La reciente pandemia atizó la estrecha conexión entre el espacio urbano y arquitectónico con los microorganismos, derivando en importantes reconfiguraciones biopolíticas. En este contexto, resulta crucial reconocer la incidencia de las tecnologías de biopoder heredadas del pasado. Este artículo se enfoca en la asepsia espacial como una tecnología clave en la modernización de San José (SJ), Costa Rica (CR), la cual permitió a una élite gestionar la vida humana con base en técnicas de regulación de microrganismos.
La anterior hipótesis transdisciplinaria se divide en tres propuestas. La primera introduce la tecnología de asepsia espacial (TAE) como una específica de la que Foucault denominó tecnología reguladora de la vida.1 La segunda argumenta que la espacialidad moderna se desarrolló en CR desde finales del siglo XIX con la implementación de las ideas higienistas en los espacios hospitalarios y urbanos.2 La tercera propone que las TAE jugaron un rol importante para impulsar el proyecto “civilizatorio” de la oligarquía desde inicios del XX, con repercusiones hasta la actualidad.
La investigación empleó una metodología cualitativa, combinando un análisis crítico de fuentes históricas3 y otro programático de infraestructuras urbanas, edificios y leyes asociados al médico y político costarricense Carlos Durán Cartín (1852-1924). Estos se organizaron en una línea temporal de la que se sintetizan cuatro momentos históricos que conforman las partes del texto. Allí se exponen las evidencias que apoyan o refutan la hipótesis y propuestas derivadas.
Primero se expone el andamiaje teórico/conceptual, seguido por la introducción de la asepsia y las ideas higienistas impulsadas por el Dr. Durán. Luego se exploran las “alteridades biológicas” en sus facetas de endurecimiento de las fronteras nacionales y de la dominación de la otredad. Seguidamente se evidencia la consolidación de la asepsia en el Sanatorio de Tuberculosos Carlos Durán y se culmina con la asimilación e invisibilización de la asepsia como una tecnología moderna.
Andamiaje teórico/conceptual
La investigación asume el espacio como una categoría política maleable resultado de relaciones locales. En relación con las políticas que refieren a lo vivo, se retoma el análisis inicial de Foucault sobre “biopolítica” en Río de Janeiro4 y se marca una separación respecto a su teoría en Defender la Sociedad. La “biopolítica” en Foucault no tiene inicialmente el tinte antropocéntrico de sus posteriores investigaciones.5 La entiende ampliamente como el control y vigilancia sobre los cuerpos y la enfermedad, donde la medicina es tan solo una de sus estrategias.6 Por el contrario, al referirse a la “biohistoria” explicita una necesidad epistémica de estudiar un campo biopolítico interespecie que pueda abarcar, por ejemplo, al bacilo de la tuberculosis.7
La “medicalización del espacio urbano” precede al “descubrimiento” de la agencia de los microorganismos. El espacio urbano se reorganiza en función de “las cosas” como “medios de vida” o “medios patógenos” -aire, agua, descomposiciones o fermentaciones- desde el siglo XVII en Francia.8 Estas innovaciones urbanas permearon paulatinamente en la arquitectura hospitalaria.9 Por ejemplo, con la apertura de corredores para la correcta circulación del aire, la ubicación de desagües, pozos y lavaderos para evitar contaminaciones, o bien con la compartimentación de las distribuciones internas que separan e individualizan a los tipos de enfermos.10
Así prolifera una serie de estrategias espaciales que Foucault entiende como “tecnologías políticas”,11 entre las que propone la disciplina como técnica de gestión del hombre (sic)12 y posteriormente la “tecnología reguladora de la vida”.13 Mientras que la primera aplica al hombre/cuerpo y tiene por objeto el adiestramiento individual, la segunda aplica al hombre/especie y tiene por objeto la población y sus procesos vitales -natalidad, longevidad, morbilidad, mortalidad, etc.- en una “biorregulación por el Estado”.14
No obstante, esta tecnología diverge ya del rumbo al que interesa llevar la idea de biopolítica, en tanto ambas aplican en exclusiva al “hombre” como categoría, u homo sapiens como especie. Se busca, por el contrario, dar cuenta de cómo dichas estrategias de poder están trenzadas con lo biológico en su conjunto a partir de otros sistemas de dominación que trasciende a diversas especies, las cuales no suelen aparecer en la teoría biopolítica. Por lo tanto, esta investigación desdibuja la fina línea que separa al humano (o la sociedad) de otros procesos biológicos en los que estamos inmersos.
