El Centro Universitario de la Costa de la Universidad de Guadalajara aprobó en el 2024 la creación de la revista “Masculinidades Latinoamericanas”. En marzo, en la víspera de su lanzamiento, conversamos con José Carlos Cervantes Ríos, creador e impulsor del proyecto, quien nos habla de ello.
P: José Carlos, primero cuéntanos de tu trayectoria en el campo de las masculinidades.
R: Uy, me tengo que remitir hasta el siglo pasado, cuando estas cosas no se debatían en las universidades. Yo estudié psicología, y en toda la carrera, de 1989 a 1994, nunca vimos temas de género. Lo más cercano era un curso sobre sexología, pero muy periférico.
Yo, como mucha gente, tuve que trabajar y estudiar para sobrevivir, pero resulta que un trabajo que tuve fue en el DIF Jalisco. Ahí, mi jefa inmediata -la Dra. Carmen Pérez que está involucrada en cuestiones de feminismo y perspectiva de género- quería enfatizar el trabajo de investigación para entender las problemáticas sociales. Que la investigación fuera una especie de retroalimentación, una especie de espejo para decir “no estamos haciendo esto y hay que mejorar los programas de asistencia social pública”, que era nuestro trabajo. Entonces, lo primero que la Dra. Pérez me dijo fue “ponte a leer sobre feminismo y sobre género” y yo dije “¡ah caray! ¿y eso qué es?”
Yo no sabía ni con qué se comía. Entonces justamente me mandó a la revista La Ventana que tenía en aquel entonces -te hablo de los años noventa- un pequeño local allá por Avenida Hidalgo. Ahí comencé a leer un poco sobre estas cuestiones y la primera impresión fue un choque conmigo mismo. No me gustó mucho. No por el asunto de la desigualdad de género, sino más bien porque me topé con mucho psicoanálisis. Yo soy psicólogo y esa es una de las teorías que me cuestan mucho trabajo. A lo mejor los psicoanalistas dirán que tengo un conflicto inconsciente, pero existen diversas críticas desde otras teorías que me parecen válidas y que comparto. Entonces mi primera reacción fue de rechazo: “me dijiste que era algo nuevo y yo me topé con mucho psicoanálisis, no me gusta esto”, dije. Me parece que era una seria invitación a la teoría y me vieron con cara de “este tipo a lo mejor por ser hombre, porque no tiene la menor idea en lo que se está metiendo, no está entendiendo por dónde van los debates”, lo cual era cierto, ese era mi momento y además estaba yendo por obligación, no lo veía como una necesidad personal, sino que era por mi trabajo remunerado. Lo que la doctora Pérez y otras colegas ya tenían era una encuesta sobre necesidades familiares, y mi jefa dijo “bueno, ponte a armar esta base de datos, aquí están las encuestas, te contraté para que hicieras trabajo de investigación, ponte a trabajar en ello”.
Entonces armé como pude una base de datos de Excel con las encuestas que había aplicado en varios municipios de Jalisco. Fueron los datos los que me permitieron entender el asunto de género, porque estaban distribuidos por sexo, el cómo hombres y mujeres entienden los problemas. Una de las preguntas directas fue ¿cuáles son las principales problemáticas que ves en tu familia? Entonces yo, desde mi óptica de hombre, lo primero que pensé es que iba a ser la de dinero. Y, efectivamente, los hombres referían eso, que había problemas de dinero. Pero las mujeres no, para mi sorpresa. Salían cosas que tienen que ver con preocupaciones prácticas, pero también con cuestiones emocionales; por ejemplo, ellas se referían como necesidad las demostraciones de afecto como fundamental y primordial, sentirse queridas en cuestiones prácticas apoyos como “cambiar pañales los dos que lo hagamos y no nada más que a mí me toque esta tarea”.
