Introducción
En el período 2001-2013 murieron 2 184 personas en tránsito por la frontera sur de Arizona (Humane Borders, 2014). De estas muertes: 1 785 eran hombres y 377 mujeres, en 22 casos el sexo fue indeterminado. Del total de migrantes el nombre de 33 por ciento de ellos se desconocía; así mismo, el número de migrantes muertos en el sur de Arizona aumentó más del doble de 2001 a 2002, y a partir de ese año la cifra fue en ascenso.
Como ha sido estudiado, el incremento de estas muertes en la frontera resultó de las políticas migratorias implementadas por el presidente estadounidense William Clinton, que consistieron en el aumento de presupuesto y personal de la Patrulla Fronteriza a partir de 1993 y en la implementación de operativos como Operación Bloqueo, Operación Guardián y Operación Escudo a mediados de la década de 1990. Estos operativos concentraban al nuevo personal en los corredores más transitados por los migrantes: San Diego, El Paso, la parte central de Arizona y el sur de Texas (Alonso, 2013; Nevins, 2002). El aumento del control y vigilancia a lo largo de la frontera también fue acompañado de la estrategia "prevención por disuasión" (prevention through deterrencee), que aprovechaba las barreras geográficas naturales, tales como montañas y desiertos, para disuadir la migración indocumentada (Cornelius, 2001). Esta política produjo un incremento en las muertes por causas ambientales: Hipotermia en las montañas y deshidratación y golpe de calor en los desiertos (Cornelius, 2001).
Es un hecho que existe una región de alto peligro, sin embargo, lo que los migrantes hagan o dejen de hacer ante un escenario de riesgo depende en gran medida de sus ideas, valores o creencias. Dentro de este contexto surge la importancia de estudiar su percepción sociocultural del riesgo a las altas temperaturas. Para ello se llevó a cabo un trabajo de corte cualitativo en el cual se incluyó un total de 27 entrevistas semiestructuradas, realizadas en albergues para migrantes ubicados en Agua Prieta y Ciudad Obregón, Sonora, durante los meses de mayo, junio y julio de 2014 con los siguientes temas: 1) Características sociodemográficas del entrevistado, 2) experiencia migratoria en el último viaje, 3) problemas o dificultades en el último viaje, 4) opinión acerca del clima, 5) prevención y atención de enfermedades debido al clima y 6) problemas generales de salud durante el último viaje.
La pregunta base de esta investigación exploratoria es por qué el clima, en particular el de alta temperatura, es considerado o no por los migrantes un riesgo para su salud. A raíz de este planteamiento y de una revisión conceptual se deduce que una de las principales preocupaciones de los marcos socioculturales del riesgo es entender lo que subyace en las actitudes y percepciones de los actores sociales ante un escenario de riesgo (Douglas y Wildavsky, 1983; Joffe, 2003). Como primer paso se hará un análisis de las respuestas otorgadas a la pregunta -formulada a mitad de la entrevista- de si consideran el clima un problema para su salud. Enseguida, se examinarán las respuestas a dos preguntas abiertas realizadas al inicio de la entrevista, relativas a los problemas previstos antes del viaje y sobre los problemas surgidos durante el mismo.
Migración en la frontera México-Estados Unidos y las altas temperaturas
Un corredor migratorio es la ruta que utilizan las personas nacidas en un determinado país, o que tienen esa nacionalidad, para trasladarse a otro país. El principal corredor migratorio en el mundo es el de México hacia Estados Unidos, el cual en 2012 contaba con 12 189 158 migrantes y representaba casi seis por ciento del contingente mundial (OIM, 2013:62-64).
Los orígenes de este importante corredor se remontan a principios del siglo XX, en lo que Massey, Durand y Malone (2009:34) llaman "la era del enganche", cuyo inicio coincide con la creación de políticas restrictivas hacia la población procedente de Asia. En esta época también ocurrió un movimiento de mexicanos que huían de la violencia y de las consecuencias económicas adversas de la Revolución Mexicana (Alarcón, 2011:190).
Otra gran y más reciente era de la migración inició en 1986 con la aprobación de la Ley de Control y Reforma de la Inmigración (Immigration Reform and Control Act [por sus siglas en inglés, IRCA]). Según lo describen estudiosos del tema: "de repente, a finales de 1986, un acuerdo histórico orquestado por el senador Alan Simpson (republicano de Wyoming) y el representante Peter Rodino (demócrata de Nueva Jersey) logró milagrosamente establecer un equilibrio entre los intereses de los cultivadores, los inmigrantes, los latinos, los que abogaban por el libre comercio, los nacionalistas y los empleadores para lograr la aprobación de la ley IRCA"; gracias a esta ley se "legalizaron cerca de 2.3 millones de mexicanos indocumentados" a finales de la década de 1980 y principios de 1990 (Massey, Durand y Malone, 2009:58).
De especial interés para este estudio es la parte restrictiva de la ley IRCA: El reforzamiento de la vigilancia fronteriza. De acuerdo con Alarcón "mientras la amnistía se aplicó generosamente de acuerdo a lo propuesto, las sanciones a empleadores nunca han pasado de tener una importancia simbólica, y el verdadero reforzamiento de la vigilancia fronteriza se dio hasta finales de 1993, cuando la administración del presidente Clinton decidió adoptar esta política" (2011:202).
Todo comenzó con la Operación Bloqueo y control de la línea en 1993, que consistió en el aumento de vigilancia y la construcción de un muro fronterizo de 20 millas entre las ciudades "gemelas" El Paso, Texas y Ciudad Juárez, Chihuahua (Alonso, 2013:139-140). Tras la Operación Bloqueo siguieron la Operación Guardián -que incluía más de 80 millas de barda fronteriza- y la Operación Escudo, que incluía un muro entre Ambos Nogales y las ciudades de Douglas, Arizona y Agua Prieta, Sonora (Nevins, 2002). Los ataques del 11 de septiembre de 2001 exacerbaron el número de operaciones de seguridad interna de Estados Unidos, por mencionar algunas: Acta Patriótica, 2001; Sistema de Seguridad Nacional de Registro de Entradas y Salidas, 2002 (por sus siglas en inglés, NSEERS); el programa bilateral México-Estados Unidos para la persecución de traficantes de migrantes (Operation Against Smugglers [and traffickers] Initiative on Safety and Security [por sus siglas en inglés, OASISS]) en 2005 y The National Security Strategy of the USA, 2006 (Casillas, 2008; Slack et al., 2013).
