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Revista mexicana de sociología

versión On-line ISSN 2594-0651versión impresa ISSN 0188-2503

Rev. Mex. Sociol vol.65 no.2 Ciudad de México abr./jun. 2003

 

Sección bibliográfica

 

Toussaint Ribot, Mónica. 2000. La política exterior de Estados Unidos hacia Guatemala, 1881-1885

 

Marcos Cueva Perus*

 

México: Instituto José María Luis Mora, 202 pp.

 

* Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Sociales.

 

El LIBRO MÁS RECIENTE de Mónica Toussaint Ribot, autora también de Belice, una historia olvidada (publicado igualmente por el Instituto José María Luis Mora y el Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos), resulta de gran importancia para el estudio de espacios que los latinoamericanos olvidamos a menudo, y que atañen (ya sea de manera directa o indirecta) al Caribe y su heterogeneidad idiomática, religiosa y racial. Es asimismo un texto de gran actualidad, y la autora no deja de señalarlo desde la introducción, aunque de manera quizá demasiado discreta. Ya en su libro sobre Belice (publicado en 1993), Mónica Toussaint Ribot había abarcado —desde otro ángulo— algunos aspectos de la Historia sobre la cual vuelve en La política exterior de Estados Unidos hacia Guatemala 1881-1885, en la que participan los mismos actores: Guatemala, México, Estados Unidos y Gran Bretaña (los intereses españoles se encuentran ahora alejados). Podría parecer sorprendente que hayamos hablado del Caribe cuando de Guatemala se trata, mientras que resulta más fácil aceptarlo en el caso de Belice. Sin embargo, quien conozca la geografía guatemalteca —en particular la de la costa Atlántica— puede comprender (por la existencia de población de raza negra o los nombres en inglés de algunas poblaciones) hasta qué punto no resulta descabellado vincular a Guatemala con el área caribeña, como tampoco lo es hacer semejanzas entre el interior de Belice y Centroamérica. Entre latinoamericanos, nuestras clasificaciones suelen ser un tanto estereotipadas; de ahí resulta, en buena medida, la importancia de los trabajos de Mónica Toussaint Ribot, a la que ya nos hemos referido.

En lo fundamental, y ahora que resulta tan difícil conseguirlo —sobre todo por el papel de los medios de información masiva y la frecuente aversión a cualquier forma de compromiso teórico entre algunos historiadores—, Mónica Toussaint Ribot se propone "construir una memoria histórica" a partir de lo que ella llama una "sistematización interpretativa" de los mecanismos concretos de la política exterior estadounidense hacia los países latinoamericanos. En el texto ya referido sobre Belice, la autora se limitaba a sugerir una "narración histórica", por lo que el propósito del libro que ahora reseñamos pareciera ser de mayor alcance. Sin embargo, las bases de tal sistematización interpretativa no están elucidadas, por exacto que sea afirmar que de la transmisión de tal memoria histórica depende que se evite "cometer los mismos errores del pasado": en realidad, es más probable que ello dependa de la acción humana; pero también —por parte de quienes toman determinadas decisiones— de saber, o de querer saber sobre el pasado, lo cual por desgracia no es la regla en los tiempos que corren, cuando el conocimiento ya no está, o casi, en la base de la opción (ya no digamos del compromiso) en la acción; en particular, de la acción política, salvo entre quienes —como en Estados Unidos— poseen la información suficiente para velar por sus propios intereses. Por otra parte, quienes han hecho sistematizaciones interpretativas en América Latina y el Caribe, han relegado con frecuencia el aporte de los historiadores, por considerarlos simples "lectores de archivos", más que generadores de "teorías para la acción".

Mónica Toussaint Ribot propone en su libro un adelanto significativo, que su investigación corrobora: la política exterior estadounidense —como ella misma demuestra fehacientemente— no es (para la época estudiada al menos) "monolítica", de tal manera que las instancias de decisión son cambiantes e incluso contradictorias en sus atribuciones, en su peso y en la concepción de la relación entre Estados Unidos y el exterior; en este caso con Centroamérica, México, el Caribe y otras potencias. Si afirmamos que se trata de un adelanto significativo, es porque, en el pasado, también pesó una visión simplificadora e igualmente estereotipada de la política exterior estadounidense, limitada a las "intenciones" o las "maquinaciones" de una superpotencia intervencionista, cuando no simple y llanamente adjetivada como "imperialista". En esta misma perspectiva, la política exterior de países como México en Centroamérica, o como Brasil en el Cono Sur, fue reducida a lo que se diera en llamar "subimperialismo". Hoy que el acercamiento con Estados Unidos es mayor, también se abren nuevas posibilidades para conocer mejor desde dentro lo que José Martí llamara "las entrañas del monstruo"; aunque, en ese mismo proceso, se descubra que, justamente, no todo es "monstruoso", sino que también hay cabida para contradicciones y contrastes. El trabajo de Mónica Toussaint Ribot se ubica entonces en un campo innovador, puesto que demuestra cómo, durante el siglo XIX (y en especial hacia finales del mismo) la política exterior estadounidense hacia Guatemala experimentó muchos vaivenes.

