Introducción
No es desacertado decir que dentro de las comunidades científicas existen diversos horizontes de sentido, de pensamiento y de acción científica de los investigadores e investigadoras.2 En ellas hay posiciones que no comulgan con la doctrina de la productividad a ultranza ni con los patrones contables que se yerguen desde los modelos científicos que los organismos nacionales de ciencia y tecnología (ONCyT)3 instituyen para administrar y legitimar los conocimientos científicos.4 El emblema de la legitimación científica -implementado por quienes, desde el orden gubernamental, proponen los designios de la investigación científica en cada país- se ha concentrado en generar un complejo sistema de medición y evaluación de resultados de investigadores y grupos de investigación de todas las disciplinas a través de sus publicaciones. El mayor problema de esta emblematización de la productividad científica es que su andamiaje se basa en un procedimiento homogeneizante: la diversidad de metodologías y epistemologías son reducidas a -para parafrasear a Nietzsche (2000 [1872])- la conjetura de lo verdaderamente existente en el mundo de la publicación/indexación. Como corolario, se generan ciertas prácticas alrededor de la toma de decisiones, de la divulgación de intereses científicos, de la búsqueda de recursos, etc., que se construyen con el fin de acceder y mantenerse en ese sistema de competitividad por la clasificación y la certificación bibliométrica. En el caso particular de las ciencias sociales y las humanidades se puede hablar de un sistema de evaluación que no es correlativo con los tiempos y los ritmos de sus procesos de investigación.
Se reproducen, entonces, en el ámbito de las interacciones cotidianas dentro de las instituciones, universidades y centros de investigación, valores y discursos sobre la categórica necesidad de generar productos publicables, especialmente en revistas indexadas.5 El objetivo es alimentar las estadísticas cienciométricas para mantenerse vigente en los sistemas clasificatorios. Esas prácticas se tornan cada vez más comunes y configuran un ethos científico que a su vez redefine las subjetividades de los investigadores. Como se pudo comprobar en la investigación realizada, todo este movimiento ocasiona que muchas veces los propios intereses y deseos intelectuales y científicos se pongan en un estado de suspensión para poder cumplir con las metas exigidas en los sistemas nacionales de ciencia y tecnología.
La premisa de la cual parto en este artículo es que las prácticas científicas se han configurado, en los últimos años, con una fuerte influencia de la noción de aceleración (en los tiempos de publicación, en la presentación de resultados, en la conformación y disgregación de los grupos de investigación, etc.). Dicha aceleración de las prácticas cotidianas de investigación surge de la racionalidad de la eficiencia en la ciencia como una de las características de lo que se ha considerado como capitalismo cognitivo (Berardi, 2003; Lazzarato, 2006; Bloundeu et al., 2004; Fumagalli, 2010; Vercellone, 2010), capitalismo intelectual (Maldonado, 2016) o capitalismo informacional (Zukerfeld, 2008; 2013). La inquietud que se deriva de lo anterior es comprender de qué manera esa presión por la aceleración en los procesos de producción y publicación de resultados está afectando a las ciencias sociales, más concretamente a las actividades de sus investigadores.
El incremento constante de la productividad, como una de las prácticas científicas contemporáneas, parece apoyarse en la interiorización de la competitividad como valor esencial en la producción de conocimientos científicos. En ese sentido, podría sugerirse que la competitividad en los sistemas de evaluación a investigadores y la subsecuente presión por la productividad que caracteriza a los actuales procesos de investigación son el testimonio de la aceleración social en el campo científico.
Con base en dicha conjetura pretendo poner de relieve dos cuestiones: la primera es la consideración de los ritmos en los cuales se generan conocimientos dentro del ámbito científico (específicamente en las ciencias sociales); la segunda es la relación entre la aceleración de la producción de conocimientos y la configuración de las subjetividades científicas. A partir de allí, la discusión se centra en analizar el proceso de aceleración de la producción de conocimientos y la forma en que esa aceleración configura las prácticas de los científicos en las tareas cotidianas de investigación. Así pues, en el presente trabajo la noción de aceleración adquiere un protagonismo especial en cuanto categoría sociológica que puede contribuir a comprender las transformaciones de las subjetividades científicas de los investigadores de las ciencias sociales.
El artículo se estructura en cinco partes generales: la primera presenta las claves metodológicas desde las cuales se desarrolló la investigación; la segunda parte se centra en el desarrollo de la noción de aceleración como categoría sociológica; en la tercera se describen las características generales del campo científico en clave de la aceleración como conceptualización sociológica; en el cuarto apartado se analiza la información obtenida a través de las entrevistas realizadas y se despliegan algunos de los resultados de la investigación; en el último segmento se presentan las conclusiones generales.
Reflexiones metodológicas: inquietudes, intuiciones e insinuaciones
La problematización que he planteado surgió, primero, como una inquietud inasible en el sentido de que en un primer momento conocí algunas conceptualizaciones alrededor de la aceleración social -específicamente del sociólogo alemán Harmut Rosa (2010; 2011; 2013) -, pero aún sin una clara vinculación con la cuestión de las prácticas científicas, que es mi campo de estudio. Tenía una etérea pero constante intuición de que las prácticas científicas se habían dislocado de los intereses de los investigadores, en parte por la acción de la aceleración social propia de las sociedades contemporáneas. Sin embargo, aún no tenía la suficiente claridad conceptual, ni la evidencia o acercamiento al campo empírico para poder fundamentar dicha apreciación. Fue el encuentro con el texto “Racing for What?”, de Ruth Müller (2014b), durante mi participación en un seminario sobre científicos en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) el que me dio la posibilidad de concretar las preguntas acerca de los procesos de aceleración y las prácticas científicas. Más adelante, cuando tuve la oportunidad de conocer personalmente a Ruth Müller, se afianzó mi conjetura y muchas de mis dudas se disiparon.