Las operaciones durante la década de 1990 tuvieron como finalidad detener el flujo de migrantes por los puertos de entrada tradicionales (Nevins, 2002). No obstante, estos puertos y sus respectivos muros apenas representaban pequeños segmentos de los 3 152 kilómetros de la frontera entre México y Estados Unidos, por lo que el aumento de vigilancia en estas zonas fue ensamblado con barreras geográficas naturales, como montañas y desiertos abrasadores para disuadir el cruce de indocumentados (Cornelius, 2001). A principios de 1993 se encargó a Sandia National Laboratories un estudio de nuevos métodos para aumentar la seguridad en la frontera, en el cual se recomendó que la Patrulla Fronteriza se enfocara en la prevención de entradas ilegales disuadiendo a las personas de migrar en lugar de tratar de detenerlas en la frontera o en el interior del país, recomendación que se convirtió en el fundamento de la política prevención por disuasión. Según Cornelius (2001:662): "el informe Sandia recomienda diversas medidas para aumentar la dificultad de entrar ilegalmente, incluyendo la instalación de múltiples barreras físicas y el uso de equipos de vigilancia electrónica avanzada".
Como resultado de estas operaciones -que cerraron el flujo de migrantes por las ciudades de cruce habituales- el tráfico de migrantes fue empujado hacia zonas inhóspitas de Arizona, creando lo que se llamó el "efecto embudo" (funnel effect) (Rubio-Goldsmith et al., 2006). Este efecto ha sido constatado con datos previos (1990-1999), donde fueron recuperados en una década 125 cuerpos sin vida en el condado de Pima, versus 802 cuerpos recuperados durante el quinquenio en el que ya se había advertido dicho efecto (2000-2005), (Rubio-Goldsmith et al., 2006). Este cambio migratorio también es señalado por Alonso (2013:205), quien se planteó la siguiente pregunta: "¿Dónde y cuándo mueren más las/os migrantes?". La respuesta es concisa: "[En] los desiertos y [durante] las temporadas de calor".
Según información de Humane Borders (2014), la ubicación geográfica donde fueron encontrados los 2 184 cadáveres se puede ver en el siguiente Mapa.
Como se observa, la mayor parte de los cadáveres fueron encontrados entre las longitudes de Sonoita y Nogales. La frecuencia por año en la que fueron reportadas las víctimas se muestra en el Cuadro 1, donde se podrá ver que el número de muertes en el sur de Arizona aumentó más del doble de 2001 a 2002.
Las causas de muerte de estas personas, según los reportes de Humane Borders (2014) fueron: Exposición (44.5 %), traumatismo (6.6 %), herida de bala (2.5 %), ahogamiento (1.4 %), accidente en vehículo de motor (1.2 %), otra enfermedad (1.7 %), otra lesión (1.0 %), homicidio (0.9 %) y no especificado (40.3 %), incluyendo en esta última las variables: No reportada, restos esqueléticos, no determinado y pendientes. Si descartamos los casos en que no fue especificada la causa de muerte, resulta que 74.5 por ciento murieron por exposición. En esta causa de muerte se consideran la hipertermia, el golpe de calor y la deshidratación, derivadas de la exposición a los elementos del ambiente.
La información presentada hasta aquí indica una clara relación entre las condiciones climáticas -en particular, las altas temperaturas- y las muertes de las y los migrantes en la zona fronteriza del sur de Arizona.
Enfoque conceptual-metodológico del riesgo
Ante el creciente número de muertes de migrantes ocurridas en la frontera entre México y Estados Unidos, a partir de la década de 1990 se publicaron los primeros estudios referentes al peligro que esta población enfrenta (Cornelius, 2001). Poco tiempo después aparecerían los primeros trabajos en los que se explícita la relación entre migración y riesgo, uno de ellos de carácter más conceptual (Ruiz, 2001) y otro orientado al caso de la migración centroamericana en la frontera Guatemala-México (Ruiz y Red de las Casas del Migrante-Scalabrini, 2001).
El concepto de riesgo abarca una gran variedad de usos: Desde cálculos técnicos sofisticados y complejos, hasta enfoques de índole histórica y cultural (Ruiz, 2001). El concepto mismo tiene un origen incierto, debido a que entre algunos de sus principales exponentes teóricos no existe un claro consenso acerca de las raíces históricas del vocablo: Pudo originarse en el mundo árabe entre los siglos XV y XVI o haber surgido en Francia, en el siglo XVII (Luhmann, 2006; Douglas, 1996). De lo que sí existe un consenso claro es acerca de la importancia del término en las sociedades modernas. Para Beck (1992:21) "riesgo puede ser definido como una manera sistemática de tratar con los peligros e inseguridades inducidos e introducidos por la modernización por sí misma".
Dentro del enfoque técnico del riesgo pueden ubicarse los trabajos realizados desde diversas disciplinas cuya finalidad es calcular la probabilidad de daño (Luhmann, 2006; Beck, 1992). En esta aproximación probabilística, los científicos o expertos evalúan los riesgos como hechos objetivos, con el fin de alertar a un público lego acerca de las amenazas que le acechan. Es necesario aclarar que este enfoque, aún con sus limitantes, como sustento teórico endeble en muchos de sus estudios (Álvarez, 2008), es el más conocido en la sociedad actual (Beck, 1998).
Existe otro enfoque que entiende el riesgo como un proceso sociohistórico. En este planteamiento se ubica la llamada sociología de los desastres. Desde este enfoque, la vulnerabilidad es un elemento indispensable e indisociable del riesgo. De acuerdo con esto, el riesgo o daño resulta de la combinación "de la probabilidad de ocurrencia de eventos peligrosos y de la vulnerabilidad de los elementos expuestos a tales amenazas" (Cardona, 1993:50). Esta definición acentúa el hecho de que el evento natural no es suficiente para producir un desastre, sino que requiere de condiciones de vulnerabilidad, razón por lo cual "los desastres no son naturales" (Maskrey, 1993), tal y como los especialistas de La Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina (LA RED) establecieron. De acuerdo con esta perspectiva, el desastre es producido por un proceso sociohistórico. Como Lavell (2000:37) afirma: "Los grandes desastres se construyen sobre la historia de los pequeños. Se construyen en el contexto de procesos sociales, cambios ambientales, etcétera, que se dan al final de cuentas en localidades y zonas fractalizadas de un país o región".
