Desde mediados del siglo XX, la historia del estado de Oaxaca ha ganado interés creciente, aunque no todas las épocas ni todos los procesos históricos han atraído la misma atención por parte de los especialistas. Si bien la historia prehispánica y, sobre todo, la colonial, cuentan con abundantes estudios que nos permiten encajar cada día más piezas del rompecabezas social, económico, político y cultural de ese pasado, al de la historia moderna y contemporánea todavía le faltan muchas por insertar. En esta ocasión, no pretendemos hacer un balance historiográfico exhaustivo.1 Sólo queremos reflexionar acerca de las tendencias historiográficas y los intereses temáticos que, en el pasado y en el presente, se han cultivado en las investigaciones sobre el sur de la república,2 sin caer en interpretaciones localistas o regionalistas y siempre con alcances más amplios.
La historia de Oaxaca en el siglo XIX y en los inicios del XX está determinada en gran parte por las trayectorias políticas y militares de personajes que participaron en el largo y violento proceso de creación del Estado-nación y en la consolidación de sus instituciones. Es por ello que la historiografía sobre ese periodo se enmarca mayoritariamente en la historia política.3 En ese rubro, la guerra de Independencia y la transición al Estado-nación han sido abordados en varios estudios desde la década de 1990.4 En ellos encontramos trabajos que destacan los diversos actores involucrados en el movimiento insurgente y en su contraparte, tanto en la ciudad como en las distintas regiones de la entonces intendencia de Oaxaca.5 Para los siguientes periodos de grandes convulsiones políticas son muchos los textos publicados, pero principalmente gravitan sobre dos de los personajes más relevantes de aquel tiempo: Benito Juárez y Porfirio Díaz.6 La figura de Juárez y el impacto de las reformas liberales en los ámbitos rurales indígenas es otro de los campos abordados por los especialistas de manera significativa.7 Dentro de esa línea de investigación se han publicado varios trabajos centrados en el mundo agrario y los pueblos indígenas,8 principalmente en el tema de la propiedad de la tierra y los conflictos generados por la aplicación de las leyes liberales.9 En el mismo sentido, abundan los trabajos que abordan los cambios legales de la tenencia de la tierra a partir de la Revolución de 1910 y el derrocamiento de Porfirio Díaz, la entrada en vigor de la Constitución de 1917 y la instauración del régimen revolucionario.10 Asimismo, resaltan las biografías de ambos políticos, Juárez y Díaz, que se insertan entre la historia política y la social, ventanas que permiten asomarnos a escenarios más íntimos, al mismo tiempo que reflejan el convulso momento que les tocó vivir.11 Bajo este mismo marco situamos los trabajos sobre la historia de la prensa, los cuales contribuyen a mostrar los cambios en el pensamiento político decimonónico en la ciudad de Oaxaca.12
Grosso modo, podríamos decir que la etapa de la historiografía oaxaqueña que nos antecede se escribió entre las décadas de 1970 y 2000, la cual se caracteriza por el abordaje de temas políticos y agrarios. Desde inicios del presente siglo XXI, nuevos enfoques de análisis han ido ganando espacio entre las nuevas generaciones de historiadores. Ello se ha visto favorecido por el creciente número de estudiantes interesados en la historia de Oaxaca. Entre ellos, encontramos jóvenes oaxaqueños o con raíces familiares en la entidad, tanto en licenciatura como en posgrado. Otro factor que ha influido en la ampliación de enfoques es la apertura al público de fondos documentales que se encontraban dispersos, desorganizados o no estaban abiertos a la consulta pública. Hoy en día, al menos en la ciudad capital están a disposición de los investigadores el Archivo Histórico Municipal de la Ciudad de Oaxaca (AHMCO), el Archivo Histórico Judicial (AHJ), el Archivo Histórico de Notarías (AHN), el Archivo de la Casa de la Cultura Jurídica (ACJ), el Archivo General del Estado de Oaxaca (AGEO) y la Hemeroteca Pública de Oaxaca Néstor Sánchez (HPONS). También destacamos la incorporación de colecciones privadas a centros de documentación como la Biblioteca Juan de Córdova de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca (FAHHO) y la Biblioteca Fray Francisco de Burgoa de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO), y su apertura al público. Los acervos privados, como la biblioteca de la Fundación Cultural Bustamante Vasconcelos y la biblioteca del Instituto Welte para Estudios Oaxaqueños, también han contribuido con las investigaciones más recientes.13
En efecto, dentro del campo de la historia social y económica,14 a lo largo de los últimos veinte años hemos visto aflorar estudios sobre la educación a partir de la construcción de una identidad nacional y de poner al ciudadano en el centro de la interacción entre el Estado y la sociedad.15 Aspectos como la organización de las escuelas en la ciudad de Oaxaca, tanto públicas como privadas, así como la educación en la cárcel, o los intentos por articular sistemas educativos rurales en las distintas regiones del estado y las respuestas a ellos por parte de los pueblos indígenas han sido analizados por un conjunto de historiadores.16
En este enfoque social encontramos igualmente trabajos situados en la historia de las mujeres.17 En Oaxaca han cobrado especial relevancia los estudios biográficos sobre ellas. Algunas de las exponentes de esta “vuelta biográfica” apuestan por el posicionamiento de la mujer como pleno sujeto histórico para contribuir a la transformación de la escritura histórica general.18 Recientemente se publicó una obra colectiva que integra varias perspectivas que visibilizan su papel en Oaxaca entre los siglos XIX y XX.19 Destacan los aportes sobre traductoras, escritoras, maestras, campesinas e indígenas, cocineras, feministas y activistas. Asimismo, resaltamos los esfuerzos recientes, a través de trabajos en progreso, por poner el foco en la participación de las mujeres en la vida política y económica oaxaqueña durante el siglo XIX.20
Otras miradas novedosas provienen de la historia cultural y la historia del arte.21 Cabe decir que varios estudios del presente número siguen estas líneas de investigación y han abierto otras, lo cual enfatiza la diversidad y el empuje de estos enfoques teóricos y metodológicos entre los estudios modernos y contemporáneos.
