Introducción
La igualdad de género, entendida como la equidad de derechos, responsabilidades y oportunidades para las mujeres y los hombres, es un objetivo que debe estar presente en la agenda de desarrollo de todos los países. Es reconocido que las sociedades asignan diferentes roles a hombres y mujeres, los cuales se traducen en comportamientos aprendidos y que en la práctica dan lugar a situaciones de desventaja para las mujeres con relación a los hombres en diversas esferas: familiar, social, económica, jurídica, etc. En la esfera económica esta desigualdad se concreta en la llamada división sexual del trabajo, término que se utiliza para describir la distribución de las cargas de trabajo de cada uno de los sexos en el ámbito de la producción dentro y fuera del mercado.
La división sexual del trabajo evidencia marcadas diferencias en la participación de las mujeres y los hombres en las actividades productivas (de mercado) y en las reproductivas (fuera del mercado); por ejemplo, en América Latina la tasa de participación de las mujeres en el mercado laboral es de 54%, en comparación con 79% de los hombres (CEPAL, 2013). Por el contrario, dentro del hogar las mujeres concentran las actividades domésticas al encargarse de la mayoría de las tareas de "reproducción" social, de las labores de cuidado infantil y de los enfermos, así como del mantenimiento del hogar.
Se ha estudiado que en quince países de América Latina las tareas domésticas son atendidas por mujeres de 15 años y más: 98.1% reside en zonas urbanas y 99.1% en zonas rurales (CEPAL, 2007). En general, a lo largo de la región las mujeres se responsabilizan de dos tercios del total de la carga de trabajo dentro de la casa, mientras que los hombres del tercio restante (Gammage y Orozco, 2008: 7).
Durante los últimos veinte años la participación de las mujeres en la fuerza de trabajo ha ido en aumento en la mayoría de los países del mundo. En el caso de Costa Rica, la tasa de participación femenina era inferior a 20% antes de 1970 (Román y Morales, 2009), y para 2013, según datos de la Encuesta Nacional de Hogares, había aumentado a 45.2%. Sin embargo, la incorporación de las mujeres al mercado laboral ha ocurrido en condiciones menos favorables que las de los hombres. Así, ellas han tenido mayores tasas de desempleo abierto: para 2013, según la Encuesta Nacional de Hogares, la tasa para los hombres era de 7%, mientras que para las mujeres, de 11 por ciento.
Por otra parte, la inserción laboral de las mujeres es diferente a la de los hombres en varios aspectos: ellas se concentran en algunas ramas de actividad y categorías ocupacionales específicas; el análisis por rama de actividad muestra que más de 47% de las mujeres ocupadas se desempeña en los sectores de comercio, enseñanza y en hogares; además, perciben ingresos que son en promedio inferiores a los recibidos por los hombres. Con respecto a lo anterior, la Encuesta Nacional de Hogares de 2013 evidencia que entre la población ocupada el ingreso promedio de las mujeres representa 62% del de los hombres.
A pesar de este aumento tan significativo en la participación de las mujeres en el mercado laboral, este proceso no ha sido acompañado de los cambios necesarios en las familias y en las políticas públicas para atender los requerimientos del trabajo no remunerado, pues éste sigue siendo responsabilidad de las mujeres, lo cual las obliga a desempeñar dobles y triples jornadas laborales.
En los últimos años este tema ha estado presente en múltiples foros, conferencias y acuerdos internacionales, en donde se ha exhortado a los gobiernos a implementar acciones que den cuenta del trabajo total de las personas (para el mercado y fuera de él), especialmente el de las mujeres, ya que el trabajo no remunerado ha recaído en ellas.
La encuesta "Uso del tiempo de 2011", realizada en la Gran Área Metropolitana de Costa Rica (EUT-GAM), muestra de manera contundente que en la distribución de la responsabilidad del trabajo doméstico no remunerado prevalece el modelo tradicional de los roles de género, conforme al cual dicha responsabilidad es asignada a las mujeres.
La EUT-GAM arrojó información que evidencia las brechas que hay entre hombres y mujeres en la realización del trabajo doméstico no remunerado: los hombres le dedican alrededor de 15 horas semanales y en cambio las mujeres 37 horas.
En el trabajo doméstico las mayores brechas se encuentran en la preparación de alimentos: los hombres le dedican semanalmente 3:34 horas y las mujeres 12:31; en segundo lugar, en la limpieza y mantenimiento de la casa los hombres invierten 3:26 horas mientras que las mujeres 9:03; en tercer lugar, en el cuidado exclusivo de los niños y las niñas menores de 12 años los hombres invierten 2:16 horas y 5:14 las mujeres.
Con la estimación de la carga global de trabajo (suma del trabajo remunerado y del doméstico no remunerado), se reafirma la sobrecarga de trabajo que enfrentan las mujeres en relación con los hombres, pues ellas tienen una carga de 72:56 horas semanales, mientras los hombres de 65:47, con una diferencia de 7 horas semanales aproximadamente. Sin importar su condición, edad, nivel educativo, relación de parentesco, estado conyugal o actividad, las cargas globales de las mujeres son siempre superiores a las de los hombres.
