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Perfiles latinoamericanos

versión impresa ISSN 0188-7653

Perf. latinoam. vol.16 no.31 México ene./jun. 2008

 

Artículos/Ensayos

 

¿Existe Latinoamérica? Un análisis global de diferencias transculturales

 

Does Latin America exist? A Global Analysis of Cross–Cultural Differences

 

Ronald Inglehart* Marita Carballo**

 

* Doctor en Política Comparada por la Universidad de Chicago. Actual director de área y profesor en la Universidad de Michigan. University of Michigan, Ann Arbor 426 Thompson St. Ann Arbor, Michigan 48109, EUA. E-mail: rfi@umich.edu

** Licenciada en Sociología por la Universidad Católica de Argentina. TNS (Taylor Nelson Sofres) Westgate, London W5 1UA. E-mail: marita.carballo@tns-global.com

 

Recibido el 09 de mayo de 2007.
Aceptado el 02 de julio de 2007.

 

Resumen

Los programas académicos y centros de investigación enfocados a Latinoamérica se basan en la premisa de que esta parte del mundo constituye algo más que una mera expresión geográfica: se supone que define una región cultural coherente, con habitantes que muestran concepciones del mundo y valores distintivos que los llevan a pensar y actuar diferente a las personas de otras culturas. Sin embargo, la existencia de áreas culturales significativas ha sido cuestionada desde diversas perspectivas. La pregunta es: ¿constituye Latinoamérica una región cultural coherente?; una cuestión que forma parte de otra más amplia: ¿existen zonas culturales coherentes?; un interrogante que integra otro aún más básico: ¿es la cultura una variable estable que produce impactos en la vida económica, política y social? ¿La cultura importa? Los datos obtenidos por la Encuesta Mundial de Valores que se aplicó en más de 90 países y que se presentan en este trabajo permiten ofrecer algunas respuestas. Los datos revelan un impresionante nivel de coherencia interna en los valores básicos sostenidos por las personas de diferentes sociedades, incluyendo Latinoamérica.

Palabras clave: valores, cultura, Encuesta Mundial de Valores, coherencia interna, áreas culturales.

 

Abstract

Latin American academic programs and research centers are based on the assumption that Latin America is more than an arbitrary geographic expression: it defines a coherent cultural region, having people with distinctive values and worldviews that make them think differently and behave differently from people of other cultures. But the existence of meaningful cultural areas has been challenged from different perspectives. The question is: Does Latin America constitute a coherent cultural region? This is part of the broader question, do coherent cultural zones exist? This, in turn, involves a still more basic question: Does culture constitute a stable variable that has significant impact on political, economic and social life? Does culture matter? The World Values Surveys conducted in over 90 societies enable us to answer these questions. These survey data reveal an astonishingly high degree of constraint between the basic values held by peoples of different societies, including Latin America.

Key words: values, culture, World Values Survey, degree of constraint, cultural areas.

 

Una década atrás (1997) los autores de este artículo se preguntaban "¿Existe Latinoamérica?" La pregunta no era retórica. Los centros de estudios latinoamericanos y otros de estudios regionales se basan en el supuesto de que Latinoamérica, más que una expresión geográfica arbitraria, define una región cultural coherente, cuyos habitantes mantienen valores y visiones del mundo que los hacen pensar y comportarse de manera diferente a las personas de otras culturas.

El cuestionamiento más poderoso de este punto de vista proviene de los académicos de la elección racional, quienes aluden ocasionalmente a la importancia de las diferencias culturales, pero cuyos modelos usualmente las ignoran, suponiendo de manera implícita que en una situación dada todas las personas tomarán las mismas decisiones "racionales", sin importar las perspectivas culturales. Sin embargo, si es cierto que existen diferencias significativas entre las visiones del mundo y las motivaciones de las personas en diversas zonas culturales, una elección racional que aplica en Estados Unidos podría describir sin exactitud el comportamiento de la gente en otras culturas.

La existencia de áreas culturales significativas también ha sido cuestionada con otros argumentos. La teoría de la modernización se enfoca a las diferencias entre las sociedades "tradicionales" y las "modernas", cada una caracterizada por instituciones económicas, políticas, sociales y culturales distintivas. Esta perspectiva tiende a atribuir las diferencias que existen entre las sociedades latinoamericanas y las altamente industrializadas a los niveles de desarrollo económico propios de cada una: a medida que se desarrolle la economía, estas diferencias tenderán a desaparecer. Las diferencias entre las diversas culturas "tradicionales" tienden a ser ignoradas.

La utilidad de "América Latina" como una frontera cultural significativa podría también ser debatida por otras razones. Geográficamente, Latinoamérica se extiende sobre un enorme territorio. Se puede decir que su coherencia depende de la persistente influencia de su herencia cultural hispana, el rasgo principal que las sociedades que la integran tienen en común. Pero esto implica que España y Portugal –la fuente de esta herencia común– deberían estar incluidas. La entidad significativa, entonces, debería definirse como una zona cultural hispana.

Por otro lado, también se podría argüir que no es tanto su patrimonio lingüístico, sino más bien la religión católica romana la que ha configurado a las sociedades latinoamericanas de manera decisiva. Eso implica que la frontera cultural se ubica crucialmente entre las sociedades históricamente católicas y el resto del mundo. Sin embargo, también se podrían proponer otros límites. La cuestión es: ¿constituye Latinoamérica una región cultural? A su vez, este interrogante implica otro más básico: ¿la cultura es una variable estable que tiene un impacto importante sobre la vida política, económica y social? ¿Es importante la cultura?

 

Las encuestas mundiales de valores

Las encuestas mundiales de valores (EMV) permiten responder las anteriores preguntas, pues proporcionan datos de encuestas nacionales representativas que cubren casi 90% de la población mundial. Las EMV proveen una rica base de datos transcultural que explora las orientaciones respecto a la religión, la política, el trabajo, el crecimiento económico, los valores familiares, las normas sociales y los roles de género. Tales encuestas cubren la gama completa de variación, desde sociedades con un ingreso per cápita por debajo de los 300 dólares por año, hasta aquéllas con un ingreso mayor de 40 mil dólares por año; y desde democracias arraigadas con economías de mercado, hasta estados autoritarios y sociedades comunistas.