Es necesario realizar una distinción no explícita en Foucault entre “técnica” y “tecnología”. Esta investigación lo establece según el peso de la agencia humana o no-humana en determinada téchne. La “técnica” implica una acción humana directa en un procedimiento, mientras que la “tecnología” involucra un ensamble de “cosas” -sean vivas o inertes- con cierto grado de autonomía. Aunque puede haber una acción humana en un ensamble tecnológico, esta sería parte de una “agencia distribuida”.15 Dicho de otro modo, una técnica puede confeccionar elementos tecnológicos y las tecnologías pueden estar sometidas a procedimientos técnicos, pero las tecnologías pueden eventualmente diferir en los efectos planteados originalmente por la contraparte humana.16
En este sentido, los arquitectos modernos desarrollaron una serie de tecnologías basadas en técnicas de otras áreas, tal como la asepsia médica. Se ubican las TAE en la arquitectura a partir de los aportes teóricos/históricos de Beatriz Colomina, quien demostró cómo en la arquitectura moderna surgió, avanzada la primera mitad de siglo XX, de la asimilación de las técnicas médicas para afrontar la tuberculosis.17 La ventilación e iluminación son fundamentales y las nuevas técnicas constructivas permitían abrir los espacios como no se había realizado hasta entonces. Las visuales horizontales hacían más placentero el reposo. El mobiliario se levantaba del suelo para facilitar la limpieza. Lo mismo con las esquinas curvas que utilizaba Mies van der Rohe. Las paredes blancas surgieron como tecnologías explícitas para detectar y combatir la suciedad:
Si la casa es completamente blanca, la forma de las cosas se recorta sin posibilidad de error […] cada cosa resalta y es registrada de forma definitiva, negro sobre blanco; es honesto y digno de confianza. Ponga aquí cualquier cosa deshonesta o de mal gusto y le chocará inmediatamente al ojo.18
Algo similar sucedió con los pilotes que, según Le Corbusier, buscaban rechazar el “suelo natural” como “fuente de reumatismo y tuberculosis”, declarando a ese suelo “mojado y húmedo” como “enemigo del hombre”.19 Esto es relevante. A diferencia del momento previo al que se refiere Foucault, donde el paciente era guiado por el médico a un “estado de naturaleza”. Ahora la “naturaleza” -entendida como los organismos, bacterias, humedades, suciedades, etc.- se concibe como fuente de enfermedad, siguiendo una lógica amigo-enemigo. Surgió una higiene visual que implicaba diseñar aquello que no se veía o no se quería ver,20 con la cual se emplazaban las “cosas vivas”, como moho, polvo, líquenes, insectos o incluso, como veremos en los inicios de los principios higienistas, también poblaciones humanas no deseadas. Todos asumidos como otredades.
Lo anterior se puede entender como una “medicalización del espacio doméstico o una domesticación microbiológica”21 llevada a cabo a través de la arquitectura moderna, con la cual se separó el espacio humano de otros agentes biológicos; llegando incluso a eludir procesos vitales básicos como la putrefacción, el deterioro, la muerte, la descomposición, entre otros.22 Esta exclusión se apoyó en nuevos materiales como el acero, el vidrio y el concreto, que parecen negar el paso del tiempo y son materiales extremadamente fáciles de limpiar. El estado en la salud que provocaba esta arquitectura fue rápidamente apetecido por las clases altas, quienes iban de vacaciones a los sanatorios por sus efectos y posteriormente por una cuestión de estatus.23 Así, la arquitectura moderna tuvo una rápida propagación desde Europa y EEUU hacia al resto del mundo, tal como lo hizo el movimiento de “arquitectura internacional”.24 Este estilo llegó a CR -así como a otros países de Latinoamérica- alrededor de la segunda mitad del siglo XX en una ola de expansión urbana. Sin embargo, a partir de la propuesta de Colomina, interesa situar las ideas higienistas que se gestaron décadas atrás, como otro vector de análisis para el programa urbano y arquitectónico del proceso de modernización de CR.
