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Latinoamérica. Revista de estudios Latinoamericanos
versión On-line ISSN 2448-6914versión impresa ISSN 1665-8574
Latinoamérica no.56 Ciudad de México ene./jun. 2013
Reseñas
Felicitas López Portillo Tostado, Tres intelectuales de la derecha hispanoamericana: Alberto María Carreño, Nemesio García Naranjo y Jesús Guisa y Acevedo
María del Rosario Rodríguez Díaz
México, Instituto de Investigaciones Históricas-UMSNH/CIALC-UNAM, 2012, 179 pp.
Instituto de Investigaciones Históricas-UMSNH
El pensamiento y la obra de tres intelectuales pertenecientes a la denominada "reacción mexicana" y sus posturas ante la historia mexicana e hispanoamericana constituyen el eje central del nuevo libro de la Dra. Felicitas López Portillo. Se trata de una obra que condensa las biografías intelectuales de Alberto María Carreño, Nemesio García Naranjo y Jesús Guisa y Acevedo, quienes mostraron una postura crítica ante los cambios traídos por el vendaval revolucionario y por las políticas impulsadas por los gobiernos posrevolucionarios durante la primera mitad del siglo XX en México. Cuestionamientos y posturas que, con una prosa fluida, son explicados en el presente libro.
De entrada, recomiendo la lectura de este libro, ya que tiene el mérito de rescatar a un segmento de la sociedad relegado historiográfica y políticamente, al hacer pública la voz de tres ilustres representantes de las diversas vertientes del pensamiento conservador, reaccionario, o contrarrevolucionario, como fueron tildados por sus contemporáneos. También porque se trata de una obra original y necesaria, ya que dentro de la historiografía sobre el conservadurismo han prevalecido, y por mucho, los estudios sobre el siglo XIX mexicano y se ha dejado de lado, salvo algunos textos, el estudio de representantes del pensamiento reaccionario en México durante el siglo XX. Por tanto, esta obra contribuye a subsanar ese vacío historiográfico.
Es pertinente mencionar que el enfoque metodológico desarrollado por la autora nos adentra en las preocupaciones centrales de estos tres intelectuales; nos presenta sus argumentos, su visión de México, del gobierno, de sus instituciones, su pasado y el devenir. De igual forma, se muestra a estos tres actores sociales como parte de la sociedad de su tiempo, permitiéndonos comprender su pensamiento y su obra como una "reacción" ante el contexto en el que vivieron. Estos personajes, en su momento, fueron marginados, desterrados y hasta satanizados por su postura en contra de la Revolución mexicana. La profesión de este antagonismo hacia los gobiernos posrevolucionarios constituye el común denominador central del pensamiento del académico, del porfirista y del cruzado, como son identificados en el libro Alberto María Carreño, Nemesio García Naranjo y Jesús Guisa y Acevedo, respectivamente.
Con estas premisas, la autora nos muestra las biografías intelectuales de tres nostálgicos del pasado colonial y del orden porfiriano que profesaban la fe católica y que además de compartir una visión jerárquica de la sociedad, eran fervientes hispanistas. Estos personajes consideraban que la verdadera esencia de México debería buscarse y encontrarse en el catolicismo y, por supuesto, en la herencia hispana. Esta creencia no era fortuita, a los tres les tocó vivir en el tránsito del México de entre los siglos XIX y XX. Es decir, pasaron del orden porfirista, a la convulsiva vida del movimiento armado y de la posrevolución. A través de las páginas del libro, la autora proporciona una radiografía de las preocupaciones intelectuales de los tres personajes objeto de estudio, a quienes les inquietaban los vertiginosos cambios que se experimentaban en México durante las primeras décadas del siglo XX. Por ende, Carreño, García Naranjo y Guisa y Acevedo, a pesar de la diferencia de edades y de haber ocupado cargos públicos durante el porfiriato, las administraciones de Madero y de Victoriano Huerta, los hermanaba, como ya se mencionó, su rechazo hacia "la familia revolucionaria", tal y como se desprende de la cuidadosa selección de muestras discursivas que se presenta tanto a lo largo del texto como en los pies de página. Sin embargo, esto no significa que los tres ostentasen una tendencia ideológica única, ya que en la obra se establece claramente la diferencia en los matices doctrinarios, sobre todo en el caso de Nemesio García Naranjo, ubicado como un "liberal conservador". Otro elemento más que los identifica es que los tres también mostraron interés por participar en proyectos editoriales y pretendieron, a través de sus escritos, influir en la opinión pública ante la necesidad que veían de "rectificar" el destino de la nación. Elaboraron juicios históricos del acontecer nacional e hispanoamericano; sobre todo, hicieron uso de la prensa, revistas y otros medios escritos, a veces subvencionados por ellos mismos. De igual manera, utilizaron su pertenencia a asociaciones científicas y academias como la de Historia y de la Lengua, así como los medios para difundir sus opiniones. En numerosos discursos, artículos y editoriales llamaban a la rectificación nacional. Como buenos conservadores, opinaban que habría que retomar el camino del orden, recuperar la tradición, la estabilidad, el respeto a la autoridad y a las jerarquías.
