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Nueva revista de filología hispánica

versión On-line ISSN 2448-6558versión impresa ISSN 0185-0121

Nueva rev. filol. hisp. vol.72 no.2 Ciudad de México jul./dic. 2024  Epub 21-Oct-2024

https://doi.org/10.24201/nrfh.v72i2.3953 

Artículos

Innovaciones del DRAE (1791)

Innovations in the DRAE (1791)

Francisco M. Carriscondo-Esquivel1 
http://orcid.org/0000-0002-1812-9609

1Universidad de Málaga. esquivel@uma.es


Resumen:

El propósito de este trabajo es analizar en profundidad la tercera edición del Diccionario de la lengua castellana (1791) de la Real Academia Española. No se trata de un análisis sin más, pues viene motivado por una serie de hallazgos que pueden considerarse innovadores, entre los cuales se encuentran, en primer lugar, la existencia de al menos una reimpresión retocada de la obra, desconocida hasta ahora por la comunidad investigadora; y, en segundo, la publicación exenta de un Suplemento (1791), por primera y única vez, con las novedades de esta edición con respecto a las anteriores del compendio académico.

Palabras clave: lengua española; diccionarios; Real Academia Española; historia de los diccionarios; siglo XVIII

Abstract:

The aim of this paper is to analyze in depth the third edition of the Spanish Royal Academy’s Diccionario de la lengua castellana (1791). This is not another analysis of the work, since its findings break new ground. Amongst other things it points to the existence of at least one corrected reprint of the work hitherto unknown to members of the academic community; it also brings to light the separate publication of the first and only Supplement (1791), and in general terms underlines the novelties of the 1791 edition with respect to the previous editions of the dictionary.

Keywords: Spanish language; dictionaries; Spanish Royal Academy; history of dictionaries; 18th century

ADVERTENCIA PRELIMINAR*

La última edición del diccionario común académico en el siglo XVIII, el DRAE de 1791, no ha merecido suficiente atención de la crítica especializada. Y ello a pesar de las novedades que introduce, como la agrupación de las subentradas en un solo artículo lexicográfico (aunque desapareciera en la siguiente edición, el DRAE de 1803, hasta retomarse definitivamente a partir del DRAE de 1832). Otras innovaciones no son más que el resultado de aplicar el proceder metodológico desde la primera edición del DRAE de 1780, en el afán académico por diferenciar esta versión reducida de su obra nodriza, el Diccionario de Autoridades de 1770-1829. Pero hay novedades de mayor calado en el DRAE de 1791 con respecto a sus antecesores, que son las que quiero mostrar en este trabajo.

1. EL AVANCE DEL DICC. AUT. (1770-1829)

Carriscondo-Esquivel y Carpi (2020, pp. 248-251) trazaron la cronología en torno a la decisión de elaborar una segunda edición del Dicc. Aut. (1726-1739), de la que lamentablemente sólo se llegó a publicar un tomo (letras a y b) en 1770. Pese a no salir a la luz ninguno más, se sabe que los académicos tenían preparados para la imprenta los materiales de la letra c, objeto del segundo tomo proyectado. Si consideraron no publicar los tomos conforme se iban culminando es porque vieron más práctico introducir las novedades del diccionario maior en el minor, más que publicar una segunda edición. Y así, mientras que los DRAE de 1780 y 1783 recogen fundamentalmente la revisión de las letras a, b y c de cara a la nueva edición del diccionario grande, el reducido de 1791 lo hace de las letras d, e y f1. Era la mejor manera de incorporar sus novedades sin la necesidad de esperar a la publicación de los seis tomos, pues iba a retardarse “más de lo que la academia quisiera, a pesar de toda la diligencia y aplicación con que procura adelantarle” (DRAE 1791, “Prólogo”, p. [i]). La institución cobraba protagonismo en la cultura española de finales del Setecientos, lo que implicaba diversificarse en más tareas.

Si, como se lee en el “Prólogo” del DRAE de 1817, la Academia llevaba trabajando en la segunda edición del Dicc. Aut. “hasta fines de la letra p” (p. [i]), se deduce que sus materiales figuran encubiertos en las cinco primeras ediciones del DRAE, por lo que convendría realizar un ejercicio de arqueología lexicográfica a fin de observar las novedades introducidas en cada edición según las letras que ya habían sido trabajadas. Es lo que corresponde hacer en este trabajo en relación con el DRAE de 1791, labor complementaria a la de transcripción, edición y estudio de la documentación física de los materiales que se usaron para elaborar la segunda edición del Dicc. Aut., depositados en el Archivo de la Real Academia Española: nueve legajos más veintiocho cuadernos que contienen un total de 13 943 hojas en folio que llegan hasta 18292, por lo que se pueden fijar como fechas de inicio y final de esta obra, en un extremo, la publicación del primer tomo (1770) y, en el otro, la data de la última unidad documental del archivo (1829).

Además de explicar las consabidas razones del origen del diccionario minor, el “Prólogo” del DRAE de 1791 amonesta en nota, sin mencionarlo, a Jean Fr. Bourgoing, autor del Nouveau voyage en Espagne (1789), por decir que el diccionario reducido “es un extracto, o compendio” del grande, además de atribuir su redacción no a “todo el cuerpo” académico, sino “a un solo individuo de él” (p. [i]), en concreto, aunque tampoco se mencione, José Guevara Vasconcelos, quien “a déja publié un extrait in-folio, qui calme l’impatence du public, & peut suffire pour l’usage journalier” (Bourgoing 1789, t. 1, p. 252). Según los académicos, el autor francés podría haber evitado estos dos errores si hubiera leído tanto el “Prólogo” como la portada de cualquiera de los DRAE (1780 y 1783). No obstante, hay que decir en descargo del diplomático que justamente en la portada reza el subtítulo del diccionario como reducido a un tomo para su más fácil uso, lo que le llevó a pensar en su carácter de compendio3; además de tener claro que el Dicc. Aut. (1726-1739) es el más completo “qui ait paru dans aucune langue”, y que

les Académiciens actuels, plus éclaires que leurs prédécesseurs, & non moins laborieux, en préparent une nouvelle édition, qui, par les augmentations qu’elle contiendra, donnera une idée de la richesse de leur Langue, & de l’immensité de leurs recherches (id.).

Quizás lo que más molestó a la Docta Casa fue la atribución de la obra abreviada a uno de sus miembros, “persona que pasa silenciosamente por la vida académica”, como caracteriza Zamora Vicente (2015 [1999], p. 82b), a mi juicio de manera eufemística, la posiblemente escasa labor de José Guevara Vasconcelos en el seno de la institución. Por el contrario, fue ruidoso su paso por la Real Academia de la Historia, a la que también perteneció. Ambicioso y propenso a ocupar cargos, su biógrafo destaca su “falta de dedicación a sus obligaciones” como anticuario y responsable del Gabinete de Antigüedades de la Academia hermana de la Española (cf. Almagro-Gorbea, “José de Guevara Vasconcelos y Pedraja”). Volviendo a los comentarios de Bourgoing, ya hemos visto que cierta razón no le faltaba. La versión minor del diccionario maior era en parte un compendio en el que “se han quitado todas las autoridades, etimologías de las voces y anomalías de los verbos, dexando sólo la voz, definición y correspondencia latina” (DRAE 1791, pp. [i]-[ii]).