Introducción de las ideas higienistas, 1875-1887
[…] los médicos higienistas y la posterior incursión de la bacteriología desarrollaban sus propias estrategias de intervención del espacio en proceso de urbanización, para lo cual la capital servía de modelo experimental.25
Carlos Durán Cartín fue una figura clave en la reforma hospitalaria de finales del siglo XIX. Durán regresó a CR en el 1883 tras realizar sus estudios en la Escuela Guys Hospital en Londres y asistir al reconocido Dr. Joseph Lister,26 un médico de fama mundial por el descubrimiento e implementación de la asepsia y la antisepsia.27 En 1885 asumió la dirección del Hospital San Juan de Dios,28 donde introdujo una serie actualizaciones basadas en el modelo de medicina social europeo.29 Promovió, por ejemplo, la sectorización y distribución los pacientes por aposentos según fueran hombres, mujeres o niños, así como la individualización de expedientes para la producción de estadísticas médicas.30 Además modernizó la infraestructura hospitalaria, actualizando desagües y cañerías según las nuevas medidas sanitarias.31
Durán introdujo también innovaciones médicas avanzadas para la época, tales como la creación de un laboratorio de bacteriología en 189432 y la aplicación de la anestesia en operaciones en 1881. La introducción de la técnica aséptica en cirugías fue otro importante aporte, utilizando ácido fénico para esterilizar el ambiente de la operación, las manos y los instrumentos.33 Este proceso inicialmente llamado “antisepsia” -ya que acaba con los microorganismos causantes de diversas patologías empleando para ello agentes químicos-, se entendió luego como “asepsia”, la cual busca mantener los instrumentos limpios de manera metódica por medio de la esterilización con vapor.34
El éxito de estas reformas hospitalarias convirtió a la higiene en un ideal para el incipiente desarrollo urbano de la época.35 Primero con el control de la propagación de microorganismos en los alimentos y las enfermedades que propagaban los animales de granja en la ciudad, luego con la vigilancia de las prácticas higiénicas de la población y más tarde con el control de la población misma, en tanto “portadora de enfermedades”. En este proceso que atravesó la higiene, las incipientes élites cafetaleras encontraron los medios para afianzar un proyecto “civilizatorio” que respondiera a alcanzar sus aspiraciones europeas.36 A continuación un breve desglose de este proceso.
La municipalidad de SJ -de la que Durán fue munícipe años más tarde37- instrumentalizó la higiene para impulsar el desarrollo urbano y el comercio. Desde 1880 la municipalidad solicitó al prefecto del Sena de París que enviara los reglamentos del servicio de aguas, alumbrado y policía municipal con el fin de imitar sus procesos de saneamiento e implementar los “nuevos principios modernos”.38 Esto contribuyó a establecer los llamados Mercados Municipales,39 esbeltas estructuras de hierro, consideradas signos de progreso y modernidad, que facilitaban el control de la higiene y la recaudación de impuestos.40
Los Mercados remplazaron el comercio de las plazas donde las carnes, las verduras, los animales vivos, entre otros, estaban mezclados entre ellos y entre tumultos de personas. Cada alimento se emplazó con control estricto por parte de la Policía de Higiene.41 Hay indicios que esta Policía operaba desde 1836,42 sin embargo fue Durán quién creó un cuerpo permanente de policías de higiene al estar en el cargo de ministro de Gobernación en 1885.43 Los objetivos explícitos de la Policía de Higiene eran los de “supervisar y controlar las prácticas higiénicas de los habitantes” -especialmente de los sectores populares.44 Este cuerpo policial estaba a cargo también de velar por el cumplimiento de las leyes contra la vagancia, el juego y la prostitución que se fueron generando entre los años 1865 y 1890.45
La concepción de dos instituciones clave cierran este primer episodio. Un Hospicio Nacional de Locos (sic) en 1885 -posteriormente Asilo Chapuí- propuesto por Durán46 siendo secretario de Estado y la Penitenciaría Central de SJ en 1882,47 concebida explícitamente como un programa de “higiene social contra el crimen” durante la presidencia de Ascensión Esquivel.48