El riesgo intersubjetivo será el enfoque central del presente trabajo. Diversos autores han señalado una discrepancia entre lo que evalúan los expertos y lo que estiman las personas afectadas. Según estudiosos del tema, uno de los problemas que ha dejado perplejos a los "expertos" del análisis de riesgo es por qué algunos eventos relativamente menores, según ellos, frecuentemente despiertan fuertes preocupaciones u oposiciones entre el público (Kasperson et al., 1988; Douglas, 1996). Un ejemplo de esto ocurrió a finales del siglo pasado, cuando la "comunidad nuclear" se preguntaba por qué existía una "exagerada" percepción pública de los peligros relacionados con este tipo de producción de energía (Douglas, 1996:47). Por supuesto, la fórmula puede ser invertida, ya que el público puede "atenuar" o minimizar riesgos considerados como significativos por los "expertos" (Kasperson et al., 1988:179). Esta discrepancia es un área de estudio fundamental para la prevención del daño, pues se presupone que las personas que no identifican los peligros del entorno o los juzgan inofensivos o improbables, difícilmente estarán preparadas o tendrán la actitud necesaria para hacer frente a los peligros una vez que éstos ocurran.
Sin duda alguna el término "percepción" es el más recurrente para referirse al riesgo subjetivo y que ha sido utilizado por diversas disciplinas como la geografía, la antropología, la sociología y la psicología (Slovic, 1987:281). Los psicólogos desde la década de 1950, en trabajos como los de Edwards (1954), se han interesado en cómo la gente percibe los riesgos; por esta razón, esta disciplina se posicionó inicialmente como la encargada de entender el fenómeno (Slovic et al., 2004). Este tipo de investigación se ha centrado en los procesos cognitivos que se producen cuando los seres humanos se enfrentan a riesgos. De acuerdo con Joffe (2003), el problema principal de estos modelos, centrados en las nociones de falibilidad o imperfección del procesamiento de información humana, es que al comparar los "datos duros" del conocimiento científico con el saber lego, terminan considerando al público con una falla, una deficiencia, un error intelectual o probabilístico. Sin embargo, cuando se piensa acerca de un riesgo, la persona no se limita a procesar los "datos duros", sino que también considera la carga emotiva y simbólica del peligro. Como fue establecido por Slovic (2000): "aunque la percepción del riesgo fue originalmente vista como una forma deliberativa y procesamiento de información analítica, con el paso del tiempo hemos comenzado a reconocer cómo es altamente dependiente de la intuición y de la experiencia, guiado por procesos emocionales y afectivos".
Como una alternativa a este enfoque psicométrico del riesgo está la perspectiva cultural. Según este enfoque, no hay tal irracionalidad o falta de información de las personas, pues el riesgo no es un ente material objetivo, sino una construcción colectiva de los miembros de una sociedad. Para Douglas y Wildavsky (1983), cada cultura, cada conjunto de valores compartidos y de apoyo a las instituciones sociales, se inclina a destacar ciertos riesgos y minimizar los demás. Lo anterior implica transitar de la noción de la percepción del riesgo como un juicio individual intuitivo, a un juicio moral de carácter colectivo, pues cada sociedad minimiza la percepción de ciertos peligros y enfatiza otros mediante un sesgo cultural (Douglas, 1996).
Otro enfoque que reclama no sólo el carácter subjetivo del riesgo, sino el carácter intersubjetivo del mismo, lo encontramos en las representaciones sociales. Al igual que la perspectiva culturalista del riesgo, la teoría de las representaciones sociales (en adelante TRS) no busca evaluar si la respuesta al riesgo es correcta o errónea, sino indagar el por qué y el cómo de esta respuesta. De acuerdo con Joffe (2003:68), la TRS supone que las personas construyen riesgos a través de la óptica y las experiencias de grupo, tanto en términos de la situación a la que están expuestas, como a las desgracias pasadas; es decir, la TRS examina cómo el "nosotros" entra y configura las representaciones del "yo". Para los estudiosos de la TRS, nuevos riesgos están anclados a los peligros conocidos, por lo que existen numerosos estudios que exploran las continuidades y las discontinuidades entre las representaciones actuales y pasadas de objetos sociales aparentemente similares. Por esta razón, muchos estudios de representaciones sociales enfatizan la influencia sociohistórica, más que cognitiva, en el pensamiento del riesgo (Joffe, 2003:63).
Este trabajo no tiene la intención de agotar el tema de las aproximaciones académicas sobre la intersubjetividad del riesgo. Después de todo, como algunos expertos establecen, lograr un enfoque integral es aún una tarea pendiente (Kasperson et al., 1988:180). No obstante, la falta de una aproximación holística, partiendo de la premisa empírica de que en última instancia lo que hagan o dejen de hacer las y los migrantes ante un escenario de riesgo no dependerá de los expertos sino de sus propias ideas, valores y creencias, en este estudio exploratorio se examina el riesgo desde su perspectiva.
Otra postura fundamental de este trabajo es que rechaza, al igual que la perspectiva culturalista y las representaciones sociales del riesgo, la noción psicométrica de que la falta de percepción de un riesgo se deba a un error probabilístico o cognitivo. En este sentido, indagar el motivo de sus respuestas será una tarea prioritaria. Rechazar la aproximación predominantemente cognitiva implica que también se considerarán las experiencias, las emociones y las significaciones de los migrantes. Así mismo, es importante indicar que las respuestas no se buscarán en el ámbito individual de los entrevistados, sino en las explicaciones socioculturales de la percepción del riesgo para la salud, es decir, recuperando la perspectiva social y cultural de las narrativas de los migrantes (Menéndez, 1998:38).