Con estos valiosos insumos (inquietudes, intuiciones e insinuaciones teóricas y conceptuales) inicié, poco tiempo después, el trabajo de campo de la investigación doctoral en donde tuve la oportunidad de dedicar parte de mis reflexiones a la relación entre las prácticas científicas y la aceleración social todavía sin precisar seriamente (es decir, sin una delimitación conceptualmente rigurosa) cómo se establece esa relación en los procesos de investigación concretos. Durante las entrevistas que realicé a investigadores sociales en Argentina, Colombia y México pude advertir que el problema de la aceleración en las prácticas científicas no es una experiencia liminar sino más bien central. En total se entrevistó a 39 investigadores (19 hombres y 20 mujeres)6 de diferentes disciplinas de las ciencias sociales activos dentro de los sistemas nacionales de investigación de cada país y vinculados laboralmente con universidades públicas o privadas, pertenecientes a diferentes disciplinas de las ciencias sociales (entre las cuales la antropología y la sociología fueron las más representadas, seguidas por la ciencia política), con edades entre los 28 y los 75 años, para un total de más de 43 horas de grabación.
La selección de los investigadores a entrevistar se realizó de manera aleatoria a través de las páginas electrónicas del Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación (Colciencias) de Colombia, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) de México, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) de Argentina, así como de las páginas de las universidades y centros de investigación en ciencias sociales con sede en las ciudades capitales de cada país.7 De esta manera, la investigación se basó en entrevistas a investigadores que en el momento de ser contactados estaban vinculados a centros de producción de conocimiento ubicados en Bogotá, Buenos Aires y Ciudad de México. Este criterio de selección supone un sesgo en la investigación, dado que en las regiones diferentes a las capitales y grandes ciudades (nichos académicos y de producción de conocimientos por antonomasia) los investigadores suelen tener condiciones más adversas en cuanto a recursos materiales y simbólicos que los que encuentran en las universidades y centros de investigación ubicados en los centros de poder industrial, financiero y político. Estas condiciones pueden llegar a afectar las formas de sociabilidad, el direccionamiento de las preguntas de investigación y las trayectorias científicas. Del total de entrevistados, 25 son considerados investigadores senior y los otros 14 investigadores junior. En el momento de realizar las entrevistas sólo dos investigadores no estaban vinculados laboralmente con universidades o al sistema de investigación, pero sí sostenían vínculos con la investigación científica y con el campo académico a través de sus trabajos. Por otra parte, una de las encuestadas es brasileña nacionalizada en uno de los países que forman parte de la investigación. Cinco son extranjeros (con nacionalidades diferentes al lugar donde se desempeñan), pero con fuertes vínculos personales, familiares y académicos en los países en donde trabajamos. Por respeto he conservado el anonimato de todos ellos y todas ellas y, en algunos casos, por solicitud explícita también he reservado el nombre de algunas instituciones.
Las reflexiones que aquí se exponen son, entonces, el resultado del entrecruzamiento de las conceptualizaciones sobre la aceleración social, de mis inquietudes sobre la influencia de esa aceleración en las prácticas científicas y de las experiencias de investigadores sociales de América Latina al respecto.
La aceleración social en la sociedad contemporánea
Acelerar el paso, pensar rápido, comer de prisa, lectura rápida, ráfagas de fotografías, aprender con prontitud, y un largo etcétera. El carácter veloz (y a veces efímero) de estas y otras actividades de la vida cotidiana se ha posicionado como axioma social del mundo contemporáneo. El régimen de la velocidad lleva a los seres humanos de las sociedades occidentales a una inexorable experiencia de competencia contra sí mismos y contra los demás en espacios que recombinan la angustia (de quedar rezagado en la competencia), la incertidumbre (por no controlar las velocidades ajenas) y la zozobra (por el tiempo perdido); y junto con ellas también se mezclan el éxtasis, la adrenalina y el regocijo por poder experimentar y realizar varias actividades en un periodo relativamente corto de tiempo. El cúmulo y la variación de esas emociones potencian u obstaculizan la intervención de cada sujeto en su vida cotidiana; esas variaciones en sus emociones son las intersecciones de sus experiencias, las cuales continuamente se desdoblan entre las sensaciones psicológicas del aumento de la velocidad del tiempo y de la reducción virtual de los espacios. Entonces, el orden social está determinado, desde esta perspectiva, por las intervenciones de los sujetos en tiempos y espacios específicos pero variables, por la velocidad en la cual se despliegan sus experiencias, pero también por la aceleración del ritmo de vida que los mueve. Es la metáfora de la rueda del hámster que Hartmut Rosa utiliza para referirse a esa vida en movimiento constante en la cual el sujeto de la modernidad tardía se encuentra atrapado; la paradoja es que salir de la rueda no es imposible, lo imposible es volver a subirse.8
Una de las premisas de Hartmut Rosa y William Scheuerman en High-speed Society (2009) es que conceptos como diferenciación, racionalización o individualización han sido ampliamente analizados y debatidos en las ciencias sociales y políticas, mientras que la aceleración ha estado al margen de los análisis teóricos. Los autores plantean que la aceleración de la vida cotidiana es una característica de la sociedad contemporánea que refiere al incremento de la eficiencia y la productividad.