Consolidación de la alteridad biológica, 1893-1909
[…] la microescala de las bacterias se convirtió en la base para el mobiliario, las habitaciones, las casas y las ciudades: lo micro y lo macro, la bacteria y la ciudad.49
El Asilo Chapuí y la Penitenciaría de SJ fueron infraestructuras diseñadas para disciplinar principalmente sectores populares. En su proceso de gestión y construcción, la élite cafetalera desarrolló también otras obras para contornar una identidad propia -clave para comprender la alteridad que perfilaba-. Destacan la Escuela Metálica y el Teatro Nacional, proyectos en los que participó el Ing. Lucas Fernández,50 quien debió encontrarse con el entonces presidente de la República, el Dr. Carlos Durán (1889-1890).51 Durante su breve administración contrató la primera obra, aprobó el impuesto para la segunda e inauguró el llamado Hospicio de Locos (sic) que planteó 5 años atrás.
Tras estas edificaciones se intensificaron las políticas de persecución, segregación y exclusión de los sectores que obstaculizaban el proyecto civilizatorio en marcha. Leyes como La Ley de Profilaxis Venérea de 1893,52 la prohibición entrada de “razas peligrosas” de 188753 y la persecución de la prostitución54 reflejan este enfoque. Posteriormente regularon la inmigración en 1904 y en 1905 prohibieron la entrada a personas con “trastornos mentales, personas con enfermedades contagiosas de lepra y peste bubónica”.55 En 1890 Fernández fue comisionado por CR para la demarcación de los límites fronterizos con Nicaragua y dos años más tarde asumió el puesto de jefe de Obras Públicas durante la presidencia de Ascensión Esquivel (1902-1906).56 Durante este periodo trazó los planos de la mencionada Penitenciaría Central de SJ basados en sus estudios de “ingeniería correccional” en Estados Unidos y Europa.57 En 1908 el Estado creó un nuevo código para la Policía del Orden y la Seguridad de SJ, asegurando con ello un flujo constante de reclusos a la penitenciaría a partir de 1909.58
El gobierno abrió además otra serie de instituciones “higienizadoras”: un nuevo Hospicio de Leprosos,59 otro de Incurables y dos hospicios de Huérfanos.60 Se dio también el primer intento de Durán por crear un Sanatorio para Tuberculosos con una propuesta que presentó al alcalde, el Dr. Luis Paulino, en 1904.61 A pesar de no consolidarse, Paulino publicó en 1905 un libro sobre la tuberculosis, donde estableció lo que para él era una clara relación entre el consumo de alcohol y la contracción de la tisis.62 Este texto evidencia una conexión moral entre el enfermo y su marginación social al afirmar que “el tísico por sí mismo no es peligroso, pero se hace peligroso si tiene malas costumbres”.63 Si bien en el contexto se refiere a los malos hábitos de higiene de una persona, podemos ver cómo los estigmas de la clase política patologizaban algunos comportamientos de las clases populares.64
Los microbios comenzaron a fungir como un “nuevo” actor social en el que se apuntalaban y justificaban las políticas a partir de las causas señaladas por los científicos.65 Los recursos propios del lenguaje bacteriológico mutaron hacia el lenguaje y metáforas políticas, dando forma a una alteridad humana tanto como no-humana.66 Así, la oligarquía conformó una “alteridad biológica” por oposición a su marco identitario de valores desde un temprano inicio de siglo. Ésta, remite a un cuerpo “otro” de aquel considerado “normal”, donde se privilegian los atributos relacionados a lo civilizado, a la educación o al cultivo de la mente por encima de su contraparte biológica. El “otro” es el fisiológicamente “anormal”,67 el cognitivamente diferenciado -los tachados “locos” de la época-, el cuerpo enfermo como fuente de reproducción de bacterias, parásitos u otros microorganismos, el cuerpo venéreo, el leproso, los “incurables”, el tísico; pero también otros cuerpos estigmatizados por su desencaje social como la prostitución, la vagancia o el alcoholismo. El cuerpo “otro” es el cuerpo “peligroso”, el cuerpo inmigrante, el cuerpo racializado.