Esa fue la semilla inicial en la que dije “aquí hay algo importante”. Yo no lo tenía en la cabeza, pero, independientemente del psicoanálisis, vi que aquí había una manera distinta de entender a las personas. Así fue cómo comencé en 1997, por eso hablo del siglo pasado. Luego me fui abriendo a esta posibilidad de pensar así las cosas y también seguí hablando con mi jefa sobre el propósito de que la investigación sirviera para retroalimentar los programas de asistencia social. Esto me permitiría poco a poco ver las distintas visiones de hombres y mujeres sobre los asuntos familiares, y a partir de eso comenzamos a sacar otro tipo de estudios pequeños sobre adolescencia, también diferenciada por hombres y mujeres, sobre relaciones de pareja, cómo la entendían hombres y mujeres, y también surgió el tema de violencia, obviamente, porque es un tema muy añejo como realidad concreta y con nosotros surgía el asunto de violencia familiar.
Creo que fueron los propios datos de la realidad los que me terminaron convenciendo. Ahora puedo entender por qué, ya lo tengo más claro. Si bien éramos una institución abierta a todo el público, en la asistencia social la mayoría de los usuarios eran mujeres, porque cuando hay un problema familiar, ellas se sienten obligadas a ir a solicitar apoyo psicológico y demás. Sin embargo, mi jefa decía “hay que tratar de incluir más hombres”. Así, intentamos estrategias con ese propósito, por ejemplo, sobre las capacitaciones, siempre decíamos “bueno ¿por qué no vienen (los hombres) a grupos de orientación familiar?” y la respuesta era “ah, es que el trabajo no me deja”, “es que no puedo”. Sobre esto, lo que tratamos de hacer fue ir a los trabajos, a las juntas de empleo para solicitarles un espacio a las empresas. Incluso les regalamos el servicio, nada más queríamos incidir en la cultura de los hombres y fue uno de los múltiples fracasos que tengo en la vida, que no pudimos. Nos decían que sí, pero no nos decían cuándo. Por más que armamos el proyecto y tocamos puertas y había en apariencia una buena disposición, en la práctica no colaboramos. Siempre fue “¡Ay! Es que tuvimos una emergencia”, “¡Ay! Es que siempre no”, “¡Ay! Es que hubo cambio de gerente”. Nunca lo logramos. Teníamos grupos de orientación familiar y como 95% eran mujeres. Uno de los estudios chiquitos que sí hicimos fue uno sobre los (hombres) que sí van, por qué van. Encontramos que había aspectos religiosos para mi sorpresa. Por ese entonces, ya me preguntaba yo qué pasaba con los hombres, pero más o menos ahí quedó el asunto.
Cuando entré en el 2007 a la Universidad de Guadalajara y dejé el otro empleo, lo que le preguntan a uno es “¿de qué vas a hacer investigación?”, “ah, pues no sé”. Entré en una pequeña crisis existencial. Yo tengo una maestría y un doctorado en educación, entonces dije “bueno, supongo que algo en educación”, pero el caso es que tampoco pude encontrar con quién dialogar sobre el tema. No podía hablar con nadie. Entonces me di cuenta de que el género era un tema importante independientemente donde esté uno, y dije: “bueno pues voy a reactivar esto, yo quiero continuar con esta idea”. Así comencé un poco en solitario la situación.
Hay un programa nacional que nos obliga a trabajar en grupo la investigación y entonces busqué gente de la propia Universidad de Guadalajara. Comencé a tocar puertas con algunos cuerpos académicos y dentro de ellos encontré a Juan Carlos Ramírez, a quien había conocido en los noventa cuando trabajé para el Gobierno del Estado. En ese entonces una de las inquietudes que teníamos era una problemática que sigue vigente, que es la violencia doméstica. Nos encontrábamos con una situación grave, ya que considerábamos que muchos profesionistas -abogadas, abogados, psicólogas, trabajadoras sociales, trabajadores sociales u otros que están en esto- ya estaban atendiendo estos casos y no tenían ninguna formación al respecto. Entonces dijimos “aquí hay un problema relevante porque estamos dando un servicio literalmente a ciegas”. Entonces dijimos “bueno, hay que asumir que somos relevantes, por eso intentemos dar alternativas, capacitación, información”. Ahí es cuando conocemos a Juan Carlos (Ramírez). En aquel entonces, él era de los pocos que tenía investigación probada sobre violencia doméstica. Griselda (Uribe), su esposa, también, desde 1980.