Es evidente, por lo tanto, que para comprender la situación de desventaja que presentan las mujeres respecto de los hombres, se hace necesario analizar de manera integral la participación de las personas dentro y fuera de la producción para el mercado, razón por la cual el presente artículo tiene como propósito realizar una estimación monetaria del trabajo no remunerado y así visibilizar su contribución a la economía costarricense.
El reconocimiento de la aportación de las mujeres desde el trabajo doméstico no remunerado a la economía: una deuda pendiente
El trabajo no remunerado ha sido una actividad históricamente realizada por las mujeres, y ha sido invisibilizada en las estadísticas oficiales1 por considerarse que no genera valor al no producir bienes y servicios que puedan transarse en el mercado. Pese a la importancia que tienen estas actividades para el funcionamiento de la economía en su conjunto, no se incluyen en la contabilidad nacional, tal como lo señala Cristina Carrasco:
Los bienes y servicios producidos desde el ámbito doméstico, por una parte incrementan la renta nacional, cuestión que la economía nunca ha considerado en el producto interno bruto [...] Así, el trabajo y la gestión realizada desde los hogares reproduce y cuida a toda la población y, en particular, reproduce la fuerza de trabajo diaria y generacional necesaria para la subsistencia del sistema de producción capitalista [Carrasco, 2013: 44].
Dicha invisibilidad tiene consecuencias importantes en la definición de las políticas públicas y como resultado afecta a las mujeres, quienes son las que mayoritariamente asumen estas tareas, como claramente queda evidenciado en la siguiente afirmación:
El SCN consta de un conjunto de reglas aceptadas internacionalmente, por lo que cada país está obligado a medir el crecimiento de la misma manera, aunque esto variará significativamente dependiendo de las capacidades estadísticas y técnicas. En estas cuentas opera una ecuación muy "sencilla" en cuanto a la formulación de políticas: si se es invisible como productor en la economía de la nación, se es invisible en la distribución de los beneficios resultantes de las inversiones y las decisiones sobre política redistributiva que toma el gobierno [Waring, 2008: 246, 247].
La asignación de las actividades productivas que se realizan dentro de los hogares está marcada por la división sexual del trabajo y por los roles de género socialmente asignados a hombres y mujeres.2 Estas relaciones establecidas históricamente, y consideradas recientemente como naturales, han sido ampliamente cuestionadas por el movimiento feminista a partir de los años sesenta, al argumentar que los atributos considerados como femeninos y masculinos son construcciones sociales y no naturales e innatas a cada persona, como se ha hecho creer.
Esto se explica por el hecho de que tal división del trabajo era vista como algo natural y por lo tanto irremediable. Fue hasta fines de los años sesenta del siglo XX, como consecuencia del movimiento feminista que surgió en Europa y Estados Unidos, que el estudio de la división del trabajo por sexo empieza a convertirse en un tema de investigación [...] Cada vez empieza a reconocerse el carácter social y no natural de la división social del trabajo. Es decir, es producto de una construcción social, conocida en la literatura contemporánea como sistema sexo/género o, simplemente, género [...] [Rendón, 2008: 8].
Esta diferenciación se traduce en el contexto de la economía y del hogar en responsabilidades de hombres y mujeres que conllevan dedicación y esfuerzos con valoraciones sociales desiguales y remuneraciones económicas distintas. Dicha situación ha alcanzado una mayor magnitud con la creciente incorporación de las mujeres en el mercado laboral, lo que ha significado una sobrecarga para ellas, quienes han tenido que recurrir al mercado para suplir los servicios que requieren (Ferrán, 2008). Es por ello que esta condición constituye la fuente principal de desigualdad entre mujeres y hombres.
El eje central de la desigualdad de género y la subordinación de las mujeres, como ya se mencionó, es la división por sexo del trabajo que históricamente ha asignado a los hombres el trabajo remunerado, y a las mujeres el no remunerado que sirve de sustento al trabajo que percibe pago. El trabajo no remunerado es la forma predominante de trabajo en la producción de subsistencia, el trabajo del hogar que incluye cuidados directos a otros y servicios que apoyan en esos cuidados, y el voluntariado en la comunidad [Gómez, 2008: 7].
La desvalorización de las actividades no remuneradas ha dejado en desventaja social y económica a las mujeres, quienes con sus labores contribuyen diariamente a la reproducción de la fuerza de trabajo necesaria para realizar las actividades económicas; también, y aún más grave, las ha dejado desprotegidas y dependientes económicamente, con lo cual se convierten en uno de los grupos de población más vulnerables y con mayores dificultades de acceso a los beneficios sociales y económicos del país. En el libro Las brechas de género en Costa Rica, el indicador de porcentaje de la población de 15 años y más sin ingresos propios evidencia la brecha entre mujeres y hombres en la obtención de dinero, pues para 2009 registró que 41.5% de las mujeres reportó no tener ingresos propios y sólo lo declaró 16.8% de los hombres, lo que revela una importante brecha en este aspecto (Sandoval y Escalante, 2010: 40). En este mismo sentido, Elsa Gómez observa:
El hecho de que las mujeres sean quienes asumen la mayor cuota de trabajo de cuidado no remunerado tiene importantes implicaciones para su autonomía. La limitación de oportunidades para participar en el mercado de trabajo que imponen las responsabilidades del hogar restringe las posibilidades de independencia económica, o sea, la disponibilidad de ingresos propios y de recursos de protección social para la satisfacción autónoma de las necesidades [Gómez, 2008: 8].
