Este trabajo se propone abordar un fenómeno que cobró especial visibilidad en los últimos años en Argentina: la participación juvenil en partidos políticos. Aunque dicha participación difícilmente pueda ser pensada como un fenómeno exclusivo del periodo actual, estamos ante un contexto en que la juventud pasó a ser construida como una causa pública que promueve adhesiones e impulsa la participación política (Vázquez, 2013). Para ello -y sin asumir que todo el activismo en general, y juvenil en particular, se resuma en la militancia partidaria-, este artículo propone analizar las experiencias militantes de los y las jóvenes vinculados con tres espacios: Propuesta Republicana (Pro), el Partido Socialista (PS) y el Movimiento Evita (ME) en el periodo 2013-2015.
Los tres espacios incluidos en el trabajo poseen significativas diferencias en sus orígenes, trayectorias y tipo de vinculaciones existentes entre las juventudes y el resto de la organización de la que forman parte. Sin embargo, son susceptibles de ser comparados siguiendo los aportes del enfoque teórico en el que se inscribe este trabajo: la sociología del compromiso militante. Esta tradición realiza una crítica a la sociología de los grupos para pensar la movilización política y, en su lugar, propone el estudio de la participación, la construcción de los compromisos y las carreras militantes en diversos espacios y causas militantes (Gaxie, 2005; Agrikoliansky, 2002; Fillieule y Mayer, 2001; Pudal, 2011; Sawicki y Siméant, 2011; Fretel, 2011; Alenda, 2011).
Así, en lugar de tomar a los partidos políticos como si fueran unidades compactas en las cuales los compromisos se explican -básicamente- por la orientación político-ideológica, proponemos abordar los perfiles de los activistas, sus recorridos militantes y otras dimensiones a la luz de las cuales identificamos elementos comunes en partidos heterogéneos. Sin que esto suponga desestimar la naturaleza específica de cada espacio, la perspectiva facilita comprender que las propiedades del partido no son suficientes para explicar quiénes son y cómo militan los y las jóvenes, así como también que incluso entre partidos heterogéneos el estudio de las formas de activismo permite identificar rasgos comunes.
Frédéric Sawicki (2011) propone estudiar el proceso de construcción social de las organizaciones políticas más allá de las fronteras formales de las mismas. En otros términos, destaca la importancia de una red de relaciones y espacios que se articulan y alimentan la vida partidaria aun cuando formalmente estén por fuera de la misma. En este sentido, abordamos la militancia política juvenil al interior de lo que denominamos espacios político-partidarios, incluyendo en esta denominación un espectro más amplio de redes en los que están inmersos los partidos políticos. La adopción de este concepto obedece, además, a las particularidades de los compromisos juveniles que no se traducen ni se agotan en la afiliación al partido o en la participación para la obtención de votos en las elecciones; por ello, el análisis de su participación en un continuo entre acciones institucionales y extra-institucionales resulta tan relevante para comprender las singularidades de estas militancias.
Una primera hipótesis del trabajo es que luego de la crisis de representación política, cuya máxima visibilidad tuvo lugar en las protestas desde fines de 2001 en Argentina, se configura un contexto de oportunidad para entrar a la política (Offerlé, 1998) por parte de un conjunto de activistas en espacios juveniles en partidos políticos. Acontecimientos como la llamada crisis del campo en el año 2008,1 el asesinato de Mariano Ferreyra,2 joven militante del Partido Obrero, y la muerte del ex presidente Néstor Kirchner en 2010 configuraron un ciclo de movilización política juvenil que propició el ingreso de una importante cantidad de jóvenes a la militancia partidaria. Aunque este crecimiento del activismo juvenil en partidos políticos está consensuado por la literatura, ésta se orientó a explicar centralmente las vinculaciones con el kirchnerismo. En este trabajo sostenemos que los efectos del reverdecer militante juvenil en espacios político-partidarios se observa en un espectro más amplio de partidos que, además, se ubican en un heterogéneo espectro político-ideológico.
La segunda hipótesis es que la reactivación de la militancia juvenil en los espacios político-partidarios se reconoce por medio de la creación, o revitalización, de ramas juveniles, así como también por el reposicionamiento de dirigentes jóvenes como candidatos en lugares expectantes de las listas electorales o en posiciones de poder.
