Introducción
Estudios precedentes han abordado los efectos de las remesas económicas en las familias transnacionales ecuatorianas (Bertoli y Marchetta, 2014; Calero, Bedi y Sparrow, 2009; Mata- Codesal, 2016; Vasco, 2013), o la influencia de las remesas sociales en las comunidades de origen (Parella Rubio y Cavalcanti, 2006). En esta investigación se analiza el rol de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en la gestión de las remesas emocionales (Katigbak, 2015), aspecto sobre el que no se han encontrado evidencias. Se analiza la cultura de vínculos (Diminescu, 2008) de un grupo de migrantes ecuatorianos residentes en España, familiares de migrantes que permanecen en Ecuador, y migrantes que regresaron a Ecuador mientras parte de su familia continúa en España, contrastando, con ello, las experiencias de los diversos actores.
En los procesos migratorios las remesas han jugado un rol protagónico, debido a las causas y los efectos que tienen entre quienes migran y aquellos que residen en el lugar de origen. De manera común, son concebidas como algo que se envía y se recibe (Real Academia Española, 2021). En el campo económico se circunscriben al dinero como componente material y tangible que fluye a través de canales formales e informales (Fondo Monetario Internacional, 2009). Mientras que para Levitt (1998) las remesas sociales, simbólicamente, están ligadas a la difusión cultural mediante ideas, comportamientos, identidades y prácticas que circulan entre migrantes y no migrantes.
Paulatinamente, han surgido análisis acerca de remesas culturales (Flores, 2005), remesas sagradas (Garbin, 2019), remesas políticas (Krawatzek y Müller-Funk, 2020; Tabar, 2014) o remesas profesionales (Sun, 2016). Este espectro da cuenta de planteamientos que, desde nociones metafóricas, abordan diversas aristas presentes en los procesos migratorios que posibilitan entender los entresijos de las cambiantes dinámicas familiares transnacionales.
Katigbak (2015) amplía la conceptualización de las remesas para ubicarlas en el terreno de las emociones. Para ello, toma como referente la propuesta de Folbre (2001) sobre el corazón invisible, que representa los valores familiares de amor, obligación y moralidad. Se reconoce que las dinámicas de ser y hacer familia no solo requieren de la producción y la distribución de recursos simbólicos y materiales, sino también de sentimientos. Cualquier envío que se realiza entre el origen y el destino está signado por la integración de las emociones compartidas entre los miembros de la familia; estos envíos abarcan tanto objetos materiales como valores socioculturales y manifestaciones emocionales. Analizar la dimensión emocional posibilita el entendimiento de la realidad social de los actores migratorios (López Fernández, 2020), ya que las emociones constituyen un componente fundamental de las dinámicas familiares.
A menudo, en el envío de remesas emocionales, los involucrados interpretan los intercambios materiales y sociales como signos de amor y preocupación, debido a que no están desprovistos de significados y sentimientos (Katigbak, 2015). En ese escenario, los procesos de comunicación son gravitantes ya que actúan como indicadores de la continuidad relacional y afectiva que sostienen las familias transnacionales, o como señales que dan cuenta de su ruptura (Peñaranda Cólera, 2010).
El objetivo de esta investigación es analizar las maneras en que los migrantes y sus familiares no migrantes gestionan la separación física mediante las remesas emocionales que circulan por los canales de comunicación que ofrecen las TIC con el propósito de mantener y fortalecer su sentido de pertenencia, desde la obligación y la responsabilidad moral que impone en la familia la cultura de los vínculos, y cómo esto condiciona las subjetividades en las que transcurre la cotidianidad familiar transnacional. En consecuencia, se analizan las intersecciones entre migración, comunicación y emociones.
Familia, migración y remesas
En algunos casos, el hecho de que uno o varios miembros de una familia migren se relaciona con el deseo de mejorar la calidad de vida de quienes permanecen en el lugar de origen (Ivlevs, 2015). Como resultado, en determinadas circunstancias las remesas monetarias se convierten en indicadores de las relaciones intrafamiliares (Guarnizo, 2003). En este sentido, una parte significativa de los análisis en torno al tema se han centrado en el rol activo de los migrantes como soporte económico de sus familias (Carling, 2014).
Los estudios sobre las remesas económicas han mostrado que éstas no siempre se traducen en ahorros, pues sirven para satisfacer necesidades básicas en las comunidades de origen (Arroyo y Corvera, 2003), se gastan como un salario más (Canales y Montiel Armas, 2004), refuerzan las expectativas y mejoran los estilos de vida (Schmalzbauer, 2004), provocan transformaciones en las relaciones de género (Tapia Ladino y Gonzálvez Torralbo, 2013), o financian emprendimientos (Martinez, Cummings y Vaaler, 2015).
Los migrantes, además del apoyo financiero que envían (Mazzucato, 2011), también crean con sus familias circuitos de afecto, cuidado y comunicación (Hondagneu-Sotelo y Avila, 1997; Parella, 2007). Aunque el envío de dinero adquiere una dimensión moral que, en el imaginario migratorio, contribuye a la construcción del “buen” padre, madre, hija, hijo, hermana o hermano (Simoni y Voirol, 2020), en esa catalogación también intervienen sentimientos de amor, abnegación, culpa y sacrificio que, de manera inherente, se asocian con la migración (Huennekes, 2018).
Para Simoni y Voirol (2020) el envío y la recepción de remesas se enmarca en los valores y las prioridades que configuran a los migrantes como seres sociales que mantienen obligaciones y expectativas hacia las personas que para ellos son importantes, es decir, su familia. La migración esta asociada con el trabajo emocional de cuidar o “tener afecto y preocupación por el otro y trabajar en la relación entre uno mismo y el otro para asegurar el desarrollo del vínculo” emocional [traducción propia]1 (Lynch y McLaughlin, 1995, p. 256-257).
En este contexto, la familia suele estar definida por un conjunto de relaciones interdependientes cuyo fin es la reproducción primaria mediante “la socialización, seguridad, afecto, disciplina o subsistencia material” y que se organiza gracias al “manejo del espacio, del tiempo, del parentesco sanguíneo y/o político, el poder y la autoridad”. Ante la migración es habitual que, debido a la dicotomía entre proximidad y distancia geográfica, se la conceptualice como familia trasnacional (Gonzálvez Torralbo, 2016, p. 2).
