El marco intensificado y encuadrado en el proceso ritual puede dar cuenta del predominio de depósitos ceremoniales en el registro arqueológico, que varían desde depósitos ordenados de ofrendas hasta rasgos de paisajes astronómicamente alineados.
Edward Swenson. The Archaeology of Ritual. 2015: 335.
Ahora los arqueólogos deben desarrollar métodos para identificar cómo conceptos cosmológicos o religiosos son puestos en acción o comunicados a través del ritual […] La investigación en este sentido pregunta quién controla o se beneficia de la producción, la exhibición, y el performance del simbolismo ritual.
Lars Fogelin. The Archaeology of Religious Ritual. 2007: 65-66.
El debate sobre el concepto de la Edad del Jade en la Prehistoria de China
El jade ha estado íntimamente ligado a la cultura china desde los tiempos más remotos, no solamente como parte fundamental en la conformación del sistema ritual distintivo que caracterizó el inicio de esta civilización milenaria, sino a través de todo su largo desarrollo histórico en el cual ha encarnado algunos de sus rasgos y valores más intrínsecos. Estimada más valiosa que el oro y la plata en Occidente, desde tiempos muy antiguos esta piedra semipreciosa ha ocupado un lugar muy especial en esta cultura asiática oriental y ha sido sumamente apreciada por sus extraordinarias cualidades físicas, como son su dureza y resistencia, la bella gama de sus tonalidades, el delicado lustre, su sonoridad y la suave sensación táctil que transmite al ser tocada. En el contexto de una muy larga tradición lapidaria del jade, esta gema ha sido la piedra preferida para elaborar adornos, objetos rituales y funerarios, amuletos, así como muy diversas piezas decorativas.
La palabra para denominar al jade en el idioma chino (yu) significa “piedra preciosa” y tiene la connotación de riqueza o tesoro, pero al igual que en otras culturas del mundo, esta palabra es usada como un término genérico que en realidad abarca una variedad de piedras semejantes al jade, aunque sólo la jadeíta y la nefrita son considerados como jades auténticos, en tanto que otras piedras con aspectos físicos semejantes como la serpentina o la bowenita, junto con minerales de cuarzo, albita, calcita, lizardita o diasporita, entre otros más, son clasificados como semijades y pseudojades [Wen et al. 1992], de modo que al igual que para los jades y otras piedras verdes en las antiguas sociedades mesoamericanas, aplicaría aquí el término general de jades sociales o culturales, denotando así una valoración cultural relacionada con materiales con usos y simbolismos análogos y sin considerar su composición mineralógica específica.
En la China antigua, el mineral de “jade verdadero” (zhenyu) o “jade suave” (ruanyu) fue la nefrita, que en esencia ha sido considerada como un material sagrado (shenwu), al grado que incluso se podría hablar de toda una admiración reverencial o “culto del jade” [Teng 1997]. De hecho, su selección para confeccionar diversos tipos de objetos para fines ceremoniales y de un profundo significado cosmológico y metafísico incluso le ha valido la denominación de “Piedra del Cielo” [Wiesheu 2012c]. Anteriormente se afirmaba que los objetos más antiguos tallados en nefrita, los cuales consisten en sencillos adornos y amuletos, pertenecían a la cultura Xinglongwa del noreste de China y se remontaban a por lo menos unos ocho mil años. Actualmente, gracias a los descubrimientos realizados en el sitio de Rao He Xiao Nanshan, localizado al este de la provincia de Heilongjiang y votado como uno de los 10 descubrimientos arqueológicos más importantes de China del año 2019, sabemos que el jade ya se había empezado a trabajar en forma de anillos jue, cuentas zhu, aros huan, cuentas tubulares guan y pequeños discos bi para fechas tan tempranas como del 7200 a 6600 a. C.
Hasta hace unas pocas décadas se pensaba igualmente que el máximo desarrollo de la industria lapidaria del jade en la China antigua se había dado en las dinastías Zhou (1046 a 221 a. C.) y Han (207 a. C. a 220 d. C.). Pero fue precisamente a partir del descubrimiento de destacadas culturas prehistóricas del jade que se ha redundado en cambiar de manera fundamental esta apreciación, pudiéndose ubicar ahora un primer gran momento crítico en el desarrollo de la talla de objetos de jade en la última etapa predinástica a finales del Neolítico.
Al respecto, desde las décadas de 1970 y 1980 del siglo pasado se han identificado una serie de culturas regionales del Neolítico Terminal (3000 a 2000 a. C.) donde se ha recuperado una considerable cantidad de objetos de jade, desenterrados éstos en su mayoría en contextos funerarios y elaborados además con una notable sofisticación técnica y artística. Ello ha suscitado un enorme interés en dar cuenta de una forma sistemática de la historia del jade en China, al tiempo que se ha generado un intenso debate en torno a la sugerente propuesta sostenida ante todo por jadeólogos chinos en el sentido de que para esta civilización oriental se podría hablar de la existencia de una Edad del Jade como antecedente a la del Bronce, última que inició alrededor del 2000 a. C. En su acalorada defensa de esta noción postulada desde los años ochenta y defendida con gran ahínco desde la década de los noventa del siglo pasado, varios investigadores, como Mou Yongkang y Wu Ruzuo [1999] y Guo Dashun [2004] han resucitado una vieja idea ya sugerida en las propias fuentes históricas de China de hace unos dos mil años, el caso del Registro Perdido del Estado de Yue (Yuejueshu) que data del año de 56 a. C., cuando se registró una conversación sobre las supuestas cualidades espirituales de las espadas de hierro y donde el uso de armas e instrumentos de jade se asocia a Huangdi —el legendario Emperador Amarillo—, mientras que el Bronce es vinculado con Yu, El Grande, el aún semilegendario fundador de la primera dinastía de China de nombre Xia, quien habría introducido la fundición de los nueve trípodes de bronce para de esta manera simbolizar la autoridad real [Teng 1997; Demattè 2006].
Desde el año de 1986, el arqueólogo de origen taiwanés K. C. Chang ya había propuesto el término de Edad del Cong de Jade (Yucongshidai) como representación de un periodo cuando este tipo de jades encarnó el poder poseído por los chamanes. En 1988 esta noción fue nuevamente sugerida para dar cuenta de los vestigios arqueológicos de la cultura Liangzhu en el sur de China. Pero según afirman Mou Yongkang y Wu Ruzuo [1999] fueron ellos quienes resucitaron de manera explícita esta vieja noción de una Edad del Jade referida ya en las propias fuentes antiguas, cuando en noviembre de 1990 publicaron en el Semanario Cultural de China (Zhongguo Wenwubao) un breve artículo intitulado “Sondeando la discusión sobre la Edad del Jade-Origen de la Civilización China”. A partir de esta publicación se ha generado un intenso debate en torno a esta cuestión, mismo que a su vez ha redundado en promover de manera notoria la investigación sobre la historia del jade y su destacado papel en la cultura milenaria de dicho país del Este de Asia. El auge de los estudios del jade permitió el establecimiento de un Centro de Estudios del Jade en la prestigiosa Universidad de Pekín (Beijing Daxue), así como diversos programas o proyectos específicos enfocados a estudiar los jades de una manera sistemática. Cabe señalar que en cuanto a las culturas de finales del Neolítico chino correspondientes al tercer milenio antes de Cristo, el prehistoriador Yan Wenming de la mencionada Universidad de Pekín las había clasificado bajo el término de Calcolítico, sin embargo esta noción ha sido rechazada debido a que en realidad se han recuperado muy pocos objetos de cobre en sitios de este último periodo prehistórico, por lo cual no es posible justificar el uso de dicho concepto para la secuencia china [Wang 2018].
