Introducción
Diversos recursos biológicos no han sido suficientemente estudiados desde la perspectiva de sus usos (ambientales, socioeconómicos, culturales y estéticos), debido a la falta de conciencia respecto a los beneficios que la naturaleza aporta a la sociedad en su conjunto (Delgado et al. 2003); de ahí la importancia de la etnobotánica para analizar, estudiar el saber botánico tradicional y contribuir a su rescate, particularmente su evolución en el tiempo (Albuquerque y Alves 2016, Casas, Blancas y Lira 2016).
México cuenta con un territorio diverso y multicultural, integrado por 68 pueblos indígenas. Su patrimonio en materia de lenguaje lo conforman 11 familias lingüísticas, multiplicidad que se expresa en la gastronomía y en las expresiones artísticas en todos los ámbitos (Chamoreau 2013). A esta riqueza cultural se le agrega la diversidad de recursos naturales: se estima que en su territorio existen más de 23314 especies de plantas vasculares de las cuales 2854 géneros son nativos y se distribuyen en 297 familias (Villaseñor 2016). Estas plantas, silvestres y cultivadas, se aprovechan de maneras diferentes, entre las que sobresalen tres categorías antropocéntricas: comestibles, medicinales y ornamentales.
Las plantas son de enorme importancia histórica para la alimentación humana, ya que pueden ser consumidas de diversas formas (Martínez de la Cruz et al. 2015; Castañeda et al. 2020). Las plantas comestibles por lo general son herbáceas, tanto cultivadas como silvestres, y pueden ser consumidas crudas o cocidas, aunque también existe una amplia variedad de frutos de árboles y arbustos que pueden ser empleados como alimento, además de que también se aprovecha una considerable cantidad de raíces comestibles (McClung et al. 2014).
Lascurain et al. (2010), Guadarrama et al. (2012) y Rubí et al. (2014), coinciden en señalar que, además de constituir un alimento, las plantas pueden ser usadas como elementos de ornato en la medicina tradicional y en la agricultura (sombra, control de viento o erosión) y como materiales de construcción (insumos artesanales, combustible y elaboración de utensilios). Por ejemplo, en materia de herbolaria, Bye y Linares (1983) señalan que México ocupa el segundo lugar mundial en uso de plantas medicinales, las cuales -de acuerdo a Barragán (2006)- incluirían unas 5000 especies, por lo que resultan un recurso estratégico y de bajo costo para la población rural en atención a la salud.
Los conocimientos tradicionales sobre la naturaleza permiten a la gente local continuar con sus modos de vida y conservar -en algunos casos- la diversidad biológica. Por otra parte, estos conocimientos pueden dar luz sobre los usos actuales y futuros de las plantas, incluso en el contexto científico (Dweba y Mearns 2011), así como explicar las transformaciones de sistemas agroalimentarios, de la medicina tradicional y de la recolección. Asimismo, estos acercamientos puede contribuir a conocer el aprovechamiento de los recursos naturales que no han sido suficientemente analizados por la antropología ecológica (Jiménez-Bautista 2016; Rappaport 1985), la ecología cultural (Steward 1995) o la etnobotánica. Por ejemplo, resultaría útil tener el conocimiento tradicional de las plantas, a partir de la percepción de los aspectos biológicos y culturales de su utilización, así como las consecuencias biológicas del manejo de los recursos por los seres humanos a través del tiempo (Albuquerque y Alves 2016; Casas et al. 2016; Ríos, Alanis y Favela 2017).
De ello surge la necesidad de recabar, analizar y divulgar información científica para el aprovechamiento de las plantas silvestres y cultivadas, tarea aún más urgente si se considera que, a partir de la segunda mitad del siglo xx, se ha acelerado la pérdida de los conocimientos ecológicos tradicionales debida a varios factores internos y externos (Millan-Rojas et al. 2016; Rodríguez 2012).