Una familia es trasnacional cuando sus miembros viven separados durante largos períodos de tiempo, pero pese a la separación física, son capaces de mantener vínculos que los hacen sentir parte de una unidad y perciben el bienestar compartido de la familiaridad (Bryceson y Vuorela, 2002). Las distancias geográficas no limitan, en términos emocionales y de confianza, el mantenimiento subjetivo de estrechas relaciones de parentesco (Zontini, 2006).
Esto es posible porque, desde una dimensión afectiva, las familias transnacionales mantienen fuertes lazos asociados con la reciprocidad y la solidaridad (Putnam, 2001). Estos vínculos no se construyen con independencia de los sentimientos de pertenencia que identifican a los miembros como una familia. Las relaciones que entretejen se ven mediadas por la intensidad de las conexiones que sostienen los migrantes con sus lugares de origen y por las respuestas que obtienen de sus seres queridos (Comas d’Argemir y Pujadas Muñoz, 1991).
Aunque la migración conlleva costos emocionales (Schmalzbauer, 2004) y altera las dinámicas de convivencia de la familia, sus integrantes actúan dentro de un sistema de obligaciones y deseos basados en la reciprocidad, lo que ocasiona que, a la distancia, tengan que renegociar las relaciones íntimas (Huennekes, 2018). Como sostiene Alonso (citado en Parella, 2007), las relaciones familiares no se anulan ni se disuelven, se reformulan y ponen en evidencia la flexibilidad y la capacidad adaptativa de la familia transnacional.
Las remesas emocionales
La renegociación de las relaciones íntimas puede entenderse mediante las remesas emocionales o los sentimientos positivos (amor, solidaridad o agradecimiento) y los negativos (decepción, resentimiento, ingratitud o culpa) que circulan entre las familias transnacionales (Katigbak, 2015).
En la multiplicidad de relaciones y correspondencias emocionales que se dan entre estas familias, los intercambios reconfiguran la unidad familiar a la vez que la consolidan (McKay, 2007) porque el amor no tiene un carácter fijo, es un recurso renovable que crea más de sí mismo (Hochschild, 2008). Al no compartir un espacio físico, las familias deben encontrar nuevas formas para reforzar su conexión afectiva (Pribilsky, 2004). También se ven envueltas en tensiones y conflictos que forman parte de las dinámicas que, en general, definen a las familias, pero que pueden acentuarse por las distancias geográficas que las separan (Parella, 2007).
El envío y la recepción de remesas emocionales están cifrados por las obligaciones y los compromisos aceptados en la familia, lo que implica evaluar lo que se concibe como moralmente aceptable (Gowricharn, 2004); se crea la necesidad de mostrar los sentimientos considerados apropiados y se reprimen u ocultan los sopesados como inadecuados (Bryceson y Vuorela, 2002). En el afán por funcionar como familia, se genera la obligación moral de mantener el contacto (Simoni y Voirol, 2020).
La separación física crea condiciones que debilitan los vínculos afectivos, pero las remesas emocionales permiten que los migrantes mantengan conexiones con sus lugares de origen, pues actúan como mecanismos que minimizan o eliminan el riesgo de que sus familias los olviden. Así mismo, funcionan como símbolo de recuerdo que prepara para futuros reencuentros o retornos (Katigbak, 2015). En este escenario, la comunicación y sus diversos medios juegan un rol importante al promover que esas conexiones sean posibles.
Comunicación y cultura de vínculos
Entre los factores que contribuyen a que, más allá de las distancias, se conserven los lazos familiares, están las herramientas de comunicación. Éstas facilitan la transferencia de las remesas emocionales debido a que los sentimientos de identidad y de pertenencia se ven desafiados y deben ser constantemente renegociados, porque a lo largo de los procesos migratorios las emociones se transforman y evolucionan (Boccagni y Baldassar, 2015). La comunicación posibilita o dificulta la manifestación de esas emociones.
De acuerdo con Portes y DeWind (2004), en épocas remotas, sin importar lo comprometidos que estuvieran los migrantes con sus familias, no podían enviar dinero, visitarlas o comunicarse asiduamente con ellas, porque las condiciones coyunturales y tecnológicas no lo facilitaban. Esto generó que se percibiera a los migrantes como sujetos desarraigados que se veían obligados a cortar los vínculos con sus comunidades de procedencia (Sayad, 2010).
En las últimas décadas, de acuerdo con diversas circunstancias, estos supuestos han sido rebatidos, a partir de lo que Diminescu (2008) identifica como migrantes conectados. La autora explica que, mediante la apropiación de las TIC, las personas viven sus experiencias desde la capacidad que adquieren para mantener vínculos “virtuales”. La conectividad tecnológica crea condiciones para reestructurar las relaciones familiares, relativizando la ausencia y la lejanía. Esto ha contribuido a una nueva gestión de las remesas emocionales que anteriormente era impensable.
Así es como emerge la cultura de vínculos, mediante la cual los migrantes desarrollan redes, actividades y estilos de vida entre su país de procedencia y el de acogida (Diminescu, 2008) para continuar participando en las dinámicas familiares en sus comunidades de origen, independientemente del lugar en el que viven (Komito, 2011). La cultura de vínculos o los mecanismos que adoptan las familias transnacionales para mantener las relaciones afectivas, ha estado latente en diversas experiencias migratorias. Para establecer dinámicas de co-presencia, es decir, sentir la presencia de los otros o tener la sensación de percibir y ser percibidos (Baldassar, 2008), migrantes y familiares han recurrido a los medios de comunicación que han estado a su alcance.
A lo largo del devenir migratorio, en la búsqueda por adaptarse a nuevos contextos y atenuar la ausencia, las familias transnacionales han activado estrategias de comunicación para reafirmar la continuidad relacional y negociar su afectividad gracias a diferentes medios y prácticas. Desde el intercambio epistolar -marcado por la asincronía entre emisión y recepción, con el implícito conocimiento a destiempo de ciertos acontecimientos y con reacciones emocionales desfasadas (Thomas y Znaniecki, 1996)- hasta el teléfono que, mediante la comunicación simultánea, aporta intimidad y acrecienta las sensaciones de cercanía (Wilding, 2006).
Por ejemplo, Asis (2002) evidencia cómo las migrantes filipinas, mediante cartas y llamadas, procuraron sostener un sentido de conexión constante con sus hijos. Richman y Rey (2009, p. 153) encontraron que los migrantes haitianos “escribían” los mensajes “oralmente” en casetes que enviaban a sus familias, lo que les permitía recrear ciertos estados emocionales. Madianou y Miller (2011) señalan que, por casi dos décadas, cartas y casetes fueron los medios usados por familias filipinas para reproducir la cotidianidad en origen y destino. Nedelcu (2017) apunta que los padres de migrantes rumanos desarrollan habilidades tecnológicas para interactuar con hijos y nietos.