Ante las desigualdades de género que provoca la división sexual del trabajo, a las mujeres se les dificulta el disfrute de los beneficios sociales y económicos en condiciones de equidad e igualdad. Desde el movimiento feminista se ha venido articulando y evidenciando un discurso alternativo con base en el enfoque de los derechos humanos: es necesario que se trabaje en la creación de instrumentos para la valoración y estimación del aporte femenino a la economía. Así ha quedado claramente planteado desde la Plataforma de Acción de Beijing de 1995 hasta más recientemente en el ámbito latinoamericano en el Consenso de Brasilia de 2010 (Aguirre y Ferrari, 2013).
Desde esta perspectiva se esgrime el argumento que dichas actividades deben ser consideradas en la contabilidad nacional de forma tal que se visibilice su aportación a la economía. Sin embargo, dado que el Sistema de Cuentas Nacionales está integrado y cerrado, para no alterar su estructura se ha propuesto la creación de cuentas satélites que puedan dar cuenta de lo omitido.
Desde 1995 hasta la fecha se han logrado importantes avances metodológicos y conceptuales que promueven la valoración del trabajo no remunerado, entre los que destacan las encuestas de uso del tiempo y los clasificadores de actividades. También se ha avanzado significativamente en un corpus teórico3 referente al cálculo de cuentas satélites de producción de los hogares y en la valoración económica del trabajo no remunerado.
En el ámbito latinoamericano, en los últimos 15 años aproximadamente 18 países han realizado encuestas o módulos de uso del tiempo (Aguirre y Ferrari, 2013). Y más recientemente, organismos internacionales como la CEPAL y ONU Mujeres han abierto con mayor intensidad el debate sobre el cálculo de cuentas satélites de la producción doméstica de los hogares. En este sentido, si bien algunos países de América Latina están haciendo esfuerzos por calcular la cuenta satélite de producción doméstica, en lo que se ha avanzado es en el cálculo de la cuenta satélite del trabajo no remunerado (CSTNR), en la cual se estima su valor económico. México ha sido el primer país latinoamericano en calcular esta cuenta, y más recientemente lo hizo Colombia. Otros países como Venezuela, Ecuador y Guatemala se encuentran trabajando en ello (Aguirre y Ferrari, 2013); Perú realizó también una estimación del valor económico del trabajo no remunerado (Velazco y Velazco, 2013); pero todavía ningún país ha calculado la cuenta satélite de producción doméstica de los hogares.
¿Qué son las cuentas nacionales y por qué son importantes?
Las cuentas nacionales son un sistema de información estadística sustentada en principios contables y económicos, donde se registran las actividades económicas de un país en términos monetarios para calcular indicadores que permitan dar seguimiento al comportamiento de la economía. El indicador más conocido es el producto interno bruto (PIB). Pedrero (2011) lo define como "la forma recomendada internacionalmente para compilar las medidas de actividad económica de acuerdo estrictamente con las convenciones contables basadas sobre principios económicos" (p. 47). Para su elaboración se sigue una serie de recomendaciones internacionales emitidas por Naciones Unidas, junto con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Comisión Europea (Naciones Unidas y otros, 2008).4 Las directrices más recientes están contenidas en un manual conocido como el "Libro Azul", y fueron emitidas en 2008. En el caso de Costa Rica aún se trabaja con las pautas dadas en 1993 y se encuentran en el proceso de cambio de año base, siguiendo la normativa emitida en 2008.
El sistema de cuentas nacionales se caracteriza por ser "un registro completo y detallado de las actividades económicas complejas que se llevan a cabo en una economía y de las interrelaciones entre los diferentes agentes económicos y grupos de agentes que tienen lugar en el mercado o fuera de él" (Pedrero, 2011: 48). El sistema respeta los principios de cobertura, consistencia e integridad. Para el registro de la información se organizan los agentes económicos en los siguientes sectores institucionales básicos: sociedades no financieras; sociedades financieras; gobierno central; hogares; instituciones privadas sin fines de lucro que sirven a los hogares; y resto del mundo.
Desde la perspectiva del tema que nos ocupa, los conceptos y definiciones utilizados en el sistema de cuentas nacionales excluyen el trabajo no remunerado de los hogares por no encontrarse en la frontera de la producción para el mercado. La actividad económica se define como "una actividad realizada bajo el control y responsabilidad de una unidad institucional que utiliza insumos de mano de obra, capital y bienes y servicios para obtener otros bienes o servicios" (Pedrero, 2011: 15). Sin embargo, el "Libro Azul" contempla la posibilidad de incluir estas actividades en forma indirecta mediante "cuentas adicionales", mejor conocidas como cuentas satélites, que son una extensión del marco central de las cuentas nacionales y cuyo objetivo es complementar la información contenida en ese marco central, para lo cual se utilizan conceptos alternativos y complementarios que son coherentes con la contabilidad nacional (Casero y Angulo, 2008).