Esa experiencia fue en el siglo pasado. Ya en el Siglo XXI, yo me veo un poco forzado a buscar al grupo, vuelvo a reconectar con Juan Carlos y le digo: “Oye, Juan Carlos, ahora ya estoy trabajando acá y me interesa continuar con estas ideas”. Y por ahí del 2009, me aceptan en su grupo de investigación. Ya habían formado esa Academia Mexicana de Estudios de Género de los Hombres. Él fue quien comenzó en México la investigación sobre masculinidades. Ahí es donde empiezo a meterme. Trato de rescatar algunas ideas que ya traía de mi experiencia e intento, en la medida de lo posible, ser más sistemático.
Para ser honesto, al principio sí me resistía un poco. No sé. Es como verse al espejo. O es esta parte de la masculinidad hegemónica que a veces estorba. Fue complejo, como que en los hombres hay cierta resistencia. Tal vez por mi buena relación con mi jefa y porque se me facilitaba más hablar con mujeres, de alguna manera mis investigaciones habían salido. Pero, cuando traté de llevarlo a cabo acá en Vallarta… recuerdo, por ejemplo, unos grupos focales que hice con algunos hombres, recuerdo que después de la primera sesión yo pensé que habíamos avanzado. Al día siguiente, el jefe del grupo con el que yo hablé me dijo: “¿sabes qué? hasta aquí llegamos”, “¿cómo que hasta aquí llegamos si solo llevamos una sesión?”, “no, es que… como que les incomodó”. Fue una mezcla entre incomodidad del grupo, pero también de la institución. Es un tema que no suele gustar mucho, el tema de ¿qué piensan los hombres sobre su papel? era complicado.
Otra línea de trabajo que seguí fue sobre la infancia, en ella mezclé mi formación en la educación (ya que yo trabajaba con niñas y niños del preescolar) y la influencia de la doctora Carmen Pérez. El caso es que tomé otra línea de trabajo sobre infancia, género y masculinidades, esta idea de tener una visión en distintas etapas de la vida. También he hecho un poco de investigación con adolescentes. Desde el 2010, estoy participando periódicamente ya en esa línea de trabajo con masculinidades un poco más sistemática.
P: ¿De dónde parte la idea de crear una revista sobre masculinidades?
R: Mira, tiene que ver con encontrar un espacio. El feminismo que tenemos es amplio y diverso y mucho de lo de género, las revistas sobre feminismo y demás, están muy posicionadas desde hace varias décadas, pero al asunto de masculinidades me parece que llegamos un poco tarde. Somos pocos y “atropellados”, por ponerle un término amable. Yo creo que es importante, no nada más por el sentido académico, sino por un sentido social, porque, a fin de cuentas, quienes estudiamos ciencias sociales somos también parte del debate público. Me pareció importante que tuviéramos un espacio exclusivo con ese propósito. A nivel nacional ha habido buenos intentos pero que lamentablemente no pudieron continuar. En Puebla estaba la revista La Manzana, en la que hace más de 10 años estaba Guitté Hartog, una investigadora canadiense, pero costaba mucho trabajo: desde las convocatorias, cómo publicar. Ella también por motivos personales tuvo que regresar a Canadá, entonces quedó el espacio ahí. En las ciencias sociales hay revistas sobre el género: tiene El Colegio de México, la UNAM también, la Universidad de Colima, ya muy posicionadas, pero en el subcampo de masculinidades hay poco o nada, y no nada más en México, yo me atrevería a decir a nivel Latinoamérica.
Así surge la inquietud de, bueno, si somos pocos, tenemos que darle forma a esto. No podemos seguir así, como que cada venida de obispo, o ver dónde nos hacen un espacio, o haciéndonos un favor. Como que siempre estamos medio marginadas y marginados, y creo que el tema es importante porque si no se pone en un escenario público parece que los hombres estamos ajenos a los problemas del feminismo, a ser interpelados, confrontados en un sentido positivo, y bueno ¿nosotros qué? ¿cuál es nuestra postura ante todo esto? Fue una mezcla de todo esto. Una ausencia de este espacio en el país y en la región.
