Introducción
Referirse a la privacidad requiere prestar atención, en primer lugar, al concepto de lo privado en relación con lo íntimo y lo público. Si bien estos conceptos se pueden tratar desde distintos campos de estudio, resulta de interés su abordaje desde una aproximación filosófico-antropológica y jurídica para enmarcar su interpretación en el marco de la utilización de las redes sociales por las y los jóvenes.1 El binomio público-privado parece apuntar a dos términos antónimos, pero también hay que tomar en cuenta el significado de lo íntimo para comprender mejor sus implicaciones. La etimología de público remite a lo oficial, y lo privado a lo despojado o apartado (Corominas, 1996). El Diccionario del Español Actual (Seco, 2016), arroja dos acepciones de íntimo: “1. a) Que pertenece a lo más profundo e individual de la persona, b) Que evoca o refleja los sentimientos de la persona; y 2. (Cosa) totalmente privada y oculta a los demás”. Parece pues como si existiera una cierta gradación entre los tres conceptos. Si se recurre a lo público como propio de la colectividad (Souriau, 1998) se reincide en la finalidad común que un objeto comunicado posee.
Así, en el caso del mundo digital existe también una audiencia de lo público, entendido como publicado. Al contrario que en las interacciones presenciales, este peculiar y amplísimo público, cuando reacciona, es capaz de influir en todo el proceso comunicativo. En palabras de Boyd (2008:26), serían las “audiencias invisibles”. Mientras que visualmente se podría detectar a la mayoría de las personas que están escuchando nuestros discursos en espacios sin mediación, es prácticamente imposible determinar todo aquello que pudiera ocurrir a través de las expresiones que se emiten hacia el público en red. “En la actualidad, las relaciones sociales son tanto presenciales como mediadas, nos relacionamos tanto dentro como fuera de los medios, y las conversaciones que realizamos a través de una pantalla son tan reales como aquellas que mantenemos cara a cara” (Doval, Domínguez y Dans, 2018:482).
El ámbito de la comunicación es precisamente el que abarca las cuestiones anteriores referidas a los límites de la publicación, las audiencias y la posibilidad de difundir contenidos de diversa índole a través de las redes sociales con fines informativos, de entretenimiento o de carácter formativo o persuasivo. La inmediatez de los medios de comunicación sociales y la presencia en entornos amigables (como las redes sociales) es una oportunidad para conectar contenidos y personas a una gran velocidad, aunque no esté exenta de problemas para proteger la privacidad personal.
La rápida dispersión de lo privado pone en tela de juicio el límite de la intimidad. Precisamente la red social es una herramienta de internet para crear y reforzar las relaciones personales, utilizando para ello el exhibicionismo de la intimidad propia y ajena. Tello (2013:208) menciona el concepto lacaniano de extimidad, referido a las redes sociales y señala con preocupación la erosión de la intimidad por tres causas: la tecnología permisiva en el seguimiento de la vida de las personas, la búsqueda de beneficios y la falta de control.
Desde la antropología se alude a la intimidad como rasgo característico de la persona, cambiante e irrepetible (Yepes y Aranguren, 2003:62-64), que se verá protegido -tanto desde el ámbito del Derecho como desde la psicología- bajo la defensa del pudor. La intimidad es, pues, algo a custodiar y genera un factor de protección que, a su vez, se pertrecha tras los muros de lo privado en elecciones voluntarias sobre las parcelas de la realidad personal. Paradójicamente, la conciencia y sensación de privacidad que generan las redes sociales refuerza la desinhibición ante la pantalla, con especial incidencia y gravedad en el caso de los menores (Rial, Gómez, Braña y Varela, 2014). Las funciones de visibilidad de perfiles e intercambio de contenidos multimedia impactan de forma directa en estas cuestiones que marcan el desarrollo de las interacciones en las redes sociales. La comunicación de lo íntimo se hace público en la red y esto apela a una educación de la intimidad (Romero-Iribas y Martínez-Priego, 2017).