Ya que las encuestas mundiales de valores proporcionan datos acerca de más de 90 países, se pueden utilizar las características de la propia sociedad como variables, posibilitando así la realización de análisis estadísticamente significativos que atravesarían desde el nivel individual hasta el social. Este artículo examina las relaciones entre los sistemas de valores de sociedades específicas y sus características económicas, lingüísticas, religiosas, geográficas y políticas. ¿La evidencia muestra zonas culturales distintivas y coherentes?

 

¿Acaso zonas culturales específicas se caracterizan por tener sistemas de creencias o actitudes coherentes? Y si es así ¿por qué?

¿Existen patrones culturales coherentes entre los pueblos latinoamericanos? No sería sorprendente encontrar que tuvieran opiniones relativamente similares sobre un tema u otro, pero eso no sería del todo relevante. El concepto de una cultura común implica que un grupo dado tiende a compartir una visión completa del mundo, y con ello manifiesta un patrón coherente y típico de valores a través de una amplia gama de temas.

No se puede suponer que esto sea cierto. Hace varias décadas, Converse (1964) demostró que los sistemas de creencias de los públicos en masa no muestran gran consistencia: las actitudes colectivas respecto a varios temas están solo tenuemente relacionadas entre sí. Conocer la actitud de un individuo sobre un tema no permite predecir su posición respecto a otros asuntos. Este hallazgo, aunque controvertido en su tiempo, se ha confirmado repetidamente a lo largo de las décadas sucesivas. Si las actitudes masivas no muestran mayor consistencia, ¿cómo es posible que las personas de una región determinada, como Latinoamérica, mantengan visiones del mundo consistentes que las distinguen de la gente de otras zonas culturales?

De hecho, eso es lo que sucede. Los datos obtenidos por las encuestas aplicadas a un gran número de sociedades revelan una coherencia asombrosa de los valores básicos entre distintas sociedades. Aunque las actitudes respecto a asuntos políticos específicos –como los que estudió Converse– presentan poca consistencia, los valores básicos como la orientación religiosa, el sentimiento de orgullo nacional y la actitud hacia la autoridad, son aspectos que, en la mayoría de las personas, están enraizados en su visión de vida.

Muchas personas carecen de preferencias muy arraigadas o, literalmente, no tienen ninguna posición respecto a la regulación gubernamental de los servicios públicos de energía eléctrica. En cambio, a preguntas como "¿Qué tan importante es la religión en su vida?", los entrevistados responden de manera muy variada –para algunos es inmensamente importante y para otros no lo es en absoluto–, pero la mayoría tiene un sentido claro y perdurable de la importancia que tiene el tema, y son capaces de expresarlo nítidamente.

Además, se encontraron enormes diferencias entre los valores básicos de personas pertenecientes a diversos grupos culturales. No obstante que la consistencia a nivel individual es relativamente baja, determinadas sociedades mantienen visiones del mundo altamente consistentes y distintivas. Es posible que esto suceda debido a que, en un determinado entorno económico y tecnológico, ciertos componentes culturales tienden a ir juntos, ya que se apoyan mutuamente y son propicios para la supervivencia de una sociedad dada (Inglehart, 1997).

Esta interpretación se fundamenta en una versión modificada de la teoría de la modernización. La Encuesta Mundial de Valores fue diseñada para poner a prueba la hipótesis de que el desarrollo económico conduce a cambios específicos, y lógicamente relacionados, en los valores y sistemas de creencias de las multitudes. Este artículo no supone que todos los elementos culturales estén sujetos al cambio y conduzcan a una cultura global uniformada. No hay razón por la que los chinos tengan que abstenerse de utilizar palillos para comer, o que los argentinos renuncien al tango y aprendan a bailar la polka. Pero ciertos cambios culturales y políticos parecen ligarse de manera lógica con la dinámica del proceso de modernización, entre ellos se encuentran la urbanización, la industrialización, la ocupación especializada y el proceso extensivo de alfabetización.

Lo anterior implica que el desarrollo económico, y los cambios cultural y político marchan juntos en patrones coherentes que son, en cierta medida, predecibles. Esta afirmación es controvertida. Significa que algunas trayectorias de cambios socioeconómicos son más factibles que otras y, en consecuencia, que ciertos cambios son previsibles. Una vez que la sociedad se ha embarcado en la industrialización, es muy probable que ocurra todo un síndrome de cambios relacionados con el proceso, desde la movilización masiva hasta la disminución de las diferencias entre los roles de género.

Aunque toda versión simplista de la teoría de la modernización ha sido echada por tierra desde entonces, aquí estamos de acuerdo con que ciertos escenarios de cambio social son más probables que otros, y se aportará la evidencia empírica que apoya esta proposición.

La teoría de la modernización implica que:

1)  Los diversos elementos culturales son proclives a ir juntos en patrones coherentes. Por ejemplo, ¿acaso existe en las sociedades que ponen un énfasis relativamente fuerte en la religión, una tendencia a favorecer también las familias grandes (o a respetar la autoridad u otras actitudes distintivas)? Si cada cultura se desarrolla por separado, no habría correlación entre elementos como éstos, y no se encontrarían patrones consistentes.

2)  Existen patrones culturales coherentes, y éstos se ligan al desarrollo económico y tecnológico.

 

Modernización y cambio cultural

En el siglo XIX y a principios del XX, teóricos de la modernización, desde Karl Marx hasta Max Weber, estudiaron la sociedad industrial emergente e intentaron realizar predicciones sobre su futuro. Sus análisis sobre el cambio cultural destacaban el aumento de la racionalidad y el debilitamiento de la religión, y suponían que estos procesos continuarían progresando en forma lineal; el futuro sería una continuación de las mismas tendencias ocurridas durante el siglo XIX.

