Introducción
La vertiginosa complejidad de las sociedades actuales requiere que la profesionalización del editor no se dirija solo a los aspectos prácticos encaminados a la inserción al mundo laboral, también, debe incorporar elementos teóricos orientados a comprender y transformar la realidad mediante la generación de conocimiento nuevo. Por lo que resulta pertinente establecer lo que significan e implican los referidos aspectos teóricos. De manera sencilla se dice que una teoría representa un entramado de conceptos organizados de forma lógica con el que se busca dar explicación de la realidad, o más exactamente a los diversos fenómenos que dan forma a la existencia real. El conocimiento teórico brinda una visión multidimensional y sistemática de aquel o aquellos fenómenos que se desean conocer. Su posesión, permite actuar y transformar la realidad de manera amplia, sistemática y orgánica, esto es, un accionar en consonancia de múltiples aspectos, lo que al final da significación a una teoría. Considerando que el saber meramente técnico es de limitado horizonte y de parcial accionar, resulta primordial que en la formación posgraduada se fortalezca el campo de conocimiento editorial a partir de procesos de investigación tanto teórica como aplicada.
En efecto, sustentar un programa de formación posgraduada con esta orientación no viene a ser una ornamentación oficiosa sino una necesidad ante los vertiginosos cambios que se están viviendo en el contexto de la industria editorial. Como hace notar Bhaskar (2014), esta industria experimenta una serie de transformaciones representadas en aspectos como las relaciones -principalmente- entre editores y autores, la diversificación de los formatos y los soportes, la autopublicación, el acceso abierto y las exigencias de las nuevas dinámicas de lectura, circulación y mercadeo de los productos editoriales, y las políticas macro-económicas. En este entorno, la edición ha transitado de una actividad artesanal a «una industria dominada por los grandes grupos, que ejercen todo tipo de actividades en la industria cultural y de la información» (Schiffrin 1999, 7). Además, la situación actual ha acelerado las transformaciones de las empresas editoriales y sus relaciones con los agentes de la cadena de valor, incluidos aquellos tradicionalmente considerados como compradores -lectores, libreros y bibliotecarios-, en pro de asegurar su sostenibilidad financiera (González 2020; Sáliche 2021).
Estas circunstancias hacen pertinente analizar las propuestas y alternativas de formación de los editores, así como revisar las lógicas y los principios orientadores que guían los procesos educativos mediante la comprensión del papel del editor en el ecosistema del libro (Cordón 2014; Sánchez 2019), revalorando su accionar y sus relaciones con los demás agentes de dicho ámbito. La profesionalización editorial se encuentra fuertemente influenciada por las dinámicas y exigencias de los conglomerados editoriales, quienes responden a la inercia natural del capitalismo hacia la concentración monopólica. Dicha profesionalización «no se condice con una efectiva formación específica de los editores en tanto tales» (Miguel y Saferstein 2016, 74), lo que exige complementar la formación con una serie de cuestiones vitales relacionadas con el ser editor y las prácticas de su quehacer.
En el ámbito posgraduado, desvelar las lógicas de la formación de los editores en los niveles y espacios académicos permite acercarse a la correspondencia que debe existir entre las necesidades de desarrollo de los sectores editorial y cultural, y las capacidades que los encargados de la edición requieren desde una perspectiva crítica de su labor. Sin embargo, la formación del editor se concentra en la enseñanza de técnicas y prácticas eficientistas para el desarrollo efectivo del proceso editorial. Es así que en «América Latina, la edición y el diseño editorial se siguen enseñando como una especie de labor artesanal, de modo que la profesionalización [...] raras veces se distingue de la simple capacitación para el trabajo» (Kloss 2020).
Así entonces, los programas de formación en edición enfrentan el desafío de interpretar la práctica editorial para que se resignifique como una disciplina digna de discusión en la academia (Valencia 2012). La formación en edición debe centrarse, por tanto, en desarrollar competencias para tomar decisiones ponderadas respecto al lugar de la edición en el mundo (sobre la perspectiva desde la cual el editor asume su quehacer y el impacto de sus acciones), mediante el rescate de saberes originarios del oficio editorial y la importancia de la perspectiva holística y armonizada de las propuestas curriculares de los programas de formación (Valencia 2012).