Del texto aquí presentado se aprecia que estos ilustres comulgantes del pensamiento conservador, eran además de contrarrevolucionarios, panhispanistas, quienes desde el momento mismo de la promulgación de la Constitución de 1917 la criticaron, considerándola perjudicial; "un engendro" fue la opinión que le mereció a Querido Moheno, un contemporáneo de don Nemesio García Naranjo y de Francisco Oláguibel, integrantes, de acuerdo a la estudiosa Claudia González, del cuadrilátero dorado de la Cámara de Diputados durante la presidencia de Madero. Referente al periodo posrevolucionario va a correr mucha tinta alrededor del indigenismo, la religión, la educación, los valores morales, la familia, y la mujer, entre otros temas, elementos, que en la opinión de estos tres intelectuales, habían sido trastocados por el poder avasallador e interventor del Estado posrevolucionario.
Ya durante la década del treinta, las diatribas antigubernamentales se incrementaron, entre otras cuestiones, por la implantación de la llamada "educación socialista" y por los intentos del entonces secretario de Educación, Narciso Bassols, por establecer la educación sexual, lo que generó una opinión pública adversa a la administración cardenista entre la clase media católica. En este contexto de oposición, naturalmente, se conformaron y fortalecieron las organizaciones de derecha, como la Acción Católica, la Unión Nacional Sinarquista, o la propia fundación del Partido Acción Nacional en septiembre de 1939. Fue durante estos años cuando se desarrolló parte de la vida y obra de los tres intelectuales, por ende, sus posturas y opiniones encontraron eco entre un sector de la clase media. Así los tres intelectuales se enfrascaron en verdaderos duelos ideológicos, don Nemesio recuerda en sus memorias, que la suya era una "pluma de fuego".
En este periodo, otro factor que atizó el fuego del debate político ideológico fue la llegada y presencia de los exiliados españoles, ya que en México, durante el cardenismo, se vivía un ambiente de polarización y descontento social derivado de la existencia de voces diversas de actores políticos y sociales, nacionales y extranjeros, como las de la colonia española de filiación franquista, las de los norteamericanos afectados por la expropiación petrolera, y las de sociedades mercantiles de capital europeo opuestas al corporativismo y a la fortaleza de los sindicatos. Es por ello, que en este contexto de confrontación y ebullición nacional, la apertura gubernamental al exilio republicano español contribuyó a la construcción de imaginarios en los que una vez más estuvo presente la hispanofobia y la hispanofilia dentro de los debates político-culturales. En esos duelos ideológicos, estos conservadores planteaban la ingente necesidad de buscar estrategias para defender el ser nacional y salvar la nacionalidad mexicana, en cuyos afanes construyeron imaginarios idílicos sobre la madre patria. Resulta sintomática la admiración mostrada por Guisa y Acevedo a la España de Franco y su oposición a los transterrados rojos. Este periodo y estos debates han sido estudiados espléndidamente por Tomás Pérez Vejo, José Antonio Matesanz, Javier García Diego, Elisa Servin, Victoria Lerner, y Ricardo Pérez Montfort, por mencionar principalmente aquellos autores que han marcado la pauta en la historiografía contemporánea. Aún más, estos estudiosos han mostrado al cardenismo como la cúspide del proceso revolucionario, en el que se recrudeció la lucha de clases.
La autora le dedica un capítulo a cada personaje, en el que además de brindar un esbozo biográfico, se presentan las cuestiones y temas centrales abordados en sus obras. Se adentra en sus argumentos, su visión y postura ante los acontecimientos nacionales e internacionales. No sólo se presenta la visión de España, sino también la de Estados Unidos, dándole continuidad a los debates entre el hispanoamericanismo versus el panamericanismo, en los que el vecino del norte no salía bien librado. Dentro de estas polémicas llaman la atención las advertencias de que México estaba condenado a ser anexado por Estados Unidos. En este aspecto, Guisa y Acevedo criticaba a los liberales admiradores del modelo anglosajón señalando que un país se constituye no por imitación de otro, sino por su propia esencia o alma nacional.
