In memoriam
El fallecimiento del Dr. Alfonso Lacadena nos ha privado a todos de la compañía de un colega y una persona extraordinaria. Su prematura muerte ha impedido que vieran la luz manuscritos inéditos, escritos algunos hace más de una década, como es este artículo sobre fragmentos de cerámica Chocholá procedentes de Oxkintok que escribimos en 2005 en memoria del entonces fallecido arqueólogo Ricardo Velázquez, director del proyecto. Ahora también nos falta Alfonso, pero unos días antes de su muerte se empezó a actualizar el presente trabajo que hoy se publica en la revista del Centro de Estudios Mayas, institución con la que él tantas veces colaboró y a cuyos miembros tenía especial cariño.
El estilo Chocholá
En 1973 Michael Coe publicó un importante trabajo, The Maya Scribe and His World, en el que se mostraba una colección de vasos cerámicos acompañada de un comentario sobre la estructura de los textos jeroglíficos que en ellos se encontraban. La publicación del catálogo de Coe marcó el inicio de un interés creciente hacia las representaciones y textos glíficos sobre soporte cerámico, que en la actualidad conforma el corpus iconográfico y epigráfico más abundante del periodo Clásico maya. Entre los vasos publicados por Coe se encontraba un conjunto de ejemplares procedentes del norte de Yucatán y al que Coe agrupó bajo la denominación de vasos de estilo Chocholá. La denominación de estilo Chocholá no obedecía tanto a la procedencia arqueológica de los objetos sino a que Chocholá, un pequeño pueblo del estado de Yucatán, era uno de los lugares principales de venta ilegal de este tipo de vasos.
Los vasos Chocholá forman un grupo homogéneo pero al mismo tiempo variado. Aunque normalmente en la descripción del estilo se han tenido en cuenta criterios de clasificación que han considerado las formas, la técnica de ejecución -en bajorrelieve, muchas veces semejante al trabajo de la madera (Houston, 2014: 31)-, y la temática en las representaciones iconográficas, otras características pueden ser tenidas también en cuenta, como los textos jeroglíficos, que exhiben asimismo características gráficas comunes. Dentro del estilo amplio de cerámicas Chocholá se encuentran también una serie de recipientes que no poseen representaciones iconográficas ni glifos dispuestos en columnas horizontales o verticales, pero que comparten la misma técnica de grabado en bajorrelieve y muestran estrechas semejanzas paleográficas en la realización de sus glifos.
Después del trabajo de Coe de 1973, importantes estudios han venido a profundizar el conocimiento de este estilo cerámico. En este sentido, debemos destacar los trabajos de Carolyn Tate en 1985, Nikolai Grube en 1990 y 1994, José Miguel García Campillo en 1992, Traci Ardren en 1996 y Erik Boot en 2010, quien estudió un vaso procedente de saqueo cuyos textos lo relacionan con Oxkintok. Estos trabajos han abordado los principales aspectos de tal fenómeno cerámico, incorporando al estudio y a la discusión tanto los aspectos materiales referentes a formas, manufactura y acabados, como la iconografía y la epigrafía.
Una de las cuestiones más debatidas en torno al fenómeno Chocholá ha sido el de su procedencia, acerca del centro o centros en los que se encontraban los talleres que lo producían. La cerámica de estilo Chocholá está básicamente descontextualizada, procediendo frecuentemente de saqueo y venta ilegal. Los principales ejemplares se encuentran en museos y colecciones privadas. Noticias indirectas sobre la adquisición de ejemplares que pertenecen a este grupo estilístico los han relacionado con sitios como Ticul, Peto, Calcehtok y Maxcanú, todos ellos en la zona norte de la región Puuc.
