Lázaro Cárdenas del Río, en congruencia con su plan sexenal que incluía el compromiso de velar por los recursos forestales de México, fortaleció durante su presidencia las figuras de áreas naturales protegidas y de parques nacionales.1 Durante su mandato (1934-1940) decretó la creación de 40 parques nacionales, situando a México en esa época como el país con más parques nacionales en el mundo.2 Con el establecimiento de áreas protegidas, la política federal buscaba no sólo la conservación de la flora y fauna de los sitios y el uso racional de los recursos naturales, también visualizaba su potencial turístico.
Entre los parques nacionales establecidos durante su sexenio, cinco de ellos se encuentran en su estado natal de Michoacán.3 Destaca en este grupo el parque nacional Barranca del Cupatitzio, ubicado donde nace el río del mismo nombre en Uruapan, en virtud de que, a diferencia de los otros parques nacionales del periodo, no sólo establecía una zona de protección a la flora y fauna, sino que, además, destinaba una sección para conformar un parque público que se constituiría en el principal atractivo turístico de la ciudad. A diferencia de los otros parques nacionales, donde la intervención en el paisaje era mínima con el objetivo de permitir el disfrute de la naturaleza tal como se presenta, en el caso de Uruapan se tomó un sitio de arraigo en la población, transformando un paseo porfiriano en un parque público capaz de potenciar un discurso sobre la naturaleza y sobre la región.
Este artículo revisa la historia del sitio destacando las intervenciones realizadas entre 1947 y 1952 que lo convirtieron en atractivo turístico; postula la idea de que este proyecto se inserta en las políticas cardenistas, pero no sólo en el sentido de la conservación de áreas naturales, sino también en la construcción de un discurso en relación con la naturaleza y la identidad regional. En este sentido, se vincula con las actuaciones previas de Cárdenas en Pátzcuaro y Jiquilpan, así como en la contemporánea de Apatzingán, donde efectuó intervenciones urbanas a fin de dotar a los poblados de una imagen que representara al pueblo rural idealizado que, a la vez, podría motivar el turismo. Se parte de la revisión de la historia del sitio y de una descripción de las intervenciones para poder contextualizarlas en las políticas cardenistas.
El sitio y su historia
Uruapan del Progreso se localiza 19° 25’ 16” norte y 102° 03’ 47” oriente en una zona intermedia entre la Tierra Caliente de Michoacán y la sierra Purépecha (Figura 1). Esta ubicación le otorga un clima templado, propicio para una gran variedad de plantas; adicionalmente su altitud promedio de 1,620 msnm favorece el cultivo del café y del aguacate. El mismo nombre de la ciudad se deriva del vocablo purépecha urapani, que significa “el acto de brotar los cogollos de las plantas o lugar reverdecido”.4 La frondosidad del lugar llevó a Marian Storm, periodista estadounidense radicada en Uruapan, a dedicar un capítulo de su libro Enjoying Uruapan a las flores de la ciudad que se desbordan en patios, jardines y áreas verdes.5
Uruapan tiene antecedentes mesoamericanos y se considera que el nombre del río Cupatitzio -“lugar donde se bañan”- tiene su origen en la costumbre de la élite indígena de bañarse en sus aguas.6 El nacimiento del río se ubica al poniente del centro de la ciudad, a poco más de 1.5 kilómetros de la plaza central a vuelo de pájaro (Figura 1). Este sitio, llamado la Rodilla del Diablo, está envuelto en narrativas asociadas con la historia de la región; además de ser identificado en los relatos locales como sitio de descanso de los gobernantes tarascos, también fue ahí donde el evangelizador franciscano fray Juan de San Miguel se enfrentó al mismo diablo. Dice la leyenda:
Hubo un día […] en que el Cupatitzio, dejó de murmurar como antes, quedando seco el cauce y apagándose las cristalinas ondas del torrente. Los verdes campos, sin agua y sin rocío, trocaron su verde por el triste amarillo de las hojas secas. […] Todo era angustia, todo pena, todo ruegos y llanto. En la oscuridad de su celda, Fray Juan de San Miguel meditaba en la magnitud de aquella desgracia […] En un momento, inspirado por algún rayo divino penetró a la iglesia, hizo que las campanas llamaran con su voz a los indios […] Poco después, en solemne procesión, era conducida por las calles la imagen de la Virgen, custodiada por su corte de honor, de huanenchecha7 y sacerdotes. Llegó la solemne comitiva al nacimiento del río, triste y seco como el ojo sin luz, oró Fray Juan por breves momentos, y tomando un poco de agua bendita, roció con ella las calcinadas rocas del cauce vacío […] el suelo se sacudió entonces con un estremecimiento horrible […] y del abismo surgió la figura de Satanás que, al encontrarse con la Virgen llena de flores y cubierta de incienso aromático, retrocedió espantado, chocando en una roca, que aún conserva la quedad que dejara en ella, una rodilla del príncipe de las tinieblas.8
Es fácil constatar la importancia del sitio en el imaginario local en los numerosos elogios en prosa y poesía por autores como Eduardo Ruiz (1839-1902),9 Juan de Dios Peza, Jesús Rodríguez y Juventino Herrera Prado, entre otros;10 así como en obras artísticas de diversos pintores michoacanos, como Efraín Vargas y Manuel Pérez Coronado.