Guisa y Acevedo, denominado por López Portillo como "el cruzado", era un ferviente católico que defendía la idea de recuperar el "alma nacional" y pugnaba porque México volviera a sus raíces mediante la religión, la lengua y la raza. Por su parte, Alberto María Carreño, el "académico", como lo sugiere muy bien la autora, no solamente sorprendía por su erudición, sino por haber estado al frente de la Academia Mexicana de la Historia, dedicándose a la historia diplomática, al estudio de las relaciones de México con Estados Unidos y a la historia colonial. Por tratarse de una biografía intelectual, la autora se detiene en escudriñar la concepción que del pasado y de su presente plasmó en sus obras este erudito, destacando los debates entre el hispanismo y el indigenismo, a través de la fiebre de la "huesitis", o la búsqueda de las osamentas de los héroes de la patria, así como el encuentro de los restos del conquistador Hernán Cortés y los de Cuauhtémoc, que despertaron sendas batallas gráficas entre uno y otro bando sobre su significado histórico para la nación. En dichos debates Carreño, naturalmente, defendía la herencia hispánica y el periodo colonial como el de la formación de la nacionalidad mexicana.
Nemesio García Naranjo, el nostálgico del porfirismo, es presentado en la obra como un orador que cautivaba a la concurrencia; un político que al momento de ocupar las carteras de Instrucción Pública y Bellas Artes durante el huertismo, tuvo el tino de establecer reformas progresistas para su tiempo. Desterrado por largos periodos, encontró exilio en Estados Unidos y en países latinoamericanos como Venezuela, donde mostró su admiración por gobiernos autoritarios como el de Gómez.
La difusión de las ideas de este triunviro, aunque se restringe a un grupo representante de los intereses de un segmento social limitado, y con un impacto político y social mínimo, considerando que el manto de la revolución acallaba aquello que le era desfavorable, resulta importante, ya que contribuye a un mejor conocimiento de otros actores políticos mexicanos. Aún más, la obra permite entender el complejo entramado ideológico, ya que las ideas de estos conservadores confluían dentro de un amplio espectro ideológico en el que coexistían doctrinas políticas como el liberalismo, el socialismo, el nacionalismo, e inclusive el fascismo, con sus respectivos matices. En este sentido, cabe señalar que la autora muestra que estos intelectuales guardaron una congruencia entre su ideología y su actuar político, entre su pensamiento y su obra ubicándolos en su contexto. De igual manera, esboza los vínculos y las redes que construyeron con otros intelectuales hispanoamericanos.
Para concluir, podemos señalar que el pensamiento político y la erudición académica de estos intelectuales los conllevó a concebir la historia de la nación bajo un lente conservador que priorizó el estudio del periodo de la Conquista y los tres siglos de la Colonia. En este contexto, la Independencia fue vista como la caja de pandora que dio lugar al caos durante el siglo XIX, anarquía superada con la llegada de Porfirio Díaz. De tal suerte, la autora se aproxima al estudio de los tres intelectuales a través del acotamiento de su visión en torno a etapas emblemáticas de la historia como la Independencia y la Revolución. Desde su óptica conservadora, la historia presente es el resultado del proceso de la conquista española, primer paso en el camino de la civilización; la Colonia era el paraíso perdido, la Independencia un error que trajo como consecuencia la pérdida del respeto a la autoridad. Se acusaba al Padre de la Patria de ligereza moral y espiritual; a Morelos como un vendepatrias; a los gobernantes del siglo XIX como ambiciosos y saqueadores. El porfiriato se salva de la diatriba conservadora, al grado de mostrarse nostálgicos por los tiempos de don Porfirio. Con esta tabla rasa, se llega hasta el México del maximato, de Cárdenas, Ávila Camacho y Miguel Alemán en el que, en su óptica, se vive el acabose y el decaimiento moral. La siguiente cita de la revista Lectura de Guisa y Acevedo constituye una muestra de este pesimismo:
México es un país no sólo decadente, sino decrépito y moribundo. Signo infalible de decadencia, de decrepitud y de muerte es la negación del Espíritu, del hombre y de los valores tradicionales. El Estado mexicano es mezquino, insolentemente absorbente. El mexicano cada vez está más solo y más desamparado frente a un Estado que cada día multiplica más su poder... (p. 123).
En síntesis, la presente obra realiza un aporte significativo a la historiografía contemporánea mexicana y latinoamericana y se convierte en una obra de consulta obligatoria para los estudiosos del conservadurismo en el siglo XX.