Introducción
Estamos cautivadas por el cautiverio. Es en el terreno del amor
donde mejor se expresa el encantamiento de las mujeres
en torno a valores, preceptos y mitos que son patriarcales
Marcela Lagarde, 2005: 432
La violencia sexual (incluida la violación sexual) es una de las expresiones prototípicas de la dominación de género (Saltzman, 2004) y es un problema de salud pública y de violación de derechos humanos importante en Latinoamérica y en el Caribe (SVRI, 2010). La violencia sexual puede ser definida como aquella conducta, acto u omisión ocasionales o reiterados, cuyas formas de expresión incluyen la inducción "a la realización de prácticas sexuales no deseadas o que generen dolor, practicar la celotipia para el control, manipulación o dominio de la mujer y que generen un daño. Su expresión más evidente es la violación" (INMUJERES, 2006: 5). Estas formas de coerción pueden ir desde la fuerza física hasta el chantaje psicológico. La violencia sexual implica cualquier acto de naturaleza sexual cometido en circunstancias coactivas. Es decir, este término engloba cualquier tipo de violencia cometida por medios sexuales o dirigida contra la sexualidad.
Una de las formas más extremas de esta violencia lo constituye justamente la violación sexual, la cual es una de las manifestaciones más explícitas de la inequidad de género y de las relaciones desiguales de poder. La violación sexual se define como la "introducción del pene en el cuerpo de la víctima por vía vaginal, anal u oral, incluye la introducción de cualquier otra parte del cuerpo u objeto por vía vaginal o anal, por medio de la violencia física o moral, sea cual fuere el sexo de la víctima" (García y Cerda, 2014: 4). Sobresale que los aspectos de la coacción y de la violación de la autonomía sexual son elementos comunes para definir no sólo la violación sino también la violencia sexual (OPS, 2013).
En el ámbito internacional, se ha sugerido que las mujeres y entre ellas especialmente las más jóvenes corren mayores riesgos de sufrir violencia sexual (SVRI, 2010). Las evidencias internacionales indican que al menos una de cada cuatro mujeres será violentada sexualmente antes de cumplir 18 años de edad (Finkelhor et al., 1990; Gavey, 2005).
Si bien históricamente se ha asociado a las diferentes formas de violencia con las relaciones de pareja en la adultez y muchas veces en el contexto de relaciones matrimoniales, desde la década de 1990, distintos estudios visibilizaron la incidencia de la violencia en las relaciones de noviazgo (Barnett et al., 1997; Reiss y Roth, 1993). Estos estudios sugieren que, en ocasiones es en el noviazgo que se inicia la dominación y sumisión de género en las relaciones de pareja (Chung, 2005). Paralelamente, se ha señalado que la violencia, y específicamente la sexual experimentada por las mujeres adultas es, en muchas ocasiones el resultado de un continuum de experiencias coercitivas en el ámbito de la sexualidad que tuvo lugar desde la niñez y la adolescencia (Patton y Mannison, 1998). Se ha sugerido que en la mayoría de las parejas que experimentan episodios de violencia, éstos tienden a presentarse en ocasiones desde el comienzo de la relación y frecuentemente en el marco de relaciones de noviazgo (Echeburúa y Corral, 1998).
En cuanto a la violencia y a la violación sexual en el marco de las relaciones de noviazgo, Geldstein y Pantélides (2003) sugieren que las relaciones sexuales en el noviazgo no son siempre relaciones sexuales consensuadas. Sus hallazgos evidencian que una de cada cuatro mujeres fueron forzadas (violadas sexualmente) para iniciar su vida sexual, mientras que 50 por ciento de las mujeres que comenzaron su vida sexual antes de los 15 años, no querían tener relaciones sexuales, pero aceptaron bajo algún tipo de coerción del compañero sexual (presión que va desde la violación sexual usando la fuerza física hasta la amenaza de abandono por parte del novio/pareja) (Geldstein y Pantélides, 2003).
En la actualidad, existe un número limitado de estudios sobre la violación sexual de la que han sido víctimas las mujeres jóvenes, dado que la mayoría de los estudios sobre violencia en el noviazgo se centran en la violencia verbal y/o física dejando de lado otras formas de violencia. Consideramos de vital importancia realizar estudios que profundicen los conocimientos que se tienen sobre la violencia sexual en general y sobre violación sexual en particular que afecta a las mujeres jóvenes.
