A su vez, la información de los preámbulos antes de leer el texto principal le aportan muchas veces los datos acerca del tipo de texto al que se enfrenta (novela, comentario, carta privada) y guían su procesamiento cognitivo; el título, cuando lo hay, también suele ser indicio de tema y contenido. En el ámbito contrario, hay que distinguir entre lo oral de la conversación o diálogo mismo (con sus posibilidades intrínsecas y espontáneas como las de interrumpir, pedir aclaraciones, contradecir e intervenir sin previo aviso, etc.) y lo oral monológico (lo que parece ser la categoría rectora de los autores). Estos factores de recepción/entendimiento van más allá de las estrategias de verbalización previstas por Koch y Oesterreicher. Para diseñar las diferencias entre lo hablado y lo escrito hay que adoptar una visión de evento comunicativo de hablante y receptor, en vez de privilegiar únicamente la estructura discursiva. Una vez que los hablantes/escribientes conocen estas diferentes estrategias posibles de recepción pueden anticiparlas hasta cierto punto mediante la elaboración de sus enunciados en función de algunas de ellas.
EL CONCEPTO DE CADENA VARIACIONAL
Coseriu (1981, p. 16) establece una jerarquización entre las dimensiones:
Por otra parte, dentro de una lengua histórica (o de una comunidad idiomática), la relación entre dialectos, niveles y estilos de lengua es una relación “orientada”, precisamente en este sentido: dialecto → nivel → estilo de lengua. Es decir, que un dialecto, al igual que un idioma, puede funcionar en una comunidad como nivel de lengua (por ejemplo como “nivel popular”, si en los demás niveles se habla la lengua común, otro dialecto u otra lengua), y un nivel puede, a su vez, funcionar como estilo de lengua (así, el “nivel popular” puede ser al mismo tiempo “estilo familiar” en otros niveles); lo cual implica que un dialecto puede incluso funcionar como estilo de lengua (constituir, por ejemplo, ese mismo “estilo familiar”). En cambio, lo contrario no es cierto: un estilo de lengua no puede funcionar como nivel y un nivel no puede funcionar como dialecto.
Koch y Oesterreicher (2007 [1990]) recurren a este breve postulado de Coseriu para moldear la idea de “orientación” como una jerarquización, a la que dan el nombre de cadena variacional, elemento fundamental en su propio postulado de la dimensión inmediatez-distancia, rectora de esta cadena. La “cadena variacional” funciona de la siguiente manera26:
Las investigaciones desarrolladas hasta la fecha sobre las tres variedades diasistemáticas mencionadas han mostrado una y otra vez que las diferencias diatópicas, diastráticas y diafásicas no coexisten de forma completamente inconexa dentro de una lengua histórica. A este respecto, es importante reconocer que entre las diferentes dimensiones de la variación lingüística se establecen relaciones en una dirección fija determinada, de tal modo que, en la sincronía, lo diatópico puede funcionar como diastrático y lo diastrático como diafásico, pero no a la inversa. Así, una expresión dialectalmente muy marcada de un hablante puede ser calificada como diastráticamente baja. Al mismo tiempo, una expresión que en sí está marcada como diastráticamente baja puede ser empleada por hablantes de procedencia social muy diversa en una situación relajada e informal (diafásicamente baja) (p. 38)27.
Ilustran la cadena variacional de la manera siguiente en la Figura 6 de su libro (p. 39):
En esta propuesta teórica introducen, además, una bipolaridad que no se encuentra en la idea de Coseriu, la cual consiste en que en cada dimensión variacional hay variedades que se rigen por el factor de inmediatez comunicativa, por un lado, y por el de distancia comunicativa, por el otro. Describen los polos que prevén con las categorías fuerte y débil, alto y bajo, y relacionan los factores fuerte y bajo con el de inmediatez, y los factores débil y alto con el de distancia. En consecuencia, aplican un sistema de criterios para distinguir y ordenar, incluso jerarquizar, las variedades internas de cada dimensión según categorías de valoración social (alto-bajo), principios que no se hallan en la concepción de Coseriu. Asimismo, reconocen que hay variedades intermedias regidas por ambos factores en grado mayor o menor, con lo que admiten que no se trata de oposiciones discretas, sino que las variedades se sitúan y gradúan-jerarquizan sobre un continuo entre dos polos.
Como he dicho, estas categorías (alto-bajo) corresponden a una valoración social de las variedades que se asocia con determinada élite, la clase burguesa-culta que maneja las variedades diastráticas altas, diafásicas altas y, eventualmente, diatópicas débiles. Con su atribución impersonal de “una expresión está marcada como…” sugieren que entre la comunidad idiomática hay una aceptación general de tal valoración. Sin embargo, otras clases sociales o grupos espaciales pueden tener una perspectiva distinta del ámbito variacional, desde la que califiquen las variedades altas como negativas o, cuando menos, esnobistas28. Así, el marco metalingüístico y actitudinal que Koch y Oesterreicher manejan no obedece a una visión objetiva y neutral, o sociodiferencial, sino sociocéntrica y partidaria, que refleja un acendrado tradicionalismo en su apreciación de las variedades lingüísticas, impuesta en determinado momento histórico por la clase dominante del período, algo que Bourdieu (1977) ha llamado marché linguistique para justificar la construcción de su distinción social.
Koch y Oesterreicher modifican la idea de Coseriu, quien dice que (todo) dialecto, al igual que un idioma, puede funcionar en una comunidad como nivel de lengua. De hecho, la variedad diastrática de los obreros en una región se basa en la variedad dialectal de esa región. Los autores reducen esta observación a “elementos” de un dialecto que pueden formar parte de una variedad diastrática. Sus ejemplos se mueven en el marco del habla y no en el de la lengua (como era la idea original de Coseriu). En efecto, si un elemento “ex diastrático bajo” forma parte del sistema de la variedad alta y escrita es porque ha sido resultado de un cambio inducido por el uso estilístico, erróneo o provocador anterior en el habla, como vemos a veces en el paso de palabras del lenguaje juvenil o del argot al estilo alto de la capa sociocultural “alta”. Estamos, entonces, en un plano diacrónico de cambios internos en la arquitectura de variedades.