La historia agraria no sólo ha mantenido su relevancia, sino que ha persistido en ofrecer contribuciones significativas. Estas aportaciones se han enfocado en aspectos cada vez más específicos -como los estudios de corte estadístico-, derivados de las cuestiones y tendencias exploradas en décadas previas. Estos estudios han proporcionado una comprensión más completa del campo oaxaqueño. El trabajo con nuevas fuentes y enfoques ha permitido profundizar en las dinámicas internas de las comunidades y sus relaciones, y ha ayudado a entender entramados regionales en una escala mediana. A la vez, se han evidenciado procesos relacionados con el devenir en el tiempo de ciertas categorías como indígena, tierras comunales, comunidad, cacicazgo. De este modo, han visto la luz obras que han clarificado la historia agraria de distintos espacios sociohistóricos y étnicos: la Mixteca, la Sierra Mixe, la región chocholteca, la Cañada y los Valles Centrales, entre otros.22 También se ha profundizado en el estudio de las haciendas y fincas desde perspectivas regionales que toman en cuenta tanto aspectos de configuración territorial, acceso y gestión de los recursos como de las relaciones productivas. Respecto de esto, una importante veta cultivada ha sido el conflicto suscitado por la implantación de medidas agrarias y sus respuestas en el nivel organizativo de la población.23 El agua también constituye una dimensión de la historia agraria que ha ganado protagonismo en las investigaciones. Las aproximaciones que se han llevado a cabo inciden tanto en los efectos de la legislación sobre el vital líquido como en las consecuencias productivas y de abastecimiento de los núcleos de población. Este tema dirige el enfoque hacia una subdisciplina todavía en ciernes en la historia sobre Oaxaca de los siglos XIX y XX: la historia ambiental.24
En medio de esos nuevos abordajes y de una reciente generación de investigadores, se fundó en 2018 el Seminario Interinstitucional de Estudios Históricos de Oaxaca (SIEHO) con el cobijo inicial de instituciones como la Biblioteca Fray Francisco de Burgoa de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO). Luego se sumarían el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), Unidad Pacífico Sur; el Instituto de Investigaciones en Humanidades de la UABJO, y el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, Unidad Oaxaca, además del apoyo puntual y generoso del Archivo General del Estado de Oaxaca (AGEO). El propósito fue reunir a especialistas de diferentes instituciones académicas y diversas disciplinas enfocadas en el estudio de Oaxaca con perspectiva histórica para poner en valor los acervos documentales de la entidad. Como fruto de este seminario, se han publicado dos libros, Los lenguajes de la historia. Oaxaca: siglos XVII-XX y Oaxaca: espacios, sociedad y arte en transformación, siglos XVI al XX.25 Asimismo se han celebrado dos coloquios, en noviembre de 2019 y en diciembre de 2021. La edición de estas obras colectivas y la organización de ambos encuentros se enmarcan en otro de los objetivos del SIEHO: el dar a conocer al público interesado resultados de investigaciones históricas sobre Oaxaca.
En los cinco años de labores del seminario ha sido notorio que los siglos XIX y XX son los que cuentan con menor número de investigaciones. Con este número especial convocamos a incentivar la discusión de temas concernientes a las etapas moderna y contemporánea de Oaxaca, a través de la difusión de algunos de los trabajos que fueron presentados y discutidos en las sesiones del SIEHO, luego retrabajados a la luz de las sugerencias y comentarios suscitados por sus integrantes. Por otro lado, los temas abordados son una muestra de los intereses y enfoques metodológicos de las nuevas generaciones de historiadores e historiadoras.
La pertinencia de este número está en que los artículos que lo integran abren ejes de investigación sobre temas escasamente tratados en la historia de Oaxaca. Asimismo, consideramos que es una ventana para identificar y analizar tendencias actuales de investigación desde y en relación con los espacios oaxaqueños. Los trabajos que se presentan tienen un alcance que conecta procesos locales y regionales con problemáticas que trascienden fronteras para vincularse con sucesos de mayor envergadura; además, son temáticamente transversales a asuntos de interés a escala nacional y latinoamericana.