Por su parte, Josetxo Beriain (2008) analiza las características de la aceleración social en la sociedad moderna, preguntándose si se trata de una condición de la sociedad misma o si nada más representa procesos de aceleración, pero dentro de una sociedad estática. La respuesta que Beriain nos aproxima -y que retomo para plantear la aceleración en los espacios científicos- es que no existe un modelo único que acelere todo. Hay, en cambio, múltiples procesos de aceleración en diferentes espacios de la vida social, como el deporte, la moda, el transporte. A estos procesos se contraponen las “islas de des-aceleración”, que se presentan indefectiblemente como efectos de la propia aceleración, que “está sujeta a la contingencia, a la posibilidad de una des-aceleración o, peor, de una ‘parada’ súbita […]” (Beriain, 2008: 111).
Entre aceleraciones y desaceleraciones, una de las posibles síntesis descriptivas de las sociedades occidentales contemporáneas se ubica en la aceleración del ritmo de la vida. El “ritmo de la vida” se especifica por los episodios que se experimentan en un día (conversaciones con otras personas, correos electrónicos leídos y enviados, recesos en horas de trabajo o estudio, etc.); por lo tanto, la aceleración del ritmo de la vida es el aumento o intensificación del número de episodios de acción o de experiencia por unidad de tiempo (Rosa, 2013: 122). Junto con la tecnológica y la del cambio social, la aceleración del ritmo de la vida es parte del concepto analítico de la aceleración social; pauta sistemática (teórica y empírica), describe Rosa, cuyos motores impulsores son el económico, el cultural y el estructural (Rosa, 2011; 2013). Dichos motores de la aceleración social definen las relaciones entre los sujetos y ponen en tensión los medios que caracterizan a cada tipo de aceleración: el tiempo-dinero para la tecnológica; la diferenciación cultural para la del cambio social, y la promesa misma de aceleración para la del ritmo de la vida. Esta es la estructura general bajo la cual se despliega el estricto régimen temporal que domina a las sociedades modernas (Rosa, 2010: 8). La dominación, sin embargo, no está vinculada con términos éticos en el sentido de amenazar la condición humana de los sujetos, o más específicamente, su condición ciudadana; el régimen temporal no amenaza la inclusión del individuo en un Estado-nación, no hay afectación de las libertades en un sentido político. Los individuos son “libres”, sí, pero no por ello dejan de estar atados a una dominación mucho más sutil que la física o biopolítica que describió Michel Foucault: la coerción del régimen temporal es invisible, desarticulada, despolitizada e indiscutida; no hay una ontología de la coerción temporal, así como tampoco una ontología del tiempo. Sí existe, en cambio, una fenomenología de la aceleración social. Se pueden corroborar las múltiples situaciones que expresan diversos modos de aceleración social, pues no existe un único proceso único ni un patrón universal de aceleración (Rosa, 2010: 15).
Por eso, los tres motores de la aceleración social amplían la visión centrada en el desarrollo tecnológico que desde Marx se había postulado para referirse a los tiempos de existencia entre el trabajo (alienado) y el florecimiento del hombre (en el tiempo libre). Además de la dimensión tecnológica que implica la economía capitalista, también el orden cultural y el impulso hacia el cambio social hacen girar la rueda del hámster que mueve a la sociedad de la modernidad tardía. Con todo, la aceleración no puede acaparar la totalidad de las relaciones sociales, de modo que el régimen temporal fluctúa entre la aceleración y la desaceleración. No sería correcto decir que la totalidad de las relaciones sociales están marcadas por un continuum de tiempo en aceleración, porque esto sería reducir el conjunto de dinámicas sociales a un tiempo vertiginoso único; sería la negación de las diferentes maneras de asumir y enfrentar la existencia y la coexistencia; la exaltación de un tempo único, totalizante y universal que se impone sobre los diferentes modos de vida:
La aceleración social no es un proceso constante sino que evoluciona en oleadas (en la mayoría de los casos originadas por las nuevas tecnologías o formas de organización socioeconómica), enfrentándose con cada nueva oleada a una considerable resistencia, así como a procesos de reversión parcial. […] muchas cosas se ralentizan, como el tráfico en un atasco, mientras que otras resisten obstinadamente todo intento por hacerlas ir más rápido, como un resfrío común (Rosa, 2011: 11 y 14).
Lo anterior plantea la necesidad de reflexionar sobre las “verdaderas” fuerzas que movilizan los cambios de ritmo de la vida social. Ya se ha dicho que la respuesta apunta hacia la tecnología, la cultura y las estructuras sociales, pero, ¿cómo se imponen esas fuerzas (o motores) en el ciclo de la aceleración o en el de la desaceleración?, ¿cuáles son las lógicas subyacentes para que se establezca la aceleración o la desaceleración en espacios concretos de la vida cotidiana?, ¿por qué, por ejemplo, ha triunfado el modelo de comida rápida en gran parte del mundo?, ¿cuándo se puede considerar la aceleración como un hecho valorativo y cuándo como un hecho factual?
Los tres motores se ponen en marcha conjuntamente, atraviesan la vida de individuos y colectivos, generan (polémicos) sentimientos de ansiedad y zozobra, pero también crean nuevas formas de satisfacción y éxito personal. Los cambios en los ritmos de vida son una constante que al mismo tiempo crea jaulas intangibles del quehacer de unos y movilizan emociones que revitalizan, por así decirlo, la cotidianidad de otros. Aunque esas sensaciones de jaula o de vitalidad muchas veces sean efímeras, estos ritmos de vida dan sentido a las acciones de personas y de colectivos. Las implicaciones pueden analizarse desde sus formas objetivas y subjetivas de manifestación, pero nunca existe una determinación total ni de las formas sociales ni de los modos de subjetividad (Rosa, 2013: 97).