Pero, ya se ha dicho, un compendio en parte. Y ello porque el inventario de las voces ya no se correspondía con el Dicc. Aut. de 1726-1739 ni con el de 1770-1829. Con el primero, por la revisión exhaustiva al que fue sometido. Con el segundo, por ser una obra aún no acabada. De su marcha da cuenta el “Prólogo” del DRAE (1791), cuando dice que las letras a y b figuran como en el primer tomo, el único impreso; de la c como en el segundo; y de la d a la f como en el tercero. Estos dos últimos no se publicaron, a pesar de que la Academia aseguraba que lo harían “a su tiempo en continuación de la nueva edición corregida y aumentada” (p. [ii]). Y, si en los DRAE de 1780 y 1783 lo dijo para la letra d y siguientes -pues en estas dos ediciones sólo se recogieron las novedades de las letras a, b y c-, en el DRAE de 1791 lo afirma para la g y siguientes, como un tópico que atraviesa este texto preliminar en todos los diccionarios que se incluyen en la que denomino “fase expansiva” del diccionario común académico o, lo que es lo mismo, las ediciones que están bajo el radio de acción del Dicc. Aut. (1770-1829):

La g y demás letras restantes van sin aumento, ni corrección como están en el DiccionARio antiguo; pero alterada la ortografía, y conforme a las últimas reglas que ha establecido la academia, y que ha observado en las primeras letras que lleva corregidas, pues sería una deformidad muy grande, que en un mismo tomo se usase de diversa ortografía (p. [ii])4.

Esta fase expansiva llegaría al siglo xix, hasta el DRAE de 1817, que constituye la transición con respecto a la depurativa que marca el cese del influjo del Dicc. Aut. (1770-1829) sobre el diccionario común académico. Ahora bien, si volvemos la vista atrás, mi cotejo de la letra c del DRAE de 1791 sirve para comprobar que hay voces no incluidas en el diccionario “antiguo” -es decir, el Dicc. Aut. (1726-1739)-, ni siquiera en los DRAE de 1780 y 1783 (véase Apéndice 1). Entre las treinta y cinco novedades se encuentran variantes gráficas (callegear, callegero, celante, coyuno) y morfológicas (contrabraza), amén de arcaísmos (casiella, coiecha, corrigido). Pero novedades al fin y al cabo. Y si miramos hacia adelante, observamos incorporaciones de las letras d, e, f en los DRAE de 1780 y 1783, e incluso de la g, y no sólo en estas ediciones, también en 1791, como gargantería y granido, aparte de las variantes motivadas a causa de las reformas ortográficas apuntadas en el texto preliminar del DRAE de 1791 o la distinción de la tilde gracias a los avances tipográficos: gémino, gigántico, gradátim5.

2. CONTINUIDADES Y DESVÍOS

En definitiva, los académicos no desdeñaban cualquier oportunidad de añadir voces al inventario. No es extraño si se repara en el hecho de que algo similar había sucedido con los DRAE de 1780 y 1783 cuando, a pesar del testimonio académico (cf. supra, n. 4), mi revisión de las letras d, e y f de estas dos ediciones arrojaba voces tampoco incluidas en la primera versión del diccionario grande (Carriscondo-Esquivel 2023, pp. 637-639).

En el “Prólogo” del DRAE de 1791 se insiste, al igual que en los DRAE de 1780 y 1783, en “las reglas y plan formado por la academia para la corrección del DICCIONARIO” (p. [ii]). Se refiere a las Reglas para el aumento y corrección del Diccionario (¿1770?), reproducción con pocos cambios de las Reglas de 1764 y de la planta fijada en el “Prólogo” del Dicc. Aut. (1770-1829). Sin embargo, pese a lo enjundioso de estos trabajos programáticos, la alusión queda reducida a una cuestión metodológica menor:

Según las reglas y plan formado por la academia para la corrección del DICCIONARIO, varios artículos deben trasladarse de unas letras a otras. De aquí resulta que algunas voces, que en el DICCIONARIO antiguo se hallan definidas en las letras a y siguientes hasta la f inclusive, en el nuevo están sin definición en estas letras, y se remiten a otras para definirlas en ellas. Por exemplo, el artículo Bienes profecticios, que en el diccionario antiguo está definido en la b en la palabra Bienes: en el nuevo, según las reglas de corrección, se remite de la b a la p en la palabra Profecticio, adonde se debe definir (id.)6.

Siguen vigentes, por tanto, las reglas y el plan del Dicc. Aut. (17701829). De todas formas, pueden registrarse algunas diferencias, de las cuales quizás la más importante sea la de aglutinar, bajo un mismo artículo lexicográfico, todas las acepciones (ahora numeradas) y la fraseología de una misma entrada. Asimismo, las definiciones continúan experimentando una mengua en su redacción. Se potencia así el carácter de diccionario reducido con respecto al grande7.

Otra forma en la que el DRAE (1791) se distancia de su nodriza es en el uso de las marcas. Si comparamos ambos sistemas nos percataremos de las diferencias cuantitativas. En realidad, lo que hace esta obra es seguir la senda iniciada con la primera edición (1780), ampliada en la segunda (1783), en lo que toca a la “calidad y censura” de las voces marcadas, donde el conjunto de abreviaturas del DRAE (1791) es prácticamente idéntico a su antecesor: sólo se incorpora la marca “p.[oco] us.[ado]”8.

3. NOVEDADES EN EL INVENTARIO

3.1. Consideración preliminar

Las incorporaciones o modificaciones al inventario del DRAE (1791) con respecto al Dicc. Aut. (1726-1739) que tengo registradas son 4 005. La mayoría corresponde, lógicamente, a las letras d (1501), e (1932) y f (527); el resto, a las letras c (36), g (5), h (1) e i (3). Es de prever que existan más cuando finalice mi análisis de las letras faltantes, pero por ahora las ya analizadas sirven, como he tratado de explicar antes, para “desconfiar” del “Prólogo” académico. Por la naturaleza de los componentes de este incremento léxico puede comprobarse el apego a la planta trazada en el “Prólogo” del Dicc. Aut. (1770-1829), más allá de las decisiones que se tomaron (supresión de autoridades, etimologías, etc.), conducentes a la creación del diccionario común. En el recuento de las voces que corresponden a cada apartado particular, mostrados a continuación, no se tienen en cuenta las variantes con respecto a las formas ya incluidas en el Dicc. Aut. (1726-1739), de cuyos tipos ofrezco una muestra más adelante (cf. § 4.4).