También se debe preparar al editor para interpretar fenómenos relacionados con las TIC; que redimensionaron las formas de gestionar y publicar contenidos, ofreciendo nuevos desafíos y que interroga sus roles en ambientes comunicacionales complejos, caracterizados por la mediación digital (Thompson 2021). Desde esta perspectiva, el editor se debe interrogar ¿Cuál es su rol y función en el contexto de la cultura escrita? y ¿A quién está dirigido su esfuerzo? en términos de identificar los nichos de lectores especializados, incluso en las editoriales pequeñas para quienes esta segmentación resulta más útil pues le permite encauzar su labor (Thompson 2021). La influencia de las políticas propias del sector, las dinámicas empresariales y, en general, la citada resignificación del ecosistema del libro y la lectura, así como contribuir a la fundamentación epistémica de la edición ha generado espacios de reflexión sobre las problemáticas de ese campo (Gómez 2013). Otorgar un sentido diferente a la formación también requiere considerar el elemento antropológico del consumo cultural, dado que «la enseñanza de la edición y del diseño editorial no suele tomar en cuenta el aspecto antropológico esencial de cualquier comportamiento de consumo, incluyendo el cultural» (Kloss 2020, 34).
Lo anterior motivó la realización del proyecto de investigación «La Formación y el perfil profesional del Editor en Iberoamérica» cuya pretensión se dirigió a caracterizar esta configuración a partir de las preguntas por el tipo de conformación de editores que se ofrece en la región, así como las disciplinas de conocimiento a las cuales se encuentran adscritos. Para ello, se analizaron aspectos curriculares como el nivel de formación posgraduada, los objetivos, el plan de estudios (contenidos), el perfil de ingreso y de egreso, y las unidades académicas que ofrecen los programas. De manera preliminar, se plantearon dos supuestos en términos de: a) en Iberoamérica predomina la formación en el nivel de especialización técnica, y b) que los programas de formación de editores se vinculan en su mayoría a la disciplina de la comunicación social.
Metodología
Este estudio, exploratorio y descriptivo, se propuso indagar las características específicas de los programas académicos. La metodología adoptada pretendió ubicarse en el paradigma de las teorías críticas (Guba y Lincoln 2002), a fin de aproximarse a la realidad académica y educativa de los programas de formación de editores mediante las voces de algunos de los agentes del sector editorial (líderes editoriales y egresados), cuya experiencia se combina con la revisión documental (Valles 1999) de las propuestas académicas de los programas de instrucción de editores y el contexto social, cultural, histórico y político de la edición.
Se emplearon fuentes primarias representadas en líderes de editoriales y egresados. Se diseñó un cuestionario y se aplicó una encuesta digital, cuyo instrumento fue sometido a una prueba piloto con el 10 por ciento de la muestra; el formulario no sufrió variaciones significativas. Los principales componentes que integraron la encuesta, y que a su vez representan las categorías y subcategorías de análisis, fueron: Nivel de formación, Área de conocimiento, Objetivos de los programas, Perfil de ingreso y egreso y Planes de estudio. Para el análisis de datos se retomó la propuesta de Arriaza Balmón (2006). Asimismo, fuentes secundarias como fueron las propuestas de formación, informes de caracterización del sector editorial en cada país (expedidos por los entes de gobierno), memoria de eventos y documentos en el área editorial, analizados a partir de las categorías definidas (Valles 1999).
Se caracterizaron los programas de formación de editores a partir del análisis crítico de la información acopiada y organizada con base en la matriz de categorías. Se llevó a cabo un primer nivel de interpretación mediante la construcción de resultados basados en frecuencias simples, triangulados con las respuestas de las diversas audiencias de manera previa agrupadas según el sistema categorial mediante el procedimiento inferencial propuesto por Cisterna Cabrera (2005).