Otro cambio que introducen los autores es extender de una dimensión a otra la orientación fija de funcionamiento de variedades; y lo hacen -necesariamente- de la diafásica a la de lo oral-escrito, extensión que ya había hecho Berruto (1993) al extraer la dimensión diamésica (oral-escrito) de la diafásica. Hay que destacar que Kabatek (2000, p. 314) criticó en su momento este paso teórico, que, por lo demás, no constituye una maniobra legítima. En efecto, las variedades diatópicas (débiles como fuertes) pueden hablarse y escribirse, sobre todo si se trata de las variedades diatópico-nacionales hispanoamericanas.
En síntesis: ¿cuál es el provecho que implica el postulado de la dinámica unidireccional propuesta en el espacio diasistémico, tal como la enuncia la cadena variacional? De hecho, ofrece elementos con los que se podría anticipar cuáles movimientos entre las variedades son posibles y cuáles no. Si esto es tal como barruntamos, estaríamos ante una propuesta teórica útil, siempre y cuando, además, sea justa. Nuestra revisión crítica tiene como tarea verificar este punto que se antoja prometedor.
CRÍTICAS DEL CONCEPTO DE CADENA VARIACIONAL
Explicaciones ambiguas
La propuesta de Koch y Oesterreicher no es teóricamente clara: por un lado, postulan que lo diatópico puede “tomar el lugar” de lo diastrático y lo diastrático el de lo diafásico en general. Sin embargo, en su ejemplo dicen que los fenómenos marcados dialectalmente “pueden ser calificados” como diastráticamente bajos, y los diastráticamente bajos como diafásicamente bajos. ¿Qué significa esto? ¿No podrían, acaso, las variedades diatópicamente débiles o no marcadas tomar el lugar de las diastráticamente altas y, a su vez, las diastráticamente altas tomar el lugar de las diafásicas altas? ¿O este postulado de conexión unidireccional puede darse también en el polo de la gradación-jerarquización? ¿Y cuál es la situación de las variedades que se ubican en medio de los dos polos? ¿Las variedades que “se ubican” entre los polos de la dimensión diatópica “entran” en la dimensión diastrática también en la posición intermedia?
La idea de que ciertas variedades pueden ocupar el lugar de otras es una construcción teórica que merece la pena explorar más a fondo. ¿Qué significa “tomar/ocupar el lugar”, “funcionar como” o “Einrücken”? Parece que se trata de “tomar el lugar” de la posición social. Por debajo de su construcción teórica hay una metáfora mecánica y espacial (que se percibe en estos verbos), como Dufter (2018) ha detectado y criticado con razón. Cabría mejor denominar estos fenómenos con un término que describa la verdadera actividad cognitiva (cf. infra).
Problemas del estatus de las variedades después de la “dislocación”29
El proceso postulado -y en algunos ejemplos probable- de transferencia de una variedad a otra requiere de explicación teórica; y la requiere asimismo, según parece, lo que se ha definido como parte de una categoría que puede “transferirse” a otra y cambiar de estatus. ¿No es, desde este momento, parte de la antigua categoría?, ¿o lo es de ambas categorías? Koch y Oesterreicher dicen que no se trata de un proceso diacrónico, sino de una dinámica en el marco de la sincronía. Si nos encontramos entonces en el ámbito sincrónico, esta copresencia ocurre ciertamente en los diferentes niveles. Pero tengo que recordar que las categorías de sincronía y diacronía se refieren a perspectivas de análisis, es decir, a métodos, no a hechos de la realidad. Por ello, lo que pasa en la cadena variacional podría concebirse no como dislocación espacial (pasar de una dimensión a otra en la sincronía), sino más bien como resultado de diferentes causas30: a) recurso estilístico31 en el habla, o sea, el uso de un elemento que sólo lleva la marca diatópica y/o social/grupal al mensaje que forma parte de la dimensión del enunciado, pero no de la dimensión “receptora”; b) inexperiencia o incompetencia en el manejo del “sistema” de variedades (pero hay que dudar de si se trata de un sistema), por ejemplo, entre hablantes bilingües en situaciones de contacto, que puede derivar en un cambio en el eje temporal. Es posible describir este proceso como cambio (micro)diacrónico en una fase inicial que resulta no en un cambio sustitutivo, sino en la coexistencia y ambigüedad de un elemento en dos o más variedades (fenómeno bastante común en la evolución lingüística) con un efecto de inseguridad psicolingüística.
Al mismo tiempo, este tipo de dislocaciones o, mejor, estas maniobras estilísticas y “errores” (desde una perspectiva normativa) que pueden derivar en cambios microdiacrónicos demuestran que los elementos de las variedades no constituyen ámbitos cerrados y bien delimitados, sino entidades porosas. La perspectiva sincrónica no prohíbe ver este proceso microdiacrónico. Lleva un lapso incierto hasta que se consolida: algunos de los miembros de la comunidad idiomática tienen una actitud positiva, otros una negativa; algunos lo ejecutan, otros no, etc. Así, este proceso mantiene durante bastante tiempo una valoración sociocomunicativa fluctuante. A este respecto se observa también otra imprecisión de los autores: a veces utilizan el término “puede emplearse” (con ello asumen la perspectiva del hablante), y a veces el de “puede ser calificado” (por otros, los receptores u observadores; con ello asumen la perspectiva del oyente). Este problema hace surgir la pregunta de si los hablantes protagonistas son conscientes del cambio de una variedad o no. ¿Acaso los autores simplemente asumieron la perspectiva del observador que se percata de que la clase baja usa una variedad o dialecto determinado y por ello puede calificarse de variedad social baja en algunas comunidades? Sin embargo, como ya dijimos, hay que tener en cuenta que el estatus funcional de un rasgo lingüístico no marcado de una variedad no sólo adquiere un estatus marcado en otra, sino que también puede recibir actitudes sociales diferenciadas según individuos y grupos.
