Toulouse Lautrec en su atelier, como pintor y modelo, en un montaje fotográfico de Maurice Guibert (1856-1913) 

Su caminar pausado con ayuda de un bastón, su estatura pequeña y la barba que cubría su rostro que disimulaba su retrognatia era el heraldo de la llegada de Henri. Henri Marie-Raymond de Toulouse-Lautrec Montfa (1864-1901), cobijado por la noche, se difuminaba entre aquellos que vivían en la algarabía de los años de la agonía del siglo XIX, conocidos como “los traviesos noventa”¹.

Primer hijo de la pareja formada por Alphonse de Toulouse-Lautrec y Adèle Tapié de Celeyran, llegó al seno de una familia acomodada con gran tradición nobiliaria en donde ocurrió el matrimonio entre primos hermanos. Esta práctica de la endogamia, frecuente entre las dinastías de la antigua aristocracia, evitaba las divisiones territoriales y la dispersión de la fortuna, pero condicionaba la salud de su progenie. Así sucedió en el caso de Henri².

Tuvo una infancia rodeada de cuidados ya que la familia gozaba de una excelente posición social³. Su desarrollo óseo era deficiente y su constitución frágil. Durante su adolescencia temprana se fracturó el pie izquierdo y poco después el fémur derecho, por la patología con la que nació -picnodisostosis-, estas fracturas tardaron mucho en sanar y limitaron su crecimiento, lo dejaron desfigurado y con grandes limitaciones físicas para realizar las actividades que complacían a su familia y a la sociedad en la que se movía. Ya no podía montar a caballo o cazar^4,5.

Además de las limitaciones físicas, su situación afectó su estado mental. Las continuas fracturas lo obligaban a permanecer largas temporadas con reposo en cama y esto lo hace volcarse a las artes.

Desde muy pequeño se había notado su inclinación por el arte, y a la edad de 18 años estudió con Rene Princeteau, que reforzó el amor por los caballos en Henri con visitas frecuentes a los circos, en los que pasaban tiempo que invertían en dibujar bocetos de los caballos en movimiento. Más adelante continuó sus estudios con otro maestro Léon Cormon. Este, de carácter afable, les daba a sus estudiantes la libertar para explorar sus intereses artísticos; es en esta época que entró en contacto con Vincent van Gogh y con Edgar Degas. De este último admiró su pasión por las formas femeninas y de van Gogh aprendió la relevancia de los colores brillantes y las impresiones japonesas. Más tarde, en 1886, adquirió su propio estudio en M ontmatre⁴.

Baile en el Moulin Rouge (1890) 

Resultó que Montmatre, de ser una zona rural, se transformó en el siglo XIX en una zona adjunta a París en la que se asentó la clase trabajadora y se identificaban dos distritos: uno en el que habitaban los artistas y los aristócratas; en otro los bohemios y la clase parisiense trabajadora. En la intersección de ambas zonas se aposentaba, desde 1889, el salón de baile Moulin Rouge. Lo interesante de este espacio fue que abrió la rara oportunidad para que se mezclaran las clases sociales. En especial los hombres de la bohemia y las mujeres de la clase trabajadora. Se convertiría en un punto de encuentro para el escape, entretenimiento y libertad sexual.

Contrario a los artistas impresionistas que plasmaban la luz con una impresión visual, prefirió crear sus obras en ambientes cerrados, iluminados con luz artificial, que le permitían jugar con los colores y encuadres de forma subjetiva⁶. Fue en este entorno en el que Henri viviría, por las tardes en los cafés que se habían instalado en las cercanías del salón de baile, y en las noches en el mentado salón donde tomaba, socializaba y realizaba bocetos de los personajes que ahí habitaban.

Henri no permitió que su condición, físicamente limitante, le impidiera disfrutar de diversión y otros placeres; no se moderaba en lo que se refería a la comida, el alcohol y el sexo. De hecho, por esta intensa forma de vida contrajo sífilis en 1888 de Rosa la Rougue, quien había sido su modelo en varias de sus obras. En esta carrera, por tener una vida plena y feliz, se dirigió a una muerte temprana a los 37 años. Tanto el alcohol como la sífilis tuvieron su parte⁵.

La Goulue entrando al Moulin Rouge (1892) 

Aunque ya había realizado algunos trabajos, alcanzó mayor éxito entre 1887 y 1892. Algunas de las pinturas que realizó en Moulin Rouge durante esta época, fueron La Goulue y su hermana, El inglés en el Moulin Rouge. En este periodo también hace su famoso cartel del Moulin Rouge. Los paisajes no fueron de su interés, las formas femeninas era lo que le agradaba pintar, como lo plasmó Degas en sus obras⁴.

Para 1894 su creatividad se había incrementado, lo mismo que sus excesos, además casi no dormía. Al final de 1899 después de una crisis alcohólica aguda, lo internaron en un hospital en Neuilly en donde permaneció varios meses, pero al darlo de alta regresó a sus excesos. Ya muy enfermo se refugió con su madre y en septiembre de 1901 murió rodeado de sus familiares.

Au Moulin Rouge (1892) 

Se discutió durante mucho tiempo qué enfermedad tuvo Toulouse, pero fue hasta 1962 que se describió a la picnodisostosis, que ahora se conoce como el síndrome de Toulouse-Lautrec⁵. Su prevalencia es de un caso por 1.7 millones de habitantes, sin predilección por ningún sexo. Se identifica por: estatura baja, densidad aumentada en los huesos largos, fracturas con mala consolidación, fascies características, frente prominente, manos con dedos cortos, uñas distróficas y retrognatia. La mutación en el gen de la catepsina K, una proteasa lisosomal, que se expresa en los osteoclastos y que es importante para la degradación de la matriz orgánica es la causa de esta alteración³.

La vida de Henri ha sido retratada en cine. Inspiró un filme premiado por dos Óscar en 1952, y nominado a cinco premios más, bajo la dirección de John Huston quien lo escribió y dirigió a partir de la novela biográfica de Pierre La Mure Moulin Rouge (1950)⁷.

Henri Toulouse-Lautrec, en 1894 

Divan Japonais (1893) 

El Musée Toulouse-Lautrec reúne la colección pública más grande del mundo dedicada a Henri de Toulouse-Lautrec. Esta colección única, incluye los 31 carteles que diseñó, permite al museo ofrecer a los visitantes un itinerario rico y variado que ilustra el talento y el genio del artista a través de sus carteles, pinturas y litografías y no es necesario viajar hasta Albi, Francia⁸.

Podría pensarse que Henri Marie-Raymond de Toulouse-Lautrec Montfa fue un inadaptado social en el sentido de que no se ajustó a los puntos de vista de lo considerado normal o aceptable en la “buena sociedad” francesa. Nunca se sintió parte del círculo social de su familia y buscó un espacio entre aquellos que se consideraban marginados y en donde encontró un lugar que, por un lado, impulsó su creatividad e imaginación y, por otro, su destrucción física.

¿Se habría desarrollado su arte de no haberse enfrentado al mundo hostil al que por sus deformidades no se pudo integrar?, incógnita que quedará sin respuesta.