En el Estado de México se conocen 3428 especies de plantas, que representan el 16% de la flora del país. Esta riqueza florística se relaciona con su ubicación geográfica que se hace aún más compleja al combinar sus características climáticas, geomorfológicas, geológicas, edafológicas y biogeográficas (Sarukan et al. 2009), representadas en diversos ecosistemas que incluyen bosque templado, selvas, matorrales, vegetación xerófila, pastizales de alta montaña y vegetación acuática (Martínez de la Cruz et al. 2018; Villaseñor 2016).
Existen municipios importantes desde el punto de vista botánico, entre ellos se encuentran los localizados en la parte sur del Estado de México como Tenango del Valle, Texcaltitlán, Tianguistenco, Villa Guerrero, Malinalco, Tenancingo, Amatepec y Zumpahuacán, donde hay especies endémicas y algunas raras, aunque no endémicas pero exclusivas de la entidad, las cuales son aprovechadas o de uso potencial (alimenticio, medicinal, ornamental) (Martínez de la Cruz et al. 2018). Por lo anterior, el presente artículo tiene como objetivo identificar los usos antrópicos de las plantas vasculares del sureste del Estado de México.
Metodología
Área de estudio
Desde una perspectiva etnobotánica, se analizó la relación entre la diversidad de plantas vasculares y su apropiación cultural mediante sus usos antrópicos. El área de estudio comprendió la región sureste del Estado de México, integrada por los municipios de Almoloya de Alquisiras, Coatepec de Harinas, Ixtapan de la Sal, Malinalco, Tenancingo, Texcaltitlán, Tonatico, Villa Guerrero, Zacualpan y Zumpahuacán, ubicados en las coordenadas geográficas: 18° 30’ 03” 19° 13’
54” N y 99° 16’ 25” 100° 14’ 20” O (figura 1). La altitud oscila entre 1400 y 3900 msnm y los climas predominantes son: cálido subhúmedo, semicálido subhúmedo y templado subhúmedo (Ceballos et al. 2009). Los tipos de suelo son andosol, cambisol, regosol, leptosol, vertisol, luvisol, feozem y acrisol (Sotelo et al. 2018). La vegetación está conformada por bosque tropical caducifolio, bosque mesófilo de montaña, bosque de coníferas (Pinus y Abies), bosque de Quercus y selva baja caducifolia (Rzedowski 2006).
La zona de estudio tiene 248770 habitantes, de los cuales 47772 son considerados población rural, dedicados a la producción agrícola mediana, pequeña y de autoconsumo (Gacetas municipales de Almoloya de Alquisiras, Coatepec Harinas, Ixtapan de la Sal, Malinalco, Tenancingo, Texcaltitlán, Tonatico, Villa Guerrero, Zacualpan y Zumpahuacán, 2016). Parte importante de las poblaciones de estos municipios enfrentan situaciones económicas complejas. El municipio de Tonatico presenta un bajo nivel de marginación, asociado con la actividad turística y el proceso de segundas residencias. Por su parte, Almoloya de Alquisiras, Coatepec Harinas, Ixtapan de Sal, Malinalco, Tenancingo, Texcaltitlán, Villa Guerrero y Zumpahuacán presentan un nivel medio de marginación, asociado con una actividad agrícola de tipo comercial. Finalmente, Zacualpan presenta el nivel más alto de marginación, asociado con producciones agrícolas y pecuarias de pequeña escala (conapo 2015).
La tenencia de la tierra es ejidal, comunal y propiedad privada. En las tierras de propiedad común es donde mayormente se desarrollan las actividades agrícolas y de recolección, y además se preserva el uso de plantas vasculares. Las tierras de propiedad privada tienden a orientarse hacia los servicios y el uso residencial, pero también persiste la presencia de huertas (Morett-Sánchez y Cosío-Ruiz 2017).
Mediante el empleo de una metodología mixta, durante enero de 2017 y junio de 2018, las unidades de observación fueron huertos familiares, caminos y bosques. Para la identificación de las plantas, sus conocimientos y creencias asociadas se realizaron entrevistas semiestructuradas (N=275), con informantes clave, seleccionados mediante un muestreo no probabilístico denominado bola de nieve (Goodman 1961), de las cuales 170 se aplicaron a mujeres, con un rango de edad de 40 a 75 años y 105 a hombres con un rango de edad de 45 a 85 años. Las entrevistas se realizaron en pláticas directas con los informantes, a quienes se les preguntó del conocimiento que tienen de las plantas silvestres y cultivadas de la región, así como sobre los posibles usos de cada una de ellas.