Desde la perspectiva del presente, resulta claro que la modernización es más compleja de lo que anticipaban esas visiones. El número de trabajadores industriales ya no crece desde hace varias décadas en las sociedades económicas avanzadas, y ya casi nadie espera una revolución proletaria. Además, es cada vez más evidente que la religión no ha desaparecido, como se había pronosticado. También es obvio que la modernización no puede ser equiparada con la occidentalización, como suponían los análisis tempranos. Sociedades no occidentales en Asia Oriental han sobrepasado a los modelos occidentales en aspectos clave de la modernización, Por ejemplo en los índices de crecimiento económico y la expectativa de vida, y hoy pocos observadores atribuyen a Occidente una superioridad moral.

Con todo, a pesar de que en la actualidad pocas personas aceptan la versión marxista original de la teoría de modernización, uno de sus conceptos centrales parece tener vigencia: se trata de la percepción de que, una vez que da comienzo, la industrialización produce profundas consecuencias sociales y culturales, que van desde el aumento de los niveles educativos hasta los cambios en los roles de género.

Este trabajo traza un mapa de la variación transcultural a partir de los datos de la Encuesta Mundial de Valores y de la Encuesta Europea de Valores, las cuales han medido las creencias y los valores de un gran número de personas en el mundo. Estas encuestas ofrecen una riquísima fuente de información sin precedente que ayuda a entender las relaciones entre el desarrollo económico y el cambio social y político. Los resultados muestran que, incluso durante el período relativamente corto que transcurrió desde que se aplicó la primera serie de EMV en 1981, han ocurrido cambios importantes en los valores y las creencias de esas sociedades.

Dichos cambios están fuertemente vinculados a los movimientos económicos experimentados por una sociedad determinada. Como se demostrará, el desarrollo económico está asociado con cambios previsibles que se alejan de normas y valores absolutos, en dirección a un síndrome de valores cada vez más racionales, más tolerantes, con un mayor grado de confianza y de carácter postindustrial. La evidencia hallada pone de relieve tanto un cambio cultural masivo como también la persistencia de valores tradicionales.

Durante de gran parte de la historia, la mayoría de la gente no tenía certeza de su supervivencia. Sin embargo, el notable crecimiento económico de la era posterior a la segunda guerra mundial, así como el surgimiento del estado del bienestar, produjeron condiciones fundamentalmente nuevas en las sociedades industriales avanzadas. Las cohortes de personas nacidas durante la posguerra en esos países crecieron en condiciones de prosperidad sin paralelo en la historia humana, y el estado del bienestar reforzó la seguridad en su propia supervivencia, lo que produjo un cambio intergeneracional de valores que está transformando gradualmente la política y las normas culturales en las sociedades industriales avanzadas.

El aspecto más documentado de este cambio es el paso de prioridades materialistas a posmaterialistas. La abundante evidencia acumulada desde 1970 hasta la fecha demuestra que el paso intergeneracional de prioridades materialistas a posmaterialistas está transformando el comportamiento y las metas de la gente en las sociedades industriales avanzadas (Inglehart, 1997; Inglehart y Welzel, 2005). No obstante, investigaciones recientes han descubierto que esta tendencia es solo uno de los aspectos de un cambio cultural más amplio en el que los valores de supervivencia, transitan a los valores de autoexpresión.

Están surgiendo nuevos valores que conllevan una serie de transformaciones en la sociedad, desde la igualdad de derechos para la mujer hasta el establecimiento de instituciones políticas democráticas y la caída de regímenes comunistas. El auge de valores posmodernistas modifica la agenda política de la sociedad industrial avanzada, alejándola de su énfasis en un crecimiento económico a cualquier precio, y llevándola a una más acuciante preocupación por los costos que éste causa al medio ambiente. También ha producido la modificación de las divisiones políticas que han pasado de las basadas en conflictos entre las clases sociales, a clivajes sobre asuntos culturales y a temas relacionados con la calidad de vida.

Una vez que fue posible su industrialización, las sociedades en proceso de modernización se concentraron en lograr un crecimiento económico rápido como la mejor manera de maximizar el bienestar. Pero ninguna estrategia es la óptima para todas las circunstancias. La modernización tuvo un éxito importante en cuanto a elevar las expectativas de vida, pero sus beneficios han empezado a producir "rendimientos decrecientes" en las sociedades industriales avanzadas. La supervivencia/autoexpresión es un cambio en las estrategias de supervivencia que se desplazan ahora de la maximización del crecimiento económico a la maximización de la supervivencia y el bienestar a través de cambios en el estilo de vida. Cada uno de esos procesos es origen de una dimensión significativa de diferencias transnacionales en las creencias básicas y los valores.

 

Una perspectiva global de las diferencias transculturales: hallazgos empíricos

Se han descrito los patrones de variación transcultural que se esperaba encontrar, además de su porqué. Ahora las diferencias transculturales serán examinadas empíricamente, tal como se reflejan en la información que proporcionan las encuestas realizadas en diversas sociedades alrededor del mundo. Lo primero sería preguntar si los diferentes componentes religiosos, sociales, económicos y políticos de determinadas culturas están relacionados de manera aleatoria; o si van juntos, con ciertas combinaciones coherentes con más probabilidad de darse que otras.

La religión juega un papel mucho más trascendente en algunas sociedades que en otras. En Nigeria, 85% de la población respondió que la religión era "muy importante" en sus vidas; en Turquía, la cifra fue 61%; en Polonia y en Estados Unidos 53%; en Italia 34%; en Gran Bretaña 16%; en Rusia fue 12%; en Dinamarca, 9%; en Japón 6% y en China 1%. Las actitudes acerca de la religión no solo varían inmensamente de una sociedad a otra, sino que son parte de un conjunto de actitudes fuertemente relacionadas entre sí.

