La condición migratoria de las y los jornaleros agrícolas ha sido objeto de numerosos estudios, pero los procesos de residencia se han atendido poco (León et al. 2005; Ortega et al. 2007; Rojas 2013). Estas personas han conformado localidades diversas, ya sea como migrantes o residentes, principalmente en el noroeste de México. De jornaleros a colonos: residencia, trabajo e identidad en el valle de San Quintín tiene la virtud y el tino de documentar y analizar el proceso de asentamiento poblacional en dicho valle, junto a la acción colectiva y la construcción de la identidad regional, desde una perspectiva interdisciplinaria. Esta obra, escrita por Laura Velasco, Christian Zlolniski y Marie-Laure Coubés, representa una pieza importante del rompecabezas para entender parte de la realidad de miles de jornaleros/as de la región de estudio y del resto del país.
La importancia de esta publicación radica en el intento de unir varias dimensiones analíticas, que podrían explicar con más precisión aspectos macro y microsociales, para brindar un panorama sociohistórico de la formación de esta región, de la evolución demográfica y de la dinámica actual del mercado de trabajo. Como complemento del aspecto meso y microsocial, el y las autoras analizan el proceso de arraigo en la región en el ámbito de la vida cotidiana, en especial, en la dinámica de los hogares del valle.
El libro consta de un prólogo pequeño, una introducción, ocho capítulos, las conclusiones globales, la bibliografía y los anexos. Y, aunque es especializado, no cuesta trabajo leerlo de corrido, situación distinta a la de muchas obras de carácter científico, ya que ésta se basa en una investigación interdisciplinaria con elementos de la sociología, la antropología, la demografía, la ciencia política y la economía, cuyas etapas implicaron recursos metodológicos cualitativos y cuantitativos. El método de la encuesta y la inmersión etnográfica fueron pilares para recopilar la información, así también la llamada intervención sociológica desarrollada en sus orígenes por el francés Alan Touraine.
El andamiaje conceptual utilizado para el análisis de los datos resultó ser un lente poderoso, que da cuenta del cambio social a lo largo de las últimas décadas en la región. Conforme se avanza, se presenta material empírico, que poco a poco se va hilando con categorías de análisis, para permitir una mirada más fina de la realidad social y también incentivar a pensar más allá del dato.
En el primer capítulo se presentan las herramientas teórico-metodológicas, junto con un contexto breve sobre el modelo agroexportador y el estudio de las migraciones jornaleras relacionadas con los asentamientos. Contiene también una hipótesis interesante en la cual se postula que el asentamiento en el valle de San Quintín es multidimensional, es decir, se conjugan aspectos demográficos, económicos y sociales, y ha producido diferenciación y segmentación étnica y ocupacional en el empleo; además, se han trasformado los tipos de organización político-social y han emergido actores sociales nuevos.
En términos económicos y demográficos, en el capítulo dos se brinda un panorama de cómo la región se constituyó como tal, a partir de la década de 1970. Las trasformaciones de orden demográfico se debieron al impulso colonizador, al éxito del modelo agroexportador y a la necesidad de mano de obra. Entre 1970 y 1980, muy parecido a lo que ocurrió en la zona agroexportadora de la Costa de Hermosillo, en Sonora, se inició el despegue demográfico que se duplicó más de dos veces.También se vislumbra el primer cambio en torno al proceso de asentamiento; al principio, los flujos migratorios predominantes eran los que se instalaban en los llamados “campamentos”, que son los lugares donde residen los y las trabajadoras de los campos agrícolas de la región; la primera transición ocurrió cuando estas personas empezaron a desplazarse poco a poco de los campamentos hacia las colonias. En éstas, lejos de la jurisdicción de los campos, se alojaron con más libertad en las viviendas particulares y surgió la modalidad residencial de las “cuarterías”.
En el capítulo tres se profundiza sobre las dinámicas del mercado de trabajo agrícola y la movilidad ocupacional, para develar las segregaciones de género y étnicas. Se registra un aumento de la participación del empleo en el sector servicios, a pesar de que la zona continúa siendo netamente agrícola. En la segunda parte del capítulo se presenta, por medio de casos, la movilidad laboral entre los trabajadores; se incluyen fragmentos de la vida de los y las entrevistadas, en los que se reflejan las dificultades para ascender en la estructura ocupacional, y también las actividades en el sector terciario (comercio o servicios). Considero una aportación importante que se documente la dinámica de la movilidad laboral y además la voz de los actores, en este caso, la de los trabajadores agrícolas que experimentaron movilidad ascendente o simplemente la especialización en la horticultura.