Mediante el método etnobotánico, que consiste en una serie de técnicas y herramientas para obtener información sobre el conocimiento tradicional de las plantas (Cotton 1996), se realizaron dos salidas a campo por municipio para colectar especies de interés, con un total de 20 recorridos en los 10 municipios estudiados. Los sitios de recolecta fueron las zonas más frecuentadas por los recolectores, correspondientes a bosque templado (Abies, Pinus y Quercus), bosque mesófilo de montaña, selva baja caducifolia, bosque de galería y en ambientes transformados (huertos familiares y campos de cultivo). A partir de ello se realizó un muestreo intencional de las plantas vasculares con importancia socioeconómica, se recolectó el taxón, y los entrevistados proporcionaron nombre local, uso de la planta y órgano de la planta utilizado (raíz, tallo, hojas, flor, fruto, semilla, corteza o toda la planta). Posteriormente, el material se identificó con claves botánicas especializadas y para cotejar los nombres científicos de las especies se recurrió a obras como Flora del Estado de México (Martínez y Matuda 1979), Flora del Valle de Tehuacán-Cuicatlán (Dávila et al. 1993), y a los índices World Checklist of Selected Plant Families (wcsp, 2012) y The International Plant Names Index (ipni 2018). Finalmente, las muestras fueron depositadas en el herbario Eizi Matuda de la Universidad Autónoma del Estado de México.
La información obtenida se sistematizó en una base de datos, mediante el programa Microsoft Excel, y se analizó mediante estadística descriptiva en dos formas: a) desde la perspectiva cualitativa, mediante el análisis discursivo de las entrevistas a los informantes clave de cada municipio y b) desde la perspectiva cuantitativa, mediante la recategorización de los datos obtenidos sobre el uso de las plantas.
Resultados
Conocimiento y usos de las plantas vasculares del sur del Estado de México
Los informantes reconocen 118 especies con diferentes usos, que botánicamente se agrupan en 83 géneros y 50 familias (anexo 1). Las familias con mayor riqueza de especies fueron: Fabaceae (13 especies), Rutaceae (siete especies), Fagaceae, Rosaceae (seis especies) y Burceraceae (cinco especies). Los géneros mejor representados son Citrus (siete especies), Quercus (seis especies), Bursera (cinco especies) y Annona (cuatro especies). La forma biológica predominante fueron los árboles, representados por el 68.6% de las especies, seguido de los elementos arbustivo (18.6%) y herbáceo (12.7%). Se encuentran distribuidos en bosques (24 especies), huertos (54 especies), caminos y brechas (68 especies) y terrenos agrícolas (44 especies). Setenta y dos especies (61% del total) -como la tronadora (Tecoma stans), ciruela pequeña (Spondia sp.) y tamarindo (Tamarindus indica)- están presentes en más de un espacio.
El conocimiento sobre plantas vasculares se encuentra concentrado entre personas de edad avanzada, quienes refieren datos más completos sobre su identificación, ubicación y usos. Estos conocimientos se reproducen o desaparecen en función de las prácticas de aprovechamiento de los recursos. Se identificó, también, que las generaciones más jóvenes han diversificado sus actividades productivas fuera del ámbito local, un factor clave en la pérdida de los saberes sobre estas plantas.
Ahora bien, la riqueza de estos recursos no se distribuye de manera equitativa. Entre los municipios con mayor diversidad sobresalen Malinalco (95 especies) y Almoloya de Alquisiras (93 especies); el menor número de especímenes colectados provenía de Villa Guerrero (47 especies). De acuerdo con los informantes, esto se debe al deterioro de la vegetación, causado en gran medida por la expansión de la floricultura, principal actividad económica del municipio.