Si el racismo tiene la función de distinguir y jerarquizar “la raza” a nivel poblacional en la “tecnología reguladora de la vida”,68 la asepsia como tecnología higiénica lo hará en la categoría más amplia de la “alteridad biológica” para regular la vida de diversas especies y sus interacciones. Hugh Raffles sitúa la fuerza discursiva que tomaba el entrecruzamiento del humano con organismos no-humanos en la Europa de entreguerras, culminando en las conocidas atrocidades del programa eugenésico nazi. Sin embargo, en la práctica, muchas otras naciones implementaban, desde décadas atrás, los mismos principios en su organización urbana moderna.
La eliminación de la enfermedad purificó tanto a la raza como a la sociedad […] y, cada vez más, las víctimas humanas de la enfermedad eran vistas como indistinguibles de sus portadores no humanos: ratas, piojos y otras “alimañas” invasoras y parasitarias.69
Aunque CR no adoptó un positivismo radical70 o un darwinismo social71 como otros países de la región, las TAE lograron objetivos similares de manera más sutil -con menor resistencia y con formas de violencia discrecionales72-, compatibles con un gobierno democrático. Las políticas expuestas no buscaron únicamente “el bienestar de la población”, sino que funcionaron también para categorizar las poblaciones humanas y hacerlas más productivas o funcionales para el poder instituido. De esta manera se promovió una visión particular hacia el trabajo, el desarrollo y la productividad que fue apoyada por poderes económicos internacionales como la Fundación Rockefeller.73
Este periodo se constituyó por medio de un orden antiséptico que se fue institucionalizando a través de las leyes, instituciones e infraestructuras expuestas,74 hasta llegar a perseguir, regular, remediar, expulsar o erradicar a ensambles específicos de personas, bacterias, virus o especies parasitarias. En este sentido, el caso del Sanatorio de Tuberculosos es un caso particular de síntesis de estas ideas biopolíticas.
Sanatorio Durán, la asepsia como tecnología espacial, 1915-1922
Recientemente el Sanatorio Durán ha sido revalorizado como un hito de los avances médicos de CR y centro pionero para la atención de tuberculosos en Centroamérica.75 El alcance de esta obra estatal se atribuye principalmente a la combinación de la trayectoria médica-política de Carlos Durán, las técnicas espaciales y constructivas de Lucas Fernández y los aportes del Dr. Luis Paulino, entre otros miembros de la junta directiva.76
Durán tomó la iniciativa como diputado de la República77 tras la experiencia de afrontar la tuberculosis de su hija.78 Más que una cuestión humanitaria, lo consideró un problema económico en un momento en que la cura de la población se volvió rentable para el Estado.79 Las funciones del sanatorio reflejan la relación entre higiene y economía política: “aislar focos de infección”, prevenir la propagación de la tisis y reinsertar socio-productivamente a individuos que de otra manera “estarían condenados a la muerte” o a la “improductividad”.80
Tras la aprobación del proyecto, Durán convocó a Fernández quien estudió el Sanatorio de Eudowood en Maryland81 para adaptar la construcción82 al emplazamiento elegido dictado por la junta directiva, basados en los estudios climáticos de Elías Leiva.83 Inaugurado el 1 de noviembre de 1918 el sanatorio contaba con 60 camas distribuidas en 4 secciones para hombres, mujeres, niños y pensionados. Con el tiempo, se conformó un repertorio programático amplio, convirtiendo al sanatorio en una suerte de pequeña ciudad.84
Aunque las primeras obras arquitectónicas presentaban un estilo victoriano y art déco, su núcleo ideológico albergaba ya las ideas centrales de la arquitectura moderna. Con lo que, lejos de sus pretensiones estilísticas, estas obras se pueden considerar como una “arquitectura protomoderna” en CR. Algunas características acorde a los principios modernos son la elevación sobre pilotes concebidos explícitamente para evitar la humedad del suelo,85 el diseño de las ventanas para la iluminación y ventilación natural de los espacios (Figura 1), la escogencia detallada del mobiliario para las diferentes estancias en función de la limpieza86, así como de ciertos materiales, como los mosaicos en pisos y paredes (Figura 2),87 y la incorporación de otras tecnologías higiénicas, como un novedoso sistema de “depuración bacterial” -tanque séptico- que no poseía ninguna otra institución de CR en la época.88 No obstante, otras innovaciones funcionales como la disposición de las camas hacia el espacio interior oscuro (Figuras 3a y 3b), así como la preferencia estética por estilos históricos y la ausencia de materiales propiamente modernos como el concreto y el acero se encuentran aún lejos del canon.89

Fuente: Beatriz Colomina, Arquitectura de rayos X, Barcelona, Puente Editores, 2019.
