1. Introducción, objetivos y metodología
Las publicaciones sobre el español de Nicaragua son escasas, o bien abarcan a todo el español centroamericano (Quesada Pacheco, 1996, 2003, 2008; Lipski, 1996), o se limitan a la fonética y la fonología (Rosales Solís, 2008 y 2010; Ramírez Luengo, 2021) o a la gramática (Díaz Cano y López, 2015; Pato, 2018). Aunque Ramírez Luengo ha realizado algunas aportaciones sobre el español de Nicaragua en el siglo XVIII (2012a, 2018), lo cierto es que no hay ningún estudio diacrónico de conjunto que permita conocer la producción lingüística del país.
Como contribución, y para paliar la situación de desconocimiento, el presente artículo se centra en la centuria decimonónica, pues a pesar de quedar desatendida en los estudios de la historia del español (Ramírez Luengo, 2012b, p. 7), los hechos que tuvieron lugar en ella resultan imprescindibles para comprender la historia lingüística del país y de Centroamérica en general: fragmentación lingüística, procesos de independencia, hispanización de la población autóctona, existencia de dos corrientes en relación con la lengua (americanista y purista), influencia de las lenguas indígenas, etcétera (Ramírez Luengo, 2011).
A la vista del desconocimiento generalizado de los autores y de las obras publicadas en Nicaragua en el siglo XIX, el presente artículo pretende contribuir a la historiografía de la lexicografía del país a través de la figura de Hermann Berendt y su obra, Palabras y modismos de la lengua castellana según se habla en Nicaragua (1874). Aunque su repertorio haya sido estudiado desde una perspectiva lexicológica (Martín Cuadrado, 2022, en prensa), lo cierto es que el hecho de que se le haya considerado como el primer autor de un diccionario de Nicaragua (Arellano, 1992a, p. 19) hace pertinente una mayor investigación desde el punto de vista lexicográfico.
Para lograr la finalidad principal, se ofrece, por un lado, un breve panorama contextual que permite conocer las dos tendencias lingüísticas observadas en la Nicaragua de la época decimonónica, así como sus principales representantes y, por otro, un análisis exhaustivo del compendio, que atiende a los siguientes rasgos: formato y ordenación de las entradas, análisis de los artículos lexicográficos (información gramatical y etimológica), tratamiento de la polisemia y la sinonimia, marcación y tipología de las definiciones.
2. El español en Nicaragua en el siglo XIX y pioneros en su estudio
Las políticas lingüísticas centroamericanas,2 influenciadas por las decisiones procedentes de la península ibérica y por la creación de la Real Academia Española (1713), relegan a un plano secundario el uso de las lenguas indígenas y establecen el castellano normativo como elemento indispensable para lograr unificar las naciones americanas y ascender en la escala social, pues se considera la lengua oficial en la administración, en la legislación o en la educación (Fernández Gordillo, 2014, p. 57). Sin embargo, a finales del siglo XIX y en el caso específico de Nicaragua, la mayor parte de la población sigue siendo analfabeta y no tiene la posibilidad de acceder a la instrucción y, por tanto, tampoco al español académico (Newland, 1991, p. 359).
Ante esta situación, se proyectan en el continente americano dos tendencias: un movimiento purista3 que aboga por el uso del español normativo procedente de la península y uno americanista que defiende el mantenimiento de los rasgos propios e identificativos de la cultura indígena4 (Quesada Pacheco, 2020, p. 324). Este contexto puede aplicarse perfectamente a Nicaragua, pues los estudiosos más relevantes de esta centuria se inclinan, según sus intereses, en la defensa de una u otra corriente.
El conservadurismo se observa de manera evidente en Juan Eligio de la Rocha5 (1825-1873), pionero en la investigación de las lenguas indígenas nicaragüenses y partidario del uso del español académico como modelo para la corrección lingüística (Quesada Pacheco, 2008, p. 151). Incluso publica una gramática normativa para el uso de los jóvenes en Nicaragua que incluye una digresión titulada “Equivocaciones de los centroamericanos al hablar castellano” (1858) (Arellano, 1992a, p. 16). Posteriormente, son Mariano Barreto (1856-1927) y Alfonso Ayón (1858-1944) los encargados de difundir prácticas que identifiquen las incorrecciones de los nicaragüenses en la escritura y en la oralidad con el fin último de mantener los rasgos castizos del español (Arellano, 1992a, p. 21). Específicamente, Barreto da a la luz Vicios de nuestro lenguaje (1893), mientras que Alfonso Ayón, ya en el siglo xx, publica Filología al pormenor (1934).