Sobre los usos, se tiene el alimentario, que representa el 84% de las plantas (100 especies); en segundo lugar, el uso medicinal con el 74.5% (88 especies), seguido del ornamental con 42.3% (50 especies); el maderable, 22.8% (27 especies), uso como combustible, 16.9% (20 especies); sombra, 11.8% (14 especies); cerco vivo, 9.3% (11 especies); uso artesanal, 7.6% (nueve especies), y por último, sin ser menos importante, se encuentra el uso como barrera rompe vientos, con el 3.3% (cuatro especies).
En cuanto a su uso como alimento, las plantas pueden consumirse en fresco (por ejemplo, frutas como las ciruelas, el mango o la guanábana). Pero también se preparan guisos característicos del sureste del Estado de México: en algunos municipios como Almoloya de Alquisiras, Texcaltitlán, Zacualpan y Zumpahuacán, cocinan huevos ahogados con nopales en chile de ciruela o carne de cerdo en salsa de mango (Mangifera indica). Se consumen hojas, flores, frutos y semillas de especies como la parota (Enterolobium cyclocarpum), el zapote prieto (Diospyros salicifolia) y el tabachín (Delonix regia), elaboradas de diferentes maneras en caldos, tortitas y ensaladas. Con las ciruelas (Spondias), la guanábana (Annona muricata), el muicle (Justicia spicigera) y el zompantle (Erythrina americana) realizan algún tipo de bebida como agua fresca, atoles y té; con las ilamas, las chirimoyas y las guanábanas se preparan aguas frescas, nieve, paletas, atoles y licores. Las mujeres son quienes conservan los conocimientos para preparar alimentos con estas plantas.
El uso medicinal, sin duda relevante, ocupa el segundo lugar en importancia, Se encontraron 88 especies (74.5%) y la mayor parte fue colectada en huertos, caminos y brechas (anexo 1), lo que muestra la vigencia de la medicina tradicional. En los municipios de Malinalco, Coatepec Harinas, Ixtapan de la Sal y Tonatico, por ejemplo, el guaje rojo (Leucaena pulverulenta) y el nogal silvestre (Trichilia americana) se emplean para aliviar síntomas de gripe. Como calmantes de la sed usan el cedrón (Aloysia citrodora) y la tila (Ternstroemia lineata) y como tónicos se utilizan el huele de noche (Cestrum nocturnum) y el mamey (Pouteria sapota), mientras que el escobo (Parthenium hysterophorus) y el amargoso (Tithonia diversifolia) se emplean para tratar padecimientos digestivos.
Se utilizan las plantas porque es más sano que estar tomando medicamentos, aunque también hay que saber bien qué riesgos puede haber en su utilización: “nos tomamos un té de guaje con hojas de nogal. Por las noches ya no podemos salir porque, si nos da el aire, nos puede pegar una bronquitis y ahí sí nos va mal, así que es mejor ya meterse a la cama y tomárselo, se duerme y suda ese frío que se nos mete al pecho y por eso nos da gripa” (Tomas, 50 años).
Las especies con uso ornamental se emplean para la decoración o adorno de su entorno (viviendas, calles, entre otros); para adornar huertos familiares, parques, avenidas y ceremonias religiosas; o como medio de expresión de felicidad, en gratitud a alguna persona. En los municipios de Malinalco, Tenancingo, Texcaltitlán, Tonatico, Villa Guerrero, Zacualpan y Zumpahuacán utilizan el sauco (Sambucus nigra), el mango (Mangifera indica), la guanábana (Annona muricata), la vara blanca (Thevetia peruviana), el huamúchil (Pithecellobium dulce) y el guaje (Leucaena macrophylla) para realizar adornos como la cruz y estrella que se colocan en las casas cuando se casa alguna pareja, decorar la iglesia o elaborar centros de mesa para algunas festividades.
