Introducción
Formarse para llegar a ser un economista requiere de múltiples habilidades y del conocimiento de diversas materias como Matemáticas, Estadística, Metodología de la Investigación y Análisis Económico; además de una amplia serie de conocimientos que le permitan al especialista analizar a nivel micro y macro, para luego ser capaz de observar y proponer en torno de sistemas económicos.
Al hacer una revisión documental de veinte planes de estudio aplicados en 2021 por universidades de América Latina, para otorgar el título de economista, se encontró que los contenidos y número de materias de Historia son escasos, en promedio de tres a cinco cursos totales por programa revisado.
Los contenidos dedicados a Historia, que obligatoriamente deben cursar los estudiantes de economía, paulatinamente han disminuido. Lora y Ñopo (2009) elaboraron un comparativo de la formación de economistas en América del Sur, para la primera década del siglo XXI. Analizaron programas escolares y libros de texto de más de cuarenta universidades públicas y privadas; y concluyeron que “la importancia dada a enseñar historia diverge ampliamente entre instituciones desde un contundente cero por ciento de contenidos relacionados en una decena de éstas, mientras que en otras sesenta dedican entre el 12 y el 30% del contenido total” (p. 32-45).
La disminución del tiempo y contenidos dedicados a enseñar Historia en planes de estudio para la formación de economistas ha sido paulatina. Por esta razón se consideró necesario exponer argumentos que sostengan su relevancia y oportunidad de enseñarla, así como los beneficios que para los economistas tiene el aprender los métodos de la historia y el estudio de tópicos eminentemente económicos con un contexto histórico.
Al respecto, desde mediados del siglo XX emergió una Historia ligada a la evolución de las sociedades, lo que permitió concebirla como un instrumento privilegiado para la formación de ciudadanos libres, con espíritu crítico. “La materia de Historia debe permitir utilizar las posibilidades del método histórico para enseñar a analizar críticamente el presente, y para acercarse al pasado desde una posición intelectual que busca la objetividad” (Prats, 2001, p. 108).
El presente trabajo consta de cinco secciones, la primera relativa al exordio. En la segunda, se aborda el proceso de aprendizaje, en qué consiste y por qué es importante. El tercer apartado introduce argumentos para sostener la hipótesis de la relevancia de enseñar Historia a los futuros Licenciados en Economía. En el cuarto se presentan sintéticamente dos enfoques que brindan importancia divergente a la Historia para la ciencia económica. Finalmente, en la quinta y última sección se presentan las conclusiones.
Aprendizaje: qué es y por qué es importante
El aprendizaje es un proceso continuo y dinámico que permite la transformación y evolución de los individuos. Sus elementos integrales son conocimientos teóricos y prácticos que a medida que se profundizan y dominan, tienen impacto directo en habilidades, destrezas, aptitudes, competencias y actitudes. Por ejemplo, cuando un infante aprende a leer, requiere asimilar aspectos teóricos como el alfabeto, las sílabas, la fonética y entonación, para ser capaz de formar palabras y con la práctica, leer determinado número de estas por minuto, además de comprender su contenido. Leer incide en entender textos escritos, captar mensajes, identificar y distinguir diferentes tipos de información; lo que finalmente permitirá utilizarlos de manera conjunta y transformarlos en conocimiento.
El aprendizaje es importante para individuos y sociedades. De acuerdo con diversos autores, la educación tiene relación directa con el bienestar de las personas, el crecimiento económico de los países e incluso el nivel de emprendimiento y sus resultados (Cunha et al., 2006; Heckman et al., 2006; Glewwe y Kremer, 2006; Coleman et al., 1966).
Que el proceso de aprendizaje sea relevante no explica por qué resulta útil o necesario aprender Historia, especialmente para economistas. Llegar a ser un licenciado en economía tiene como propósito desarrollar habilidades para analizar e interpretar el sistema económico, el cual está constituido por “las estructuras de producción, la distribución, el consumo de bienes y servicios, su interacción con el medio natural, el contexto social, institucional y político de una sociedad” (Alburquerque, 2018, p. 21).
En este orden de ideas, no resulta claro para muchos maestros y educandos de ciencia económica, la relevancia de tomar sesiones de Historia; en cambio soslayan su riqueza. Evidencia de ello son posturas que catalogan a la materia como “innecesaria e inmovilizante para economistas” (Dasgupta, 2002, p. 64). O bien, autores como Stigler (1969) y Gordon (1965) la denostan al afirmar que la Economía es una ciencia progresiva en constante desarrollo, más próxima a las ciencias naturales que a las sociales.