En cuanto a los migrantes ecuatorianos, Carrillo Espinosa (2010) muestra los significados asignados a las fotografías, cuyas imágenes reforzaban el sentido familiar, renovando su presencia- ausente en la vida de sus familias. Leifsen y Tymczuk (2012) indican que la necesidad de mantener contacto con los hijos, en España se estableció el uso frecuente de servicios proporcionados por locutorios2 para realizar llamadas, enviar correos electrónicos y mantener contacto visual mediante cámaras web.
En los últimos años, la acelerada evolución de las TIC ha hecho más visible la cultura de vínculos, dinamizando la comunicación transnacional y su influencia en las manifestaciones emocionales. Estas tecnologías ayudan a las familias a fortalecer las formas de expresión ya que contribuyen a preservar la salud mental y emocional de las familias (Benítez, 2012) y les permiten afrontar directamente las dificultades que plantea la migración (Bacigalupe y Cámara, 2012) porque los seres queridos se integran en la cotidianidad de los que están lejos (Francisco, 2015).
Pese a los aportes positivos, la apropiación de la tecnología en la cultura de vínculos también revela un cariz problemático. Madianou (2012) sugiere que las TIC presentan soluciones para la convivencia a distancia, pero la frecuencia de la comunicación promueve desencuentros y disputas. Francisco (2015) desvela que las cámaras web funcionan como sistemas visuales de vigilancia. Según Nedelcu y Wyss (2016) las TIC sirven para ejercer presiones para que la disponibilidad y la ayuda se produzcan en cualquier momento.
En efecto, en contextos de mayor movilidad humana y distancia geográfica, la mediación de las TIC en la cultura de vínculos genera oportunidades y tensiones en la afectividad de las familias trasnacionales.
Preguntas de investigación
La gestión de las remesas emocionales que impone la cultura de vínculos se ha visto reforzada y a la vez complejizada con el uso masivo de las TIC, influyendo en las dinámicas afectivas y relacionales de las familias transnacionales. Estas cuestiones no han sido explícitamente abordadas en torno de los migrantes ecuatorianos, sus familiares y los migrantes retornados. Así, surgen las siguientes preguntas de investigación:
PI1 En la cultura de vínculos, ¿cómo ha influido el uso de las TIC en la gestión de las remesas emocionales entre los miembros de las familias trasnacionales ecuatorianas?
PI2 ¿Cuál es el rol de las TIC en sus rutinas de co-presencia?
Método
A partir del paradigma interpretativo (Crotty, 1998), desde el cual se entiende que la realidad se construye de manera individual, se deduce que existen tantas realidades como individuos (Frowe, 2001). En la investigación se utilizó el método cualitativo para analizar la influencia de las TIC en la cultura de vínculos entre las personas que integran las familias transnacionales ecuatorianas. Los participantes conforman tres grupos de hombres y mujeres: 21 migrantes originarios de Ecuador que viven en España, 11 familiares de migrantes que permanecen en Ecuador, y 9 migrantes que han regresado a Ecuador mientras parte de su familia continúa en España.
Se eligió el muestreo no probabilístico, pues no se busca la representatividad estadística, sino la información que aportan individuos clave. Aunque los resultados no se generalizan, permiten responder las preguntas de investigación y observar tendencias sobre el tema de análisis (Robinson, 2014).
Los participantes se reclutaron mediante el muestreo bola de nieve; las entrevistadas iniciales remitieron a los investigadores a otros individuos (Atkinson y Flint, 2001) pertenecientes a familias transnacionales con presencia en Ecuador y en España, o quienes habían experimentado una separación familiar a largo plazo (como mínimo dos años). No se establecieron criterios específicos de edad.
Se informó a los participantes sobre el objetivo de la investigación y se obtuvo su consentimiento verbal para registrar sus respuestas (Cohen, Manion y Morrison, 2007). Las entrevistas las realizó, de manera presencial, una investigadora en España y en Ecuador, por tanto, se trata de un estudio multi-situado. Al enmarcarse en la vida cotidiana, las entrevistas se efectuaron según la conveniencia de los participantes en diferentes lugares (hogares, espacios laborales, de estudio o de asociación).
Los temas relacionados con las experiencias migratorias, las relaciones familiares, la frecuencia del contacto o el uso de herramientas tecnológicas para la comunicación familiar, fueron abordados con base en los guiones de entrevista. Los participantes respondieron a preguntas semiestructuradas y complementarias.
La muestra (cuadro 1) está integrada por 31 mujeres y 10 hombres. La edad mínima es 18 años y la máxima 80. La media de edad por grupos correspondiente a las personas migrantes es de 45.05 años; la de los familiares de 47.91 años, y la de los migrantes retornados de 44.22 años. Los procesos migratorios hacia España se establecieron a partir de 1999. El tiempo promedio de separación familiar entre migrantes es de 15.14 años; el de familiares de 15.64 años, y el de los migrantes retornados de 14.11 años, con un tiempo promedio de retorno a Ecuador de 4.70 años.
Después de la reagrupación familiar, la mayoría de los migrantes entrevistados vive con sus hijos en España y, en menor medida, con sus parejas y padres, mientras que los familiares en Ecuador viven con sus hermanos o, en menor medida, con sus hijos y progenitores; aunque también hay quienes indican que viven con toda la familia. Entre los familiares que migraron a España se encuentran hijos, hermanos, sobrinos, tíos y primos. Para quienes retornaron a Ecuador, los familiares que permanecen en España son principalmente hermanos y, en menor medida, progenitores y prole.