Figura 3b Disposición de camas mirando hacia el exterior en el Sanatorio Sonnenblick, de Werner Hebebrand.
Con esta primera etapa del Sanatorio el propio Durán inició un proceso de desvinculación gradual de las técnicas médicas respecto a la gestión política -que hasta ese momento operaban en estrecha relación-, por medio la creación de la Secretaría de Higiene y Salud Pública el 12 de julio de 1922. Con ello el área de la salud aumentó su independencia respecto al gobierno central.90
Ampliación del Sanatorio Durán, 1936-1940
La incipiente división entre medicina y política, promovida por Durán, necesitó aproximadamente 14 años en consolidarse. El Dr. Solón Núñez marcó la transición a esta división cuando asumió el cargo de secretario y ministro de Salud. Así mismo, Núñez fue clave en la ampliación del sanatorio91 durante el gobierno de León Cortés -conocido como “la administración del cemento y la varilla” por su extensa construcción de infraestructura pública-,92 gobierno en el que las obras experimentaron cambios significativos en términos de materialidad, técnica y estética.
Aunque esta arquitectura no se asemeja a la de la posguerra, desde la perspectiva desarrollada se puede considerar una versión endémica de la arquitectura moderna en CR. Con esto interesa señalar que el debate predominante de etiquetas estilísticas para estas arquitecturas como “estilo racionalista”,93 “estilo neocolonial o neohispánico”,94 puede perder de vista el desarrollo de las ideas biopolíticas encarnadas en sus resoluciones técnicas, funcionales y materiales.
En el caso del sanatorio, las nuevas obras adoptaron un estilo austero con paredes blancas, amplios ventanales horizontales y mejoras en las medidas higiénicas en la selección de materiales. Asimismo, se volvió un contrapunto más marcado de su entorno natural, evidenciado con la nueva casa del médico/director (Figura 4a) y el Pabellón de Aislamiento (Figura 4b), este último con un ventanal horizontal que recuerda a la Villa Savoye (1929). Esta separación arquitectura/naturaleza se acentuó también con las remodelaciones paisajísticas. Destacaba un área de jardín que contenía especies vegetales mediante demarcaciones lineales (Figura 5a) y otro que lo hacía mediante el uso de vacíos en las losas de concreto (Figura 5b). Estos emplazamientos conectan la racionalidad bacteriológica e higienista que aislaba al inicio sólo a microrganismos, con la segregación de especies y de poblaciones a espacios confinados, sin contacto exterior y con determinaciones climático/sanitarias específicas para su correcto funcionamiento.95

Fuente: Antonio Zelaya, op. cit.
Figura 5a Remodelación de los jardines del Sanatorio Durán durante el gobierno de León Cortés.

Fuente: Antonio Zelaya, op. cit.
Figura 5b Remodelación de los jardines del Sanatorio Durán durante el gobierno de León Cortés.