Objetivo
Presentar un diagnóstico (determinar la prevalencia y factores asociados) de la violación sexual en jóvenes mexicanas de 15 a 29 años de edad en el marco de las relaciones de noviazgo (perpetrada por el novio actual o por el último ex-novio).
Metodología
Los datos del presente análisis provienen de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH, 2011). Esta encuesta fue realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) y el Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES) con la participación de diversas instituciones interesadas en el estudio de la violencia de género y las relaciones de los hogares, y cuenta con representatividad a nivel nacional, estatal y por tipo de localidad.1 El objetivo principal de la ENDIREH es la generación de información que muestre la prevalencia, frecuencia y magnitud de los diferentes tipos de violencia de género entre mujeres de 15 o más años de edad (unidas, nunca unidas y alguna vez unidas) en los ámbitos del hogar, escolar, laboral y social. Esta encuesta incluyó, en secciones diferentes, preguntas relativas a la violencia sexual: aquella perpetrada no exclusivamente por el novio (a) y/o pareja, aquella perpetrada únicamente por el novio (actual o último ex-novio), y aquella perpetrada únicamente por la pareja actual. Su población objetivo fueron las mujeres de 15 años o más que habitan en el territorio nacional. Para los fines de este trabajo limitamos el análisis a mujeres de 15 a 29 años de edad nunca unidas, lo que representa una submuestra de 29 878 mujeres. Este artículo se basa en el análisis de la violencia sexual cometida exclusivamente por el novio o el último novio (ex-novio) de la víctima. Se consideró que las mujeres habían sufrido violación sexual si respondieron afirmativamente a la siguiente pregunta: Desde que inició la relación con su novio o ex-novio ¿cuántas veces le ha exigido tener relaciones sexuales, aunque usted no quiere? (con posibilidad de respuesta: no ocurrió, una vez, pocas veces, muchas veces). A partir de esta variable, se generó en el SPSS una variable a la que se denominó violación sexual en el noviazgo, que diferenciará entre las mujeres que nunca tuvieron experiencias de violación sexual en el noviazgo y aquellas mujeres que han sido violadas sexualmente al menos una vez en el marco de relaciones de noviazgo. Esta variable dicotómica constituye la variable dependiente de nuestro estudio.
Durante el análisis estadístico, también se construyeron diversos índices: el índice de roles de género, el índice de resolución violenta de conflictos por parte del novio (o ex-novio) en las relaciones de noviazgo, el índice de violencia en las relaciones de noviazgo, el índice de autonomía y libertad personal de la mujer en las relaciones de noviazgo, el índice de resolución violenta de conflictos por parte de la mujer en las relaciones de noviazgo y el índice de igualdad de derechos entre varones y mujeres. Estos índices fueron construidos tomando como base diversos reactivos de la ENDIREH (2011) y a partir de una revisión de literatura que sugiere que los roles y creencias de género, el grado de autonomía de la mujer, la resolución de conflictos, y otras formas de violencia se asocian significativamente con la prevalencia de diversas formas violencia en las relaciones de pareja y de noviazgo en la población joven (González y Fernández, 2010; Sosa-Sánchez y Menkes, 2014; Puri et al., 2012) (Anexo 1).2
Se realizó un análisis estadístico univariado y bivariado con la prueba chi-cuadrada de Pearsons para buscar asociaciones entre las variables independientes y la violación sexual en el noviazgo. Las variables que resultaron estadísticamente significativas en el análisis bivariado fueron incluidas en el análisis multivariado. Para dicho análisis se utilizó el modelo de regresión logística multivariada y sus niveles de significancia estadística. En la regresión logística la variable dependiente fue el haber sido forzada a tener relaciones sexuales por el novio actual u ex-novio al menos una vez durante la duración de la relación.