Es en este contexto en que se propone la existencia de un sistema de Cuatro Edades diferente al sistema clasificatorio europeo de Tres Edades de la prehistoria mundial, aun a pesar de que los artefactos de la hipotética Edad del Jade en la China temprana muestran un uso predominante del tipo suntuario y ritual. En este marco han sido sobre todo algunos investigadores occidentales como Jessica Rawson [1995], especialista en arte chino y curadora del Museo Británico, y Robert Thorp [2005], quienes han rechazado el concepto de una Edad de Jade para la última etapa predinástica de China al considerarlo inútil bajo el argumento de que los artefactos de jade no impactaron de manera significativa la producción y la guerra, incluso la consideran una noción ingenua dados sus marcados tintes ideológicos postulados en el seno de un discurso mítico-nacionalista. Por otro lado, otros investigadores como Paola Demattè [2006], Elizabeth Childs-Johnson y Gu Fang [2009] han apoyado esta noción, poniendo el sugerente título de The Jade Age a un catálogo de objetos de jade chinos en museos americanos.
Por su parte, un importante número de arqueólogos chinos están de acuerdo con la concepción de una Edad del Jade para la secuencia prehistórica de China, ello incluso considerando que la mayoría de los artefactos de jade estaban destinados principalmente a un consumo conspicuo, lo cual como cabe señalar también fue el caso de los artefactos de metal de la Edad del Bronce en el periodo de las primeras tres dinastías (Sandai) de China. Es más, estos investigadores ven en las destacadas culturas del jade de finales del Neolítico el alba de su civilización milenaria, haciendo referencia además a un conjunto de logros en varios otros aspectos culturales, los cuales han aportado elementos cruciales para sostener la hipótesis de un origen multifocal de la civilización china, en el que culturas previamente consideradas periféricas jugaron un papel central. Incluso se puede afirmar que la noción de una Edad del Jade constituye un concepto que está estrechamente relacionado con la tradición académica china, caracterizada por el uso ecléctico de documentos escritos antiguos y de la información arqueológica, y cuyo fin es el enfatizar las características propiamente chinas del desarrollo de su civilización con respecto a otras culturas antiguas [García Rubio 2019], que además ha permitido a los académicos chinos reclamar una antigüedad igual a la de otras civilizaciones del Viejo Mundo con unos cinco mil años de historia.
Más recientemente, sinólogos como Major y Cook [2017], en su libro sobre historia antigua de China, incluso han trazado una distinción explícita entre el período del Neolítico y la Edad del Jade, a la que Elizabeth ChildsJohnson y Gu Fang [2009] a su vez han asignado el lapso de tiempo entre el 3500 y el 2000 a. C., que para nosotros justamente coincide con el desarrollo de sociedades complejas del tipo de jefaturas teocráticas y su consolidación durante el tercer milenio antes de Cristo, aunque consideramos que varias culturas de la Edad del Jade, como es el caso de Taosi, Shimao o precisamente la de Liangzhu, ya pudieran haber transitado a las más tempranas organizaciones estatales arcaicas de China. Al mismo tiempo autoras como Demattè [2006] han recalcado que tales desarrollos alcanzados en la Edad de Jade implicaron un énfasis en el surgimiento de sistemas simbólicos asociados a nuevos valores y una ideología distintiva en que se trazó una unidad entre los jades, los chamanes y los dioses, de manera que los jades no solamente se pueden considerar como objetos de prestigio sino como elementos relacionados con un mundo espiritual cuyo conocimiento fue monopolizado por muy pocos miembros de la sociedad.
Cabe aquí también apuntar que las culturas de jade más importantes de los inicios de la Edad del Jade a finales del cuarto milenio antes de Cristo florecieron primero a lo largo de la costa oriental de China [Middleton et al. 1995; Liu 2003], como es el caso de las culturas de Hongshan en su etapa tardía (entre 3500 y 3200/2900 a. C.), de Dawenkou Tardío (3000 a 2600 a. C.) y su sucesora de Longshan (2600 a 2000 a. C.) en la Región Costera (Haidai) del curso inferior del Río Amarillo, así como la de Lingjiatan (ca. 3500 a 3300 a. C.) y de Liangzhu (aproximadamente 3300 a 2200 a. C.) en el delta del Río Changjiang o Yangzi (Yangtze). En dichas culturas se elaboraron una gran cantidad y variedad de objetos de jades distintivos y solamente en fechas posteriores surgieron otra serie de culturas del jade en regiones interiores del territorio chino, mismas que produjeron jades en menores cantidades y formas. Aun así, cada cultura regional del jade se destacó por sus estilos de arte particulares, incluso cuando al mismo tiempo se difundieron formas interregionales de jades por medio de redes de alianzas y de intercambio a larga distancia de objetos suntuarios y ceremoniales, como los característicos discos (bi), los objetos tubulares (cong) y los objetos simbólicos en forma de animales (pájaros y tortugas) [Liu 2003; Wiesheu 2012b], dando lugar de esta manera al desarrollo de entidades políticas complejas que se caracterizaron por sus estrategias del liderazgo político-económicas de redes excluyentes [sensuBlanton et al. 1996]1 en combinación con patrones de especialización artesanal predominantes de una economía ritual, tal como detallaremos más adelante en el marco del presente trabajo.
El descubrimiento de la cultura Liangzhu y sus cementerios de élite
La cultura Liangzhu ha sido considerada como uno de los descubrimientos más importantes de la arqueología china en el siglo pasado [Kaogu 2002]. Este complejo cultural que se desarrolló en la región Delta del Río Yangtze fue la más brillante de todas las culturas prehistóricas de Neolítico Terminal en China. Sus más de 130 sitios se concentran en el área del Lago Tai (Taihu), en el triángulo formado por las ciudades de Nanjing, Hangzhou y Shanghai, y se extienden de este modo principalmente en las provincias de Jiangsu, Zhejiang y el área municipal de Shanghai [Liu 2009; Qin 2013] (figura 1).
La cultura Liangzhu fue descubierta en 1936 por el arqueólogo local Shi Xingeng, sin embargo estos vestigios fueron considerados como parte de la cultura neolítica de Longshan en la Cuenca del Río Amarillo gracias a su cerámica negra superfina hecha con torno. Posteriormente, y con base en los trabajos arqueológicos que le siguieron, se pudo identificar a la cultura Liangzhu como una cultura independiente de la de Longshan en el norte de China, que si bien está vinculada a esta última a través de la llamada esfera de interacción protochina, se caracteriza en particular por sus formas específicas de artefactos de jade asociados a un alto grado de especialización en el trabajo lapidario, así como al desarrollo de una marcada jerarquía social atestiguada sobre todo en las extravagantes costumbres funerarias de sus incipientes grupos de élite.
Tal como refiere Qin Ling [2013], con el descubrimiento del cementerio de Caoxieshan en 1973 se pudieron vincular definitivamente las formas de jade tales como los discos bi y los objetos cong —los cuales anteriormente habían sido clasificados como jades del período de las dinastías Zhou y Han en las colecciones de piezas de jade de la dinastía Qing— con la cerámica negra y los estratos del Neolítico. Asimismo, este importante hallazgo proporcionó una pista para la ubicación de más cementerios Liangzhu sobre colinas o montañas bajas. Y efectivamente, después del descubrimiento de Caoxieshan se encontraron entierros similares sobre colinas naturales y plataformas artificiales que fueron denominadas “pirámides hechas de tierra” (tuzhu jinzita) por el influyente arqueólogo chino Su Bingqi, quien además fuera el autor de la teoría de los orígenes múltiples de la civilización china con base en diferentes culturas regionales del Neolítico.