El aspecto jurídico de la cuestión presenta una serie de características particulares debido a que estamos ante un fenómeno que nace y crece desmesuradamente sin ser regulado de forma adecuada por su desarrollo vertiginoso y descontrolado, sobre todo, en sus fases iniciales. Todavía hoy requiere de atención por parte del legislador y, en el caso de los niños y adolescentes, suscita grandes zozobras a los padres y educadores. En este ámbito, son tres las cuestiones que reclaman una atención especial: la protección de datos de carácter personal, el derecho a la intimidad y la propiedad intelectual. La normativa sobre protección de datos es vital para la salvaguarda del menor en cuestiones tales como evitar la difusión de imágenes ilegales (por ejemplo, contenidos que fomenten la violencia contra las mujeres, la pornografía infantil, etc.) o de datos distribuidos sin consentimiento, información sensible de tipo personal, etc. Los usuarios utilizan la red social como lugar de intercambio y, en ocasiones, se transgrede la normativa sobre propiedad. Un ejemplo es el sharenting, que pone en riesgo a los menores (Brosch, 2018) e incluso puede producir lucro (Blum y Livingstone, 2017). En el caso de los adolescentes es un factor bastante eludido y desconocido, que prácticamente no se trata en las escuelas (Alemany, Del Val, Alberola y García-Fornes 2019; Colás-Bravo, Conde-Jiménez y Reyes-de Cózar, 2017).
Con la entrada en vigor, en mayo de 2018, del Reglamento General de Protección de Datos Personales (UE 2016/679) de la Unión Europea, se reconocen los aspectos relevantes de la protección de los menores. En la actualidad se dispone de un marco jurídico en cinco sectores: Servicios de la sociedad de la información; Protección de datos personales; Protección de la privacidad, honor, intimidad y propia imagen; Protección de la propiedad intelectual; Protección de consumidores y usuarios; y Protección de menores. Además, el Parlamento Europeo mejora y actualiza paulatinamente sus políticas para garantizar el derecho al olvido, la eliminación de datos personales y la exigencia de consentimiento parental para usar redes sociales.
El grupo y la persona
Las redes sociales han contribuido de forma importante a propiciar y expandir los canales de comunicación para los adolescentes. Precisamente la conexión personal es uno de los factores que determinan su uso (Belous, 2014; González, Muñoz y Dans, 2017; Zulkanain, Miskon, Abdullah, Ali et al., 2019). La juventud digital no es ajena a los comportamientos propios de la adolescencia y, en consecuencia, hay que tener muy presente la influencia determinante del grupo. Los iguales influyen de manera decisiva en su desarrollo, ya que seleccionan amigos con comportamientos semejantes y se dejan llevar por ellos (Gremmen, Berger, Ryan, Steglich et al., 2019). En diversas investigaciones (Taneja, Vitrano y Gengo, 2014; Feng y Xie, 2014; Hofstra, Corten y Tubergen, 2016) se recalca la influencia de los pares y se pone de manifiesto que quienes se relacionan con amigos cuyos perfiles son privados mantienen su espacio más cerrado. En cualquier caso, son tres los factores que inciden en el grado en el que se divulga la información entre la gente joven: la presión del grupo (“otros lo hacen”), el diseño de la interfaz que funciona como herramienta facilitadora y el afán de reconocimiento que comporta. “Los usuarios quieren hacer lo que otros están haciendo. Por lo tanto, es importante hacer hincapié en que la privacidad anula su popularidad” (Taneja, Vitrano, Gengo, 2014:172). La responsabilidad individual guarda relación con lo que Taddicken (2014) ha denominado la paradoja de internet: mientras los usuarios de la red están preocupados por la privacidad, sus comportamientos no lo reflejan. Investigaciones recientes sobre la conducta en línea de los adolescentes (Hofstra, Corten y Tubergen, 2016) evidencian un aumento de los estudios sobre la intimidad, que reflejan lo siguiente:
La confianza está condicionada por la vulnerabilidad social: las mujeres, las minorías étnicas y los más jóvenes cuidan más su privacidad.
Existe una correlación directa entre popularidad y privacidad: cuanto más popular sea un individuo, más público será su perfil.
La seguridad que produce el estatus social es determinante para tomar decisiones prácticas sobre la configuración de la privacidad en las redes sociales.