El parque ocupa un sitio escarpado por donde corre el agua que baja del manantial en la Rodilla de Diablo, formando varias cascadas entre helechos, orquídeas, floripondios y vástagos bajo la sombra de grandes árboles de hasta 30 metros de altura.11 En su recorrido, el agua forma caídas -destacan el Gólgota y el Salto de Camela o de la Camelina-12 y un sitio llamado Baño Azul por el color del agua. Entre las flores que menciona Storm en su descripción del lugar figuran el clerendón (clerodendrum thomsoniae), los lirios (zephyranthes), la estrella de belén (ornithogalum), los zarcillos o arete (bessera elegans), el codo de fraile (thevetia), la begonia (begonia tuberosa), el floripondio (brugmansia arborea), las dalias (dahlia), el ojo de pájaro (thunbergia alata), las flores de la barranca (thenardia floribunda: apocynaceae) y otras especies. En la descripción de Storm figura también, de manera importante, la llamada piñanona (monstera deliciosa) y muy diversos helechos, además de una gran variedad de árboles, entre ellos los chirimoyos (annona cherimola) y, aunque no sea endémico del lugar, una variante de plátano con hueso (musa pardisiaca).13
Seguramente por su belleza natural fue la zona de la ciudad donde en el siglo XIX se construyeron algunas quintas campestres: la quinta Hurtado, la quinta Camelina y la quinta Ruiz. Corresponde a una época de auge -en el ámbito nacional- en cuanto a la construcción de chalets o casas de veraneo en las áreas de expansión de las ciudades, misma que se vincula, a su vez, con ideas sobre los beneficios de los paseos al aire libre para la salud. Estas casas solían ser eclécticas en estilo, con la tendencia a buscar el pintoresquismo a través de elementos neo-medievales y la composición asimétrica. Señala Katzman que para los constructores de casas de campo de finales del siglo XIX “las diferencias entre el cottage suizo y las villas ‘francesa’, ‘tudor’, ‘italiana’ o ‘gótica’ son secundarias. Los aspectos distintivos en las casas […] son: la separación entre la casa y las colindancias del terreno, la actitud romántica hacia la naturaleza, el rechazo del tradicional patio [… ]”.14 Otro rasgo típico de las quintas campestres era su apertura hacia el exterior, que invierte la tradicional casa de patio. La conexión con los jardines se da a través de corredores exteriores, porches y terrazas en planta alta y, a diferencia de la casa virreinal que se adosaba a las colindancias, se emplazaban al centro de grandes predios. Los jardines también solían tener un aspecto pintoresco, donde la naturaleza se complementaba con estanques, fuentes, esculturas, y hasta con miniaturas. Quioscos y bancas potenciaban la idealización del paisaje natural y permitían su goce.
La quinta Hurtado se encontraba en los terrenos actualmente ocupados por el Hospital Civil y la Cruz Roja, cruzando la calzada fray Juan de San Miguel enfrente del parque (Figuras 2 y 3). Era propiedad de Mariano Hurtado. Además de una casona tenía extensos jardines y “un pequeño lago donde se veían peces de colores y había lianas que servían para usarse de un lugar a otro atravesando el lago; se contaba además con alberca”.15 En su guía a Uruapan, Marian Storm también describe la quinta Hurtado, donde “orquídeas violetas de primavera colgaban de la corteza de casi todos los árboles, y los floripondios alcanzaban los balcones, además de que canastas de otras orquídeas de la temporada se columpiaban bajo las ventanas de la silenciosa casa, en la que sólo se escuchaban los gritos de los pavorreales en el patio interior”.16 Las largas y detalladas descripciones de Storm de los helechos, plantas de ornato y árboles frutales ilustran la idea del jardín en el periodo porfiriano, donde prevalecía lo pintoresco.