En tercer lugar, sostenemos que más allá de las diferencias en las identidades políticas y tradiciones de los partidos, los perfiles de activismo juvenil en su seno reconocen similitudes que habilitan pensar elementos transversales. Esto se relaciona con una hipótesis complementaria que tiene que ver con el modo en que este activismo reconoce parecidos de familia a partir de la vinculación que los tres espacios poseen con gestiones de gobierno (nacional, provincial o municipal).3
Los estudios sobre participación juvenil en partidos políticos tienen un significativo desarrollo en distintos países. En Europa se analizaron las militancias en organizaciones políticas juveniles en Cataluña (Barberá et al., 2002), las dificultades de incorporar a la población juvenil a los partidos en Bélgica (Hooghe y Stolle, 2005) y las militancias juveniles en partidos de derecha en distintos países (Lafont, 2001; Dechezelles, 2008; Bargel y Petifilis, 2009). En Norteamérica, se estudió el activismo juvenil en partidos canadienses (Young y Cross, 2008), así como en el Partido Republicano en Estados Unidos (Binderm y Wood, 2013). Para la región latinoamericana, en Brasil proliferaron estudios desde la sociología de los compromisos políticos (Rocha Castro, 2009; Brenner, 2012) y desde abordajes etnográficos de la militancia partidaria (Victal, 2017). En Chile se realizaron estudios desde la perspectiva de las élites políticas (Espinoza y Madrid, 2010). En Colombia, se abordó el rol de las juventudes en la reproducción de las prácticas y rutinas partidarias (Acosta, 2011). En Uruguay, se analizaron las carreras políticas y el género (Lizbona, 2012). Asimismo, algunas investigaciones dan cuenta de un contexto de reencantamiento con lo público (Aguilera Ruiz, 2011) a la luz del proceso de politización juvenil (Rodríguez, 2015; Vommaro, 2015), mientras que otras caracterizan las acciones juveniles emergentes como más incluyentes, menos verticales, ilustrativas del descrédito con la política formal y poco integradas en partidos (Valenzuela Arce, 2015).
El campo de estudios sobre juventudes y participación política en Argentina se ha ampliado con un conjunto de investigaciones que dieron cuenta del proceso de innovación de los repertorios de acción, movilización y construcción de las identidades colectivas a partir de experiencias que impugnaban, con diversas intensidades, la política en su expresión partidaria, representativa y delegativa desde la segunda mitad de la década de 1990 y especialmente luego de la crisis de 2001 (Bonvillani et al., 2010). Más recientemente se impulsaron investigaciones orientadas a abordar la militancia partidaria o político-electoral de los y las jóvenes. Se analizaron, principalmente, espacios ligados con el kirchnerismo (Vázquez y Vommaro, 2012; Tomassini, 2013; Rocca Rivarola, 2015; Vázquez, 2013, 2015; Mutuverría y Galimberti, 2017), aunque también se desarrollaron trabajos sobre militancias en partidos políticos argentinos, de modo general (Molinari, 2010), o en partidos específicos como el Pro, el Partido Socialista o Nuevo Encuentro (Cozachcow, 2016, 2017; Grandinetti, 2015; Núñez y Cozachcow, 2016; Vázquez y Cozachcow, 2017). Este artículo se sitúa en línea con las mencionadas reflexiones sistemáticas sobre la militancia juvenil en espacios político-partidarios, aportando la producción de nuevos datos que ofrecen lecturas complementarias e incluso alternativas a las vigentes en este subcampo de estudios.
El análisis que presentamos recoge los resultados de un trabajo de campo colectivo realizado en el marco del Grupo de Estudios de Políticas y Juventudes (Gepoju),4 del que las autoras y el autor de este trabajo son parte y en el que estudiamos las formas de militancia juvenil por medio de la aplicación de encuestas a jóvenes activistas. El tratamiento de la cuestión juvenil fue realizado tomando los principios de autodefinición de los actores, es decir, de acuerdo con aquello que los propios militantes definían como espacios o actividades de juventud. Optamos, así, por el uso de una perspectiva no normativa que reflejara el modo en que los mismos militantes partidarios producen ámbitos y modos de participación específicos de juventudes.5
En relación con las encuestas, se aplicaron un total de 228 cuestionarios (81 en el Movimiento Evita, 89 en el Partido Socialista y 58 en el Pro) entre los años 2013 y 2015.6 La elaboración y la aplicación de los cuestionarios estuvieron a cargo del Gepoju. Se incluyeron preguntas orientadas a identificar los perfiles sociodemográficos de las y los activistas, sus carreras militantes, los sentidos que construyen sobre la militancia y los modos de socialización política. La muestra de personas encuestadas no es representativa en términos estadísticos de las militancias juveniles argentinas, en general, y tampoco de todas las juventudes en los tres espacios partidarios estudiados, puesto que fue aplicada en actividades definidas por los activistas como juveniles y se incluyeron aquellos y aquellas jóvenes que aceptaron participar en la misma. Sin embargo, se procuró que la muestra reflejara la diversidad de género, edad y lugar de procedencia de los y las asistentes a los encuentros. Aun así, creemos que esta información es central puesto que, por un lado, permite sistematizar datos sobre los y las militantes jóvenes que participan en las actividades y ámbitos juveniles en los tres partidos. Por otro, porque en Argentina, a diferencia de países como Chile (Injuv, 2012) y Uruguay (Inju, 2013), casi no se producen encuestas nacionales ni trabajos estadísticos sobre juventudes y participación política.7
De modo complementario, realizamos seis entrevistas semiestructuradas a militantes y referentes juveniles (ver Anexo), con el objeto de profundizar en aspectos relativos a las carreras militantes, los modos de participar, los sentidos del compromiso y la participación y las concepciones que se forjan acerca de las vinculaciones militantes y laborales con el Estado. También realizamos observaciones participantes en eventos juveniles. De ese modo, los datos que ofrecen las encuestas son puestos en relación con otros materiales del trabajo de campo cualitativo, lo que favorece una lectura que permite contextualizar y poner en relación datos provenientes de la encuesta que no son transparentes sin un conocimiento en profundidad de los universos de relaciones estudiados.