Condición | País de residencia | Pseudónimo* | Rango de edad/Género | Años de separación familiar |
---|---|---|---|---|
Migrante | España | Amalia | 33-37/ F | 14 |
Mirtha | 63-67/ F | 5 | ||
Melina | 18-22 / F | 15 | ||
Viviana | 48-52/ F | 16 | ||
Omar | 48-52/M | 17 | ||
Gilda | 43-47/F | 16 | ||
Josué | 33-37/M | 14 | ||
Eduardo | 33-37/M | 16 | ||
Yadira | 38-42/F | 13 | ||
Xiomara | 48-52/F | 17 | ||
Humberto | 58-62/M | 16 | ||
Paola | 53-57/F | 16 | ||
Antonia | 48-52/F | 15 | ||
Telma | 43-47/F | 16 | ||
Magdalena | 38-42/F | 16 | ||
Anastacia | 48-52/F | 18 | ||
Elvira | 43-47/F | 16 | ||
Rosaura | 53-57/F | 16 | ||
Samuel | 58-62/M | 13 | ||
Ismael | 48-52/M | 13 | ||
Julián | 48-52/M | 20 | ||
Retornado | Ecuador | Carlota | 18-22/F | 19 |
Tatiana | 18-22/F | 14 | ||
Raquel | 53-57/F | 15 | ||
Catalina | 58-62/F | 13 | ||
Ligia | 48-52/F | 15 | ||
Fátima | 38-42/F | 15 | ||
Fernando | 53-57/M | 2 | ||
Doris | 68-72/F | 17 | ||
Abel | 18-22/M | 17 | ||
Familiar | Romina | 48-52/F | 20 | |
Rodolfo | 28-32/M | 20 | ||
Graciela | 18-22/F | 17 | ||
Roberto | 38-42/M | 10 | ||
Elisa | 28-32/F | 19 | ||
Renata | 58-62/F | 15 | ||
Roxana | 63-67/F | 2 | ||
Margarita | 48-52/F | 17 | ||
Silvia | 78-82/F | 22 | ||
Valeria | 48-52/F | 12 | ||
Mariela | 48-52/F | 18 |
*Para precautelar el anonimato, se han cambiado los nombres.
Fuente: Elaboración propia.
Análisis
El corpus de datos incluyó las transcripciones textuales de las entrevistas que previamente habían sido grabadas en audio y anonimizadas. Los datos fueron sistematizados y codificados de acuerdo con los parámetros contemplados para el análisis temático que, según Braun y Clarke (2006), permiten comprender e interpretar el fenómeno estudiado, identificando, organizando y analizando los temas a partir de la cuidadosa revisión de los datos. Con este procedimiento se buscaron y registraron los hilos comunes.
El proceso de análisis se centró en la codificación y categorización de la información, identificando segmentos del texto con un tema y relacionándolos con los códigos (Braun y Clarke, 2006). Bengtsson (2016) señala que se debe decidir entre el análisis manifiesto o descriptivo (estructura superficial) y el latente o interpretativo (estructura profunda). En este artículo se ha optado por el sincrónico que, según Ibáñez (1985), permite realizar análisis cualitativos que abordan la estructura superficial hasta llegar a la profunda.
Aunque no fue posible entrevistar a miembros de las mismas familias en Ecuador y en España y así poder contrastar experiencias compartidas, los hallazgos permiten comprobar que las vivencias y percepciones del grupo de migrantes residentes en España, guardan relación con las que experimentan los familiares de otros migrantes que permanecen en Ecuador.
Resultados
Los resultados se han organizado en cuatro bloques temáticos: las percepciones que se desprenden de las experiencias de los migrantes, las de los familiares no migrantes, aquellas que poseen quienes han retornado a Ecuador, y las emociones positivas y negativas que se producen en las interacciones entre las personas que integran las familias transnacionales. Los testimonios acerca de situaciones esenciales se ejemplifican en forma de citas clave.
Cultura de vínculos y comunicación: percepciones de los migrantes en España
Para los migrantes que participaron en este estudio, Ecuador es un referente afectivo que se traduce en las raíces asociadas con la nostalgia y la tristeza, sobre todo si se quedaron hijos, progenitores o parejas de quienes se vieron obligados a separarse, primordialmente, por motivos económicos. Es “mi casa (…) me siento parte de ello, no me siento una extraña” (Antonia, comunicación personal, 16 de agosto de 2016).
Al comienzo de los procesos migratorios (entre finales de los noventa y principios de la década de 2000), los mecanismos de comunicación que se establecieron como factor gravitante para sostener los vínculos con la familia en Ecuador, fueron las llamadas de voz, las cuales se realizaban en locutorios mediante el Internet, debido a que el uso convencional del teléfono era costoso y había dificultades para acceder a líneas telefónicas, por ejemplo, por la falta de documentación.
[Al inicio] a través de locutorio y ya después por medio del móvil. Entonces yo con eso hablaba, pero salía muy caro, porque por el móvil es carísimo, pero bueno, había que hacerlo, porque la nostalgia es fuerte al estar lejos de la familia (Samuel, comunicación personal, 18 de agosto de 2016).
Los locutorios se convirtieron en espacios en los que, además de remitir dinero, también se producían intercambios emocionales que se veían condicionados por la falta de intimidad, lo que podía generar cierta incomodidad. Dicha situación se vio superada con la masificación de los teléfonos celulares o móviles que permiten comunicaciones directas y más privadas.
Las remesas emocionales que circulaban mediante los contactos telefónicos iniciales muestran un escenario variopinto: desde la tristeza propia de la separación y la angustia por comunicar (entre los migrantes) que se encontraban bien, la preocupación (entre sus familiares) por saber cómo era la nueva vida; pasando por la alegría al comunicar que contaban con un trabajo, hasta la decepción entre algunos migrantes debido a las exigencias de sus parientes con respecto al envío de dinero. Esta última situación en ocasiones se convierte en el eje alrededor del cual gira la comunicación, fundamentalmente si quienes se han quedado en Ecuador son hijos o padres.
Con los familiares, las primeras conversaciones son para preguntar si la persona migrante ha llegado bien, después para saber si ha encontrado trabajo y luego, cuando encuentra trabajo, es para decir “necesitamos dinero” (Julián, comunicación personal, 14 de junio de 2019).
Entre los migrantes pervive una catalogación ambivalente acerca de las remesas económicas, puesto que, si bien son una forma de cuidado que produce satisfacción debido a la solidaridad que implica, por la tranquilidad que da el poder cumplir con la responsabilidad de contribuir con el bienestar material, que puede dar sentido a la separación familiar. Por otro lado, el dinero se convierte en un asunto que provoca discordia al no poder comprobar el uso que se le da generando tensión entre los vínculos afectivos. En esas circunstancias, las remesas emocionales adquieren connotaciones negativas, pues se asocian con la desconsideración al hacer patente la falta de empatía de los familiares que permanecen en Ecuador.
[Cuando hablo] con mis padres me siento muy feliz (…) La verdad, con un poquito de nostalgia al no estar con ellos, pero a veces me alegra mucho estar acá y poderles ayudar en lo que se pueda (…) Porque, aunque uno trabaje y les ha ayudado toda la vida a los padres, a tus hermanos para que estudien y salgan adelante, siempre sale el tema de la economía. Uno piensa, erróneamente, que ellos siempre pasan necesidades (Josué, comunicación personal, 19 de agosto de 2016).