Resultados: violación sexual en jóvenes mexicanas en el marco de las relaciones de noviazgo
Características socio demográficas de las mujeres solteras (nunca unidas) de 15 a 29 años
El 78.1 por ciento (N = 29 878) de la muestra de la ENDIREH (2011) son mujeres solteras (nunca unidas) de 15 a 29 años de edad. Su edad media es de 19.8 años siendo la mediana 19 años. Como se aprecia en el cuadro siguiente (Cuadro 1) 7.5 por ciento sí tiene hijos y entre éstas, 28.7 por ciento tuvo su primer hijo cuando tenía de 13 a 17 años, 51.8 por ciento cuando tenía de 18 a 22 años, 15.3 por ciento cuando tenía de 23 a 26 años y 2.1 por ciento cuando tenía entre 27 y 29 años.
Si bien en una primera instancia, el análisis bivariado sugirió que algunas variables socio demográficas (como el estrato socioeconómico y la escolaridad) estarían asociadas de manera estadísticamente significativa con la violación sexual en el noviazgo, en la población estudiada, estas relaciones fueron descartadas en la regresión logística, como se verá posteriormente.
Como puede apreciarse en el Cuadro 2, el análisis bivariado sugiere que la lengua indígena no es una variable estadísticamente significativa en la violación sexual en las relaciones de noviazgo en esta población. Por su parte, la prevalencia de violación sexual en el noviazgo es casi del doble (2.8 por ciento) en el grupo de edad de 26 a 29 años que para el grupo de 15 a 18 años, lo que puede deberse a que a mayor edad la exposición al riesgo de sufrir una violación sexual en las relaciones de noviazgo se ve incrementada. Sobresale que es en el estrato socioeconómico muy bajo donde se concentra la mayor prevalencia de violación sexual en el noviazgo. En cuanto al nivel de escolaridad, resalta que 5.1 por ciento de las mujeres que tienen hasta primaria han experimentado una violación sexual en el noviazgo, teniendo una prevalencia de más del doble en relación a las mujeres más escolarizadas (incluso con respecto aquellas que cuentan con hasta secundaria). Esto puede estar sugiriendo que existen umbrales de escolaridad protectores respecto a la violación sexual. Finalmente, la menor prevalencia de la violación sexual en el noviazgo se encuentra entre las mujeres que eran estudiantes al momento de la encuesta, lo que sugiere que entre esta población joven, el ser estudiante funcionaría como un factor protector frente a este fenómeno.
a El novio le ha exigido tener relaciones sexuales sin su consentimiento.
b *** p < 0.001, **p < 0.01, *p < 0.05, NS = no significativo.
Fuente: elaboración propia a partir de la Encuesta Nacional de la Dinámica de los Hogares 2011.
El análisis bivariado sugiere que la violación sexual está estadísticamente asociada de manera significativa con otras formas de violencia (en este caso relacionadas sobre todo con la frecuencia de los episodios de violencia) en el noviazgo, pero también con la manera en que el novio resuelve y maneja los conflictos suscitados en la relación (con la presencia o ausencia de determinadas formas de violencia) así como con roles más tradicionales de género y con la presencia o ausencia de hijos. De esta manera, la prevalencia de violación sexual es significativamente mayor entre aquellas parejas de novios entre los que la resolución de conflictos por parte del novio (o último ex novio) está mediada por alguna forma de violencia. Paralelamente, las mujeres que sí tienen hijos, tienen una prevalencia de violación sexual en el noviazgo que es casi cuatro veces superior (4.1 por ciento) que entre aquellas que no tienen hijos (1.1).
En el Cuadro 3 se presentan los factores asociados (predictores) con el riesgo de violación sexual en la población del estudio (mujeres jóvenes de 15 a 29 años de edad) resultado de la regresión logística multivariada realizada. Este modelo, permite estimar el efecto de cada variable en presencia de las otras3 ya que el anlisis bivariado anteriormente llevado a cabo, sólo permite analizar la influencia de una sola variable explicativa sobre el fenómeno en cuestión.
En el modelo antes presentado sólo se incluyeron las variables significativas, e incluso se decidió dejar en el mismo algunas variables si al menos una de sus categorías era estadísticamente significativa. Igualmente, la edad agrupada y el estrato socioeconómico fueron incluidas en el modelo como variables control (para verificar que las diferencias encontradas no se deban a diferencias de edad o de estrato).