Sin embargo, no todo fue purismo en la Nicaragua decimonónica, sino que existieron intelectuales que recopilaron y crearon sus trabajos desde un punto de vista claramente americanista. Hermann Berendt (1817-1878) publica el primer diccionario de nicaraguanismos; Anselmo Fletes Bolaños (1878-1930) dedica gran parte de su periplo vital a la defensa del folclorismo y a la composición de un repertorio lexicográfico que, publicado por entregas en prensa, recoge un gran número de palabras propias de Nicaragua (Arellano, 1992a, p. 24); y Alfonso Valle (1870-1961) quien, a pesar de ser consciente del prestigio del español académico, pretende dar a conocer y valorar el habla nicaragüense a través de sus tres compendios: Filología nicaragüense (1943), Interpretación de nombres geográficos indígenas de Nicaragua (1944) y el Diccionario del habla nicaragüense (1948).
2.1 El autor: Carl Hermann Berendt (1817-1878)
Descendiente de una familia de Dánzig (Alemania) y estudiante de medicina, ejerce como tal en Breslavia (Polonia). Desde allí, viaja a Nicaragua y establece un consultorio en Masaya (1851-1855). Sin embargo y como consecuencia de su interés por las culturas prehispánicas, pasa siete años en Veracruz (México). En 1874 regresa a Nicaragua y recibe los materiales recogidos por Juan Eligio de la Rocha antes de su muerte. El autor afirma haber hecho distintas expediciones: Yucatán, Tabasco, Petén, Chiapas, Nicaragua y Guatemala con el objetivo de estudiar e investigar la lengua maya y sus dialectos, pues constituyen uno de los grupos lingüísticos más relevantes de toda Centroamérica (Berendt, 1876, p. 135). En Guatemala, Chiapas y Yucatán tiene la oportunidad de realizar copias facsimilares de manuscritos originales como el Arte de la Lengua Cacchí para Bien común (1875),6 de procedencia desconocida, que reproduce un archivo encontrado en la parroquia de Cobán (Guatemala) (Vinogradov, 2016, p. 203). Berendt es ayudado por Pedro Torres (hablante de Cobán) para analizar los ejemplos, y se encarga de reflejar en los márgenes comentarios personales, lo que ha permitido interpretar el dialecto de Cobán en 1875.
Por otro lado, pasa casi un año en Rhode Island (EE. UU.) transcribiendo a mano un manuscrito de un antiguo repertorio maya, el Diccionario de Motul. Su copia, que integra correcciones y comparaciones con otros textos, representa una labor excelente, además de reunir otros apuntes sobre la lengua y sus hablantes (Lowe, 2013, p. 301). También se encarga de reproducir los manuscritos originales de Juan Pío Pérez, destacado filólogo, historiador y autor del Diccionario de la lengua maya. Esta obra, aunque inacabada, está formada por los manuscritos que adquirió Juan Pío Pérez cuando residía en Ticul, y refleja los usos, las costumbres y las particularidades de los mayas en tiempos antiguos (Scandar, 2017, p. 84). Por esta razón, Berendt decide copiarla en 1870 y colabora en su finalización (Lowe, 2013, p. 303). Al año siguiente publica un artículo titulado Los trabajos lingüísticos de Juan Pío Pérez (1871), en el que refleja el esfuerzo del intelectual en el estudio y la revalorización de la lengua maya.
Finalmente, pueden citarse otras dos de sus producciones lingüísticas, como el Vocabulario de la lengua chanabal escrito con el alfabeto analítico y comparado con otros idiomas afines (1870) o la copia que realiza del Arte y el Vocabulario de la lengua cakchiquel (1871) de Benito Villacañas7 (compuesto alrededor del siglo XVII), que, aun siendo fiel al original, introduce anotaciones marginales e interlineales, y correcciones ortográficas incorporadas en el cuerpo del artículo con tinta más suave y menor tamaño (García Aranda, 2013, p. 64).
El estudio de todos estos materiales inspiran a Berendt para compilar dos vocabularios, a saber, Chorotega o Diría comparado con Chapaneca y Lengua Chorotega, y Mangue y lengua Maribia de Subtiava (s.f.), además de la singular obra Palabras y modismos de la lengua castellana según se habla en Nicaragua, colectados y recolectados por él (1874), considerado el primer diccionario del habla nicaragüense, ubicado cronológicamente entre el Diccionario de peruanismos (1871) y el Diccionario de chilenismos (1875) de Juan de Arona y Zorobabel Rodríguez, respectivamente. Además, promueve la compra de una imprenta y es cofundador del periódico local El Quetzal(Sarg, 1999, p. 167).