Koch y Oesterreicher (2007 [1990]) ejemplifican su teoría con tres lenguas: francés, italiano y español. Sin embargo, admiten que el español es una lengua pluricéntrica y que, por lo tanto, no todos los postulados funcionan ni para la lengua española en general ni para la comunidad idiomática panhispánica en su totalidad: lo que es parte de la variedad nacional (variedad diastráticamente alta y perteneciente al ámbito de la concepción escritural) de un país, en otro puede valorarse como diastráticamente bajo. Por ello debe identificarse primero (o paralelamente) el marco de la aplicación de la teoría; por ejemplo, cada uno de los países hispanohablantes (admitiendo que cada país hispanoamericano tiene un estándar nacional particular) u otro tipo de comunidad idiomática32.
El postulado de la unidireccionalidad de la cadena variacional
En la teoría de la cadena variacional se sostiene, como ya hemos señalado, que elementos de la variedad diatópica fuerte pueden funcionar como elementos de la variedad diastrática baja (y no al revés), y que elementos de la variedad diastrática baja pueden funcionar como elementos de la variedad diafásica baja, y éstos, como elementos de la variedad de inmediatez, pero no al revés. Hay que recordar que Coseriu establece tal unidireccionalidad cuando habla de variedades enteras (lo que me parece justo) y sin haber erigido los dos polos de inmediatez y distancia; o sea que un dialecto puede funcionar como la variedad diastrática de la “clase baja”.
Koch y Oesterreicher transforman lo que postula Coseriu en dos aspectos: ellos hablan de elementos que pasan de una dimensión a otra, y estos elementos provienen del polo dialectal fuerte, diastrático bajo y diafásico bajo. Con este cambio teórico surge un problema esencial: su postulado no corresponde a lo que podemos observar en el ámbito de la praxis de uso de las variedades lingüísticas, ya que es evidente que muchos elementos de la variedad estándar, es decir, de la variedad de distancia, pueden adoptarse en las variedades diatópicas y diastráticas, es decir, realizar un movimiento en la dirección inversa. Los filósofos, teólogos, científicos, etc., normalmente no publican sus resultados en su variedad dialectal fuerte; los tecnolectos modernos (provenientes, por ejemplo, de la tecnología automovilística o de la informática, también de la medicina) se crean en el lenguaje estándar, muchas veces incluso tomando como base otra lengua: la latina, la inglesa, etc. Los términos técnicos y expresiones procedentes de esta parte del estándar entran en el habla dialectal de un radio limitado33. En términos del modelo de la cadena variacional, se trataría de un cambio de dirección del polo de distancia hacia el de inmediatez y de ahí hacia la dimensión diastrática y la dialectal. Estos términos tecnolectales se pronuncian según las reglas fónicas del dialecto, lo que basta para quedar incorporados en él. Con esto se puede decir que la idea de la orientación unidireccional del paso de elementos postulada por Koch y Oesterreicher queda refutada.
Un problema clave es que no se dice de cuáles de las diferentes variedades diatópicas fuertes, diastráticas bajas y diafásicas bajas se trata. Tengo la sospecha de que los autores se imaginan en su modelo el caso de la lengua alemana: los dialectos puros (sin influencia del estándar, ¿si todavía existen?) como el bávaro, el suabo, el sajón, el fráncico, etc., son las variedades diatópicas fuertes (dialectos primarios, en términos de Coseriu). ¿Y cuáles son las variedades diatópicas débiles? ¿Son las variedades resultado del intento de quienes quieren hablar estándar pero no logran dominarlo a la perfección -por lo que recurren a interferencias de su dialecto materno, su primera lengua (como se observa entre muchísimos hablantes en Alemania en situaciones muy formales; he ahí, v.gr., los miembros de la esfera política como diputados y ministros), y producen dialectos terciarios (en términos de Coseriu) que tienen, sin embargo, un aspecto diafásico, ya que son fruto de la situación de uso?
El postulado funciona suponiendo la existencia de las variedades sintópicas, es decir, de este constructo de idealización de variedades en las que no entran otras características que las de esta categoría. Pero ello nunca se da. Más aún, las transferencias de la cadena variacional contradicen el constructo de variedad sintópica, sinstrática y sinfásica. Me parece más adecuado concebir las variedades diatópicas como variedades de la región donde los hablantes establecieron su arquitectura variacional propia: en el ámbito regional los jóvenes tienen su variedad (creada en parte en una región concreta, pero con elementos de otras regiones y lenguas), los padres hablan a sus bebés con su manera particular, los trabajadores y artesanos tienen su variedad local cuando hablan entre ellos, y los hablantes “cultos” tienen su propia variedad de distancia cuando se presenta una situación formal34.
Otro problema del funcionamiento o falta de explicitud de la cadena variacional es la multitud de variedades en cada dimensión. Hay casos probables y atestiguados: una lengua y un dialecto pueden funcionar como la variedad (sociocultural) de las mujeres. ¿Puede una variedad diatópica funcionar como tecnolecto? Difícilmente imaginable. ¿Puede la variedad juvenil funcionar como variedad literaria? Seguramente no cualquiera. Pero hay ejemplos de uso del lenguaje juvenil en la literatura. El rap, tradición discursiva creada por jóvenes, lleva rasgos de la variedad correspondiente a este grupo etario. No obstante, no se trata del Einrücken de rasgos a otra dimensión (no la sustituye), sino de la invención discursiva en el marco de una cultura juvenil abarcadora.