Como se aprecia en el Cuadro 3, el análisis multivariado indica que los factores asociados (predictores) de la violación sexual entre las mujeres jóvenes (de 15 a 29 años de edad) que son estadísticamente significativos son: tener hijos, la mujer tenga nula autonomía y libertad personal en el marco de la relación de noviazgo, pertenecer al estrato socioeconómico muy bajo, tener una relación de noviazgo problemática desde sus inicios y donde los conflictos vayan en aumento a lo largo de la misma, que éstos sean resueltos por el novio de manera violenta, y el hecho de sufrir otras formas de violencia en la relación de noviazgo.
Lo primero que sobresale en la regresión es la constatación de lo que han sugerido algunos autores como True (2012): que diversas formas de violencia están estrechamente relacionadas y que la violación sexual se acompaña de otras formas de violencia. Se observa que la razón de momios se multiplica en 4.5 cuando la violencia es moderada y se multiplica en 29.5 veces cuando la violencia es extrema (no moderada), si se compara con las mujeres que no reportan sufrir ningún tipo de violencia.
Adicionalmente, la regresión muestra que la probabilidad de que las mujeres hayan experimentado una violación sexual aumenta en 55.8 por ciento si los conflictos del noviazgo son resueltos por el novio de manera moderadamente violenta y se multiplica en casi cinco veces (4.8) si los conflictos se resolvieron de manera francamente violenta, si se les compara con las mujeres cuyos novios resuelven los conflictos del noviazgo de manera no violenta. Este último punto puede estar relacionado con contextos sociales donde existe una aceptación social y/o una normalización de la violencia como una forma de resolución de conflictos. También puede estar asociado a formas de masculinidad (y de reafirmación de la misma) donde la violencia y la agresión son valorizadas y/o normalizadas.
El modelo de regresión muestra que las mujeres que permanecen en relaciones de noviazgo donde los conflictos iniciales de la pareja no se resuelven o disminuyen a lo largo de la duración de la relación (del inicio hasta el momento actual o al momento del fin de la relación) tienen más probabilidades de sufrir una violación sexual en el marco de sus relaciones de noviazgo, que aquellas mujeres con relaciones de noviazgo donde existían al inicio de la relación conflictos que fueron disminuyendo o resolviéndose a lo largo de la misma. La probabilidad de que las mujeres hayan sufrido una violación sexual aumenta en 90.2 por ciento si los conflictos se mantuvieron igual a lo largo de la relación de noviazgo, y se multiplica por dos si los conflictos aumentaron a lo largo de dicha relación frente a las mujeres cuyos conflictos en el noviazgo fueron disminuyendo o desaparecieron. Esto puede estar relacionado, como discutiremos con mayor profundidad en la sección siguiente, con la construcción social del amor romántico (hegemónico y heterosexual ) en Occidente y con las imágenes opresivas en torno al mismo (Saiz, 2013).
Es también relevante, que las mujeres jóvenes con hijos tengan más probabilidades de sufrir una violación sexual que aquellas que no tienen hijos. Se observa que las mujeres con al menos un hijo tienen 41.2 por ciento mayor probabilidad de haber sido violadas en el marco de sus relaciones de noviazgo frente las mujeres que nunca han tenido hijos. En este sentido, una primera hipótesis en torno a esta asociación es que los hijos, en el caso de estas mujeres jóvenes, son la prueba irrefutable (y palpable) de una transgresión a la normatividad sexual y de género relativas a la virginidad y el estado civil ideal de las mujeres que se convierten en madres (en tanto se trata de mujeres nunca unidas).4 Esto, bajo una lógica machista, significaría la desvalorización social de estas jóvenes y el uso de la violencia como forma de restablecimiento del orden social (ante la "evidencia" irrefutable de esta transgresión).
En cuanto a la autonomía, pese a que estudios precedentes no han encontrado una asociación estadísticamente significativa entre la autonomía de las mujeres y la violencia sexual, en nuestro análisis, al igual que en el de Puri et al. (2012) la regresión logística muestra la existencia de una asociación entre la nula autonomía de la mujer en las relaciones de noviazgo y el mayor riesgo de sufrir una violación sexual en dicha relación en comparación con aquellas mujeres con altos o moderados grados de autonomía en las relaciones de noviazgo.