La amplia labor intelectual de Berendt es aprovechada por Daniel Garrison Brinton, quien compra su biblioteca personal y se sirve de “Notes on the Mangue, an extincy dialect formely in Nicaragua” (Berendt, 1885) para publicar un estudio propio. Aunque sus trabajos originales son escasos, recoge un valiosísimo número de manuscritos y facsímiles conservados en la Colección Berendt-Brinton de la Biblioteca de la Universidad de Pensilvania. La colección Berendt-Brinton Linguistic Collection incluye manuscritos originales de los viajes de Berendt y de Brinton, transcripciones y copias de otros textos de procedencia muy dispar. Ambos consiguen reunir escritos sobre la historia, la cultura, la lengua y la geografía de los lugares que visitan, lo que convierte esta colección en una fuente imprescindible para conocer el estado de las lenguas indígenas durante la colonización (García Aranda, 2013, p. 24).
Como conclusión, puede decirse que el trabajo filológico del prusiano se centra en la recolección y en la copia manual de manuscritos lingüísticos con una azarosa trayectoria previa,8 pertenecientes a diferentes lenguas amerindias de Centroamérica.
3. Acercamiento a la obra de Hermann Berendt
La obra de Berendt, Palabras y modismos de la lengua castellana según se habla en Nicaragua, colectados y recolectados por él (1874), contiene más de dos mil vocablos recogidos in situ a partir de numerosos informantes. Su objetivo es resaltar la variedad del español nicaragüense en contraste con la lengua estándar de la época. Centra su atención en las palabras de flora y fauna recopiladas y, en algunos casos, en su procedencia geográfica (Quesada Pacheco, 2008, p. 154). Berendt, con una evidente intención descriptiva, se considera el primer autor de un diccionario sobre el español de Nicaragua (Arellano, 1992a, p. 19).
El manuscrito original que hemos estudiado se encuentra digitalizado gracias al repositorio de la Universidad de Pensilvania.9 Escrito únicamente en el anverso de las hojas, presenta los títulos de las palabras subrayados, las entradas formateadas con sangría francesa y las anotaciones o notas en lápiz o tinta. Por otro lado, se encuentra una edición posterior en la obra de Alemán Ocampo (1992), llevada a cabo por Eduardo Arellano y Carlos Alemán Ocampo. Sin embargo, el repertorio no se edita individualmente, sino que forma parte de una obra de mayor extensión titulada El español de Nicaragua y Palabras y modismos de la lengua castellana […] (1992) (pp. 135-200). Los editores mantienen la metodología y la ordenación de las entradas de Berendt y combinan las páginas procedentes del manuscrito original con las reeditadas.
A continuación, se va a realizar un análisis exhaustivo del conjunto de la obra de Berendt y se prestará especial atención a los siguientes aspectos: (1) el artículo lexicográfico, que profundizará sobre todo en la microestructura de la obra (entradas, remisiones, ejemplos de uso, definiciones sinonímicas, erratas, etc.); (2) la información lingüística (categoría gramatical, etimología), que incluye una mención a la marcación y a contenidos fonéticos y gráficos, y (3) la tipología de las definiciones encontradas en cada una de las entradas de la recopilación.
3.1 El artículo lexicográfico
Al igual que ocurre con cualquier repertorio, hay que tener en cuenta tanto el análisis de la hiperestructura como de la macroestructura y la microestructura. Toda obra lexicográfica se organiza en torno a dos ejes fundamentales: una macroestructura, constituida por el conjunto de las entradas dispuestas y ordenadas de acuerdo con un criterio preestablecido y una microestructura, que refleja el conjunto de informaciones que se encuentran en el interior de cada artículo lexicográfico. Por otro lado, aunque menos fundamental, la hiperestructura se refiere a la organización general del compendio: portada, preliminares, tablas de abreviaturas, signos utilizados, anexos, etc. (Porto Dapena, 2002, p. 135)
En relación con la hiperestructura, la colección está formada por un total de 210 páginas en las que se introducen alrededor de dos mil provincialismos del español de Nicaragua. En el interior de la obra, se pueden distinguir al menos tres partes diferenciadas: a) la portada, que ofrece información sobre el título, Palabras y modismos de la lengua castellana según se habla en Nicaragua, el autor, Hermann Berendt, y el año de difusión, 1874; b) el cuerpo del diccionario, que contiene la mayor parte de las entradas, y c) las adiciones (pp. 156-203), en las que se añaden 273 artículos lexicográficos incorporados posteriormente y anexionados al final del manuscrito. A diferencia de los artículos que componen la sección principal, estos últimos no presentan ningún orden particular, pero van acompañados del número de página en el que deberían incorporarse en el cuerpo del texto principal.10 En relación con las abreviaturas, se pueden distinguir las siguientes: adj. (adjetivo), adv. (adverbio), l.m.q. (lo mismo que), met. (metafóricamente), part. (participio), p.e. (por ejemplo), s. (sustantivo), s.f. (sustantivo femenino), s.m. (sustantivo masculino), V. (véase), v. (verbo), v.a. (verbo activo), v.g. (verbi gratia) y v.refl. (verbo reflexivo).