3.2. Léxico caracterizado temporalmente

En este apartado habría que distinguir entre los arcaísmos y las voces caracterizadas como “nuevamente/modernamente introducidas”, grupo reducidísimo: declividad, decoración y dos más que aluden a su origen francés: desabillé, edecan. El caso de esta última es digno de comentario porque, en primer lugar, su admisión puede advertirse “por el uso común en la milicia española”; en segundo, por figurar previamente en el Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes (en adelante DC), compuesto por Esteban de Terreros y Pando entre 1786 y 1788; y por último, por mantener en cierto modo el conocido elemento microestructural de las autoridades -suprimido, como se sabe, a partir de la primera edición del diccionario común-, aunque sólo sea por alusión a la fuente sin la cita:

EDECAN. s. m. Milic. Oficial militar, cuyo oficio es llevar y comunicar en el exército las órdenes del General de quien es edecan. Es voz francesa modernamente introducida; pero admitida ya por el uso común en la milicia española. Antes se llamaban Ayudantes, y así los nombra siempre el marqués de Santa Cruz en sus Reflexiones Militares (DRAE 1791, s.v.)9.

Se observa asimismo el manejo de un recurso habitual en la microestructura del diccionario maior, como es el de introducir nuevas voces o nuevas acepciones en el artículo lexicográfico, equivalentes por lo general en las distintas variedades dialectales o tecnolectales de la entrada en cuestión. En este caso concreto, se observa que la remisión interna sirve para aludir a un sentido anterior de la unidad léxica ayudante. Precisamente la marca de uso anticuado (ant.) engrosa el mayor número de incorporaciones al DRAE (1791): se emplea 1 430 veces con entradas que no sólo afectan las letras d, e y f, sino también, y antes, la c (diez; excepto variantes como calz, casiella y corrigido), y después, la g (gargantería, granido) y la h (herdade, s.v. “erdade, o herdade”).

3.3. Frecuencia de uso

No debe confundirse la caracterización temporal (vista en el apartado anterior) con la frecuencia de uso de las voces. Éstas registran en el DRAE (1791) un incremento masivo, hasta 227 entradas con cualquiera de las marcas correspondientes a este segmento: “poco usada” (presente en 138 ocasiones) y “rara” (89). En este último caso, se produce la coincidencia formal entre la marca y la subcategorización gramatical del verbo, como se observa en endecharse y enzaynarse, donde la r se reduplica para informar, respectivamente, de la calidad y la frecuencia de uso de la voz:

ENDECHARSE. v. r. r. Afligirse, entristecerse, lamentarse.

ENZAYNARSE. v. r. r. Ponerse zayno afectando valentía.

Por lo demás, así como el arcaísmo se define por lo general con un equivalente en la lengua contemporánea a la de los redactores del diccionario, las voces que informan de su frecuencia de uso también recurren a dicho mecanismo (los ejemplos transcritos brindan una prueba de ello), si bien no se descartan las remisiones internas, como las que atestiguan diezmal: “comúnmente se dice decimal”; y encanalizar: “Lo mismo que encanalar, que es como más comúnmente se dice” (DRAE 1791). Tal procedimiento no es extraño en la lexicografía académica del siglo XVIII.

3.4. Censura de las voces

La caracterización estilística es frecuente en las incorporaciones del DRAE (1791) como resultado de la recurrencia a los materiales del Dicc. Aut. (1770-1829). Las marcas implicadas son “baja”, “familiar”, “metafórica” y “poética”. En total, los lemas censurados son 84, de los cuales “metafórica” y, a continuación, “familiar” constituyen las etiquetas de mayor manejo. La adecuación del uso de estas voces a determinados contextos propicia su ejemplificación. De ahí que surjan en la microestructura muestras de este recurso, introducidas por la fórmula “así se dice”, como en la “baja” y a su vez “metafórica” descornarse (“por poco no me descuerno”). Quedaría por resolver la cuestión de si el marbete de voz “poética” -aplicada a voces como éneo, equóreo, estridente, fugido, fúlgido y furial- se refiere a la pertenencia a una disciplina más que a la censura de su uso: por la tipografía de la abreviatura de la marca -mayúscula inicial y cursiva (Poét.)- podría pensarse en la dogmática literaria; sin embargo, parece claro que alude más bien a un registro.

3.5. Léxico técnico

En realidad, no es la primera vez que se origina un desajuste entre lo estipulado por el preliminar del diccionario académico y la práctica lexicográfica reflejada en el inventario. El caso más conocido es el del tratamiento del léxico técnico. El “Prólogo” del Dicc. Aut. (1770-1829) avisaba que “de las voces de ciencias, artes y oficios sólo se ponen aquellas que están recibidas en el uso común de la lengua” (p. v), cuando la crítica ha demostrado que, finalmente, fueron más las voces de este tipo que engrosaron las columnas de la obra lexicográfica.

Este proceder académico continúa en el DRAE de 1791, que sigue el modelo de su nodriza, el Dicc. Aut. (1770-1829). Son 145 las novedades léxicas marcadas diatécnicamente que incorpora este diccionario (sin contar con las acepciones, cuya incorporación en el inventario es menor). La comparación de datos de semejante naturaleza en las tres ediciones del diccionario minor permite un análisis coherente y viene a confirmar las hipótesis de partida en relación con el carácter innovador de la obra lexicográfica objeto de estudio en este trabajo (véase Tabla 1).

Tabla 1 Novedades léxicas marcadas diatécnicamente 

Campo DRAE (1780) DRAE (1783) DRAE (1791)
Agricultura 16
Albañilería 3
Albeitería 6 2
Alfarería 1
Anatomía 15 1 6
Aritmética 2 1
Armería 1
Arquitectura 8 1 12
Artillería 1
Astrología 3
Astronomía 15 1
Blasón 6 1
Cantería 2
Carpintería 2 2
Cetrería 2
Cirugía 8 1 2
Cocina 4
Danza 1
Esgrima 1 1
Estática 1
Farmacia 2
Filosofía 1 1
Física 2 4
Lo forense 25 13
Fortificación 5 1
Ganadería 1
Geometría 11 1
Gramática 4 3
Imprenta 1
Jardinería 2
Jurisprudencia 1
Lógica 3 1
Manejo de los caballos 1
Matemáticas 1
Medicina 19 1 9
Milicia 4 4
Minería 2
Mitología 1 4
Montería 1 3
Música 11 1
Náutica 22 1 12
Peinería 1
Pintura 4 4
Poética 5 1 5
Química 2
Retórica 13 6 4
Teología 1
Vinatería 2
Volatería 2
Total 200 14 145

En otro trabajo (Carriscondo-Esquivel 2023, pp. 626-628) tuve la oportunidad de explicar la escasez del incremento de voces del DRAE de 1783: 73 incorporaciones hasta la letra f. El caudal crece realmente con el DRAE de 1791, si bien no llega a hacerlo tanto como la primera edición con respecto al Dicc. Aut. (1726-1739). La explicación de este último hecho reside, a mi juicio, en que algunos campos ya parecían estar cubiertos según las exigencias académicas. Lo innovador residiría en la inclusión de nuevas áreas temáticas, inéditas hasta ese momento.

Así, en el caso de la agricultura, pese a su presencia desde la obra maior (con 23 registros), los redactores de la tercera edición de la minor se dieron cuenta de la necesidad de introducir un mayor número de voces etiquetadas. Es entonces cuando se incorporan 16 más. Por el contrario, son menos significativas las inclusiones en otras áreas ya cubiertas (astronomía, cirugía, lo forense, geometría, medicina, música, náutica, retórica…). La astrología, la fortificación, la jurisprudencia, las matemáticas y la química no merecen aumento en la edición que estoy analizando.