En 1986, justamente en el 50 aniversario del descubrimiento de la Cultura Liangzhu, arqueólogos de la provincia de Zhejiang hallaron en la colina artificial de Fanshan el más importante cementerio de élite de la cultura Liangzhu excavado hasta la fecha. En los años siguientes se localizaron y excavaron los cementerios de élite de Yaoshan (1987) y Fuquanshan (1982 y 1987), el primero en la provincia de Zhejiang y el segundo en el área municipal de Shanghai, entre muchos otros. De esta manera la cantidad de material disponible para el estudio de esta cultura aumentó substancialmente. Actualmente Fanshan y Yaoshan se consideran parte del complejo del asentamiento de Liangzhu con una extensión de unos 50 km2 que integra sitios anteriormente vistos como independientes en una sola comunidad sociopolítica centrada alrededor de la plataforma central o palaciega de Mojiaoshan de unas 30 ha en tamaño y una elevación de 8 m por encima de los arrozales colindantes. Gracias a la detección de murallas levantadas sobre cimientos de piedra descubiertas en el año de 2007, este asentamiento ahora es considerado como un centro urbano de carácter regional bautizado como la “Ciudad Antigua de Liangzhu” [Instituto de Investigación de Bienes Culturales y Arqueología de la Provincia de Zhejiang 2008; Qin 2013]. Las murallas exteriores se extienden entre 1 500 y 1 700 m de este a oeste, y unos 1 800 a 1 900 m de norte a sur, delimitando un área de unas 290 ha; estas murallas, conservadas en secciones de hasta cuatro metros de alto, probablemente datan de Liangzhu Tardío y fueron usadas hasta el colapso de este centro urbano a finales del tercer milenio a. C. [Instituto de Investigación de Bienes Culturales y Arqueología de la Provincia de Zhejiang 2008]
La cultura Liangzhu fue designada con esta denominación en 1959 por Xia Nai, entonces director de la Academia de Ciencias Sociales de China (cass) y en 2000 la misma fue subdividida por Shuo Zhi en tres fases distintivas. Esta periodización de la cultura Liangzhu ha sido ampliamente aceptada, aunque sus fechas de duración varían según diferentes autores. En cuanto a estos tres subperiodos, el máximo desarrollo de esta sobresaliente cultura corresponde a Liangzhu Medio, aproximadamente entre el 3000 a 2800 a. C. y el 2600 a 2400 a. C. Este periodo destaca por el desarrollo de nuevas formas especializadas en los objetos de jade y la experimentación por parte de los artesanos con técnicas sofisticadas para plasmar sobre estos objetos intrincados diseños con motivos de máscara estandarizadas, considerados ahora característicos de los jades Liangzhu recuperados en contextos arqueológicos funerarios de élite. Resulta interesante puntualizar que los cementerios de élite, localizados sobre colinas naturales o sobre plataformas artificiales hechas de tierra comprimida y en ocasiones también con altares rituales tipifican a grupos sociales más bien pequeños de miembros posiblemente de un solo linaje o clan [Childs-Johnson et al. 2009; Qin 2013]. Las tumbas en sí consistían en fosas individuales en las cuales se colocaban ataúdes de madera, a la vez que los cuerpos de los individuos ostentaban gran cantidad y variedad de objetos elaborados casi exclusivamente en jade, el cual al parecer provenía de yacimientos cercanos.
Entre los cementerios del rango social más alto que conforman el área central de la Ciudad Antigua de Liangzhu, el cementerio de Fanshan se encuentra sobre una colina artificial, mientras que el de Yaoshan —ubicado en el límite noreste de la ciudad antigua— consiste en una plataforma de tierra construida en la cima de una colina con siete niveles constructivos de capas de diferentes colores de tierra (rojo, gris y amarillo) y escalones de piedra como parte de un altar, sobre el cual intruyen sus 12 entierros dispuestos en dos hileras, y que de acuerdo con el tipo de objetos encontrados contenían tanto individuos masculinos (con artefactos ceremoniales del tipo bi, cong y yue) como femeninos (con placas decorativas del tipo yuanpai y adornos en forma de arco conocidos como huang) pero cuyos esqueletos se conservaron muy pobremente.
En cuanto al alto número de jades en entierros de élite de Liangzhu, es de destacar que de los 12 entierros del cementerio de élite de Yaoshan y de los 11 entierros del “cementerio real” de Fanshan, se han recuperado unos 5 000 objetos de jade, y que hasta el año de 2018 un total de 9 318 objetos de jade habían sido desenterrados en sitios de la cultura Liangzhu [Wang 2018]. De acuerdo con el análisis de uno de los autores del presente trabajo [García 2019], de un total de 721 tumbas contabilizadas, únicamente dos entierros, el de m7 de Yaoshan y el m12 de Fanshan2 arrojaron más de 600 objetos de los cuales más del 98% consistían en materiales de jade. En cuanto a los entierros de los individuos del rango social más alto (aproximadamente el 10% de la población), el 82.22% de sus bienes funerarios consistían también en jades. Finalmente, entre los objetos de las 12 tumbas del mayor rango social, hasta el 94.48% fueron confeccionados con esta valiosa piedra (figura 2).
Todo esto en conjunto da un importante sustento empírico a la noción de una Edad de Jade para la cultura Liangzhu, demarcada principalmente por la presencia de una alta cantidad de artefactos de jades y en la cual se gestó asimismo un sistema simbólico característico mediante el cual se “materializaron” [sensu DeMarrais et al. 1996] creencias y prácticas de naturaleza chamánica, asociadas a la cristalización de una alta cultura de élite en los términos propuestos por Baines y Yoffee [1998, 2018] para los estados arcaicos en cuyo marco se producen artefactos y actos performativos que implican determinados conocimientos y altos costos para mantener tradiciones culturales elitistas.
Esquemas de economía ritual en la lapidaria especializada de jades
Otros hallazgos importantes de la cultura Liangzhu consisten en talleres de jade como aquellos detectados en Dingshadi, Shui Deqing, Zhongchuming, Deqing o el de Tangshan, este último excavado en 2010 y ubicado cerca de las montañas en las que probablemente estaban localizadas las fuentes de nefrita y de una muralla artificial que se levantó posiblemente como protección contra inundaciones. Llama la atención que dicho taller sólo funcionó para la ejecución del corte final y el pulido de las piezas, pero no parece estar relacionado directamente con los productos de jade destinados a los individuos del estatus más alto encontrados en entierros como Fanshan y Yaoshan [Qin 2013], los cuales seguramente formaron parte de una industria lapidaria especializada y controlada por los líderes que además normaron las categorías de jades de acuerdo con el estatus social y el tipo de ceremonias, dando lugar así a una versión preliminar de lo que después sería el tradicional sistema ritual chino (li), tal como se le conoce por libros clásicos confucianos de períodos posteriores como el Libro de los Ritos (Li Ji) y los Ritos de Zhou (Zhouli).