Dentro del uso maderable, en los municipios de Almoloya de Alquisiras, Texcaltitlán, Zacualpan y Zumpahuacán, con los encinos (Quercus planicopula) se hacen herramientas de trabajo como los cabos de las palas, picos, azadones y se utilizan como material de construcción. Los troncos y ramas de la naranja (Citrus aurantifolia) se emplean como leña; del nogal se utilizan ramas y tallos, cuando el árbol ya no produce tanto fruto, y el aguacate (Persea americana) se utiliza para fabricar pequeños muebles como burós y cajoneras para ropa, entre otros.
El uso de las especies como combustible sigue siendo un recurso importante para solventar las necesidades domésticas; en los municipios estudiados se utilizan las ramas del huizache (Acacia farnesiana) y el palo verde (Cornus disciflora) como leña para preparar alimentos.
En los municipios de Coatepec Harinas, Ixtapan de la Sal y Tonatico, en caminos, brechas y huertos hay cazahuate (Ipomoeaar borescens) y huizache (Acaciella angustissima), que dan sombra cuando la gente regresa a sus hogares después de trabajar los terrenos agrícolas o de pastorear su ganado. En los huertos familiares las personas y los animales domésticos también utilizan esas especies para resguardarse del Sol: “es bueno tener árboles altos para que nos de sombra a nosotros, también a los animales por eso siempre tenemos cazahuates o huizaches, además dan sombra fresca y cuando están los calores pues ahí nos atajamos un rato del Sol, pues luego nos da la ensolación” (Zeferino, 56 años).
Con la parota (Enterolobium cyclocarpum), el uso forrajero se identificó en los municipios de Tenancingo y Villa Guerrero. Esa especie se corta y revuelve con la pastura con que se alimenta habitualmente a los caballos, mulas y machos.
Dentro del uso artesanal, los municipios de Coatepec Harinas, Almoloya de Alquisiras y Zacualpan utilizan la clethra (Clethra mexicana), el nanche silvestre (Byrsonima crassifolia), el tejocote (Crataegus mexicana), el mango (Mangifera indica), el tepozán (Buddleja cordata) y el amate (Aloysia triphylla) para hacer objetos decorativos, por ejemplo, cestos para flores y bisutería (collares y pulseras), y figuras (coronas, animales, flores), que se venden o adornan las casas. Finalmente, emplean la clethra (Cletra mexicana) para elaborar pulseras, anillos y collares, que luego comercializan en el tianguis y así complementan la economía familiar.
Utilizamos las hojas secas, frutos, troncos, lo que pueda ser de utilidad para hacer alguna cosa que después se venda, así no desaprovechamos lo que la naturaleza nos da, cuando caminamos vamos recogiendo lo que nos sirve para después imaginar qué hacer con las cosas (Ángel, 40 años).
En los municipios de Almoloya de Alquisiras, Texcaltitlán, Zacualpan y Zumpahuacán, el eucalipto (Eucalyptus globulus), la parota (Enterolobium cyclocarpum), el huamúchil y el huaje rojo se usan como barrera rompevientos en los terrenos agrícolas. Del huizache usan sus troncos, descortezados y transformados en postes para deslindar huertos o milpas.
Para proveerse de frutos y otros bienes, las especies menos abundantes como las anonas (Annona reticulata), el nogal silvestre (Trichilia americana) y el calguaje (Leucaena diversifolia) se llevan fuera de su hábitat original a los huertos familiares, a las orillas de los terrenos agrícolas o frente a la casa, y se utilizan como cercos vivos o linderos. Esta práctica permite se conserven estas especies.
Cabe destacar que 76 de las especies (65%) poseen más de un uso, por ejemplo, la garra de león (Oreopanax xalapensis), el arrayan (Psidium sartorianum) y el tepozán (Buddleja cordata) tienen hasta cinco usos (alimenticio, maderable, medicinal, ornamental y artesanal). Lo anterior denota la importancia biocultural de las plantas vasculares en la zona de estudio, así como su potencial para diversificar la economía local.
