En América Latina los problemas son grandes y numerosos. Sin embargo, las dimensiones que ha alcanzado la violencia en algunos países han convertido a ésta en uno de los temas de mayor preocupación.1 En México, entre las principales expresiones de violencia se encuentran las desapariciones forzadas; las agresiones contra activistas y periodistas; los feminicidios, que generalmente quedan impunes; los abusos a migrantes que cruzan el país por parte de grupos del crimen organizado, policía migratoria y otros actores; la impunidad ante los abusos de militares; las torturas para obtener información y confesiones bajo coacción, y un sistema de justicia que no ofrece certidumbre ni confianza a las víctimas de crímenes violentos.2
La “desaparición” de 43 estudiantes de Ayotzinapa, Guerrero y el asesinato de casi una decena de personas, entre estudiantes, periodistas y civiles, el 26 de septiembre de 2014, resultan acontecimientos paradigmáticos del contexto de violencia actual, pero también de la persistente represión ejercida contra las disidencias y los movimientos sociales en México. Estos hechos evocan la “guerra sucia” contra los movimientos sociales y armados en Guerrero entre la década de los sesenta y la de los setenta, o la continuidad de los procesos de contrainsurgencia desplegados en Chiapas en las últimas décadas del siglo XX, que combinan una diversidad de estrategias, tales como la militarización, la paramilitarización, el intento de aislar a los movimientos sociales y las políticas sociales “contra la pobreza”3 Ante la gravedad de las problemáticas esbozadas y manteniendo el espíritu que ha alentado la historia de la revista LiminaR. Estudios Sociales y Humanísticos, este número tiene el objetivo de presentar diferentes análisis de múltiples expresiones de violencia, asociadas a otras problemáticas existentes en el sur de México y Centroamérica, regiones geográficas ambas que comparten fuertes lazos sociohistóricos, y también procesos sociales contemporáneos semejantes. Así, de la misma manera que el sureste mexicano continúa siendo una región emblemática del México más pobre, manteniendo los mayores índices de subdesarrollo económico, político y social, en los países centroamericanos se observa una creciente desigualdad social, conflictos emergentes por disputas del territorio, flujos migratorios intensivos hacia el norte y un grado de violencia persistente provocada por pandillas y otros actores.
Estos problemas se enmarcan en un contexto de transformaciones económicas y geopolíticas importantes y, dado que las mujeres y hombres jóvenes representan el grueso de la población latinoamericana, son quienes experimentan las consecuencias de manera particularmente intensa. En estos contextos, las adjetivaciones de “amenaza” a la seguridad interior, o de “riesgo”, sirven como excusa para generar dinámicas de clara intervención y confrontación, propias de un Estado de excepción que se torna permanente. Como muestra de lo anterior, basta analizar la Ley de Seguridad Interior aprobada en México en 2017,4 en la que se define y detalla la actuación de las Fuerzas Armadas del país, a doce años de que Felipe Calderón sacara del cuartel al ejército para combatir el crimen organizado. Las implicaciones de esta ley han reanimado el debate entre diferentes organizaciones de la sociedad civil y sectores académicos, pues resulta particularmente preocupante la represión hacia las personas que manifiestan sus opiniones, lo que podría derivar de la interpretación de dicha ley al considerarse que atentan contra la paz pública.
En Centroamérica, muchos procesos guardan similitudes. Conviene recordar las protestas y la represión ejercida contra los manifestantes que se suscitaron en Honduras en el año 2017, tras un proceso electoral plagado de arbitrariedades, y la violencia desatada en las calles de Nicaragua a dos años de un, igualmente, polémico proceso electoral en el que ser disidente del gobierno encabezado por Daniel Ortega implica un alto costo. Sobre este último caso, conviene precisar que el 18 de abril de este año, 2018, jubilados protestaron al resultar afectados por la entrada en vigor de la reforma al Instituto Nicaragüense de Seguro Social. Después de ser violentados por grupos de jóvenes sandinistas, otros grupos de estudiantes y de la sociedad en general se sumaron a las protestas. Desde entonces la violencia accionada por cuerpos policíacos y los grupos de choque en contra de los jóvenes manifestantes no ha cesado. Entre el 18 de abril y el 21 de mayo, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) dio cuenta de un saldo lamentable, que incluye “76 personas muertas y 868 resultaron heridas” y “438 personas fueron detenidas, entre estudiantes, población civil, defensoras y defensores de derechos humanos y periodistas”.5
Dada la cantidad de personas jóvenes que viven en América Latina y El Caribe,6 no es de extrañar que sean quienes protagonizan muchos de los más graves problemas sociales, lo que explica en buena medida la preocupación de diferentes organizaciones civiles, organismos internacionales y espacios académicos para explicar, en clave generacional, múltiples fenómenos sociales. En el sur de México, los estudios que se han enfocado en los sectores juveniles han venido en aumento y, aunque en la primera década de este siglo primaron los trabajos sobre sexualidad y salud reproductiva en adolescentes, con el paso del tiempo las temáticas se han diversificado hacia temas como: afiliaciones y prácticas religiosas, identidades étnicas, culturas urbanas, participación política, procesos migratorios y expresiones de violencia. En Centroamérica, los trabajos con un corte etario o una perspectiva generacional son aún incipientes, pero es un campo que comienza a ser tratado por diferentes analistas latinoamericanos.