La quinta Camelina, ubicada al oriente de la capilla de Santiago, prácticamente daba continuidad a la quinta Ruiz, separadas entre sí por una cerca de ramas. Además de la casa, el sitio estaba dotado de un puente, un quiosco y un pequeño molino que aprovechaba la fuerza con que el agua caía por el salto de agua La Camela (o La Camelina) (Figura 4). Al respecto del lugar, escribió Storm en 1945:
Hace siete años La Camelina era el sitio más consolador de la tierra. Al pasar por su viejo zaguán, uno entraba a un mundo lejano de “todas las cosas feas y rotas”, fragrante, quieto y arrullado por el tiempo. Quisiera volver a verlo como era entonces. Las camelinas se veían contentas en las dulces tardes de lluvia en agosto, en una claridad exquisita y bañadas por un cálido sol. El jahuike (lirio de tigre) ardía en la sombra. La larga cascada colgaba como una cortina de diamantes. Pero La Camelina fue víctima de un asalto, al norte, sur, este y oeste. Cortaron los arbustos y vástagos en la orilla poniente del Cupatitzio para sembrar hortalizas. Se hicieron canales para llevar agua del río hacia unas chozas construidas en pequeñas propiedades que ocuparon la orilla-bosque al oriente. Una reja colocada al centro de la cascada cerró la posibilidad de disfrutar del paisaje en ese extremo. Y, el transparente canal principal se volvió un lavadero de ropa para las mujeres y, desde luego, un lugar donde los jóvenes se bañan desnudos.17
De las tres quintas mencionadas, la mejor documentada es la quinta Ruiz, propiedad que dio origen al parque. Múltiples fuentes indican que había en el lugar una huerta que fue comprada por Toribio Ruiz, padre del político michoacano Eduardo Ruiz Álvarez, en 1868.18 La finca se utilizó para el cultivo de café y para la ganadería, y en el lugar se construyó una casa.19 Esta casa ecléctica, con algunas remembranzas neomedievales, probablemente date de la década posterior a la compra (Figuras 5 y 6).
Se trataba de una estructura asimétrica de dos pisos con techos de vertientes y corredores exteriores que permitían la contemplación de los jardines. Los vanos tripartitos con marcos de ladrillo, el uso de óculos y el cerramiento en forma de grapa en algunos vanos nos hablan de lenguajes eclécticos típicos de finales del siglo XIX. Estaba rodeada por un jardín de aspecto silvestre típico del periodo, que contrastaba con los jardines públicos de geometría estricta de trazo radial característicos de la época.
Referente a la quinta, relata Paredes:
En este tiempo la casa de la familia estaba al lado derecho de la entrada actual y enfrente de la misma había un amplio y hermoso jardín de rosales de una gran variedad de colores y tonos. Atrás de la casa se pasaba por una avenida a la huerta de gigantescos aguacates criollos, cafetos, naranjos, nísperos, chirimoyos y muchos otros frutos. Esta avenida conducía a un puente de madera, que años más tarde la gente del pueblo llamó “del recuerdo”.20
La heredera de Ruiz, su hija Josefina, quedó a cargo de la propiedad a partir de 1902 hasta su venta al gobierno federal en 1938, por lo que también se le conoció como quinta Josefina. Durante ese periodo, a pesar de ser propiedad privada, había acceso a la finca y era lugar de paseo de los uruapenses y de visitantes a la región. A decir de Ceja, “desde principios del siglo XX era uno de los paseos predilectos entre la población, en el rancho se llegó a sembrar café, también plátano y aguacate criollo, así como otras frutas. Doña Josefina daba permiso a los visitantes y a los vecinos, que llegaban a caballo o a pie de entrar y disfrutar de su bella finca”.21
De esa época se distinguen algunos sitios al interior del predio: la Rodilla del Diablo, el Agua Azul y el lugar de la camelina. El primero corresponde al nacimiento del río, ya descrito en relación con la leyenda de su origen. El segundo es donde se forma una pequeña alberca en que el agua, por los reflejos de la vegetación, adquiere un color azul turquesa vivo y el tercero, con una importante presencia en la narrativa y en la fotografía histórica, es una gran cascada donde había una camelina; este sitio formaba parte de la quinta Camelina. Estos tres lugares tan significativos aparecen en el mapa pictórico elaborado por Justino Fernández en 1936 (Figura 7). Adicionalmente, el registro fotográfico hace constar la presencia de puentes que se conservan en la actualidad, así como diversos usos, incluyendo los paseos turísticos, el lavado de ropa y la recreación en la Rodilla del Diablo.