En muchas de las sociedades de las cuales se disponen datos, la relación entre el énfasis sobre la religiosidad y el orgullo nacional es asombrosamente fuerte (r = .71). Lo mismo sucede con muchas otras actitudes. Lejos de actuar de manera independiente, se ha encontrado que las dos dimensiones principales de variación transcultural estructuran una amplia gama de actitudes. Las personas de una sociedad difieren de las de otra, no simplemente en cuanto a opiniones o actitudes aisladas, sino más aún: sostienen una visión del mundo diferente.

Dos olas principales de cambios económicos y tecnológicos han generado dos dimensiones clave de variación transcultural: 1) la tradicional/secular–racional, que refleja el contraste entre los valores relativamente religiosos y tradicionales –generalmente predominantes en las sociedades agrícolas– y los valores relativamente seculares, burocráticos y racionales –que generalmente dominan en las sociedades urbanas e industrializadas; y 2) la supervivencia/autoexpresión, dimensión que cubre una amplia gama de creencias y valores, que refleja el desplazamiento intergeneracional de un énfasis en la seguridad económica y física, hacia una creciente preocupación por la autoexpresión, el bienestar subjetivo y la calidad de vida.

Estas dimensiones representan sólidos aspectos de la variación transcultural, y permiten ubicar a cualquier sociedad en un mapa bidimensional que refleja su posición relativa en un momento dado. Sin embargo, están ocurriendo cambios graduales que transforman muchos aspectos de la sociedad a lo largo de esas dimensiones. Uno de los más importantes es que el mayor énfasis en los valores de autoexpresión aumenta la probabilidad de que surjan y prosperen las instituciones políticas democráticas.

El análisis que aquí se desarrolla tiene su base en un conjunto de datos provenientes de encuestas que representan casi 90% de la población mundial. Los datos obtenidos por las EMV indican que están ocurriendo cambios culturales relevantes, y también que la tradición religiosa y la historia colonial, así como otros factores históricos esenciales de una sociedad, dan sitio a la formación de tradiciones culturales distintivas que siguen influyendo sobre el sistema de valores de una sociedad, a pesar de las fuerzas de la modernización.

Cada una de las dos grandes etapas del desarrollo económico moderno ha ocasionado el surgimiento de un nivel significativo de diferencias de valores a nivel transnacional. El análisis de factores de datos a nivel nacional, provenientes de las 43 sociedades estudiadas en la Encuesta Mundial de Valores de 1990, encontró que dos dimensiones principales explican más de la mitad de la varianza transnacional de más de 20 variables relacionadas con valores básicos en una amplia gama de ámbitos, que van desde la política hasta la vida económica y el comportamiento sexual (Inglehart, 1997).

Cada dimensión contiene un eje principal de variación transcultural que incluye un gran número de valores diferentes. El cuadro 1 muestra los resultados del análisis más reciente que se basan en datos de más de 70 sociedades agregadas a nivel nacional. Aunque cada una de las dos dimensiones principales se vincula a decenas de valores, por razones técnicas los índices fueron construidos utilizando solo cinco indicadores clave para cada una de las dos dimensiones.

Los valores humanos muestran una coherencia sorprendente; las dos dimensiones explican perfectamente 71% de la variación transcultural entre estos diez temas. Aún más impresionante es que cada dimensión abarca una amplia gama de otras actitudes que se extienden a través de ámbitos aparentemente diversos. El cuadro 2 muestra las correlaciones de 24 variables adicionales que están relacionadas de manera relativamente fuerte con la primera dimensión, mostrando correlaciones superiores al 0,40.

La dimensión tradicional/secular–racional refleja el contraste entre los valores relativamente religiosos y tradicionales –generalmente prevalentes en las sociedades agrarias– y los valores relativamente seculares, burocráticos y racionales –que predominan generalmente en sociedades urbanas e industrializadas.

Las sociedades con valores tradicionales enfatizan la preponderancia de la religión, la obediencia a la autoridad, los lazos entre padres e hijos y las familias con padre y madre, así como estándares morales absolutos; estas sociedades rechazan el divorcio, el aborto, la eutanasia y el suicidio, y tienden a ser más patriotas y nacionalistas. En contraste, las sociedades con valores seculares–racionales muestran preferencias contrarias respecto a todos esos temas.

El cuadro 3 desglosa 31 variables adicionales estrechamente vinculadas con la dimensión de supervivencia/autoexpresión, la cual también abarca una amplia gama de creencias y valores. La polarización de valores materialistas y posmaterialistas es un componente central que refleja un cambio intergeneracional de opinión que consiste en el tránsito del énfasis en la seguridad económica y física sobre todo, hacia un creciente hincapié en asuntos relacionados con la autoexpresión, el bienestar subjetivo y la calidad de vida.

Las sociedades que califican alto en valores de supervivencia tienden a fortalecer las orientaciones materialistas y los roles tradicionales de género; estas sociedades muestran una relativa intolerancia a extranjeros, homosexuales y otros "out–groups", niveles relativamente bajos de bienestar subjetivo, califican bajo en confianza interpersonal, y enfatizan el trabajo arduo –más que la imaginación o la tolerancia– como el asunto esencial que se debe enseñar a los niños. Sociedades que enfatizan valores de autoexpresión, exhiben preferencias opuestas acerca de todos estos temas.

 

¿Existe Latinoamérica? Una geografía cultural del mundo

Los autores de este artículo han encontrado que existen patrones coherentes de variación transcultural en los que personas de ciertas sociedades asumen posiciones sumamente distintivas de manera muy consistente a través de una amplia gama de orientaciones que van desde la política hasta la religión y las normas sexuales.

Ello significa que ahora se puede responder a la pregunta: ¿tienen los pueblos de América Latina visiones de mundo relativamente similares?

La figura 1 muestra la ubicación de cada sociedad en las dos dimensiones discutidas hasta ahora, con base en la calificación del factor medio de cada país en cada una de ellas, tal como fueron medidas en la Encuesta Mundial de Valores de 1990–1991 (la primera serie de encuestas de valores que cubrían la gama completa de sociedades, mientras que la de 1981 se limitó, sobre todo, a sociedades con ingresos altos, aunque incluyó también a tres países con ingresos medios). Las sociedades con orientaciones culturales similares en las encuestas están cercanas unas a las otras en la figura, y se localizan dentro de grupos significativos.