Por lo anterior, quienes coordinamos este número de LiminaR compartimos la preocupación con otros colegas de profundizar en las múltiples formas de experimentar la condición juvenil contemporánea y el tránsito de las personas jóvenes hacia el mundo adulto, lo que les ha llevado a abrir múltiples espacios de discusión en el sur de México.7 En este sentido, nos congratulamos por ofrecer a los lectores una primera sección que abona a la comprensión de la forma en que los jóvenes protagonizan diferentes procesos sociales en América Latina a partir de trabajos que, aunque anclados empíricamente en geografías de los estados del sur de México y Centroamérica, recuperan diferentes ejes analíticos, frecuentemente imbricados, que permiten pensar realidades más amplias. Tres ejes analíticos, principalmente, orientan los resultados de las pesquisas aquí presentadas
En primer lugar, las juventudes han sido protagonistas de movilizaciones y conflictos sociales en diferentes regiones del mundo en lo que va del siglo XXI, lo que ha permitido argumentar que amplios sectores juveniles muestran un fuerte cuestionamiento y desinterés por la política; tal desafección se dirige particularmente hacia la política instituida, asociada a las democracias liberales y representativas. Vemos, así, que diferentes expresiones ciudadanas y movilizaciones sociales están fuertemente compuestas por jóvenes, lo que justifica y exige pensar lo político en una perspectiva histórica y dinámica, más amplia, que incluya una serie de relaciones y procesos organizativos que surgen en el plano de lo social. Dicho de otro modo, se pretende pensar la participación de los jóvenes en un marco de tensiones existentes entre los déficits y la falta de legitimidad de las democracias procedimentales y los proyectos de democracia participativa.
En segundo lugar, las tensiones que viven las mujeres y hombres jóvenes migrantes centroamericanos, y de otras nacionalidades, surgen desde el lugar de origen y se agudizan en sus diversos itinerarios. La mayoría de estos jóvenes se inserta, en condiciones adversas, en prácticamente todos los planos de la experiencia migratoria y, sin exclusión alguna, son portadores del estatus de “indocumentados”, “irregulares” y “centroamericanos”. Las concepciones y las experiencias que estos jóvenes viven tanto en su tránsito por el territorio mexicano, como en el lugar de llegada en Estados Unidos, se traducen en diversas configuraciones de vivencias reales e imaginadas en las que priman los deseos, las esperanzas, los temores, el miedo, la gloria y el fracaso, incluso la muerte; estas sensibilidades, podría decirse, se acuerpan en la triada “vulnerabilidad/violencia/desafío”.
En tercer lugar, las nuevas generaciones de jóvenes viven y se cuestionan la cultura de la muerte, o más bien del instinto por la existencia vital, que evoca esa violencia de la exclusión y la desigualdad; es una construcción de la que son responsables todos los actores de la sociedad, y ninguno se libra de sus efectos. El espacio como derecho de vida no está garantizado para muchos jóvenes latinoamericanos. El espacio íntimo, la casa, la calle, la colonia y la escuela se “negocian día a día”, en el contar de los jóvenes; la paradoja de la ajenidad y de lo propio, “mi casa, mi colonia, que no es mi casa, que no es mi colonia”.