Se analizaron 16 programas de formación de editores: seis en el nivel de maestría y diez en el de especialización (incluidos aquellos que reciben la denominación «máster»). Esta muestra fue reclasificada tomando como referencia su duración en semestres académicos, así: los programas de menos de cuatro semestres se consideraron especializaciones; y, aquellos de cuatro o más, maestrías. Para la conformación de esta muestra se acudió a la técnica de muestreo por conveniencia; se localizaron en Internet programas que satisficieran tres criterios: 1) ofrecidos por universidades acreditadas o editoriales y centros de formación en colaboración con universidades con crédito académico, ya fuesen de titulación oficial o propia; 2) programas que estuviesen vigentes durante la recolección de información (2019 y 2020); y 3) programas de los cuales hubiese disposición de más del 90 por ciento de la información requerida. Las instituciones de educación superior que integraron la muestra fueron: Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco (México), Universidad Autónoma del Estado Morelos (México), Instituto Caro y Cuervo (Colombia), Universidad Diego Portales-UPD (Chile), Universidad Internacional de Valencia (España), Escuela Superior de Diseño Barcelona (España), Núcleo de Estratégias e Políticas Editoriais-NESPE (Brasil), Universidat Politécnica de Valencia (España), Universidad de Antioquia (Colombia), Universidad Nacional de La Plata (Argentina), Universitat Oberta de Catalunya (España), Universidad Autónoma de Barcelona (España), Universidad Pompeu Fabra Barcelona (España), Universidad Complutense de Madrid (España), Select Business School en colaboración con la Universidad Pontificia de Salamanca (España) e Instituto Europeo Di dessign (España).
Es de advertir que, al tratarse de una muestra por conveniencia, la mayor parte de los «líderes editoriales» encuestados fueron colombianos, al igual que el total de los egresados, de esta manera, América Latina tiene una importante representatividad en esta investigación, a pesar de que la mayoría de los programas estudiados pertenecían a España. La Tabla 1 agrupa la información de los programas académicos identificados con códigos alfanuméricos del Atlas-Ti, el nivel de posgrados y país correspondiente.
Código Atlas-Ti |
Nivel del programa |
Equivalencia para el estudio |
País | Código Atlas-Ti |
Nivel del programa |
Equivalencia para el estudio |
País |
---|---|---|---|---|---|---|---|
P1 | Maestría | Maestría | Colombia | P15 | Especialización | Especialización | Argentina |
P2 | Especialización | Especialización | Colombia | P17 | Maestría | Especialización | México |
P3 | Máster | Maestría | España | P24 | Maestría | Maestría | México |
P4 | Especialización | Especialización | España | P33 | Maestría | Maestría | Chile |
P5 | Maestría | Especialización | España | P34 | Especialización | Maestría | Brasil |
P6 | Maestría | Especialización | España | P35 | Máster | Especialización | España |
P10 | Máster | Especialización | España | P36 | Máster | Especialización | España |
P12 | Máster | Especialización | España | P37 | Máster | Especialización | España |
Fuente: elaboración propia.
Nota: La discontinuidad en los códigos, del software Atlas ti, obedece a que la tabla solo da cuenta de la muestra seleccionada mediante la aplicación de los criterios establecidos.
Para consultar a los líderes editoriales se empleó un muestreo no probabilístico por conveniencia (Hernández et al. 2017) mediante la elaboración de una base de datos con información acopiada de Internet y la colaboración de expertos en el área para establecer contacto con las audiencias. Con esto se estructuró un grupo compuesto por 81 líderes editoriales, pertenecientes a los siguientes países: Colombia (52 %), España (11 %), México (9 %), Ecuador (6 %), Argentina (5 %), Perú y Chile (4 % cada uno), Brasil y Costa Rica (3 % cada uno) y de Panamá, República Dominicana, Uruguay y Venezuela cada país con 1 por ciento en representación. Igualmente, se consultó a un grupo de 21 egresados de un programa de especialización de Colombia. La Tabla 2, da cuenta detalla las audiencias mencionadas.