Área de estudio
La condición transitoria de los migrantes dificulta la tarea de obtener una cifra exacta de esta población; no obstante, la Comisión Estatal de Atención al Migrante de Sonora calculó que alrededor de 90 000 migrantes llegan cada mes a este estado (Valdez, 2007). Los migrantes se enfrentan a una región con alta variabilidad climática intraestacional, interanual e interdecadal que contribuye a fenómenos climáticos extremos como las sequías (Magaña y Conde, 2000). De acuerdo con el sistema de clasificación del clima de Köppen-Geiger, la mayor parte de la región Sonora-Arizona (Mapa 1) es clasificada cómo árida y semiárida cálida desértica (BWh y SWh). Por ende, lo anterior nos lleva a considerar que en esta región existen zonas en las que no hay abastecimiento de agua y la evaporación potencial excede la precipitación hasta zonas donde solamente hay de 38 a 76 cm anuales de precipitación (Strahler, 1973:168-169). Además, esta región es seca-caliente y se caracteriza por una temperatura media anual mayor a los 18 °C que durante el verano llega a alcanzar alrededor de los 50 °C (SMN, 2012), lo cual es un grave problema para la salud (Díaz et al., 2014).
Metodología
La técnica de recolección de datos utilizados en este trabajo fue la entrevista. El guión temático de la entrevista es el siguiente: 1) Características sociodemográficas del entrevistado, 2) experiencia migratoria en el último viaje, 3) problemas o dificultades en el último viaje, 4) opinión acerca del clima, 5) prevención y atención de enfermedades debido al clima y 6) problemas generales de salud durante el último viaje.
Los participantes fueron entrevistados en dos centros de atención a migrantes (albergues) dirigidos por asociaciones religiosas: La Casa del Pobre y del Migrante "El Buen Samaritano" de Ciudad Obregón y el Centro de Atención al Migrante Exodus, de Agua Prieta. Ciudad Obregón está enclavada en la ruta del Pacífico, la cual va desde Guadalajara hasta Baja California (Casillas, 2008). Aunque no está ubicada en la zona fronteriza, por esta ciudad pasan migrantes que van a Agua Prieta, Nogales, Altar, Caborca, San Luis Río Colorado, Mexicali y Tijuana. Agua Prieta es una ciudad fronteriza que, aparte de recibir migrantes en tránsito como Ciudad Obregón, también recibe migrantes recién deportados.
Estos centros migrantes fueron elegidos porque se conocía con anterioridad a las personas encargadas. Además, los centros de atención son los sitios ideales para entrevistar a los migrantes porque es un lugar donde se sienten seguros y están más tranquilos en su viaje, pues pueden hospedarse unos días allí.
El criterio de inclusión de las personas entrevistadas fue simplemente que fueran o vinieran de Estados Unidos; cabe mencionar que nunca se buscó una nacionalidad en particular, simplemente se acudía al patio de los centros y se invitaba a participar a la primera persona que se encontrara. Algunos datos sociodemográficos básicos de las 27 personas entrevistadas se presentan en el Cuadro 2.
Como se observa en la primera columna, 12 personas fueron entrevistadas en Ciudad Obregón y 15 en Agua Prieta. Así mismo, puede apreciarse que existe cierto balance entre el número de personas entrevistadas en un lugar y otro. Además de este equilibrio y con el fin de evitar sesgo si se hubieran hecho todas las entrevistas en un mes, éstas se efectuaron en ambos sitios durante tres meses continuos, comenzando un mes anterior al verano y terminando a mediados de esta estación (segunda columna, Cuadro 2); se entrevistó a ocho personas en mayo, diez en junio y nueve en julio, con una edad promedio de 34 años, siendo que la persona más joven tenía 20 años y la mayor 53. De éstas, 15 eran de nacionalidad mexicana, 11 hondureños y un guatemalteco, registrándose sólo una mujer, mexicana.1 Al respecto, no es que hubiera existido un rechazo de mujeres a ser entrevistadas, sino que en realidad, en los centros se observaba un muy reducido número de ellas. Las últimas tres columnas del Cuadro 2 serán discutidas en la sección de resultados.
A todas las personas entrevistadas se les solicitó su consentimiento informado verbal, reiterando el carácter voluntario de su participación y la confidencialidad de sus datos. Igualmente se les pidió permiso para audiograbar las entrevistas, que fueron transcritas posteriormente. Para construir y organizar los ejes analíticos resultantes de la información empírica se utilizó el programa NVivo, versión 10.
Por último, vale la pena aclarar que durante la conversación con los migrantes los entrevistadores nunca utilizaron la palabra "riesgo" para evitar un posible sesgo o malentendido por parte de los informantes; el estudio del riesgo se realizó en las fases de codificación y análisis de las entrevistas.
Resultados y discusión
Casi a la mitad de la conversación se preguntó a las personas entrevistadas si consideraban el clima un problema para su salud y el motivo de su respuesta. Debido a las características climáticas de la región Sonora-Arizona y al elevado número de muertes relacionadas con el calor de esta región, se esperaba que una mayoría respondiera que sí consideraban el clima -particularmente las altas temperaturas- un problema. Sin embargo, sólo nueve de los 27 entrevistados contestaron afirmativamente (quinta columna, Cuadro 2). De forma inesperada para los investigadores esta respuesta no cambió considerablemente conforme iba incrementándose la temperatura de mayo a julio, pues en los tres meses de trabajo de campo, la respuesta afirmativa siempre fue menor.
De los nueve casos afirmativos, ocho dijeron haber padecido alguna enfermedad asociada al calor (sexta columna, Cuadro 2). Del primero se supo que le "ardieron las fosas nasales" (anónimo, hondureño, 53 años, AP, junio de 2014). En el segundo caso, este problema surgió en el trayecto: "Fiebre, a mí me agarró fiebre, un chingo de calor, calentura" (anónimo, hondureño, 23 años, CO, junio de 2014); cuando se le preguntó a este último si la calentura se debía a la gripa, respondió: "No, por el calor, veníamos arriba [del tren], puro fierro y arriba un calorón". Y uno más contó que se había deshidratado durante su corta estancia en Mexicali, donde esperaba cruzar la frontera (anónimo, mexicano, 42 años, CO, julio de 2014).