La primera sección comienza con el artículo “Movilizaciones y oportunidades políticas en Nicaragua. Un debate desde el feminismo”, en el que Simone Gomes analiza cómo la relación entre el sandinismo y el feminismo fue transformándose en menoscabo de las oportunidades políticas para la participación de las activistas en movilizaciones y protestas. Para Gomes, la apertura de la estructura de oportunidades políticas abiertas tras la Revolución Sandinista en 1979 fue seguida de una paulatina cerrazón: “las fuerzas feministas que habían contribuido al ascenso del sandinismo tuvieron, paradójicamente, un fuerte revés una vez producida la Revolución y, más particularmente, a partir de 2016, cuando se produjo la vuelta al poder del FSLN”. Con base en trabajo de campo realizado en 2016, la autora argumenta que existe, por un lado, una despolitización en el ámbito electoral asociada a la desligitimación del orteguismo, y, por otro, el despliegue de procesos de organización autónoma.
En el artículo “Movilizaciones de las juventudes en Honduras: la experiencia de los estudiantes universitarios de la UNAH (2009-2017)”, Pablo Vommaro y Galel Briceño-Cerrato analizan las dinámicas del Movimiento Estudiantil Universitario en Honduras. Según los autores, se trata de resistencias juveniles que desbordan el espacio universitario y se expresan con propuestas creativas e innovadoras frente a la represión gubernamental, enmarcadas en un contexto marcado por el achicamiento del Estado en términos de sus funciones sociales, el aumento de la inseguridad, la agudización de la desigualdad social, las políticas represivas del gobierno y el asesinato de líderes sociales a manos de grupos paraestatales. En estas resistencias, se sostiene, es posible observar un desplazamiento desde las formas clásicas de organización y participación política, hacia otro tipo de espacios y prácticas en los que no sólo no rechazan la política, sino que se politizan sobre la base de la impugnación de los mecanismos delegativos de participación y toma de decisiones.
En el artículo “Guatemala: repensando el vínculo entre juventud y violencia en la posguerra”, Leslie Lemus propone revisar el vínculo entre jóvenes y violencia en Guatemala. En primer lugar refiere cómo el fenómeno de las llamadas maras en el país hay que analizarlo estableciendo una conexión entre procesos locales y transnacionales; asimismo propone analizar las violencias derivadas del posconflicto, especialmente con las criminales y su relación con sus jóvenes. La autora nos sugiere ir al fondo de esto, para entender que detrás de la violencia están las desigualdades y el racismo que subyace históricamente en el conflicto guatemalteco.
En el artículo “Apuntes teórico-metodológicos para abordar la dupla jóvenes-espacio público”, Marcela Meneses y Jahel López ofrecen algunas aproximaciones para el análisis teórico y metodológico del vínculo entre jóvenes y espacio público. Para ello, hacen una revisión de la literatura publicada sobre el tema, en la que consideran cuatro temáticas principales: jóvenes en el espacio público como resultado de sus condiciones de vulnerabilidad y exclusión; jóvenes en el espacio público de la violencia, el miedo y la inseguridad; protesta, acción colectiva y participación juvenil en el espacio público; y el espacio público como escenario para el ocio, el arte y la cultura juvenil. Este ejercicio les permite identificar las debilidades y los retos para la consolidación de una línea de investigación que aporte al conocimiento de las juventudes y el espacio público. Por último, nos invitan a visibilizar y mostrar más a los sujetos jóvenes en esta propuesta metodológica.
La primera sección cierra con el artículo “Una mirada alternativa a la migración: el voluntariado juvenil como forma de participación social”, de Rafael Hernández y Claudia Valverde, quienes dan cuenta de la participación juvenil suscitada en el voluntariado realizado en el Centro de Atención a Migrantes y Refugiados de la organización FM4 Paso Libre en la ciudad de Guadalajara, Jalisco. El autor y la autora problematizan, por un lado, las dinámicas migratorias experimentadas por migrantes centroamericanos que pasan por México con dirección a Estados Unidos en el marco de la globalización neoliberal, el desvanecimiento del Estado para acompañar estos procesos y su férrea presencia para generar dinámicas de selectividad y exclusión, y, por otro lado, exponen, frente a las lógicas del Estado, cómo los jóvenes hacen frente a las necesidades y circunstancias de las personas migrantes y refugiadas, lo que da lugar a creativas formas de participación social que reconceptualizan prácticas de caridad y beneficencia.