A su vez, la interrelación entre aspectos políticos, económicos y religiosos en tales tempranas teocracias del jade nos podría revelar esquemas de una economía ritual en la que la demanda por productos no siempre respondió a motivaciones estrictamente económicas o a necesidades materiales. Si bien el término de economía ritual se podría referir también a un tipo de sociedad específica, se considera principalmente como una categoría analítica útil para examinar los aspectos económicos del ritual, así como la estructuración ritual de la economía.3 La misma también se vislumbra como parte de investigaciones enfocadas en la arqueología del ritual. Tal como apuntó Fogelin [2007: 56], existe una amplia comprensión arqueológica de que el ritual es una forma de acción humana que deja huellas materiales y que la religión es un sistema simbólico más abstracto que consiste en creencias, mitos y doctrinas. Según Wallace [1996 en Fogelin 2007], el ritual subyace a las ideas religiosas y es religión en acción, donde los rituales sirven para representar o promover significados simbólicos que pueden ser fácilmente comprendidos por un público más amplio. Pero desde una perspectiva de la teoría de la práctica, los rituales también pueden modificar las creencias religiosas y por lo tanto son constantemente recontextualizados. Si bien es cierto que los rituales siguen códigos estrictos de reglas y muchas veces emplean para ello un simbolismo sagrado junto con un despliegue o performance público de tales acciones rituales, la ritualización promueve el desarrollo de relaciones de poder [Bell 1992, 1997] o escenifica un orden cosmológico ancestral [Fogelin 2007], reafirmando o reforzando con ello un orden sociopolítico dominante a través del cual se materializan concepciones ideológicas prevalecientes a través de objetos o ceremonias [DeMarrais et al. 1996; Robb 1998; Inomata et al. 2006]. De hecho, los procesos de producción, por ejemplo la fundición de metales o la talla de formas simbólicas de artefactos de jade podrían haber constituido actos rituales imbuidos en ideas religiosas predominantes sostenidas por individuos en sus aspiraciones por obtener y mantener posiciones políticoreligiosas en las emergentes sociedades jerárquicas y desigualitarias. Como afirma Fogelin [2007], los arqueólogos incluso pueden identificar símbolos clave que sirven como elementos centrales en prácticas rituales antiguas; la articulación de bienes materiales en depósitos arqueológicos permite aquí también una reevaluación de teorías del ritual relacionadas con aspectos de la agencia y el poder [Swenson 2015].4
En el ámbito de las economías rituales tempranas de las sociedades teocráticas de la Edad del Jade en China [Wiesheu 2014, 2019], diversas culturas prehistóricas progresaron hacia una verdadera industria especializada en la talla de jades, la cual es más difícil, compleja e intensiva en trabajo que la lapidaria convencional. La cristalización de una lapidaria especializada coincide justamente con la conformación de sociedades jerarquizadas y de grupos de élite con un uso prevaleciente de objetos suntuosos como marcadores del prestigio social además de parafernalia ritual para la celebración de importantes ceremonias religiosas y mortuorias. En opinión de Mou Yongkang y Wu Ruzuo [1999], tales objetos de jade en efecto representaron un parteaguas en la historia de la tecnología en aquellas sociedades que destacaron por su trabajo lapidario puesto que la talla de este material tan duro y de estructura compacta requiere del desarrollo de métodos más avanzados para darle forma como son el cortar las piedras con cuerdas junto con el empleo de diversos materiales abrasivos para producir su desgaste y efectuar el pulimento que le confiere su lustre tan delicado. De este modo, la talla del jade de entrada requiere de técnicas más laboriosas y complicadas que la manufactura de instrumentos líticos ordinarios.
La mera cantidad, junto con la alta calidad y la gran maestría con la que se manufacturaron los artefactos de jade puestos al descubierto en culturas regionales como las de Hongshan, Lingjiatan o Liangzhu, sin duda indican no solamente la existencia de organizaciones sociales complejas sino también de la configuración de determinados patrones de especialización artesanal. Al respecto Jiang [apud. Demattè 2006] y Liu Li [2003] han propuesto que las propias élites pueden haber estado involucradas directamente en la producción de bienes suntuosos como los jades —o al menos en lo que respecta a la etapa final de su cadena de producción— y han puesto de relieve la estrecha conexión que en estas sociedades teocráticas debe haber existido entre el conocimiento cosmológico o ideológico, el jade y otros materiales ceremoniales, así como el performance ritual. Al estar esta artesanía en alto grado vinculada al liderazgo ritual y en particular a personas con funciones chamánicas, Wang Mingda [1992 apud Teng 1997; Demattè 2006] asimismo ha sugerido que los jades eran tallados por los propios chamanes y usados para realizar diversas prácticas religiosas de comunicación con las entidades sobrenaturales. Es de este modo que estos “maestros de las ceremonias religiosas” podrían haber sustentado un monopolio sobre el proceso productivo de los artefactos de jade y al mismo tiempo haberlos empleado como objetos rituales para de esta manera imponer un monopolio sobre los ritos de comunicación con el mundo espiritual [Wang 1997; Rawson 1998; Liu 2013].
Todo esto parece estar sustentado por el registro arqueológico puesto que en algunas entierros lujosos de individuos con eminentes funciones religiosas y que a la vez ocupaban los escalones más altos de la jerarquía social en la cultura Liangzhu, se han localizado —incluso en grandes cantidades— piezas no terminadas o no pulidas que mostraban marcas de corte, serrado, abrasión y perforación, lo cual podría indicar que la producción de algunas formas del jade llegó a ser altamente especializada y estandarizada entre los artesanos de élite [Liu 2003; Childs-Johnson et al. 2009]. Resulta en este contexto también interesante la observación de que los diseños frecuentes de la máscara ejecutados sobre diversas piezas de jade, como las de la tumba m12 del cementerio de élite en Fanshan muestran un estilo idéntico, de lo cual se infiere que tales diseños podrían haber sido realizados por un mismo individuo, quizás el propio dueño de la tumba, quien habría: “… dominado los niveles más altos de las habilidades en la artesanía de jades y quien así tuvo una capacidad única para comunicarse con seres sobrenaturales” [Jiang 1999: 184, apud Liu Li 2003: 12].
Como consecuencia, las personas que integraban la élite teocrática durante la Edad del Jade pudieron haber estado involucradas de un modo directo en el trabajo artesanal de los bienes suntuarios y de la parafernalia religiosa o al menos en lo que concierne a las etapas finales de la producción, como también lo fueron individuos de élite de sociedades complejas tempranas en otras partes del mundo, en las que el conocimiento ritual y su actuación eran primordiales para lograr y mantener el elevado estatus social [Spielmann 1998]. Tal como en este sentido subraya Liu Li [2003: 14]: “… pueden haber sido los mismos grupos de élite los que poseían el conocimiento cosmológico y tenían el acceso a la materia prima, y que controlaron la producción y la distribución de los productos terminados. De este modo, individuos de élite podrían haber construido redes de poder al monopolizar diferentes etapas de la producción de bienes de prestigio…”, lo cual permitió a los emergentes grupos de élite tejer una extensa red interregional de la circulación de tales bienes ostentosos como un importante recurso para afianzar estrategias políticas excluyentes, que creemos podrían haber caracterizado en particular las eminentes culturas del jade desarrolladas en Liangzhu del Delta del Yangzi, así como las de Taosi, incluso de Shimao en el interior de China. Todas estas entidades políticas altamente teocráticas, sin embargo, declinaron y experimentaron un colapso estrepitoso con el paso a la Edad del Bronce debido quizá a que el exagerado ritualismo desplegado por sus líderes religiosos resultó ineficaz ante las severas afectaciones causadas por desastres naturales a finales del tercer milenio a. C., o a que las costosas y sagradas materias primas para la elaboración de estos objetos mágicos tan deseados se sobreexplotaron y finalmente se agotaron [Liu 2003; Wiesheu 2011, 2014].
Para transportar la materia prima y mover los productos terminados a través de grandes distancias geográficas a lo largo de las rutas de intercambio interregional, además de las vías terrestres, habría que tomar en cuenta las facilidades que brindaba el transporte por medio de las vías fluviales en las áreas costeras de China, así como el extenso sistema de canales que recientemente se han estado documentando en conexión con el centro urbano de Liangzhu, el cual pudo haber tenido una población de hasta 30 000 personas [Major y Cook 2017].