La inoperabilidad del modelo de la cadena variacional en las lenguas pluricéntricas
El modelo de la cadena variacional parece funcionar bien para lenguas monocéntricas, o bien para lenguas que se hablan sólo en un país y si su funcionamiento se describe únicamente para un país (comunidad de comunicación). Es el caso del italiano e ideológicamente del francés35. No es, sin embargo, el caso de la lengua española, lengua pluricéntrica o que se está convirtiendo en una (cf. Thompson 1992; Bierbach 2000; Oesterreicher 2000; Lara 2005; Garatea Grau 2006; Zimmermann 2008; Amorós Negre 2012a; Prifti 2021, entre muchos otros). Como ya había señalado Dufter (2018, p. 68), lenguas de extensión supranacional que tienen pluralidad de normas constituyen un problema grave para la idea de la cadena variacional. Ello se ve en el caso de las variedades del español que se formaron en los países hispanoamericanos. La clase “culta” de estos países aceptó teóricamente la norma de España durante mucho tiempo, y obedeció a una glotopolítica monocentrista, aun con una praxis diferenciadora de los hablantes. Sin embargo, esta ideología ha cambiado en tiempos recientes. Cada vez son más los hablantes que han ido tomando conciencia del hecho de que la variedad de su capital constituye una norma propia (con diferencias a nivel fonético-fonológico, gramatical, léxico, pragmático y entonativo) y la asumen como parte de su identidad nacional. Con ello van reconociendo y estableciendo una variedad estándar nacional, diferente en parte a la de otros países, que se enseña en las escuelas y se usa en la comunicación oral y escrita (cf. Zimmermann 2022). En esto se percibe el dinamismo dialéctico de la diferenciación y la normativización/uniformización.
Ya que la variación tiene que ver con el espacio, muchos estudiosos han considerado las variedades hispanoamericanas como diatópicas y dialectales. Sin embargo, la designación de dialecto sería demasiado insensata. No sólo son diatópicas en el sentido de tener rasgos diferentes que se pueden relacionar con el espacio, sino que también son variedades nacionales, cada una con millones de hablantes, con una arquitectura variacional interna específica, una estructura social interna particular, una historia cultural y lingüística propia (contacto con otras lenguas), una cultura lingüística e instituciones que influyen en el estatus y las normas de las mismas lenguas; y no hablemos de las tradiciones discursivas de cada país. Por ello deberíamos llamarlas variedades nacionales, cuyo ámbito espacial es el Estado nacional (cf. Zimmermann 2022).
Esta realidad cuestiona un axioma básico de la teoría variacional de Coseriu y de Koch y Oesterreicher, para quienes el marco de referencia de las variedades es la lengua (que en el caso de la española debe ser consecuentemente la lengua panhispánica36). Sin embargo, sostengo que en la arquitectura variacional, el diasistema no debe concebirse como único (de la lengua panhispánica)37, sino como múltiple y relacionado con cada una de las respectivas comunidades comunicativas de determinada lengua histórica. En el caso de la española, se tiene el español de España, el de México, el de Perú, el de Cuba, el de Guinea Ecuatorial, para dar algunos ejemplos. Cada una de estas variedades conforma tales comunidades comunicativas y tiene cada una su arquitectura variacional propia. Si admitimos el funcionamiento de estos procesos concebidos en el modelo de la cadena variacional, podemos decir que no funcionan de manera panhispánica, sino que están restringidos a cada país. Una variedad diatópica interna (o sus rasgos) del español mexicano o cubano no puede formar parte de la variedad diastrática del español de España, y una variedad diastrática (o sus rasgos) de este país no puede formar parte de la variedad diafásica de Argentina o de Perú. La razón es la (relativa) autonomía de las estructuras sociopolíticas y culturales, la historia como país colonial, entre otras causas de cada territorio. Esto, a su vez, se encuentra delimitado por la red comunicativa, más intensa en el interior de cada comunidad de habla que con otras comunidades extranjeras de la misma lengua. Todo país tiene, además, una situación lingüística propia en cuanto a la presencia y estatus de otras lenguas en el marco de la pluriculturalidad y el plurilingüismo, esté constituido por las lenguas de los pueblos originarios o por inmigrantes aloglóticos (afrodescendientes, italianos y otros). Esta situación plurilingüe da carácter (socio)lingüístico particular a cada país otrora colonial y tiene efectos en su arquitectura lingüística.
Esta situación pluricéntrica requiere cuestionar el postulado de que la unidireccionalidad de la cadena variacional opera dentro de una lengua histórica; si un funcionamiento tal quiere postularse debe ser en la comunidad comunicativa como marco de referencia, no la lengua. En el caso de la lengua española, su situación resulta de la expansión territorial, social e institucional en el transcurso del colonialismo, que desplazó las lenguas originarias. Ello le ha proporcionado hasta hoy categoría internacional, pues figura entre las lenguas más habladas del mundo.
Problemas de la gradación en la dimensión diatópica
La dimensión diatópica -la más tradicionalmente aceptada- queda poco clara en la concepción de Koch y Oesterreicher. A partir de cómo la trabajan los autores, me he planteado algunas preguntas: ¿cuáles son las variedades diatópicas fuertes y cuáles las débiles?; ¿las que se consideran variedades diatópicas fuertes equivalen a los dialectos tradicionales?; ¿la que se considera variedad diatópica débil corresponde a la variedad estándar o a la estándar con pocas influencias dialectales?; ¿y cómo concebir la gradación a nivel diatópico en casos en los que no existe una variedad estándar?; ¿o cómo concebirla en tiempos históricos sin fijación de un estándar?; ¿si hubiera lenguas sin este tipo de gradación en términos de fuerte y débil, y de alto y bajo, seguiría habiendo cadena variacional?
Se debe tener en cuenta que aparte de los dialectos tradicionales hay variedades regionales que están muchas veces a medio camino entre el dialecto tradicional y la variedad estándar (buen ejemplo de ello es lo que sucede con la lengua alemana). Al parecer, para Koch y Oesterreicher las variedades diatópicas fuertes coinciden con los dialectos tradicionales y las variedades diatópicas débiles reciben la influencia de la variedad estándar. Pero entre estos dos polos hay otras variedades diatópicas, ya mencionadas, que son resultado del contacto entre la variedad estándar y los dialectos tradicionales; se trata de las que Auer (2005 y 2011) dio en llamar variedades diaglósicas, que hay que concebir como autónomas (variedades diaglósicas estándar-bávaro, diaglósicas estándar-suabo, diaglósicas estándar-bajo alemán38, entre otras), pero también como constituyentes de un continuo entre los dos polos, sólo arbitrariamente distinguibles como variedades discretas. Por último, un mismo hablante puede someter a variación cada una de ellas según la situación en que se encuentre, más cerca del estándar o más cerca del dialecto.