De quinta a parque público
La creación del Parque Nacional Barranca del Cupatitzio se efectuó mediante decreto presidencial publicado el 2 de noviembre de 1938 en el Diario Oficial de la Federación. Los considerandos de este decreto indican el interés en la explotación racional de los recursos de la zona para crianza de peces, además de identificar su uso recreativo en aras del turismo:
Considerando que en el lugar conocido con el nombre de Rodilla del Diablo tiene su nacimiento el río Cupatitzio que es el más importante que se encuentra en el Municipio de Uruapan, cuyas aguas son aprovechadas en la producción de energía eléctrica, en las industrias y en el riego de huertas y terrenos de cultivo que se encuentran inmediatos a dicho río; aguas que por su buena calidad son apropiadas para el establecimiento de una Estación Piscícola que sirva para la propagación de peces que más tarde serán un elemento importante en la alimentación de los vecinos de la mencionada población de Uruapan y motivo de pesca deportiva;
Considerando que los terrenos que circundan la Rodilla del Diablo, así como sus inmediatos se encuentran en una parte colindando con la zona urbanizada de la ciudad de Uruapan y está cubierto de una vegetación exuberante, que les da una belleza especial, motivos por los cuales los habitantes de dicha ciudad, así como sus visitantes, han hecho de ellos centros de recreo;
Considerando que todo centro de población debe contar con grandes extensiones de terreno cubiertas de vegetación inmediatas a ella que reporten beneficios de carácter biológico y climatológico a la colectividad y que, a la vez, sirvan como centros de solaz, y recreo a los habitantes de la localidad;
Considerando que la belleza tradicional de Uruapan y sus contornos, se debe principalmente a lo exuberante y variado de su vegetación que se justifica por lo fecundo de su suelo y lo agradable de su clima que hacen de dicha ciudad un centro de atracción turística.22
El decreto no indica la extensión del parque, sino que se limita a referir un plano elaborado con anterioridad y los nombres de los sitios:
Terrenos de Casanapitiro; Potrero de Mendoza; los Jazmines; Encino Gacho; El guayabo, Palo Alto, Rancho la Mora, Rodilla del Diablo y Huerta Quinta Ruiz hasta colindar con la capilla de Santiago; terrenos que están considerados en el plano levantado en octubre de 1935 por el personal de la Dirección de Bienes Nacionales. Comprende además la zona federal del río Cupatitzio, desde el mismo parque hasta el Vivero de Árboles situado en el sitio conocido por el Popo.23
A decir de Paredes, el parque se creó con dos transacciones de venta al gobierno federal realizadas en febrero de 1939: una por $60,000 pesos con Josefina Ruiz, dueña de la quinta Ruiz, y otra con Dolores Murguía por $7,000 para “los montes”.24 En el contrato de venta se estipuló el objetivo de la compra:
[…] establecer un costo [sic] de caza como reserva forestal para la protección y propagación de animales silvestres en dichos montes, hacer de la huerta un parque arboratum [sic] de carácter público que contenga las plantas más bellas del Estado de Michoacán, lo cual intensificará la afluencia del turismo en Uruapan; y proteger de una manera especial la buena atmósfera y el clima propio del lugar, así como las aguas del Río Cupatitzio que atraviesan la huerta […].25
El parque, aunque existía en papel y era lugar de paseo para habitantes de la localidad, no figuraba en los ejercicios de planeación urbana. El equipo encargado de la elaboración del plano regulador, encabezado por Carlos Lazo y en el que participaron actores locales, no identificó el parque ni en los planos de uso de suelo como área de recreo, ni como área de potencial turístico. En los planos aparece vacío, o en aquellos con color, pintado de verde, pero sin diferenciar de otras zonas arboladas de la ciudad. Curiosamente, un anexo fotográfico preparado durante la elaboración del plano incluye una imágen del jardín central de la ciudad con la leyenda “Buen ejemplo de los parques que necesita la ciudad”, sin reparar en la importancia y el potencial que tendría el parque nacional.26 Esto indica que, en 1948, a diez años del nombramiento, aún no se visualizaba como parque. Es de notar, de igual manera, que en el plano regulador publicado por la Comisión del Tepacatepec tampoco figura.27
Las descripciones de Marian Storm del lugar y de su flora datan de 1945, después de la creación del parque, pero antes de los trabajos de la Comisión del Tepalcatepec que lo adecuaron para su nuevo uso (Figura 8).28 Además de la información sobre la flora, en su texto lamenta la pérdida de la quinta Camelina, que estaba al sur del actual parque por la comercialización de la propiedad, la quinta Hurtado (que se encontraba frente a la quinta Ruiz), por el empobrecimiento de la familia, y la quinta Ruiz, por la venta al gobierno federal.