Datos de la encuesta | |
Universo - población | • Líderes del sector editorial de países Iberoamericanos • Egresados de quienes se dispusiera bases de datos |
Tamaño de la muestra | • 81 líderes • 21 egresados |
Procedimiento de muestreo | Por conveniencia |
Técnica e Instrumento de recolección de información |
Encuesta con cuestionario digital |
Prueba piloto | 10 % de la muestra |
Caracterización de las fuentes primarias | |
Líderes | |
Roles de los líderes - organización a la que pertenecen |
• 51 % directivos de empresas editoriales • 33 % editores en instituciones de educación superior y editoriales independientes • 10 % docentes • 4 % personal bibliotecario |
Años de experiencia | • 43 % entre 1 y 10 años • 57 % más de 10 años |
Sexo | • 54 % mujeres • 46 % hombres |
Egresados | |
Rol-cargo - organización a la que pertenecen |
• 36 % vinculados a organizaciones públicas o privadas • 32 % docentes • 16 % editores independientes • 16 % otros tipos de instituciones |
Años de experiencia | • 38 % entre 1 y 5 años • 62 % más de 6 años |
Sexo | • 68 % hombres • 32 % mujeres |
Fuente: Elaboración propia.
Resultados
La muestra de programas de formación está representada en seis países iberoamericanos: España, México, Colombia, Argentina, Brasil, y Chile. España ofrece nueve programas en diferentes niveles y modalidades; México, dos maestrías; y Colombia, una especialización y una maestría. A los anteriores, se sumaron Argentina, Brasil y Chile, con un programa cada uno. Se encontró predominio de la modalidad presencial de formación (68,75 %), seguida de las modalidades virtual (18,15 %) y mixta (12,5 %), estas últimas en España. Los programas de formación surgieron, principalmente, por la escasa o ausente oferta posgraduada en edición, en los países participantes del estudio (75 %), y la responsabilidad social de las instituciones educativas para responder a dicha necesidad (25 %).
Nivel deformación
Se evidencia la existencia de once posgrados con menos de cuatro semestres, agrupados en la categoría de máster o especialización. Cinco estructurados en cuatro o más semestres, concentrados en el nivel de maestría. En todos los programas se observa coherencia entre el nivel y los propósitos formativos. Las especializaciones profundizan en el proceso editorial, que incluye diseño, producción gráfica, maquetación, diseño editorial, libro digital, control y gestión de la calidad del proyecto editorial. Las maestrías, por su parte, presentan equilibrio entre los procesos editoriales de los diversos productos (análogos y digitales) y contenidos relacionados, como la gestión editorial. Sólo uno de los programas expresa disponer un enfoque investigativo. Este es la columna vertebral de su plan de estudios. Los demás se enfocan en lo pragmático, que incluye la realización de proyectos de grado y prácticas profesionales, hallazgos que confirman el supuesto relacionado con la preponderancia de la formación, en el nivel de especialización técnica.
Áreas de conocimiento
El área del conocimiento, en la cual se inscriben los programas, determina su enfoque disciplinar y su propuesta pedagógica y curricular. En este sentido, se encontró que 56,2 por ciento de los programas pertenecen al área de Ciencias Sociales, en concreto, a las subáreas de Periodismo y Comunicaciones y Economía y Negocios; el 37,5 al área de Humanidades, de modo específico, a la subárea de Arte e Idiomas y Literatura, y el 6,3 al área de Ingeniería y Tecnología, en la subárea de Ingeniería Ambiental. Esto valida el supuesto dirigido a que, la mayoría de los programas de formación de editores se vinculan a la comunicación social. Las propuestas curriculares conservan la impronta del área de conocimiento a la cual se encuentran adscritos, lo que se evidencia también en los contenidos de sus planes de estudios.