En cuanto a la macroestructura, puede señalarse que la obra sigue un orden alfabético directo. Por otro lado, en todo artículo lexicográfico hay que distinguir dos partes fundamentales: enunciativa e informativa. La primera sirve de entrada mientras que la otra añade aspectos sobre la pronunciación, categorización, etimología, significación y uso (Porto Dapena, 2002, p. 183; San Vicente, 2007). Finalmente, respecto al formato, cada página del Diccionario aparece numerada y no se encuentran columnas en su disposición. Sin embargo y debido seguramente a que Berendt escribía su repertorio a medida que iba extrayendo los ejemplos, aparecen en ocasiones entradas al margen derecho de la página, manteniendo así el orden alfabético, pero rompiendo con la estructura visual del repertorio. Por ejemplo, aire, “reuma o cualquier dolencia producida por un resfriado” se incorpora al margen derecho entre las entradas aguja y ajibado. La siguiente imagen refleja el procedimiento utilizado:
En tercer lugar y dentro del análisis de la microestructura, los lemas aparecen subrayados -seguidos de dos puntos- y acompañados de la definición pertinente. Cuando el lema está formado por más de una palabra, Berendt remarca únicamente la voz clave como abombarse el agua de lluvia, donde es el verbo (abombarse) el que aparece marcado con subrayado (véase imagen 3). Por su parte, las remisiones se encuentran en algunas entradas del diccionario y, aunque no son en sí mismas informativas, constituyen indicaciones para hallar la información en otro lugar del repertorio. Se pueden reflejar de dos maneras distintas: bien mediante la abreviatura v.p., acompañado del número de página correspondiente en el apartado reservado para el pie de página, es decir, al ser simplemente remisiones, prefiere ubicarlas en un espacio secundario, como acurrucar que remite a la página 197 o achumicar a la página 200 (véase imagen 3). La segunda forma es mediante v. como se observa en aceituna que remite a Talchocote (véase imagen 3), chuspa que remite a Chimpapa, coquete a coco, copel a copal,etc. Para las posibles variantes de una misma voz se utiliza la conjunción disyuntiva o que separa los dos lemas que presentan el mismo significado como en gato montés ò gato de monte, gemela ò Rosa gemela, guacamol ò aguacamol, etc. A través de la siguiente imagen, se muestra este procedimiento:
Además, en algunos casos proporciona ejemplos que permiten conocer el significado exacto de una voz y su uso en Nicaragua. Es lo que ocurre con la interjección ¡agué!, que, para facilitar la comprensión, añade un ejemplo, “¡Agué, hombre!” y un enunciado sinonímico, y por fin, hombre(véase imagen 3); la entrada vide, “ayer la vide”, que interpreta como vulgar, pero de uso común; o bajo el artículo sombrero verde, “la mujer le puso le puso sombrero verde”, que añade una definición sinonímica para definirlo: “l.m.q. cuernos en mal sentido”. En al menos dos ocasiones, los ejemplos de uso se presentan mediante la abreviatura de la locución latina verbi gratia (v.g.) como en “andar por aí”, insertado dentro de la entrada A’i. o en chingo como adjetivo con el sentido de corto, “vestido chingo”. Finalmente, la manera de recoger las variantes de un mismo término es siempre la misma: en la recopilación de Berendt se subraya como el resto de las entradas principales.11 Ocurre con cuyus, cuadrúpedo pequeño, que se denomina Serafín de platanar en Costa Rica o Mico de noche en Tabasco; chichicaste blanco, especie de arbusto que se denomina mala-mujer en México, etc. No siempre las denominaciones pertenecen al contexto hispanoamericano, sino que, en la entrada de triquis, se añade la denominación inglesa trick-track o backgammon.12
Los mecanismos que utiliza Berendt para marcar las relaciones semánticas entre las voces son distintos. Por un lado, se sirve de la doble pleca para separar las definiciones de las palabras polisémicas. Por ejemplo, agüizote: “l.m.q. agüero || hechizo, encantamiento”. Además, si cuando cambia el significado, también lo hace la categoría gramatical, aparece la marca gramatical, como en chilchite: adj: rojo encendido (Chichiltic en Náhualt) / s. Hombre que de bravo se pone colorado.