La venta de la quinta Ruiz al gobierno federal y la creación de un parque público en una parte de ésta cambió sustancialmente la zona. Aunque sin duda se aprovecharon elementos existentes, se creó una infraestructura acorde al nuevo uso que incluía una puerta de acceso con sus oficinas, el empedrado de caminos (muy probablemente preexistentes) y una amplia obra hidráulica que incluía canales de agua que acompañan los caminos peatonales en algunas secciones y las atraviesan en otras, así como fuentes de ornato. Se construyeron nuevos puentes sobre el río y se mantuvieron algunos que ya existían (Figura 9).
La extensión del parque nacional es de 471.8 hectáreas; de ellas, 452 son de bosque de pino y 19.8 corresponden al área del parque que está abierta al público, que es el tema que nos ocupa en el presente artículo.29
A instancias de Lázaro Cárdenas, en 1947 se creó la Comisión del Tepalcatepec, un organismo que, al igual que la Comisión del Papaloapan, tenía como objetivo promover el desarrollo regional a través de obras de infraestructura, sobre todo hidráulica. Dependía de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos, pero vinculaba a diversas instancias gubernamentales para la implementación de proyectos integrales de bienestar para la población que involucraban agricultura y explotación de recursos naturales por un lado y, por otro, educación, higiene y salud.30 Incluía, además, inversión en equipamiento cultural con la finalidad de dotar a algunas localidades con elementos que podrían potenciar el turismo. La sede de la Comisión fue Uruapan, aunque la mayor parte de la obra en su primera etapa corresponde a la Tierra Caliente de Michoacán. El mismo Cárdenas fue su vocal ejecutivo de 1947 a 1958.
Fue durante los primeros años de la Comisión que, a la par con el desarrollo de presas, represas y de sistemas de riego, se dotó al parque de Uruapan de sus caminos empedrados, fuentes y cenadores. Sobre la autoría del proyecto y el diseño de fuentes y cenadores no hay certeza; sin embargo, es probable que la participación del arquitecto local Enrique Marín López haya sido clave en el proceso. Marín apoyó a Cárdenas en diversos proyectos en ese periodo, incluyendo la realización de un levantamiento de la quinta Eréndira en 1950. Es también plausible la participación de ingenieros hidráulicos de la misma Comisión, por lo menos como asesores para el funcionamiento de las diez fuentes que se crearon entre 1947 y 1952.
El diseño del nuevo parque
A casi diez años del decreto que convirtiera a la quinta Ruiz en parque comenzaron las obras. La entrada y el edificio de la administración se establecieron en la parte baja del parque, donde estaba la casa de la quinta y muy cerca de la capilla de Santiago. Esta ubicación, que aprovechó la entrada existente, presentaba la ventaja de su cercanía al centro de la ciudad, lo que facilitaba su acceso a pie desde la plaza central de la localidad. Alrededor de un gran árbol se trazó una glorieta, que hoy en día es la plaza de acceso. Cabe mencionar que la glorieta se trazó en terrenos que correspondían a la quinta, por lo que es probable que la casa se haya derribado para construir la glorieta.31
El diseño de los caminos se hizo de manera concomitante con obras hidráulicas, de manera que el agua acompañara a los visitantes desde el acceso en la parte sur hasta el norte, donde está el manantial y la salida, junto al hotel Mansión del Cupatitzio. Además del río y sus afluentes hay canales que encaminan el agua, que en algunos tramos corre a un lado de los caminos peatonales o cruza debajo de ellos.
Tres caminos principales parten en forma radial de una placita de acceso que está adornada con la fuente Copa de Oro, uno hacia la parte inferior del parque donde está la cascada La Camelina, otro hacia las fuentes y uno más que recorre la parte alta de la barranca y comunica el acceso (junto con el edificio de la administración) con el estanque piscícola y las partes altas del parque. Estos caminos fueron empedrados; el sentido del empedrado no solo es práctico, sino también discursivo en esta y otras obras promovidas por Cárdenas (Figura 10). Los materiales pétreos que aparecen en caminos, muros de contención y como recubrimientos en cerramientos de concreto, bardas y puentes, potencian el discurso en torno a la naturaleza. Para ello observamos no sólo piedra volcánica sino también piedrita de río que permite esconder las señales de la modernidad en los materiales.