Pero lo fundamental, aparte de estos aspectos cuantitativos, es el protagonismo de las marcas que antes no existían: la alfarería, la jardinería y la peinería figuran a partir del DRAE de 1791 en el elenco de especialidades. Sin embargo, pasan desapercibidas las correspondientes marcas (Alfar., Jardin. y Peyn.) al no incluirse en la “Explicación de varias abreviaturas que se ponen en este Diccionario para denotar la calidad y censura de las voces” (donde el mismo título de la tabla explicatoria sugiere que no figuran todas las abreviaturas)10.

En otros casos, desde el Dicc. Aut. (1726-1739) se registran voces de ámbitos como el de la armería (Armer.), la cocina (Cocin., marca que se incorpora en la “Explicación” del DRAE 1803) y la ganadería (Ganad.), pero la exclusión de las marcas abreviadas oculta su relevancia. En el DRAE de 1791 se incluyen, dentro de estos campos, encepador (para el primero, con una definición enciclopédica que contradiría la tendencia a reducir las definiciones); emborrozamiento, emborrozar, estovar y estufador (para el segundo), y extremadas (para el tercero)11.

3.6. Léxico regional

Al igual que la diatécnica, la marcación geográfica también se ve afectada en cuanto a menor representación, incluso inferior a la de especialidad, lo que confirma la continuidad de la fase expansiva de incremento léxico del diccionario, si bien en menor medida a la registrada en el DRAE de 1780. El mapa trazado por el Dicc. Aut. (1726-1739) no se modifica sustancialmente (cf. Salvador Rosa 1985, pp. 113-127). En total, son 70 las novedades léxicas que encontramos caracterizadas según la región (véase Tabla 2).

Tabla 2 Novedades léxicas marcadas geolectalmente 

Área DRAE (1780) DRAE (1783) DRAE (1791)
Albacete 4
Algunas partes 9
Algunas provincias 1
Almadén 1
Andalucía 14 1 10
Aragón 47 25
Asturias 8 8
Castilla 2
Castilla la Vieja 5 2
Cataluña 1
Extremadura 6 2
Galicia 1
Indias 1
Madrid 1
La Mancha 1
Montañas de Burgos 2 1
Murcia 7 11
Navarra 3 5
Nueva España 1
Otras partes 7 2
Perú 2
La Rioja 1
Toledo 1
Zaragoza 1
Total 123 1 70

Se da la coincidencia de que aquellas zonas privilegiadas por el Dicc. Aut. (1726-1739) mantienen su estatuto en las ediciones del diccionario reducido correspondientes al Siglo de las Luces, con las circunstancias que acabo de comentar: Aragón, Murcia y Andalucía siguen ocupando los primeros puestos del podio en el DRAE (1791). Asturias comienza a ganar mayor protagonismo en detrimento de Extremadura. En cambio, no se incluye ninguna voz nueva procedente de Galicia.

3.7. Erratas

3.7.1. Fundilario. En el DRAE de 1791 se encuentra la entrada fundilario. Consultadas las fuentes de información léxica más usuales, se observa en primer lugar la ausencia de resultados en los corpus académicos; en segundo, desde el punto de vista de su tratamiento lexicográfico, los siguientes hitos: la voz se halla registrada en el Fichero general de la Real Academia Española con una sola ocurrencia, “fundilario. s. m. ant. El soldado, en la milicia romana, que peleaba con la honda (Véase hondero.) …1828 moretti 4 a 20”. El Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española (ntLLE) constata la existencia de la voz desde la edición citada del diccionario académico hasta la séptima (DRAE 1832, s.v.). Sorprendentemente, el recurso no la incluye en la sexta (DRAE 1822), pero sí figura, con la misma definición que en el resto de las ediciones, que es la copiada por el Diccionario (1825) de Melchor M. Núñez de Taboada y por el Diccionario militar, español-francés (1828) de Federico Moretti. Muy posiblemente nos encontremos ante una errata por fundibulario, con la misma definición, que ha permanecido en la lexicografía académica y no académica desde las postrimerías del siglo XVIII hasta el primer tercio del xix. La prueba que sirve para demostrarlo reside en el incumplimiento del orden alfabético en las entradas (fundible fundilario fundíbulo), donde fundilario usurpa el sitio que debería ocupar fundibulario hasta el DRAE de 1822. El ntLLE parece advertir la errata al lematizar fundibulario en esta edición, en la que, sin embargo, no figura; y fundilario, que sí aparece, no la registra en su base de datos. Por último, en las obras en que se encuentra la errata no está, en cambio, la forma correcta12.

3.7.2. Franchispán. En una situación similar se halla franchispán (lematizada franchispan), que figura en las ediciones del DRAE de 1791, 1803 y 1817. Su significado es idéntico a la voz de la que es errata: franchipán, presente ya en el Dicc. Aut. (1726-1739) con el significado de ‘confección olorosa mui exquisita, con que se adobaban las pieles para hacer guantes y otras cosas, y también servía para echar en las bebidas compuestas, con que se hacían mui delicadas’13. Del error no hay ocurrencias en los bancos de datos de la Real Academia Española. De todas formas, no corre mucho mayor éxito la entrada en su expresión correcta: el lema franchipán/franchipan se registra en la lexicografía académica desde su primer diccionario hasta los DRAE de 1780 y 1783; y en la no académica, por Terreros, Salvá, Domínguez, Alemany y Bolufer (ya lematizada con la tilde) y Rodríguez Navas. En este conjunto de diccionarios se observa mayor variedad definicional. Terreros, por ejemplo, afirma que “también dan en Francia el mismo nombre a varias especies de dulces, y bebidas, rosolíes, &c.”, así como “a una especie de pera” (DC 1786-1788, s.v.). Es Salvá quien introduce la acepción ‘cierta pomada de olor, muy conocida’ (1846), marcada como americanismo en Alemany y Bolufer (1917), al igual que Domínguez la botánica de ‘género de plantas arbóreas o leñosas, indígena de la América tropical’ (1853).

3.7.3. Reimpresiones. La presencia de determinadas erratas en el ejemplar del DRAE de 1791 que custodio en mi biblioteca personal, y que no figuran en el lemario del ntLLE, me hace concluir que la tercera edición del diccionario común académico gozó como mínimo de una reimpresión. Habrá que comprobar entonces el orden cronológico de las dos versiones. Veamos primero en Tabla 3 las erratas que figuran en mi ejemplar pero no en el ntLLE:

Tabla 3 Erratas y formas correctas en elDRAE (1791)  

DRAE (1791)
Biblioteca personal ntLLE (en línea)
damno danno
deliberacion delibracion
derramarse demarrarse
desparescerse desparecerse
despiezas despinzas
dozabado dozavado
enhatsiar enhastiar
enjaecer enjaezar
enjorgvinar enjorginar

Algunas de las erratas podrían parecer productivas para así adelantar, por ejemplo, el primer registro lexicográfico constatado de las voces con que coincide homográficamente. Es lo que sucede con damno, errata por danno, también marcada como voz anticuada, que figura en mi ejemplar del DRAE (1791). Que se trata de una errata lo demuestra el incumplimiento del orden alfabético: dannivez, damno, danta, pues usurpa el sitio que debería ocupar danno. Sin embargo,

el CORDE evidencia el cultismo damno, tomado del latín damnum, desde época medieval;

y damno, con el mismo significado, aparece en los diccionarios de Salvá (1846), Gaspar y Roig (1853-1855), el Suplemento de Domínguez (1869) y Zerolo (1895).