Regular el acceso a los contenidos constituye un factor clave en la alfabetización de la privacidad y actúa como condición para reducir las amenazas potenciales (Bartsch y Dienlin, 2016). En esta misma línea discurren los estudios nacionales (Crescenzi, Araüna y Tortajada, 2013; Alemany et al., 2019), cuyos resultados ponen de manifiesto que los adolescentes españoles manejan estratégicamente la información personal. Pero la privacidad queda relegada a un segundo término en favor de la popularidad y el prestigio en sus representaciones ideales en las redes sociales.
Los jóvenes no suelen leer ni fijarse en las implicaciones legales de los espacios digitales (Rodríguez y Magdalena, 2016), aunque sí manifiestan cierta preocupación por salvaguardar su seguridad. Eligen como material sensible las imágenes que, por otro lado, identifican a la generación digital, cuya expresión frecuente en las redes es icónica, sobre todo en adolescentes. Una mayor frecuencia de acceso y un nivel de usuario experto conlleva una mejor valoración sobre el control de su privacidad (Park, 2013; Park y Jang, 2014).
En cuanto al género, los estudios señalan diferencias en el ocio digital: en mujeres es solitario, frente al de los varones, que es más social (Melendro Estefanía, García Castilla y Goig Martínez, 2016). Por su parte, determinados atributos del perfil digital afectan a la divulgación de información y, entre estos, destaca el género (Mvungi e Iwaihara, 2015). El comportamiento de la intimidad personal y la confianza se diferencian: “el género puede afectar al bienestar subjetivo de la privacidad en línea y, potencialmente, agravar la disparidad arraigada en la socialización del género” (Park, 2015:252). Entre mujeres es más frecuente que se faciliten datos personales en perfiles caracterizados como solitarios y que las usuarias que más se conectan incluyan también opiniones. Alonso y Romero (2017) han identificado una prevalencia de las conductas de riesgo en varones en el uso de las tecnologías. En síntesis, se ha apuntado que el género sí guarda relación con la protección de la privacidad (Park, 2015; Muñoz, Dans y González, 2019).
Responsables de la privacidad: el sistema y el individuo
La complejidad del consumo digital evidencia diversas cuestiones éticas. Taneja, Vitrano y Gengo (2014) invitan a profundizar sobre el papel de la moral, los valores y la preocupación por la privacidad de los demás en el uso de las redes sociales. No solo depende de la juventud, sino también de la industria y de quienes tratan la información de menores de edad y de terceros (Feng y Xie, 2014). La incorporación masiva de imágenes personales en espacios públicos ha ido por delante de una educación ética y aún está lejos de una regulación legal adecuada.
Se ha demostrado que las personas que poseen un concepto más profundo sobre la privacidad desarrollan con más frecuencia una estrategia prudente en sus publicaciones en internet. En este sentido, las reclamaciones que tanto usuarios como instituciones plantean a los proveedores de sitios de redes sociales para mejorar las condiciones técnicas de privacidad contrastan con los comportamientos de los responsables y/o autores de estas publicaciones. La gestión de la intimidad delimita qué debe ser publicado y a quién. Estas decisiones han de combinarse con la responsabilidad personal de los propios usuarios que se exponen (Díaz-Vicario, Mercader y Gairín, 2019). Por ello es acuciante la necesidad de formación en los asuntos relativos a la privacidad digital (Colás-Bravo, Conde-Jiménez y Reyes-de Cózar, 2017).
En este sentido, la mediación parental instructiva se revela más eficaz que la restrictiva, ya que aquella propicia que en el seno de las familias se puedan compartir las experiencias en internet (Shin y Kang, 2016). La respuesta de los adolescentes a la presencia de sus padres en la red es variable. Por un lado, algunos se muestran indiferentes al control parental y, por otro, en varios estudios se desvela que esas actuaciones resultan contraproducentes (Min, 2016). Los padres generan indirectamente ocultamiento de los comportamientos calificados como negativos. Lo que sí parece constatarse es que en los últimos años ha aumentado la conciencia entre los padres sobre la necesidad de regular el uso excesivo, especialmente mientras se realizan actividades escolares o familiares (Díaz-Vicario, Mercader y Gairín, 2019).