Para reflejar la sinonimia, se sirve o bien del símbolo de equivalencia (=) o de la abreviatura l.m.q., desglosada como ‘lo mismo que’. Por ejemplo, chaparro se define como “l.m.q. ‘hoja chigüe’ ” (véase imagen 4). Sin embargo, en otras ocasiones, la sinonimia no se observa a través de la marcación, sino que el usuario tiene que inferirlo a través de la definición dada. Reflejado en chancho, “puerco, marrano” o chambón, “grosero, ordinario”.
Al igual que ocurre con todos los repertorios, sean de la época que sean, se presentan diferentes erratas o errores. Los problemas detectados pueden diferenciarse con base en la siguiente taxonomía:
ERRORES GRÁFICOS: se presentan en algunos nombres científicos de las plantas o árboles, como buenas-tardes, donde la nomenclatura científica se mantiene en redonda y entre paréntesis en lugar de en cursiva. Otras veces lo que ocurre es que se inserta una letra por error como en tachonesm en lugar de ‘tachones’.
errores de contenido: se reflejan repeticiones del término como en sombrero verde donde al ejemplificar su uso repite en dos ocasiones la forma verbal: “la mujer le puso le puso sombrero verde”.
dudas: Berendt se cuestiona incluso la información incluida en las definiciones del léxico recogido. Se observa claramente en boca vieja o curtido, donde se pregunta si son o no una planta y una preserva de legumbres respectivamente; en batehuela, definida como “¿cuasplata? pequeña” o en Istepesque, donde duda si la denominación utilizada tiene su origen por un pueblo de Honduras con el mismo nombre. La manera de reflejar esas informaciones dudosas es mediante los signos de interrogación.
3.2 Información lingüística
Proporciona en sus artículos lexicográficos información lingüística. Por ejemplo, es frecuente que se presente la categoría gramatical de los lemas,13 de forma abreviada o no: canana, tijul o zafacoca, como sustantivos; capiroto, terco, tintoroso, adjetivos; canotear, chipotear o trapear como verbos; abajo o tilinte como adverbios; che, zape o ulé como interjecciones, etcétera. Sin embargo, en otros muchos casos se omite bien por estar consabida, bien por descuido del autor, pues no ofrece una metodología sistemática en su repertorio. En el caso de los verbos, Berendt proporciona información sobre la tipología verbal a la que pertenecen: verbo, verbo activo, verbo neutro y verbo reflexivo (cachar, apangar, cuchuvalear y acohoyase). Por ejemplo, Berendt define como neutros cuchuvalear, “tramar privadamente algún negocio”, o barrajar, “romperse buque entre las rocas”, mientras que para él son activos verbos como apangar, “deprimir algo”, acurrucar, “arrullar, abrazar”, camotear, “comprar regateando”, corromper, “impacientar a alguno con molestias”. A partir de estos ejemplos, parece que el autor se sirve de neutro para hacer referencia a aquellos verbos intransitivos que no necesitan complemento directo.14
Una vez se asigna una categoría gramatical a la entrada, lo normal es que se presente una subcategoría (masculino, femenino, singular, plural) y para ello los diccionarios suelen utilizar marcas abreviadas (Porto Dapena, 2002, p. 192). En el repertorio de Berendt, el número gramatical solo se refleja en aquellos casos que se alejan del modelo canónico (forma en singular). Por ejemplo, en la entrada guaje se incorpora, además de las marcas de categoría (sustantivo) y de género (masculino), la marca de número (plural): “equipaje de persona en sentido jocoso, mis guajes, mis chunches”.
Después de la categorización, algunos diccionarios presentan la etimología del vocablo, con indicación de la abreviatura de la lengua a la que pertenece el étimo (Porto Dapena, 2002, p. 193). Aunque no es un procedimiento habitual en Berendt, sí añade esta información en algunas de las entradas. Se incorpora al final de la definición entre paréntesis, marcando la lengua de procedencia y el étimo en cursiva. En los casos percibidos, solo se añade esta información si se trata de ostensibles nahuatlismos15 como en pipe, “del Náhuatl pilli”; chichitote, formado a través de los nahuatlismos ‘chichitl’ (colorado) y ‘tototl’ (pájaro); sonsoquite, ‘de zoquitl, lodo en náhuatl’; tocayo, ‘de teceutl, nombre en náhuatl’, talpetate, ‘tlatle tierra y petlatl, esfera. En náhuatl’, etc. No hay que olvidar que el náhuatl fue una de las lenguas amerindias que tuvo mayor trascendencia para la configuración léxica del español de América (Quesada Pacheco, 1996, p. 112; Frago García y Franco Figueroa, 2003, p. 41; Ramírez Luengo, Aquino Melchor y Ramírez Vázquez, 2017, p. 111).