Las evidencias principales que se han utilizado para asignar una procedencia a los vasos de estilo Chocholá han sido las epigráficas. Menciones de personajes y topónimos en textos Chocholá se han podido felizmente relacionar con personajes y topónimos presentes en las inscripciones monumentales de varios centros arqueológicos de la región. Así, utilizando este tipo de evidencias, fue que Nikolai Grube en 1990 y 1994 sugirió la región de Xcalumkín como el lugar de factura de la cerámica Chocholá por la existencia de similitudes paleográficas y, principalmente, por la mención en una de las vasijas de un escultor-grabador que aparece al mismo tiempo en las inscripciones monumentales de Xcalumkín.
Indicios similares fueron manejados por otros epigrafistas para sugerir también nuevas adscripciones, como la de Oxkintok por José Miguel García Campillo en 1992 y la de Dzibilchaltún por Erik Boot1 y Alexander Voss en 1999 (Maldonado, Voss y Góngora, 2002). En el primer caso, García Campillo (1992) notó la presencia de los topónimos Sakte’nal o Sakunal -que había sido identificado por Grube- y ‘Siete-Muluc’ en algunos vasos Chocholá, con los mismos topónimos identificados en inscripciones de Oxkintok (García Campillo y Fernández Marquínez, 1995). Abundando en esta relación, también advirtió que el nombre de uno de los reyes de Oxkintok de comienzos del siglo VIII, O’hlis...Tok’, mencionado en varios textos monumentales del sitio, aparecía asimismo nombrado y representado en algunos vasos Chocholá, concluyendo que Oxkintok debía haber sido uno de los centros productores de este tipo de cerámica. Apuntó además que otros vasos, aun no conteniendo estas referencias directas a los topónimos o personajes de Oxkintok, presentaban similitudes paleográficas con las piezas señaladas, lo que permitía también asignarlas a los mismos talleres de producción de Oxkintok o sus inmediatos alrededores.
Entre estas peculiaridades atribuibles al estilo de Oxkintok se encontraba la escritura de textos en orden de lectura inverso de derecha a izquierda, así como la preferencia por determinadas variantes gráficas de ciertos signos, siendo la más llamativa la escritura característica del signo-ala en forma de cuerpo de pájaro completo en el compuesto que se refiere al tipo de recipiente en la Secuencia Primaria Estándar. Aunque las excavaciones ya de varios años por aquel entonces de la Misión Arqueológica Española no habían recuperado ni un solo fragmento Chocholá en la colección cerámica excavada en el sitio de Oxkintok (Varela, 1989, 1990, Fernández Marquínez 1992, Velázquez y García Barrios 2002), informaciones de campesinos de la zona describían como Chocholá vasos excavados ilegalmente en sitios menores de los alrededores, como Ku Paloma Naox o Ch’ich’.
Por otro lado, tanto Erik Boot2 como Alexander Voss (en Maldonado, Voss y Góngora, 2002: 79-101), en forma independiente, advirtieron la presencia del topónimo Tijo’ (escrito como ti-jo y ti-jo-i) en las cláusulas nominales de algunos personajes mencionados en varios recipientes Chocholá, relacionándolo con el mismo topónimo Tijo’ que había sido identificado en Dzibilchaltún por David Stuart a finales de los años ochenta, asociado a un monumento del gobernante Uk’uuw Chan Chaahk. Interesantemente, para el caso de Dzibilchaltún, las sugerencias epigráficas sí encontraban eco en el registro arqueológico, ya que se han hallado arqueológicamente fragmentos de cerámica Chocholá que confirman la asociación de algunos de estos vasos con Dzibilchaltún.
En el año 2010, Erik Boot, en su artículo “An Oxkintok Region Vessel: An Analysis of the Hieroglyphic Texts”, analiza un vaso de procedencia desconocida que atribuye a la región de Oxkintok, porque también en él se menciona a un sajal relacionado con el topónimo Sakunal.
Si bien todos estos datos que favorecen a Oxkintok como el primer centro regional consumidor de los vasos Chocholá, también es cierto que no había sido posible establecer la confirmación arqueológica de lo señalado por la epigrafía hasta ahora, que contamos con nuevas evidencias arqueológicas que presentamos a continuación.