Finalmente, si bien la edad (agrupada) y el estrato se incluyeron el modelo como variables control, únicamente el estrato "muy bajo" mostró una relación significativa con la probabilidad de haber sufrido una violación sexual; la razón de momios aumenta en 68 por ciento frente a las mujeres del estrato alto.
Discusión, comentarios finales y limitaciones metodológicas del estudio
Pese a las dificultades y limitaciones que representa trabajar el tema de la violación sexual desde una perspectiva cuantitativa y con una muestra reducida (N = 306) consideramos que es importante documentar su prevalencia y los factores asociados a esta forma de violencia en las relaciones de noviazgo entre la población de jóvenes mexicanas. Este análisis propuso encontrar ciertas tendencias y asociaciones socio-demográficas generales en torno al fenómeno de la violación sexual en jóvenes mexicanas en el marco de las relaciones de noviazgo. Esto a partir de considerar que existen pocos estudios estadísticamente representativos que aborden específicamente la violación sexual en las relaciones de noviazgo en la población de mujeres jóvenes.
Los datos presentados en este artículo, resultado del análisis de la ENDIREH (2011) sugieren que la violación sexual en el noviazgo es un problema importante en esta población, dado que 1.7 por ciento de las jóvenes de 15 a 29 años reportaron haber sido violadas sexualmente al menos una vez en su relación de noviazgo actual o pasada (reciente). Esto, a pesar del importante subregistro de este tipo de violencia en las encuestas dado el estigma y el tabú en torno a la misma, al igual que la gran reticencia de muchas víctimas para denunciar y hablar acerca de esta forma de violencia, lo que sin lugar a dudas dificulta evaluar su alcance (y sus consecuencias) con precisión. Al respecto, autores como Jewkes et al. (2002) sugieren que la violación sexual es difícil de captar en encuestas no sólo debido al importante subregistro y a la heterogeneidad del mismo (las personas más escolarizadas tienden a reportar más episodios de violencia sexual que las menos escolarizadas) sino por la complejidad del tema y la falta de consenso sobre cómo definir y medir las diferentes formas de violencia sexual (SVRI, 2010). Esto hace que las evidencias sobre la prevalencia, los patrones y los factores de riesgo así como las consecuencias de la violencia sexual y de la violación sexual sean limitados, en comparación con otros problemas de salud pública, tanto a nivel mundial como regional (Jewkes et al., 2002). Es preciso señalar, que los resultados de este análisis elaborado con la ENDIREH (2011) son consistentes con análisis paralelos realizados con otras encuestas que han arrojado resultados similares.
A partir de este análisis, se evidencia que la violación sexual en las relaciones de noviazgo, está relacionada no sólo con otras formas de violencia sino que está fundamentalmente condicionada por desigualdades de género que no son exclusivas de las relaciones de noviazgo sino que en éstas relaciones se reproducen y actualizan las desigualdades de género prevalecientes en la sociedad en general. Si bien el índice de roles de género elaborado no fue estadísticamente significativo en la regresión logística5 otras variables e índices estrechamente relacionados con los condicionantes y desigualdades de género (como el índice de autonomía de la mujer en las relaciones de noviazgo, la resolución violenta de conflictos por parte del novio y el si la mujer tiene hijos) sí fueron estadísticamente significativos en la misma. Estos resultados sugieren que las desigualdades de género y poder son elementos centrales no sólo de la violencia en las relaciones maritales sino también de la violación sexual en las relaciones de noviazgo jugando un papel predominante incluso más que otros factores de índole individual y social.
Igualmente, los resultados de este análisis indican la existencia de una asociación estadísticamente significativa entre el ejercicio de una sexualidad menos normativa (que se expresa por ejemplo en el tener hijos fuera del matrimonio) con una mayor probabilidad de sufrir una violación sexual (en el caso de las mujeres) en el marco de las relaciones de noviazgo. Esto, como algunos estudios previos han señalado (Harrykissoon et al., 2002; Renker, 1999) puede estar sugiriendo la existencia de vínculos entre las experiencias sexuales, reproductivas y la violencia sexual en general y la violación sexual en particular. Adicionalmente, la resolución violenta de conflictos por parte del novio, puede estar asociada con construcciones de masculinidad en donde son altamente valoradas (o por lo menos normalizadas) tanto la dominación masculina como formas agresivas de responder ante situaciones conflictivas o de crisis.