Por tanto, la fecha de la primera aparición de damno en nuestros diccionarios podría adelantarse a 1791. La errata desparecerse ‘ocultarse’ por desparescerse, que se podría pensar que es reajuste gráfico, daría lugar a un hipotético nuevo sentido de la voz, registrada desde el Dicc. Aut. (1726-1739) como ‘no parecerse’. En cuanto a dozabado, que se desliza por error en vez de dozavado, hay que mencionar su aparición, si bien con una sola ocurrencia, tanto en el CORDE como en el ntLLE:

dando las líneas hasta que venga a quedar treynta y dozabado (Tomé Cano 1964 [1611], p. 74).

DOZABADO, da. adj. Lo que tiene doce lados, o partes. Duodecim lateribus constans (DRAE 1803).

Esta presencia en la edición inmediata al DRAE de 1791 podría hacernos pensar en que se usó un ejemplar de la reimpresión que estoy analizando. Al hilo de enjorginar, errata por enjorguinar, que únicamente repite Zerolo (1895), enjorgvinar en mi diccionario, se comprueba cómo a su vez, en el ejemplar de la edición que maneja el ntLLE, procedente de la Real Academia Española, se registran tanto esta errata como las de drúida y desárme, cuya acentuación no procede; o diagono, sin tilde14.

Hay además diferencias en la acentuación gráfica o en algún otro diacrítico, según puede verse en Tabla 4. Hay que tener en cuenta entonces las ediciones de las ortografías que rigen desde esta edición del diccionario académico hasta el DRAE de 1803; me refiero a las de 1779 y 1792 (para la acentuación, véase el segundo capítulo de ambos tratados [pp. 107-121]). La forma elebor persiste en el DRAE (1803, 1817, 1822) y, con respecto a la lexicografía no académica, en Núñez de Taboada (1825), Domínguez (1853) y Gaspar y Roig (1853).

Tabla 4 Diferencias en cuanto a los diacríticos 

DRAE (1791)
Biblioteca personal ntLLE (en línea)
defacile defácile
degúella degüella
elebor elébor
emicranea emicránea

Todo parece indicar que estamos ante una reimpresión retocada para el DRAE de 1791, similar a la que Prieto García-Seco (2021) descubrió recientemente para el DRAE de 1780. El análisis comparativo excede con creces los límites formales de este trabajo15. Como prioridad, habría que esclarecer antes de nada la cuestión de si la que manejaron los creadores del ntLLE es anterior a la mía, o a la inversa; o lo que es lo mismo, y parece más lógico: si las erratas son de la primera edición y su corrección corresponde a la reimpresión retocada16.

3.8. Enmiendas a los recursos académicos

3.8.1. Al “Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española”. Las referencias a los diccionarios se han tomado, por lo habitual, de un recurso valiosísimo como lo es el ntLLE. Ahora bien, en aras de mayor rendimiento y mayor precisión de los datos que brinda esta herramienta, he de señalar una serie de enmiendas que deben introducirse, que tienen que ver con dos tipos de errores: en la transcripción y en la datación de las voces.

Los de transcripción se refieren a enxâlmo, enxâltado, enxâl- tar, enxâlzado, enxâlzar, exêntado, exêntarse, exûberado, exûberar, exûlceracion, exûlcerado y exûltacion, que deberían transcribirse tal como aparecen en la obra, es decir, con el acento circunflejo, según el uso que servía para advertir de la pronunciación de x como no velar (cf. Real Academia Española 1792, pp. 81- 83); así como fulgido, con tilde en el original.

En el Apéndice 2 figuran las voces que, gracias a los datos que transmite mi ejemplar del DRAE (1791), se adelantan, en cuanto a la fecha de registro se refiere, a lo expuesto por el ntLLE. Anoto la fecha de aparición en la lexicografía académica, con independencia de que se haya constatado su presencia en diccionarios no académicos, anteriores o posteriores a 1791.

3.8.2. A la “Relación de entradas del «Diccionario de Autoridades» (1726-1739)”. En el portal de consulta en línea del Dicc. Aut. (1726-1739) se halla una Relación de entradas como recurso del proyecto Diccionario histórico de la lengua española. Aprovecho mi cotejo de las entradas del DRAE de 1791 con esta herramienta para llamar la atención sobre algunas erratas que contiene, ya que algunos de los lemas no existen. Sólo para las letras d, e y f se encuentran las siguientes:

danñdos, deaviar, deliramiento, desapropiado, deschacer, dessanrado, desvelamento, enconron, ensalamadera, escoltando, escrdillo, estameno, esterquilino, eximamente, expresión, falimento, famulico.

En ciertas ocasiones, los criterios de edición permiten la representación simultánea de los lemas y las entradillas (véanse, por ejemplo, dessazon y dessazón; espadon y espadón), mientras que en otras se opta por la acentuación gráfica sistemática, como en los superlativos (empedernidíssimo, felicíssimamente). No hay que olvidar la ausencia de entradillas, autoridades o ejemplos en muchos artículos, amén de la disparidad en su transcripción.

Asimismo, los criterios académicos no incluyen el segundo o tercer componente de los lemas múltiples, lo que, unido a otros descuidos, provoca la ausencia de 91 voces, para las letras que estoy trabajando, presentes en el Dicc. Aut. (1726-1739; véase Apéndice 3). Todo ello obliga a establecer un criterio de edición distinto a propósito de la acentuación gráfica, como son la exclusión del diacrítico en los lemas donde no se representa y la consideración como unidades discretas para las variantes de los lemas17.

4. EL SUPLEMENTO (1791)

4.1. Advertencia preliminar

El DRAE (1791) se caracteriza por ser la única edición con un Suplemento publicado como obra exenta. Así lo anuncia el título del diccionario:

Diccionario de la lengua castellana compuesto por la Real Academia Española, reducido a un tomo para su más fácil uso. Tercera edición, en la qual se han colocado en los lugares correspondientes todas las voces de los suplementos, que se pusieron al fin de las ediciones de los años de 1780 y 1783, y se han intercalado en las letras D. E. y f. nuevos artículos, de los quales se dará un suplemento separado.

De nuevo, los académicos sugieren la utilidad de este Suplemento en el “Prólogo” con que se abre la obra:

por no defraudar al Público, y que los que tengan qualquiera de las dos ediciones anteriores no carezcan de este aumento, y lo gocen completo, como hasta el día lo da reimpreso la academia, publica al propio tiempo un nuevo Suplemento de todo lo añadido a las tres expresadas letras d, e y f (p. [ii]).

El texto no tardó en aparecer, publicado el mismo año que el DRAE de 1791, también por la viuda de Joaquín Ibarra, impresora de la Academia:

Suplemento al Diccionario de la lengua castellana compuesto por la Real Academia Española, para utilidad de los que tengan las ediciones de dicho diccionario hechas en los años de 1780 y 1783.