Los principios desarrollados en estas obras se aplicaron posteriormente en la capital, donde las planificaciones urbanas y planes reguladores segregaron espacios programáticos específicos para “mejorar el funcionamiento” de la ciudad. La delimitación administrativa de ríos, áreas silvestres y parques naturales siguieron el mismo patrón, al margen de los nuevos desarrollos urbanos destinados a contener a grupos humanos, igualmente segregados por áreas.96
Esta marcada división entre el espacio natural y humano fue reflejo de la separación entre la técnica médica y la gestión política que abrió este periodo. La primera prestó atención al cuerpo biológico y los organismos que lo “invaden”, mientras que la segunda se encargó de gestionar sociedades humanas purificadas de “otros” seres biológicos. Esta separación ontológica fue fundamental para el éxito de las operaciones asépticas en el espacio urbano y arquitectónico, dando a la sociedad “civilizada” la ilusión de haber erradicado a las bacterias y demás alteridades, aun cuando éstas seguían trabajando activamente en nuestros cuerpos y procesos sociales.97
Aunque el sanatorio trajo múltiples beneficios, su reverso como laboratorio biopolítico permitió ensayar y expandir la asepsia como tecnología espacial. Este proceso se facilitó por la distancia que tomaron la medicina, la política y el espacio, lo que marcó una “clausura” al proyecto biopolítico del poder hegemónico que, sin embargo, continuó operando a través de sus tecnologías. Así, la técnica aséptica, inicialmente un procedimiento acotado, se consolidó, normalizó e incluso se reprodujo de manera impremeditada hacia el cierre de este periodo.
Consideraciones finales
La evidencia recopilada en las anteriores secciones delinea cuatro etapas distintas por las que transitó la asepsia, desde su introducción como técnica médica hasta su asimilación, incorporación e invisibilización en la arquitectura como tecnología biopolítica. Retrocediendo en los planteamientos principales, se demuestra que efectivamente hubo una élite compuesta por la oligarquía cafetalera, intelectuales y médicos, que, dada la eficacia de la asepsia en los hospitales, la adoptaron como técnica para organizar la vida pública en SJ. Esta implementación contribuyó a aumentar la productividad de la población al tiempo que cohesionaba la estructura política, económica y cultural del país en un proyecto “civilizatorio”. En este sentido, la asepsia colaboró a introducir el progreso y la modernidad en CR bajo el auspicio e inspección del gobierno.
Siguiendo el proyecto del Dr. Carlos Durán, queda claro que el Sanatorio fue el resultado de cuatro décadas de experimentación médica y política. Su arquitectura, disposiciones urbanas y paisajísticas reflejan muchos de los principios modernos orientados a la salud. Al señalar el desarrollo de estos principios modernos en la arquitectura vinculados a la biopolítica, se cuestiona la reducción de la arquitectura moderna a una sucesión de estilos históricos que culmina con la irrupción del estilo internacional de mediados del siglo XX. Lo anterior invisibiliza el proceso histórico de conformación de tecnologías asociadas al biopoder en la arquitectura y disciplinas espaciales afines.
Finalmente, las TAE permiten explicar cómo se alcanzó una gestión de la población humana vía la regulación de microorganismos. La gestión de lo vivo se basa en las “alteridades biológicas”, donde las TAE asignan a cada especie sitios específicos para su control, ocultamiento o aprovechamiento. Este enfoque desmonta una tendencia claramente antropocentrista en la teoría biopolítica contemporánea. Si los efectos de las TAE aquí descritas parecen distantes, podría deberse a lo habitual de éstas en nuestra cotidianeidad.
Como especie hemos generado una dependencia a la gestión activa de entidades biológicas al punto que hoy nos resulta imposible renunciar a las TAE. Sin embargo, es importante tener presentes los efectos adversos de sus usos vinculados a la arquitectura y el urbanismo cuando se traslapan con la gestión de la vida que hacen diversas formas de poder. Sus implicaciones van más allá de las políticas discursivas, especialmente en un momento donde estos traslapes entre la producción espacial y las tecnologías biopolíticas en relación a microorganismos están cobrando fuerza en las reconfiguraciones actuales.