En síntesis, este trabajo busca aportar al conocimiento de ámbitos y prácticas vinculadas con las militancias juveniles político-partidarias, que si bien han tenido una significativa visibilización en los discursos públicos en los años recientes, no han sido aún lo suficientemente estudiadas desde este tipo de mirada, que combina la producción y recolección de datos cuantitativos con otros de carácter cualitativo.
Las organizaciones políticas: Movimiento Evita, Partido Socialista y Propuesta Republicana
El estallido social de fines de 2001 exhibe una profunda crisis de representación política que se venía gestando desde hacía varios años en Argentina. Dicha crisis se manifiesta en una de las principales consignas de aquellas protestas (“Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”), así como en la emergencia de un conjunto de (nuevos) movimientos sociales (Svampa, 2005; Vázquez y Vommaro, 2008), cuyas formas organizativas ponen en tensión aspectos centrales de la representación y tienden a ensayar modos organizativos en los que se valoran la horizontalidad, la participación y la toma colectiva de decisiones, con lo que se construye un ethos o una narrativa autonomista (Svampa, 2011). Con posterioridad a la crisis, se observa un proceso de reconstrucción progresiva de la política formal e institucional. En términos de Maristella Svampa (2011), una “vuelta a la normalidad”, que revitaliza aspectos del escenario político anteriormente desprestigiados. Los tres espacios elegidos evidencian, de diferentes maneras, una reactivación de la política asociada con la vida político-partidaria, así como también de sus juventudes como elemento central de la militancia.
Sociogénesis y trayectorias de las organizaciones
El Pro, de creación reciente, y el PS, de tradición centenaria, cumplen con los requisitos formales de la legislación argentina para su conformación como partido político, más concretamente, en lo que hace a la existencia de un padrón de afiliados, una carta orgánica, autoridades partidarias, etcétera. En cambio, el me constituye una organización política que si bien ha creado una estructura orgánica, cuenta con representantes en cargos legislativos y hasta impulsó un precandidato a presidente para 2015, no está constituida formalmente en tanto partido. Su origen se remonta al Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) Evita, surgido en 2002 en el conurbano bonaerense, en el marco de una profunda crisis social y política. Durante el primer gobierno kirchnerista el MTD Evita fue ampliándose hasta refundarse en 2005 como Movimiento Evita.8 Así, se produce una articulación con diferentes actores (ex militantes del PJ, de organizaciones del peronismo revolucionario de la década de los años setenta, colectivos territoriales como Quebracho, entre otros) que confluyen en un mismo espacio político-electoral.
En sus primeros años, la forma de construcción política y territorial y las dinámicas internas de funcionamiento del me parecen estar descentralizadas entre las distintas ramas regionales y con un modo de acumulación organizativa que, según testimonios de sus activistas y de acuerdo con los hallazgos de otras investigaciones (Rocca Rivarola, 2009; Natalucci, 2012), no tiene pautas del todo claras. Aunque el me no gobierna en forma directa y excluyente ningún distrito, entre 2005 y 2015 su presencia dentro del Estado nacional (y en algunos estados municipales y provinciales) se incrementó -aunque con oscilaciones- junto con la de otras organizaciones afines al kirchnerismo, tanto en las estructuras del poder ejecutivo como en legislaturas y cámaras provinciales. En este caso, nos encontramos frente a una organización que surge en el ámbito de la sociedad civil, en el contexto de una crisis de representación política y que, luego de la recomposición política, va gestando un vínculo político e institucional con los gobiernos kirchneristas.
En cuanto al aspecto ideológico, aunque el peronismo es reticente a ser pensado por medio del clivaje izquierda-derecha, varios dirigentes y legisladores afines al me se autodefinen en torno a la tradición del autodenominado peronismo revolucionario o izquierda peronista de los años sesenta y setenta.
El Pro, por su parte, presenta una concepción pragmática de la política que se postula “más allá de izquierdas y derechas” y es definido públicamente como opción superadora de las identidades políticas tradicionales (peronismo y radicalismo).
La conformación del Pro también permite pensarlo en relación con los efectos de crisis de representación ya referida. En 2002 se articula en torno a la figura de Mauricio Macri un grupo de personas que forman parte de la Fundación Creer y Crecer, creada por el empresario Francisco de Narváez. Un año después, se conforma Compromiso para el Cambio (CPC), el cual se fusiona en 2005 con el partido Recrear para el Crecimiento,9 dando lugar a Pro. Éste gobierna desde 2007 la ciudad de Buenos Aires y, por medio de una alianza con el radicalismo (Cambiemos), gobierna desde diciembre de 2015 la nación, la provincia de Buenos Aires y es parte de coaliciones de distintos gobiernos provinciales.
El año 2001 es postulado por los militantes del Pro como hito fundacional. Según la narrativa predominante dentro del partido, la crisis de representación favorece el ingreso a la política por parte de un conjunto de outsiders; sus dirigentes fundan en ello su capital político. Así, en la narrativa del partido la política representa una “vocación de servicio” y de “entrega” por parte de personas que ingresan a la misma para “sanear” una práctica considerada sucia e impura (Vommaro et al., 2015). Aunque el Pro toma la post-crisis del año 2001 como hito fundacional, su proceso de expansión y consolidación partidaria tiene lugar luego de su llegada al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, en 2007.