La propuesta del empedrado, una decisión sabia en relación con la filtración de agua también tuvo una intención estética. En alusión al imaginario de los poblados típicos, Cárdenas usó empedrados en sus casas particulares y también las promovió en obra pública en Pátzcuaro y en Jiquilpan. Por ejemplo, en Pátzcuaro, se usaron empedrados en una zona de crecimiento de la ciudad que tendría la función de recibir al turismo proveniente de la nueva carretera o de la estación de tren y dirigirlo hacia el muelle. En Pátzcuaro el embellecimiento de esta zona, contigua a la quinta Eréndira, propiedad del general, se hizo bajo su supervisión directa.32
Como ya se mencionó, en el lugar había algunos puentes durante el periodo en que fuera ocupado por la quinta Ruiz; no obstante, se observa la renovación de algunos de ellos con la adición de recubrimientos de piedra de río. Actualmente el sitio cuenta con los puentes La Camelina, De los Recién Casados, Los Enamorados, Del Recuerdo, De la Yerbabuena y el Gólgota.
Las fuentes, salvo la que se encuentra en el acceso al parque (Copa de Oro), aprovecharon las caídas naturales del agua encausando el líquido hacia diseños artísticos donde el agua es protagonista. Los nombres dados a las fuentes refieren en algunos casos a los efectos producidos (cola de pavo real, velo de novia, arcoíris, flor de lluvia o espejo); para otros más se usaron vocablos purépecha, como la Huriata (sol, en purépecha), así como las fuentes Xipacata (arcoíris), Janintzizic (flor de lluvia), Cutzi (luna) y Eréndira, en alusión a la heroína purépecha (Figuras 11 y 12).
Fuente: Comisión del Tepalcatepec, Memoria de los trabajos realizados. 1947-52. Inauguración de la primera etapa, Uruapan, Comisión del Tepalcatepec, 1952, s.p.
Las fuentes son elementos ornamentales que van marcando el recorrido de los visitantes y constituyen uno de los principales atractivos del parque. En el acceso está la fuente Copa de Oro, una fuente tradicional fabricada con cantería, cuyo surtidor y vertedero están levantados sobre un pedestal. Tiene vaso en forma de arabesco con el piso decorado con formas florales en rojo, anaranjado, verde y amarillo. Cabe señalar que es la única fuente que funciona con bomba eléctrica.
Cerca del salto de agua La Camela o La Camelina, cruzando el puente de los Recién Casados se encuentra la fuente Cutzi. Es de un diseño sencillo; encamina una caída de agua sobre tres escalones, entre muros de basalto cubiertos de líquenes y helechos. La nariz de los escalones hace que el agua, en lugar de deslizarse, caiga de manera libre a manera de cortina.
La fuente Xipacata refiere con ese vocablo purépecha el efecto de la luz solar sobre el agua y consta de tres chorros verticales que producen un arcoíris al ser atravesados por la luz solar. El vaso de la fuente, de forma ovalada y poca profundidad, está ubicado en una plataforma y rodeado de una superficie empedrada delimitada por muros de basalto.
La fuente Los Espejos se presenta como una serie de tableros en un muro de contención. Construida de piedra volcánica y con un cerramiento cubierto de piedrita de río, tiene algunos cuadros que contienen jardineras, también cubiertas con piedra de río, y otros de piedra lisa donde escurre el agua, dando el efecto de espejo, antes de llegar a un canal en su parte inferior. La presencia de humedad propicia el crecimiento de helechos, listones y alocasia.
La fuente Eréndira es un hito en el parque. Es una fuente larga, elaborada a base de basalto con cuatro escalones desde donde salen los chorros de agua; ésta corre por los escalones entre líquenes y helechos hacia un canal a nivel de piso. El muro que sirve de fondo a la fuente se decoró entre 1969 y 1971 con una pintura mural de Manuel Pérez Coronado, pintor originario de Uruapan conocido como Mapeco, quien se hizo ayudar por Alfonso Villanueva Manzo y un joven Efraín Vargas Mata.33 A pesar del estado deteriorado de la pintura se reconoce como temática el estado de Michoacán con representaciones de la región lacustre de Pátzcuaro -con los pescadores con sus redes de mariposa, la representación de la danza de los viejitos y un músico-, la Tierra Caliente -con sus músicos y los instrumentos propios de los sones de la región, como el arpa- y la tierra fría -el volcán del Paricutín, las zonas boscosas y la representación de la troje de madera típica de la sierra purépecha-.