Empero, la Economía y la Historia se suplementan; el origen mismo de la primera reitera esta idea:
La Economía nació como Economía Política, es decir, como un esfuerzo de conocimiento de sus objetos de estudio fundamentales -producción, circulación, distribución- en un escenario intensamente condicionado por factores sociopolíticos, institucionales e históricos (Cerutti, 1999, p. 86).
Al respecto, un argumento valioso lo encontramos en la riqueza de la educación en sí misma y sus efectos indirectos a largo plazo; esto es, personas educadas al mismo tiempo que se hacen poseedores de más capacidades -que al aplicarlas les sirven de sustento- también resultan menos susceptibles de engaño o manipulación. Lo anterior es un planteamiento de Adam Smith (1776), personaje destacable porque sus aportes se consideran el fundamente de la Economía como una ciencia:
La diferencia entre dos personas totalmente distintas, como por ejemplo un filósofo y un vulgar mozo de cuerda, parece surgir no tanto de la naturaleza como del hábito, la costumbre y la educación. Cuando vinieron al mundo, y durante los primeros seis u ocho años de vida, es probable que se parecieran bastante, y ni sus padres ni sus compañeros de juegos fuesen capaces de detectar ninguna diferencia notable, poco después resultan empleados en ocupaciones muy distintas (…) El estado deriva una ventaja considerable de la educación. Cuando más instruida está la gente menos es engañada por los espejismos del fanatismo y la superstición, que con frecuencia dan lugar a terribles perturbaciones entre las naciones ignorantes… (p. 31 y 518).
En el siguiente apartado se presenta argumentos adicionales sobre la relevancia de aprender Historia como parte de los pilares del conocimiento para los próximos licenciados en Economía.
Importancia de la Historia en la formación del economista
Los estudios a nivel de licenciatura -también denominado pregrado en algunos países de América Latina-, en cualquier área del conocimiento, persiguen como fin transmitir un conjunto mínimo de saberes y desarrollo de habilidades, competencias y actitudes indispensables para el ejercicio de una profesión, mediante la integración de las personas en formación al mercado laboral.
En este orden de ideas corresponde entonces responder ¿qué hace un economista y cómo ello se relaciona con la Historia? Un profesional de la ciencia económica realiza diversas actividades y tareas que a continuación abordamos. En primera instancia, usan su instrumental metodológico, terminología, conocimiento teórico y empírico para interpretar la realidad, lo cual puede hacerse de diversas formas y basados en múltiples enfoques.
Es un hecho que el ser humano está inmerso y es producto de su entorno, al mismo tiempo que lo ha modificado; en consecuencia, la vivencia de las personas y las sociedades generan Historia. Al respecto, Gramsci (2011) señala que “los hombres hacen la Historia a la vez que son productos de ella” (p. 45).
A lo anterior se adiciona que la realidad que se interpreta es compleja y en constante cambio; por lo que los profesionales de la Economía se encargan de buscar explicaciones a las relaciones dinámicas de dicha realidad, por ejemplo las formas de reproducción social, cuya base es el modo de producción. Marx (1857) lo define como:
… las formas de reproducción de la vida material, constituidas a su vez, por fuerzas productivas y relaciones sociales de producción determinadas, necesarias e independientes de la existencia del hombre; el conjunto de tales relaciones constituyen la estructura económica de la sociedad, sobre la cual se eleva una superestructura jurídica y política a la que corresponden determinadas formas de conciencia social (p. 12).
Justamente la aportación de Marx sustenta el gran enlace entre la Historia y la Economía, que ilustramos como un argumento más del nexo necesario entre ambas ciencias, porque aplicando el materialismo histórico es que interpretó la realidad económica, esto es, que los sucesos históricos le van dando forma a los medios materiales, así explicó las transiciones de los modos de producción, ubicando cinco fases, a saber, el modo primitivo, el esclavista, el feudalista, el capitalismo y finalmente, el socialismo; generando una Historia de la evolución social, lo que a su vez se traduce en condiciones de producción diferentes.