3.3 Marcación
La marcación es el recurso o procedimiento que se utiliza para señalar la particularidad de uso o carácter no regular de una determinada voz. Según Porto Dapena (2002, p. 258), estas pueden ser de diversa tipología: gramaticales, referentes a aspectos morfológicos y sintácticos como la categoría gramatical o el género del nombre; de transición semántica, donde un significado de la entrada puede relacionarse con otro mediante alguna relación metafórica o figurada; diacrónicas, que indican su grado de uso o no, en la actualidad; diatópicas, que hacen referencia al lugar o la zona donde se dan; diastráticas, que incluyen las voces técnicas y de especialidad y distintos niveles de lengua (culto, vulgar, popular); diafásicas, las cuales hacen referencia al registro de uso donde se emplean como formal, informal, familiar o coloquial; y connotativas, que aluden a aquellas indicaciones relacionadas con una valoración o actitud del hablante cuando utiliza una determina voz con la palabra expresión: irónico, despectivo, humorístico, festivo, etcétera. En el compendio de Berendt se han identificado marcas gramaticales, de transición semántica, diatópicas y diafásicas.
En primer lugar, las marcas gramaticales, cuando aparecen, se sitúan justo a continuación del lema, de manera abreviada. Por ejemplo, adv. (abajo), adj. (ajibado, ajibada), s.m. (ajigolón), v.a. (alastear), etc. En otras ocasiones, se desglosa la categoría en cuestión como ocurre con zape, ché, cho, etcétera, que se definen como interjecciones en el desarrollo del artículo. Otras informaciones gramaticales reflejadas son aquellas relativas a la conjugación, como en vide, “por ‘vi’. Vide, vidiste, vido”, a la formación de palabras como Zendalito definido como “diminutivo de Zendal”. Llama mucho la atención la presencia de hipocorísticos como Poncho, definido como “diminutivo de Ildefonso”, Polín, “diminutivo de Apolinario”, Goyo, como abreviatura de Gregorio, Frasco, con sus variantes Frasca, Frasquito y Frasquita, entendidos como “diminutivos familiares de Francisco y Francisca”, Nicho, Nicha, como abreviatura de Dionisio, etc. Se piensa que la productividad de estos nombres en el corpus de Berendt puede deberse a que el intelectual recoge voces propias de la oralidad y la espontaneidad (Arellano, 1992b, p. 114).
En segundo lugar, se han registrado algunos casos de marcas de transición semántica. Este aspecto tiene relación con los usos rectos y figurados. La manera de reflejarlo es mediante la abreviatura met., o con la voz desglosada en cursiva -metafóricamente- (véase imagen 5). Por ejemplo, en chapisca, que además del significado recto, “una lloviznita muy insignificante”, refleja su sentido figurado: “pequeña ayuda en algún trabajo, que podría haber sido más y no sirvió para mucho”.
Seguidamente, se presentan marcas diatópicas, utilizadas sobre todo para ejemplificar las variaciones en la denominación de una voz dependiendo de la zona nicaragüense donde se utiliza. Sin embargo, no se usan abreviaturas, sino que se introducen en el interior del desarrollo del artículo. Por ejemplo, tiste se denomina a “panecillos de pinol y cacao Crudo” en León, o “panecillo de pinol y cacao tostado” en Granada; hojaldra, pan dulce que se consume en Granada, güisquil, un árbol que crece en la provincia de Segovia; cartel del Rosario, especie de fiesta celebrada en Granada, etcétera. En un número reducido de ocasiones, la información sobre el lugar o la zona se encuentra al final de la definición entre paréntesis, como chaparro, atribuido a las ciudades de León y Segovia (véase imagen 4).
