El silencio de las palabras, la transmedialidad incipiente

La historia que narra Martha Cuevas es una historia pesimista, no por las razones vertidas en un discurso, es el pesimismo que hay permea en una sociedad que no sabe bien quien es el villano.

Evidentemente es sobre un jefe del crimen organizado que aparece en el libro el silencio de las palabras con nombre beatifico que amenaza y cumple, que cumple y persigue, que acosa y se ríe.

O de esas autoridades que solo vemos en su faceta armada enviando a los de las armas a vigilar que no les pase nada a las víctimas y claro también vigila a las a las víctimas, ya de paso por si acaso.

Entre todo este singular equipo vamos a hacer generosos llamándolos así, Martha el alter ego de la autora escribe horrores, persecuciones, opina, cuenta, diluye, magnífica el caso del acoso a un diario.

El maleante se siente lesionado en su oscuridad porque el diario publica algunas cosas sobre él. El crimen organizado no solo impone su presencia, igualmente trata de evadirla, el argumento se parangona con otro otro libro que se llama La verdad sobre el caso Savolta de Eduardo Mendoza, o algunas obras del escritor de las muchas novelas de italiano Leonardo Sciascia, en nuestro estado con las obras de Ángel Vega por cierto que igualmente se asoma a este abismo de crímenes y violencia que se apoderan del entorno.

En el silencio de las palabras título más que elocuente por su inesperado círculo, Cuevas cuenta que es lo que sucede cuando se corta un medio de comunicación, la comunicación se termina ya no se busca la noticia, porque el mismo diario se ha convertido en noticia.

El director del diario tiene que preocuparse protección pues el odio de la mafia no tiene límites. Martha la que cuenta atraviesa una descripción por su inseguridad, ella misma se siente insegura y no puede con esto, su hijo podría sufrir un atentado, un secuestro, su padre muchas veces la conmina a dejar es profesión

“un día van a matarte“

le dice y en esas escenas fatídicas que envuelve esta novela se tienen impresiones bastante curiosas.

Si algo debiésemos considerar a parte de la estructura bastante extensa, es que las escritoras de nuestro estado, muchas de ellas señoras mayores siguen buscando a la manera de García Márquez su presente en su pasado, o las nuevas generaciones de novelistas que no quieren acercarse a esos temas, tengamos en cuenta que las mujeres novelistas en Tabasco son pocas, creo que solo Martha Cuevas es la única novelista joven que no quita el dedo del renglón.

Ella se atreve a lo que muchas mujeres no y creo pocos hombres, Martha Cuevas se añade a esa literatura que escriben mujeres, que comienzan el legado una generación que añade un nombre periodístico en un tema que también incluye ficción y las cosas no son lo mismo.

El periodismo aporta la información y el oficio, la literatura el arte, el estilo el disfraz entre las muchas expresiones de nuestros tiempos vemos poco la fuerza de la palabra y asistimos más a la de la impresión.

Después de restos de vida de entre estas páginas de su novela, se crea un incendio, pero nunca realizado a tontas y locas como todos los incendios, porque se desbordan, se contienen, se consuman y se desatan como ese verso delicioso de Fernando Nieto cadena donde estimula las palabras a gritar, a gemir , a chillar.

La autora estalla claro, pero no como los hombres de las novelas que patean cosas, tiran objetos, dicen palabrotas, Martha comunica, por algo es su primera carrera, concede la hechura de un camino maldito de todas las voces y su estallido es más porque es un bidón de llamas tenues, pero igualmente letales.

Lo que distingue esta novela es la disección que hace de los tiempos violentos, es como un recuento feroz de la serie a gastas del crimen organizado para evidenciar su poder ocultándolo luego y llevándolo a su fin, Martha se hace definitivamente a la denuncia

La novela sirve para la denuncia, es un catalizador social, un conato de ira, de impotencia, al ver que su jefe, su amigo, su hermano tiene que exiliarse la vida de la periodista toma un sesgo, ella en el puesto de su jefe tiene que hacer callar a las palabras

El diario calla y solo hace notas sociales, de espectáculos o deportes, la autora ofrece soluciones, pero expone los hechos al instante, pero ni quiere que nadie lo sufra en la importancia de lo que es el trabajo periodístico, la protagonista osa vérselas con el temor en las sombras del que exilio a uno y amenaza a otro.

El Santos que curiosamente en un nombre irónico no descansa, ellos villanos siempre están en forma. El golpe fue dado.

Martha como autora duele, y su mensaje se transforma en un escenario de teatro griego, una frase de Milán Kundera, una referencia a los tiempos modernos y la reacción de algunos crímenes emblemáticos que hace de El silencio de las palabras la obra de una autora, enterada inteligente conocedora del tema.

Esto, aunque pareciera cosa fácil es tirar las armas, ella es la caballera andante de la cinta reciente de una plataforma, la protagonista no necesita de los caballeros de antaño ella solo se defiende del ogro, del dragón y es el turno de las novelas.

Esta novela la autora defiende su derecho a decir, a informar y a no quedarse callada, claro las consecuencias pueden ser inminentes, la nueva escritora sabe maquillar estos casos y lo hace muy bien.