La aceleración social, cuando se aborda desde parámetros objetivos, remite al aumento de velocidad en la realización de las acciones en sí mismas, a la disminución o eliminación de los tiempos de ocio y de descanso, a la simultaneidad en la realización de múltiples tareas, o al reemplazo de actividades lentas por otras más rápidas (Rosa, 2013: 122). Desde los parámetros subjetivos, la aceleración social se expresa como la sensación de tener menos tiempo disponible para realizar acciones o experiencias particulares. La aceleración se manifiesta, desde ambos tipos de parámetros, cuando surgen procesos de crecimiento en los cuales un aumento en la cantidad de las acciones excede el incremento en la velocidad de su realización (Rosa, 2013: 131).
En las vías de la aceleración científica
Experimentamos la aceleración social como una de las características (impuestas o asumidas) de nuestra cotidianidad; ordenamos nuestra vida en razón de los ritmos diferenciados; desplegamos nuestras creencias y deseos alrededor de estos matices temporales; nos integramos a los cambios sociales a través de un reajuste continuo en los tiempos y ritmos de cada actividad que realizamos. La ciencia, como actividad en el mundo -trabajo cognitivo- no escapa a dichos reajustes; ella también crea su propia rueda de hámster para que los científicos la hagan girar a una velocidad propia. En el campo específico de la ciencia, la eficiencia y la productividad (asociadas con la publicación masiva de textos en las revistas y journals que otorgan mayor puntuación en los estándares de medición) se han vuelto esquemas centrales de acción y, como se verá en el siguiente apartado, definen la experiencia de los investigadores entrevistados en sus ritmos de vida.
Entender la sociedad bajo el concepto de aceleración remite, inexorablemente, a la pregunta sobre los procesos de aceleración en la generación de conocimientos científicos en tanto constructo social que se define por ámbitos objetivos y subjetivos. La idea que quiero proponer se enfoca en plantear que los modelos de producción de conocimientos científicos se pueden comprender como una de las formas contemporáneas de la aceleración social. Con ello, intento poner de manifiesto que, aunque no existe un único concepto de aceleración social, la que corresponde a la producción científica ha seguido un patrón, y que éste no es fortuito, pues tiene profundas determinaciones políticas y económicas. La democracia liberal, por un lado, y el mercado capitalista, por otro, son insumos que determinan la aceleración de la ciencia bajo modelos y políticas públicas que buscan de ella productos principalmente medibles, cuantificables y comerciales.
El sistema de premios y castigos que consiste en otorgar mayor o menor puntuación a los investigadores y grupos de investigación según el tipo y el carácter de las revistas receptoras de las publicaciones es el modelo generalizado para la producción de conocimientos en los países de nuestra región. Este modelo, constituido en un principio por Estados Unidos y adoptado en la mayoría de las naciones occidentales es el epítome contemporáneo del sistema científico, en donde la competitividad es la bandera a enarbolar, dejando en segundo o tercer planos aspectos como el fortalecimiento epistemológico o la apropiación social del conocimiento; así lo describe Richard Whitley:
Mientras que el sistema científico alemán probablemente haya sido el más importante en muchos campos del siglo XIX y comienzos del XX, el que predomina en la actualidad es el de Estados Unidos, y sus características nacionales se extienden cada vez más en cuanto a cómo se debe hacer la investigación y cómo se la evalúa, en ciencias, con un sistema internacional de publicación y competencias estandarizadas. Este predominio se ve bastante reforzado por la transmisión de esas competencias estandarizadas a los centros periféricos a través de la amplia migración al país central para recibir formación. [...] Este sistema, que tiende a promover investigación altamente especializada y empíricamente especifica con grados relativamente bajos de concentración horizontal y vertical, termina por ser el estilo de trabajo científico dominante (Whitley, 2012: 327).
La competitividad en el sistema de cuantificación de la producción es la acción central del campo científico; es, parafraseando los términos de Rosa, el motor que acelera las prácticas cotidianas de los investigadores porque interviene en la producción científica a través de un complejo campo de legitimación de saberes, en donde el éxito se establece de acuerdo con la cantidad de publicaciones alcanzada.
Randall Collins estableció diferentes niveles de centralidad en la configuración de las redes intelectuales; según sus estudios, un investigador puede ser parte del círculo interno de la estratificación entre los científicos cuando ha tenido “cinco años de publicaciones continuadas” (Collins, 2009: 44). Más allá de la certeza o no de la afirmación -pues cada disciplina tiene ritmos diferenciados- lo interesante es que actualmente el reconocimiento científico se mide de manera central por el número y densidad de publicaciones. Hoy, la visibilidad de un investigador está asociada con la indexación de sus hallazgos; el modelo establecido plantea que una buena parte de su prestigio se adquiere a través de la publicación en revistas extranjeras, y a su vez, se expresa en términos de aventajamiento en la competitividad. Esto conduce a que las prácticas científicas se interesen tanto, o más, por la eficiencia para permanecer vigente en el sistema internacional de publicaciones que por generar y suscitar profundidad epistemológica, novedades conceptuales y riesgos metodológicos.
