Los cuadros básicos de medicamentos (los hay también de equipo y de otros suministros) han sido valiosos auxiliares para la administración en las instituciones de salud. Actualmente, por razones simbólicas que consideran solo sus inconvenientes, se tiende a cambiarles de nombre por uno equivalente tales como catálogo, índice o compendio, aunque su orientación principal es administrativa, pues su mayor utilidad radica en que los administradores institucionales sepan qué comprar y acotar estudios de impacto en la calidad o costos de atención. Lo cierto es que los cuadros básicos de medicamentos influyen indudablemente en las prescripciones de los médicos. Aquí se comentarán aspectos médicos, intentando definir una postura del Comité de Ética y Transparencia en la Relación Médico-Industria (CETREMI)1 de la Academia Nacional de Medicina.
La principal crítica a los cuadros básicos es que restringen la libertad de prescripción, bajo el argumento de que es una norma restrictiva manipulada por intereses farmacéuticos y que en las instituciones de salud no pueden utilizarse medicamentos no incluidos en el citado catálogo.
De igual forma, se deben definir las ventajas del cuadro básico en la calidad del servicio.
La inclusión de los medicamentos en los cuadros básicos se basa en un consenso entre las instituciones de salud, que en buena medida previene la adquisición de medicamentos inútiles o con utilidad no comprobada, como existen muchos en el mercado. Los médicos pueden ver en el cuadro básico una guía generada por expertos que incluye los medicamentos útiles que poseen buenos índices de costo-beneficio; además contiene información sobre indicaciones, vías de administración, dosis, algoritmos clínicos, efectos adversos e interacciones. Es, en cierto modo, una guía de prescripción no sesgada por intereses comerciales. Es claro que un buen cuadro básico debe tener flexibilidad para incorporar oportunamente innovaciones y permitir las excepciones que se fundamenten en información sólida científicamente sustentada. Su principal utilidad es propiciar un buen abasto, ya que en ningún sistema es posible disponer de la enorme totalidad de medicamentos que ofrece el mercado (de regulación imperfecta).
Las instituciones guían sus compras y suministros mediante un catálogo de los fármacos más frecuentemente empleados, siempre y cuando tengan evidencia de eficacia y seguridad. En México, el Consejo de Salubridad General genera un cuadro básico de medicamentos del sector salud gubernamental, que ahora se denominará Compendio Nacional de Insumos para la Salud. Con esto se logra el agrupamiento y clasificación de los fármacos autorizados por el Consejo de Salubridad General y cuya adquisición por las instituciones de salud sea lo más uniforme posible, tanto en calidad como en costos. También se logra la uniformidad de aplicación de cada uno, con el enunciado de sus respectivos efectos colaterales, vías de administración, dosis y posibles efectos adversos. Al mismo tiempo, el catálogo permite realizar el cálculo de la cantidad de medicamentos y recursos monetarios que requerirá cada institución de salud.
Los cuadros básicos no tienen el propósito de limitar las decisiones de los médicos, sino de propiciar que las instituciones cuenten con los insumos necesarios para el óptimo ejercicio de la profesión, así como para intentar una racionalidad de la prescripción sin influencia de intereses comerciales. Un aspecto relevante para que el cuadro básico mantenga su máxima utilidad es su actualización frecuente, por expertos colegiados, con la incorporación o desincorporación de fármacos e indicaciones de acuerdo con resultados de investigación científica pertinente y reciente y la conveniencia por análisis de costo-beneficio.