La información sobre el registro de la lengua de una determinada voz se encuentra a medio camino entre las marcas diastráticas y diafásicas. Aunque no son muy comunes, se presentan marcas de vulgaridad después de la definición del término, entre paréntesis y sin abreviar. Ocurre por ejemplo en burra y burrear, definidos como “comida” y “comer”, respectivamente; o en vide, “vulgar, pero muy utilizada”. Por otro lado, en alguna ocasión no se refleja la marca de vulgar, sino que se define de una manera eufemística y perifrástica como en coger donde señala: “tiene mala acepción, y se toma como sinónimo de fornicar”, que podría incluso tener un valor connotativo. La siguiente tabla recoge la tipología de marcas lexicográficas identificadas:
El repertorio de Berendt presenta una riqueza de información que permite extraer otro tipo de rasgos de gran relevancia para comprender el estado de la lengua de Nicaragua o cuestiones particulares de ciertas voces. Primeramente, a veces los repertorios presentan la transcripción fonética del enunciado con el fin de informar acerca de su pronunciación.16 En la recopilación de Berendt, únicamente se hace referencia a esta cuestión bajo la entrada Efeleoflo, en que se añade entre corchetes información sobre la manera de pronunciarlo: “el flo deletreado: efe-ele-o-flo”.
TIPO DE MARCACIÓN | EJEMPLIFICACIÓN |
Marca gramatical | Abajo: adv.: por el Occidente |
Chamusca, s.f.: chamusquina, riña, gresca, pelea | |
Alastearse, v.a.: corromperse de algo | |
Marca de transición semántica | Chapisca: una llovisnita muy insignificante. / Met. Pequeña ayuda en algún trabajo, que podría haber sido más y no sirvió para mucho |
Marca diatópica | Chaparro: l.m.q. “hoja chigüe” (León, Segovia) |
Marca diafásica | Burra: comida (vulgar) |
Burrear: comer (vulgar) |
En segundo lugar, se pueden inferir otros rasgos lingüísticos a través de las informaciones contenidas en el cuerpo del artículo. Por ejemplo, se observa la confusión gráfica entre “s” y “z”, lo que podría ser un indicio de seseo como en sonchiche / zonchinche, soncuán / zoncuán, sopilote / zopilote, pero que no se podría afirmar porque a través de la grafía no se puede conocer la realización fonética. Otros rasgos observados están vinculados con la posible pérdida de consonantes como la /d/, que se suprime en Nicaragua en cualquier contexto (baulaque) (Lipski, 1996), con la pérdida de consonantes sonoras intervocálicas en los pares de toboba / toboa(Frago García y Franco Figueroa, 2003, p. 11), o con la eliminación de /y/ en contacto con /i/ tónica (pinganio), rasgo común a toda Centroamérica (Quesada Pacheco, 1996). Tal y como se muestra a continuación, Berendt se sirve de estas entradas para preguntarse si proceden “badulaque” y “pinganillo”:
Baulaque, adj: cosa o persona de poco valor (¿badulaque?).
Pinganio (¿pinganillo?): el hombre muy a la moda.
Finalmente, y tal y como se observa en las siguientes imágenes, también hay testimonios de fenómenos presentes hoy en día en Nicaragua como el yeísmo en choya / cholla o cabuya /cabulla o de confusión de líquidas, en escurcar definido como esculcar (Frago García y Franco Figueroa, 2003, p. 109).17 La presencia de estas variaciones está totalmente justificada debido a que los datos y los artículos lexicográficos recopilados proceden de la oralidad.
3.4 Tipología de las definiciones
Las definiciones de los artículos del diccionario de Berendt puede ser de dos tipos: simples o complejas, es decir, o bien están compuestas de un correspondiente o bien de una unidad pluriverbal de distinto contenido. A su vez, una definición puede ser enciclopédica (definición de las cosas), teleológicas (caracterización por su finalidad) o metalingüística/lingüística (definición lexicográfica) (Porto Dapena, 2002, p. 277).
Como consecuencia de que muchas de las palabras identificadas por Berendt pertenecen al campo léxico de la flora y la fauna,18 el autor, siguiendo una de las técnicas lexicográficas ya presentes en Nebrija (Pellen, 2013, p. 337), introduce definiciones enciclopédicas que ofrecen descripciones pormenorizadas de la voz (forma, color, tamaño, usos, etcétera). Los siguientes ejemplos ilustran este procedimiento: bejuco de hierro, coral macho(véase imagen 8),19ojo de buey,20purga de fraile(véase imagen 9),21siempre-viva, etcétera.
En otros casos, las definiciones son teleológicas y genéticas, esto es, caracterizan la voz por su finalidad o destino y por su origen o causa (Porto Dapena, 2002, p. 280), por lo que muchas veces van encabezadas con los verbos “servir” o “usar”, unidos a la preposición “para” o “de”. Se observa en bodoque, ‘árbol pequeño, hoja ancha áspera, que sirve para lavar platos, etc.’; carrizo, ‘arbusto de hojas comestibles, especie de quelite. Sirve de chichigua en los cacaotales […]’; manta, ‘vestido de las Indias, ya muy poco usado: pedazo de género cuadrado que sirve de enagua envuelta para cubrir el cuerpo de la cintura para abajo’; marimba, ‘[…] es de origen africano como su nombre también’; cincho, palo de, ‘árbol de monte, su madera se usa para construcción común’, etcétera.