Una de las consecuencias de esta situación es la consideración de la ciencia en sí misma como objeto de valor para el dinero, con lo cual se hace de ella y de la propiedad intelectual un elemento contable y auditable (Power, 1994: 3). La aceleración de la producción científica ha causado la explosión de auditorías a la propiedad intelectual, convirtiendo al conocimiento en un régimen cada vez más cerrado en el sentido de su acceso libre. La constante necesidad de publicar y la medición de la producción a través de la cuantificación de resultados ha ocasionado que se generen prácticas de, por ejemplo, complicidad en la inclusión mutua de nombres en los artículos presentados a las revistas para aparecer como coautor sin haber hecho parte de la investigación, o también la presentación de artículos en las revistas con mayor reconocimiento para obtener mayor puntaje, o la disposición a trabajar sólo en las universidades catalogadas de élite por los rankings de jerarquización internacional.9
La pregunta subsecuente que me interesa plantear aquí es: ¿cómo ha afectado este movimiento al trabajo de investigación en ciencias sociales? Esta pregunta es relevante pues, como dicen Aibar y Quintanilla, los estudios de ciencia, tecnología y sociedad “intentan determinar en qué medida y de qué forma distintos factores (valores de diverso orden, fuerzas económicas y políticas, culturas profesionales o empresariales, grupos de presión, movimientos sociales, etc.) configuran o influyen en el desarrollo científico y tecnológico” (Aibar y Quintanilla, 2012: 12). Para aportar una respuesta a dicha inquietud, en el siguiente apartado relacionaré las elucubraciones, valores y apreciaciones de investigadores sociales de Argentina, Colombia y México respecto de la percepción de la aceleración en la vida científica y los efectos sobre sus trabajos, con los factores políticos y económicos mencionados anteriormente.
Subjetividad y aceleración en la percepción de los científicos sociales
Mi interés por indagar sobre la sensación de aceleración en las prácticas de producción de conocimientos científicos inició a partir de las conceptualizaciones de Rosa, y se concretó con el estudio empírico realizado por Müller (2014a) con investigadores posdoctorales de las ciencias de la vida en Austria y Estados Unidos. Quise constatar si ese sentimiento de aceleración que afectaba las prácticas de producción de conocimientos científicos (por ejemplo, la sensación de tener muy poco tiempo para pensar en profundidad los problemas) en investigadores de las ciencias naturales se manifestaba de la misma manera en estudiosos de las ciencias sociales; y si era así, tratar de ver cuáles eran las posibles consecuencias de ese sentimiento de aceleración.
La competitividad en las universidades y centros de investigación se caracteriza, según Müller (2014a), por ser multinivel; es decir, los individuos, grupos y departamentos compiten por posiciones, recursos y reputación dentro de las universidades y, además, existe una competencia por prestigio, fondos y recursos humanos entre universidades en las escalas nacional e internacional. El régimen de la velocidad lleva a los científicos a una inexorable experiencia de competencia contra sí mismos y contra los demás en espacios que recombinan el éxtasis, la adrenalina y el regocijo que se experimenta cuando se realizan satisfactoriamente las actividades que la vocación y la pasión por el conocimiento les demandan; pero también -y esto es lo más notable- se padecen sentimientos de angustia (de quedar rezagado en la competencia), la incertidumbre (por no controlar las velocidades ajenas) y la zozobra (por el tiempo perdido).
Todo ello genera un estado de estrés y de ansiedad en los investigadores que es poco visible en los informes y que, en todo caso, no aparece en las estadísticas bibliométricas. Al respecto presentamos los siguientes relatos:
-Hay compañeros que la pasan muy mal porque piensan todo el tiempo en que tienen que producir, tienen que producir en la súper revista [...]; muchas veces, además, la súper revista te dice que no, claro. Ehhh, y eso: muy frustrante (investigadora junior argentina).
-[…] y publicar, siempre sé que hay que publicar más. Ahora, hay un tema de tiempos, de cuándo está listo el artículo, la producción que […] bueno, trato de acelerarlo, pero no sé si lo acelero mucho más (investigadora junior argentina).
En medio de esa carrera contra sí mismos, los propios investigadores advierten que la aceleración en los ritmos de publicación afecta la calidad de sus trabajos. La documentada fisura entre las exigencias para no ser excluidos de los sistemas nacionales de ciencia y tecnología o de los sistemas nacionales de investigación (el SNI en el caso mexicano) y una producción de conocimientos de calidad se torna clara en las siguientes declaraciones:
-[Publicar de corrido] le sirve a los que les gusta eso, a los que [...], pero no creo que a las ciencias en general, o a las que [...], no es útil, por lo menos no [...]; ¡ah!, por ahí sí, que sé yo, es el modelo norteamericano, ¿no? Publiquen, publiquen, publiquen. Un [artículo] aparece bueno. Hoy creo que ni siquiera eso sirve porque para que aparezca uno bueno uno tiene que concentrarse, uno tiene que estar pensando [...] qué sé yo [...]. Las investigaciones tienen que durar diez años, no un año y ya está, y publiqué y vamos a otra cosa (investigador senior argentino).
-Lo que preocupa es esta otra visión [de Colciencias] de que la gente tiene que producir, producir y producir; o sea, es [algo así] como escriba, escriba, publique, publique. Pero el conocimiento no es sólo eso y creo que en muchos casos lo que hace es bajarle la calidad a la investigación (investigadora junior colombiana).
-[Los tiempos de las consultorías] te vuelven loco básicamente. Y eso es muy molesto, porque si una quisiera ser metodológicamente más robusta, te estresás (investigadora junior argentina).