El tercer espacio escogido, el PS, forma parte de una tradición del socialismo de orientación reformista, que se impulsa con el liderazgo de Juan B. Justo y con la fundación del partido en 1896. Éste atraviesa, a lo largo de los años, diversas rupturas y reagrupamientos entre distintas facciones; en 2002 se reunifica por medio de una alianza con el Partido Socialista Democrático (PSD)10 y el Partido Socialista Popular (PSP).11 El PS es la principal fuerza de una coalición denominada Frente Progresista Cívico y Social, que gobierna la ciudad de Rosario desde 1989 y la provincia de Santa Fe desde el año 2007.
A diferencia del Pro, el PS cuenta con una trayectoria importante en la vida universitaria. La mayor parte de sus líderes han ingresado por medio de un movimiento estudiantil: el Movimiento Nacional Reformista (MNR).
Asimismo, el caso es rico para observar las mutaciones y tensiones que se producen en el interior de una organización política que surge por fuera del Estado (aunque con intenciones de acceder a posiciones en el mismo), con un ideal de militancia que, desde la sociología del compromiso político francesa, se ha caracterizado como “total” (Pudal, 2011). Es decir, una militancia que se autoconcibe -y que es caracterizada por la literatura- como heroica, en la que se pone en juego la propia vida por una causa y que se sostiene de modo duradero en el tiempo.12 Esta tradición militante resulta sugerente para pensar los cambios que produce la vinculación con una gestión de gobierno.
Juventudes políticas y ramas juveniles partidarias
Los ámbitos de militancia juvenil en los tres espacios aquí analizados se configuran y son concebidos por los propios actores de distintas maneras, pero reconocen un contexto común: el escenario de politización abierto a fines de la primera década del siglo XXI.
Al inicio, la militancia juvenil en el me no era reconocida orgánicamente, como sí en el PS y el Pro. Sin embargo, entre fines de 2010 y mediados de 2011 se conforma un ámbito diferenciado de participación juvenil en su interior, que da lugar a la organización de la Juventud Peronista (JP) Evita a nivel nacional para el año 2012. El ámbito de la militancia juvenil en el me, que excede a la JP, es caracterizado como un “frente de masas”, en el cual se desarrollan tareas en diversos ámbitos, como el universitario o el territorial, que a su vez tienen un correlato en la construcción política electoral.
La Juventud del Pro (Jpro) es la agrupación juvenil del partido formalizada a nivel nacional en la carta orgánica, así como también en cada distrito provincial. En la ciudad de Buenos Aires, Jpro constituye sólo uno de los espacios de juventud existentes a nivel partidario, puesto que emergen otras agrupaciones juveniles referenciadas en dirigentes y/o funcionarios del Pro (ministros, legisladores, diputados), que van entrando y saliendo de la orgánica juvenil.13 Asimismo, esa heterogeneidad indica que la agrupación juvenil formal presenta una limitada capacidad para contener al grueso de los activistas juveniles.
En el PS son dos los espacios juveniles reconocidos por la carta orgánica del partido: la Juventud Socialista (JS) y el MNR, ya mencionado. Ambos son de carácter federal y confluyen en una instancia común de formación política en el marco de los Campamentos Nacionales, que se realizan desde 1989. En contraste con el Pro, y de modo similar al me, no se observan agrupaciones internas juveniles diferenciadas. La participación se da, en cambio, en el marco de los dos ámbitos institucionalizados. Esto no quiere decir que no existan alineamientos de la militancia juvenil en relación con los liderazgos adultos del partido. Lo significativo en el caso del PS, así como también en el me, radica en que las líneas internas en el seno de la militancia juvenil aparecen, en cierta medida, invisibilizadas.
Cabe señalar que, en los tres espacios analizados, durante la última década, distintos referentes o dirigentes juveniles han ocupado lugares expectantes como candidatos en listas para las elecciones legislativas, así como también cargos en el poder ejecutivo (nacional, provincial o local, según el caso).14
Perfiles militantes: los y las jóvenes activistas
Entender los perfiles y las concepciones de los y las jóvenes activistas requiere un análisis que supere la referencia a las diferencias en términos de las tradiciones político-ideológicas y organizativas en que se reconoce cada espacio político, identificando rasgos comunes y también singularidades.
En relación con el género, los y las militantes juveniles del me y del PS que respondieron la encuesta presentan proporciones similares en lo que se refiere a la representación de varones y mujeres (52% de mujeres y 48% de varones en el me; 57% de mujeres y 43% de varones en el PS). El contraste es mayor en el caso del Pro, en el cual 70% de los encuestados son varones. Vale la pena aclarar que estas proporciones tampoco reflejan necesariamente la distribución de roles dentro de la organización entre los jóvenes que integran las capas dirigenciales de los espacios partidarios. En efecto, si nos concentramos en los líderes de los grupos, la presencia de mujeres tiende a disminuir abruptamente en todos los casos.
El promedio de edad en el PS y el Pro es de 24 años, mientras que el del me es un poco menor: 22 años. Si observamos cuál es la franja etaria más numerosa dentro de cada organización, notamos una particularidad, en cambio, propia del PS: mientras que en el Pro y en el me más de la mitad de sus encuestados tienen entre ١٩ y ٢٤ años, en el PS 55% tiene más de 25 años.