Dicho lo anterior, y puesto que la autora lleva a cabo desde el comienzo un planteamiento que no es ajeno a la geopolítica, acaso hubiera valido la pena que ésta fuera definida como tal, pues los debates al respecto escasean; y que, de la misma manera (y ante la problemática de la rivalidad entre Estados Unidos y otras potencias, Gran Bretaña en particular), se precisara el concepto de "hegemonía", también sujeto a discusión. En esta medida, pese al propósito planteado en la introducción, desde una perspectiva interdisciplinaria, hubiera podido ahondarse en la "sistematización interpretativa". Sin embargo, no cabe reprocharle al texto que dicha perspectiva se encuentre ausente, si se acota por fuerza a la historiografía, aun a riesgo de recaer sobre la "narración".

Como sea, uno de los factores clave que orienta la política exterior de Estados Unidos hacia Guatemala se encuentra en el interés estadounidense por construir un paso interoceánico entre el Atlántico y el Pacífico, así como por lograr que el usufructo no sea para cualquier potencial rival. En tal sentido, resulta un tanto sorprendente que la problemática de Panamá (país que para el periodo estudiado no existe como tal) esté bastante opacada en el texto, y desde el principio: el Tratado Clayton-Bulwer —sobre el que volveremos más adelante, y que coincide con la "quimera del oro" californiano-estadounidense— entraña la construcción del primer paso interoceánico en el istmo centroamericano: el ferrocarril "panameño". Seguramente —pero es una opinión muy particular— hubiera resultado benéfico para el lector que la autora describiera las aristas del tratado en cuestión desde el primer apartado, y no después; aunque ello planteara problemas metodológicos, del mismo modo en que hubiera sido quizá pertinente mencionar el Tratado MacLane-Ocampo. Como lo demuestra el texto de Mónica Toussaint Ribot, a finales del siglo XIX (y mientras que Francia fracasa en Panamá por las dificultades del proyecto interoceánico de De Lesseps), Estados Unidos tiene en mente la construcción de un paso transístmico desde el istmo de Tehuantepec hasta Colombia, pasando por Nicaragua; ello orienta en buena medida la política hacia Guatemala y ante las disputas entre centroamericanos. Por lo demás —y es algo que pudiera asombrar al lector—, entre los intereses de Estados Unidos (habida cuenta de que la producción industrial se concentra para aquella época en la costa Este), se incluye abaratar las exportaciones hacia el mercado chino, cuya apertura —con la política de "puertas abiertas"— comienza justamente alrededor del periodo en el cual se concentra el libro de Mónica Toussaint Ribot. En todo caso, se trata de datos que el lector interesado puede encontrar en otras publicaciones del Instituto José María Luis Mora.

Aunque a nuestro juicio la bibliografía de origen centroamericano sea escasa, la detallada investigación bibliográfica tiene, entre otros méritos, el de apoyarse en uno de los mejores especialistas sobre la expansión estadounidense en Centroamérica y el Caribe: Walter LaFeber, desafortunadamente desconocido en las "generalizaciones teóricas" a las que hemos aludido; también el de apoyarse en obras tan indispensables (pero poco utilizadas) como la de Victor Bulmer-Thomas, quien se ha ocupado de la muy peculiar "rivalidad" entre Estados Unidos y Gran Bretaña en América Latina y el Caribe durante el siglo XIX. Aquí (a falta de precisión sobre la "geopolítica" y la "hegemonía") cabe resaltar que —como en otras partes del mundo— se trató de una rivalidad muy especial entre dos "expansionismos", o como quiera llamárseles (puesto que no se plantea un debate teórico), ya que apenas ocurrieron roces de carácter bélico, por despiadada que pudiera ser la competencia económica. Es algo, en efecto, que ha sido poco tratado; para abordar dicho tema, el texto que ofrece Mónica Toussaint Ribot es un valioso punto de referencia, como el libro sobre Belice ya mencionado en esta reseña.

En el mismo orden de cosas, seguramente —aunque se trata de una opinión muy particular— hubiera sido propicio, para el lector, que la autora describiera las aristas del Tratado Clayton-Bulwer (que comprende precisamente a Estados Unidos y Gran Bretaña en la disputa por el control del istmo centroamericano) antes del primer apartado, y no después. Pese a ello, la autora —congruente con los propósitos de su introducción— opta primero por mostrar los disensos dentro del delineamiento de la política exterior estadounidense hacia México, Guatemala, el resto de Centroamérica y las "potencias europeas", "rivales" cambiantes detrás de la doctrina Monroe. Asimismo, pudiera haberse dado —siempre en una perspectiva geopolítica— una mayor importancia a las "tesis" del capitán Alfred Thayer Mahan (mencionado en las conclusiones) y sus planteamientos sobre las "potencias marítimas" y las "potencias terrestres", lo cual contribuiría a mostrar —desde el punto de vista de los roces bélicos, al menos— la ambigüedad que hay en la rivalidad entre Estados Unidos y Gran Bretaña.