Entonces, las sociedades se ven influenciadas por la Historia, por su medio y a la vez, los miembros de estas modifican el entorno y toman decisiones con base en los resultados del pasado, resultando en un mecanismo de doble vía que va evolucionando y transformando los medios de vida. De este modo, la Economía efectivamente se concibe e interpreta como una ciencia social en constante dinamismo, apoyada por la Historia para efectos de interpretación, lo cual queda de manifiesto en lo siguiente:
Al respecto de la Historia durante largo tiempo fue concebida como si su tarea consistiera apenas en mantener vivo el recuerdo de acontecimiento memorables según criterios que variaron en función de las distintas formaciones culturales. La función de esta disciplina se limitó primeramente a conservar en la memoria social un conocimiento perdurable de sucesos decisivos para la cohesión de la sociedad, la legitimación de sus gobernantes, el funcionamiento de las instituciones políticas y eclesiásticas, así como de los valores y símbolos populares, el saber histórico giraba alrededor de ciertas imágenes con capacidad de garantizar una (in) formación compartida (Pereyra et al., 1980, p. 18).
La Historia no solo explica el pasado porque ello implicaría que simplemente consiste en un conjunto de relatos con fechas, nombre y lugares. Su relevancia se encuentra en interpretar fenómenos y procesos; de este modo es posible establecer causalidades, cursos de acción tomados, y para ello es necesario el análisis y el pensamiento crítico.
En este tenor, la Economía se ve enriquecida por la transferibilidad de competencias y aptitudes. El método histórico estudia el pasado descomponiéndolo en partes, lo que permita observar las causas - políticas, sociales, económicas, geográficas, religiosas, etc.- que explican los hechos.
En consecuencia, los profesionales de la Economía se enriquecen de tal método al intentar explicar las causas de diversas problemáticas sociales como la pobreza, el desempleo, la inflación, el estancamiento económico, la mala distribución del ingreso; porque se trata de cuestiones multidimensionales, con consecuencias múltiples, por lo que es fundamental contar con economistas capaces de vislumbrarlos y reflexionarlos desde diversas aristas, para luego proponer políticas y alternativas de solución, mismas que deberán ser monitoreadas para evaluar sus resultados.
Los economistas son estudiosos que requieren instrumentales metodológicos que les permitan elaborar abstracciones y explicar la realidad en un mundo complejo, para con base en ello recoger y analizar datos que confirmen o refuten hipótesis.
Por su parte, la Historia aplica observación, metodologías de investigación descriptiva para la recolección de hechos, análisis, abstracción y formulación continua de figuraciones que posteriormente serán contrastadas. De este modo, actualmente podemos saber cómo vivieron civilizaciones de antaño, cómo eran sus jerarquías sociales, su modus vivendi, cosmovisión, entre muchos otros elementos.
La enseñanza de la Historia en Economía “contribuye al desarrollo de habilidades y capacidades necesarias para participar en debates teóricos dentro de la disciplina y permite ver cómo ha cambiado la función y la intervención de los economistas en la sociedad” (Álvarez y Hurtado, 2010, p. 14).
La Historia y la Economía se entrelazan generando profesionistas capaces de describir objetivamente su realidad y sugiriendo modificaciones a la misma, en otras palabras, se complementan y completan como ciencias sociales contribuyentes a conocer e interpretar el todo. Esta interpretación se sostiene por:
El reconocimiento de la Historia como realidad acontecida e inmodificable supone, a la vez, el reconocimiento de sus componentes, jamás iguales a la totalidad histórica. La Economía, o las actividades económicas (la producción, las finanzas, el comercio, la agricultura, el crecimiento industrial) son sólo una porción de esa totalidad en movimiento que tantas huellas ha dejado a través de los siglos (Cerutti, 1999, p. 82).
Un ejemplo del estrecho nexo entre Historia y Economía surgió en el desarrollo de la ciencia económica, con la necesidad de considerar el enfoque evolutivo. El aporte resultante fue el estudio económico de las instituciones, que incluye la dinámica de transformación, esto es, Historia. Así surgió la teoría neoinstitucionalista con Douglas North (1990) como uno de sus principales exponentes:
Esta teoría concibe a las instituciones como el conjunto de normas y restricciones que al interactuar en un sistema impactan a la Economía y a la sociedad en su conjunto, lo que, a su vez, potencia la actividad humana que se traduce en mayor crecimiento o ingreso mediante el establecimiento de fórmulas organizativas, mismas que incluyen mercados, empresas, relaciones contractuales y también por qué tales instituciones se conforman de cierto modo (p. 18-21).