En lo que se refiere a la situación educativa, se advierte una similitud: la proporción de jóvenes que estudian (en alguno de los niveles educativos) es muy alta: 81% en el Pro, 79% en el PS y 83% en el Evita. Aunque se trata mayoritariamente, en los tres casos, de estudiantes de nivel universitario,15 en el me también es significativa la presencia de estudiantes de nivel medio o terciario. Esta cuestión puede leerse en relación con el promedio de edad más bajo identificado en esta organización.
Otro dato significativo es que en los tres grupos se constata una elevada proporción de militantes que estudian y trabajan: 60% de los jóvenes del Pro, 53% de los jóvenes socialistas y 46% de los integrantes del me, como se ilustra en la gráfica 1.
Este dato es relevante en más de un sentido. Primero, porque permite establecer un contrapunto con la literatura sobre activismo que sostiene que hay una relación entre militancia y disponibilidad biográfica. En otros términos, se ha considerado que la militancia es más factible entre quienes disponen de tiempo libre y carecen de obligaciones familiares y laborales (Gobille y Agrikoliansky, 2011). Esa interpretación resulta coincidente con aquellas otras formuladas desde la sociología que, sin tematizar específicamente en la participación política, tienden a definir a la juventud a partir de la idea de una moratoria social, esto es, como una etapa determinada por la dilación en asumir roles asociados con la condición adulta.16 De acuerdo con esas perspectivas, la dilación en el pasaje a los roles adultos produciría una situación de disponibilidad para el activismo.
Los resultados del trabajo nos permiten repensar la cuestión, puesto que entre los encuestados la participación es definida en términos juveniles y el activismo se anuda con su condición de estudiantes, pero está lejos de explicarse por la disponibilidad de tiempo. La paradoja, así, se nos revela en el hecho de que, si bien inscriben su participación política en un ámbito juvenil, más que una disponibilidad biográfica, transitan por espacios educativos e incluso laborales que integran o incluso hacen confluir con su compromiso político. Así, la condición de estudiantes y trabajadores de los activistas, lejos de aparecer como límite al compromiso, propicia la configuración de una militancia en la cual la reconversión de capitales laborales, educativos y profesionales es valorada. Esta cuestión se puede observar al analizar el perfil laboral, puesto que aproximadamente la mitad de los encuestados que trabajan lo hacen en el ámbito público (aunque en distintos niveles y con diferentes formas de contratación).
En segundo lugar, el perfil laboral y educativo identificado nos permite discutir algunas interpretaciones comúnmente arraigadas acerca de la condición social de los activistas. Por un lado, en relación con los militantes jóvenes del Pro, quienes frecuentemente son pensados como jóvenes estudiantes de sectores medios y altos que no trabajan. Por otro lado, en relación con la militancia en el Evita, interpretada con base en un perfil de joven perteneciente a sectores sociales medios o bajos, sin formación o estudios universitarios.
Carreras e itinerarios militantes
En este apartado proponemos analizar algunos de los elementos de las carreras militantes de los jóvenes activistas, abordando los modos y medios de ingreso, el momento de inicio de la carrera militante y la dedicación a la misma.
Modos de ingreso y primeras experiencias militantes
En relación con el momento de ingreso a sus respectivos espacios de militancia, como es posible advertir en la gráfica 2, 2011 es el año en el cual se reconoce el mayor reclutamiento militante juvenil tanto en el Pro como en el PS, mientras que en el caso del ME la mayor cantidad de ingresos de militantes juveniles se registra más tarde, en 2013.17
Los datos aquí ofrecidos nos muestran, por un lado, cómo se configura ese ciclo de ingreso al activismo con posterioridad al año 2010, al que se refería nuestra hipótesis presentada en la introducción. Por otro lado, y en sintonía con lo que han mostrado trabajos anteriores (Vázquez, 2013; Nique Franz, 2017), la profusión de nuevos militantes políticos juveniles en ese periodo está lejos de acotarse al espacio kirchnerista: se produjo también en otros partidos y organizaciones que se ubican en diferentes posiciones del arco político-ideológico. A modo de ejemplo, al observar 2011, el ingreso a la militancia juvenil en el Pro es cinco veces mayor que en el ME,18 que exhibe un reclutamiento más significativo en 2012 y 2013, luego de la conformación y consolidación de su rama juvenil.
Al analizar en la muestra la proporción de activistas que poseen experiencias militantes anteriores, observamos que solamente 10% de los jóvenes activistas del Pro ha militado con anterioridad en otras organizaciones. Se trata, así, entre los tres espacios, de la organización con mayor proporción de activistas (90%) formados exclusivamente en su interior. En el PS y el ME, quienes no poseen experiencias previas de militancia bajan a 69% y 47%, respectivamente. Este dato es especialmente significativo entre los jóvenes del Evita puesto que, si bien en promedio son más jóvenes, más de la mitad ya ha militado anteriormente en otros espacios, principalmente del kirchnerismo.19 En la juventud socialista, quienes poseen experiencias previas de militancia (31%) provienen de una heterogeneidad de ámbitos, no solamente de otras organizaciones político-electorales, sino también estudiantiles, sociales o religiosas.