La preocupación personal por la información se centra en el tiempo (Pew Research, 2018) y los accesos no deseados (Michavila, Abad y García, 2019); es decir, cuando se trata de un uso indebido o bien de malentendidos que afecten a la autoimagen (Min, 2016). No es tan relevante la forma en que se comunica ni la finalidad, sino la falta de control sobre lo que se determina como privado. En este sentido, Malo-Cerrato, Martín-Perpiñá y Viñas-Poch (2018) destacan el efecto del contagio familiar en el uso de la tecnología, y el móvil sería un factor potenciador de la utilización inapropiada de las redes sociales (Santana, Gómez y Feliciano, 2019). En esta línea, algunos expertos han propuesto sistemas para medir la privacidad (Pensa, Di Blasi y Bioglio, 2019) y ejercer mecanismos de formación en línea (Alemany et al., 2019).
Educación de la intimidad y la privacidad
La educación y el conocimiento, según la Unesco (2015), son patrimonio de la humanidad para propiciar el desarrollo sostenible en un mundo en permanente cambio. Los límites de esta educación “bajo presión” y cuestionada desde el punto de vista de la eficacia laboral se desdibujan entre lo público y lo privado. Por todo ello se requiere una nueva visión superadora de los programas formativos tradicionales a los que se demanda una preparación más acorde con las exigencias y necesidades que reclama la sociedad en red en la que estamos inmersos. Así, el estudio de Patchin e Hinduja (2010) muestra que la evolución educativa ha marcado un camino positivo: a mayor formación, se produce un aumento de la inhibición en los jóvenes, quienes evitarán sus conductas de riesgo. Mas formación es igual a menos riesgo para muchos autores (Boyd, 2008; Livingstone, Haddon, Görzig y Ólafsson, 2011; Litt y Hargittai, 2014; Bartsch y Dienlin, 2016; Jiménez, Garmendia y Casado, 2018). Se recomienda que los adultos ayuden a los jóvenes a revisar las nociones de privacidad y hacerles reflexionar sobre sus contactos, para ser selectivos con sus amistades y evitar la falsa sensación de seguridad que sugieren los amigos en línea. En cualquier caso, debemos tener en cuenta, como señalan Bernal y Konig (2017), que una identidad más lograda está correlacionada con la limitación de las relaciones en las redes sociales. Junto a ello, Mace (2020) recuerda cómo las tendencias actuales en la investigación sobre la identidad juvenil también cuestionan la supuesta idealización del yo en las redes sociales y propone acercarse a la expresión de lo cotidiano como reflejo del autoconocimiento para poder educar en el medio.
El empoderamiento de la juventud pasa por la recuperación de las identidades juveniles de forma ascendente: que sean ellos mismos quienes participen con sus decisiones activas en la sociedad y, al fin, en la auto-construcción de su propia formación. Mientras sean ignorantes de los procesos que se derivan de su participación digital (Mitjans, 2009; Reig y Vilches, 2013), no serán plenamente libres para decidir sobre su intimidad (Del Rey, Casas y Ortega, 2012). Con la madurez que otorga el crecimiento serán más proclives a desarrollar nuevas formas de controlar su privacidad (Feng y Xie, 2014). En este sentido, el valor que se le concede a la red social representa una posibilidad educativa en sí misma (De la Fuente Prieto; Lacasa Díaz y Martínez-Borda, 2019), ya que se trata de educar en el medio (Zotova, Mantulenko, Timoshchuk y Stašová, 2020) siguiendo el hilo de McLuhan.
Método
El estudio realizado responde a un diseño cuantitativo ex post facto, y se desarrolló bajo una modalidad no experimental en la que se ha utilizado el método de encuesta (Cohen y Manion, 2002; McMillan y Schumacher, 2005). Atendiendo a su finalidad, la investigación ha sido de corte descriptivo y correlacional.
Objetivos del estudio
El propósito de la investigación ha sido analizar cómo están utilizando las redes sociales los estudiantes de cuarto curso de Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO) y, en particular, su visión y su comportamiento en varios aspectos relacionados con la privacidad digital. Concretamente, se han definido los siguientes objetivos:
Identificar qué tipo de información difunden los adolescentes a través de las redes sociales y si existen diferencias significativas en función del sexo.
Analizar si el sexo o el tipo de formación recibida en el uso de internet, influyen en la toma de decisiones sobre los términos y acuerdos de empleo de las redes sociales.