Las cuentas satélite se utilizan para contabilizar asuntos propios de la realidad nacional que son de interés para la toma de decisiones, pero que no son considerados dentro del cálculo de las cuentas nacionales. En el manual de 1993 se recomienda "que se creen cuentas satélites para incluir en ellas lo que no se incluye en las cuentas nacionales propiamente dichas, para lo que sí se incluye pero no en suficiente detalle, y como se indicó permiten cierta redefinición de los conceptos, modificaciones del alcance o de la inclusividad y más pormenorización" (Budlender y Brathaug, 2008: 62).
Disponer de una cuenta satélite de las actividades productivas de los hogares, no de mercado, permitiría tener una visión del funcionamiento de la economía más cercana a la realidad y comprender mejor las interrelaciones que se establecen entre el mercado y los hogares: "además permite combinar datos del uso del tiempo con otros datos, por ejemplo de las cuentas nacionales, obteniéndose así una visión más amplia y verídica de la vida de la sociedad [...] presenta una distribución más verídica de sus componentes" (Pedrero, 2011: 28).
Para el cálculo de la cuenta de producción de las actividades productivas, no de mercado, de los hogares se propone el Esquema 1.
Para efectos del ejercicio que se desarrolla en el presente artículo se ha estimado el primer paso de este esquema, es decir, la valoración económica de las actividades productivas, no de mercado, de los hogares.
Para realizar esta estimación se requiere la información proveniente de la encuesta "Uso del tiempo" como uno de los principales insumos, así como la de otras, como la Encuesta Nacional de Hogares. Aunque no hay todavía una metodología consensuada internacionalmente para su estimación, sí es posible encontrar experiencias sistematizadas como la de México, realizada por la doctora Mercedes Pedrero (2011), y en la cual se basan las estimaciones para Costa Rica. También el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) de México ha incluido dentro de las estadísticas oficiales el cálculo de la cuenta satélite del trabajo no remunerado, utilizando una metodología similar a la empleada por la doctora Pedrero.
La encuesta sobre "Uso del tiempo" es el principal insumo para obtener el tiempo dedicado por las personas del hogar a las diferentes actividades relacionadas con el trabajo no remunerado. En Costa Rica, en 2011, se levantó la primera encuesta en la Gran Área Metropolitana (EUT-GAM), aunque en 2004 se había incluido un módulo dentro de la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples5 (Sandoval, González y Guzmán, 2008). La EUT-GAM tuvo como población de estudio a todas las personas residentes habituales de viviendas particulares de la Gran Área Metropolitana de Costa Rica, donde se seleccionó una muestra aleatoria de 2 500 viviendas tomando como base el marco muestral de la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples de 2009. En total se entrevistaron 5 123 personas; se aplicaron tres cuestionarios: en el primero se recolectó información acerca de la vivienda y el hogar; en el segundo, sobre las ayudas en trabajo no remunerado recibidas de otros hogares; y en el tercero se indagó sobre todas las actividades realizadas durante la semana de referencia, incluyendo el trabajo remunerado y el no remunerado, el tiempo libre, la educación, las necesidades y los cuidados personales (Sandoval, González, Rodríguez y Guzmán, 2012).
Método utilizado para la valoración económica del trabajo no remunerado
Para llevar a cabo la valoración económica del trabajo no remunerado se requiere conocer el tiempo destinado por los hogares a cada tipo de actividades y estimar un salario apropiado para imputarle a ese tiempo. El método consiste en multiplicar el tiempo dedicado a cada una de las actividades por el salario de esa actividad, y de ahí se obtiene una valoración monetaria (Casero y Angulo, 2008).
La encuesta "Uso del tiempo" (EUT-GAM) proporciona las horas dedicadas por la población de 12 años y más a las actividades relacionadas con el trabajo no remunerado. La discusión se ha centrado en cómo calcular el "salario apropiado". Según lo expone Pedrero (2011), se han definido tres métodos: el costo de oportunidad, el costo equivalente al salario de la empleada doméstica y el costo de sustitución. A continuación se explica cada uno de éstos.
El costo de oportunidad
Consiste en valorar el trabajo no remunerado en función del salario real (o potencial) al que la persona renuncia en el mercado de trabajo; se utilizan generalmente los ingresos percibidos por la población ocupada según su nivel educativo y su edad. La principal limitación de este método es que se asigna un salario de acuerdo con ciertos atributos de las personas y no por el trabajo que están realizando, es decir, la valoración se hace según la calificación de la persona trabajadora y no según su producción. Además, la calificación sólo se considera a partir de la educación formal y no toma en cuenta la posibilidad de saturación en el mercado laboral, que impediría que un trabajador adicional se ocupara en condiciones similares a las de quienes actualmente están empleados; una sobreoferta de trabajadores haría que bajen los salarios (Gammage y Orozco, 2008).