Con relación a los egresados y a los líderes editoriales, se encontró que el área de conocimiento de su formación de pregrado pertenece en su mayor porcentaje a las Humanidades (39 % y 42 % en ese orden), principalmente, en los programas de comunicación social y bibliotecología. Al área de Ciencias sociales (28 % y 37 % de manera respectiva) en programas como estudios literarios y diseño gráfico. Finalmente, la formación de pregrado de los editores se relaciona con porcentajes inferiores al 10 por ciento con las áreas de Ciencias Naturales, Ciencias Médicas y de Salud, Ingeniería y Ciencias Agrarias. En cuanto a la formación posgraduada, se encontró que el 38 por ciento de los líderes poseen estudios de maestría y especialización relacionados con los estudios editoriales, seguido de un 28 por ciento en áreas afines como la comunicación, la lingüística y las ciencias de la información.
Es posible afirmar que existe una filiación directa entre la edición y disciplinas como la Comunicación y las Artes, dado que se integran estudios sobre los lenguajes escritos y visuales en diferentes soportes y formatos y en los procesos de difusión y comunicación de la información, tal como se observa en la formación de pregrado de los egresados y los líderes editoriales. Es así que «una de las causas por las que el fenómeno editorial no ha sido objeto de una disciplina con su propio campo académico parece ser su carácter transversal» (Kloss 2020, 58).
Objetivos formativos
Se identifican diversos propósitos pedagógicos, así como enfoques principales (que no son excluyentes) -procesos editoriales (75 %) y administración editorial (68,8 %)- que guardan coherencia con los contenidos más frecuentes en los planes de estudio. Estos hallazgos concuerdan con voces de expertos, según las cuales, el editor debe conformar un perfil integrador de la totalidad del proceso editorial, como rasgo que le permita gestionar y tomar decisiones editoriales y administrativas (Kloss 2020). Además, la aplicación de las tecnologías, en los procesos editoriales, representa una orientación consignada en los objetivos del 31 por ciento de los programas; a su turno, los procesos de emprendimiento y el fortalecimiento de las habilidades blandas ocupan cada uno en el 12,5 por ciento de ellos. También, una decidida pretensión de los programas por responder a las necesidades del sector editorial, mediante la formación de perfiles editoriales que combinen elementos teóricos y prácticos, a través de los cuales sea posible analizar de manera crítica el sector y su compromiso como agentes integradores de la gestión editorial. En esta línea algunos programas hacen mención de la consolidación del llamado «olfato» frente a las modificaciones de los intereses y necesidades de los lectores; no obstante, se observa que la formación de los editores se decanta por la realización de procesos de mercadeo orientados a las ventas.
Perfiles de ingreso y egreso
En cuanto a esta parte, la totalidad de los programas orientan su oferta a profesionales de diferentes áreas de conocimiento, con preferencia a los provenientes de Ciencias Sociales (31 %) y Humanas (25 %), con predominio de programas como Diseño, Publicidad, Artes, Comunicación Social, y experiencia en procesos editoriales, diseño y artes gráficas. Estos perfiles de ingreso incluyen habilidades blandas como los tipos de pensamiento transdisciplinar, el pensamiento crítico y el trabajo en equipo. También exigen experiencia en edición y, algunos, en diseño editorial.
Ahora bien, con relación al perfil de egreso, el 56 por ciento de los programas se orientan hacia la preparación de estudiantes para desempeñarse en labores propias del proceso editorial, mediante la combinación de cursos teórico-prácticos. Otro 37,5 por ciento forma para el desempeño de labores de dirección y administración en cargos de gerencia; y 25 por ciento corresponde en igual cantidad a las intenciones de formar para el diseño editorial y el emprendimiento, con la pretensión de que -los egresados- puedan desempeñarse como trabajadores independientes e, incluso, crear nuevas empresas editoriales. Cabe resaltar que, sólo en el 12 por ciento de los programas se forman los editores para abordar los procesos investigativos.