Con diseños que forman esculturas con el agua destacan las fuentes Velo de Novia y Cola de Pavo Real. En el primer caso, el surtidor llena un vaso semicircular adosado a un muro de basalto desde donde cae el agua de forma que simula un velo y después se vierte en una alberca cuadrada a nivel de piso con un borde recubierto con piedra de río. La fuente Pavo Real se localiza en un nicho frente a una caída natural de agua; la fuerza del agua permite que, después de caer, resurja en la parte inferior y, dirigida por varios surtidores, brote en forma de abanico a manera de cola de pavo real.
Una de las fuentes más espectaculares en la Janintzizic o Flor de Lluvia en la cual, sobre un muro de basalto de forma curva, escurre el agua de manera estruendosa para caer en un canal. Frente a ella hay una pequeña placita y un muro bajo desde donde se puede apreciar el espectáculo. El agua pasa por debajo de esta plataforma y sale del otro lado formando una pequeña cascada.
La fuente Huriata, con El Tornillo frente a ella, da continuidad a la caída de agua sobre piedra sin labrar, dirigiendo el líquido por una amplia escalinata dividida en tres secciones por dos jardineras; una escalera lateral permite el acceso a la parte superior. El Tornillo es una fuente sencilla que, aprovechando la presión natural, impulsa el agua a un surtidor en forma de cabeza de tornillo desde donde el agua cae a un vaso recubierto de piedra de río.
Además del diseño y construcción de las fuentes, la Comisión se hizo cargo de la construcción de cenadores que, al igual que lo hacían los quioscos de las quintas decimonónicas, permitían el disfrute de la naturaleza. La mayoría de ellos se localiza sobre los caminos principales al interior del parque y cuenta con mesas y bancas de concreto. Se construyeron nueve de estos cenadores, uno de ellos con mesa larga y asador (Última Cena) (Figura 13). Al igual que en el caso de las fuentes, la mayoría se identifican con nombres purépechas, como es el caso de los cenadores Tzintzún (colibrí), Huiraca (petate), Tecarigua (superficie limpia), Tzentzangari (cara bonita) y Characú (niño o niña), quedando como excepciones La Herradura y Once Apóstoles (cerca de la cascada La Camelina).
La construcción de los cenadores se inspiró en el imaginario de la arquitectura rústica: en varios de ellos se usaron recubrimientos de piedra y cubiertas de teja roja, aunque el material principal de construcción fuera el concreto armado. En algunos, el material está trabajado para parecer madera, aunque no llega a la simulación que sí se aprecia en otras obras de este tipo promovidos por Cárdenas, las cuales tenían el propósito de imitar a la naturaleza.34 Su ubicación en plataformas en las orillas de río en las partes altas de la barranca permiten a los usuarios disfrutar de la vista del río inmersos en la naturaleza. Por lo menos uno de ellos, el cenador Once Apóstoles, parece ocupar un sitio previamente usado para el mismo fin.
Cárdenas y el parque nacional en Uruapan
La creación del Parque Nacional Barranca del Cupatitzio se inserta en las políticas cardenistas en dos ámbitos: la conservación y uso racional de los recursos naturales y la promoción turística de poblados típicos. Adicionalmente, aunque no se trataba de una expropiación, la compra de la quinta Ruiz y su transformación en un espacio público se vinculan con el discurso revolucionario de entregar al pueblo bienes que estaban en manos privadas. Por otra parte, la creación del parque también tiene relación con el gusto personal y arraigo regional del general Cárdenas, cuyo aprecio por el campo y la horticultura están bien documentados; la predilección de Cárdenas por los árboles dio como resultado un trabajo sostenido en el embellecimiento de las ciudades de su estado a través de la creación de áreas verdes y la plantación de árboles.
El decreto de creación del parque en su superficie total se vincula con las políticas federales de conservación y con lo que Wakild considera la “cientifización de la explotación de los bosques”.35 Si bien este objetivo aplica a la parte del parque que quedó como reserva, pareciera ser que el diseño de la sección que es parque urbano responde más a otros objetivos: propiciar el aprecio por el sitio, tanto del río como la vegetación tropical, y crear una atracción turística.