Los datos presentados nos ofrecen insumos para pensar en las carreras militantes de los jóvenes activistas, así como en los procesos de socialización militante. En el caso del Pro, casi la totalidad (90%) de los militantes jóvenes han desarrollado toda su carrera militante dentro del macrismo, aun cuando pueda haber habido desplazamientos entre agrupaciones en el interior del partido. En el caso del ME, 52% tiene experiencias previas de militancia, aunque en espacios afines ideológicamente. El socialismo aparece como un caso intermedio entre ambos tipos de carreras, la “pura” en el espacio actual de pertenencia y aquella en la cual se registran experiencias previas en otros espacios militantes.
Redes de socialización política y vías de reclutamiento militante
Uno de los aspectos más estudiados en la literatura sobre activismo tiene que ver con la importancia que revisten las redes de sociabilidad para comprender las lógicas y las modalidades específicas por las que tienen lugar tanto el ingreso como la permanencia en los espacios de militancia (Della Porta, 1998; Diani, 1998; Passy y Giugni, 2000).
Para analizar de qué modo operan o inciden distintos tipos de redes -familiares, de amistad, de compañeros de escuela, etcétera- que permiten comprender el proceso de reclutamiento, recuperamos las encuestas de las personas que hacen su primera experiencia militante en el espacio actual. Mediante una pregunta con respuesta abierta, se consultó cómo habían tomado conocimiento de dicho espacio. Así, vemos en la gráfica 3 que el peso que poseen las redes de amigos y conocidos entre los jóvenes activistas del Pro puede ser interpretado como reflejo de un entorno de socialización y de la reproducción de un patrón social más homogéneo o endógeno que en las otras dos organizaciones. De todos modos, la importancia de las redes de amistad es considerable en los tres casos, y la construcción de relaciones de sociabilidad entre pares aparece como elemento central.
Además de las redes de amigos, se destacan las construidas en torno a espacios educativos (de nivel medio y superior) para el ingreso a la militancia, principalmente entre los jóvenes del PS (31%) y del me (18%), si sumamos estudios a nivel medio y superior. En el Pro este número desciende a 2%. Un modo posible de interpretar esas diferencias es considerando el peso que poseen los dos primeros espacios políticos en la militancia estudiantil secundaria (en especial en el caso del Evita) y universitaria (aún más en el caso del PS) en el ámbito público, en relación con la escasa incidencia del activismo del Pro en las universidades públicas.20
Es interesante la incidencia de las denominadas redes sociales (Facebook, Twitter, etcétera) e Internet como vía de llegada a la militancia. En el caso del Pro se observa el porcentaje más alto de respuestas (17%), al que le sigue el ME (8%) y, en último término, los jóvenes socialistas (7%). Esta cuestión ha sido objeto de análisis en algunos trabajos académicos orientados a estudiar, principalmente, la interacción virtual y las estrategias de reclutamiento militante en organizaciones juveniles afines al kirchnerismo, así como también mostrando la integración del ciberactivismo en el repertorio de acciones militantes en este tipo de organizaciones (Garrido, 2012; Vázquez y Vommaro, 2012; Capriccioni, 2014). Los datos que aquí se introducen permiten ver que esta vía de aproximación y/o modo de reclutamiento militante se observa en diferentes espacios políticos, aunque ello sea con diversos efectos entre sus activistas.21
En cuanto a la vía de difusión o reclutamiento partidario bajo un repertorio de actividades que podemos definir como más “clásicas”-sumando tres categorías: la “propaganda partidaria”, el reclutamiento impulsado por “referentes de los partidos” o por militantes políticos en “actividades organizadas” por los partidos-, éstas son mencionadas como vía de contacto con el espacio partidario por 9% de los jóvenes socialistas, 10% de los jóvenes del Pro y 11% en el ME. Vemos así que, si bien esta vía de reclutamiento partidario no es irrelevante, en términos comparativos posee menor peso que otras. La pérdida de centralidad del modo tal vez más tradicional de reclutamiento político-partidario, que retrocede frente a las redes de amigos y cibernéticas, así como frente a los vínculos trazados en el mundo educativo, da cuenta de algunas de las transformaciones más amplias de la representación político-partidaria.
Finalmente, cabe reflexionar sobre el peso de la sociabilidad familiar. Las relaciones familiares no son mencionadas por los encuestados del Pro como un modo central de ingreso a la vida partidaria (4%). Entre los militantes socialistas y del ME este dato se vuelve más relevante (20%, en el primer caso; 13%, en el segundo). Estos datos deben ser interpretados a la luz de otros que surgen de la encuesta, como la proporción de jóvenes activistas cuyas familias poseen militancia política. Quienes afirman tener familiares con experiencia militante representan 45% en el Pro, 73% en el PS y 70% en el ME. De acuerdo con estos datos, el peso no predominante atribuido a las redes familiares como vía de ingreso o conocimiento del espacio actual de militancia puede ser matizado. La socialización familiar militante, es decir, el haberse criado y vivido en un entorno donde la militancia formaba parte de la cotidianidad familiar, aparece como un elemento ineludible entre estos jóvenes activistas, más allá de la afinidad ideológica entre el espacio de militancia de sus familiares y el propio.