Un subtipo de la definición lingüística es la sinonímica.22 En el repertorio de Berendt se presenta cuando simplemente se remite a una voz sinónima de la voz principal. En algunas ocasiones, como se ha visto anteriormente, la sinonimia se refleja de manera directa mediante abreviaturas o marcas (l.m.q.): burriquita, chiltote, escurcar, nistayol, sasalto, etc. En este sentido, aparecen definiciones que aparentemente son sinonímicas, pero la voz a la que remite está ausente en el repertorio, por lo que la definición es circular y nada concisa ni clarificadora.23 Ocurre por ejemplo con guarda-barranca, definido sinonímicamente como parologo, voz que no se refleja en el conjunto de entradas del repertorio o con bisco, definida como bisojo, término tampoco presente.
Por otro lado, en dos ocasiones Berendt introduce datos históricos para comprender el significado de una voz. Por ejemplo, Totante, ‘nombre del criado que ponía la mesa y dijo la bendición siguiente en tiempo del despotismo: Mariaste cuaste + Mariaste cuiste + Grande Dios y Espíritu Santo’, o el término tornasol, ‘culebra […], que atacada, se huye y luego vuelve y ataca, aun siguiendo en el agua nadando a su agresor como sucedió a Don Juan Espinosa24 en el río Tule […]’.
Por último, se ha registrado definición que refleja la correspondencia del español de España como se observa en curruru definido como “lo mismo que Maricastaña en castellano”. Incluso añade un ejemplo de uso: eso fue en tiempo de corrurú.
4. Conclusiones
El presente estudio ha intentado rescatar del olvido al primer diccionario de nicaraguanismos, compilado por Hermann Berendt. Aunque metodológicamente la colección resulta poco sistemática y arrastra bastantes deficiencias e irregularidades en relación con la marcación, los usos, los tipos de definiciones, etcétera, resuelve de manera adecuada el propósito de Berendt, que no era otro que dejar constancia de las voces o expresiones características de los lugares de Nicaragua para conocer no solo su léxico, sino toda una cultura y unas costumbres particulares de un lugar en un momento muy importante para el desarrollo social, político y cultural del país. Por ello, resulta de utilidad para los interesados en la historia del español, pues recoge las variaciones o los cambios que la lengua ha experimentado en alguno de sus periodos de desarrollo, no solo en Nicaragua, sino en otros territorios de Hispanoamérica: pérdida o no de consonantes y vocales, aspiración de ciertas consonantes, seseo generalizado, etcétera, lo que permite conocer cómo era la situación del español en ese momento.
Del análisis del artículo lexicográfico puede observarse que Berendt, a pesar de no ser un experto en cuestiones lexicográficas, utiliza ciertos recursos como las abreviaturas, los ejemplos de uso, los distintos tipos de marcaciones (gramaticales, sinonímicas, de transición semántica, de especialidad, etc.), lo que indica cierto conocimiento de la metodología seguida a la hora de elaborar diccionarios. Este hecho permite comprender las razones por las que Eduardo Arellano define la obra como el primer diccionario del habla nicaragüense (1992b, p. 19).
Finalmente, gracias a esta obra, que contiene más de dos mil vocablos recogidos in situ en varias regiones del país, puede reconstruirse de alguna manera la vida y las costumbres de las gentes de Nicaragua en la época de poscolonización, pues incluye en muchos de los artículos lexicográficos usos y hábitos de la zona (alimentación, instrumentos, flora, fauna, enfermedades, etcétera), que permiten no solo conocer la realidad de Nicaragua, sino la riqueza léxica del español en ese momento.
El estudio de Palabras y modismos de la lengua castellana, según se habla en Nicaragua de Hermann Berendt es, en definitiva, una aportación a la historia de la lexicografía y a la historia de la lengua en general, que muestra el valor y la riqueza que pueden aportar ciertos materiales que no siempre han recibido la atención que merecen. Debido a que se considera una fuente rica e inapreciable, sería conveniente, para investigaciones futuras, seguir profundizando en algunas de las inagotables cuestiones (aspectos lingüísticos, fonéticos, léxicos, etcétera) que son pertinentes y llaman la atención de la recopilación de Berendt.