De manera específica North aportó un análisis de la dinámica institucional arguyendo que los cambios en instituciones dejan una estela de rendimientos y mercados con ciertas características; que los cambios en el largo plazo son determinados por dicha evolución, por lo tanto, hay una relación directa entre cambio institucional y cambio histórico; lo primero, incentiva el desarrollo de habilidades y conocimientos que modifican lo segundo, cuando los individuos los aplican en su beneficio (North 1981; 1990, 1995; North y Wallis, 1994).
Otro aspecto que evidencia la importancia de estudiar Historia para futuros economistas radica en estimular el pensamiento inquisitivo para la búsqueda de explicaciones, correlaciones, críticas y argumentos. Por ejemplo, al estudiar procesos históricos como la Revolución Mexicana o la Independencia, que cambiaron el rumbo de la nación, su forma de gobierno y el devenir de los ciudadanos; los estudios por muchos años se centraron en sus causas, así como en la narración pormenorizada de sus participantes y respectivas aportaciones a dichos movimientos bélicos. No obstante, Historiadores Económicos formularon nuevas interrogantes y brindaron respuestas, a saber: ¿cómo se sostuvieron las necesidades básicas -alimento, albergue- de quienes estuvieron en guerra y sus familias? ¿de dónde provinieron los fondos para el armamento? ¿cómo se gestionaron tales recursos? Con base en Jaramillo (2013), el hito histórico de Miguel Hidalgo se sostuvo principalmente con:
La confiscación de bienes a particulares europeos, captura de dinero perteneciente a la Real Hacienda, prestamos forzosos, donativos, acuñación de moneda, toma de armas y municiones de los simpatizantes del dominio español y, sobre todo, el saqueo de bienes y el robo de ganado (p. 123-124).
Un ejemplo más de la relevancia de la Historia para la Ciencia Económica surge al estudiar el dinero, su origen y el rol de los sistemas bancarios. Al datar y asociar con algún pueblo, se afirma que el papel moneda surgió en China en el siglo XVII; antes de ello, como dinero se usaron multiplicidad de objetos y mercancías; luego se crearon monedas de metales. Sobre esta temática se cataloga al dinero como categoría histórica, debido a que hubo épocas en que no existió y augurando que habrá otras en que ya no será necesario. Además, ilustra su argumento a partir del devenir teórico del origen del dinero.
La teoría convencional considera que el dinero es resultado del acuerdo o convenio entre los hombres. Aunque esta teoría predominó durante varios años, fue posteriormente desechada para dar paso a la llamada teoría estatal del dinero, cuyo principal representante fue el economista Knapp (1905), quien asegura que fue creado por el Estado.
Al lado de estas concepciones existe la creencia de que el dinero es producto de una serie de necesidades económicas relacionadas con las dificultades aparecidas en el cambio directo de mercancías que movieron a los hombres a tener en disponibilidad bienes que fueran codiciados por la generalidad (Ramírez, 1984, p. 15).
La interpretación del dinero y su origen diverge dentro de la misma ciencia económica. Aquella que goza de mayor aceptación es la que atribuye su origen al mercado, como una necesidad de acelerar las transacciones. Sus funciones eran fungir como medio de intercambio, reserva de valor y unidad de cuenta; la primera como la más importante porque permitió pasar de economías de trueque a monetarias. Sus críticas son su método ahistórico, es decir, poca o nula atención al dinero como parte de un proceso histórico-social.
Una segunda interpretación atiende más a la Historia, señala que el dinero es una relación social, presente incluso antes que el mercado; sus exponentes son Wray (2015), Ingham (2004) y Ellis (1934), quienes formularon la Teoría Moderna del Dinero.
Así, el dinero es unidad de medida de los compromisos u obligaciones que invariablemente requieren dos partes, el deudor y el acreedor; por lo tanto, es una relación social en la que alguien otorga y otro recibe valor. El apoyo de la Historia quedó evidenciado cuando el arqueólogo Graeber (2011) afirma que “las primeras transacciones realizadas por el ser humano tuvieron lugar mediante este reconocimiento de créditos y deudas, incluso entre vecinos, quienes las aceptaban con el uso de la afirmación `tú me debes´” (p. 11).