El costo equivalente al salario de la empleada doméstica
Este método, también llamado generalista, consiste en utilizar el salario por hora que se paga a una servidora doméstica. Es bastante sencillo porque se le asigna el mismo salario a toda actividad, así que implica una sola multiplicación; sin embargo, tiene la desventaja de que el trabajo doméstico remunerado es de por sí muy mal pagado, desprotegido y mal reglamentado (OIT, 2010) y como lo afirma Mercedes Pedrero (2011), "ocupa un lugar bastante deprimido en cuanto a las condiciones de trabajo, no sólo por el pago recibido, también carece de seguridad social, contrato formal, inspección de la autoridad laboral, etc." (p. 81).6
El costo de sustitución
Se utiliza el costo de mercado de cada una de las actividades no remuneradas, ya sea tomando el precio de mercado o el pago que se recibe por realizar una actividad determinada. El hecho de utilizar el precio de mercado resulta complejo, ya que es difícil contar con información homogénea y actualizada, por lo tanto se decidió utilizar el pago por hora en una actividad similar en el mercado. El método consiste en utilizar los salarios promedio percibidos en las ocupaciones que son similares a las actividades del trabajo no remunerado, por ejemplo cocineros/as, conserjes, enfermeras/os, etc., y como se indicó, éste fue el procedimiento utilizado por Pedrero (2011).
El pago por hora para ocupaciones similares se obtuvo de la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho) de 2011 (INEC, 2011) y el tiempo destinado a cada actividad se tomó de la encuesta "Uso del tiempo de la Gran Área Metropolitana, 2011", EUT-GAM, 2011 (Idespo e Inamu, 2011). Como la EUT-GAM se aplicó en la Gran Área Metropolitana y no en todo el país y no es posible obtener el producto interno bruto (PIB) para esta área, lo que hizo fue comparar con el PIB nacional. Se realizó además una estimación de las horas para todo el país, haciendo una extrapolación a partir de la EUT-GAM, por lo que se tomó como base el módulo aplicado sobre uso del tiempo en 2004.
Estimación del valor económico del trabajo no remunerado en la Gran Área Metropolitana y su comparación con el PIB
Como se mencionó anteriormente, para realizar la valoración económica se requiere conocer el total de horas dedicadas a las actividades de trabajo no remunerado y la estimación del pago por hora para cada actividad.
La información sobre las horas dedicadas proviene de la EUT-GAM, 2011,7 se aplicó a una muestra representativa de la Gran Área Metropolitana y se levantó información sobre el uso del tiempo entre todas las personas de 12 años y más en los hogares, las 24 horas del día los siete días de la semana. Además del tiempo dedicado al trabajo no remunerado se captó información sobre trabajo remunerado, necesidades personales, estudio y tiempo libre. Las secciones y el número de ítems del cuestionario se presentan en el Cuadro 1, con un total de 103 ítems.
Por su parte, la información sobre pago por hora se obtuvo de la Enaho,8 que se realiza durante el mes de julio de cada año. La EUT-GAM, 2011 se recolectó durante los meses de marzo y abril, por lo que se consideró que se encontraba lo suficientemente cercana a la Enaho, 2011, para realizar la estimación.
Además se decidió trabajar con los salarios promedio netos por hora de la población asalariada para cada una de las ocupaciones, que representan 76% de la población económicamente activa, y que en la encuesta se recolecta con mayor precisión, a pesar de que se podría considerar que las actividades realizadas por la población que trabaja por cuenta propia tienen una mayor similitud con el trabajo no remunerado; sin embargo, también es reconocida la precariedad de muchas de estas ocupaciones.
El procedimiento utilizado para asociar a cada ítem con una o varias ocupaciones similares en el mercado consistió en revisar el Manual de clasificación de ocupaciones de Costa Rica, COCR, 2011 (INEC, 2011a) a cuatro dígitos y determinar la o las ocupaciones equivalentes, lo que implicó además la revisión de las tareas definidas en cada una. Por ejemplo, para la sección E, referida a la preparación y servicio de alimentos y bebidas, que contiene seis ítems, se le asociaron las ocupaciones y salarios por hora mostrados en el Cuadro 2. Cuando se asoció más de una ocupación, se consignó el salario promedio simple, obtenido a partir de las estimaciones de los salarios medios para cada ocupación. Así por ejemplo, la actividad de preparación de alimentos se homologó con la ocupación de cocineros, mientras que la de limpiar el lugar donde se preparan los alimentos se homologó con tres ocupaciones, entre ellas la de empleada doméstica. En otras actividades, por ejemplo en la gerencia y administración del hogar, la actividad relacionada con la distribución de los ingresos y gastos se homologó con la de un asistente de contabilidad. Finalmente, las horas provenientes de la EUT-GAM, para cada ítem, se multiplicaron por 52 para anualizarlas y poder hacer la comparación con el PIB.