Problemas de la delimitación de ciertas variedades diastráticas y diafásicas
La dimensión diastrática (sociolectal) es poco clara en el tratamiento de Koch y Oesterreicher, y, según algunos sociolingüistas, mucho más rica que como ellos la han concebido. En el polo bajo del continuum no sólo entra la variedad de la clase baja, llamada por algunos “lengua/variedad popular” -término anticuado, poco preciso, poco útil y de matiz despectivo-, sino también una gran gama de variedades sociales, como el lenguaje juvenil, los argots y calós (Koch y Oesterreicher mencionan “el caló, etc.”). Desde su origen, son variedades procedentes de grupos sociales, algunas de la “clase baja” pero no todas ellas. Hay que tener en cuenta también que se han creado en situaciones de inmediatez, de ahí su carácter oral. Estas condiciones de génesis no permiten clasificarlas inequívocamente como antiguas variedades diastráticas que pasaron después a la dimensión diafásica. Se puede preguntar, entonces: ¿son variedades diastráticas que transitaron a la diafásica, o son esencialmente diafásicas y orales, cada una con el toque social de un grupo específico? ¿O se debe constatar con Glessgen y Schøsler (2018) 39 que ambas dimensiones -diafásica y diastrática- están copresentes desde su génesis?
La variedad estándar como punto de referencia
Como ya observaba Krefeld (2011), la variedad estándar no aparece en los planteamientos teóricos de las publicaciones de Koch y Oesterreicher en 1990 y 2007. Este último la menciona por primera vez en un trabajo de 2008 (p. 56), donde dice que el punto de referencia para determinar si un rasgo es diafásico, diastrático o diatópico es la variedad estándar40. En consecuencia, la variedad estándar parece estar situada fuera de la cadena variacional; pero sería un punto teórico inaceptable dar a una variedad un estatus fuera de la arquitectura de las variedades evolucionadas en la historia de la lengua. Si no es así, parece ser que la variedad estándar es diatópicamente débil, diastráticamente alta y diafásicamente alta (tradiciones discursivas de índole escrita), es decir, siempre la misma. De cualquier forma, los autores no ejemplifican estos polos en otros términos que el de la variedad estándar. Tomar la variedad de un polo para (des)calificar las variedades del otro no puede admitirse teóricamente; significaría -en términos sociolingüísticos- tomar la posición de un grupo social para calificar las variedades de otros grupos sociales/regionales y ámbitos comunicativos.
Ya en 1990 (pp. 13-14), Koch y Oesterreicher declaraban que sería totalmente equivocado suponer que estructuras como Je ne l’ai pas lu, le livre (del francés), Non l’ho letto, il libro (del italiano), no lo he leído, el libro (del español) ofrecen una de las tres marcaciones diasistémicas (según el sistema de Coseriu). Según ellos, son estructuras que se explican únicamente por las condiciones comunicativas de la inmediatez, por lo que deben calificarse sólo como fenómenos “hablados”. Tienen razón en calificar esta estructura sintáctica de dislocación a la izquierda como hablada en las lenguas descritas. Pero no derivan del aspecto universal de la inmediatez, sino que su lugar en el ámbito hablado se debe a la “evolución contingente” de estas lenguas. Nada impide que tales estructuras pudieran cumplir las condiciones mencionadas para el polo de la distancia; de hecho, esas dislocaciones aparecen cada vez más en textos escritos.
Cabe indicar que estas estructuras también se hallan en las variedades diastráticas bajas y diatópicas fuertes. Por ser rasgos contingentes, es obvio que se encuentren en ellas antes que en la estándar, como menciona Dufter, ya que el estándar es fruto de la normativización posterior a la determinación de un dialecto como tal. Sin embargo, ¿serían privativas de lo hablado? Estas estructuras también son parte del polo de distancia y funcionan como un instrumento estilístico para expresar en lo escrito elementos que quieren destacarse.
Si los hablantes de estas variedades dialectales fuertes y sociolectales bajas escribieran un texto en su propia variedad, también utilizarían tales estructuras en el medio escrito y, tal vez, formarían parte de la concepción escritural, ya que no se sabe si el desarrollo normativo hubiera seguido el mismo camino que el del estándar de las lenguas analizadas. En la aplicación de la teoría a los escritos de autores semicultos en la Hispanoamérica del siglo xvi, se dan muchos ejemplos de textos que mezclan rasgos de la inmediatez y de la distancia, frutos de lo que Oesterreicher (1994, p. 159) llama “competencia escrita de impronta oral”41. En su estudio de textos escritos en el siglo xvi, el autor critica a otros historiadores de la lengua española en Hispanoamérica. Según su análisis justificado, ellos clasifican los cambios sin mayor diferenciación como innovaciones o como -ismos dialectales/etnolectales. Oesterreicher (pp. 171-177), por el contrario, propone una visión variacionista, y dice que es necesario “localizar” esas innovaciones en la cadena variacional para establecer diferencias según su lugar en las dimensiones diastráticas, dialectales o diafásicas. Estoy de acuerdo con sus apreciaciones, pero su propuesta de visión variacionista no necesariamente debe reducirse a la de corte coseriana, ya que fenómenos que los autores criticados han sacado a la luz como afronegrismos, portuguesismos, indigenismos no caben en este modelo (cf. el siguiente apartado).