Averiguar qué factores influyen en el nivel de preocupación del alumnado sobre la difusión de la información personal.
Población y muestra
La población de estudio la conformaron 1,792 estudiantes de 4º curso de enseñanza secundaria de la ciudad de A Coruña, distribuidos en 31 centros educativos (públicos, privados y concertados). Se recogieron, a través de un muestreo por conveniencia, un total de 1,144 encuestas de 29 instituciones. El nivel de confianza fue del 95%, y en el supuesto de máxima indeterminación (p=q=.50 y k=2), el margen de error fue de ± 1.74.
En la Tabla 1 se detallan las principales características sociodemográficas de la muestra.
Instrumento de recogida de información
Se empleó un cuestionario de elaboración propia compuesto por un total de 251 ítems, estructurados en cinco bloques temáticos: (I) datos de identificación de los participantes; (II) usos de internet y otras tecnologías; (III) utilización de redes sociales; (IV) posibilidades de uso de las redes sociales para el aprendizaje escolar; y (V) peligros y ventajas de las redes sociales.
Con el fin de asegurar las condiciones psicométricas adecuadas, en la elaboración del instrumento se atendieron cuestiones como la validez de contenido, de constructo y consistencia interna. Fue validado por un panel de cinco expertos en metodología de investigación y aplicación de la tecnología a la educación, que valoraron la univocidad, pertinencia e importancia de cada ítem. También se aplicó a un grupo piloto. Igualmente, se efectuaron los correspondientes análisis de correlación ítem-total que nos indican si los ítems se relacionan de forma homogénea con la escala a la que pertenecen. Para medir la fiabilidad se utilizó el coeficiente alfa de Cronbach, cuyo resultado global fue de .937, lo que supone un elevado grado de consistencia interna del instrumento.
Es preciso señalar que para la presente investigación se utilizaron ítems tomados del bloque I de datos iniciales, como el sexo y el rendimiento académico. Se seleccionaron otros tres ítems de carácter dicotómico del bloque II, referentes a la persona o personas que les han formado en el manejo de internet. Del bloque III se utilizó una batería de 16 ítems relativos a la tipología de datos difundidos en redes sociales, y el ítem 39: “Al registrarme en una red social, leo detenidamente los términos y acuerdos de uso”. Finalmente, se empleó el ítem 44_22 (del bloque V) “No veo problema en que personas desconocidas sepan cosas de mi vida personal”. Los ítems de los apartados III y V se midieron con una escala de respuesta tipo Likert de cinco puntos.
Trabajo de campo y análisis de datos
Tras el diseño y validación del cuestionario, se procedió a su impresión. Previamente a su proceso de aplicación -por parte de los investigadores en horario escolar-, se contactó con los directores de los centros y también con el profesorado para explicar la finalidad del estudio y contar con su beneplácito, acordando de esta forma fechas y horas específicas para visitar las aulas.
Una vez recogidos los datos, se inició su codificación en el programa SPSS, lo que incluía la categorización de algunas variables y la recodificación de los ítems negativos. Seguidamente, se realizó un análisis exploratorio con el objeto de determinar la calidad de los datos y la forma de distribución (asimetría y curtosis); conocer las medidas de resumen (media); calcular las medidas de dispersión (desviación típica) así como los índices de correlación entre las variables del estudio. Esto permitió comprobar que los valores se encontraran dentro de los parámetros de normalidad.
Asimismo, teniendo en cuenta los objetivos del estudio, los datos se han analizado mediante varias pruebas de diferencias de medias (ANOVA). Para interpretar y entender los resultados, se tuvo en cuenta el principio de homocedasticidad. Cuando se asumían varianzas iguales, se procedió con las pruebas de contrastes post-hoc de Scheffé. En los casos en los que no se cumplía el criterio de homogeneidad de varianzas, se recurrió a las pruebas robustas Brown-Forsythe (F*) y, posteriormente a las pruebas post-hoc Games-Howell. En todos los casos, como medida del tamaño del efecto se ha utilizado el coeficiente de eta-cuadrado parcial (ηp2), cuya interpretación se basa en el criterio establecido por Cohen (1988), el cual indica que un efecto es pequeño cuando ηp2= .01 (d = .20), es medio cuando ηp2 = .059 (d = .50) y es grande si ηp2 =.138 (d = .80).