Vale la pena agregar en cuanto a la tecnología asociada al trabajo del jade, que los artesanos Liangzhu incluso podrían ya haber empleado una rueda de esmeril de torno lento para lograr el desgaste de este material [Wang 1997; Yang 2004; Liu 2013], así como cuerdas de tripas en mecanismos flexibles de perforadores de arco [Sax et al. 2004]. En estudios experimentales realizados por J. J. Lu y colaboradores [2004] se ha sugerido incluso que en la talla de objetos de jade sofisticados y de formas estandarizadas, a partir del periodo de Liangzhu Medio se pudieron haber usado materiales más duros que los cuarzos abrasivos, tales como el corindón y el polvo de diamante.5
En el periodo comprendido entre alrededor de 2800 y 2400 a. C., la industria del jade prosperó a tal grado que se generó una producción masiva de una notable variedad de objetos muy sofisticados, que fueron tallados por los lapidarios con una gran destreza técnica y artística al recurrir a complicadas técnicas decorativas, mismas que incluyen desde incisiones con líneas, espirales y triángulos, hasta intrincados trabajos hechos mediante perforaciones, relieves y calados, donde las finas líneas de sus motivos esgrafiados, algunas veces inferiores en ancho a un octavo de milímetro, podrían haber sido realizadas con dientes de tiburón, microlitos y punzones de pedernal, y donde a su vez se aplicaron piedras duras naturales para lograr la abrasión y el pulimento de las piezas [Liu 2003; Liu 2013].
En el seno del arte ritual de la cultura Liangzhu se forjó un amplio repertorio de más de 30 formas especializadas de artefactos de jade, muchas de las cuales frecuentemente exhiben los misteriosos diseños del motivo de la máscara, el cual precisamente ha sido relacionado con prácticas mágicoreligiosas del tipo chamánico [Chang 1986, 1989, 1994; James 2005; Wiesheu 2010b], por lo cual se considera que las refinadas piezas de jade deben haber servido en gran medida como parafernalia para vitales ceremonias religiosas.
Entre los entierros con sobresalientes rasgos chamánicos de la cultura Liangzhu destaca el de la Tumba m3 del cementerio de Sidun, al norte del Lago Taihu en la provincia de Jiangsu. La excavación de esta suntuosa tumba, localizada en un montículo de unos 20 m de alto, puso al descubierto los restos de un adulto masculino joven quien actualmente se considera como los restos de un chamán. Entre el gran número de objetos de jade de su rico ajuar funerario, dicha tumba reveló 49 adornos, 24 discos, 33 objetos tubulares del tipo cong, incisos con el recurrente motivo de la máscara, además de tres hachas (yue) sin huellas de uso, así como un objeto en forma de punzón (zhuixingqi) que al parecer tenía fines ornamentales o era utilizado como instrumento de perforación. Aparte del simbolismo posiblemente muy significativo reflejado en la colocación específica de las piezas sobre y alrededor del esqueleto, conformando acaso una especie de círculo mágico, resalta que 21 discos bi y cinco piezas tubulares cong estaban rotos en pedazos y muchos objetos (incluso el esqueleto) mostraban huellas de haber sido quemados, por lo cual los objetos de jade habían adoptado un color blanquecino. Este contexto arqueológico indica que la ceremonia luctuosa podría haber integrado alguna ceremonia de fuego [Huang 1992a, 1992b; Wang 2018] (figura 3). El informe arqueológico sobre estos hallazgos sugerentes de la Tumba m3 de Sidun lo describe de esta manera:
El cuerpo estaba enterrado bajo la tierra. Su cabeza tenía una orientación de 196 grados (sur-este) y estaba en posición extendida. Sólo el cráneo, los fragmentos de las piernas y del tobillo estaban conservados; los fémures estaban quemados… y eran de un adulto masculino de unos veinte años. Los objetos asociados incluyeron cerámica, instrumentos de jade y piedra, adornos de jade y objetos de jades rituales, ascendiendo en total a más de cien artículos. Había 24 bi de jade y 33 cong de jade. La mayoría de los cong estaban colocados alrededor de los cuatro lados del cuerpo. 21 bi estaban rotos y 13 estaban quemados…de los cong, ocho habían sido quemados… Estas condiciones indican que se había realizado un ritual mortuorio: más de una docena de bi de jade se pusieron cerca de la cabeza, una cantidad similar cerca de los pies, y entonces se encendió el fuego; antes de que el fuego se extinguiera completamente, el cuerpo fue colocado en su lugar y los jades cong fueron dispuestos alrededor del cuerpo. Otros objetos de cerámica, piedra y jade fueron colocados cerca de la cabeza y los pies. Finalmente, dos de las más exquisitas piezas de jades bi fueron puestos sobre su pecho y el abdomen antes de que el cuerpo fuera cubierto con tierra. [Chang 1989: 73].
En este contexto también es de hacer notar que la mayoría de los objetos de jade característicos de la cultura Liangzhu han conservado sus colores originales de tonos verdes con matices grises o cafés, aunque un número importante de los objetos muestran un color blanquecino lustroso y en algunos casos también su textura moteada [Xuanpei 2005]. Con respecto a la evidencia de una alteración de superficie de los jades existe un relevante debate en el sentido de que el “blanqueamiento” de las piezas (conocido en la literatura china también como de “hueso de pollo”) quizás fue realizado a propósito para facilitar el trabajo sobre las superficies de los bloques de un material tan duro, logrando tal alteración mediante su exposición a altas temperaturas [Wen et al. 1992; Middleton et al. 1995], aunque autores como Jiang Weidong, director del Museo de Liangzhu, afirman que por el contrario que el color blanquecino de muchos jades Liangzhu corresponde más bien al proceso natural de intemperización al permanecer depositados debajo de la tierra por tantos miles de años [Jiang 2013]. También cabe agregar que en algunos cementerios de esta cultura del jade se han reportado prácticas de sacrificio de animales y en ocasiones también de seres humanos, los cuales seguramente fueron parte de los rituales mortuorios relacionados con los individuos de élite en los que se utilizaron una notable cantidad de piezas de jade [Childs-Johnson et al. 2009; Liu 2013]. Y según observa el autor de otro informe arqueológico, en este caso del cementerio de Caoxieshan excavado en el año del 1972 [Chang 1989: 73], las personas que poseyeron tales objetos rituales en sus entierros deben haber poseído poderes especiales.
Las formas de los objetos de jade Liangzhu y su imaginería chamanística
El chamanismo, concebido por el historiador de religiones Mirçea Eliade como una técnica arcaica del éxtasis y por el arqueólogo K. C. Chang como una religión basada en la idea de un universo estratificado en el que poderosos chamanes se trasladan de un nivel cósmico a otro mediante la ayuda de animales en prácticas de transformación mágico-religiosas, en las que a su vez destaca el uso de diversos símbolos rituales que constituyen la parafernalia ceremonial, subyace a la noción china del liderazgo en la cual se combinaron el poder político y el poder ritual; sus manifestaciones en el registro arqueológico se remontan al arte decorativo de culturas neolíticas como la de Yangshao desde el quinto milenio a. C., hasta que se instituyeron en un poder monopólico en las primeras dinastías de China, en las cuales los reyes habrían actuado como los chamanes principales, lo cual asimismo identifica definitivamente al chamanismo con la identidad social de la élite [Chang 1986, 1989, 1994].6
Son precisamente los diseños recurrentes del motivo de la máscara que sobresalen en el repertorio decorativo plasmado sobre jades ceremoniales, rituales y ornamentales, los que apuntan hacia el predominio de creencias y prácticas chamánicas en la cultura Liangzhu. El motivo de la máscara que alude a la transformación mágico-religiosa de hombre en animal consiste en diseños conocidos como del hombre divino o sagrado y del rostro de animal o bestia (shenren shoumian), que en sus versiones de la imagen completa se refieren al retrato de un ser humanoide con dientes prominentes, ojos pequeños y un tocado de plumas, quien monta o agarra un monstruo fantástico con una especie de anteojeras y ojos grandes, nariz chata, boca ancha con colmillos y que generalmente no presenta la mandíbula inferior (figura 4).