Se identificó también el uso ritual y ceremonial de las plantas. Algunos frutos forman parte de la ofrenda para pedir lluvia: se coloca una cruz elaborada con ramas de los árboles de linderos, conocida como besanas, en la que colocan un canasto con limas (Citrus limetta), naranjas (Citrus sinensis) y cidras (Citrus medica). También se usan para el control biológico de plagas: en los municipios de Malinalco, Tenancingo, Ixtapan de la Sal y Villa Guerrero se fabrica un plaguicida elaborado con naranja (Citrus aurantium), jaboncillo (Sapindus saponaria) y ortiga (Wigandia urens), el cual se macerá en agua y se asperja en los cultivos.
Creencias locales sobre las plantas vasculares
De acuerdo con datos proporcionados por los informantes, se infiere que las plantas vasculares son una parte sustantiva de la vida cotidiana de las comunidades rurales del sureste del Estado de México, lo cual se constata por la vigencia en su uso principal como alimento y medicina entre los adultos mayores, quienes poseen el conocimiento para la identificación, uso y aprovechamiento de esos recursos. No ocurre lo mismo entre los jóvenes, quienes desarrollan sus actividades productivas fuera del ámbito local y, por lo tanto, se han alejado de las actividades agrícolas y sus conocimientos asociados. El sesgo generacional también se advierte en la edad de los informantes que inicia a los 45 años, aspecto que constata la observación de que los recolectores no son personas jóvenes. Por otra parte, la recolección de especies se asocia con las funciones asignadas por género, pues las mujeres son iniciadas en los conocimientos sobre plantas desde temprana edad para, posteriormente, poder utilizarlos con fines alimentarios y medicinales.
Es el valor práctico y el uso cotidiano y festivo de los conocimientos asociados con las plantas vasculares lo que los mantiene vivos en la memoria colectiva, pues sin duda resulta una aportación de importancia vital y simbólica para el mantenimiento del tejido social.
El atributo más reconocido en las plantas vasculares fue su caracterización como “productos saludables”, connotación compartida tanto en sus usos alimentarios como medicinales. Esta construcción, aunque de aparente simplicidad, encierra toda una serie de percepciones, valoraciones y creencias relacionadas con cuestiones ambientales, de acceso a los recursos, posesión de conocimientos e identificación con el territorio. Ejemplo de ello son especies como el tepozán (Buddleja cordata), la parota (Enterolobium cyclocarpum) y el tejocote (Crataegus mexicana), que se utilizan como alimento, pero simultáneamente tienen un uso medicinal, por lo que su presencia en los huertos familiares es frecuente. El uso y manejo de estas plantas medicinales está determinado por asignaciones de género construidas socialmente: las mujeres son las encargadas de asegurar que estos recursos estén disponibles en sus huertos.
Discusión
Conocimiento y usos de las plantas y creencias locales sobre las plantas vasculares
En un estudio realizado por Toledo y Burlingame (2006) se establece la importancia de la biodiversidad para la seguridad alimentaria, la nutrición y la calidad de vida. Sin embargo, la existencia de la riqueza biológica no es garantía de bienestar, puesto que la mayoría de los países ricos en recursos naturales suelen vivir en condiciones de pobreza, y los países con mayor desarrollo económico se benefician con la apropiación tecnocientífica de esos recursos (Rodríguez 2012). La visión común sobre qué hacer con los recursos, quiénes deben aprovecharlos y las formas en las que este patrimonio se reproduce de generación en generación son aspectos construidos históricamente al interior de las comunidades, lo que coincide con lo referido por Ravnborg et al. (1999) sobre los beneficios del
carácter colectivo en la gestión de los recursos naturales.
La continuidad de estos conocimientos es un incentivo para orientar las acciones estratégicas de modo que las comunidades estudiadas busquen alternativas de desarrollo territorial basadas en los recursos endógenos, lo que se traduce en la capacidad de organizarse alrededor de ellos (De Janvry y Sodoulet 2000; Castañeda-Guerrero et al. 2020).
El manejo de estas plantas es un indicador de las características bioculturales distintivas de la zona de estudio, aspecto que coincide con lo reportado por Juan (2014) y Chávez et al. (2017), para la región de estudio, y por Hamilton (2004) sobre plantas medicinales, conservación y medios de vida, en escenarios contrastantes alrededor del mundo.