Nada más leer los títulos, se abre un amplio ventanal de análisis que voy a tratar de exponer en las líneas que siguen.

4.2. La dinámica de los suplementos

Volviendo al Dicc. Aut. (1770-1829), la pregunta que surge es por qué la Real Academia Española tomó la fatídica decisión de no continuar con esta segunda edición del mayor tesoro léxico de nuestra lengua y la mejor obra que la Docta Casa ha elaborado hasta la fecha, preludio de lo que podría haber sido un verdadero diccionario histórico de nuestra lengua. La respuesta, una vez más, parece deducirse de los mismos prólogos de los compendios: la continua revisión de los materiales, no sólo de lo que faltaba por publicar, sino de lo ya publicado. Conjugar lo revisado con lo ya editado y dispuesto para la imprenta era tarea complejísima. Una solución parcial al problema fue la confección de suplementos.

Recordemos que en los DRAE de 1780 y 1783 se habían incluido sendos suplementos como parte de la macroestructura del diccionario: el primero correspondía a las letras a y b; en el segundo se incluyó además la c. Todo ello responde a la dinámica de trabajo impuesta por el progreso en la redacción del Dicc. Aut. (1770-1829), que para las dos primeras ediciones del diccionario común ya he descrito en otro lugar (Carriscondo-Esquivel y Carpi 2020). Se entiende por tanto la lógica académica de que el apéndice de la tercera edición abarcara hasta la última letra en que se había trabajado: la f, correspondiente a la revisión del tercer tomo del Dicc. Aut. (1726-1739), que incluía las letras d, e y f.

En realidad, los dos suplementos constituyen la plasmación de todo lo que se había quedado en el tintero después de la impresión del primer tomo del Dicc. Aut. (1770-1829), en el caso del DRAE de 1780; y de la revisión de esta edición y la redacción del segundo tomo, en el caso del DRAE de 1783. La Academia examinaba los materiales permanentemente, no sólo de lo que faltaba por publicar, sino de lo ya publicado. Mediante dichos apéndices, que también debían revisarse, la Docta Casa trató de emprender la tarea complejísima de conjugar, por un lado, lo revisado con lo ya editado o dispuesto para la imprenta y, por otro, el diccionario maior con el minor.

Pero con el de 1791 la dinámica de los suplementos cambia. Y es ésta una novedad con respecto a los diccionarios de 1780 y 1783 que se suma al aumento de las letras implicadas en la revisión académica y a lo indicado en el subtítulo del DRAE de 1791, que afirma que se han incluido en la macroestructura “todas las voces de los suplementos” de 1780 y 1783 y las novedades correspondientes a las letras d, e y f; todo lo cual resulta comprensible, acorde con el trabajo paralelo en ambos diccionarios, el grande y el reducido. Veamos a continuación los aspectos concretos del cambio que se produce en el Suplemento (1791).

4.3. Novedades

Además del carácter independiente del texto ya mencionado, hay que subrayar el hecho de que, cuantitativamente, es superior al resto de sus compañeros. La copia que manejo procede del ejemplar custodiado por los monjes benedictinos en la Biblioteca de la Abadía de Santo Domingo de Silos (signatura Le5-h72), de 47 páginas a tres columnas, con tipografía similar al DRAE de 1791, con un total de 4 982 entradas. En definitiva, un anexo que sólo sería superado dos siglos más tarde por el del DRAE de 1970, y que, por su envergadura, los académicos pensaron en la conveniencia de publicarlo aparte.

Pero también había una razón que honraba a los miembros de la Docta Casa. Conviene reparar en el subtítulo: el apéndice sirve a los poseedores de las ediciones del DRAE (1780 y 1783) por cuanto bastaría con tener dicho texto para ver actualizado su diccionario. Se incluyen ambas ediciones porque la edición de 1783 no difiere en gran medida de la de 1780, por lo que podría decirse que la primera reducción del diccionario maior gozaba todavía de vigencia en 1791 y, por ello, no se hacía necesaria la adquisición de la obra completa, tal como advierten los académicos18.

Pese a lo loable de su advertencia, el Suplemento (1791) no se corresponde idénticamente con todas las novedades del DRAE (1791). Las diferencias son mínimas, pero existen. Las más importantes, las ausencias en el primero de las voces que figuran en el Apéndice 4, amén de las correcciones acentuales (dezmía por dezmia, diarría por diarria, discrímen por discrimen) o, por el contrario, las erratas (desbanado por desbañado, desenhojarse por desenojarse, deshigualado por desigualado, detalí por detall, empallar por empaliar y fraciscano por franciscano)19.

Guiados por el título, y pensando que los datos de las letras d, e y f estaban difuminados por entre las columnas del diccionario, los creadores del ntLLE no incluyeron el Suplemento de 1791. Puede haber otra razón, como es que les resultara ilocalizable20. Sea como fuere, lo cierto es que, por las razones cualitativas que aquí he esgrimido, a mi juicio el texto debería incluirse en la conocida herramienta lexicográfica, al igual que sucede con el resto de documentos que responden a esta misma tipología, la de los suplementos, a pesar de su distinta naturaleza y función.

4.4. Variantes

Las variantes gráficas no recogidas en el Suplemento de 1791 merecen tratamiento aparte (cf. infra, Tabla 5). Algunas muestras de esta variación responden a la aplicación de criterios generales. El acento diacrítico de exâgerar, exînanicion y exôtico se explica conforme a lo estipulado por la Ortografía de 1779, aún vigente cuando salió a la luz el DRAE de 1791: el circunflejo ha de colocarse en la vocal para distinguir la x pronunciada como /ks/ de la pronunciada como /x/ (p. 122, § 1, reglas núm. 1 y núm. 2). La transcripción de la semivocal como y (deleytable, deleytacion, deleytado, deraygado y deraygar) se debe a la escritura de los diptongos decrecientes en que se ve implicada (pp. 54-55, § 35, regla núm. 2). En fenescer y fenescido no hay que ver ninguna involución etimologizante, pues llevan marca de voces anticuadas, como tampoco en el progreso de las normas de escritura si no es, como advierte Seco (1991, p. vi), desde el prisma de la lengua del momento, según la cual sí pueden entenderse como progresos la grafía i en elíseos (RAE 1779, pp. 51, § 34, y 56, § 35, regla núm. 5); la desaparición de -ssen dañosísimo, debilitadísimo, delicadísimo y familiarísimo (p. 99, § 4); y el paso de th a t en cítara (p. 50, § 31, regla núm. 5).