Resultados
Respecto del primer objetivo, en la Tabla 2 se puede apreciar el tipo de información que cuenta con mayor y menor grado de difusión entre los adolescentes.
Nada | Poco | Medio | Bastante | Mucho | M | DT | ||||||
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
n | % | n | % | n | % | n | % | n | % | |||
1. Sexo | 36 | 3.1 | 14 | 1.2 | 33 | 2.9 | 72 | 6.3 | 962 | 84.1 | 4.70 | 0.85 |
2. Nombre | 34 | 3.0 | 33 | 2.9 | 116 | 10.1 | 164 | 14.3 | 773 | 67.6 | 4.43 | 0.99 |
3. Edad | 60 | 5.2 | 75 | 6.6 | 189 | 16.5 | 194 | 17.0 | 597 | 52.2 | 4.07 | 1.20 |
4. Lugar de residencia | 366 | 32 | 185 | 16.2 | 188 | 16.4 | 92 | 8.0 | 283 | 24.7 | 2.76 | 1.58 |
5. Correo electrónico | 310 | 27.1 | 211 | 18.4 | 248 | 21.7 | 98 | 8.6 | 245 | 21.4 | 2.78 | 1.49 |
6. Dirección postal | 787 | 68.8 | 140 | 12.2 | 86 | 7.5 | 28 | 2.4 | 72 | 6.3 | 1.61 | 1.14 |
7. Lugar donde estudio | 226 | 19.8 | 149 | 13.0 | 246 | 21.5 | 154 | 13.5 | 343 | 30.0 | 3.21 | 1.50 |
8. Teléfono de casa | 947 | 82.2 | 97 | 8.5 | 36 | 3.1 | 13 | 1.1 | 24 | 2.1 | 1.27 | 0.76 |
9. Número del móvil | 737 | 64.4 | 147 | 12.8 | 123 | 10.8 | 44 | 3.8 | 68 | 5.9 | 1.71 | 1.17 |
10. Gustos y aficiones | 163 | 14.2 | 109 | 9.5 | 283 | 24.7 | 248 | 21.7 | 313 | 27.4 | 3.39 | 1.36 |
11. Información sobre mi familia | 982 | 85.8 | 59 | 5.2 | 38 | 3.3 | 11 | 1.0 | 24 | 2.1 | 1.23 | 0.75 |
12. Información sobre mis amistades | 586 | 51.2 | 237 | 20.7 | 169 | 14.8 | 70 | 6.1 | 55 | 4.8 | 1.89 | 1.16 |
13. Fotografías personales | 187 | 16.3 | 102 | 8.9 | 229 | 20. | 260 | 22.7 | 341 | 29.8 | 3.41 | 1.42 |
14. Fotografías de mi familia | 600 | 52.4 | 220 | 19.2 | 164 | 14.3 | 61 | 5.3 | 71 | 6.2 | 1.9 | 1.21 |
15. Fotografías de mis amistades | 146 | 12.8 | 77 | 6.7 | 215 | 18.8 | 300 | 26.2 | 374 | 32.7 | 3.61 | 1.35 |
Fuente: elaboración propia.
Entre los datos mostrados en la tabla, podríamos destacar aquellas variables que cuentan con unos resultados promedio más elevados y, por tanto, que representan la información que se publica con mayor frecuencia. Estas son: el sexo, el nombre, la edad, fotografías de amistades, fotografías personales y los gustos y aficiones. Por el contrario, los datos que el alumnado de 4º de ESO comparte en menor medida son (en orden creciente): información sobre su familia, el número de teléfono de casa, la dirección postal, el número de móvil, su biografía, información sobre sus amistades y fotografías de su familia.