La segunda sección, aunque diversa en las problemáticas y los abordajes que presenta, ofrece pistas para seguir pensando en diferentes grupos sociales y otras realidades, históricas y contemporáneas, del sur de México. Este bloque comienza con el artículo “México, ¿una frontera vertical? Políticas de control del tránsito migratorio irregular y sus resultados, 2007-2016”, en el cual Eduardo Torre y José Yee analizan cómo la política migratoria mexicana ha influido en la construcción de mecanismos de regulación y contención para las mujeres y hombres migrantes irregulares en tránsito a Estados Unidos, lo que constituye la llamada “frontera vertical”. Para ello, se centran en el periodo que va de 2007 a 2016, en el cual el tema de la seguridad nacional se ha priorizado en lugar de los derechos humanos. Los autores se preguntan si en los siguientes años la política migratoria cambiará o, por el contrario, seguirá estando influida por Estados Unidos.
El siguiente artículo se denomina “Pobreza multidimensional en Chiapas: generalizada pero heterogénea”, de Alma Esther Aguilar-Estrada, Ignacio Caamal-Cahuich y Miguel Ángel Ortiz-Rosales. En este trabajo se analiza cómo Chiapas ha sido prioritario en el combate a la pobreza y, sin embargo, siguen persistiendo las mismas condiciones. La estrategia, proponen la autora y los autores, debe ser “erradicarla” en lugar de sólo ser “atendida”. La metodología utilizada en este estudio combinó análisis multivariado y un sistema de información geográfica, y mediante su utilización los autores obtuvieron un conglomerado o perfiles de la pobreza, para presentarlos en mapas y en propuestas de política pública diferenciada. Una de las conclusiones a la que llegan es que se necesita considerar las particularidades de cada perfil y establecer acciones particulares tanto sociales, como económicas.
En el trabajo “Vulnerabilidad y su uso en la política social del estado de Yucatán. La Dirección de Atención a la Infancia y la Familia”, Amada Rubio y Fátima Flores analizan el uso del concepto vulnerabilidad a través de los discursos y prácticas oficiales de la Dirección de Atención a la Infancia y la Familia (DAIF) del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) en el estado de Yucatán, México. Privilegiando el método de la etnografía institucional, las autoras entrevistaron a funcionarios de la institución y revisaron documentos generados desde ella. Entre los resultados se encuentran discrepancias importantes entre el discurso oficial y las implicaciones reales de las que debería dar cuenta el concepto. Tales problemáticas derivadas de esta inconsistencia en el diagnóstico revelan la importancia de reflexionar sobre la vulnerabilidad como resultado de procesos estructurales que se explican a partir de la convergencia de múltiples variables, configuradas en los contextos situados y en la propia historia individual o colectiva.
En el trabajo “Liderazgos femeninos en la gestión política local de la ciudad de Tapachula, Chiapas: discursos y prácticas de poder”, de Aki Kuromiya, se plantea un marco analítico para el estudio de las prácticas que emplean las mujeres lideresas de algunas colonias de Tapachula para conseguir apoyos gubernamentales. A través de la etnografía, la reflexión de la autora se centra en los mecanismos que generan estas formas clientelares, que van desde la construcción de un discurso que legitima las cualidades de estas mujeres y la participación ciudadana en la zona urbana, hasta un tipo de poder que se reproduce en la estructura localizada, en el que sobresale el nuevo papel adquirido por las mujeres. Para la autora, las figuras del poder van cambiando en función de los intereses de los actores locales.
En el artículo “Los problemas de los adultos mayores en Solidaridad, Quintana Roo: paradojas del envejecimiento activo”, Natalia Fiorentini-Cañedo y Verónica Rueda-Estrada delinean los ejes de una política pública para atender de manera integral a la población adulta mayor del municipio de Solidaridad, Quintana Roo, a partir de un diagnóstico realizado con base en doce entrevistas a profundidad. Para las autoras, una investigación de este tipo reviste gran relevancia dada la escasa información de que se dispone sobre cómo vive esta población en uno de los principales destinos turísticos del país, lo que conduce a que las administraciones locales realicen acciones con poca coordinación e impacto, que no inciden en el mejoramiento de sus condiciones de vida. Más allá de seguir considerando a este grupo poblacional como vulnerable, es importante reconocer que las necesidades de los adultos mayores en el municipio son diversas en cuanto a economía, acceso a servicios de salud de calidad, reconocimiento, afrontar problemas con el transporte público, inseguridad ciudadana y obstaculización de derechos y oportunidades para llevar a cabo una vida digna y satisfactoria. En consecuencia, diversas deben de ser las medidas para su atención, además de que deben fomentarse las condiciones para el ejercicio de sus derechos.