Tabla 5 Variantes gráficas no recogidas en el “Suplemento” (1791) 

Formas DRAE (1791)
DIACRÍTICOS
Acento agudo dañosísimo, delicadísimo, débil, debilitadísimo, débilmente, deífico, demoníaco, deslánguido, difícilmente, egílope, élegos, elíseos, enatíamente, erróneo, escálamo, escalofrío, escamonéa, españolería, espontáneamente, espontáneo, estímulo, estría, éter, falárica, faléuco, familiarísimo, fárrago, fásoles, femíneo, fénix, filelí, flámula, frágilmente, frámea, fuéllar, fúlgido, funepéndulo
Acento circunflejo exâgerar, exînanicion, exôtico
Supresión de la tilde filonio
VOCALISMO
i > y deleytable, deleytacion, deleytado, deraygado, deraygar
y > i elíseos
CONSONANTISMO
b > v dentivano
c > z delgazero
l > r elementar
c > sc fenescer, fenescido
ss > s dañosísimo, debilitadísimo, delicadísimo, familiarísimo
th > t éter
x > j desmadejamiento (cf. supra, § 3.7.3, nota 16)

Los académicos entendieron muy bien que toda esta variación supone aplicar los principios ortográficos vigentes en la época a las entradas que habían estado presentes desde el Dicc. Aut. (1726-1739), cuyo contenido, ámbito de especialidad o de uso no era diferente al descrito en el DRAE de 1791. En cambio, en el Suplemento de ese mismo año sí recogieron la variación morfológica en función del género, con la incorporación de una cantidad considerable de voces femeninas en -dora que constituyen una ampliación de la entrada hasta ahora sólo lematizada en masculino (cf. Apéndice 5); y en función del número, con voces que antes figuraban en singular y que en el diccionario comienzan a lematizarse en plural (efluvios, élegos, fauces, faunos, frutages); o a la inversa (escalfarote, escodadero, españolería, espumajo, espumarajo, estoperol, estría, executorial, faldilla, farte, fibra, flámula). Por lo demás, a mi juicio no deberían formar parte de la variación morfológica aquellas muestras que cuentan con la participación de formantes no flexivos, competencia de la morfología léxica y, por tanto, caracterizadas como unidades discretas o invariantes (cf. Barrio y Torner 1994-95, pp. 37-39).

5. CONCLUSIÓN

La labor académica de armonización del Dicc. Aut. (1770-1829) con respecto a los DRAE por medio de la revisión secuenciada de letras y la elaboración de suplementos prosigue su curso. En el caso del DRAE de 1791, obsérvese que el grueso de las novedades corresponde a las letras d, e y f, conforme a lo dicho en su “Prólogo”, y en consonancia con la revisión del correspondiente tomo, el tercero, del Dicc. Aut. (1726-1739), a fin de publicar una segunda edición. A la vez que se desarrolla simultáneamente la tarea de elaborar el diccionario maior y el minor van surgiendo novedades en el segundo que, quizás, sean determinantes para abandonar el primero, a finales del primer tercio del siglo xix. Lo que parecía ser una revolución en toda regla -la existencia de una reimpresión retocada del diccionario que aquí me ha ocupado-, no lo es tanto por el descubrimiento de otra reimpresión de este tipo en una edición anterior del compendio, la del DRAE de 1780 (cf. Prieto García-Seco 2021). Otras innovaciones han de considerarse menores, pues no son más que producto de la técnica lexicográfica que los académicos pusieron en práctica en los compendios de la época: la aglutinación de las subentradas en un único artículo, la aparición de léxico marcado temporalmente o según su frecuencia de uso. Pero hay otras innovaciones de auténtico calado, como son la inclusión de tecnicismos de campos que jamás se habían contemplado antes o, sobre todo, la publicación de un Suplemento (1791) exento que reproduce las novedades del diccionario con respecto a sus antecesoras.

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1 Aunque al final la revisión se diluyera en las cinco primeras ediciones del compendio. La del tercer tomo del Dicc. Aut. (1726-1739) pareció haber comenzado en 1776, a juzgar por los repartimientos que figuran en los siguientes testimonios documentales: “Señores entre quienes se hizo el repartimiento del tercer tomo del Diccionario y noticia de los que han recogido las cédulas de corrección y aumento que les tocaron”; “Señores entre quienes se ha de hacer el repartimiento del tercer tomo del Diccionario”; “Repartimiento que hizo la Academia en 18 de julio de 1776 para la corrección y aumento del tercer tomo del Diccionario”; “Copia del repartimiento que hizo la Academia en 18 de julio de 1776 para la corrección y aumento del tercer tomo del Diccionario”; “Nuevo repartimiento que hizo la Academia para la corrección y aumento del tercer tomo del Diccionario el 2 de diciembre de 1777”; “Correspondencia sobre el nuevo repartimiento para la corrección y aumento del Diccionario de autoridades”; “Novísimo repartimiento para la corrección y aumento del tercer tomo del Diccionario hecho en diez de diciembre de 1777” y “Copia del Novísimo repartimiento para la corrección y aumento del tercer tomo del Diccionario” (signaturas F1-2-3-1-1-3-1-1-1, 2, 4, 5, 6, 7, 8 y 9 del Archivo de la Real Academia Española, respectivamente).

3 Véase Prieto García-Seco 2021, p. 25, n. 18. En el mismo “Prólogo”, se habla de la necesidad de “hacerle [el diccionario] de más fácil uso, y que el público pudiese tenerle por un precio cómodo”, por lo que la Academia determinó “reducir los seis tomos a uno solo; pero sin quitar ninguna voz, ni alterar la obra en cosa substancial” (1791, p. [i]). Este asunto se convierte en tópico en los textos preliminares del repertorio, pues se constata en las ediciones previas (1780 y 1783) y posteriores (1803, 1817), lo cual es sintomático del alcance del Dicc. Aut. (1770-1829).

4 Véase lo que se dice en el “Prólogo” de las dos ediciones anteriores: “Las letras a, b y c se han puesto con la corrección y aumento que tienen en el tomo primero de la segunda impresión, y en el segundo, que aunque enteramente concluido, está todavía inédito, y se publicará a su tiempo en continuación de la nueva edición corregida y aumentada. La d y demás letras restantes van sin aumento, ni corrección como están en el DiccionARio antiguo; pero alterada la ortografía, y conforme a las últimas reglas que ha establecido la academia, y que ha observado en las primeras letras que lleva corregidas, pues sería una deformidad muy grande, que en un mismo tomo se usase de diversa ortografía” (DRAE 1780 y 1783, s.p.).

5 La revisión de la g formaría parte de las realizadas en la cuarta edición del DRAE (1803), desde esta letra hasta la l, conforme a la pretendida, aunque no lograda, correspondencia entre los tomos del Dicc. Aut. (1726- 1739) y las letras revisadas en las sucesivas ediciones del diccionario minor. A todo ello habría que sumar el Suplemento, el primero que afecta todas las letras del abecedario, que contiene nuevas voces y nuevas acepciones de las voces ya existentes. Las correspondientes a las letras que van de la a a la l del DRAE (1803) no estarían, lógicamente, entre los materiales del Dicc. Aut. (1770-1829).

6 En las dos primeras ediciones puede leerse lo mismo (DRAE 1780 y 1783, p. [ii]). El ajuste viene en las letras afectadas: de la a a la c en 1780 y 1783; de la a la f en 1791. El ejemplo de bienes profecticios es idéntico en los tres textos preliminares.

7 Por tanto, este proceder se suma al ya conocido de la supresión de las autoridades y a otros que lo son menos, como la disposición del texto a tres columnas (frente a las dos del Dicc. Aut. 1726-1739), la eliminación de las etimologías y la incorporación de marcas para la caracterización de las voces. En definitiva, la Academia se valió de “todas las economías posibles” (DRAE 1791, p. [i]), también mencionadas en los preliminares de las ediciones anteriores (1780, 1783) y de la posterior (1803).