La estimación del valor económico del trabajo no remunerado incluye, además del trabajo doméstico, el voluntario y las actividades no remuneradas que deben formar parte de la cuenta de hogares según el Sistema de Cuentas Nacionales de 1993. Como puede apreciarse en el Cuadro 3, el trabajo no remunerado, realizado por la población de 12 años y más de la GAM, representa 15.72% del PIB de todo el país, es decir, el trabajo no remunerado de la GAM, contabilizado en millones de colones, representa un poco más de la séptima parte del PIB, y al trabajo doméstico no remunerado le corresponde el mayor peso (14.97%), y dentro de éste son las mujeres quienes aportan tres cuartas partes de toda esa riqueza.
a Los tiempos de los grandes rubros se obtuvieron de las secciones específicas del cuestionario de la EUT-GAM: Actividades no remuneradas que deben formar parte de la Cuenta de Hogares según SCN-93 de la sección C; Voluntario: de la sección P; Doméstico: de las secciones E, F, G, H, I, J, L, O, Q del cuestionario 3 de la EUT-GAM.
b Banco Central de Costa Rica, Departamento de Estadística Macroeconómica.
Fuente: Elaboración propia a partir de la Enaho, 2011 y EUT-GAM, 2011.
Contar con una estimación monetaria del trabajo no remunerado hace posible la comparación con los sectores de la economía que se expresan en términos monetarios; así, al comparar el porcentaje que representa el trabajo no remunerado de la GAM respecto del PIB se encuentra que éste es similar al porcentaje que representan los sectores de la industria manufacturera (15.66%), y como un conjunto, el comercio, los restaurantes y los hoteles (15.70%) (Cuadro 4), lo cual muestra la importancia del trabajo no remunerado para el bienestar de la sociedad costarricense.
a Banco Central de Costa Rica, Departamento de Estadística Macroeconómica.
Fuente: Elaboración propia a partir de la Enaho, 2011 y EUT-GAM, 2011.
Lo anterior hace evidente la necesidad de ir rompiendo los esquemas tradicionales que no reconocen que la reproducción de la fuerza de trabajo involucra un proceso productivo que se basa en el trabajo no remunerado y cuyo valor se transfiere al sistema económico mercantil sin considerar su costo. Carrasco plantea que los enfoques para el estudio y la comprensión de las relaciones en las sociedades que se basan de manera exclusiva en la producción mercantil "ocultan una gran parte de los procesos de reproducción humana, sin la cual el mercado no podría subsistir" (Carrasco, 2001: 3).
Si se analiza por sexo el valor económico del trabajo doméstico no remunerado, se encuentran grandes diferencias entre hombres y mujeres: éstas aportan las tres cuartas partes del valor, con 2 300 278.37 millones de colones (Cuadro 5), lo cual confirma cómo la división sexual del trabajo en Costa Rica está fuertemente arraigada. De este modo, resulta importante medir y conocer su magnitud para entender la interdependencia de la economía doméstica y la economía de un país, ya que el trabajo no remunerado aumenta la disponibilidad de bienes y servicios para la sociedad, lo cual afecta positivamente su nivel de consumo y la satisfacción de sus necesidades. Por eso, cuando se excluyen las actividades no remuneradas de las cuentas nacionales, y siendo éstas un insumo para la adopción de medidas y políticas, se perjudica a quienes las realizan y se muestra una imagen imprecisa de la economía del país. Con respecto a este último aspecto, Lourdes Ferrán apunta:
Cuando una actividad se traslada desde el hogar al mercado, registra un crecimiento económico que no existe como tal, simplemente porque ha pasado de un sector no contabilizado a uno contabilizado. Este sesgo a su vez tiende a distorsionar la imagen del movimiento cíclico de la economía, puesto que en la fase ascendente del ciclo, con el aumento de los ingresos y el empleo, las actividades del hogar emigran a la esfera del mercado y las cifras que se registran, en efecto, discrepan del crecimiento real. En el periodo descendente en cambio, ocurre la deformación contraria [Ferrán, 2008: 90].
Por otra parte, hay que destacar que en las tareas del trabajo no remunerado existe una marcada división del trabajo, pues la mayoría de los hombres no participa en la limpieza de la casa; con respecto al cuidado de los hijos, su contribución se restringe a actividades como el apoyo de tareas escolares o a jugar con ellos (Rendón, 2008: 93). Costa Rica no se aleja de este patrón, ya que al analizar las actividades que componen el trabajo doméstico se encuentra que en la mayoría de ellas las mujeres trabajan más que los hombres; se destacan en la limpieza, el mantenimiento y la confección de ropa y calzado con 84%; la preparación de alimentos, con 81%; y el cuidado de personas dependientes, con 78%. En cambio los hombres tienen un porcentaje de 75% en las actividades de construcción, mantenimiento y reparaciones menores de la vivienda y el vehículo. La realización de compras para el hogar presenta una paridad: las mujeres contribuyen en 54%, mientras que los hombres en 46 por ciento.
De lo anterior se confirma que todavía los roles de género se mantienen dentro del trabajo doméstico, en el sentido de que las tareas asociadas a la reproducción, la crianza y los cuidados son consideradas femeninas y los roles masculinos están asociados a tareas como el mantenimiento y reparación de la vivienda y el vehículo (Cuadro 5).