También se realizaron varios análisis de varianza a fin de determinar si el sexo del alumnado influye en el grado de difusión de los diferentes tipos de información publicada en redes sociales. Como no se cumple el principio de homocedasticidad, se recurrió a las pruebas robustas Brown-Forsythe (F*). Así pues, se encontraron diferencias estadísticamente significativas en función del sexo en la frecuencia de publicación de las siguientes tipologías de información, siendo el tamaño del efecto pequeño en todos los casos: (1) sexo [F*(1,840) =23.50, p <.001; ηp2 = .009]; (2) nombre [F*(1,960) =28.04, p<.001; ηp2= .015]; (3) edad [F*(1,1039) =7.93, p=.005; ηp2 = .002]; (5) correo electrónico [F*(1,1098)= 4.25, p<.05; ηp2= .009]; (6) dirección postal [F*(1,1011) =17.60, p<.001; ηp2= .023]; (7) lugar donde estudio [F*(1,1095)= 9.62, p<.005; ηp2 = .003]; (8) número de teléfono de casa [F*(1,942) =10.43, p<.001; ηp2= .015]; (9) número de móvil [F*(1,1040) =13.32, p<.001; ηp2= .018]; (13) fotografías personales [F*(1,1076)= 64.81, p<.001; ηp2= .044]; (14) fotografías de mi familia [F*(1,1137) = 52.90, p<.001; ηp2= .037]; y (15) fotografías de mis amistades [F*(1,1059) =56.86, p<.001; ηp2 =.044].
La Figura 1 muestra cómo las alumnas difunden en mayor medida casi todas las modalidades de información, a excepción del correo electrónico, la dirección postal y el número de teléfono móvil, que son difundidos en mayor medida por los alumnos.
A fin de dar respuesta al segundo de los objetivos planteados en esta investigación, se realizaron varios ANOVA, tomando como variables independientes el sexo y el tipo de formación recibida para el uso de las redes sociales, y como variable dependiente el tratamiento de los términos de uso de las mismas.
En primer lugar, los resultados del análisis sugieren que no existen diferencias estadísticamente significativas en el manejo de los términos y acuerdos de uso de las redes sociales en función del sexo, pero sí en función de las variables independientes vinculadas al tipo de formación que ha recibido el alumnado: a) autodidacta, b) por parte de los padres, c) por parte del profesorado. Los resultados evidencian, en todos los casos, la existencia de diferencias estadísticamente significativas en el tratamiento de las políticas de uso de las redes sociales, aunque con un tamaño del efecto pequeño. Concretamente, el alumnado que se ha formado en el manejo de las redes sociales de forma autónoma manifiesta un peor y más pobre tratamiento de los términos de uso de las mismas [F(1,1108) =15.73, p<.001; ηp2 = .014]. De forma contraria, aquellos que indican haber recibido formación por parte de familiares [F(1, 1108) = 13.63, p<.001; ηp2 = .012] o profesores [F(1, 1109) = 6.96, p<.001; ηp2 = .006] muestran un mayor grado de interés en el conocimiento de los acuerdos y condiciones de utilización cuando acceden a una red social (Tabla 3).
Tratamiento de los términos y acuerdos de uso de las redes sociales |
|||||
---|---|---|---|---|---|
N | M | DT | |||
Fuente de formación en redes sociales | Autodidacta | Sí | 811 | 1.71 | 1.16 |
No | 323 | 1.98 | 1.27 | ||
Familia | Sí | 323 | 1.98 | 1.30 | |
No | 811 | 1.71 | 1.15 | ||
Profesorado | Sí | 81 | 2.14 | 1.31 | |
No | 1054 | 1.76 | 1.19 |
Prueba de Games-Howell: Rendimiento académico 1-3.
Fuente: elaboración propia.
Atendiendo al último objetivo de la investigación referente al análisis de los factores que influyen en el nivel de preocupación del alumnado sobre la difusión de la información personal, se realizaron nuevamente varios análisis de varianza. En esta ocasión se tomaron como variables independientes el sexo y el rendimiento académico, y como factor, el grado de preocupación del alumnado. En primer término, los resultados muestran diferencias estadísticamente significativas en función del sexo [F*(1,1118) =30.74, p<.001; ηp2= .028; tamaño del efecto pequeño], siendo las alumnas (M= 4.01; DT= 1.10) quienes informan de cuotas más elevadas de preocupación con respecto a los alumnos (M=3.61; DT= 1.25).