En las comunicaciones con los líderes editoriales se hace evidente el interés y la preocupación por el papel y función de la edición y los editores en los procesos de formación de lectores, y por una oferta educativa que permita enfrentar los desafíos del sector en sus respectivos países. No sólo se trata de las tensiones entre las perspectivas sociocultural y comercial de la edición, dado que el criterio de la rentabilidad transversaliza la totalidad del proceso editorial.
Planes de estudios
Se evidencia una amplia variedad de estructuras según el nivel y la modalidad de cada programa. Algunos se organizan en bloques temáticos para tratar, por separado, los componentes práctico y teórico, o en ejes formativos con denominaciones como «básico», «temático» y «de proyecto terminal». En general, la totalidad de los programas propenden a ofrecer planes de estudio flexibles y contextualizados. Permiten organizar rutas formativas. Algunos proponen un diseño curricular basado en proyectos y centrado en el estudiante con ambientes de aprendizaje tradicionales, en tanto que otros armonizan el modelo convencional con prácticas de aprendizaje autónomo y colaborativo con actividades asincrónicas y recursos de apoyo digitales, como formas de acercamiento a prácticas de aprendizaje híbrido. Cabe anotar que la coyuntura provocada por la pandemia motivó la implementación de ambientes tradicionales en modalidad presencial mediada por las TIC. En algunos casos se propone el desarrollo del programa formativo bajo alianzas con otras unidades académicas o empresas editoriales de sólida trayectoria.
La totalidad de los programas integran contenidos sobre el proceso editorial, la administración editorial y los procesos mediados por las Tecnologías de la Información y la Comunicación en este ámbito. La audiencia de egresados, aunque resaltan la pertinencia de los contenidos y los objetivos de formación, consideran necesario profundizar en los procesos editoriales de diferentes tipologías de textos. Según la revisión documental, llama la atención que son escasos los posgrados (P1, P2, P10 y P35) que integran en sus planes de estudios asignaturas en las cuales se analice el perfil y rol del editor en el contexto cultural y editorial. Es así que «muchos estudios sociológicos sobre los editores en México analizan el campo editorial como si los editores fueran las empresas editoriales en sí mismas, invisibilizando la dinámica social que se presenta entre sus trabajadores» (Kloss 2020, 26). Un 67 por ciento del grupo de los egresados y 45 por ciento de los líderes editoriales valora los contenidos de su programa de formación, al considerarlos pertinentes con las necesidades y retos del sector. No obstante, llama la atención que la mayoría de los líderes (48 %,) disientan de dicha valoración.
En algunos posgrados, las actividades de formación investigativa no se registran explícitamente como contenido curricular; se exige como requisito de grado la realización de un proyecto editorial (impreso o digital). La corrección de estilo, la diagramación y la ilustración constituyen temáticas que -para el grupo de egresados- deben estar presentes en la formación del editor, así como la inclusión de un panorama con mayores detalles sobre la edición científica dándole un enfoque al uso de las plataformas de gestión editorial, por ejemplo, el OJs, según las voces de algunos de los entrevistados.
Las actividades académicas son presenciales, virtuales o mixtas con uso de diversos recursos didácticos: colecciones análogas y materiales bibliográficos digitales en acceso abierto accesibles mediante diversas plataformas: catálogos de bibliotecas académicas, bancos de software especializados y laboratorios. Algunos cursos desarrollan las relaciones entre la edición de publicaciones y la cultura, y los criterios éticos que rigen la producción y difusión de contenidos, encaminados a construir conocimientos y herramientas para trabajar de manera interdisciplinaria en la edición, y en la aplicación de conceptos y técnicas para identificar necesidades sociales y culturales en cada público objetivo. Al respecto, los líderes editoriales plantearon la necesidad de implementar «proyectos con mayor horizontalidad que permitan incorporar necesidades desde diversas visiones culturales y una mayor distribución de contenidos en espacios naturales del libro (librerías, ferias), romper el centralismo de procesos, contenidos y distribución».