Yo envío muchas cantidades de dinero, pero no es lo mismo enviar allá, estar allá que estar aquí. Llega una cantidad que yo creo que va a alcanzar y en realidad no les alcanza, porque una cosa es vivirlo y otra cosa es enviarlo (Magdalena, comunicación personal, 17 de agosto de 2016).
Desde otra perspectiva, en los últimos años, a medida que el desarrollo de las TIC se ha acelerado mediante dispositivos y aplicaciones, y por la disminución del costo del servicio de Internet, la relevancia de los locutorios ha perdido fuerza entre el grupo de migrantes, sin embargo, son usados para comunicarse con adultos mayores que no dominan las aplicaciones de los teléfonos inteligentes, por lo que continúan siendo un referente para la circulación de las remesas emocionales.
Una de las herramientas que ha contribuido a reconfigurar las dinámicas relacionales es la videoconferencia, que, desde sus primeras aplicaciones (Skype) hasta las más actuales (WhatsApp), posibilitan encuentros espontáneos, individuales o grupales, en los que prima la sensación de cercanía. Esta herramienta se ha convertido en un canal de co-presencia que, sin embargo, genera emociones contradictorias, pues abre la posibilidad de sentir que se comparte el mismo espacio, a la vez que acrecienta la falta de presencia física real.
Skype era mágico, (…) si se ponía imagen y voz se colapsaba y no se podía ver bien. Entonces, la gente veía un ratito solamente para emocionarse y presentar a los hijos, o inclusive era interesante ver a las familias. Era un evento comunicarse (…) la felicidad más grande (Julián, comunicación personal, 14 de junio de 2019).
Algunos migrantes manifiestan que, pese a los años de residencia en España, no han logrado adaptarse completamente a la forma de vida porque los códigos culturales les impiden desenvolverse con la expresividad con la que vivían en Ecuador. Con todo, reconocen que las TIC les han permitido dar rienda suelta a esa expresividad. Las videoconferencias se han integrado a las situaciones cotidianas, pero también a las celebraciones de manera que la familia, si bien se encuentra en lugares distintos, disfruta simultáneamente de las mismas experiencias.
en Navidad mostrar las cosas que nos han dado. Es un acercamiento más directo el verse cara a cara o el poder conversar y saber si esa es la reacción de esa persona cuando le dices algo, porque no es lo mismo solo escuchar una voz (Telma, comunicación personal, 18 de agosto de 2016).
En la medida en que algunos migrantes, después de atravesar procesos de reagrupación, conviven con sus hijos, parejas o hermanos en España, han asumido que el permanecer en ese país les aporta trabajo, seguridad, acceso a los sistemas de salud y educación. Aunque sienten nostalgia y tristeza por no vivir en Ecuador, descartan la idea de regresar. Esto también se advierte en migrantes cuya descendencia permanece en Ecuador, entre quienes prevalece el deseo de reunificación, pero en España. Mientras esto sucede, por medio de las TIC mantienen una reagrupación virtual constante que contribuye a que la separación sea más soportable, aun cuando ello no reemplaza el contacto físico. Como progenitores o como hijos sienten la obligación de mantener el contacto, por lo que establecen flujos de comunicación con mayor asiduidad, demostrando así su preocupación y su cuidado.
Mi padre es una persona muy mayor, entonces él no sabe de tecnologías, de videoconferencias, ni del Internet, ni nada de eso. Entonces, yo me siento con la obligación, dos veces por semana, de llamarlo, saber cómo está, [preguntarle] qué es lo que necesita (Elvira, comunicación personal, 17 de agosto de 2016).
Cultura de vínculos y comunicación: percepciones de familiares no migrantes en Ecuador
Para quienes permanecen en Ecuador, España significa familia, dolor y distancia: “es ladrona de hijos” (Valeria, comunicación personal, 17 de julio de 2019). Así mismo, se traduce en libertad, oportunidades y trabajo, por lo tanto, en bienestar económico para quien migró, pero también para la familia.
Con respecto a la comunicación, la percepción de los familiares no migrantes es que al inicio de los procesos migratorios transcurría mucho tiempo entre una llamada y otra. Eran interacciones cortas que, debido a la diferencia horaria, debían ser coordinados porque de lo contrario se producían a deshoras y generaban zozobra. Algunas familias debían esperar que quien había migrado se comunicara, lo que causaba angustia e incertidumbre. Los familiares no podían hacerlo desde Ecuador porque los migrantes no contaban con teléfonos convencionales y las llamadas a celulares o móviles en España era muy costoso. Así, la responsabilidad moral de mantener el contacto recaía sobre los migrantes. Otras familias, por medio de cabinas, planes telefónicos o tarjetas de prepago, llamaban a teléfonos fijos o a celulares, por lo que la responsabilidad era compartida.
Antes [1999] tenías que esperar para recibir la llamada. Generalmente la llamada era de allá [España] hacia acá [Ecuador] porque aquí era muy costoso. Luego con el Internet podías hablar vía Skype, pero eso se fue eliminando y ahora, básicamente, lo haces por WhatsApp, por videollamada, prácticamente no cuesta (Roberto, comunicación personal, 10 de junio de 2019).
La corresponsabilidad de mantener los vínculos se ha extendido a más familias, debido a que los costos del servicio de Internet se han reducido. Además, migrantes y familiares cuentan con dispositivos móviles que permiten una comunicación directa, por lo que no deben esperar a que ocurra algún acontecimiento remarcable para comunicarse y esto ha contribuido a que la incertidumbre disminuya.
Las situaciones cotidianas son compartidas por medio de aplicaciones que les permiten enviar fotografías, notas de voz, mensajes escritos o establecer videoconferencias en tiempo real. Las respuestas pueden ser inmediatas o en diferido. A diferencia de lo que acontecía anteriormente, cuando solo se sabía aquello que el otro quería expresar a través del teléfono, las herramientas actuales permiten añadir rostro a la voz, lo que posibilita una mejor lectura de los estados anímicos. La sensación es que la comunicación es fluida, con la consiguiente participación recíproca en la cotidianidad de los otros.
Al principio por teléfono, por correo electrónico también, era como el 2000 más o menos, pero no era tan seguido como ahora. Actualmente, es impresionante porque hace poco se casó mi prima y nos transmitía la boda en vivo. Entonces, el verlo así en vivo y en directo, fue impresionante (…) estar viviendo la emoción de ver todo el evento (Elisa, comunicación personal, 10 de junio de 2019).