Calidad y cantidad entran en tensión en las prácticas cotidianas de los investigadores sociales; son excluyentes en los modelos que regulan sus actividades de investigación. En esa dicotomía entre calidad y cantidad a los investigadores no les queda más opción que sacrificar el tiempo no laboral para cumplir cualificadamente con las cantidades requeridas por los ONCyT y las instituciones donde trabajan; así lo explica un joven sociólogo colombiano: “Los productos los saco en vacaciones, o sea, capítulos de libros y artículos. Entonces, por ejemplo, ahorita en enero fue [...]; antes de entrar saqué dos capítulos de libro y un artículo [...]. [En esas condiciones] no los saca uno con la misma pasión y madurez, y todo el asunto” (investigador junior colombiano).
Las condiciones laborales en donde se contrata ad honorem, por horas o por cátedra, y la aceleración en los procesos de investigación que exigen las instituciones, influyen en las subjetividades de los investigadores de manera negativa porque se generan prácticas en donde lo importante ya no es el conocimiento sino el artículo; la vocación por la ciencia y el trabajo intelectual se subsume a la intensidad de los ritmos institucionales y de las evaluaciones que los ONCyT realizan para clasificar a sus investigadores:
-Nosotros [los investigadores sociales] no podemos estar escribiendo libros año tras año. Cuando yo escribí mis dos primeros libros, pues me daba siempre un momento de reposo, ¿sí? Hoy en día, si usted no [...], por ejemplo, en la clasificación de investigador junior o asociado, si usted no tiene un artículo anual en A pierde la condición de investigador; entonces, para nosotros es muy paradójico, muy tensionante; es una tensión que tenemos con Colciencias y con nuestros centros de investigación (investigador senior colombiano).
La última declaración hace referencia al conjunto binario de aceleración-desaceleración al que aluden los autores que estudian el problema del tiempo social. Recuérdese, por ejemplo, la mención a una posible “des-aceleración”, o a una “parada súbita”, como la mencionó Beriain (2008: 111). En el caso que nos ocupa, la “des-aceleración” puede estar representada por la baja en la producción anual de artículos, con la consecuente pérdida de escalafón en los sistemas de investigación. La “parada súbita” equivaldría, entonces, a la expulsión del sistema, a la pérdida de la condición de investigador, como se mencionó en una de las respuestas por parte de un académico de Colombia.
El estado de tensión ante la amenaza de una pérdida de estatus está presente en las actividades que realizan los investigadores, especialmente en lo relativo a la escritura. Las dos fuerzas que provocan esa tensión subjetiva son, de un lado, los criterios de evaluación establecidos por los organismos de control y las estadísticas de producción anual para la realización de los rankings internacionales; del otro, los ritmos de escritura de cada sujeto, así como los tiempos empleados para el desarrollo de la investigación en las ciencias sociales, como lo mencionó una antropóloga colombiana:
El trabajo por horas a mí me parece que es incompatible con el trabajo intelectual, pues tú sabes bien que a veces no puede que sea: ‘en una hora escribo una página’, o sea esa relación, no. Hay horas en las que escribes diez páginas y hay horas en las que no escribes ninguna. O sea, el trabajo de producción intelectual tiene como sus propios ritmos, sus propios tiempos; entonces es muy complicado manejarlo por horas (investigadora junior colombiana).
En este panorama, se puede decir que la tensión está definida por estructuras burocráticas complejas que buscan resultados científicos para mostrar eficiencia política; estas estructuras se enfrentan a los ritmos y tiempos propios de la producción de conocimientos en las ciencias sociales y de los investigadores sociales. Desde un punto de vista sociológico, la tensión por la aceleración en la producción científica está inserta en el panorama actual, en el cual “se han experimentado cambios importantes en el modo de producción de los conocimientos, en la estructura organizativa de las empresas y en la articulación de las cadenas de valor vinculadas con sectores estratégicos receptores de los cambios tecnológicos y productivos” (Casalet, 2015: 215).
La aceleración en los ritmos de la vida científica no sólo se expresa en la presión por publicar; en general, las actividades científicas y académicas que deben desarrollar los investigadores son percibidas por éstos como un conjunto de labores que no dejan mucho tiempo libre para el ocio. Cada investigador tiene sus ritmos y organiza los tiempos cotidianos y los periodos de trabajo de diferentes maneras, pero el común denominador es un lamento por la falta de tiempo; el trabajo de investigación se percibe como una labor que demanda no nada más vocación sino también algunos sacrificios, como el tiempo en familia o de vacaciones, tal como pudo apreciarse en algunos de los testimonios anteriores. De aquí surge una condición paradójica para los académicos, pues en su trabajo tienen un alto margen de autonomía y libertad para desarrollar las tareas pero, al mismo tiempo, esas labores deben realizarse en poco tiempo, lo cual genera los sentimientos de ansiedad y tensión que se han señalado.10 Sin embargo, la tendencia a trabajar más no parece ser exclusiva de las universidades latinoamericanas; en dos estudios realizados en instituciones académicas del Reino Unido en 2012 se constató que muchos profesores y personal administrativo laboraba más de cincuenta horas a la semana y reportaban altos niveles de estrés (Martell, 2014). Estas condiciones forman parte de la nueva administración pública, la cual ha cooptado también a las universidades y centros de investigación, para aumentar su capacidad de respuesta a los movimientos del mercado y ajustarse a las modernas técnicas de la administración (Müller, 2014b: 330). El antropólogo Fernández de Rota logra una pertinente y acertada síntesis al respecto:
La planificación política conduce a dar forma a la manera de considerar lo que es científico y la manera propia de configurarse como sujetos científicos. La evaluación de los “pares” -y de lo que hace falta para ganarse el puesto de “par”- junto con las comisiones de evaluación y subvención de proyectos científicos y otras formas de valoración continuada -incluido el impacto en citas- exigen una detenida reflexión y crítica. Suponen la creciente extensión de una manera concreta de entender lo que es la ciencia claramente influida por modelos empresariales y a la que se aplican sistemas de gestión empresarial. El peso de [algunas] fundaciones corporativas no estatales hace que buena parte del conocimiento producido no sea público, sino que tenga propietario, lo que contribuye a la mercantilización de los productos científicos y a sus restringidas posibilidades de difusión (Fernández de Rota, 2012: 276 y 277).