El olvido de las variedades étnicas o etnolectos
Hay en el mundo hispanohablante (pero también en otras comunidades lingüísticas) multitud de variedades étnicas o etnolectos, fruto del contacto de la lengua española con las lenguas de los pueblos amerindios o africanos (en Guinea Ecuatorial) tanto en la colonia como en la situación poscolonial. Estas variedades, que muchos llaman étnicas, etnolectos o español indígena (con sus casos concretos de español náhuatl, español aimara, español mapuche, español maya, etc.)42, por su expansión geográfica reducida, también podrían concebirse como variedades diatópicas, tal como algunos las clasifican. También podrían concebirse como variedades diastráticas por la baja posición social de los pueblos indígenas en las sociedades de Hispanoamérica (sometidos y discriminados en el sistema colonial, incluso hoy). Sin embargo, tal afán clasificatorio no logra apresar su esencia: las características de estas lenguas no responden a su condición social ni a su región de uso, sino a su pertenencia a otro pueblo cultural y lingüístico. Estas variedades no tienen -como se ve- un lugar en la arquitectura variacional coseriana y, por lo tanto, tampoco en la cadena variacional según Koch y Oesterreicher. Pero no sólo forman parte de las variedades del diasistema del español, sino también, y desde luego, del repertorio lingüístico de ciertas comunidades. Desde su perspectiva, el hablante indígena usa elementos de dos lenguas (en sus múltiples formas de translingualizaciones y simplificaciones), cuyo etnolecto resultante integra ese repertorio lingüístico a su disposición, pero no el de los hablantes nativos del español en el país al que pertenezcan tales comunidades.
El estatus del lenguaje juvenil como ejemplo de las variedades transvarietales
Otra variedad cuyo estatus no está claro en la teoría coseriana es el “lenguaje juvenil” (cf. Dufter 2018, p. 70). Desde el inicio de las investigaciones sobre este tipo de variedad se ha discutido acerca de si se trata de una variedad diafásica o diastrática (cf. la diversidad de puntos de vista en Zimmermann 1991, pp. 906-907). A primera vista, “edad” y “generación” parecen categorías biológicas (cf. Coseriu, supra), pero, de hecho, son esencialmente sociales. La variedad juvenil puede, por ello, clasificarse como diastrática. Teniendo en cuenta, sin embargo, que los (o muchos) jóvenes hacen uso de ella sólo en ciertas situaciones, podría clasificarse como diafásica. Como se ha demostrado, no hay un solo lenguaje juvenil, sino que en sus manifestaciones influyen diferentes factores sociolingüísticos. Hay diferencias regionales, sociales y de género, diferencias de subculturas juveniles diversas y de procedencia étnica (en el caso de inmigrantes y generaciones posteriores). Y hay rasgos, como el juego con la ortografía y la caligrafía en los grafiti, privativos del nivel escrito. Así pues, lo que comúnmente se denomina “lenguaje juvenil” es, de hecho, una variedad transvarietal. Esta dificultad de atribuir claramente las variedades juveniles a una categoría en el sistema coseriano implica un problema serio para la cadena variacional. Es obvio que rasgos de estas variedades se utilizan en ámbitos formales y aun en la variedad escrita, ¿pero se puede decir que entraron en la variedad diafásica alta o en la estándar?
Transferencias de rasgos estándares a otras variedades
Es evidente que elementos característicos del polo de distancia de la dimensión oral-escrita pueden usarse en el polo alto de la dimensión diafásica y en el polo alto de la dimensión diastrática, así como en el polo débil de la dimensión diatópica (las variedades diaglósicas, combinaciones que surgen por el contacto de la variedad dialectal y la estándar). En el nivel léxico, se observa que muchos dialectos no han desarrollado vocabulario específico para ciertos dominios de conocimiento, por lo que, en el habla dialectal, gran cantidad de hablantes recurre al léxico de la lengua estándar (escrita) para ciertos conceptos inexistentes en el dialecto. Pero no solamente esto: también los tecnolectos, incluso los de la ciencia, pueden tener sus variedades diatópicas fuertes43. En el mundo hispánico, es obvio que un profesor argentino, chileno o cubano hace su discurso académico en la variedad nacional-dialectal de su país.
Teóricamente, se puede imaginar que cada variedad diatópicamente fuerte (dialecto) puede desarrollar una escritura y un estándar. Si Koch y Oesterreicher argumentan que la dimensión (diamésica) de inmediatez-distancia que promueve la diferencia conceptual de lenguaje hablado vs. lenguaje escrito es una dimensión universal, ya que todas las lenguas son potencialmente capaces de adquirir el medio de escritura (aunque en el mundo actual no es el caso), el mismo argumento vale también para la escritura de los dialectos. El estilo de expresión y la terminología se han aprendido en cursos y seminarios en lengua estándar y se transfieren al dialecto44. Ahí se observa otra vez el fenómeno de la diaglosia (Auer 2005 y 2011), tan frecuente en el ámbito de la lengua alemana, caso tajante de la incorporación directa (como interferencia) de elementos del dialecto a la lengua estándar hablada (a nivel fonético, morfosintáctico, léxico y pragmático) y, al revés, de elementos del tecnolecto científico y filosófico (que es parte del estándar) al dialecto.
En el “interior” de las dimensiones se puede observar otro tipo de transferencias. Es conocido que el lenguaje juvenil ha tomado expresiones del caló y de la jerga de delincuentes, ambos clasificados por muchos variacionistas como parte de la dimensión diastrática. También hay transferencias de un dialecto a otro, es decir, de una variedad diatópica fuerte a otra variedad diatópica fuerte. Podemos llamar estos fenómenos “transferencias intradimensionales”. Los procesos de transferencia entre variedades son mucho más complejos de lo previsto por la cadena variacional.
VISIÓN TEÓRICA ALTERNATIVA
El “paso de los rasgos de una variedad a otra”: ¿proceso mecánico o repertorio de hablantes multivarietales?
Nuestro planteamiento de base es que la variación lingüística -cuyos cambios históricos son más bien anárquicos o casuales en términos lingüístico-sistémicos- no puede constituir un sistema, ya que depende de la evolución de los factores extralingüísticos (diferenciación y deseo de distinción social, invención de la escritura y de otros medios, influencia de otras lenguas).