En primer lugar, es claro que los sistemas de valores en los países más ricos difieren sistemáticamente de los más pobres. Estos últimos tienden a ubicarse en la parte inferior izquierda de la figura 1, mientras que los países ricos están en el cuadrante superior derecho. No obstante que existen algunas desviaciones (Estados Unidos, por ejemplo, ostenta mayor grado de valores tradicionales de lo que se podría pronosticar con base en su PNB), la correlación general entre valores y desarrollo económico es muy alta.

El patrón, además, es coherente en muchos otros aspectos. Por ejemplo, los cuatro países latinoamericanos incluidos en la Encuesta Mundial de Valores de 1990 aparecen en un grupo compacto, lo cual refleja que, desde una perspectiva global, tienen sistemas de valores relativamente similares. Si se hubiera encontrado que la visión del mundo del pueblo brasileño era más cercana a la de Suecia o China; o si Rusia se hubiera ubicado en el centro del grupo latinoamericano, entonces hubiese sido difícil sostener el concepto de una cultura latinoamericana. Sin embargo, los pueblos de las cuatro sociedades latinoamericanas revelan de manera consistente valores relativamente similares a través de una amplia gama de temas.

De forma similar, las dos sociedades africanas se ubican en otro grupo relativamente compacto. Y las tres sociedades de influencia confuciana del este de Asia aparecen en otro grupo que se superpone parcialmente con otro más, el de las sociedades excomunistas. Las sociedades históricamente católicas de Europa Occidental caen dentro de otro grupo compacto. A pesar de que en Europa Occidental la asistencia a la iglesia ha disminuido bastante en años recientes, las sociedades históricamente protestantes del norte de Europa aparecen en otro grupo (con Alemania Oriental localizada en el cruce entre Europa del Norte y el grupo de países excomunistas, como sería lo indicado por su experiencia histórica).

Estados Unidos y Canadá constituyen un grupo norteamericano y éste podría extenderse hasta incluir a otras sociedades angloparlantes. Polonia es atípica, pues presenta más valores tradicionales que otras sociedades excomunistas de Europa Oriental. Pero, en general, los sistemas de valores de la mayoría de la gente en el mundo no son aleatorios, aunque están formados por diversos factores. Esos valores manifiestan patrones fuertemente coherentes que deben ser interpretados con mucho cuidado.

En la figura 1, los cinco países nórdicos –Noruega, Islandia, Dinamarca, Finlandia y Suecia– forman un grupo compacto dentro del conjunto de países noreuropeos. Sus historias se relacionan entre sí y tienen culturas similares; estos países muestran un nivel moderadamente alto en la visión cultural asociada con la autoridad secular–racional, y son punteros en el mundo en cuanto a valores posmodernos.

Tales países tienen una cierta proximidad geográfica, pero el hecho de ser estados del bienestar prósperos y tradicionalmente protestantes parece tener más consecuencia que su proximidad geográfica. Por lo tanto, Holanda, que no es un país nórdico pero es históricamente protestante y hoy un próspero estado del bienestar, se ubica exactamente en medio del grupo nórdico. A pesar de su vecindad con Bélgica y que comparte un lenguaje común con la mitad de los belgas, Holanda está culturalmente más cercana a los países nórdicos que a Bélgica. Históricamente, Holanda ha sido influida por el protestantismo; incluso los católicos holandeses contemporáneos son notablemente calvinistas.

A pesar de que en la actualidad la influencia de las iglesias en la sociedad europea occidental está desapareciendo, las tradiciones religiosas contribuyeron a la formación de culturas nacionales que aún perduran. Consecuentemente, Holanda se coloca entre Noruega y Suecia.

Bélgica, Francia, Italia, España, Portugal y Austria constituyen otro grupo en el espacio cultural de la figura 1. No obstante que el nivel de asistencia a la iglesia ha disminuido drásticamente, todos estos países son históricamente católicos. Además, este grupo está próximo a otro (abrumadoramente católico), el latinoamericano que incluye a México, Argentina, Chile y Brasil, países predominantemente católicos que forman un grupo bastante coherente. Se podría ampliar este racimo para incluir a otros cuatro países históricamente católicos: Polonia, Hungría, Eslovenia y Letonia.

Los últimos cuatro países son atípicos, probablemente debido a que la prosperidad que experimentaron los países católicos de Europa Occidental no llegó hasta ellos, y están más impregnados de valores de supervivencia que el resto del grupo católico. En la dimensión de modernización, sin embargo, sus valores son casi tan tradicionales como los de otros países católicos (y tienen más valores tradicionales que otros países excomunistas).

Las regiones alemanas antes divididas entre Alemania Occidental y Alemania Oriental eran aún estados independientes cuando se llevaron a cabo estas encuestas y, por lo tanto, fueron sondeadas por separado. Aunque Alemania Occidental se ubica en el cuadrante superior derecho junto con otras sociedades de Europa Occidental, y Alemania Oriental se encuentra en el cuadrante superior izquierdo que contiene a la mayoría de las sociedades históricamente comunistas, estas dos sociedades están relativamente cercanas una a la otra en las dos dimensiones culturales principales.

Desde 1945 hasta 1990, el régimen comunista realizó un esfuerzo masivo para reformar la cultura de Alemania Oriental, con el objeto de que apoyara al régimen marxista, ateo y autoritario. Al mismo tiempo, los poderes occidentales dedicaron esfuerzos masivos para rehacer la cultura política, con el objetivo de apoyar la democracia liberal occidental orientada al mercado. Parece que los 45 años que estos estados estuvieron bajo regímenes totalmente diferentes tuvieron su impacto: hacia 1990, había cierta distancia entre las dos sociedades, especialmente en la dimensión de supervivencia/autoexpresión. Pero aún más impresionante es el hecho de que, desde una perspectiva global, los valores culturales básicos de ambas sociedades seguían siendo relativamente parecidos.