Fuente: Wenwu (1): 13, Instituto de Arqueología y Reliquias Culturales de Zhejiang y el Equipo Arqueológico de Fanshan [Instituto de Investigación de Bienes Culturales y Arqueología de la Provincia de Zhejiang 2008].
La versión compleja de este tipo de diseño, también llamado de “dioses y fantasmas” (shengui) por Liu Bin [2013] sólo se encuentra plasmada en el entierro m12 del cementerio de Fanshan el cual es considerada la tumba de un rey junto con su esposa en el entierro m22 [Wang 2018] y es posible que haya sido la creación de un artesano-chamán de una sola generación tal como ya mencionamos arriba. Este ícono (shenhui) aparece desde Liangzhu Medio y figura sobre jades ceremoniales, pero especialmente sobre los artefactos tubulares (cong) y diversas piezas ornamentales como las del tipo de los tridentes, del tipo de corona (también llamadas “cresta de gallo” por algunos autores), así como sobre una especie de punzones (zhuixingqi)) y diferentes tipos de placas como las confeccionadas en forma de la letra “d” o media luna. Junto con los discos bi, todos estos objetos representan importantes formas innovadoras creadas por los artesanos Liangzhu, que jugaron un papel esencial en las funciones religiosas de los líderes o chamanes en dicha sociedad teocrática temprana. Es de notar que en la mayoría de las ocasiones el diseño emblemático de la máscara aparece en su forma simplificada sobre las superficies de estos objetos y en Liangzhu Tardío aparecen únicamente versiones sumamente estilizadas, de la bestia animal (shoumian) de dos ojos grandes, o un ser humanoide estilizado (shenren) de dos ojos pequeños y una boca esquemática, tal como quedó plasmado en los tubos cong excavados en el sitio de Fuquanshan en la actual Ciudad de Shanghai (figura 5), o en las esquinas de los prismas de los objetos tubulares de la Tumba m3 de Sidun, en la cual algunos de los tubos cong llegaron a tener hasta 19 paneles diferentes.
Fuente: Reporte de Excavaciones del Sitio Neolítico de Fuquanshan. placa xv. Comisión de Administración de Reliquias Culturales de Shanghai [2000].
De acuerdo con K. C. Chang [1994], el motivo del monstruo o la bestia representa a los ayudantes animales de los chamanes en las ceremonias de transformación mágica-religiosa y en sus rituales de comunicación con las entidades sobrenaturales, y siguiendo a Childs-Johnson y Gu Fang [2009], podemos plantear que tales imágenes no sólo están relacionadas al símbolo religioso de la transformación espiritual del hombre en animal, sino en un sentido más amplio a la transformación que dota a un ser humano con el poder sobre el reino animal. Estos artefactos de la cultura Liangzhu fueron tallados en su mayoría a partir de nefritas, las cuales, de acuerdo con análisis de arqueometría recientes, provenían de una sola fuente [Qin 2013], en tanto que otros artefactos fueron hechos de serpentina (shewenshi).
Cabe asimismo resaltar que el motivo de la máscara de Liangzhu a su vez pudo haber influido en las representaciones de seres sagrados o monstruos fantásticos en otras culturas regionales del jade contemporáneas, así como en el tan profuso diseño del taotie que sobresale en el arte decorativo de los bronces de la dinastía Shang, periodo en que se gestó un control monopólico por parte de los soberanos reales sobre las prácticas chamánicas en los que ellos intervenían personalmente en los actos de adivinación mediante los llamados “huesos oraculares”, ostentando a la vez otros conocimientos esotéricos como aquellos patentes en el manejo de la escritura.
Adoptando en este trabajo la clasificación que para fines analíticos fuera propuesta por Liu Li [2003] en cuanto a los usos de los jades en las culturas neolíticas de la China prehistórica, podemos distinguir cuatro categorías funcionales: 1. adornos personales como horquillas para el pelo, piezas para el tocado, pendientes, cuentas, collares etcétera; 2. instrumentos y armas como hachas, punzones, cinceles, cuchillos, y malacates, pero que como cabe precisar no siempre muestran huellas de uso por lo cual pensamos que éstos no siempre tuvieron un carácter utilitario;7 3. objetos usados como parafernalia ritual, como son los bi (discos), cong (tubos cilíndricos o piezas prismáticas) y yazhang (diversas hojas ceremoniales), y 4. jades funerarios (zangyu) en forma de discos, punzones, piezas que cubrían los ojos o las usadas como tapones para orificios del cuerpo y aquellas que los difuntos sostenían en sus manos, aunque es de señalar que esta categoría de objetos de jades funerarios experimentan su mayor desarrollo en las dinastías Zhou y Han [Wiesheu et al. 2008].
Las formas más características del sistema simbólico que se cristalizó en la cultura Liangzhu consisten en las hachas yue, los discos bi y los artefactos tubulares cong, además de diversas piezas ornamentales enlistadas arriba; se trata aquí en su mayoría de objetos ornamentales colocados sobre la cabeza, el cuerpo y la vestimenta de los individuos de élite, que junto con los artefactos ceremoniales o rituales servían de parafernalia religiosa en ceremonias de evidentes tintes chamánicos, pero que al mismo tiempo parecen atestiguar el surgimiento de los primeros elementos del tradicional sistema ritual chino (li), a través del cual se normaron las formas y cantidades de los objetos de acuerdo con la posición social de los individuos. Todos estos objetos distintivos del arte ritual Liangzhu fueron inventados y creados por los propios artesanoschamanes de esta cultura sobresaliente de la Edad del Jade en China.
Entre los objetos utilitarios de la cultura Liangzhu figuran los malacates y tejamaniles usados en los telares de la a su vez altamente desarrollada industria textil del lino y la seda, pero dado que no se pueden observar huellas de uso sobre estos instrumentos, Mou Yongkang y Wu Ruzuo [1999] piensan que éstos deben haber tenido un significado simbólico en los entierros de élite femeninos. Lo mismo es el caso de las hachas (yue) de jade, que fueron empleadas como armas ceremoniales o simbólicas y como insignias del rango social de los individuos y quizá también del poder militar de los jefes (figura 6). Al respecto de tales hachas ceremoniales que se desarrollaron a partir de sus prototipos utilitarios (fu), se destaca que en los cementerios del rango más alto de la élite Liangzhu, es decir los de Fanshan y Yaoshan, sólo se encontraron 14 hachas de jade finamente pulidas [Wang 2018]. A diferencia de los entierros comunes, en los cuales se han descubierto gran cantidad de hachas de piedras ordinarias, en el ajuar funerario de cada tumba de Fanshan y Yaoshan en que se recuperaron estos objetos sólo se encontró uno de tales artefactos. En la Tumba m12 de Fanshan, la del rango más alto entre los entierros de élite Liangzhu, se excavó el conjunto más completo del hacha de jade hallado hasta la fecha, con sus accesorios decorativos (axe fittings) de la charnela y el pomo, fijados en ambas puntas de un mazo o cetro de madera, además de que el hacha en sí estaba adornada con el emblemático ícono de la máscara del ser humanoide y el monstruo animal.
Fuente: Reporte General de las Investigaciones en la Ciudad Antigua de Liangzhu [Instituto de Arqueología y Reliquias Culturales de la Provincia de Zhejiang 2019: 35].