No obstante, la distancia se impone. Aunque las TIC ayudan a mantener comunicación frecuente o a diario en algunos casos, la imposibilidad de mantener contacto físico genera tristeza y vacíos emocionales.
me cuesta, se extraña que no se les tiene cerca y no se los puede abrazar ¿no? Porque uno con el abrazo da amor y también lo recibe de la otra persona, a pesar que con palabras también, pero no es igual, para mí no es igual (Roxana, comunicación personal, 17 de junio de 2019).
Debido a la incapacidad o dificultad para manejar las TIC, para los adultos mayores los dispositivos móviles y las aplicaciones pueden traducirse en una especie de “soledad digital”, sobre todo cuando no cuentan con alguien que establezca la conexión con quienes migraron. En consecuencia, el uso de los medios de comunicación convencional limita sus niveles de interacción con los familiares ausentes.
Ese sistema [WhatsApp] no lo tengo, no puedo usarlo. Yo cuando quiero comunicarme con él [hijo en España] por ese sistema, llamo a cualquier hijo [en Ecuador] que venga a verme. Les digo que le pregunten cómo está (Silvia, comunicación personal, 17 de julio de 2019).
Cultura de vínculos y comunicación entre Ecuador y España: percepciones de quienes han retornado
Entre quienes han regresado de manera permanente a Ecuador, las connotaciones asociadas con España son seguridad, bienestar, organización y familia: “es la patria de mis hijos” (Fernando, comunicación personal, 5 de julio de 2019). Por otro lado, “Ecuador es bonito. Lo mejor es que estoy con mi nieto y con mis hijos” (Ligia, comunicación personal, 18 de junio de 2019). Ecuador se traduce en familia, comida y vida social, porque, pese a la importancia que ha adquirido la tecnología, la convivencia no es algo que se pueda reemplazar fácilmente.
Creo que eso [el retorno] ha sido fundamental en mi caso, porque he recuperado mi vida familiar. Ya casi no la tenía. Me llevo muy bien con mis hermanas [que viven en España], pero casi no nos veíamos por los trabajos; mientras que aquí [Ecuador] trabajo de lunes a viernes, trato de ver siempre a mi mamá y a mi hermana. Entonces, sí se ha recuperado vida familiar (Doris, comunicación personal, 28 de junio de 2019).
El retorno conlleva reajustes emocionales. Por la idiosincrasia del país, aunque añoraban regresar a Ecuador, cuando comparan su estilo de vida con el que llevaban en España, se producen desilusiones las cuales se ven compensadas con la nueva cohabitación familiar, lo que supone reaprendizajes, puesto que las circunstancias han cambiado para todos los integrantes del grupo familiar.
Yo pienso que me perdí cosas muy importantes de mi hijo y es por eso todas las cosas que se han venido dando (…). Porque mientras yo estuve aquí [Ecuador] él contaba conmigo para todo (…) cuando regresé trate de cubrir todos esos espacios, estos vacíos, pero tampoco para mí ha sido fácil (Fátima, comunicación personal, 15 de mayo de 2019).
El regreso ha significado atravesar nuevos procesos de separación, porque parte de sus seres queridos residen en España. La diferencia que perciben con respecto a cuando migraron es que con ellos la comunicación es ininterrumpida. Esto posibilita que no se sientan emocionalmente desconectados de la cotidianidad en la que vive su familia en España.
[Compartimos] notas de voz, fotografías, todo lo que están haciendo mis hijos [en España], dónde van, con quién están (…) Yo, igual [comparto] las actividades que tengo [en Ecuador], les paso una foto (…) Siempre estamos en contacto (Fernando, comunicación personal, 5 de julio de 2019).
Cuando vivían en España, además de la comunicación, otra manera de mantener los vínculos con la familia en Ecuador (y ahora en situación inversa, con la que permanece en España), han sido y continúan siendo, los regalos, que dan cuenta del nexo constante que mantienen con sus seres queridos. Los obsequios se convierten en mecanismos de recompensa por la ausencia; son una expresión de regocijo que demuestra que para quien migró la familia siempre está presente. “Cuando uno está allá la ilusión más grande es comprar regalos para la familia [por] la nostalgia, al no estar con ellos en fechas especiales (...) uno tiene un montón de ilusión (Ligia, comunicación personal, 18 de junio de 2019).
Para los más jóvenes, el haber retornado significa constatar que la familia es “más grande” (Abel, comunicación personal, 6 de junio de 2019), lo que supone el desarrollo de un tipo de intimidad diferente, debido a que en España el núcleo familiar era más reducido. Además, han podido comprobar los beneficios de las remesas emocionales que generaron sus padres desde España, al sentirse acogidos y apoyados por la familia que permaneció en Ecuador.
Intercambio de remesas emocionales positivas y negativas
En relación con la cultura de vínculos mediada por las TIC, la ambigüedad emocional tiene cabida entre los integrantes de las familias transnacionales debido a que se producen tanto remesas positivas, por la reunificación virtual, como negativas, porque por medio de ellas se hace más palpable la incapacidad de superar la separación física. “[Al comunicarse] son sensaciones contradictorias porque al mismo tiempo siento alegría, a ratos impotencia, rabia (…) porque quisiera estar allí [Ecuador]. A la vez, me contento con escucharlo [al padre] y cuando hago videollamada con verlo me contento” (Paola, comunicación personal, 18 de agosto de 2016).
Aunque las demandas pueden centrarse en el dinero, no es lo único que genera tensión. Entre migrantes y familiares no migrantes también se producen exigencias para mantener contactos asiduos. Si la comunicación no es frecuente, se percibe que se ha instalado la ingratitud; esto propicia la circulación de malentendidos o reproches que, en algunos casos, se relacionan con las remesas económicas, traduciéndose en el acuerdo “yo pago, tú llamas”: “él [hijo] me llama más a mí. Yo no lo llamo tanto como él a mí, o sea, cuando él se demora en llamarme le reclamo” (Valeria, comunicación personal, 17 de julio de 2018).
Las tensiones también se concentran en temas asociados con la salud o el cuidado. Cuando algún ser querido enferma, prevalece el deseo por no causar preocupación, porque la distancia dificulta la capacidad de atención; por lo que se puede optar por ocultarlo o no darle importancia.
Creo que por esquema cultural a los ecuatorianos no nos gusta contar cuando estamos mal. Entonces, siempre es “todo está bien”. Eso no ha cambiado con los medios de comunicación. Incluso siguen mostrando que están bien “mira la fiesta, estamos haciendo esto…” (Roberto, comunicación personal, 10 de junio de 2019).