La concepción del diasistema se ha desarrollado según la perspectiva del estructuralismo. Sin embargo, este marco conceptual sigue obedeciendo a una suerte de metáfora espacial (cf. Dufter 2018), con características de cajas, y de manera mecanicista. El pensamiento mecanicista se ve claramente en la terminología que Koch y Oesterreicher usan para describir la cadena variacional. Su teoría sostiene que los elementos diatópicos pueden funcionar como diastráticos y, a la vez, los diastráticos como diafásicos -según había expuesto Coseriu (1980, pp. 50 ss.; cf. también Kabatek 2000, p. 308)-, pero no al revés. Resulta llamativo el uso cambiante de las metáforas para referirse a este proceso: en alemán, su terminología oscila entre los elementos de una variedad que pueden funcionar como elementos de otra, elementos de una variedad que pueden utilizarse en lugar de los de otra variedad y elementos de una variedad que pueden (re)valorarse como los de otra. Asimismo, en el transcurso de su libro, muchas veces recurren a la metáfora de Einrücken (1990, pp. 149 y 200), es decir, que un elemento de una variedad puede “entrar” en otra.
La cadena variacional se basa -como la concepción de la arquitectura variacional- en la construcción de la cultura lingüística vigente de que lo que se llaman dialectos son variedades diatópicas de una lengua histórica. En el caso de la cultura lingüística alemana, el suabo, el bávaro y el sajón son variedades diatópicas de la lengua alemana (histórica), por lo que forman parte de su espacio variacional45. A su vez, el Einrücken a la variedad diastrática baja, e incluso a la variedad diafásica de la lengua histórica alemana, es por lo tanto un movimiento intralingual. En el caso de la lengua española (con menos rasgos dialectales diferenciadores que la alemana), el funcionamiento de elementos del español andaluz o canario en la variedad diastrática baja (¿de otra región o de la misma?) es igualmente un fenómeno intralingual, mientras que fenómenos semejantes en situaciones de contacto en el español de los catalanes, de los aragoneses, de los vascos, de los chicanos, de los indígenas americanos, entre otros, no forman parte del sistema variacional de una lengua, sino de dos: del español y de la lengua de contacto. Pero si consideramos los dialectos tradicionales como sistemas autónomos, con su fonética-fonología, morfosintaxis, léxico y pragmática propios -para lo cual hay buenos argumentos-, toda la construcción se derrumba. Comparando los criterios de delimitación entre lenguas y dialectos en la cultura lingüística alemana tradicional y en la cultura lingüística española actual vemos que las diferencias entre el bávaro, el sajón y el suabo son ciertamente numerosas y semejantes a las que hay entre el castellano no estándar, el catalán, el gallego y el portugués no estándares, consideradas lenguas diferentes.
El problema teórico en la construcción de la arquitectura estructuralista variacional es que ésta se concibe sin tomar en cuenta la actividad de los hablantes, y los pasos de una variedad a otra, como procesos mecanicistas. Sin embargo, las variedades no existen fuera de los hablantes, sino en su intelecto, por lo que hay una cantidad considerable de ellos que dispone de diferentes variedades. Es esencial advertir que las usan no como reglas fijas, sino según sus necesidades o metas en el momento de la comunicación. Creo que hay que pasar de la perspectiva del sistema (que siempre ha operado con abstracciones de pureza y con selecciones de hablantes para garantizar un corpus homogéneo de datos de la lengua/dialecto/variedad) a una visión de repertorio mental de las variedades a cargo de los hablantes de la comunidad de comunicación. La variación lingüística no debe tomarse como sistema de variedades discretas (cf. Hudson 1980, pp. 24, 44 y 50) con elementos lingüísticos atribuibles y correlacionados de manera fija a los hablantes según sus cualidades sociales y regionales, sino como objeto de estudio, ya que se trata de una comunidad diferenciada que maneja el repertorio lingüístico, o partes de él, en función de sus necesidades.
En realidad, los individuos disponen de los elementos cuyos atributos sociales, educativos, grupales, religiosos, étnicos, regionales, situacionales e institucionales conocen como hablantes competentes de su lengua para propósitos estilísticos, como queda demostrado en el concepto de polifonía de Mijaíl Bajtín (1986). Igualmente la “mezcla” de variedades en la práctica de la comunicación entre los jóvenes se ha descrito como bricolage de elementos de diferentes variedades o de distintos géneros discursivos. Lo que se llama diasistema sirve a muchos hablantes como repertorio para las necesidades de la comunicación que se presentan continuamente y de manera imprevisible. Pongamos por caso que, en medio de una discusión, el presidente de un país se maneja en los propios términos de los hablantes de una variedad considerada como diastrática baja; sin embargo, si en el curso de esta misma discusión cambia de términos para interpelar a los jóvenes en su propia variedad, ello no implica que mude de identidad, sino de medio solamente, para demostrar, por ejemplo, el conocimiento que tiene de los problemas que aquejan a este grupo en particular. El uso de elementos de una variedad en otra debe considerarse, entonces, como el manejo de una competencia comunicativa que emplea la marcación varietal de las expresiones para determinado propósito de comunicación. Y con este manejo el hablante contribuye, en el largo plazo (si otros también colaboran), a un cambio de marcación de elementos o acaso de variedades enteras.