Por su parte los discos bi, que forman parte de la categoría de los jades rituales, consisten en objetos planos y redondos con una gran perforación circular en su centro y fueron tallados por lo general de una materia prima diferente y de menor calidad, posiblemente seleccionada de acuerdo con la variabilidad de sus tonalidades, además de que generalmente no exhiben decoraciones en sus superficies más bien burdas. Estos objetos se presentan en diámetros con un promedio de unos 15 cm y sólo para el periodo Liangzhu Tardío muy ocasionalmente muestran diseños de pájaros en tanto símbolos cosmológicos o la forma circular de un empíreo [Childs-Johnson et al. 2009]. Los primeros discos bi eran pequeños, pero en el periodo de Liangzhu Medio se convirtieron en bienes altamente valorados, indicando probablemente, junto con las hachas yue, el estatus social del difunto. Los entierros de m20 y m23 de Fanshan contenían 43 y 54 discos respectivamente, pero curiosamente este tipo de objetos no se encontraron en el cementerio de élite más temprano de Yaoshan, en tanto que en el de Fanshan se localizaron un total de 130, los cuales muestran una clara distinción entre la cantidad y calidad entre los entierros individuales, donde fueron colocados sobre el pecho o debajo de los brazos del difunto [Wang 2018].
Autores como Wang Mingda [1997] han sugerido que los discos bi funcionaban como símbolos de riqueza de los dueños de las tumbas, pero tal como piensa Wang Mi [2018], ello no explica el por qué la tumba “real” de m12 —el entierro del más alto rango político y con el objeto de cong más grande encontrado hasta ahora— sólo presentó dos discos; si los discos no representaron la riqueza, quizá es posible que los difuntos con más discos, como en la tumba m20 en la que se desenterraron más discos y hachas, pudieron haber tenido más fuerza de trabajo a su disposición (figura 7).
Fuente: Reporte General de las Investigaciones en la Ciudad Antigua de Liangzhu. [Instituto de Investigación de Bienes Culturales y Arqueología de la Provincia de Zhejiang 2019: 42].
La singularidad de los discos quizás radica en su potencial importancia ritual y en su posibilidad de cumplir múltiples funciones ceremoniales [Childs-Johnson et al. 2009] y en este sentido ya pudieron haber funcionado como jades funerarios. Pero la interpretación más socorrida respecto de la función de los discos bi está relacionada con la ancestral cosmovisión china, en el sentido de que este tipo de jades rituales de forma redonda representaban al Cielo, tal como quedó asentado en los documentos escritos posteriores como los Ritos de Zhou (Zhouli) y el clásico confuciano del Libro de los Ritos (Li Ji). Sin embargo, su probable asociación con diferentes colores mencionada en dichas fuentes clásicas resulta algo más difícil de verificar, aun cuando el uso de diferentes tonalidades plasmadas en los materiales empleados para los discos ya nos pudiera denotar la existencia de algún patrón de valores particulares o de normas sociales específicas en su uso.
Sin lugar a dudas el objeto más característico y más sofisticado del repertorio ritual Liangzhu consiste en los objetos tubulares llamados cong, los cuales según algunos autores se desarrollaron a partir de los brazaletes redondos zhuo, para luego convertirse en objetos de forma cilíndrica con un hoyo interior hueco y redondo, y una forma cuadrada al exterior, mostrando además los tan intrigantes diseños de la máscara de “hombres sagrados” y “monstruos animales” (shenren shoumian), los cuales, tal como ya apuntamos arriba, en su forma más completa del diseño del “ícono sagrado” (shenhui) solamente han sido identificados en el entierro de m12 del cementerio de Fanshan, considerado la tumba de un rey, la cual no sólo aportó el hacha con sus accesorios completos —y ahora denominada Hacha del Rey—, sino también como el cong más grande, conocido como el Rey del Cong, con un peso de 6.5 kg y un diámetro de 17.6 cm. Estos objetos rituales en forma de tubos cilíndricos, que con sus prismas exteriores asimismo pudieran aludir a los rumbos cardinales, en tiempos posteriores de Liangzhu fueron tallados de materias primas de menor calidad [Qin 2013; Liu 2013] pero llegaron a ser más altos, a veces divididos en dos partes o mostraron paneles decorativos de varios niveles, con cada unidad mostrando el mismo tema reduplicado del hombre sagrado de dos ojos pequeños y una boca ancha, y el animal fantástico de una especie de anteojeras con sus ojos grandes, tales como quedaron evidenciados en los numerosos cong recuperados en el cementerio de Sidun [Liu 2013; Wang 2018]. Según había afirmado un investigador japonés en relación con los cong:
[…] emergió una interpretación en que su forma interior redonda fue considerada un símbolo del cielo y su forma cuadrada exterior como un símbolo de la tierra. Finalmente, se estableció como un símbolo de la tierra, que llevó a la talla de los Cuatro Signos y los Ocho Trigramas del Libro de los Cambios (Yi Jing) en la parte exterior de los cong para reforzar este simbolismo [Chang 1989: 71].
En efecto, en la interpretación predominante en términos de la existencia de una naturaleza chamánica de la religión Liangzhu, los cong decorados con los diseños características de la máscara servían de instrumentos rituales. A partir de esta idea su forma interior redonda aludía al Cielo, mientras que su forma exterior cuadrada simbolizaba la veneración de la Tierra cuadrada, y sus diferentes capas podrían haber representado los niveles cósmicos transcendidos por los chamanes en sus vuelos extáticos. De acuerdo con el planteamiento de K. C. Chang [1986, 1989, 1994] los bi y los cong en combinación simbolizaban la unidad entre el Cielo y la Tierra y expresaban tanto el poder de sus dueños como la posesión de su monopolio sobre el arte ritual que significó el acceso exclusivo por líderes exitosos al mundo divino y su sabiduría; estos individuos usaban tales objetos rituales en su actuación religiosa junto con diversas prácticas extáticas, que podrían haber incluido la meditación, la abstinencia, la música y la danza, ayudantes animales, además del consumo de bebidas alcohólicas y sustancias alucinógenas. Algunos investigadores chinos incluso especulan que cementerios como el de Sidun estaban diseñados en la forma de un cong (véase la figura 11 en Elizabeth Childs-Johnson y Gu Fang [2009: 316]) representando a su vez un modelo cósmico que simbolizaba el poder ritual de entidades políticas galácticas de hipotéticas ciudades-Estados.
Es también de resaltar que los tubos cong continuaron siendo un importante objeto ritual en las dinastías Shang y Zhou, además que se cree ahora que los motivos del “monstruo” de grandes ojos influyeron en el diseño tan socorrido del taotie que figura en los bronces conspicuos de dichas dinastías. Por otro lado, tal como también anotan Elizabeth ChildsJohnson y Gu Fang [2009] aún no queda claro por qué en algunos entierros hay más discos bi (o incluso carecen de ellos), mientras que en otros se observa una mayor cantidad de objetos rituales cong.