La importancia dada a la cuestión del turismo durante el periodo presidencial de Cárdenas, sobre todo en la historiografía de la arquitectura, ha quedado opacada por las otras prioridades de la Revolución, como la construcción de escuelas, hospitales y vivienda. A decir de Alberto Pani, el turismo fue un “producto genuino de la Revolución Mexicana de 1910”36 que recibió un gran impulso con la apertura de la carretera panamericana y el auge del turismo de automóvil en los años treinta y cuarenta del siglo XX.37 En este escenario, a nivel nacional se buscó aprovechar el patrimonio cultural, en particular el arquitectónico y arqueológico, como atractivos en el desarrollo del turismo.38 En Michoacán se buscó el fortalecimiento de los poblados típicos como espacios que, además de representar a México, podrían atraer a visitantes en una época en que el viaje en auto facilitaba recorridos a localidades pequeñas. Para ello, poblados como Pátzcuaro, Jiquilpan y, unos años después, Apatzingán, recibieron equipamientos culturales (museos, bibliotecas, pintura mural) que servirían para motivar el turismo.39 En Uruapan, además de la recuperación de la huatápera y la construcción de la pérgola en la plaza central de la localidad, sería el parque el gran atractivo.
Cárdenas era amante de los árboles; esto se constata no solamente en las políticas forestales que promovió sino también en sus casas, donde procuró estar directamente involucrado en el diseño de los jardines. Refirió en diversos textos su labor y la de su esposa, doña Amalia Solórzano, en la creación de los jardines de la quinta Palmira en Cuernavaca y la quinta Eréndira en Pátzcuaro. En su casa en Jiquilpan, donde tenía un huerto, daba seguimiento a sus plantas poniendo pequeñas placas con información de dónde se habían traído, así como su fecha de plantación y muerte.40
A nivel urbano, este interés se reflejó en la dotación de calles y bulevares flanqueados con árboles.41 En Michoacán, las intervenciones hechas en Jiquilpan en la década de 1930 incluyeron la creación de avenidas arboladas y dos grandes parques insertos en un programa de reforestación, el Bosque Cuauhtémoc y el Bosque Juárez.42 Cárdenas escribió un texto, publicado de manera póstuma, sobre este proyecto en el cual estuvo directamente involucrado. Relata los distintos intentos de reforestación, las diferentes especies que se introdujeron, los efectos de una sequía y los éxitos del proyecto.43
Desde la Comisión del Tepalcatepec, entre 1947 y 1961, diversas iniciativas retomaron el tema, por ejemplo, para la creación de nuevos asentamientos como Buenos Aires y Antúnez, donde los caminos de acceso son anchos bulevares con jardines centrales de hasta quince metros de ancho y donde la traza se articulaba por grandes glorietas. De manera contemporánea a la creación de estos asentamientos, y en el marco de la pavimentación de las carreteras, se crearon nuevos accesos a Uruapan y a Apatzingán que se caracterizan por presentar un aspecto arbolado y sombreado.
Así, el proyecto del parque se entiende en un contexto más amplio que tiene que ver, entre otros factores, con el interés del general por el cuidado de los árboles y el reconocimiento de su importancia en zonas urbanas, todo lo cual motivó diversas acciones. En el caso del parque nacional, los árboles y la vegetación ya estaban presentes, aunque es evidente, a partir del registro fotográfico, que se efectuaron cambios. El carácter del jardín decimonónico con sus plantas de diferentes regiones donde podía aparecer un vástago junto a un rosal, o un fresno al lado de una palmera washingtonia y donde se buscaba crear escenarios pintorescos con estanques, fuentes, miniaturas, quioscos y bancas se borró. Así, no sólo se demolió la casa porfiriana, sino también el jardín, en aras de construir otra imagen del paisaje natural.44 En otro contraste con la quinta porfiriana, saldría del ámbito privado para convertirse en un bien del pueblo.45
El diseño del nuevo espacio daba realce a la vegetación tropical, aunque no toda fuera endémica.46 La naturaleza se enalteció con la adición de caminos empedrados e inclusive se recubrieron puentes con piedra de río. El cuidado con el trabajo de la piedra caracteriza la obra cercana a Cárdenas; aparece en caminos y en los patios de sus casas, como la quinta Eréndira, la casa familiar en Jiquilpan y la quinta Palmira en Cuernavaca. En Jiquilpan inclusive mandó construir una pequeña casa de campo llamada la Casita de Piedra en el Bosque Cuauhtémoc, que es un muestrario de distintos acabados con este material. Lo anterior permite entender la función discursiva del material, que también es protagónico en el diseño de las fuentes.
La reelaboración de la quinta campestre de Eduardo Ruiz con la introducción de senderos empedrados, fuentes y cenadores para convertirlo en parque público revela no sólo la intención de crear un atractivo turístico, sino también de reemplazar un discurso porfiriano en relación con la naturaleza con una propuesta acorde a las ideas de Cárdenas. Con las obras emprendidas se tejió un nuevo discurso que, con la ayuda de la lengua purépecha, rescata la memoria local y deja invisibilizado el periodo porfiriano.