P: ¿Qué características tiene la publicación? En términos de formato, secciones…
R: De entrada, el concepto general que yo he pensado tiene que ver con una apertura. ¿Por qué planteo al inicio una apertura? Porque me parece que a veces el ámbito académico tiende a ser muy cerrado. Nosotros y nosotras discutimos una serie de cosas que el resto del mundo no se entera. A veces estamos en aislamiento.
Yo he pensado en varias secciones, incluyendo una, la primera, obviamente, para el ámbito académico, porque estamos en una universidad y no podemos negar nuestro contexto. Siguiendo la idea de apertura, yo pensaría que todas las ideas caben. A favor, o en contra, o neutrales, o gente que tiene dudas, creo que cada persona está en procesos distintos. El plantear que todas las ideas deban ser certezas o todas deben de ser alineadas, a mi parecer que coarta la libertad de pensamiento de las personas. La parte académica, que va a ser una sección que va a existir para todas estas personas, está pensada con todos los elementos que comúnmente vemos en revistas académicas: sean ensayos o reflexiones teóricas o filosóficas, avances de investigación, reporte de investigación, estudios de caso, algo que nos permita entender mejor la situación.
Una segunda sección la quiero dejar al público abierto, para que cualquier persona, hombres o mujeres, o de la diversidad sexual, nos platiquen inquietudes, reflexiones, recuerdos, experiencias. Que fuera una pauta para un diálogo, ya sea para reflexionar de manera conjunta, para orientarnos de manera conjunta, o para confundirnos de manera conjunta, si es que no tenemos respuestas también. Pero que fuera un espacio para dialogar entre todos los puntos de vista. Hay incluso colegas que están en esto de las masculinidades que dicen “¿si quitamos lo de feminismo?”, bueno entonces hacemos otra cosa. Si hay gente que está debatiendo algo, por qué sí o por qué no, vamos a plantear argumentos. A eso me refiero.
La revista está pensada en tres secciones, una para el ámbito académico con todo esto que hemos dicho, el doble ciego y demás (nos exigen estas reglas institucionales), otra abierta para todo público, y una tercera para cosas como avisos concretos, convocatorias o cosas prácticas: vamos a hacer un taller, o necesitamos tal cosa, o también échennos la mano.
A las tres secciones las une la apertura de todas las ideas y de todas las posturas pero que podamos dialogarlas en lo fundamental. Me parece necesario avanzar en una disputa por el discurso público y si hay argumentos, que se planteen, y si no los hay, también que quede en evidencia.
P: ¿Y qué periodicidad estás pensando?
R: La estoy pensando semestral, espero no pecar de optimismo.
P: Entendemos que ésta es fundamentalmente una iniciativa tuya ¿Hay apoyo de otras personas del campo de la investigación e incluso estudiantes?
R: Sí. Esto ocupa hacerse en grupo, es absurdo pensar que uno solo puede hacer todas las cosas. Ya he invitado a varios colegas para el comité editorial. Algunas personas ya las tengo confirmadas, como a José Olavarría, uno de los pioneros. También está Norma Fuller, quien ha comenzado en Perú y tiene muchísima investigación al respecto. Francisco Aguayo también aceptó. A nivel nacional han aceptado: Alejandra Salguero, la actual presidenta de la Academia Mexicana de Estudios de Género de los Hombres; Guillermo Núñez, quien está en Sonora; Marisa Martínez, con toda su experiencia en la Revista La Ventana, que en cuestiones de género es siempre un referente indispensable. Yo quiero verlo como que estamos viendo distintas caras de la misma moneda: varía el ángulo. También a las y los estudiantes les he comentado de manera extraoficial, porque estamos en el proceso, pero lo que sí he encontrado es que hay interés por el tema, por plantear ideas porque no había el espacio.
P: ¿En qué fase está este proceso? ¿Qué sigue? ¿En qué momento calculas estar en condiciones de salir?