Dedicación a la militancia
Entre los activistas del Pro, en torno a los cuales se ha afirmado (Vommaro et al., 2015, entre otros) la concepción del propio compromiso militante en términos de una suerte de “voluntariado”, las encuestas muestran la configuración de un tipo de militancia de tiempo parcial. El 84% afirma militar menos de 15 horas por semana, mientras que más de la mitad de los y las militantes juveniles del PS y del ME dice dedicar 15 horas semanales a la militancia o más. Estos datos pueden ser pensados en relación con las diferentes valoraciones del quehacer militante en el interior de cada espacio, así como también con las maneras específicas en que se articula la militancia con el desempeño laboral en el ámbito público, como veremos en el próximo apartado. Concretamente, las diferentes articulaciones que se producen en el seno de cada espacio entre tareas laborales (especialmente en el Estado) y tareas militantes puede modificar la manera en que el activismo concibe la dedicación a la militancia. Es decir, si el trabajo en el Estado (cuando se es parte de gestiones de gobierno o de gabinetes legislativos) es interpretado o no como una extensión de compromisos militantes.22
Configuraciones de sentido en torno a la militancia y el trabajo en el Estado
Dado que estamos ante tres espacios políticos que integraron gestiones de gobierno en algún nivel (nacional, provincial o local), un aspecto por observar es la manera en que se construyen sentidos, entrelazamientos y expectativas en torno a la militancia y el Estado.
Las narrativas oficiales e informales de las tres organizaciones, estudiadas por trabajos ya mencionados en la introducción, y visibles en su discursividad pública, se perfilan, en principio, diferenciadas.
En el caso del Pro, como se manifiesta en una de sus principales consignas (“la pasión por hacer”), la gestión de lo público aparece de la mano de una concepción pragmatista de la política. Se reconoce así el peso de un discurso que aspira a ser modernizador y desideologizado, en el que la lógica del emprendedorismo es un valor dominante (Vommaro, 2014). Desde el PS, por su parte, se recupera y celebra una experiencia de gestión definida como honesta, eficiente y transformadora, y que es postulada como modelo a seguir por una izquierda democrática de vocación frentista. Desde el ME, la concepción del propio desarrollo organizativo aparece directa y explícitamente asociada con la presencia en el Estado, en tanto que la organización social y popular incluso es entendida como una rama más del mismo. Por ejemplo, la implementación de políticas estatales en el territorio es concebida, según el testimonio de sus referentes en las entrevistas realizadas y en intervenciones públicas, como oportunidad para la construcción de presencia barrial y desarrollo militante del Evita.
Más allá de la cuestión enunciativa, estas diferentes concepciones calan y se hacen visibles en la propia manera de construir los compromisos militantes juveniles. En primer lugar, porque casi todas las personas encuestadas ingresaron al ámbito de militancia actual cuando éste ya integraba una gestión de gobierno. En segundo lugar, aunque la gran mayoría de encuestados en los tres espacios dice no tener cargos públicos23 (84.5% en el Pro, 84% en el ME y 82% en el PS), las expectativas de desempeñarse eventualmente en este tipo de cargos son, sin embargo, altas en los tres casos (66%, en el ME, 73%, en el PS y 80% en el Pro aspiran a poder ocupar en el futuro un cargo público). Así, las expectativas en torno a la inserción laboral en el Estado están lejos de ser un elemento marginal, y el mismo aparece, de algún modo, como un horizonte de la militancia. Dichas expectativas pueden ser interpretadas en el marco de un proceso más general de profesionalización de la militancia que ya fue analizado como parte de un fenómeno más amplio de transformación de los vínculos militantes (Rocca Rivarola, 2015).
Palabras finales
En este trabajo recuperamos los resultados de una investigación más amplia con el propósito de retratar las militancias juveniles en tres espacios cuyas trayectorias, tradiciones identitarias y formatos organizativos son diferentes entre sí pero que comparten la construcción de espacios o ramas juveniles en relación con la militancia político-partidaria y algún tipo de inserción en el Estado. Así, las encuestas aplicadas con jóvenes del Pro, del PS y del ME nos permiten acercarnos a un universo que se configuró como objeto de interés en el campo de producción académica, pero en el que raramente se analiza quiénes son y cómo militan los y las jóvenes más allá de los espacios en los que se inscriben.
En relación con el perfil sociodemográfico, identificamos una cierta homogeneidad en relación con la impronta que poseen los y las estudiantes de nivel superior. Este dato puede ponerse en relación con otros, como la aspiración a ocupar cargos públicos, dando cuenta del peso que poseen ciertas valoraciones de saberes en el interior del universo militante. En otros términos, la condición estudiantil de los y las militantes en estas organizaciones puede ser vinculada con un criterio de legitimación de sus prácticas, así como también concebirse como un capital (académico y político) para el desarrollo de carreras militantes exitosas en las cuales la gestión estatal constituye uno de los ámbitos de proyección.
Asimismo, el estudio realizado permite relativizar el lugar de la disponibilidad biográfica para entender los compromisos juveniles analizados, puesto que la presencia de jóvenes que estudian y trabajan es muy importante en los tres casos. Esta cuestión permite discutir algunos supuestos de los estudios sobre activismo (en general y juvenil, en particular) y tensionar algunas visiones de sentido común sobre el perfil social de estas juventudes.