Este experimento natural indica que, aun cuando un régimen realiza un esfuerzo consciente y coordinado, su capacidad para cambiar la cultura subyacente es limitada. Después de 45 años bajo instituciones políticas y económicas radicalmente diferentes, Alemania Oriental y Alemania Occidental continuaron siendo tan similares entre sí en sus valores básicos como los Estados Unidos y Canadá.

Casi la mitad de las sociedades comunistas o excomunistas se ubican en el cuadrante superior izquierdo. Éstas se caracterizan, en primer lugar, por valores de supervivencia; y, en segundo, por un fuerte énfasis en la autoridad del Estado más que en la autoridad tradicional. Polonia es atípica, y se distingue de otras sociedades comunistas por sus fuertes valores religiosos tradicionales. China es atípica, pero en la dirección opuesta –se trata de la sociedad menos religiosa y la más orientada al Estado de todos los casos con información. Las posiciones de estas sociedades reflejan sus patrimonios culturales distintivos. Por un lado, la adherencia a la iglesia católica ha constituido un pilar en la lucha por la independencia en Polonia desde 1792, papel que volvió a cumplir en la década de 1980, lo que reactivó el rol de la religión en la cultura nacional polaca.

China, por otra parte, ha experimentado un sistema cultural relativamente secular durante dos mil años, y la autoridad burocrática se desarrolló dentro del confucionismo mucho antes de que llegara al Occidente. Por lo tanto, China, al igual que las otras sociedades con influencia confuciana en Asia del Este, ha poseído el componente burocrático de la cultura moderna desde hace mucho tiempo. Hasta hace poco, les hacían falta los otros componentes principales de ésta, esto es, el énfasis en la ciencia y la tecnología y el aprecio de los logros económicos; pero, una vez que éstos fueron adoptados, su tradición burocrática secular probablemente contribuyó a facilitar un rápido desarrollo económico. El tradicional énfasis chino sobre el Estado probablemente terminó fortalecido por cuatro décadas de socialismo. También Japón –otra sociedad con influencia confuciana, así como Alemania Oriental y Alemania Occidental, se caracterizan por un énfasis relativamente acentuado en la autoridad secular–racional.

La mayoría de las sociedades comunistas y excomunistas están orientadas hacia la autoridad secular—racional, y no a la autoridad religiosa. Su gente ha experimentado regímenes comunistas que duraron de cuatro a ocho décadas que han reprimido sistemáticamente la religión, y donde es perfectamente realista considerar que la política es importante, ya que la vida económica y cultural, e incluso las probabilidades de la propia supervivencia, dependen del Estado.

Los estados comunistas fueron probablemente las sociedades más burocratizadas, centralizadas y seculares en la historia, y mantenían a la ciencia y la tecnología en tan alta estima que, para legitimar su poder, sus elites alegaban que no gobernaban con base en el proceso falible y poco científico del gobierno de la mayoría, sino de acuerdo a los principios del socialismo científico. De acuerdo a estos estándares, los estados comunistas representaban la culminación de la modernización y, por tanto, parece apropiado que aparezcan (en la figura 1) cerca del polo de la modernización en la dimensión de autoridad tradicional/secular–racional.

En lo que concierne a Latinoamérica, se encontró evidencia de la existencia de una cultura latinoamericana. Sin embargo, la realidad está compuesta por varias capas. Los puntos que ubican a cada sociedad en la figura 1 están determinados por la investigación empírica, pero los límites trazados a su alrededor reflejan consideraciones teóricas, y podrían ser, alternativamente, trazados de maneras distintas. Desde el punto de vista empírico, sí existe un grupo latinoamericano, pero sus límites se podrían ampliar fácilmente para incluir a España y Portugal.

Se tendría entonces un conjunto hispánico, ya que España y Portugal se encuentran tan cercanos a México y Argentina, como éstos a Chile y Brasil. Pero, además, Italia (una de las principales fuentes de inmigración a América Latina) también está próxima a ellos. Finalmente, el conjunto latinoamericano de igual modo se podría fusionar con el europeo católico y con partes de Europa Oriental para crear un grupo católico amplio, pero razonablemente compacto, que contuviera a todas las sociedades históricamente católicas. Tanto teórica como empíricamente, todos estos grupos se traslapan o coinciden. Existe Latinoamérica, claro, pero ésta refleja la confluencia de una variedad de influencias económicas, religiosas e históricas.

 

¿Pueden las instituciones determinar la cultura?

Los países históricamente protestantes, tanto del norte de Europa como del norte de América, conforman un gran grupo en cuanto a una amplia gama de valores básicos; de manera similar, los países históricamente católicos en Europa Occidental, América Latina y Europa Oriental forman otro conjunto extenso, pero razonablemente homogéneo.

A pesar de los enormes cambios asociados con la modernización económica y social, y no obstante las grandes transformaciones sociopolíticas relacionadas con la dominación comunista a lo largo de la guerra fría en varias sociedades históricamente católicas, desde una perspectiva global éstas conservan aún valores culturales relativamente similares –tal como sucede con las sociedades históricamente protestantes.

Las sociedades católicas conforman un grupo que se caracteriza por valores más tradicionales y por enfatizar los de supervivencia, en comparación con la mayoría de sociedades protestantes. En esta figura, Polonia e Irlanda encajan en un conjunto amplio de sociedades que han sido moldeadas por el catolicismo romano.

A primera vista, esto podría constituir prueba suficiente para una interpretación basada en el determinismo institucional. Ahora, si el determinismo institucional significa simplemente que las instituciones de una sociedad se encuentran entre los factores que contribuyen a moldear su cultura, eso sería indudablemente correcto. Sin embargo, el determinismo institucional frecuentemente es llevado a una afirmación mucho más radical. Se ha llegado a suponer que las instituciones determinan, por sí solas, los valores culturales de una sociedad, de manera que no es necesario tomar en cuenta los factores culturales: si cambiamos las instituciones, automáticamente la cultura cambiará para ajustarse a ellas. Pero si analizamos más cuidadosamente la evidencia, se hace claro que esta postura es insostenible.