Las cinco personas restantes habían tenido una experiencia distinta en su cruce por lugares inhóspitos de la frontera Sonora-Arizona: tres de ellas por el Desierto de Altar (véase Sásabe en Mapa 1) y dos por la región de Agua Prieta. Una de ellas, entrevistada en Agua Prieta y que recién había cruzado por Sásabe, dijo que el clima sí fue un problema para su salud: "Porque está muy exagerado el calor, uno que no está impuesto, más que nada se debilita uno con el calor siempre". Y agrega más adelante: "Nos deshidratamos ahí, bien asoleados, y más que nada bien acabados casi, porque todo el power se fue a la roña porque nos dio para abajo el sol pues, siempre se debilita uno" (anónimo, mexicano, 20 años, AP, mayo de 2014).
Al momento de cruzar la frontera por Sonora-Arizona, el problema no es únicamente el calor, sino la combinación de éste con otros elementos físicos, quedando claro en la experiencia narrada por un migrante entrevistado en Agua Prieta que había cruzado por esa región:
Porque no tomaba agua, o sea, a lo que voy, vas caminando y tu boca va seca pues, no sudas, pero tu boca con el aire se va resecando, y la garganta, y la tos, y se te va cerrando, y ya por la tarde pues sí hace calor, empieza a salir el sol, pero en la tarde o sea, lo que es el día, tú estás durmiendo, descansando, pero sí hace calor, y ya en la noche cuando ya se empieza a meter el sol, como allá es puro cerro, se mete el sol un poquito más rápido, se esconde, empieza como de eso de las 6 o 7, ya se empieza a correr un viento pero fuerte, resoplante, es el que también te agobia mucho pues, te acaba, y como andas arriba en el cerro, no pues peor arriba (anónimo, mexicano, 27 años, A P, mayo de 2014).
Haber experimentado el peligro de morir al cruzar por lugares inhóspitos deja una profunda impresión en estas personas. El migrante de la cita anterior era un deportado que intentaba volver a Estados Unidos para estar con su hijo de nueve años, y tuvo que caminar durante varios días por la región de Agua Prieta, se torció el tobillo y fue abandonado por su grupo, por lo que estuvo al borde de la muerte. Sobre cómo quedó después de ese duro suceso, narró lo siguiente:
todavía siento que mi espíritu anda allá, todavía me imagino los montañones ahí solo, acostado nomás viendo en la noche, tres noches acostado nomás pensando pues en mi papá, en mi familia, en mi hijo. Y no, o sea, sí lloré allá, sí llegué a llorar, a la segunda noche sí lloré, sí llegué a llorar porque digo: Ya me voy a morir. No encontraba la salida, no la encontraba, pero yo sentía que como que algo me decía: Párate, todavía puedes caminar. Y hasta que encontré la salida.
De esto último, pueden sustraerse dos interpretaciones interesantes. En primer lugar la referencia cruda, tajante, a la posibilidad de la muerte en medio de la nada, y al mismo tiempo, la manera en que encontró fuerza física y emocional para salir avante. En el intersticio de este proceso psicoemocional frente a la amenaza, nuestro informante hace un reconocimiento sobre su fragilidad emocional al decir: "Sí llegué a llorar". Dicha expresión la hace sin tapujos, en el entendido de que está subvirtiendo una normativa social que dicta que "los hombres no lloran". Tal experiencia migratoria, en este caso extenuante, dramática y extrema, hizo que el entrevistado hiciera una apertura emocional poco común en los varones. Así, el gradiente ambiental figuró como factor decisivo para su experiencia, además de reconocer el grado de peligro, en su caso las altas temperaturas.2
El caso restante, un migrante hondureño que mientras estaba preso por haber entrado por cuarta vez de forma indocumentada a Estados Unidos se enteró de que un amigo había fallecido (séptima columna, Cuadro 2), afirmó que el clima era un problema, pero que él no había experimentado alguna enfermedad. Sobre esto expresa: "Lo encontraron muerto en el desierto. Lo único ahorita, el peligro que tenemos es del desierto, caminando da calor, porque mi amigo se vino para esta temporada y sólo vino a morir" (anónimo, hondureño, 26 años, CO, mayo de 2014).
El hecho de que los nueve entrevistados que consideraron el clima un problema para su salud hayan tenido una experiencia de este tipo o un tercero cercano, revela una asociación entre la percepción y la experiencia previa. Sin embargo, el haber enfermado de calor o saber de otros que enfermaron por esta causa, no siempre fue razón suficiente para considerar el clima un problema para su salud. Tal es el caso de un migrante entrevistado en Ciudad Obregón que iba rumbo a Mexicali, quien narró que dos años antes se había desmayado en Sonoita, Sonora. Comentó que el Grupo Beta les auxilió a él y sus acompañantes:
El Grupo Beta se los llevó a ellos para la Casa del Migrante y dos de los del grupo Beta se quedaron conmigo ahí. Luego cuando me levanté como a las cinco horas volteo a ver y pues volteo a ver al doctor y estoy en un hospital y dije yo: ¿Qué pasó?, ¿dónde estoy?, les digo yo. Estaban los muchachos de anaranjado, un pantalón como gris, me parece. ¿Qué pasó?, les digo, ¿dónde estoy? "Estás en el hospital, estás grave, estás enfermo, te deshidrataste". Ok, con razón me siento mareado, me siento mal. Sí, les digo, me siento mal, la cabeza siento que me da vuelta, siento que todo esto da vuelta no sé qué me pasará. Y pues ya llegaron a chequearme y todo pues que te deshidrataste, llegaron a ponerme suero, suero y suero y a tomar medicina (anónimo, hondureño, 21 años, CO, mayo de 2014).
A pesar de la dura experiencia, este migrante no considera el clima un problema para su salud. Cuando se le preguntó el por qué de su respuesta, dijo que el clima era "un poco fresco" en comparación con su ciudad de origen, en Honduras.
Es difícil decir con certeza por qué 18 personas no consideraron el clima un problema para su salud. Posiblemente para los estudiosos de la percepción desde un enfoque psicométrico la respuesta de este grupo de migrantes se deba a una falta de conocimiento o a un error cognitivo del peligro. Sin embargo, de acuerdo con los enfoques socioculturales del riesgo, resulta fundamental indagar la razón de estas respuestas: qué experiencias, ideas y emociones hay detrás de este aparente desconocimiento (Joffe, 2003). Los migrantes no son simples individuos receptores de información sino que, como grupo, han tenido eventos y vivencias que pueden explicar su percepción -o falta de ella- ante el peligro climático.