El aprovechamiento de los sistemas agroecológicos, además de generar beneficios económicos, sociales y culturales, contribuye a la conservación de la agrodiversidad y del conocimiento ambiental, como lo señalan García-Flores et al. (2016). Un ejemplo de lo anterior es la prevalencia del conocimiento asociado con plantas silvestres, medicinales y comestibles, reportada por Gutiérrez et al. (2015) para el caso del manejo de huertos familiares, o en otros países como en la región noreste de Portugal (Carvalho y Morales 2010).
Igualmente, pueden citarse interesantes ejemplos de la relación entre estas especies y el cuidado de la salud en México, como el estudio sobre plantas útiles y medicina tradicional de Villarreal et al. (2014) en el Estado de Tabasco, sobre flora medicinal en el Estado de México de White et al. (2013) en conjunto con otros estudios sobre la región (Cázares 1994; Vázquez y López 2003; Manzanero-Medina et al. 2009; Gutiérrez et al. 2015; White et al. 2017; Chávez et al. 2017).
Así, las plantas vasculares son recursos estratégicos de importancia para la seguridad alimentaria y el mantenimiento de la salud, lo que traduce su disponibilidad y sus conocimientos asociados en un patrimonio biocultural (Toledo y Barrera 2008; García-Flores et al. 2018), necesario para las comunidades estudiadas. Las plantas vasculares son poderosos marcadores de la identidad territorial del sureste del estado de México (García-Flores et al. 2016), aspecto que coincide con lo encontrado en Bulgaria respecto a la función de las plantas silvestres como rasgos distintivos del territorio (Nedelcheva 2013). Por su parte, los estudios de Gispert (1997) asocian la cultura alimentaria mexicana con la futura disponibilidad de plantas comestibles o los trabajos sobre los quelites que develan la evolución de estas plantas como un producto del intercambio cultural (Bye y Linares 2000).
Conclusiones
El estudio de las plantas vasculares del sureste del Estado de México pone de manifiesto una tensión temporal y generacional respecto a la vigencia de las tradiciones y los procesos de cambio en torno a los recursos naturales. El papel de estos recursos, en el contexto actual, marca la necesidad de encontrar su adecuado posicionamiento en un mundo dinámico y cambiante, sin perder de vista sus funciones en el mantenimiento de la salud y su contribución a la seguridad alimentaria.
Transformaciones económicas y socioculturales (emigración, pérdida de las actividades tradicionales, inserción de la medicina alópata, entre otros) afectan el uso de las plantas vasculares, pues a pesar de su evidente presencia en la memoria colectiva, mediante su identificación, usos y creencias, también se observa que su aprovechamiento disminuye paulatinamente, debido a la escasa identificación de las generaciones jóvenes con estos recursos y sus conocimientos asociados.
Pese a las presiones de orden cultural, económico y ambiental que enfrenta el uso de plantas vasculares, es evidente su importancia como recurso estratégico en las comunidades estudiadas. Su papel en la reproducción de la vida cotidiana, a partir de sus múltiples usos, muestra la contribución de estos recursos endógenos para mantener la calidad y estilo de vida de las poblaciones rurales.
La visión sobre la que descansa el concepto de bienestar de las comunidades rurales no se limita a aspectos estrictamente económicos, sino que incide en aspectos simbólicos, por lo que es necesario concebir la construcción social de este patrimonio desde una perspectiva biocultural, basada en una interdependencia entre la conservación de los recursos naturales y los patrones culturales que han dado origen a su aprovechamiento. Las comunidades estudiadas podrán seguir atendiendo algunas necesidades de alimentación, medicinales, estéticas y rituales en la medida en que preserven los conocimientos, prácticas y creencias sobre las plantas vasculares.
Es importante realizar investigaciones futuras para evaluar la eficacia terapéutica y los aportes nutricionales de estos recursos. Estudios, que además de ayudar a detectar las características funcionales de las plantas vasculares, son una forma de reactivar el patrimonio biocultural del espacio rural.