Entre las sociedades protestantes y las católicas existen enormes diferencias culturales pero, por lo general, esto no refleja las influencias directas de las iglesias católica y protestante de hoy en día, ya que una influencia directa de la iglesia en la actualidad es muy débil en muchos de esos países. Aunque en Polonia y en Irlanda (y en Estados Unidos) continúa siendo alto, el nivel de asistencia a la iglesia ha decaído drásticamente en la mayor parte de los países históricamente católicos; y ha disminuido aún más en la mayoría de las sociedades europeas históricamente protestantes, al punto que algunos observadores se refieren a los países nórdicos como sociedades poscristianas.

Las sociedades históricamente católicas y las históricamente protestantes aún muestran valores muy distintos, incluso entre los segmentos de población que actualmente no tienen ningún contacto con la iglesia. Estos valores persisten como parte del legado cultural de determinadas naciones, pero ya no por influencia directa de las instituciones religiosas.

Ese legado o patrimonio cultural ha sido moldeado por las experiencias económicas, políticas y sociales de un determinado pueblo incluyendo el hecho, por ejemplo, de que las sociedades protestantes se hayan industrializado antes que la mayoría de las sociedades católicas. Esto, a su vez, en una etapa aún más temprana de la historia, pudiera haberse relacionado con las diferencias religiosas (tal como sugiere Weber), pero ciertamente no se trata de un caso de determinismo institucional directo.

Hay un notable grado de coherencia en estas diferencias transculturales. En la figura 1, cuarenta de las 43 sociedades se ubican en grupos compactos con legados culturales coherentes, como América Latina, Europa Oriental o Asia Oriental. Existen solo tres excepciones: Polonia, Irlanda e Irlanda del Norte. Tanto Polonia como Irlanda pueden ser definidas como sociedades hipercatólicas, ya que ambas fueron ocupadas y dominadas durante siglos por poderosos vecinos no católicos, y las dos respondieron a las presiones de asimilación cultural con un intenso y renovado énfasis en su herencia católica romana como medio para mantener su identidad nacional. Irónicamente, este mismo fenómeno pudo haber llevado a una reacción similar por parte de los protestantes irlandeses, los cuales constituyen una pequeña minoría en Irlanda y pueden ser definidos como hiperprotestantes.

En la mayor parte de los países, las diferencias culturales son un reflejo de la experiencia histórica entera de esas sociedades, y no de la influencia actual de sus respectivas iglesias. Este punto es evidente cuando se examinan los sistemas de valores de sociedades como las de Suiza, Holanda y Alemania; todas ellas fueron sociedades históricamente protestantes, pero (como consecuencia de diferentes niveles de natalidad, diferentes grados de desgaste religioso y la inmigración de católicos) hoy tienen casi el mismo número de católicos practicantes que de protestantes practicantes. A pesar de esta nueva composición religiosa, estos tres países manifiestan valores típicamente protestantes. Más aún, en estas sociedades, católicos y protestantes no muestran valores marcadamente diferentes, por ejemplo, los católicos holandeses de hoy son casi tan calvinistas como los miembros de la Iglesia Reformista Holandesa.

La ideología comunista se ha descrito como una religión secular, y las sociedades históricamente comunistas también forman un grupo coherente que coincide sólo de manera parcial con el grupo católico. Trece de las 14 sociedades excomunistas se ubican dentro de un grupo compacto en el cuadrante superior izquierdo, y este grupo europeo oriental podría ser expandido para incluir a China y a Alemania Oriental. Como se ha notado, aunque están localizados en dos continentes diferentes y abarcan ambos lados de la división católico–protestante, los cinco países angloparlantes también están cercanos unos a los otros en este mapa cultural; el factor unificante en este caso es una lengua común. Pero la influencia más dominante de todas parece ser la del desarrollo económico.

Tanto la dimensión de modernización como la de supervivencia/autoexpresión, tienen una alta correlación con el nivel de desarrollo económico de una sociedad. Los valores de las sociedades más ricas y los de las más pobres difieren sistemáticamente. Se hace obvio que el determinismo institucional sería una interpretación demasiado simple de la evidencia. No obstante el claro impacto de las instituciones religiosas, los factores económicos, políticos, geográficos, lingüísticos y otros, juegan también papeles fundamentales. La visión del mundo de un pueblo refleja la totalidad de su legado histórico.

Sin embargo, el patrón está lejos de ser aleatorio y es de suponer que tampoco lo será en el futuro. A pesar de la considerable variación entre las sociedades latinoamericanas, los datos comparativos que representan a la mayor parte de la población mundial ponen de manifiesto una zona latinoamericana coherente. Asimismo, es evidente que existe una amplia gama de otras zonas culturales distintivas.

 

La estabilidad del mapa cultural a través del tiempo

Estas dimensiones de variación transcultural son sólidas: cuando el análisis de factores se aplicó de nuevo a los datos de las encuestas de 1995 a 1998, surgieron las mismas dos dimensiones de variación transcultural, incluso cuando el nuevo análisis se basaba en 23 países adicionales no contemplados en el estudio anterior (Inglehart y Baker, 2000). Asimismo, las mismas dos dimensiones aparecen en el análisis de datos de las encuestas de 2000–2001 –aunque numerosos países habían sido agregados a la muestra, incluyendo ocho sociedades predominantemente islámicas, una región cultural que había sido relativamente ignorada por las encuestas anteriores (Inglehart y Welzel, 2005).

Si se compara el mapa que se fundamenta en las encuestas de 1990 con el basado en las de 1995, inicialmente parecen ser el mismo que muestra grupos de países (la Europa protestante, los países angloparlantes, las sociedades latinoamericanas, las sociedades confucianas) en la misma posición relativa –a pesar de que cada serie de encuestas sucesivas no solamente había sido realizada aproximadamente cinco años después de la anterior, sino que incluía muchos casos que no habían sido cubiertos en encuestas previas.