La mejor herramienta con la que se contó para examinar lo expuesto en el párrafo anterior, son dos preguntas abiertas formuladas al inicio de la entrevista. Estas preguntas fueron diseñadas para tener la oportunidad de conocer, antes de pasar al tema del clima y su salud, cuáles eran sus preocupaciones y problemas experimentados. Una pregunta fue sobre los problemas previstos antes de emprender el trayecto y otra sobre los problemas surgidos durante el viaje. Las respuestas a estas cuestiones (Cuadros 3 y 4) resultan de gran valor para entender por qué el clima no fue considerado un problema. Las respuestas a la pregunta sobre qué problemas o dificultades pensaron que tendrían durante el viaje antes de salir de su lugar de origen, se muestran en el Cuadro 3.
Se encuentra que, en primer lugar, los migrantes mencionaron los secuestros o asaltos por parte de grupos delictivos. Por ejemplo, un migrante respondió:
Se escucha mucho de los problemas que hay en los trenes, en las estaciones de los trenes, que vienen muchos extorsionadores y muchos pandilleros, que hay en las vías de los trenes mucho "bajador". Y ese era mi temor y sí salieron, salieron ahí en Medias Aguas en Veracruz, porque ahora le están cobrando a la gente para subir al tren una cuota de 100 dólares y si no lo tienen no lo dejan subir al tren. O si subes sin permiso te andan tirando del tren, pero uno como sea se la tiene que rifar, porque de dónde va a sacar 100 dólares uno, pues digo yo que sería rico con 100 dólares en ese momento (anónimo, hondureño, 44 años, AP, julio de 2014).
En segundo lugar, están quienes respondieron que no pensaron en algún problema o dificultad al momento de salir. Por ejemplo, un migrante comentó: "Pues la verdad no pienso, nomás pienso en pasar y mi pensamiento es que va a salir todo bien según yo, no pienso" (anónimo, mexicano, 30 años, AP, junio de 2014).
Tercero, están los entrevistados que previeron como dificultad su detención por parte de autoridades mexicanas. Llama la atención que este problema haya sido más mencionado que la detención por autoridades estadounidenses, lo cual podría pensarse que es uno de los principales problemas a enfrentar.
Así mismo se puede observar que dos personas mencionaron la muerte como un problema o dificultad. Una de ellas expresaba esta inquietud:
Pues lo que le preocupa a uno es la muerte, viene decidido a todo uno, hasta perder la vida en el camino. Uno no sabe si ese tren nos hace pedazos en el camino, es que uno en el tren se viene y algunos que los avientan del tren y ni saben su familia de ellos, quién los tiró ni nada, quién los avienta del tren, no se da cuenta la familia. Ahí se muere, ahí, ya no saben nada (anónimo, hondureño, 39 años, Ciudad Obregón, junio de 2014).
Lo que este migrante expresa es algo que podría considerarse un riesgo aceptado. A diferencia de los casos donde existía cierta desatención del peligro, él parece estar consciente de ello, incluso sabe que puede derivar en la muerte, a la que se enfrenta durante el trayecto.
No obstante, en las respuestas presentadas influyó lo ya experimentado durante el viaje y vuelve muy difícil saber lo que ciertamente pensaban al salir. Pero esto no es lo importante, ya que lo significativo de estas respuestas es que ninguno mencionó que preveía el clima como un problema al momento de emprender el viaje. Es de notarse que no mencionaron esta previsión, incluyendo aquellos nueve que durante la entrevista contestaron que consideraban el clima un problema para su salud. Con la información del Cuadro 3 también queda claro que los problemas o dificultades previstas por los migrantes estaban más relacionadas con la violencia e inseguridad: Secuestros, asaltos, muertes violentas, detenciones, etcétera.
Para reforzar esta información ahora revisaremos las respuestas obtenidas a la pregunta sobre los problemas o dificultades que surgieron durante el trayecto (Cuadro 4). Como es claro, ésta ya no es una pregunta acerca del riesgo percibido, sino del daño de facto. Es necesario aclarar que aunque la pregunta se refería a lo ocurrido en el último viaje, las y los migrantes espontáneamente también aludían a experiencias pasadas, lo que también resultó de vital importancia para este trabajo, pues indican el contexto que perciben y experimentan.
En el Cuadro 4 se observa los problemas ocurridos únicamente durante el trayecto, no en el lugar de origen o destino, que también fueron diversos. Ocho personas mencionaron la extorsión o el maltrato por parte de policías mexicanos durante sus viajes: A cuatro de ellos les pidieron dinero para dejarlos pasar (en algunos casos 100 pesos y en otros hasta 300), a dos de ellos los golpearon y a dos más los intentaron extorsionar porque los confundieron con centroamericanos, pero gracias a que traían identificación demostraron su ciudadanía mexicana.
Aunque la falta de dinero es una constante entre los migrantes, sólo seis personas lo mencionaron como uno de los problemas principales. Cuando esto sucede se recurre a los albergues, se busca un trabajo temporal o ambas cosas. Por ejemplo, una pareja hondureña que viajaba con dos hijos pequeños tuvo que trabajar un tiempo en Monterrey porque se les había acabado el dinero, por lo que él trabajó descargando camiones en el mercado de abastos y ella como mesera. Estuvieron en esa ciudad alrededor de dos semanas, viviendo unos días en un hotel y otros días en un albergue (anónimo, hondureño, 44 años, AP, julio de 2014).
Otras cinco personas mencionaron la hostilidad de la población como un problema. Esta hostilidad fue desde "miradas raras" y frases ofensivas, como cuando iban a pedir trabajo y les decían: "No, no, ahorita no hay, lárguese" o "Aquí te vamos a llevar con la migra para que te lleve", llegando incluso a agresiones físicas, como relató un migrante, quien después de trabajar por una semana en un taller de Ciudad Juárez, el dueño del taller no le pagó y aparte lo golpeó. Fue así que cuando se le preguntó sobre su oficio y experiencia de hostilidad hacia su persona, contestó:
Pintor, y ya trabajé una semana y así, y el dueño agarró un tubo y me pegó en la espalda y me dijo que si yo no me iba del taller iba a llamar a la policía para que me metieran preso. Pero no lo hice por miedo a mí, yo tengo mis papeles que me avalan, que yo tengo trámites hechos aquí y migración no me puede agarrar mientras no salga algo allí de producción para mí, para el otro moreno sí, él no tenía papeles (anónimo, hondureño, 40 años, AP, julio de 2014).