La gestión empresarial en las universidades genera prácticas que se alejan de los fines de la investigación científica. Para los entrevistados, por ejemplo, algunas tareas son consideradas rutinarias, sin mayor significado, y son rechazadas por no contribuir a sus experiencias académicas y científicas. Esas actividades se relacionan con los aspectos administrativos y burocráticos que exigen las instituciones, los ONCyT y los ministerios, que se han agudizado por la influencia de la nueva administración pública; en el mismo sentido, están vinculadas con los procesos de acreditación que adelantan las universidades y con el cumplimiento de metas impuesto por los directivos de algunas instituciones de educación superior. Una joven investigadora colombiana, por ejemplo, quien realizó su doctorado en Francia, se lamentó irónicamente de su situación laboral al regresar a su país: “Uno al final hace un doctorado para llenar cuadritos de Excel […]. Básicamente nos contratan para llevar las estadísticas de Colciencias o del Ministerio de Educación”. Sobre esta situación de la burocratización en la investigación, Naidorf et al. destacan lo siguiente:
Respecto de la burocratización de la actividad de investigación se destaca el tiempo que consumen los académicos en completar formularios y redactar informes que, más que en control genuino de la producción intelectual, se convierten en un fin en sí mismos, lo que conlleva un savoir faire que nada tiene que ver con la creatividad entendida como producción novedosa y socialmente valorable (Naidorf et al., 2011: 184).
Estas exigencias burocráticas se perciben como incompatibles (o al menos como obstáculos) con las actividades propias de la investigación; por ello, los investigadores sienten que cada vez el tiempo es más ajustado para cumplir con todas sus obligaciones. Una investigadora junior de Argentina decía al respecto lo siguiente:
El informe más duro -que es el mes de la muerte [risas], que ya mi familia lo sabe, mis colegas también- es el de Conicet, porque burocráticamente es extenuante, porque ahí hay que reelaborar qué proyecto va a hacer uno para el año que viene; es como un [...], es más exigente. Y la facultad, la universidad, cuando me lo pide [...]; creo que es anual o bianual, un informe mínimo de actividades, para [...], como para asegurar mi dedicación exclusiva a la investigación, pero es una formalidad.
De parte de los directivos de las universidades también se siente la presión por la obtención de resultados científicos; por ejemplo, un investigador senior de Colombia, quien al momento de la entrevista ocupaba el puesto de vicerrector académico en una universidad privada, mencionó que muchos de los profesores que regresan al país con doctorado tienen interés en investigar y que para ello reclaman tiempo y recursos por parte de la institución; dice que esta situación ha generado “toda una batalla cuesta arriba porque es difícil convencer al Consejo Superior precisamente cuando se incrementan tan fuerte [los recursos], entonces quieren resultados empírico-prácticos y económicos de corto plazo”. La aceleración del ritmo de la vida científica es, entonces, una condición subjetiva y objetiva; se puede observar tanto en la asignación de los lapsos y periodos para el cumplimiento de las labores como en la organización de sus propios tiempos por parte de los investigadores.
El panorama se va tejiendo poco a poco, la complejidad se va vislumbrando gracias a los relatos de los investigadores, quienes son los artífices y protagonistas de todo el escenario. A pesar de las diferencias biográficas existen ciertas regularidades en las prácticas científicas que, junto con las creencias y los deseos individuales, estructuran el orden científico contemporáneo. La aceleración de las actividades en el campo de la ciencia es parte de esa compleja trama que algunas veces se pasa por alto, pero que indudablemente ha generado diversos tipos de afectaciones en las subjetividades de los investigadores sociales, así como en las problematizaciones que se hacen desde las ciencias sociales. En su estudio sobre posdoctorantes en ciencias naturales de Austria y Estados Unidos, Ruth Müller (2014b) encontró que una de las consecuencias de los procesos de aceleración es la falta de tiempo para pensar en profundidad los problemas que se plantean. Como se pudo constatar, esa ausencia de profundidad parece ser una de las consecuencias de la aceleración en los procesos de publicación también de los entrevistados de las ciencias sociales; muchos de ellos argumentaron que la presión por publicar acarrea una posible disminución en la calidad de lo que se publica.
A pesar de esta marcada tendencia hacia la aceleración de la vida académica, aún persisten ciertos rituales académicos que pueden entenderse como pausas o desaceleraciones que buscan legitimar a las comunidades académicas y sus tradiciones. En el campo de la ciencia existen rituales que, entre otras cosas, cumplen la función de desaceleración de los ritmos de vida académica. Estos patrones de conducta, como lo pude constatar durante las entrevistas, son trascendentales en las experiencias científicas y marcan pautas de interacción con colegas, maestros y otros sujetos que intervienen en la producción del conocimiento científico.