Además, estas sociedades se acomodan en grupos coherentes y su ubicación traduce sus niveles de desarrollo económico: las sociedades más pobres hacia la esquina inferior izquierda y las más ricas cerca de la esquina superior derecha de la figura 1. Pero la herencia religiosa, el lenguaje, la condición geográfica y el hecho de haber experimentado, o no, un régimen comunista, también parecen tener influencia sobre la ubicación cultural de estas sociedades.

Así, las sociedades nórdicas constituyen un grupo coherente cerca de la parte superior derecha que forma parte de un grupo noreuropeo más amplio (históricamente protestante). Los países de la Europa católica forman otro grupo coherente; mientras que las sociedades de influencia confuciana del este de Asia integran otro más. Europa Oriental forma otro grupo que cae en una zona excomunista más amplia que incorpora a ella misma, además de posiciones culturalmente contiguas del norte de Europa y Asia Oriental. Los Estados Unidos y Canadá forman un grupo norteamericano compacto en las cuatro encuestas; pero éste es parte de una zona angloparlante más extensa que incluye a Gran Bretaña, República de Irlanda e Irlanda del Norte.

Australia también se ubica en esta zona angloparlante. Este país no se incluyó en la encuesta de 1990, por lo que no aparece en los análisis previos –pero fue muestreado en 1981 y los datos indican que, no obstante la gran distancia geográfica, Australia está culturalmente muy cercana a Gran Bretaña y Canadá. La conclusión sería que existe un patrón coherente de diferencias transculturales en el cual destaca más la continuidad que el cambio.

Las dos dimensiones estudiadas son notablemente sólidas. La comparación de los resultados entre las recientes tercera y cuarta series de la EMV, arrojan que, de una serie a la siguiente, hay una correlación de 0,92 entre las posiciones de países específicos en la dimensión de valores tradicionales/seculares–racionales. En la dimensión supervivencia/autoexpresión, las posiciones de los países son todavía más estables: hay una correlación de 0,95 entre las posiciones de la primera ola de encuestas y las de la siguiente que se realizó cinco años después. Aunque están ocurriendo cambios importantes dentro de estas dimensiones, las posiciones relativas de los países son altamente estables.

 

Conclusión

Se debe señalar que este análisis ha puesto a prueba la cuestión de la existencia de una cultura latinoamericana (o confuciana o angloparlante). Y se podría imaginar que un estudio como éste, diseñado para analizar particularmente los rasgos distintivos de la cultura hispana frente a las culturas confuciana o anglosajona, pudiera arrojar contrastes más marcados entre las visiones de mundo de los respectivos pueblos. No obstante, el análisis presentado se basa en un conjunto de datos que fue diseñado para enfocarse en asuntos no específicos de una región, sino que son significativos en prácticamente cualquier sociedad del mundo. Sin embargo, se han encontrado zonas culturales claramente distintas.

Además, a esta investigación la motivó el interés de conceptos relacionados con el desarrollo y surge para examinar cómo el desarrollo económico produce cambios culturales sistemáticos vinculados a los procesos de modernización y los de supervivencia/autoexpresión, respectivamente. En efecto, lo hallado indica que cada uno de estos procesos se liga a una dimensión importante de variación transcultural. Empero, vale la pena enfatizar que, incluso en un análisis diseñado para enfocarse en los procesos del desarrollo, surgieron patrones coherentes y culturalmente distintivos que pueden ser descritos fácilmente como latinoamericanos (o hispanos), africanos, confucianos, angloparlantes, excomunistas, y así sucesivamente.

Esta investigación ha particulizado, principalmente, en los patrones extensos de cambios globales, y probablemente continuará haciéndolo en el futuro.

Aun así, se debe respetar lo dicho por los datos. Un hallazgo relevante es que existen zonas culturales distintivas –incluso por encima del hecho de que estas sociedades tienen niveles muy diferentes de desarrollo económico y diversos niveles de modernización y de supervivencia/autoexpresión.

Las EMV revelan enormes diferencias entre los valores básicos de personas en diferentes zonas culturales. Estas diferencias transculturales son coherentes y relativamente estables. También tienen consecuencias importantes en cuanto al comportamiento. Para demostrar este último punto se requeriría un espacio mucho mayor del disponible aquí, pero una gran cantidad de evidencia indica que las variables culturales examinadas aquí están fuertemente vinculadas con una variedad de características sociales importantes, que van desde la persistencia de una democracia estable, hasta los índices de crecimiento económico y de fertilidad (Inglehart, próximo a publicarse).

La elección racional obvia de un norteamericano típico, puede no ser la elección racional de un islámico fundamentalista. Para entender la visión del mundo de un pueblo dado y sus implicaciones, es necesario tener un conocimiento detallado de la historia y la cultura de esa sociedad.

A pesar de la evidente importancia de los factores económicos, siguiendo la línea de la teoría de la modernización (y de la supervivencia/autoexpresión), también las instituciones religiosas, la experiencia política, el lenguaje, la ubicación geográfica y otros factores de una sociedad, tienen un papel importante en la formación de su sistema de valores. Los factores económicos no determinan por sí solos lo que la gente desea y su manera de comportarse. La visión del mundo de una nación determinada refleja la totalidad de su legado histórico.

 

Notas

Las encuestas de valores de "1981" fueron efectuadas en realidad de 1981 a 1983; y las encuestas de "1990" se realizaron en el periodo 1990–1993. En ambos casos, sin embargo, la mayor parte fueron llevadas a cabo en el año inicial.

La tercera ola ("1995") de encuestas se aplicaron entre 1995 y 1997, la cuarta serie ("2000") de 1999 a 2002, y la quinta ("2006") se inició a finales de 2005 y será concluida a finales de 2007.

Los mapas culturales globales en este artículo están basados en los datos más recientes obtenidos en cada país; la gran mayoría de estas encuestas se realizaron durante la serie que indica el mapa, pero si se carece de datos sobre un país en esa serie, se muestran los resultados de la serie anterior, con propósitos de comparación.

 

Bibliografía

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