De igual manera, cinco personas mencionaron que el problema principal fue el peligro de muerte durante el cruce de la frontera por un lugar inhóspito. Tres de ellas habían cruzado recientemente y dos lo habían hecho en viajes anteriores. Respecto a este tipo de problema se narraron dos testimonios al inicio de esta sección.
Tres personas dijeron haber sido asaltadas en el tren, una de ellas durante el trayecto de Empalme a Ciudad Obregón, quien al momento de la entrevista, tenía una rodilla enyesada y usaba muletas para apoyarse. Se trataba de un migrante deportado seis meses antes, quien al decidir volver a su lugar de origen, en el centro de México, resolvió hacerlo por tren para ahorrarse 2 700 pesos. Según reflexiona, ese fue su error, debido a que en Empalme se subieron cinco "chavos" en un vagón contiguo. El tren avanzó y comentó que él y un compañero de viaje se sentían seguros hasta que, casi llegando a Ciudad Obregón, el grupo de "chavos" se pasó al vagón donde se encontraban ellos. Después de insultarlos, amenazarlos con un cuchillo y golpearlos a puñetazos, les quitaron sus pertenencias. Al final, ya casi llegando a Ciudad Obregón, los arrojaron del tren por la puerta del vagón cuando éste todavía iba veloz (mexicano, 27 años, CO, julio de 2014).
Tres personas más fueron secuestradas en viajes pasados. Uno fue secuestrado por unas horas en Tamaulipas, lo golpearon, le preguntaron de dónde venía y luego lo dejaron libre (mexicano, 41 años, CO, mayo de 2014). Otro más fue secuestrado en Matamoros. Dijo que a sus familiares les pedían 3 000 dólares y a cambio lo iban a cruzar a Estados Unidos; comenta que sí pudieron pagar su rescate y el grupo delictivo sí cumplió con cruzarlo (mexicano, 42 años, CO, julio de 2014). Con otro migrante, el mismo que fue arrojado del tren, se sostuvo el siguiente diálogo:
Entrevistador (E): Entonces de Sonora no tienes buen recuerdo que digamos.
Migrante (M): Eso y la mafia una vez que me quisieron levantar, más bien me levantaron, pero eso fue en Sufragio, ahí llegó una camioneta, uno viene con la ilusión de una chamba y todo. Llegó la camioneta: "¿Hey, no quieren chamba?". No... si a eso vengo, venía para arriba.
E: ¿Pero para qué agarraste el trabajo si ya tenías dinero?
M: Para acoplarme. Dije, si aquí trabajo, me quedo unas dos, tres semanas. Y así fue, me subí a la camioneta y me fueron a internar a la sierra, con unos batos cuernudos, que andaban blindados, y me llevaron a cortar marihuana; nos tenían ahí, pero la multitud de gente que tienen ahí eran migrantes, puro que van y levantan (mexicano, 27 años, CO, julio de 2014).
Sufragio, Sinaloa, también fue el escenario de un asesinato, según relató un migrante. El entrevistado narró que tuvieron que detenerse en esa localidad, pues el tren hace allí una parada rigurosa. Él y sus acompañantes aprovecharon para ir a bañarse al río, y en lo que salió a hacer "un mandado", cuando regresó ya no vio a su amigo, por lo que preguntó a sus demás acompañantes a dónde se había ido, a lo que respondieron que había "agarrado" para cierto lugar con alguien que no conocían. Después narra lo siguiente:
Sí, dijo, allá agarró con un mexicano, ¿qué onda? Y les digo yo: Todavía les dije, que nadie se moviera de aquí, aquí yo iba a llegar e iba a estar. Y resulta que nunca regresó, ya cuando nos quisimos montar al tren ya no estaba, ya lo habían matado, y luego como a 15, 20 minutos de Sufragio que camina el tren que se para y yo me bajo del tren: ¿Qué está pasando, qué onda? Como a seis vagones de donde veníamos nosotros lo estaban quemando, lo quemaron y lo tiraron. Y cuando voy a ver y que me dicen los guardias: "No, no pasa nada, fue una llanta que se está quemando". Voy a subirme a ver, le digo, todavía tenía la cara buena, los que venían conmigo: Miren lo que les dije, vayan a ver lo que está ahí. Aquí lo mataron y lo quemaron, no sé qué pasaría (hondureño, 21 años, CO, mayo de 2014).
El migrante que relató este episodio fue quien en un viaje pasado se desmayó en Sonoita y fue hospitalizado. Como se refirió anteriormente, a pesar de haber enfermado por calor excesivo dijo que no consideraba el clima un problema para su salud. Esta aparente incongruencia puede ser explicada a la luz de este evento dramático, ocurrido antes de la entrevista: Para alguien que había sido testigo del asesinato de su amigo pocos días atrás es entendible que el clima y las altas temperaturas representan una preocupación menor. A lo largo de la experiencia migratoria se van construyendo y redefiniendo significados de orden vital; es decir, presumimos que el episodio descrito provocó una resignificación de la muerte y, por ende, de los peligros de emigrar.
Como demuestran los Cuadros 3 y 4, la percepción del peligro no está puesta en el clima ni en las altas temperaturas, sino más bien en la violencia e inseguridad que padecen en su recorrido por México. Para ilustrar esta problemática bastan los siguientes datos: En 2009, la Comisión Nacional de Derechos Humanos documentó 9 758 secuestros de migrantes y en 2011 documentó 11 333 (CIDH, 2013). Esta problemática no nace del vacío, más bien es una consecuencia de la estrategia del gobierno mexicano para controlar el flujo migratorio procedente de Centroamérica, la cual obliga a los migrantes a buscar las rutas más inhóspitas e inseguras con el fin de evadir a las autoridades migratorias (Casillas, 2008). Por desgracia, no se prevé un cambio de esta política en el corto plazo, pues en julio de 2014 el gobierno mexicano puso en marcha el Programa Frontera Sur, que va en esa misma dirección.