En lo referido a la variable rendimiento académico, los datos obtenidos indican que existen diferencias estadísticamente significativas (con un tamaño del efecto pequeño) en el grado de preocupación por la difusión de información personal [F*(2,811) =10.73, p<.001; ηp2= .018] entre el grupo de alumnos con un rendimiento alto y los que poseen uno bajo; y también entre los estudiantes con uno medio y aquellos que obtienen calificaciones más bajas. Así pues, se observa una tendencia decreciente: a medida que disminuye el rendimiento académico, se reduce el nivel de preocupación por la revelación de información personal en redes sociales (Figura 2).
Discusión y conclusiones
Tomando como base los objetivos formulados en el estudio se pueden extraer algunas conclusiones significativas, tanto por el alcance de los resultados obtenidos como por la respuesta educativa que reclaman de las instituciones y, muy especialmente, de los docentes y las familias.
La información que se publica con mayor frecuencia en las redes sociales se refiere a los siguientes datos: sexo, nombre, edad, fotografías de amistades, fotografías personales y gustos y aficiones. En línea con otros estudios (Park, 2015; Muñoz, Dans y González, 2019), se constata que el género guarda relación con la forma en la que los individuos comparten información e interactúan en sus espacios virtuales, siendo las alumnas quienes aportan más datos que sus compañeros varones.
Se observa que el grado de interés global en las implicaciones que pueda generar el uso de las redes sociales es muy bajo o bajo. Sin embargo, los datos indican que el tipo de formación recibida en el uso de internet influye en la toma de decisiones sobre los términos y acuerdos de empleo de las redes sociales. De este modo, aquellos que son autodidactas conceden menos importancia a la lectura de las condiciones de servicio frente a los que han recibido formación. Estos resultados avalan lo aportado por Colás-Bravo, Conde-Jiménez y Reyes-de Cózar (2017) y Díaz, Mercader y Gairín (2019), quienes reivindican la exigencia de una educación digital responsable para la autoprotección. A mayor formación es menor el riesgo (Boyd, 2008; Livingstone et al., 2011; Litt y Hargittai, 2014; Bartsch y Dienlin, 2016; Jiménez, Garmendia y Casado, 2018).
Finalmente, los resultados también revelan como el género y el rendimiento académico son factores que influyen en el nivel de preocupación del alumnado sobre la difusión de información personal. Por un lado, las mujeres indican de un grado más elevado de preocupación que sus compañeros, lo que podría obedecer a un mayor conocimiento del riesgo (Alonso y Romero, 2017). Por otra parte, el alumnado menos aventajado muestra cuotas diferencialmente más bajas de preocupación que aquel con un rendimiento académico medio o elevado.
Se confirma así la paradoja, señalada por Taddicken (2014), entre lo que los adolescentes temen y su propia conducta. En cualquier caso, la exposición conlleva factores de desprotección de la privacidad y es ahí donde la formación puede actuar como escudo. Es la familia quien encabeza esta defensa natural del menor. Los padres son mediadores de la tecnología con sus hijos y necesitan formarse para educar en un uso saludable, seguro y responsable de las pantallas (Michavila, Abad y García, 2019; Hu y Wu, 2019; Pensa, Di Blasi y Bioglio, 2019). La formación en el ámbito escolar también resulta fundamental. Puede decirse que las acciones educativas positivas sobre la intimidad influyen en la vida tanto digital como presencial (Bartsch y Dienlin, 2016; Romero-Iribas, y Martínez-Priego, 2017). Las instituciones educativas deben desarrollar programas de formación y sensibilización adecuados para mejorar la privacidad y combatir posibles amenazas (Taneja, Vitrano, Gengo, 2014).
Ante la pantalla, cada adolescente se encuentra en la encrucijada de decisiones que se regulan y se incentivan no solo desde la razón sino también desde las emociones. Es el momento de acudir con prontitud a la educación moral y propiciar las llamadas nuevas alfabetizaciones. La revolución de los datos y la inteligencia artificial demandan personas preparadas para conocer los límites éticos. La educación digital requiere un acompañamiento educativo que ayude a discernir lo público, lo privado y lo íntimo. Las bases de este enfoque educativo se asientan sobre la consideración de la persona como centro, con un valor que debe ser custodiado por sí mismo. Así pues, es preciso contar con los educadores para que actúen desde una mediación no invasiva (Shin y Kang, 2016), pero firme en la orientación ética.2