Si se analiza la distribución de las horas que dedican tanto hombres como mujeres a las diferentes actividades del trabajo doméstico (Cuadro 6), se observa que tanto unos como otras dedican la mayor parte de su tiempo a la preparación y servicio de alimentos y bebidas: 33% del tiempo de las mujeres y 22% del de los hombres; en segundo lugar se encuentra la limpieza y mantenimiento de la vivienda: las mujeres le dedican alrededor de 23% de su tiempo, mientras que los hombres 21%; en tercer lugar se encuentran las actividades de cuidado exclusivo de niños y niñas menores de 12 años, con prácticamente el mismo porcentaje de dedicación, sin embargo, al observar por separado (Cuadro 7) las horas que dedican a esta actividad el conjunto de mujeres y el conjunto de hombres, se advierte una diferencia de alrededor de 137 millones de horas a favor de ellas. En el Cuadro 7 se observa además que es muy marcada la diferencia relativa entre mujeres y hombres en estas tres actividades; así, se reconoce que el tiempo dedicado por las mujeres respecto al de los hombres es 330% para la preparación de alimentos, 223% para la limpieza y mantenimiento de la vivienda, y 182% para el cuidado de menores de 12 años.
a En la distribución de los tiempos se considera tiempo exclusivo y en la valoración económica se incluye el tiempo de estar pendiente en 20% de su valor.
Fuente: Elaboración propia a partir de la Enaho, 2011 y EUT-GAM, 2011.
Estimación del valor económico del trabajo no remunerado para Costa Rica
Como se mencionó, la EUT-GAM es una encuesta que se levantó en la Gran Área Metropolitana de Costa Rica, abarca alrededor de 50% de la población del país y es básicamente urbana. Como ejercicio académico y con el propósito de obtener una estimación del valor económico para todo el país y así poder realizar una comparación con el PIB, se realizó una aproximación empírica que consistió en estimar el total de horas para toda la nación, mediante el empleo de los resultados del módulo sobre "Uso del tiempo" que se aplicó anexo a la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples en el año 2004 (MUT-CR, 2004) (Sandoval, González y Guzmán, 2008).
El propósito del ejercicio es aportar insumos para la discusión al respecto, a la cual se deberán abocar el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) y el Banco Central de Costa Rica (BCCR), instituciones encargadas de contribuir o elaborar, en el futuro, la cuenta satélite de la producción doméstica no remunerada de los hogares.
El procedimiento que se siguió consistió en calcular las distribuciones porcentuales por sexo y grupos quinquenales de edad para las actividades que componen el trabajo no remunerado, a partir del MUT-CR, 2004, separándolas para la GAM y para el resto del país. Posteriormente, estas distribuciones se aplicaron a las horas de la EUT-GAM, empleando un estimador de razón, para obtener el total de horas para el resto del país. Una vez obtenidas dichas estimaciones se sumaron a las de la GAM, para obtener una estimación del total de horas para toda la nación.9
Los resultados se muestran en el Cuadro 8, en donde la estimación del valor económico del trabajo no remunerado para todo el país representa 29.73% del PIB, y 94% de este valor se refiere al trabajo doméstico no remunerado. Este valor es equivalente al que representan en conjunto los sectores de la industria manufacturera y del comercio.
a Banco Central de Costa Rica, Departamento de Estadística Macroeconómica.
Fuente: Elaboración propia a partir del MUT-CR, 2004, la Enaho, 2011 y EUT-GAM, 2011.
Al comparar esta estimación con los resultados de otros países en donde se han aplicado metodologías similares se encuentra que para México en 2009 la valoración representa 22.57% del PIB (Pedrero, 2011) y para Perú 24.9% (Velazco y Velazco, 2013). En ambos países las mujeres aportan más de tres cuartas partes. Para tener una mejor idea de la magnitud e importancia de este valor en el caso mexicano, se observa que la cuenta satélite de turismo representa 7.8% del PIB, la de salud 5.7% y la de ambiente 7.0% (Figueroa, 2012), lo que evidencia que el aporte del trabajo no remunerado, realizado principalmente por las mujeres, es nada despreciable. Como plantea María Ángeles Durán:
El trabajo no remunerado que se produce en los hogares sin convertirse directamente en dinero es un recurso tan esencial para el bienestar de las sociedades desarrolladas como el trabajo aplicado a la producción para el mercado. La mayoría de la población no recibe directamente del mercado laboral los recursos que necesita para sobrevivir (niños, estudiantes, ancianos, enfermos y discapacitados, adultos carentes de empleo), y la supervivencia se garantiza principalmente por la mediación de redes familiares que redistribuyen los recursos monetarios y no monetarios [Durán, 2005: 4].
De ahí la importancia de haber desarrollado el ejercicio de estimación para todo el país a partir de la encuesta "Uso del tiempo" levantada para la Gran Área Metropolitana. Por ello es un desafío para el desarrollo de las sociedades lograr la igualdad de género y el empoderamiento económico de las mujeres al reconocer que el trabajo no remunerado es un eje fundamental para lograr esta igualdad, y por lo tanto se deben realizar esfuerzos para su medición, con objeto de facilitar el diseño de políticas públicas adecuadas y justas (CEPAL, 2013).