Este artículo muestra la relevancia que poseen ciertos ciclos de movilización juvenil que configuran un contexto de oportunidad política para el ingreso a la militancia. Esto es valioso, por un lado, para discutir con algunas interpretaciones que se limitan a reproducir el punto de vista de los actores al afirmar, por ejemplo, que sería 2003 -cuando comenzó la gestión de gobierno de Néstor Kirchner- el año que expresaría un clivaje en términos de crecimiento de la militancia juvenil afín al kirchnerismo. Por supuesto, podría haber militantes que hayan ingresado a militar en 2003 y que no continúen militando en el momento de aplicar los cuestionarios (ya sea porque concluyeron su militancia o porque se desplazaron hacia otros ámbitos no juveniles); sin embargo, otras fuentes del trabajo de campo, como las entrevistas y la revisión de los documentos, permiten afirmar que el mayor caudal de militantes no ingresa durante el primer gobierno kirchnerista, sino a partir de 2010 y 2011. Además, el análisis de los momentos de ingreso a la militancia muestra que el mencionado ciclo de movilización juvenil se registra en espacios tan disímiles entre sí como el ME y el Pro.
El artículo se adentra en explorar, también, cómo se configuran los ingresos y los itinerarios militantes, dando cuenta del respectivo peso de las redes familiares y de pares y de los espacios sociales de pertenencia (como el mundo universitario), en tanto mecanismos inter e intrageneracionales.
En parte como expresión del tipo de construcción política de cada espacio, las militancias juveniles muestran diferentes recorridos. En el Pro, se trata de militantes que han ingresado y militado solamente en este espacio partidario (conformando un modelo de militante “puro” del Pro), mientras que en el caso del PS y del ME se observa una presencia de activistas con experiencias anteriores en otras organizaciones. Las características específicas de esas experiencias previas guardan relación con los modos de funcionamiento y construcción organizativa diferenciados de esas distintas tradiciones políticas, como lo ilustra el fenómeno de fluctuación intraoficialista dentro del kirchnerismo, en contraste con el tipo de experiencias previas de militancia enumeradas entre los socialistas (en organizaciones no necesariamente políticas).
Es interesante destacar la impronta transversal que posee entre estos militantes la vinculación de sus espacios con gestiones de gobierno. El trabajo se dedica, así, a analizar una generación de militantes juveniles vinculados con proyectos militantes que son oficialistas durante el periodo abordado, aunque en un amplio abanico ideológico. Esta cuestión nos invita a repensar algunas de las propiedades y características de las juventudes militantes luego de la mayor crisis de representación política de la historia reciente en Argentina. En este sentido, podemos ver cómo y de qué maneras los ámbitos y la militancia político-electoral vuelven a ser ámbitos apetecibles para el desarrollo de proyectos militantes y, más concretamente, para la activación de espacios juveniles específicos. Por otro lado, las propias dinámicas del proceso electoral en el periodo posterior al que aborda este trabajo (es decir, desde diciembre de 2015) convocan a continuar la indagación en torno a las implicaciones en las prácticas militantes juveniles a partir del pasaje del oficialismo hacia la oposición, como representa el caso del ME, y a la inversa, el ingreso al Estado nacional, en el caso del Pro.
Podemos decir que la militancia analizada reconoce, sociológicamente, algunas singularidades que nos muestran contrastes con los modos de tramitar los compromisos con anterioridad a la mencionada crisis de 2001. De modo esquemático, se registra un desplazamiento en relación con la militancia barrial en movimientos sociales (Vázquez y Vommaro, 2008), de la que participaban jóvenes de sectores populares y universitarios de sectores medios que reconocían en el trabajo en los barrios populares un ámbito privilegiado de la militancia y el objetivo de sus acciones. En éstas se desarrollaban militancias de tiempo completo, cuyas tareas se organizaban en relación con la conformación de proyectos productivos, talleres de formación y la construcción de mecanismos de toma de decisiones sobre la base de principios participativos y asamblearios y que proponía un cambio social desde abajo. Aun cuando esta forma de participación presenta algunas continuidades en el presente, los casos estudiados nos permiten detectar una militancia más reciente con un perfil sociocultural más homogéneo y profesionalizado (o en camino de profesionalizarse), cuyo núcleo de acciones militantes tiene que ver con el impulso de actividades asociadas con la vida del espacio político-electoral, y actividades que en el ciclo previo solían estar por fuera del espectro de tareas militantes, como trabajar en el Estado. No se trata, por supuesto, de un esquema que represente a la totalidad de la militancia juvenil en Argentina, pues existen otras experiencias disímiles en organizaciones sin inserción en el Estado, por ejemplo.
Finalmente, la dedicación al activismo también reconoce cambios. Aunque en algunos casos, como el del Pro, podríamos hablar de una militancia de tiempo parcial, la superposición de actividades militantes, laborales e incluso educativas permite pensar en solapamientos entre el activismo propiamente dicho y otras dimensiones o aspectos de la vida. En este sentido, identificamos otro elemento de contraste con el activismo del periodo anterior.
En síntesis, los diferentes datos que este trabajo reúne permiten construir fotografías de las juventudes militantes en tres espacios político-partidarios en Argentina entre 2013 y 2015, las cuales aportan a los estudios en el campo de las juventudes y las políticas, al mismo tiempo que nos invitan a repensar la construcción de los compromisos militantes en el escenario político actual.