En algunas familias, a medida que se produce la reagrupación nuclear en España y acontecen los fallecimientos de los padres en Ecuador, los patrones de interacción cambian. Aunque los migrantes mantienen el contacto más o menos frecuente con los otros parientes, la distancia condiciona la familiaridad entre ellos. Se han reducido las brechas tecnológicas, pero se han producido fisuras afectivas. “Mi hermana [en Ecuador] es la que más está al pendiente con ellos [tíos y primas en España] (…) yo me entero de las noticias de mis tíos por parte de mi hermana, porque ella habla por WhatsApp constantemente” (Rodolfo, comunicación personal, 5 de junio de 2019).
Esta situación se ve contrastada con las familias a las que el uso de las TIC les ha permitido enriquecer los intercambios afectivos, gracias a que han aprendido a relacionarse por medio de las herramientas tecnológicas y no temen mostrar su alegría, pero tampoco ocultan su vulnerabilidad.
Creo que la comunicación es vital para el migrante en todos los tiempos. Imagínate, en épocas pasadas se comunicaban por carta y la carta era mágica, era todo un evento que llegase el cartero, que llegase la carta con las noticias, a veces, ya pasadas. Hoy, con un poco más de facilidad llegan estas formas de comunicación, donde afloran todos los sentimientos. Ves llanto, alegría, tristeza, dolor, pelea, distanciamiento, bronca, celos (Julián, comunicación personal, 14 de junio de 2019).
Pese a que han transcurrido varios años de separación física, algunos familiares hablan con mayor regularidad con los migrantes que están en España que con los parientes que viven en Ecuador, lo cual indica que las TIC han posibilitado la gestión de espacios virtuales de encuentro en los que se comparte intimidad y cercanía afectiva. “Cuando tienes un vínculo fuerte con la familia, a través de las nuevas tecnologías logras mantenerlo y haces que esa red que en algún momento tuviste no se desvanezca” (Elisa, comunicación personal, 10 de junio de 2019).
Varios migrantes lamentan haberse ido porque, aunque contribuyen al bienestar económico de la descendencia y de los progenitores, sienten culpa y remordimiento por no estar presente mientras crecen los hijos o por no cuidar físicamente de los padres.
Me siento bastante dolida porque quisiera hacerme un pájaro y estar allí. No es lo mismo estar presente que estar lejos. Es verdad que se le manda a ella [madre] mensualmente una cuota, a medida de lo que se puede, pero esto no solventa el que ella, por ejemplo, está dependiendo de otra persona [para que la cuide] (Viviana, comunicación personal, 29 de agosto de 2016).
Los familiares en Ecuador han aceptado con resignación la separación física. Comprenden que en España los migrantes tienen más oportunidades laborales y una mejor calidad de vida. En tanto que las TIC les permiten mantener los lazos de manera cotidiana, sienten que, si bien esas distancias metafóricamente se han acortado, no reemplazan el contacto físico. “[Con las videoconferencias] yo creo sentirnos más cerca el uno con el otro, o sea realmente allí, yo soy un poco sentimental, [necesito] abrazarlo con la mirada, estar con él en esos momentos [Navidad], que en realidad son tristes para él [hijo] y para mí” (Valeria, comunicación personal, 17 de julio de 2019).
Discusión
En este análisis se ha realizado un acercamiento a la mediación de las TIC en las relaciones afectivas que mantienen las personas que integran las familias transnacionales, por medio del intercambio de remesas emocionales (Katigbak, 2015). La reflexión se enmarca en la cultura de vínculos (Diminescu, 2008), la cual es entendida como el desarrollo de redes, actividades y estilos de vida que estas familias mantienen entre Ecuador, como país de origen, y España, como destino. La investigación se centró en tres grupos: migrantes ecuatorianos residentes en España, familiares de migrantes en Ecuador y ecuatorianos que retornaron a su país de origen.
Las remesas económicas son conceptualizadas como una parte de los ingresos que los migrantes envían a sus comunidades de origen. Esto da cuenta de un tipo de interacción que, aunque puede ser uno de los principales factores que configuran los procesos migratorios, no es el único. Al centrar los debates tan solo en la remisión y recepción de dinero entre las familias transnacionales se invisibilizaría un entramado intrafamiliar y social complejo, que puede confluir en cuestiones económicas, pero que no se limitan a ellas.
La ampliación conceptual de las remesas, fuera del terreno económico, puede ser entendida si a los migrantes no solo se les ubica como proveedores y a los familiares en el único rol de receptores, lo que lleva a suponer que las relaciones que se entretejen no son exclusivamente unidireccionales y asimétricas (Mazzucato, 2011). Al llevarlas al ámbito de las emociones, se concibe a las remesas como algo enviado y recibido de una parte a otra, de manera recíproca. Este elemento es clave en las dinámicas familiares en las que circulan sentimientos como amor, solidaridad o agradecimiento, así como decepción, resentimiento, ingratitud o culpa.
Migrantes y familiares no migrantes actúan desde la alternancia de la condición de proveedores y de receptores, que emiten y reciben sentimientos y afectos, tanto positivos como negativos. Esa bidireccionalidad cobra más sentido cuando en el escenario irrumpe la comunicación y sus herramientas, como los canales que posibilitan interrelaciones equitativas.
Las oportunidades y los inconvenientes que pueden darse hacia adentro de la familia al gestionar las dinámicas provocadas por la separación espacial y la alteración de la cotidianidad, propician que las remesas emocionales contribuyan a crear un sentido de pertenencia que conecta las vidas de las personas en el origen y en el destino. Esto se da porque “la intimidad se crea mediante el trabajo emocional -las actividades de conectar, compartir, contar historias, escuchar, responder” que no excluyen “necesariamente las formas de cercanía a larga distancia, mediadas por la tecnología” [traducción propia]3 (McKay, 2007, p. 179).
En los últimos años, debido a la evolución de las TIC por medio de aplicaciones que permiten mantener intercambios asincrónicos y sincrónicos (por mensajería instantánea o transmisión de audio y video), las manifestaciones emocionales se desenvuelven en entornos comunicacionales dinámicos y cambiantes que posibilitan la construcción de historias compartidas.
El inicio de los períodos migratorios que se han analizado en este artículo, se ubica entre finales de los años 90 y principios de la década de 2000, época en la cual el grupo de migrantes, en su afán por mantener el contacto con la familia que permanecía en Ecuador, utilizó con mucha frecuencia los servicios proporcionados por los locutorios. Estos resultados guardan relación con los obtenidos por Leifsen y Tymczuk (2012).