R: Las etapas son varias. La primera tiene que ver con una propuesta del proyecto que ya presenté acá al campus porque va a ser una revista digital. Va a ser una revista digital porque es más práctica, para abaratar costos, para que sea más fácil el acceso al público, que haya menos complicaciones del papel, de la distribución y sea más rápido el proceso.
Regresando a tu punto, la propuesta ya la hicimos y la aprobó el rector del Centro Universitario de la Costa. Entonces ya es un hecho. Ya está en la Coordinación de Investigación y Posgrados, se hizo el trámite ante la Oficina de la Abogacía General, había que hacer un pago y parece que el primer punto es justamente que revisen que no haya otra revista con ese nombre.
Se llama “Masculinidades latinoamericanas” porque creo que no nada más es una carencia de México, es una ausencia de toda la región. Y la otra razón es que en Latinoamérica tenemos historias y elementos culturales, económicos y políticos comunes. Tenemos nuestras diferencias, por supuesto, pero por la historia que hemos tenido, hay más posibilidades de diálogo, de poder entendernos como colectivo.
Pero en torno a los tiempos, en Semana Santa llegó el dictamen. Seguramente no va a haber un nombre de una revista a nivel nacional, entonces ya lo apartamos para que nadie lo utilice (ya se envió a la Oficina de la Abogacía General el expediente para apartarlo y que no lo solicite alguien más, se llama derechos al uso exclusivo). Después, ya que tengamos ahora sí la luz verde, sería sacar convocatoria y abrirla oficialmente, yo pensaría que el primer número saldría a finales de junio, tal vez abrirlo para abril, darle un par de meses. Hay gente que ya está enterada, nada más se trata de abrir la convocatoria oficialmente, así que tal vez en junio sí podríamos estar en posibilidades de tener los primeros artículos publicados. Esa es la propuesta inicial. Sé que es complicado, pero también quisiera sobreponernos a otra cosa que no me gusta mucho del ámbito académico y es que muchas revistas toman demasiado tiempo. Simplemente en dar respuesta hay unas que llevan 6, 8 o 9 meses. Quisiera que diéramos respuestas mucho más rápidas, 2 o 3 semanas, no llevarnos meses para decirles: “Ay ¿sabes qué? siempre no, le faltó una coma”. En serio, hay revistas que hasta por una coma le regresan a uno nada más para que corrijan la coma. Otras que ni la coma: “no, no, está fuera porque no le puso la coma”. Está bien, puedo entenderlo, pero tardarse seis meses para decirme que me falta la coma. No sé, creo que tendríamos que hacer una revista más ágil para facilitar los diálogos. Esperemos que ya el segundo semestre de este año podamos desde finales de junio sacar la convocatoria y tener varios meses de colchón.
P: Vemos el deseo de agilizar la producción académica y hacer una revista que tenga un pie en la vida cotidiana y otro pie en la vida académica.
R: A eso me refería un poco con la autocrítica del ámbito académico, que de repente estábamos cerrados con nuestros propios intereses de grupo, pero se supone que nos debemos, si somos científicos sociales, a las personas. Tenemos que propiciar y fomentar estos diálogos hacia afuera.
P: ¿Cuántos artículos piensas publicar en cada sección?
R: De entrada, como es electrónica implica que es más flexible. No tengo un número predeterminado, dependemos de los artículos enviados.
P: Es muy probable que la revista sea conocida en la academia, pero ¿cómo estás pensando la difusión para que la revista llegue a ese otro mundo que te preocupa, que te interesa y que quieres que también participe?
R: Yo pensaría en todos los medios posibles. Aquí mismo, entre estudiantes, yo pensaría solicitar permiso a las distintas carreras para que lo difundan. También tenemos las redes sociales y hay aquí una pequeña estación de radio. Usar todos los medios posibles, los formales, los informales, por escrito, hablados. Uno tiene que intentar todas las opciones. Si es necesario salonear, como dicen acá, saloneamos. No hay problema.
P. Muchas gracias, José Carlos, por tu tiempo.
R. Gracias a ti.