Discusión y conclusiones
Un elemento central de reflexión está relacionado con los pocos programas formativos de posgrado en la región estudiada, lo cual justifica la necesidad de fortalecer y ampliar la oferta para la profesionalización de los editores (Ruiz y Mendoza 2012; Valencia 2012; Miguel y Saferstein 2016), cuya relevancia radica en que esta brinda al editor un escenario para analizar e interpretar de manera crítica su práctica, confrontarla y reconstituirla de forma permanente para garantizar su integralidad cultural. Se espera que la formación posgraduada ofrezca una combinación entre saberes intelectuales, habilidades cognitivas, técnicas especializadas y criterios éticos para reconocer el sentido histórico y cultural de la edición en la sociedad, más allá de las labores técnicas del oficio que sólo permite un estrecho y limitado quehacer pragmático.
Los programas están adscritos, principalmente, a las áreas de las ciencias sociales y humanas, y orientados a profesionales de disciplinas como la Comunicación Social, el Diseño y la Publicidad debido a su afinidad temática con los propósitos de la formación en edición. Estas relaciones epistémicas aportan a la concepción de un perfil integral del editor, capaz de reconocer e interactuar con los diversos agentes del ecosistema del libro, y de establecer conexiones y diferencias con los diversos componentes que lo conforman. La armonización de contenidos de diversas disciplinas, en los currículos formativos, da cuenta de la interdisciplinariedad de la práctica editorial.
La relación de los contenidos curriculares, la cantidad y la diversidad de temáticas en algunos planes de estudio contrasta con el número de semestres y la asignación de horas establecidas en la organización de las actividades académicas, despierta inquietudes respecto al nivel de profundidad con que se desarrollan los contenidos, en específico para los programas de especialización técnica (cuya duración oscila entre dos y tres semestres académicos). Esto podría limitar la posibilidad de abordar con suficiencia los contenidos, por tanto, afectaría el cumplimiento del perfil de egreso que se ofrece, como promesa de valor. En tal sentido, cabe considerar el estructurar currículos con énfasis temáticos diferenciados por cohorte, de modo tal que los estudiantes alcancen el nivel de especialidad pretendido.
Se espera que la relación entre la academia y el sector editorial favorezca la comprensión de la edición como un campo de conocimiento en el que la teoría permita el conocimiento en profundidad desarrollado por los avances de la técnica en los procesos editoriales. Cabe subrayar que el trabajo de fundamentación teórica no es ni debe ser un mero agregado ornamental en el desenvolvimiento cognoscitivo académico y -en particular- de investigación. De hecho, la sustentación teórica que se lleva a cabo en el proceso cognoscitivo refuerza conceptual y metodológicamente los conocimientos obtenidos en la investigación sobre edición de publicaciones. De ahí que al contar con un respaldo que es capaz de conocer lo teórico permite una comprensión más integral de la complejidad de los procesos editoriales, los cuales se entretejen en un denso entramado de relaciones, como lo ejemplifica Michael Bhaskar en su obra La máquina de contenido; en cuanto al uso de la teoría para la comprensión del proceso global de edición (Bhaskar 2014).
Y, al comprender de manera multidimensional tales procesos, se tornan legibles -en específico- las transformaciones técnicas que en la actualidad determinan en gran medida la orientación seguida por la industria editorial. Por su parte, al contar con una base de conocimientos sustentados de forma teórica sobre este aspecto en específico se pueden ofrecer a nivel práctico guías de orientación para una ejecución y despliegue óptimos de la técnica en la esfera editorial, sin que el peso técnico se sobreponga a los demás procesos. Y, por el contrario, más bien proponer una interacción armónica para un mejor y más productivo desenvolvimiento del quehacer editorial. Estas interacciones deberán ser una constante en los posgrados, dado que posibilitan a los estudiantes confrontar la teoría con la práctica al contrastar los contenidos curriculares de los espacios académicos con las dinámicas del ejercicio de la preproducción de publicaciones. A partir de esto, podrían desarrollar otro nivel de relaciones con el conocimiento, así como fortalecer habilidades técnicas específicas y, ante todo, capacidades cognitivas con las cuales consoliden una permanente actitud reflexiva y crítica sobre la realidad del sector y, en consecuencia, sobre las formas y las posibilidades de actuación como editores.