Ante la aceleración de los ritmos de la vida científica, los rituales académicos fungen como prácticas de restablecimiento del “orden natural de las cosas” (Castillejo, 2009: 126). Con esto quiero decir que los “rituales de interacción” (Collins, 2005; 2009) que se reproducen en las comunidades del saber científico, grupos de investigación y asociaciones científicas son anclajes que dichas comunidades mantienen como prácticas tradicionales que buscan crear y forjar identidades científicas en las nuevas generaciones de investigadores. La realización de ciertos rituales académicos es la forma de resistencia institucionalizada a los procesos de aceleración que caracterizan la construcción contemporánea del conocimiento científico. Por ello, los rituales son un acto de impresión (en el sentido de imprimir un sello, una marca) a la experiencia de los investigadores durante sus trayectorias; son vestigios que llevan la vocación científica a su más álgida expresión; son actos liminares dentro de las prácticas científicas.
Algunos de los rituales académicos identificados durante las entrevistas y que influyen de manera importante en las experiencias de los investigadores son: la postulación a un programa doctoral o posdoctoral; la escritura de la tesis doctoral y la consecuente sustentación ante un comité evaluador; la participación en seminarios, congresos, conferencias y otros eventos públicos; y la colaboración en comités evaluadores o someterse a ellos. Estos rituales se caracterizan por definir en gran medida el éxito o fracaso de sus trayectorias. En ellos se establecen interacciones entre sujetos que detentan jerarquías disímiles, en virtud de la cuales ejercen roles y poderes específicos. Los rituales se realizan en lugares y con tiempos determinados, pero sus efectos perduran y los símbolos o signos de honor (o deshonra) que emergen de ellos se mantienen a lo largo de las carreras. Son ritos que refuerzan las identidades científicas y disciplinares (hacerse y sentirse investigador, sociólogo, antropólogo, politólogo, etc.), pero que también pueden amenazar las trayectorias si el veredicto es desfavorable para quien se somete a ellos. Los rituales también son actos de jerarquización (“membresías estratificadas”, los llama Collins [2009]), requisitos inexorables para legitimar las posiciones y los prestigios (o para perderlos). Debido a la proximidad física, en los rituales científicos se generan estados emocionales11 que definen la situación inmediata, así como la inclusión en las academias: ser aceptado en un programa; obtener una mención honorífica a la tesis, y recibir buenas críticas en los debates públicos son acciones que generan prestigio y moldean las carreras científicas a partir de diferentes tipos de membresías estratificadas.
Uno de los hallazgos más importantes es que los investigadores sociales se enfrentan a continuos periodos de tensión y estrés; la pérdida de tiempos compartidos en familia es frecuente y las condiciones laborales de las instituciones incentivan la aceleración de los ritmos de la vida académica. Ello, en conjunto, genera prácticas científicas marcadas por el inexorable tridente del tiempo como el regulador de cada actividad realizada. El resultado son subjetividades científicas marcadas profundamente por la aceleración en la producción bibliográfica y un nuevo sentido en la vocación por la investigación científica.
Conclusiones
¿Debe entenderse la aceleración de la ciencia dentro del marco del sistema del competitivo mercado capitalista? Hartmut Rosa enmarca la aceleración tecnológica en este sistema (Rosa, 2010: 27), por lo cual ciencia y tecnología deben concebirse, desde principios del siglo XX, como formas de aceleración a las cuales se le adjudican objetivos claros de ganancia económica; para ello, se genera un ethos según el cual el éxito se mide en reconocimientos públicos, publicaciones constantes y acceso continuo a fondos de financiación. La aceleración técnica se entiende como consecuencia de estructuras culturales, económicas y sociales; dicha aceleración influye fuertemente en las formas y los modos de sociabilidad y de subjetividad, pero no los determina (Rosa, 2013: 97).
La aceleración, como categoría analítica deberá debatirse en el campo de la sociología de la ciencia pues, como concluyen Robinson y Godbey (citados por Rosa, 2013: 131), el aumento cuantitativo del ritmo de vida objetivo parece conducir a una transformación cualitativa de la experiencia subjetiva del tiempo; el trabajo científico y cognitivo como tal es una experiencia social y, por ello, no puede ser ajeno a los cambios de los ritmos de vida; la experiencia científica también se ve afectada por la experiencia del tiempo.
Es necesario, entonces, explicar de qué manera la aceleración en los modos de producción de conocimientos influye en la construcción de nuevas subjetividades científicas. Analizar la producción del conocimiento científico desde la categoría de la aceleración social es un elemento de gran contribución a la sociología de la ciencia, porque se destacan las relaciones cotidianas que se despliegan en la actividad científica, lo que confiere sentido a la tendencia a hipervalorar los índices de producción científica y la legitimación que se establece desde las metodologías cienciométricas y bibliométricas.
Con los resultados obtenidos en la investigación se puede sostener que las dinámicas de aceleración tienen la doble condición de valor y de coacción en los procesos de investigación. Esto quiere decir que, por un lado, desde la gubernamentalidad de la ciencia se valora y se exige la aceleración de los ritmos de vida académicos como muestra individual de competitividad en el campo científico. Por otro lado, los investigadores se ven limitados para desarrollar procesos de investigación más rigurosos por esta disposición, que se materializa a través de los mecanismos de evaluación; estos últimos se caracterizan por ser modelos conductistas estructurados en una perspectiva de estímulo-respuesta (Bensusán y Valenti, 2018). Se valora poder permanecer en las vías de la aceleración científica (la rueda del hámster, diría Rosa), pero desde el nivel del sistema de investigación no se ofrecen condiciones para transitar dichas vías de manera menos competitiva y más amable con la vida familiar y personal de los investigadores. Tal vez la realización de más estudios en este sentido proveerán de mejores y mayores insumos teóricos y empíricos a los administradores de las instituciones de investigación y a los policy makers para establecer procesos y procedimientos de evaluación más acordes con la realidad de las prácticas científicas que desarrollan los investigadores sociales en nuestra región.