En el trabajo titulado “El suicidio y la melancolía en algunas haciendas porfirianas de Yucatán”, Luis Roberto Canto Valdés y Maritel Yanes Pérez presentan un análisis histórico del suicidio en las fincas yucatecas durante el porfiriato, a través de doce casos que fueron documentados de la prensa meridana en el siglo XIX, así como en documentos judiciales de médicos legistas. Para los autores, el estudio sobre la melancolía a través de la historia y la psiquiatría puede ayudar a comprender las percepciones de la época en cuanto a la muerte voluntaria, así como la idea de vidas asfixiadas de los jornaleros que los llevaban a cabo.
La segunda sección de artículos cierra con el trabajo “Rutas del poblamiento temprano en Chiapas, México. Una propuesta desde los Sistemas de Información Geográfica (SIG)”, de Juan Ignacio Macías-Quintero y Stephanie Elizabeth Reyes-Ibelles, quienes buscan contribuir a un debate actual de la arqueología, la ubicación de sitios relacionados con el poblamiento temprano en América. Macías y Reyes presentan resultados de una investigación en curso en la cual proponen el uso de los SIG, debido a la capacidad de estos sistemas de visualizar y analizar múltiples capas de datos, tanto colectados como modelados de forma hipotética, para la indagación sistemática de rutas de poblamiento temprano en el estado de Chiapas. La escala de análisis que se propone, a decir de la autora y el autor, posee un mayor nivel de detalle y precisión que la de otros estudios realizados, lo que conduciría a un conocimiento más amplio de las áreas de aprovechamiento y tránsito de los primeros habitantes del continente americano, y a través de estas predicciones podrán mejorarse los métodos para la detección y estudio de sitios arqueológicos de sociedades nómadas y cazadoras recolectoras.
A continuación se presenta un documento de trabajo titulado “Magdalena. Ensayo de novela de Manuel Cayetano Zetino”. Se trata de una reflexión presentada por Jesús Morales-Bermúdez sobre dicha novela publicada en 1889, una obra literaria que muestra el papel de la instrucción sobre literatura religiosa durante la Colonia. El fin de este documento es dar a conocer esta obra, la cual presenta una cavilación sobre el matrimonio civil como el único reconocido en México, y el emergente sentido liberal entre miembros de la sociedad.
En el cierre de este número se encuentra la sección de reseñas, en la que se comentan dos importantes trabajos académicos publicados en el año 2016. La primera reseña está a cargo de Amaranta Cornejo, quien presenta un trabajo colectivo coordinado por Mina Lorena Navarro Trujillo y Daniele Fini, ¿titulado Despojo capitalista y luchas comunitarias en defensa de la vida en México. Claves desde la ecología política. Para Cornejo, esta obra es una “interpelación para repensar conceptos a partir de la potencia de la praxis que ellos encierran”, porque ofrece un análisis de los procesos actuales de acumulación capitalista por despojo; una perspectiva panorámica sobre los conflictos ambientales y las resistencias que le hacen frente, y discusiones conceptuales y epistémicas que ayudan a comprender la lógica de estos procesos de disputa por (des/re) territorialización.
El segundo es un trabajo de Miguel Lisbona, quien comenta el núm. 9 de la Revista Identidades. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, editada por la Dirección General de Investigaciones en Cultura y Arte-Secretaría de Cultura de la Presidencia San Salvador, El Salvador. En este número de Identidades, a decir de Lisbona, se hace hincapié en la relevancia que ha venido cobrando en El Salvador el quehacer antropológico desde mediados del siglo XX, o, dicho de otro modo, la importancia que intelectuales, noveles investigadores y estudiantes le imprimen a la creación de una tradición antropológica que contribuya a conocer la realidad salvadoreña, particularmente, y la centroamericana, en general, para poder transformarla, marcada por procesos históricos de desigualdad, los conflictos y la injusticia, y fenómenos contemporáneos asociados a las crisis económicas, modelos de desarrollo y flujos migratorios.
Finalmente, es importante mencionar que las fotografías que componen el número, tanto la de portada como las de interiores, dan cuenta de algunos de los escenarios en los que se despliegan muchos de los procesos analizados en los artículos presentes. Entre las corrientes del río Suchiate, los verdes paisajes del sur de México y Centroamérica y la indignación de los manifestantes en las urbes, Ezequiel Sánchez, Enrique Coraza y Carlos Gómez nos ofrecen capturas recientes que oscilan entre la cotidianeidad de personas situadas en las dinámicas fronterizas, y las rupturas que, individual o colectivamente, expresan tendencias geopolíticas más amplias.