Los Cuadros 9, 10 y 11 son similares a los Cuadros 5, 6 y 7, pero en lugar de referirse a la GAM, presentan cifras nacionales. En general se observan comportamientos parecidos a los de la GAM en cuanto reafirman que dentro del trabajo no remunerado se presenta una división del trabajo que reproduce los roles de género, en donde las mujeres se concentran en actividades como la preparación de alimentos, la limpieza de la casa, el cuidado de la ropa y la atención a niños y niñas menores de 12 años; por su parte, la participación de los hombres se centra en el mantenimiento y la reparación de la casa y el vehículo (Cuadros 9 y 10).
a En la distribución de los tiempos se considera tiempo exclusivo; no se incluyó el servicio y apoyo a otros hogares debido a que en el MUT-CR, 2004 no aparece.
Fuente: Elaboración propia a partir del MUT-CR, 2004, la Enaho, 2011 y EUT-GAM, 2011.
a En la distribución de los tiempos se considera tiempo exclusivo, no se incluyó el servicio y apoyo a otros hogares debido a que en el MUT-CR, 2004 no aparece.
Fuente: Elaboración propia a partir del MUT-CR, 2004, de la Enaho, 2011 y la EUT-GAM, 2011.
Respecto del total de horas que aportan los hombres y las mujeres a la economía del país con su trabajo no remunerado, destacan diferencias relativas muy marcadas; por ejemplo, en el cuidado de la ropa y el calzado las mujeres los superan en cerca de 400%, en la preparación de alimentos y el cuidado de personas dependientes la diferencia es de alrededor de 300%, y respecto al cuidado de menores de 12 años la diferencia es cercana a 200% (Cuadro 11).
Los resultados encontrados en las secciones anteriores llevan a concluir que la aportación de los hogares a la economía cambia la concepción de éstos sólo como unidades de consumo, para ser considerados también como unidades de producción, ya que dentro de ellos se trabaja y se producen bienes y servicios que satisfacen las necesidades de sus miembros, con lo cual contribuyen así a la reproducción de la fuerza de trabajo (Picchio, 1994).
Conclusiones y recomendaciones
La aplicación del método empleado por la doctora Mercedes Pedrero, para la valoración económica del trabajo no remunerado, demostró ser una herramienta metodológica valiosa si se dispone de la información necesaria para su cálculo, por cuanto representa una guía cuidadosa y rigurosamente diseñada que da confiabilidad a los resultados obtenidos.
Pese a que mediante la aplicación de métodos de aproximación fue posible estimar el valor económico del trabajo doméstico no remunerado para todo el país a partir de la encuesta "Uso del tiempo" de la GAM de 2011 y del módulo de uso del tiempo de 2004, el cálculo es solamente una estimación, y por lo tanto se hace necesario contar con una encuesta nacional de "Uso del tiempo" con las características de la aplicada en la Gran Área Metropolitana en cuanto al nivel de desagregación de las actividades.
El dato obtenido constituye una información sumamente valiosa en tanto revela, mediante la lógica de las estimaciones macroeconómicas, el valor económico en términos porcentuales y monetarios de aquellas actividades no remuneradas, esenciales para el funcionamiento de la economía y confinadas al ámbito doméstico, cuya atención se delega mayoritariamente en las mujeres, históricamente invisibilizadas, con lo cual se confirma que el aporte de este sector a la economía es fundamental para su funcionamiento, tanto o más que el de algunos sectores como la industria manufacturera o el comercio.
El ejercicio brinda información muy valiosa en términos monetarios sobre la contribución de las actividades del trabajo no remunerado a la economía y permite dimensionar de manera desagregada la aportación de cada una de ellas a la economía, como es el caso de la preparación de alimentos, la limpieza de la vivienda y el cuidado de los menores, entre otras.
Por lo anterior, disponer de estos datos con la frecuencia y la regularidad recomendada por los organismos internacionales competentes le permitirá al país tener una mayor comprensión del funcionamiento de la economía y orientar, en forma más realista, su política económica.
Asimismo, se espera que la información brindada dé lugar a mayores y más pormenorizados análisis sobre la importancia del valor del trabajo no remunerado para la economía, sobre el aporte de las mujeres y sobre su retribución y reconocimiento social. Los desafíos que la sociedad costarricense enfrenta para la atención y la realización de estas actividades, en la medida que las mujeres se insertan cada vez más en el mercado laboral, siguen recayendo mayoritariamente en ellas, con las evidentes repercusiones en su salud física y emocional.
Finalmente, al revelar mediante la aplicación de una metodología rigurosa y con datos confiablemente obtenidos el aporte del trabajo no remunerado a la economía, se hace justicia a una verdad ampliamente conocida pero invisibilizada y desvalorizada por las estimaciones oficiales e internacionales que han optado por captar sólo el trabajo para el mercado.