En abril de 2020, la médica social Asa Cristina Laurell escribía: “aunque parezca extraño, un gran beneficio de la epidemia de COVID-19 es que la salud ha pasado a ocupar un lugar importante en la agenda nacional. Muchos comentaristas que jamás se habían preocupado por la situación de salud de la población ni por la política de los gobiernos en ese sector hoy no dejan de hablar al respecto. La salud era casi un asunto privado” (Laurell, 2020). Esta aseveración, que deja ver la relevancia de los procesos de salud/enfermedad/atención/prevención en las agendas públicas globales, debe ampliarse a las discusiones legas y académicas que han colocado a la salud y la enfermedad como tópicos ineludibles en la coyuntura actual.
La disciplina antropológica no ha permanecido ajena a estos debates, por el contrario, se ha sumado al análisis en tiempo real de la actual crisis sanitaria, tomando como punto de partida los aprendizajes generados a partir del estudio de diversas epidemias y pandemias que han acompañado el curso de la historia de la humanidad en distintas regiones del globo (Aziz Nassif, 2021; Belaunde, Mendes dos Santos y Bolívar-Urueta, 2020; Evia, Vaz Lima y Medrano, 2020; García Acosta, 2021; Manderson y Levine, 2020; Menéndez, 2020). De forma específica, la antropología de la salud y la enfermedad o antropología médica se posiciona como un campo disciplinar de la antropología social que, desde sus trincheras teóricas, metodológicas y empíricas contribuye de forma sustancial al entendimiento de esta emergencia de salud pública, hoy estructural en el mundo contemporáneo.
La antropología médica, y en especial la antropología médica latinoamericana (Gamlin et al., 2020), cuenta con un importante bagaje de investigaciones orientadas a conocer las percepciones de los conjuntos sociales sobre las enfermedades, las prácticas de prevención y atención, la percepción social del riesgo, las interpretaciones locales sobre los discursos y recomendaciones oficiales, así como las vulnerabilidades estructurales que colocan a determinados grupos poblacionales en una situación de mayor riesgo de exposición y muerte, entre otras cuestiones. Por todo esto, es inevitable apelar a la antropología médica como un campo que nos ofrece respuestas para comprender muchas problemáticas que se desprenden de la presente crisis, sobre todo si seguimos la premisa de que el coronavirus es un patógeno nuevo, pero las respuestas humanas a las epidemias y pandemias no lo son (Ennis McMillan y Hedges, 2020; Morán, en prensa).
La pandemia de COVID-19 surge como un hecho global con innegables repercusiones tanto en el ámbito sanitario como en múltiples planos de la vida social: generó una profunda crisis económica, desveló las contradicciones sociales enraizadas históricamente en las distintas regiones del orbe, y modificó los comportamientos y formas de interactuar entre los sujetos. Sin embargo, estas afec taciones se expresan de manera diferenciada en cada contexto social (Nichter, Hedges y Cartwright, 2020), así como las estrategias que los conjuntos sociales desarrollan para prevenirlas, atenderlas y afrontarlas (Menéndez, 2020), lo cual es objeto de estudio de la antropología médica. Planteamos así que el potencial de este campo disciplinar está en capturar el matiz de los contextos (Closser y Finley, 2016) para poder entender los impactos “reales” y cotidianos de este virus y sus efectos. Es por ello que el presente dossier tiene el objetivo de visibilizar algunas contribuciones de la antropología médica en la comprensión de la crisis sanitaria desencadenada por el virus SARS-CoV-2.
Entre los artículos de este número están cuatro estudios exploratorios que tocan diversos problemas en torno a la pandemia por COVID-19, y que se sitúan en diferentes contextos de Latinoamérica.
En un primer artículo, titulado “Los consultorios adyacentes a farmacia en tiempos de COVID-19: crisis y omisiones del sector salud”, Ana Victoria Morán Pérez analiza el papel de los consultorios adyacentes a farmacias en un contexto de crisis del sistema de salud mexicano, evidenciada por la pandemia. A partir de examinar las representaciones sociales del personal médico que trabaja en consultorios de farmacias ubicados en la Ciudad de México, se argumenta cómo, pese a ser un componente medular en la atención a la COVID-19, estos consultorios y médicos han sido minimizados por las autoridades sanitarias. Asimismo, se problematiza sobre los procesos de adquisición de nuevos conocimientos y prácticas por parte de los médicos, en aras de mitigar el riesgo de contagio y lidiar en su consulta diaria con el patógeno.
En un segundo artículo, Sergio A. Moreno Cabrera, autor de “De dependencias y prohibiciones alcohólicas: un análisis previo y durante la COVID-19 en Yucatán”, se adentra en las políticas de regulación y prohibición del consumo de alcohol motivadas por la pandemia en la península yucateca, abordando desde una perspectiva diacrónica las contradicciones y ambivalencias socioculturales en torno a este consumo, así como sus consecuencias positivas y negativas en cuanto parte del proceso de alcoholización general.
A su vez, en “La pandemia de COVID-19 en municipios afromexicanos de la costa guerrerense y oaxaqueña” Lina Rosa Berrio Palomo y un equipo de investigadoras afromexicanas locales documentan colaborativamente la evolución de la COVID-19 en esta región, evidenciando los problemas de subregistro de esta enfermedad en el sistema oficial y relevando la percepción de riesgo y la comprensión social de esta enfermedad y sus efectos en diversos ámbitos de su vida cotidiana. Signada por la incertidumbre que oscila entre el miedo al contagio y la incredulidad, los impactos en la salud física y emocional, las relaciones sociales y la dimensión económica como afectaciones de esta pandemia, profundiza en las vulnerabilidades preexistentes de las poblaciones afromexicanas de la Costa Chica de México.