Asimismo, las mujeres con nula autonomía en las relaciones de noviazgo tienen significativamente más probabilidades de sufrir una violación sexual en sus relaciones de noviazgo. Esto nos lleva en una primera instancia, a subrayar que, el grado de autonomía de un sujeto singular es inseparable del grado de autonomía del grupo social al que pertenece y del contexto social en el que se encuentra inmerso. En este sentido, podemos afirmar que el empoderamiento de las mujeres es un factor central en materia de prevención de violencia de género (SIR, 2011) y a partir del análisis, lo es también en materia de prevención de violencia sexual en las relaciones de noviazgo. Se asume pues, que las mujeres más empoderadas (y por tanto más autónomas y con mayor control sobre sus propias vidas)6 se encuentran en una mejor posición para rechazar y evitar no sólo la violación sexual sino otras formas de violencia en las relaciones de noviazgo (SIR, 2011).7
Es preciso recalcar que la violación sexual es un mecanismo de los más extremos para actualizar las relaciones desiguales de poder, de dominación y de género las cuales están estrechamente vinculadas (como otros estudios han señalado) con la construcción normativa de la heterosexualidad (Chung, 2005; Patton y Mannison, 1998). Esta última está inmersa en una dinámica de dominación-sumisión que se enmarca lo que podemos llamar una cultura de la violencia sexual (rape and sexual violence supportive culture) (Gavey, 2005) que está estructuralmente integrada en todos los niveles de la sociedad (macrosocial, comunitario, relacional, individual). La cultura de la violencia sexual favorece la erotización e incluso romantización de la violencia sexual (resistencia de las mujeres ante los avances masculinos que tiende a ser visto como parte "normal" del cortejo y del juego de seducción) (Sosa-Sánchez 2005; Sosa et al., 2012; Gavey, 2005). Esto es, siguiendo a Gavey (2005) consideramos que los discursos sociales hegemónicos en torno al género y a las relaciones sexuales, producen formas de heterosexualidad que son centrales para la reproducción de las precondiciones (normas y prácticas) socioculturales de la violación sexual. La violación sexual, si bien es un acto extremo, es desde esta perspectiva considerada como parte de un continuun más amplio de violencia (con distintos grados de severidad) y de formas de heterosexualidad coercitiva que han tendido a ser normalizadas (Gavey, 2005). Esto, aunado a la aceptación y banalización social de la violencia como una forma válida de resolver conflictos, y del despliegue de técnicas de neutralización que normalizan la existencia de la violación sexual en contextos donde impera una fuerte impunidad frente a este crimen, contribuye significativamente a la reproducción y perpetuación de ésta y de otras formas de violencia
Consideramos pertinente problematizar el hecho de que la violación sexual en el caso de las mujeres jóvenes que participaron en la encuesta analizada, fue perpetrada por el novio (actual o ex novio). Esto por un lado, puede significar un obstáculo adicional para reconocer diversas formas de violencia, en tanto los agentes sociales involucrados pueden tender a minimizar la magnitud y las consecuencias personales y sociales derivadas de la misma, ya que si bien, socialmente existe una reticencia a reconocer como violaciones sexuales y por tanto, como un crimen las relaciones sexuales no consensuadas y coercitivas, esta reticencia es aún mayor si la violación tiene lugar dentro de las relaciones de noviazgo. Por otro lado, la violación sexual en el noviazgo, nos obliga a cuestionar las nociones hegemónicas sobre éste que tienden a invisibilizar que en el marco de estas relaciones, se despliegan (en mayor o menor medida) diversos estereotipos y roles de género en torno a lo que debe de ser una pareja "normal", lo que en ocasiones incluye diversas formas de violencia.