La ciudad de Oaxaca por su condición de ciudad capital, sede de los poderes y centro administrativo y económico, tiene una importante presencia en este número, pues las novedades en todos los campos, ya sea educativo, técnico, comercial o recreativo, por mencionar algunos, pasaron forzosamente por la principal urbe del estado sureño. De ahí que la mayoría de los temas que se abordan se desarrollan en el ámbito urbano.
Acorde con esto, uno de los enfoques históricos que se destacan en esta edición es la historia urbana, aquella que ha elegido como objeto de estudio las ciudades, dando cuenta de las transformaciones sociales, políticas, económicas, técnicas y culturales que las urbes han protagonizado desde su fundación. Este enfoque relativamente reciente comparado con la historia política o económica poco a poco va ganando adeptos entre el grupo de historiadores, de ahí que las producciones bibliográficas que existen en la materia aún sean escasas. La ciudad de México encabeza, sin lugar a duda, los estudios de este tipo y sobre las del interior del país se sabe cada vez más. El caso oaxaqueño no es la excepción, contamos con algunos trabajos sobre la ciudad de Oaxaca durante el Porfiriato.26 Existen otros estudios importantes que, aunque no son obras que encajan propiamente en la historia urbana, brindan una perspectiva sobre diversos aspectos de la vida en la ciudad.27 Sin embargo, una de las publicaciones más cercanas a la historia urbana es el libro que aborda la ciudad en un periodo mucho más amplio: 1876-1950, una cronología que no responde a la historia política sino a la de la ciudad.28
Los trabajos de Juan Manuel Yáñez y Danivia Calderón comparten el interés por rescatar las historias de dos importantes gremios que operaron en la ciudad de Oaxaca: el de los artistas y el de aguadores. Cada uno de ellos, desde sus respectivas tareas, contribuyeron a la construcción de la sociedad decimonónica y una buena parte del nuevo milenio. Yáñez nos lleva al análisis de la transición de la pintura virreinal a la del periodo repúblicano liberal. El autor plantea cómo los conflictos entre la Iglesia y el Estado que tuvieron lugar a mediados del siglo XIX se vieron reflejados en esa manifestación artística. Yáñez destaca el papel fundamental que desempeñó el pintor Francisco Bonequi en la formación de la identidad artística durante el proceso de consolidación del Estado laico a través de sus escritos y obras pictóricas.
Por otro lado, Calderón rescata la experiencia del aguador como parte del sistema fundamental de distribución de agua en la ciudad cuando lejos se advertía el sistema en red. El aguador se ocupó de conducir el vital líquido a las casas o establecimientos comerciales con su peculiar atavío y artefactos para transportarlo. Su presencia en el espacio urbano se distingue hasta la primera mitad del siglo XX, supeditada a la modernización del sistema hidráulico, al crecimiento de la ciudad y al aumento de sus habitantes. El trabajo de la ciudad de Oaxaca que ofrece Calderón se inserta en los escasos estudios de historia urbana, aunque también es una aportación a la historia social y cultural.
El texto de Selene García aborda el contexto sociopolítico que rodeó la colocación de la escultura de Benito Juárez, realizada por Miguel Noreña, en la principal plaza de la ciudad de Oaxaca en 1885. Dicha acción representó el inicio de la transformación del espacio público de la capital bajo las pautas del régimen porfirista. A partir de un enfoque que combina la historia social y la historia del arte, García sigue la trayectoria del monumento con todos sus atributos simbólicos en su traslado posterior, en 1895, a Guelatao, pueblo natal de Juárez, donde, según las indagaciones de la autora, la escultura adquirió nuevos significados. Asimismo, aborda la erección de una nueva escultura del Benemérito en un espacio entonces a las afueras de la ciudad, hoy denominado el Paseo Juárez el Llano. Este hecho marcó los derroteros del crecimiento urbano hacia el norte de la ciudad.
Por último, el artículo de Fernando Mino nos presenta la exhibición cinematográfica en la ciudad de Oaxaca durante la primera mitad del siglo XX. Como él mismo advierte, a partir del concepto de mediación demuestra cómo los públicos cinematográficos establecieron diferentes pactos de consumo e interpretaron de formas diversas los productos ofrecidos en las pantallas. En su análisis trae a cuento las salas de cine que existieron en la ciudad y las prácticas que ahí se desarrollaban. El celuloide llegó a Oaxaca en 1897 en pleno periodo del Porfiriato y las salas de exhibición testimoniaron y formaron parte de esa etapa histórica, que implicó la caída del régimen y el inicio de un nuevo orden político y social.
Una aportación significativa de los artículos que integran el presente número es que muestran un proceso de secularización alterno al que ocurrió a través de las leyes o de las modificaciones fiscales. El estudio de las transformaciones en la ciudad de Oaxaca vía los medios masivos de comunicación -como el cine, las expresiones artísticas y la obra pública- contribuye a la comprensión del cambio sociopolítico que vivió el país entre 1850 y las primeras décadas del siglo XX.