Por último, Mariana Viera y Victoria Evia examinan las políticas sanitarias de atención al parto durante la emergencia sanitaria en Uruguay y sus efectos en las experiencias de las mujeres. Desde un enfoque teórico que articula la antropología feminista con la antropología médica, las autoras exploran el temor e incertidumbre vivida por un grupo de mujeres que experimentaron la gestación, el parto y el puerperio durante la pandemia. A partir de conocer la perspectiva de las protagonistas, el estudio pone de manifiesto el peso de las lógicas institucionales implementadas en este país a raíz de la pandemia, en la subjetivación del proceso reproductivo.
Las contribuciones enunciadas patentizan la vigencia de los postulados clásicos de esta tradición para pensar la actual coyuntura, investigar el brote y transmisión de la COVID-19, así como para documentar y analizar las teorías que circulan en torno al virus y su propagación (Inayat, 2020). La emergencia sociosanitaria ocasionada por la pandemia por COVID-19, que ha profundizado las inequidades preexistentes en locaciones tan diferentes como la Ciudad de México, la península de Yucatán, la costa oaxaqueña y guerrerense o la ciudad de Montevideo pone de manifiesto una vez más el papel constitutivo de los procesos de salud-enfermedad-atención-prevención en la producción y reproducción de la estructura social, lo que incluye la construcción social de la vulnerabilidad ante distintos problemas de salud y atención.
Adicionalmente, los cuatro artículos del dossier ayudan a comprender cómo la percepción social del riesgo presenta sus particularidades según los contextos socioculturales y las dimensiones de género, clase, etnicidad y nacionalidad y cómo inciden en las trayectorias de atención y en la prevención o evitación del daño. Estas investigaciones nos muestran no sólo a la biomedicina en cuanto productora de saberes hegemónicos, sino también las constantes apropiaciones, préstamos y transacciones que se ponen en juego entre el sistema biomédico y otros sistemas terapéuticos durante la trayectoria de atención, así como la trascendencia de los procesos de autoatención y las redes sociales de ayuda mutua y participación en salud en contextos latinoamericanos. Por último, los cuatro artículos aportan claves fundamentales respecto de los desafíos éticos y metodológicos del trabajo etnográfico sobre problemas de salud enfermedad a nivel comunitario, en contextos asistenciales y domésticos en tiempos de pandemia, así como diferentes estrategias que pueden ser desplegadas para mantener diálogos colaborativos para comprender e incidir en nuestros respectivos contextos.
Entre los trabajos que conforman la sección de Investigación Antropológica se incluyen cuatro textos que dan cuenta de diversas problemáticas socioantropológicas. En un primer artículo, Anayuri Güemes Cruz estudia el fenómeno radiofónico en México desde la propuesta teórica de los campos de poder de Pierre Bourdieu. Con base en una revisión documental, la autora recupera los conceptos de campo y subcampo para entender la complejidad y diversidad del ámbito radiofónico, así como para identificar a los agentes involucrados en su conformación. A partir de esto, hace un análisis sobre la radio en cuanto entramado de relaciones de poder históricamente constituidas, que revelan condiciones inequitativas entre los subcampos que la conforman: la radio comercial, universitaria, indígena, indigenista y comunitaria.
En segundo lugar aparece el trabajo “Moviendo el orgullo: movimiento social de los jóvenes nasa y misak en la ciudad”, de Valeria Alejandra Calvo Ortiz y Beatriz Eugenia Rivera Pedroza; en él se ofrecen los resultados de una investigación que tuvo por objeto analizar cómo están presentes las emociones en uno de los movimientos indígenas constituido por jóvenes nasa y misak ubicados en la ciudad de Cali, Colombia. Se trata de un estudio etnográfico que da cuenta de la forma en que emociones como la vergüenza, la indignación y el orgullo se convierten en un dispositivo fundamental para sostener o desgastar las luchas ancestrales de los jóvenes indígenas que migran a la ciudad, y, por ende, resultan un motor de transformaciones sociales y políticas.
En el artículo “Grupos y estrategias para la defensa biocultural del territorio en Felipe Carrillo Puerto, Quintana Roo” Hermax Rubén Román Suárez, María Amalia Gracia, Héctor Nicolás Roldán Rueda y Juan Manuel Pat Fernández, de El Colegio de la Frontera Sur, investigan estrategias colaborativas llevadas a cabo por campesinos, campesinas, organizaciones de la sociedad civil y agencias de desarrollo orientadas a promover prácticas agroecológicas para enfrentar los principales problemas de exclusión social, inseguridad alimentaria y pérdida de biodiversidad que han afectado los municipios mayas de Quintana Roo, como consecuencia de procesos históricos de colonialismo estatal y explotación de la agroindustria y el turismo en la región. Por último, Martha Marivel Mendoza Ontiveros, Rafael Hernández Espinosa y María Verónica Ruiz Conde, en “Apuntes para un análisis simbólico de la experiencia turística”, realizan un interesante recorrido por la antropología estructuralista y simbólica y recuperan el concepto de liminoide de Turner para contribuir al estudio de este tipo de experiencias.
Este número también contiene dos reseñas. En la primera, Andrés Oseguera Montiel lleva a cabo una lectura del libro Los lugares de lo político, los desplazamientos del símbolo. Poder y simbolismo en la obra de Victor W. Turner, de Rodrigo Díaz Cruz, donde subraya los aportes de este trabajo para comprender las propuestas procesualistas y la relevancia del símbolo en el análisis del poder, argumentos centrales de la obra de Turner. Por último, Jorge Isaac Vargas reseña el libro Procesos de la noche, de Diana del Ángel, que aborda la historia de Julio César Mondragón, víctima de la violencia de la llamada “guerra contra el narco”, rescatando los aportes teóricos y metodológicos de esta obra para una antropología del Estado.