En este tenor, estudiar el dinero resulta una evidencia notable de la relación y riqueza teórica y metodológica que subyacen al abordar el conjunto Economía e Historia. El dinero es un producto creado por el ser humano que dada su naturaleza, uso y características, trastoca cualquier proceso social.
De la inclusión de la Historia en programas de estudio de Economía hasta el desarrollo de la disciplina Historia Económica
En la sección anterior se ejemplificaron contribuciones de estudiar Historia para la formación de profesionales en Economía, no obstante, su grado de inclusión en los planes de estudio es bastante divergente entre naciones. En un estudio presentado por Lora y Ñopo (2009) se comparan los programas de 40 instituciones públicas y 14 universidades privadas en América Latina; los resultados destacan que solo en promedio el 12% de los programas educativos incluyen materias referentes a Historia; las únicas marcadas excepciones son dos escuelas en México, la UNAM y el ITAM, cuyos programas de estudios incluyen el 30% de cursos relativos a Historia; el resto de casos brindan prioridad a contenidos cuantitativos como son matemáticas, estadística, econometría; en promedio más del 40%.
La construcción y ejercicio de la Historia Económica es una prueba más en favor de su complementariedad. Para ello, los economistas debieron percatarse que la Historia enriquece el análisis porque se especializa en explicar fenómenos pasados, cuyos resultados bien pueden ser utilizados en el presente e incluso para la prospectiva.
Por su parte, especialistas en Historia aprendieron a reconocer en “las actividades económicas una porción relevante, importante e influyente de esa totalidad en movimiento que la Historia acontecida; creyendo que el mundo de las actividades económicas configura y define objetos de estudio significativos, dignos de ser indagados y explicados” (Cerutti, 1999, p. 91).
Lo regional trasciende; la unión entre Historia y Economía resulta fundamental al abordar una realidad, descubrir modismos,costumbres, hábitos, características físicas de una región y todo aquello que ha delimitado: actividades desempeñadas (oficios, labores, empleos); edad para casarse y emplearse, desaparición de pueblos por desplazamientos migratorios o bien, lo que puede ser detonante o factor contribuidor a modificación de fronteras, evolución en fuentes de ingreso. En suma, el conocimiento histórico contribuye a reducir sesgos y brindar sustento científico a la Economía.
Conclusiones
El aprendizaje es un proceso continuo cuya relevancia radica en su capacidad para propiciar la evolución del ser humano. La vivencia de un siglo XXI interconectado por comercio, finanzas, Internet, entre otros elementos, hacen necesario el trabajo multidisciplinario. A pesar de ello, existe evidencia de la paulatina disminución de contenidos dedicados a la Historia en programas de estudio de Economía. Por ello, se han presentado argumentos diversos que sostengan la complementariedad y relevancia de formar en Historia a quienes se preparan para ser especialistas en Ciencia Económica.
Igualmente se expresa la necesidad de incorporar en mayor grado a la Historia en los programas de estudio, porque brinda herramientas indispensables para conocer e interpretar un sistema económico. Enseñar Historia le brinda aprendizajes al alumno que lo hacen menos propenso ante engaños y falsedades, lo que en el largo plazo redunda en evitar perturbaciones y desastres causados por la ignorancia de los pueblos.
Estudiar Historia le permite al alumnado percatarse de su realidad, le brinda una conciencia sobre su actuar, sus consecuencias; impulsándolo a buscar explicaciones a una realidad dinámica; también permite interpretar fenómenos de modo que establece causalidades, cursos de acción y todo ello se confabula para desarrollar el pensamiento crítico.
La Historia también ha permitido que en Ciencia Económica se apliquen instrumentales y metodologías que permean los desarrollos teóricos, prueba de ello es la teoría neoinstitucionalista por medio de la cual es evidente la relación directa entre cambio institucional y cambio histórico, lo que a su vez impacta el modus vivendi de los seres humanos.
Finalmente, la prueba más contundente de la necesaria formación en Historia del próximo profesional de la Economía es la disciplina de Historia Económica, bajo la cual se formulan nuevos interrogantes y surgen enfoques novedosos. Como ejemplo se utilizaron la Revolución Mexicana y la Independencia de México, evidenciando que estudiosos reflexionaron sobre cómo se sostuvieron económicamente y de dónde provinieron los recursos utilizados en tales eventos bélicos. Sus respuestas confirmaron el nexo y la complementariedad entre Historia y Economía.