Los locutorios eran utilizados para el envío de dinero, pero también se convirtieron en nodos de comunicación que funcionaron como punto de enlace afectivo. Como sostiene McKay (2007), las remesas son una forma de cuidar y mostrar afecto hacia la familia. De manera que, los migrantes a la distancia han generado un soporte financiero y circuitos afectivos con sus seres queridos (Hondagneu-Sotelo y Avila, 1997).
La falta de acceso a las llamadas telefónicas directas o a otras formas de comunicación, crearon las condiciones para que la responsabilidad moral por instaurar la cultura de vínculos estuviera mayormente en manos de los migrantes. Los hallazgos obtenidos sugieren que en las actuales condiciones tecnológicas y de movilidad humana, los integrantes de las familias transnacionales que participaron en este estudio cuentan con herramientas de comunicación que facultan un contacto frecuente, lo cual, entre la cultura de vínculos, genera corresponsabilidad entre quienes migraron a España y aquellos que permanecen en Ecuador.
La necesidad de mostrar y sentir afecto, así como la capacidad de reconocer y de responder a las emociones propias y a las de los demás (McKay, 2007) no es algo que involucra exclusivamente a los migrantes sino también a los integrantes de la familia que permanecen en el lugar de origen. De ahí la importancia de la circulación de sentimientos como el amor o la solidaridad; lo que no impide que entre las familias igualmente se generen decepciones y resentimientos, sobre todo por cuestiones relacionadas con el dinero, resultados también identificados por Simoni y Voirol (2020).
El acceso y la apropiación de las TIC en España y en Ecuador crean escenarios para el mantenimiento de esos vínculos; sin embargo, la presencia física en la convivencia diaria no puede ser fácilmente sustituida, lo que es motivo de culpa y carencias emocionales. Mientras tanto, se producen escenarios en los que tienen cabida las reagrupaciones virtuales. Mediante la comunicación, para estas familias la cotidianidad se enmarca en las paradojas de la ausencia en la presencia y de la presencia en la ausencia (Sayad, 2010).
La cultura de vínculos que, en algunos casos, era desencadenada por los migrantes, actualmente encuentra eco en las acciones proactivas de la familia que mantiene la relación con quienes han migrado y co-participan en su día a día en España, de la misma manera que los migrantes mantienen lazos con Ecuador. Estos resultados coinciden con los recabados por Nedelcu y Wyss (2016) en familias rumanas con presencia en Suiza.
Si para la generalidad de la población los teléfonos inteligentes han transformado las formas de comunicación, para las familias trasnacionales ecuatorianas que participaron en este análisis éstos representan canales de enlace por medio de los cuales circulan textos, imágenes, audios y videos que contienen expresiones de amor, esperanza, solidaridad o gratitud, pero también de decepción, resentimiento, ingratitud o culpa; sentimientos que se condensan en las remesas emocionales que, enmarcadas en la cultura de vínculos, conectan origen (Ecuador) y destino (España).
Los dispositivos y las aplicaciones móviles posibilitan la generación de espacios en los que se producen intercambios de alegrías, pesares y desilusiones que refuerzan y condicionan el sentido de familia, extendiendo con ello los significados que, por medio de las remesas económicas, inicialmente se les otorgaba a los migrantes por ser los principales gestores y proveedores de acciones de cuidado. Estas formas de comunicación han hecho más visibles las sinergias que se producen entre migrantes y no migrantes como integrantes de familias trasnacionales; aunque para los adultos mayores representan dificultades y dependencia, lo que contradice los hallazgos identificados por Nedelcu (2017).
Conclusiones
En la migración contemporánea la mediación de las TIC en la cultura de vínculos posibilita una permanente regeneración de las paradojas de la presencia-ausencia de los migrantes en la cotidianidad de los familiares, y simultáneamente de la vida de éstos en la de los que migraron. No son las tecnologías en sí mismas lo que les permite funcionar como familia, sino el deseo de mantenerse como tal lo que lo hace posible, valiéndose para ello de esas tecnologías por las que se envían y receptan emociones positivas y negativas.
Las TIC han contribuido a la generación de espacios virtuales compartidos entre el origen y el destino, en los que se han establecido cotidianidades diferentes, con alegrías y contrariedades; convirtiéndose en el cordón umbilical que conecta las dos realidades. No obstante, la calidad de las relaciones no llega a compararse con las presenciales y físicamente reales.
Aunque con la emergencia de nuevas tecnologías, la frecuencia de contactos ha aumentado, la co-presencia virtual no reemplaza la vivencia de la cultura común en el mismo espacio físico; razón por la cual las remesas emocionales pueden considerarse como mecanismos de inversión para cimentar la vitalidad familiar que, al igual que las remesas económicas, se convierten en expresiones de cuidado. No obstante, los asiduos flujos de comunicación no evitan que se produzcan carencias emocionales, debido a que las familias deben afrontar los efectos de la separación que, en procesos de larga duración, provocan que los intercambios afectivos se adapten y fortalezcan, pero también que se fracturen.
Las remesas emocionales reclaman que se profundice en los análisis acerca de las interacciones que se producen entre las familias transnacionales. Si bien están ligadas a nuevas formas de expresión, mediadas por las TIC, son construcciones que derivan en una expresividad de sentimientos distinta, pero a la vez desembocan en la comprensión de otras configuraciones de las relaciones intrafamiliares. Al igual que las remesas económicas, las emocionales también representan formas de poder ligadas con situaciones de encuentro, desencuentro y búsqueda de soluciones afectivas para afrontar nuevas realidades que, inevitablemente, construyen intercambios problemáticos que afectan los procesos de crianza, cuidado parental o afectos filiales, los cuales deberían ser tomados en cuenta por los Estados como situaciones conflictivas a nivel psicosocial e individual.
Si la migración ocasiona en gran parte la obligación moral del envío de remesas económicas para cubrir las necesidades materiales familiares, la cultura de vínculos también genera que esa obligación moral se amplíe al mantenimiento constante de la comunicación como un indicador de la salud emocional familiar. Por eso, es necesario propiciar espacios de apoyo para los actores de los procesos migratorios tanto en los países de origen, como en los de destino. Aunque éstos se aferran con vehemencia en hacer familia, esto no elude los efectos de vivir en dos realidades interconectadas, en las que se acentúa la dicotomía entre proximidad afectiva y distancia física.