EL LENGUAJE COMO ENERGEIA Y LA CREACIÓN DE LAS VARIEDADES
Observar la correlación entre factores lingüísticos y extralingüísticos para conformar variedades es un propósito científico necesario. Sistematizar tales observaciones es igualmente válido y legítimo. Pero en ese proceso no debemos olvidar las causas y funciones que producen las variedades. Ante todo cabe recordar la idea y la distinción central entre energeia y ergon en la teoría del lenguaje establecidas por Wilhelm von Humboldt (1963a, p. 418). A pesar de que Coseriu siempre reclamó esta distinción para su obra, insistiendo en la importancia de la visión de energeia -es decir, el verdadero carácter del lenguaje como fuerza creativa, generadora y dinámica-, en la construcción de su sistema de variedades asume una perspectiva de ergon46 -es decir, el resultado de los actos de la energeia-, que describe como algo metódicamente fijo, o sea, como un sistema. La energeia es un fenómeno mental del hablante. La creación o, más bien, la producción de una nueva variante se ejecuta en el cerebro/mente del hablante en una situación con propósitos comunicativos: el “lenguaje juvenil” actual es ejemplo de tales innovaciones lingüísticas; también el caso de las comunidades bilingües hace posible la visión de energeia, que implica en el hablante una perspectiva desde el procesamiento mental de dos lenguas.
Los hablantes hacen uso de dos (o más) lenguas y de sus (sub)variedades para lograr una meta comunicativa produciendo lo que se llama contacto de lenguas con sus respectivas translingualizaciones. Los elementos que proceden de diferentes lenguas y variedades en el momento del habla promueven creaciones situacionales. Pero no sólo esto: lo importante es que el sistema linguo-cognitivo permite estas transgresiones (con ciertas excepciones morfosintácticas). Son testimonio de que los hablantes consideran que la forma de expresión lingüística, hasta este momento no realizada, se erige como posibilidad, y es válida para su creador, quien la acepta como solución ante una necesidad comunicativa -si el interlocutor también la acepta es asunto muy diferente. Y es necesario advertir que creador e interlocutor pueden repetir algunas de estas soluciones con procesos de translingualización. En cierta ocasión, un lingüista dijo que lo que hoy se tiene por error es la regla de mañana. En efecto, las razones para rechazar este fenómeno son múltiples, y el sistema no necesariamente las vuelve improcedentes: pueden responder a ideologías de pureza, a la mayor facilidad de otra expresión, a que las situaciones ya no son las mismas, y tampoco las necesidades de expresión, entre otras. Sin embargo, las razones para aceptarlo también son múltiples: simplicidad de la expresión, pereza de buscar otra forma de prestigio en la lengua de la que se ha transferido el elemento e, incluso, que la expresión nueva o acarreada goce del beneplácito general.
En cambio, las razones para aceptar las transferencias variacionales (lo que ha sucedido poco a poco en diferentes ámbitos de la esfera sociocomunicativa) pueden radicar en que se les atribuye mayor fuerza estilística, en que permiten evocar un ámbito de vida social o construir y expresar identidades, entre otras. Por ello, la antigua opinión acerca de que estas variantes se conciben como errores o transgresiones extravagantes es una construcción teórica desde la perspectiva del ergon, en que lo dado/observado en un momento se ha convertido en regla fija. Por lo demás, es metodológicamente nefasta, porque ha impedido el interés por lo que sucede en el procesamiento cerebro-mental del hablante. Esta ideología ha obstaculizado tanto una visión adecuada como la investigación de este procesamiento. Por el contrario, debemos percatarnos de que el uso creativo y generador en el contacto de lenguas y variedades de una lengua, que ha producido lo que se ha llamado error, es un ejemplo más del funcionamiento de la energeia.
Si se aplican estos postulados teóricos al modelo de la cadena variacional de Koch y Oesterreicher podemos decir que lo que los autores consideran como mecanismo del Einrücken, y de “tomar el lugar” de un elemento de una variedad en otra, obedece a una visión de ergon en tanto que se comparan estados del ergon, lo que constituye un paso metodológicamente necesario, pero que no satisface todos los requerimientos teóricos. Es decir, este proceso es resultado del contacto entre variedades y de una operación “transistémica”. Los autores no reconocen la actividad del hablante que hay implicada ni la integran en su teoría. Según lo que se describe en la cadena de variedades, no se trata de un proceso de Einrücken o de “formar parte” de una dimensión u otra en el diasistema de manera mecánica. Ello depende del conocimiento de estas variedades “encadenadas” o “eslabonadas” por parte de los hablantes, o de algunos hablantes, y su meta comunicativa, así como su actitud e ideología lingüística. Las actitudes acerca de las variedades son múltiples y dependen de la condición social y de la procedencia o afiliación regional. A su vez, estas actitudes no son idénticas a la de una institución normativa suprasocial que representa la ideología lingüística burguesa o elitista y establece las condiciones para sacar en el ámbito sociocultural un “profit de distinction” (Bourdieu 1977, p. 24).
Es ésta la actitud de una ideología de pureza y corrección, promovida en el transcurso de la historia de la cultura lingüística en ciertas sociedades, y en cierta época, por una capa social que ha devaluado y sancionado negativamente estas transferencias, tanto entre lenguas, en el sentido tradicional, como entre variedades de una lengua. Tales transferencias pueden ocurrir en cualquier momento del acto comunicativo y no se circunscriben a las restricciones que establece el postulado de la cadena variacional de Koch y Oesterreicher.
Ahora bien, cabe esbozar algunos puntos del acercamiento a la concepción de energeia. Es evidente que no podemos observar lo que pasa en el proceso cognitivo/mental en el momento de la creación postulada. Pero lo que tenemos como objeto de investigación para el análisis de entidades y regularidades no es únicamente el output lingüístico, el habla/la parole, el ergon, sino también una serie de instrumentos metodológicos tales como el análisis conversacional47 o las entrevistas tanto con la gente creadora/generadora (sobre la función) como con los interlocutores (sobre la comprensión y evaluación del enunciado que contiene la innovación)48. Estas entrevistas generan discursos (con reflexiones y justificaciones, actitudes, etc.) que permiten examinar más de cerca lo que pasa en el proceso creador.
En suma, las taxonomías y dinámicas de Coseriu y de Koch y Oesterreicher han resultado útiles en el ámbito de lo práctico, sobre todo para los estudios descriptivos y diacrónicos. Sin embargo, también se han sobrevalorado como perspectivas acerca de la variación, a pesar de sus lagunas, deficiencias, contradicciones e inconsecuencias.