Por otra parte, además de adornos de jade suntuarios como collares y pendientes en forma de arcos (huang), entre los objetos de adorno que decoraban la cabeza, el cuerpo y la vestimenta de miembros del sector de la élite de Liangzhu figuran diversas piezas ornamentales como las placas en forma de la letra “d” o “media luna”, así como los tridentes (sanchaxingqi) encontrados en entierros masculinos, además de las características piezas en forma de coronas confeccionadas con técnicas de un alto grado de sofisticación como es el calado, que han sido encontrados cerca de la cabeza de los difuntos por lo que parecen haber formado parte de los tocados de personajes de la élite [James 2005; Childs-Johnson et al. 2009; Wang 2013]. Por su parte, los objetos trapezoidales de la corona (guanzhuangshi) eran de un ancho de unos 5 a 7 cm y un alto 3 a 5 cm; de sus dos a tres hoyos perforados se puede inferir que estas piezas se amarraban con pieles a los tocados, que también se les insertaba una peineta de marfil, tal como ha sido recientemente confirmado en una tumba de Zhoujiabang, además que se fijaban plumas en ellas [Childs-Johnson et al. 2009]. En cambio, algunas otras placas, como las de forma triangular provistas también con los motivos de máscara, podrían haber sido cosidas sobre la indumentaria de los brujos o chamanes, que probablemente portaban capas a la manera de los chamanes que todavía encontramos en Siberia [James 2005], lo cual también pudo haber sido el caso de figuras de pájaros y otros animales relevantes para el performance ritual en prácticas chamánicas. Por último, cabe reiterar que piezas ornamentales como algunas placas circulares (yuanpai) y los pendientes en forma de arco (huan), ensartados juntos para conformar un juego colocado sobre el pecho de los difuntos, parecen estar más relacionados con el género femenino, en tanto que las hachas yue y las placas de tridentes han sido asociadas a individuos masculinos como insignias del poder y rango social. El estado de conservación de los esqueletos de los entierros de élite de la cultura Liangzhu por lo general es muy malo, por lo que lamentablemente ha sido complicado comprobar definitivamente la relación entre género y tipos de jade [James 2005; Wang 2013].8
En el seno del marcado ceremonialismo de la entidad política teocrática de Liangzhu, los discos y objetos tubulares, junto con los diversos objetos ornamentales con su elaborada imaginería decorativa, funcionaban como símbolos materiales y espirituales tanto del poder político como ritual en ceremonias con matices chamánicos, en las que los especialistas religiosos fungieron como los interlocutores principales entre los seres humanos y las entidades sobrenaturales, y como actores críticos en ceremonias de comunicación mágica entre los diferentes niveles cósmicos [Chang 1986; Wiesheu 2010b; Liu 2013]. En este sentido podríamos subrayar que las creencias y prácticas chamánicas materializadas en los jades de Liangzhu representaban la principal base del poder en dicha entidad socio-política compleja temprana, así como también en otras culturas regionales de la Edad del Jade prehistórica de China, en la cual el arte mágico-religioso fue compartido a través de formas de jades rituales como los bi y los cong, que habían sido inventados por los artesanos-chamanes de la cultura Liangzhu en el sur de China, y que junto con su intrincada imaginería se encuentran en el origen del sistema simbólico de su cosmovisión ancestral, conformando de esta manera también la base de la emergente civilización china. Los jades Liangzhu, que en la etapa prehistórica representaron la cima del desarrollo tecnológico de la lapidaria del jade, fungieron así como símbolos materiales de las creencias y prácticas religiosas predominantes de la época al materializar de manera idónea importantes concepciones ideológicas e espirituales que revolucionaron las culturas de finales de la era prehistórica, en la cual se desarrollaron varias organizaciones políticas del tipo de las jefaturas teocráticas e incluso ya de estados arcaicos.
Conclusiones
Los numerosos trabajos arqueológicos realizados en las últimas décadas en China han aumentado enormemente el conocimiento sobre las culturas neolíticas distribuidas a lo largo y ancho de su extenso territorio. De manera significativa también han llevado a postular la existencia de una Edad de Jade para su última etapa prehistórica, identificada ahora como una era crucial en el surgimiento de su civilización milenaria a partir de una interacción multifocal y la cristalización de su sistema ritual distintivo evidenciado en el hallazgo de una gran cantidad y calidad de objetos de jade destinados principalmente a usos suntuarios y ceremoniales.
Los finamente tallados objetos de jade de la cultura Liangzhu del Delta del Río Yangtze —la más destacada entre el conjunto de las culturas del jade a finales de de la etapa prehistórica de China— han sido reconocidos como símbolos materiales y espirituales que se produjeron en el contexto de patrones predominantes de una economía ritual en que se genera un alto grado de interrelación entre aspectos políticos, religiosos y económicos, y fueron consumidos principalmente en ceremonias de carácter mágicoreligioso controladas por las élites, tal como queda ampliamente atestiguado en los entierros de cementerios de este sector privilegiado, ubicados éstos sobre colinas, plataformas rituales y en ocasiones también sobre altares. En conjunto, los artefactos de Liangzhu reflejan la existencia de una alta cultura de élite configurada en el seno de sociedades complejas de jefaturas y estados arcaicos en el sur de China, los cuales incluso podrían haber sido más tempranos que aquellos desarrollados en la Cuenca del Río Amarillo en el norte de China, que tradicionalmente había sido considerada como la cuna de la civilización china.
Este contexto también ha llevado a postular una existencia de cinco mil años de historia de la civilización china, en el marco de un discurso nacionalista, encaminado a proclamar una antigüedad igual que otras civilizaciones antiguas en el mundo pero con sus características propias, según las cuales el chamanismo y su sistema ritual distintivo subyacen a la noción del liderazgo político en la China temprana, en donde la orientación religiosa predominante justamente residía en creencias y prácticas chamánicas ampliamente sostenidas entre las diversas culturas regionales de la esfera de interacción protochina a través del consumo de jades ceremoniales o rituales. Entre los instrumentos rituales representativos destacaron los discos bi y los tubos cong, los cuales fueron inventados por los artesanos Liangzhu del sur de China y empleados como parafernalia en la actuación ritual de sus jefes o chamanes, los cuales estaban interconectados con otras entidades políticas a través de alianzas y el intercambio a larga distancia, recurriendo para ello a estrategias de liderazgo excluyentes del tipo de red, en la que quizás se compartió un mismo sistema de comunicación simbólica.
De esta manera, a lo largo de los 1 500 años de duración de la Edad del Jade, este material, considerado en esencia sagrado, simbolizó el poder político y religioso, y representó uno de los logros culturales más avanzados de su época, en la cual se conformaron las primeras sociedades complejas de China con un marcado carácter teocrático, sobre todo a lo largo de sus costas orientales, área donde se explotó y usó esta “piedra preciosa” para confeccionar finos objetos que sirvieron principalmente como marcadores del rango social y como parafernalia mágico-religiosa en el performance ritual de importantes ceremonias, que asimismo redundó en un importante capital cultural y simbólico manipulado por sus líderes emergentes. Pero también sobresalieron algunos otros desarrollos sociopolíticos en zonas interiores del territorio chino, en sitios como Taosi y Shimao, que actualmente también están recibiendo gran atención por los arqueólogos. Hasta la fecha no tenemos evidencia de que ninguna haya superado a la cultura Liangzhu en cuanto a la cantidad, calidad y variedad de objetos de jade, así como en su intrincada imaginería de los objetos altamente especializados y estandarizados colocados como parte de los ajuares funerarios en sus entierros de élite y posiblemente como parte de rituales chamánicos.
Justo a medio siglo del inicio de trabajos significativos de excavación en cementerios de la cultura Liangzhu, en junio del 2019, su centro rector conocido ahora como la Ciudad Antigua de Liangzhu fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad, con lo cual es de prever que este sitio y la cultura regional que representa va a experimentar un nuevo impulso en las investigaciones arqueológicas y la divulgación de sus hallazgos en el ámbito internacional, lo cual ya se expresa en una mayor cantidad de publicaciones, junto con la creación de un parque arqueológico y la construcción de museos que se han volcado a ostentar sus íconos más emblemáticos como son los objetos de los jades rituales bi y cong, así como su elaborada imaginería dominada por seres sagrados y monstruos fantásticos.