En el fondo, la historia que tan acuciosamente detalla Mónica Toussaint Ribot, que en las conclusiones llama "continuos reacomodos y alianzas temporales" en Centroamérica —y más allá de las mediaciones diplomáticas mexicanas—, es la historia de un fracaso: el de la unión centroamericana; y el de los liberales, pero muy en particular de Francisco Morazán, pese a que don Daniel Cosío Villegas hubo de retratar al guatemalteco Justo Rufino Barrios como "mártir de la unión centroamericana". Por razones económicas, sociales e incluso étnicas, el liberalismo estuvo menos afincado en Guatemala y otros países centroamericanos que en El Salvador (o incluso en Costa Rica), algo que una "sistematización interpretativa" de mayor alcance pudiera precisar mejor. Siempre subyacentes, esas razones no alcanzan a dibujarse con claridad; aunque no es tampoco el objetivo de una Historia concentrada en la diplomacia y las "triangulaciones" entre Estados Unidos, México y Guatemala, "punta de lanza" hacia el resto de la región.

Puesto que de memoria histórica se trata, el libro de Mónica Toussaint Ribot puede ponerse directamente en relación con lo sucedido, ya en el siglo XX, entre los años ochenta y noventa en Centroamérica; para quien desee tener una perspectiva comparativa, con negociaciones diplomáticas que (habiendo comenzado en la isla panameña de Contadora, incluso desde principios de los ochenta en México) y con determinada orientación, encontraron su resolución —contraria de nueva cuenta al fondo popular liberal salvadoreño— en Esquipulas y el profundo conservadurismo guatemalteco, en el cual se apoyó la diplomacia estadounidense, tampoco exenta de vaivenes, pero que a la larga aparece como menos dubitativa que a finales del siglo XIX. Cabe al lector, a partir de la lectura del libro de Mónica Toussaint Ribot y del conocimiento sobre los conflictos armados en Centroamérica durante los años ochenta del siglo XX, descubrir la riqueza de lo que bien podría ser una propuesta de análisis comparativo apenas confesa.

El libro reseñado es, asimismo, un antecedente para comprender el debate actual sobre el llamado "Plan Puebla-Panamá", sobre los vaivenes —aunque cada vez menores— de la política exterior estadounidense y su búsqueda de pasos transístmicos más eficaces; de nueva cuenta, desde Tehuantepec hasta el Urabá colombiano, pasando por Chiapas y, desde mediados del año 2002, por la aparición de supuestas reivindicaciones autonomistas en el Soconusco, aunque no relacionadas —hasta donde se sabe— con el "neozapatismo", o como quiera que se denomine el movimiento que impactó a México durante algunos años. La autora remite, para mayores detalles sobre la historia chiapaneca, a otros trabajos realizados en el Instituto José María Luis Mora. Finalmente, Mónica Toussaint Ribot advierte sobre la ingente necesidad de que —más allá de generalizaciones abusivas— se ahonde en el resguardo de la memoria, del oficio de historiador, así como en el estudio de casos particulares, habida cuenta de la precaria unidad latinoamericana y caribeña, y de la frecuente sustitución de esos estudios y del conocimiento preciso por "estereotipos". Se trata de un trabajo urgente, más ahora que —pese a lo que reclamaba Mónica Toussaint Ribot en su historia sobre Belice— la inquietud de amplios sectores del público mexicano por conocer a Centroamérica (y diríase que al Sur en su conjunto) ha menguado, en vez de despertar, dada la "integración hemisférica".

"Nunca digas 'nunca'" es lo que pudieran sugerir los vuelcos de la Historia luego de la lectura del libro de Mónica Toussaint Ribot; más ahora que (a la par que las transformaciones de todo orden en México) Colombia se encuentra por su parte —como lo dijera en su tiempo el panameño Justo Arosemena— "durmiendo" en "la confianza en su poder", aunque hoy sí por indiferencia, y porque se ahoga (a fuerza de conservadurismo) la fuerza popular-liberal, por desvirtuada, o incluso degenerada, que ya esté. Como sea, basta con poner en paralelo, a un siglo de distancia (lo cual es poco para el Hombre), dos historias geopolíticas en Centroamérica y su relación con la diplomacia estadounidense para comprender cuán necesaria es la lectura del libro de Mónica Toussaint Ribot.

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