Para las entidades con las cuales se establecen alianzas para el ofrecimiento de los programas de formación, los beneficios se observan en la oportunidad de co-formación del estudiante en función de necesidades y desarrollo de dicho sector y, por consiguiente, en la posibilidad de seleccionar profesionales idóneos y competentes en el área. Esta cooperación, a su turno, retroalimenta a las empresas del ramo, ya que les permite ser observadas por agentes capacitados (universidades y egresados) que con su intelecto profesional aportan, tanto a su desarrollo como a las comunidades donde están insertas; lo cual redundará en la competitividad empresarial y en el desarrollo de comunidades lectoras.
En general, la formación de editores se orienta a la consolidación de la capacidad para gestionar proyectos editoriales en diversas instituciones mediante planes de estudios flexibles y contextualizados que integren contenidos y prácticas que equilibran lo gerencial con los procesos de publicación mediante la aplicación de las TIC, cuyos beneficios para los estudiantes radican en acceder a fuentes y recursos de información diversos, así como a espacios de interacción con los docentes, con sus pares y con el mundo editorial -configurados a partir de experiencias y conocimientos previos- desde los cuales, se pretende desarrollar actividades de aprendizaje situado.
La profesionalización del editor debe armonizar la dimensión disciplinar con la experiencia vital (Miguel y Saferstein 2016). En este sentido, resulta fundamental que los editores no sólo aprendan a utilizar las diversas herramientas que ofrecen las TIC sino, en especial, que desarrollen las capacidades para adaptarlas a las realidades de los lectores, a sus necesidades y a las intenciones que orientan sus procesos de lectura y a sus contextos socioculturales, acortando las distancias entre editores y lectores.
Expertos como Thompson (2021) han evidenciado la necesidad de replantear el papel del editor en relación con el lector, con quien debe abrir nuevos canales de comunicación para interactuar más de cerca y posicionarlo como el centro de su actividad cultural y no sólo objeto de mercadotecnia. Las tecnologías ofrecen oportunidades para contribuir en que ciertas comunidades de lectores que han experimentado dificultades para el acceso al libro (a la información) tengan múltiples canales y lean en diversos soportes y formatos.
El predominio de la modalidad presencial constituye un reto para la profesionalización en edición considerando los aprendizajes que aportó la situación sanitaria a causa de la pandemia de COVID-19. Frente a esto, la educación virtual constituye una oportunidad para los programas académicos en el área, más aún, si se considera la escasa oferta posgraduada en Iberoamérica y la necesidad de responder asertivamente a las exigencias del sector.
Finalmente, la preponderancia de las especializaciones frente a las maestrías (no se identificaron doctorados en este campo de conocimiento) presenta un hallazgo congruente con los propósitos formativos de estos programas; la mayoría de los cuales se orienta a la cualificación para el desempeño laboral (enfocado, ante todo, en el quehacer técnico y práctico del proceso editorial). Esto contrasta con la intencionalidad de la profesionalización del editor, en cuanto al imperativo de consolidar una base cultural que posibilite al estudiante reconocer la industria editorial y su proceso evolutivo (Marisol Vera citada por Bravo Moraga 2017), así como analizar las relaciones entre nuevos formatos de los contenidos y prácticas de lectura -a las que pocos posgrados otorgan relevancia de forma explícita-.
En definitiva, la orientación técnica y práctica de la profesionalización del editor puede ser legítima para el nivel de especialización, sin embargo, resulta insuficiente para las maestrías y doctorados, cuya intencionalidad radica en ampliar y desarrollar los conocimientos para solucionar problemáticas del campo disciplinar. Esto por cuanto que los últimos niveles de posgrado buscan profundizar o desarrollar la fundamentación teórica y conceptual del área o disciplina específica, con lo que la investigación se constituye en el eje transversal de sus propuestas formativas y pedagógicas.