Los fragmentos de estilo Chocholá de Oxkintok
En las temporadas de 1996 y 1998, en el transcurso de los trabajos del Proyecto Arqueológico del Instituto Nacional de Antropología e Historia, bajo la dirección del arqueólogo Ricardo Velázquez, se recuperaron varios fragmentos cerámicos de estilo Chocholá con inscripciones jeroglíficas (Figura 1). Entre estos fragmentos destacaban cuatro por su importancia.
Fragmento 1
Tres fragmentos del borde evertido de un recipiente cerámico aparecieron en octubre de 1996 en contexto estratigráfico, en el Cuadro 10F(22), Capa III, en la esquina noroeste del Grupo May, cerca de la cala de Brainerd (1997) (Figura 2). Los fragmentos fueron hallados por Ricardo Velázquez. Los trabajos realizados descubrieron una gran acumulación de sedimento que cubría totalmente el muro de la plataforma basal, con diversas capas estratigráficas que se formaron por el deslave y el derrumbe de las estructuras superiores. La estructura arquitectónica más cercana es la Estructura MA-3, ubicada al poniente de la plaza norte, y en la parte superior al este del sitio donde se hallaron los fragmentos. En esta área del grupo May se registraron muros toscos hechos con piedras grandes y burdas, con afloraciones de la roca madre, que fue recubierta, cortada y acondicionada para dar lugar al muro ligeramente ataludado. A partir de este nivel se puede acceder por medio de una escalinata hasta la plaza suroeste. El muro del basamento en este segundo cuerpo está mejor elaborado, con piedras labradas de mayor calidad.
Las condiciones topográficas en este sector del sitio, la presencia de una pronunciada hondonada y la existencia de estructuras adyacentes situadas en un nivel superior, así como la aparición de estos fragmentos en compañía de otros restos abundantes de cerámica, obsidiana y huesos de animales sugieren que se trataba de un basurero.
Los tres fragmentos hallados encajaban como parte de la misma vasija, formando el siguiente texto (Figura 3):
...] u-ja-yi yu-k’i-b’i ti-u-lu cho-lo-ma [...
...] ujaay yuk’ib’ ti ul Cholo’m [...
u-jaay y-uk’-ib’ ti ul Cholo’m
3SE-tazón 3SE-beber-INS PREP atole Cholo’m
‘...] el tazón de barro, el vaso para atole de Cholo’m [...’,
Consiste en una sección de la Secuencia Primaria Estándar (Coe, 1973; MacLeod, 1990; Stuart, 1989; Grube, 1990), típica de estos recipientes, la que corresponde con el nombre del objeto (ujaay yuk’ib’, ‘el tazón, el vaso de’), el contenido (ti ul, ‘para atole’) y el nombre del propietario (Cholo’m). Se perdió la parte inicial de dedicación y la parte final con el título o títulos del personaje mencionado.
Cholo’m -o Choloom, según apliquemos unas u otras reglas de transcripción (véanse Houston, Robertson y Stuart, 2004; Lacadena y Wichmann, 2004)- es el nombre de un personaje ya conocido que aparece en algunos recipientes de estilo Chocholá, y que fue identificado por Grube (1990) en los vasos K3199 y K4378. Este mismo nombre, escrito invariablemente como cho-lo-ma, aparece también en el Bol de San Diego, un ejemplar incorporado recientemente al corpus conocido de cerámicas de estilo Chocholá y que publicó Strupp en 1997 (Figura 4). Cholo’m no es un nombre frecuente en el periodo Clásico. Su aparición se restringe a estos ejemplos de estilo Chocholá, por lo que podemos suponer que todas las menciones se refieren al mismo personaje. Éste habría sido también el mismo nombrado en la inscripción del fragmento de Oxkintok que estamos estudiando. La presencia de Cholo’m en el texto de este fragmento de Oxkintok así como las claras semejanzas paleográficas que presenta con los tres vasos señalados permite adscribir este hallazgo al fenómeno cerámico Chocholá.