Se torna también indispensable, hacer evidente el importante papel que juegan en la violencia sexual (y en la violación sexual) en las relaciones de noviazgo, las construcciones socioculturales generizadas en torno al amor romántico (heterosexual) y al sexo (Wood, 2001; Saiz, 2013). Esto conlleva a evidenciar y problematizar el reclamo sexual (en ocasiones continuo) de los varones sobre los cuerpos de las mujeres con las que se relacionan románticamente, asumiendo la obligatoria disponibilidad sexual de éstas últimas. En este sentido, la producción cultural del discurso del amor romántico (heterosexual) en Occidente, no sólo contribuye a obstaculizar el ejercicio de prácticas preventivas en materia de salud y sexualidad (Warr, 2001; Sosa-Sánchez, 2005) sino que al reflejar ciertas imágenes opresivas en torno a la feminidad (como la domesticidad en la vida de las mujeres) (Warr, 2001), y naturalizar las relaciones desiguales de poder, el modelo de amor romántico, contribuye a construir las prácticas violentas como tolerables e incluso normales en las relaciones románticas (incluyendo las relaciones de noviazgo y de pareja) dificultando reconocer y nombrar la violencia de la que se es víctima (Wood, 2001; Saiz, 2013).8
Los resultados también sugieren que la sexualización de la violencia (sexualized violence)9 contribuye a reproducir las relaciones desiguales de poder que se expresan en el ámbito de la sexualidad (y más allá de ésta), legitimando ejercer prácticas violentas contra aquellos que se considera han trasgredido las normatividades sociales (por ejemplo en el caso de este análisis, el hecho de tener un hijo) como una forma de actualizar las normatividades de género, de poder, de heterosexualidad etc.
Consideramos igualmente necesario, desmantelar diversos mitos y discursos sociales en torno a la violencia sexual en general y a la violación en particular. Por ejemplo, la creencia socialmente extendida de que los perpetradores de este tipo de violencia tienen algún tipo de desequilibrio mental y no son hombres del entorno cercano o incluso parejas sentimentales de las víctimas (Wood, 2001). Estos mitos no sólo permiten responsabilizar-culpabilizar a la(s) víctima(s), sino que contribuyen a que la violencia sexual y la violación sexual sean percibidas socialmente como un problema individual reproduciendo valores y creencias patriarcales, heteronormativas y neoliberales que favorecen su banalización y reproducción. Estos mitos, tienden a invisibilizar que el significado y la aceptabilidad social de la violencia, están fuertemente influenciados por los contextos socioculturales (Wood, 2001). Bajo esta perspectiva, es necesario subrayar, que la violencia en general y la violencia sexual en particular, existen y se reproducen porque son legitimadas en mayor o menor medida por discursos sociales y prácticas socioculturales que los dotan de sentido y los tornan inteligibles, por lo que desde una perspectiva feminista, la violencia sexual y la violación sexual son vistas como el resultado de un patrón más amplio de dominación que se acompaña de otras formas de control económico y social. Lo antes mencionado, urge a desmantelar las estructuras sociales, las creencias y prácticas culturales así como los mecanismos sociales que contribuyen a su reproducción.
En cuanto a limitaciones adicionales de este estudio (además de las anteriormente presentadas), tenemos que, pese a que este examen incluyó un rango de edad muy amplio (las mujeres jóvenes de 15 a 29 años), no se encontraron diferencias significativas cuando se analizaron según distintos grupos de edad. Vale recordar, que en el modelo de regresión logística, controlamos por la edad de las jóvenes.
Por otro lado, asumimos que varias de las características socio-demográficas presentadas en este estudio, como son el estrato socioeconómico, la condición de indigenismo, el tamaño de localidad, o las mismas opiniones respecto a los roles de género, son las mismas que cuando las jóvenes fueron sexualmente violadas y/o violentadas. Esto, debido a que no tenemos una historia de estas características, y únicamente contamos con la información proporcionada en el momento en que se realizó la encuesta.
Finalmente, a pesar de que diversas encuestas en las últimas dos décadas en México permiten una aproximación al fenómeno de la violencia y de la violación sexual, es preciso subrayar el carácter provisional y limitado de los datos sobre esta forma de violencia. En términos generales las encuestas siguen ofreciendo información precaria sobre el verdadero alcance del problema, lo cual representa una limitación importante para la elaboración de intervenciones que puedan responder de manera más apropiada a las necesidades de las víctimas de esta violencia.