8 El salto cuantitativo con respecto al Dicc. Aut. (1770-1829) tiene que ver fundamentalmente con 1) la ampliación de las marcas gramaticales, como resultado de la inclusión de las formas irregulares de los verbos; 2) la inclusión de nuevos ámbitos terminológicos; 3) la concreción de las marcas geográficas. Estos dos últimos aspectos merecen un análisis particular, que tendré ocasión de exponer en otro foro. Véase, además, el trabajo de Henríquez Salido (2006) acerca de la marca Forense en el DRAE de 1791.

9 Se refiere a las Reflexiones militares (1724-1727) en diez volúmenes de Álvaro Navia Osorio, III marqués de Santa Cruz, título dilecto a la Docta Casa, pues el IX y el X fueron directores de la institución. Bajo la dirección de José Bazán de Silva se publicaron las tres ediciones del diccionario común correspondientes al siglo XVIII. Por su parte, José Gabriel de Silva Bazán colaboró activamente en la redacción del Dicc. Aut. (1770-1829) en sus postrimerías, al figurar en los siguientes repartimientos: quedo quizote (leídos en la Junta académica del 4 de junio de 1818); robo rompedera, y serpiente - silvestre. Los tres cuadernos que reflejan su labor figuran con la signatura F1-2-3-1-1- 3-5-12, 28 y 36 en el Archivo de la Real Academia Española, respectivamente.

10 Las voces que corresponden a estas marcas son esturgar (para la alfarería), desquexar y desquexe (para la jardinería) y fullet (para la peinería). De todas ellas, la primera es la única que cuenta con autoridad en los materiales inéditos del Dicc. Aut. (1770-1829). Se da la circunstancia de que esturgar se incorpora al DRAE (1791) justo después de figurar en el DC (1786-1788) de Esteban de Terreros y Pando. Precisamente los académicos colocan como autoridad su traducción de Le espectacle de la nature (1753-1755), de Nöel-A. Pluche, lo que aporta evidencia empírica de que, en efecto, manejaron la obra del jesuita. Por lo que concierne a la marca correspondiente a la peinería, no se va a incorporar a la lista de abreviaturas de diccionario académico alguno. Sin embargo, el lema, con idéntica marcación, pasó a varios diccionarios no académicos del siglo xix (Núñez de Taboada 1825, Salvá 1846 y Domínguez 1869).

11 La abreviatura Manej. para el manejo de los caballos aparece ya en la primera de estas “Explicaciones”, en el único tomo impreso del Dicc. Aut. (1770-1829, p. lxi). La vinatería presenta arrumbar como novedad léxica en este diccionario y dolaje y duelaje en el DRAE (1791). Sin embargo, no hay marcación abreviada alguna para dicho campo.

12 El Diccionario histórico de la lengua española registra una forma procedente del latín fundibalāriu[m] > fundibalario, caracterizada como voz “rara” que “se documenta, con la acepción ‘soldado armado con una honda’, únicamente en 1677, en la obra de F. Gándar[a] titulada Nobiliario, armas y triunfos de Galicia” (2013-, s.v.). Julio Casares, en su Diccionario ideológico de la lengua española (1959), coloca la definición de fundibulario como ejemplo del “único servicio que hasta ahora podía ofrecerle cualquier diccionario” (p. XX), es decir, el conocimiento del significado de la voz por medio de la definición lexicográfica.

13 A la definición sigue una explicación del origen de la voz, autorizada por la archimanejada Pragmática de tassas (1680): “Diósele este nombre por haver sido su inventor un caballero romano de la antigua Casa de Frangipan, y con poca inflexión se dixo Franchipán” (Dicc. Aut. 1726-1739, s.v.).

14 Véanse las reglas ortográficas vigentes en el momento, ya aludidas. El caso de drúida podría asimilarse al de egipcíaco, con tilde en mi ejemplar del DRAE (1791), que responde a una pronunciación culta, con la presencia de hiato en el sufijo (-íaco). Si bien la tendencia general del español es la diptongación, la presencia de ambas variantes en los diccionarios españoles a lo largo de la historia, hasta la actualidad, ha sido constante.

15 El minucioso ensayo del investigador se publicó al tiempo que estaba trabajando en mi descubrimiento de esta nueva reimpresión retocada. Su análisis constituye el modelo para el que, más adelante, habré de emprender. Por el momento, mi hallazgo sirve para dar una respuesta parcial a la pregunta que Cecilio Garriga lanza en su reseña del trabajo de Prieto García-Seco: “sabemos que se publicaron algunas ediciones apócrifas del diccionario académico, pero ¿cuántas reimpresiones escondidas a ojos de la historia de la lexicografía estarán por descubrir?” (2023, p. 266).

16 Al respecto, la lematización conforme a los principios ortográficos vigentes no parece ayudar demasiado. En el ejemplar de mi biblioteca personal, para la representación de /x/, se detecta la presencia de desmadejado, desmadejamiento y desmadejar; por el contrario, en el ejemplar que manejó el ntLLE no figuran estas formas, pero sí las arcaizantes desmadexado, desmadexamiento y desmadexar. En cambio, y quizás por un olvido de la nueva transcripción, en mi ejemplar encuentro desafixar en el lugar que según el orden alfabético debería ocupar desafijar, que es lo que se encuentra en el recurso académico, en la acepción ‘negar el padre la filiación a un hijo’. Y lo mismo en cuanto a la sustitución de y por i para la representación del diptongo decreciente, donde encuentro desraigado en la posición que debería ocupar desraygado, forma esta presente en el ejemplar del NTLLE.

17 La aplicación de los criterios propuestos -que son los que se siguen para la configuración del lemario del NTLLE- puede verse en los materiales de Dicciocho. Portal lexicográfico del XVIII (en línea).

18 A juzgar por el “Prólogo” del diccionario que estoy analizando, la estrategia de brindar un apéndice con tirada aparte se ensayó antes, en el DRAE de 1783: las novedades que no ingresaron en el cuerpo de la obra movieron a la Academia a “formar nuevo Suplemento de ellas, dándole suelto, además del que agregó al final de la misma segunda edición, para que los que tuvieran la primera, con él vinieran a gozar de todo lo publicado en la segunda” (DRAE 1791, p. [ii]). No he localizado ejemplar alguno de esta obra. De cualquier forma, sería un folleto de no más de seis páginas.

19 Primero coloco las entradas como figuran en el Suplemento (1791), y a continuación, como se inscriben en el DRAE (1791). Se advierte además una errata en el número de la página 39 del Suplemento (1791), que aparece como 36.

20 Sin embargo, en la actualidad existen al menos cinco ejemplares de la obra en la Biblioteca de la Real Academia Española, tres de ellos con las signaturas RAE, D 0-10 (2), RAE, D 0-13 (3) y RAE, V 373-39.

Recibido: 10 de Mayo de 2023; Aprobado: 13 de Septiembre de 2023

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El presente trabajo está adscrito al proyecto PID2019-103866GB-100 de la Agencia Estatal de Investigación (Ministerio de Ciencia e Innovación, Gobierno de España).

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