Interesantemente, en K3199, K4378 y en el Bol de San Diego, Cholo’m aparece ostentando el título sajal (sa-ja-la), un título de rango y cargo secundario, subordinado al título real ajaw. Aunque el fragmento de Oxkintok no lleva este título, podemos presumir su presencia ya que la inscripción se encuentra fracturada precisamente después de la secuencia cho-lo-ma del nombre.
Fragmento 2
Otro pequeño fragmento del borde de un recipiente fue encontrado por José Manuel Estrada Faisal en marzo de 1998 en el Grupo Ah Canul (Figura 1), en el Cuadro 10-6(23), durante las labores de limpieza del escombro procedente de las excavaciones de la Estructura CA-5 realizadas por la Misión Arqueológica de España en México en 1989 (Vidal, 1992, 1994), que fue depositado entre las Estructuras CA-5 y CA-15.
El fragmento (Figura 5) contiene los restos de dos bloques jeroglíficos, conservándose el signo principal del primero de los bloques, un signo aún indescifrado, y el prefijo del segundo, un signo silábico de valor yu. Pese a la brevedad del texto y a los apenas dos signos conservados, podemos relacionarlos con la Secuencia Primaria Estándar de algunos ejemplares de estilo Chocholá, nuevamente K3199, K4378 y el Bol de San Diego, que presentan, precisamente, esta misma secuencia de signos (Figura 6). La presencia del signo principal indescifrado así como las claras semejanzas paleográficas que presentan los signos del fragmento de Oxkintok con los signos de los vasos mencionados permiten también atribuir sin problemas el mencionado fragmento al estilo Chocholá.
Implicaciones de los hallazgos
Los hallazgos de los fragmentos cerámicos de estilo Chocholá con inscripciones en el sitio de Oxkintok permiten confirmar la asociación de un amplio grupo de vasos de este tipo con tal asentamiento y comprobar arqueológicamente las sugerencias que al respecto habían sido adelantadas por la epigrafía. Resultan interesantes las diferencias de estilo que se aprecian entre los vasos atribuibles a Oxkintok, como el conjunto de vasos que mencionan a Cholo’m, los recipientes que nombran a otros personajes vinculados al topónimo de la ciudad y los vasos que aluden al rey O’hlis...Tok’ (Figura 6).
Los vasos atribuibles a Oxkintok presentan una amplia variedad de formas y temáticas y también muy distintos estilos y calidades de ejecución, que van desde las representaciones e inscripciones finamente acabadas hasta las ejecutadas de forma más cruda. Estas diferencias apuntan a que el estilo, incluso dentro del mismo Oxkintok, en realidad comprende varias tradiciones artesanales que pueden obedecer bien a diferencias cronológicas, bien a la presencia de distintos talleres contemporáneos, o posiblemente a ambos factores. En cualquier caso, podemos relacionar la prolífica producción de dichos ejemplares con el auge que el sitio de Oxkintok tuvo en el siglo VIII.
La asociación de los fragmentos con Oxkintok permite confirmar asimismo la tesis de que personajes con rango de sajal pertenecieron a la estructura política de los reinos en la zona norte de la península, mostrando que dicha estructura política interna no debía diferir mucho de las formas de organización encontradas más al sur, en sitios como Palenque, Piedras Negras o Yaxchilán, y que hasta ahora se concentraban en Yucatán en la región de Xcalumkín. El trabajo de Boot (2010: 7-10) apoya nuestra hipótesis de que muy probablemente algunos de estos sajales hubiesen habitado en el propio centro de Oxkintok, ejerciendo allí actividades administrativas inherentes a su cargo. Recientemente Stephen Houston y David Stuart han considerado que los sajales no sólo están vinculados al gobierno de centros menores dependientes de la cabecera principal, sino que también actuaron como personajes de corte en las capitales (Houston y Stuart, 2001). El hallazgo de los fragmentos Chocholá en el propio sitio de Oxkintok que mencionan al sajal Cholo’m avala estas interpretaciones.