Los autores proponemos que las vivencias y percepciones de peligro -ya no enfocadas en la frontera sino en el territorio mexicano- pueden ser consideradas como una externalización de la medida "prevención por disuasión". Para entender nuestro argumento, lo primero que hay que recordar es que la externalización de la frontera consiste en establecer controles migratorios en terceros países buscando frenar el flujo lo más cercano al lugar de origen de los migrantes (Koff 2014). Por otra parte, como fue establecido por Cornelius (2001), la estrategia "prevención por disuasión" buscaba desalentar a los migrantes de viajar a Estados Unidos por las dificultades que representa cruzar su frontera con México. Como ha sido comprobado en este estudio, la violencia en el territorio mexicano es una preocupación primordial para los migrantes. Esto puede disuadirlos de emigrar desde su lugar de origen hacia Estados Unidos, ya no sólo por el temor de cruzar la frontera estadounidense, sino, principalmente, por el temor de atravesar México. Por esta razón, y basados en nuestros resultados, argumentamos que lo que está ocurriendo puede considerarse una externalización de la frontera de dicha medida.
De acuerdo con Douglas (1996), cuando una amenaza es ocasionada por la "naturaleza", hay un menor sentido de injusticia que cuando es de origen social, lo que atenúa la percepción de peligro. Como se ha dicho, la estrategia "prevención por disuasión" arrojó a los migrantes a cruzar "barreras naturales", y aunque es claro para algunos expertos que el riesgo en la frontera norte de México fue socialmente construido por las políticas migratorias de Estados Unidos (Cornelius, 2001; Rubio-Goldsmith et al., 2006), finalmente son los elementos naturales (desiertos, montañas, clima, fauna) la causa del daño. En cambio, la violencia que padecen los migrantes en el territorio mexicano evidentemente es de origen social, lo que puede asociarse con un mayor sentido de injusticia e igualmente de mayor peligro percibido. De tal forma que, quizá sin pretenderlo, lo que ocurre en México con los migrantes permite una exculpación de la responsabilidad de las políticas migratorias de Estados Unidos, que crearon peligros "naturales", y una inculpación de la sociedad mexicana, donde se producen peligros de origen social.
Conclusiones
Aunque las altas temperaturas son una amenaza para la salud de la mayor parte de los habitantes de la región Sonora-Arizona, los migrantes -quienes en busca de trabajo cruzan por esta región con destino a Estados Unidos- están especialmente expuestos al clima debido al tiempo excesivo de permanecer en ambientes extremadamente cálidos bajo condiciones precarias. Sobre este grupo, se sabe que de 2001 a 2013 murieron 2 184 personas en la zona fronteriza del sur de Arizona, y que de ellas, tres cuartas partes perecieron por hipertermia, golpe de calor o deshidratación.
Sin embargo, en este trabajo hemos encontrado que existe una aparente atenuación o minimización del riesgo climático, pues únicamente una tercera parte consideró el clima un problema para su salud. Esta atenuación podría ser calificada por ciertos enfoques como falta de conocimiento o error probabilístico de los individuos. No obstante, al dilucidar el por qué de estas respuestas en su conjunto, desde sus previsiones y experiencias antes y durante el trayecto migratorio, como lo sugieren los enfoques socioculturales de percepción del riesgo (Douglas, 1996; Joffe, 2003), resulta claro que esta minimización se debe más bien a una saturación -y su consecuente priorización- de peligros y problemas que padecen en el viaje. En un territorio mexicano en el que, aparte de ser deportados pueden ser secuestrados, extorsionados, lesionados o asesinados, las altas temperaturas y las condiciones climáticas en general son percibidas como un peligro menor o no prioritario.
Esta percepción del riesgo es reflejo de una construcción sociohistórica producto de la interacción de factores que rebasan los elementos puramente individuales. Ello se expresa en dos niveles; en primer lugar a nivel intersubjetivo, es decir, la manera en cómo las y los migrantes internacionales comparten maneras de prever y entender los factores medioambientales a partir de procesos simbólicos y sociales. El segundo nivel se refiere a la interacción de factores sociopolíticos, la cual se manifiesta a través de la redistribución de peligros y como una externalización de la frontera en cuanto a la medida "prevención por disuasión".
Retomando a Douglas (1996), argumentamos que en la percepción de peligros puede actuar un "filtro" cultural, asociado con la noción de lo que es justo o injusto, para priorizar cuáles son de mayor gravedad que otros. Además del elevado número de delitos hacia los migrantes, éstos tienen el agravante de que sufren peligros de origen social, mientras que en el espacio de riesgo construido en la frontera Sonora-Arizona, son "las barreras naturales" las que enferman y matan a los migrantes, atenuando con esto el sentido de injusticia y la responsabilidad de una política migratoria letal.
En suma, como se observa en los datos de Humane Borders (2014) y en lo que ha sido documentado por expertos (Cornelius, 2001; Ruiz, 2001; Alonso, 2013, entre otros más), la zona fronteriza Sonora-Arizona es un peligro constante para los migrantes. Lamentablemente, para buena parte de ellos es un peligro imperceptible, pues otras amenazas han aumentado, en particular la violencia hacia ellos en el territorio mexicano. Si se quiere que el riesgo climático de la frontera norte de México sea percibido y sobretodo prevenido, urge atender la inseguridad desbordada en contra de los migrantes en México.
Por último, habría que añadir que los peligros pueden existir y reproducirse debido al contexto de vulnerabilidad en el que los migrantes viajan, agravado a su vez por políticas migratorias hostiles de México y Estados Unidos. Como Ruiz ha indicado, el peligro que viven "deriva de la vulnerabilidad de los migrantes y de su falta de recursos, que los imposibilita para conseguir una visa para ir a Estados Unidos, tomar un transporte seguro en vez del tren carguero o tener un lugar invulnerable donde hospedarse al cruzar la frontera internacional" (2001:268). Como bien ha sido establecido por expertos de la gestión del riesgo (Cardona, 1993; Wilches-Chaux, 1993; Lavell, 2000), ante la ausencia de vulnerabilidad, lo que ahora consideramos peligro o espacios de riesgo, no serían tales.