Por otra parte, en el capítulo cuarto se describe y analiza el proceso de asentamiento. En primer término se sostiene que la composición de los hogares es diversa y, aunque predomina la familia nuclear, no se desconoce la presencia de la monoparental, la extendida y la unipersonal. Para los y las jornaleras, asentarse fuera de los campos agrícolas es un logro, que visualizan como una mejoría sustancial en el aspecto educativo para sus hijos/as, como de acceso a servicios de salud aunque no necesariamente sean de buena calidad. El papel de las mujeres como jefas de hogar es importante, y más cuando, por abandono de sus parejas, se ven obligadas a encabezar la reproducción social del grupo doméstico. Una de sus estrategias es salir a trabajar a Estados Unidos u otras regiones del país, aunque esto no es privativo de las mujeres.
En el quinto capítulo se destacan los programas gubernamentales y las organizaciones civiles que operan en la región, así como un acercamiento al conjunto de acciones civiles y gubernamentales que han ayudado a paliar la vulnerabilidad social, sobre todo en educación, salud y economía. La conclusión es que, ante la precarización tanto del empleo como de la vida de los y las jornaleras, dichas acciones se concretizan gracias al desarrollo de sus redes de apoyo, y se reflejan en el éxito o fracaso de la fase inicial del proceso de asentamiento.
La acción colectiva movilizada se aborda a profundidad en el sexto capítulo, con un recuento de los antecedentes de los movimientos sociales, en especial de los agrarios, con los cuales se impulsaron mejores condiciones de trabajo y de vivienda. La movilización colectiva permitió el asentamiento de muchas familias en lo que hoy son las colonias en el valle de San Quintín. Si al principio, cuando tomó auge el modelo agroexportador en la década de los años ochenta, la presencia del Estado resultaba tenue, hoy, según cuentan el y las autoras, hace sentir su presencia gracias a la aparición de una estructura burocrática regional. Los y las jornaleras usaron las movilizaciones colectivas como recurso para satisfacer las demandas sociales, como la regularización de terrenos y los servicios básicos (agua y luz). Las luchas sociales enarbolaron la bandera de las demandas materiales y también la reivindicación de una vida digna.
En relación con lo anterior, en el capítulo séptimo se presenta la manera en que se expresa o concatena la identidad regional por un lado y, por otro, las disputas simbólicas entre los actores sociales. Por medio del método de intervención sociológica, el y las autoras delinearon tensiones en la construcción de la identidad regional identificando también a los grupos que aparecen como contendientes en la arena pública. Ante la heterogeneidad sociocultural y la estratificación laboral, las luchas entre los actores se dan a partir de su pertenencia o no a categorías como nativos, migrantes o residentes; su diversidad y la gama de intereses promovió la contienda de confrontación, pero también de acuerdos y coincidencias. La lucha laboral y residencial fue el motor de las movilizaciones, pero también la que enarbolaba la autonomía político-administrativa de la región, es decir, la municipalización.
En el último capítulo se presenta un caso de asentamiento, que se podría considerar exitoso, el de la colonia Nuevo San Juan Copala, habitada en su mayoría por personas de la etnia triqui; abarca una historia breve de las fases de poblamiento, junto con la organización comunitaria y político-social. Según el y las autoras, la capacidad de movilización comunitaria para organizarse se debió, en parte, a la necesidad de aglutinarse en un frente común para lograr mejores condiciones de vida ante la salida de los y las trabajadoras del campamento El Aguaje del Burro. Con el paso del tiempo, las formas de organización comunitaria encontraron asidero tanto en la manera tradicional y en la moderna, con lo cual se dio pie a la institucionalización de los órganos de dirección. Como apuntes finales de este capítulo, se señala que hay tensiones por el dominio cultural ejercido por los triquis frente a otras etnias y a los mestizos, que han producido resistencias para que, por ejemplo, se siga llamando Nuevo San Juan Copala. Este capítulo es un buen ejemplo de cómo un grupo étnico migrante encuentra salidas a las desventajas sociales, por lo menos para mitigarlas, y ejercer cierta autonomía y reivindicación de sus costumbres tradicionales, por medio de la organización y la acción colectiva.
En las conclusiones generales, Velasco, Zlolniski y Coubés señalan que los procesos de asentamiento estudiados en esta zona agrícola son multidimensionales, y el hecho de estar en un área con dinamicidad económica alta, dentro de un modelo neoliberal, no significa que dichos procesos estén exentos de contradicciones y tensiones. Con la trasformación del control residencial, que ejercían los patrones cuando sus trabajadores vivían en los campamentos, se atenuó la segregación étnica-racial mas no se eliminó.
Este libro es imprescindible para quienes deseen entender qué sucede con los migrantes jornaleros después del arribo al lugar de destino. Es la historia completa de la travesía de miles de personas que, después de un largo andar, logran asentarse y construir redes, grupos y acciones, que reditúan en una mejor calidad de vida no exenta de contradicciones, conflictos y resabios de la desigualdad estructural.